sábado, 15 de septiembre de 2018

Granjas ancestrales de plumas sagradas

Guacamayos escarlatas como este vuelan en las selvas tropicales de México, América Central y el Amazonas. ¿Qué están haciendo sus esqueletos en yacimientos arqueológicos en los desiertos del suroeste de los Estados Unidos, al menos a 2000 kilómetros al norte y en un ecosistema completamente diferente? TIM FITZHARRIS/MINDEN PICTURES

Entre los años 900 y 1200 un grupo de nativos americanos vivía en Chaco Canyon, en lo que ahora es el noroeste de Nuevo México, que por entonces se llamaba Yootó Hahoodzo, un topónimo navajo. Eran parte de los amerindios conocidos como Pueblo Ancestral. Esos pueblos comerciaron ampliamente con comunidades del lejano sur de América: artículos como cacao en grano, campanas de cobre y joyas hechas de conchas marinas se han encontrado en Pueblo Bonito, una gran casa de varios pisos situada en Chaco, un cañón en el que hay más de 600 viviendas. Pero ninguno de esos restos presentaba a los arqueólogos un dilema tan grande como el de los restos de guacamayos.
En varios sitios del yacimiento arqueológico se han encontrado huesos de 35 guacamayos escarlatas (Ara macao). Las aves desempeñaban un papel importante en la mitología nativa de América, y los guacamayos se convirtieron en parte de la cultura de algunos grupos. Se mantenían como mascotas y sus plumas eran muy apreciadas. Pero dado que la población natural más cercana de estas aves está -y estaba- a unos 2.000 km de distancia, la pregunta era cómo los guacamayos podían haber terminado sus días en ese cañón teniendo por medio uno de los desiertos más inhóspitos de Norteamérica, el de Chihuahua.
En aquellos tiempos antiguos, la gente del suroeste de Estados Unidos no tenía caballos, vagones o canales de agua para comunicarse con las regiones distantes del sureste de México, donde viven los guacamayos escarlatas silvestres. Los arqueólogos habían supuesto que esas aves habían sido llevadas a pie por comerciantes a través del desierto de Chihuahua, que conforma gran parte del centro de México. Sin embargo, es muy dudoso que muchos guacamayos sobrevivieran a un viaje tan duro. Douglas Kennett, de la Universidad Estatal de Pensilvania, y Stephen Plog, de la Universidad de Virginia, y un grupo de colegas se pusieron manos a la obra para investigar si había pistas genéticas en los restos de los loros.
Este cráneo de Ara macao fue excavado en Pueblo Bonito por investigadores del American Museum of Natural History en 1897. Foto.
Los investigadores recolectaron muestras de ADN de los huesos de las aves de Chaco Canyon, junto con una muestra más pequeña de huesos de guacamayos contemporáneos de la región de Mimbres en el sur de Nuevo México. En total, pudieron reconstruir completamente los genomas mitocondriales de catorce guacamayos. Sorprendentemente, encontraron una diversidad genética excepcionalmente baja entre las aves. Como informaron en un artículo publicado el pasado mes de agosto en la revista científica PNAS, todos los guacamayos que vivieron en la región de Chaco entre los años 900 y 1200 estaban muy relacionados entre sí: los genomas de todos ellos son extraordinariamente parecidos, mucho más de lo que ningún fenómeno de migración natural podría explicar. Y también se parecen mucho a las poblaciones actuales de guacamayos de la zona tropical del golfo de México.
Aunque es posible que una pequeña población que vivía a lo largo del límite septentrional del área de distribución natural de los guacamayos fuera visitada por comerciantes recolectores de aves, y que esto tuviera como consecuencia que los loros de Chaco fueran sus parientes, los investigadores piensan que eso es algo extremadamente improbable. Su hipótesis alternativa es que algunos guacamayos fueron cuidadosamente alimentados y mimados durante un arduo viaje a través del centro de México y luego se utilizaron para establecer una granja de cría en algún lugar del suroeste de los Estados Unidos o del norte de México. Dónde pudo haber estado la primera de las granjas de cría sigue siendo un misterio, pero que podría haber existido es un testimonio más de lo apreciados que eran los guacamayos como símbolos de las clases acomodadas.
De esos datos se desprende una conclusión deslumbrante. Durante aquel periodo de la historia precolombina, unos tres siglos, las poblaciones nativas de los trópicos mexicanos domesticaron al guacamayo, lo criaron en granjas y crearon una industria basada en sus colores provocativos y vanidosos. Algunos científicos lo definen como una “granja de plumas”, otros hablan de un negocio de rituales y símbolos de estatus. Puede que encontrarlos allí sea algo deslumbrante para la historia americana, pero no lo sería tanto de saber que las granjas de cría de aves sagradas era un fenómeno extendido en el antiguo Egipto, como Adrian Burton y yo mismo pusimos de relieve en nuestro libro Life Lines (Líneas de Vida) que los interesados pueden descargar gratuitamente en este enlace, uniéndose así a los miles de lectores que ya lo han hecho por cortesía de la Ecological Society of America.
Pirámide Djoser en Saqqara. Foto.
Al sur de El Cairo se encuentra la enigmática necrópolis de Saqqara. Este complejo de pirámides, tumbas y catacumbas guarda los secretos de más de 3.000 años de ceremonias religiosas y funerarias egipcias. Recibir sepultura en Saqqara no solo era privilegio de los faraones o de los altos funcionarios; allí también se enterraban muchos animales. Probablemente para servir como exvotos, se disecaron halcones, gatos, babuinos, toros y otros animales, aunque ninguno de ellos en cantidades tan grandes como los ibis sagrados africanos (Threskiornis aethiopicus). Un cálculo aproximado cifra en cuatro millones el número de ibis momificados de Saqqara. Durante los 400 años de ceremonias celebradas en el período grecorromano, estas aves fueron enterradas a un ritmo de diez mil por año. Se cree que hay enterrados otros cuatro millones en la necrópolis Tuna al Gebel de Hermópolis. Unas cifras tan enormes sugieren que alguna vez Egipto debió producir ibis a escala industrial.
Ibis sagrado, Threskiornis aethiopicus. Foto
Ciertamente, no faltan pruebas de que los animales fueron criados en santuarios por los antiguos egipcios para fines religiosos. Incluso los sacerdotes criaron cocodrilos en algunos lugares consagrados. Pero la reproducción y la cría de 10.000 ibis sagrados al año para una ceremonia fúnebre sería una enorme tarea. Dado que los ibis sagrados producen entre dos y cinco huevos al año, aunque supongamos que prosperaran cuatro de ellos en promedio, se requieren criar en cautiverio 2.500 parejas (es decir, 5.000 aves parentales) y atender a un total de 15.000 aves.
Hasta ahora no se ha descubierto ninguna evidencia física de unas instalaciones que pudieran haber albergado una empresa de ese tipo. Podría haber sido una iniciativa a escala industrial, pero lamentablemente no estamos seguros de que exista algún lugar físico donde se hubiera llevado a cabo la cría a gran escala a menos que fuera en las orillas del lago Abusir, una zona que aún no se ha excavado. Cabe la posibilidad que esa gente tuviese pequeñas instalaciones de cría de ibis, como tienen hoy las familias rurales que crían gallinas. Si ese fuera el caso, tan solo mil familias avicultoras que criaran diez polluelos al año podrían satisfacer la demanda anual de Saqqara.
Algunas fuentes escritas antiguas apuntan, sin embargo, hacia la existencia de grandes explotaciones de ibis a escala industrial que están aún por descubrir. Por ejemplo, el Archivo de Hor recoge la cantidad de comida que se requería para alimentar a 60.000 ejemplares y habla de un portero cuya tarea era guardar a las aves y sus polluelos.
¿Unos corrales perdidos del Nilo? Quizás. Cualquiera que sea la respuesta, es difícil sustraerse a la ironía de que, en el Egipto moderno, ni un solo ibis sagrado pasea por las orillas del gran río. Claro que tampoco hay guacamayos asilvestrados en los alrededores de Chaco Canyon. Y es que a los loros no les gusta el desierto. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.

Cambio climático y cementerios de pingüinos

Grupo de pingüinos adelia en un iceberg de la Antártida. Foto

El pingüino adelia (Pygoscelis adeliae) es sensible a los cambios climáticos y ambientales. Los estudios paleoecológicos sobre estos pingüinos y su respuesta al cambio climático inducido en la Antártida generalmente abordan los cambios en escalas de tiempo prolongadas. Sin embargo, en la península Long, Antártida Oriental, se han encontrado centenares de cadáveres de pingüinos adelia momificados y fases de deposición rápida de sedimentos de hace tan solo 750 y 200 años, lo que indica dos acontecimientos de mortalidad masiva. Ambos acontecimientos parecen haber sido causados por la fuerte precipitación regional, lo que llevó al abandono de numerosas subcolonias de estas aves.
En primer plano centenares de pingüinos adelia momificados en la península Long. Foto: Yuesong Gao/Institute of Polar Environment.
Los cuerpos de cientos de pingüinos momificados en la Antártida no son un signo de una epidemia que azotara el helado continente, ni tampoco los restos de una masacre realizada por un hipotético depredador voraz. Según un estudio publicado la última semana de agosto en la revista Journal of Geophysical Research, estos pingüinos, que se momificaron gracias al ambiente frío y seco de la Antártida, probablemente murieron justo por lo contrario: por dos acontecimientos extremadamente lluviosos y nevados que ocurrieron en los últimos mil años.
Aunque en la Antártida es relativamente común encontrar restos de cadáveres de pingüinos adelia, incluidas plumas y huesos, en 2016 un equipo del Instituto de Medio Ambiente Polar de la Universidad de Ciencia y Tecnología de China se topó con algo desconocido: los restos de cientos de momias preservadas y deshidratadas, muchas de ellas de polluelos, en la península Long de la Antártida Oriental. El número de cadáveres oscilaba entre diez y quince por metro cuadrado. De acuerdo con el estudio, es bastante probable que el calentamiento global del clima causara una mayor precipitación, lo que llevó a la masacre de las aves en sus propios nidos.
Polluelo momificado. Foto: Yuesong Gao/Institute of Polar Environment.
La datación por radiocarbono reveló que las aves murieron gradualmente a lo largo de décadas, y eso sucedió en dos períodos diferentes, hace unos 750 y 200 años, respectivamente. Después de estudiar los sedimentos depositados alrededor de las momias, que incluían excrementos, plumón y materiales de anidación, los investigadores concluyeron que unos "eventos climáticos extremos" que abarcaron varias décadas llevaron a la muerte de estos pingüinos.
Además, los investigadores descubrieron evidencias que indican que las inundaciones causadas por la fuerte precipitación habían arrastrado a los cuerpos de los pingüinos, así como a los sedimentos circundantes, ladera abajo. Los pingüinos sobrevivientes abandonaron más tarde el área de anidación, como lo demuestra la pequeña cantidad de sedimentos orgánicos que se depositó después de esas mortandades masivas.
Pingüino adelia. Foto
Los pingüinos adelia son nativos de la Antártida, donde actualmente tienen alrededor de 250 sitios de cría. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) considera a estas aves como una especie de "menor preocupación", lo que significa que actualmente no están amenazadas o en peligro, pero los fenómenos meteorológicos extremos podrían ponerlas en peligro, según los autores del artículo. Además de los informes históricos, la evidencia actual muestra que el aumento de la lluvia y la nieve puede ser letal para los polluelos. Por ejemplo, durante la temporada de reproducción 2013-2014, el 100% de los polluelos de unos 34.000 pingüinos reproductores murieron durante tres oleadas de lluvia incesante y nevadas continuas, puede leerse en el estudio.
Los polluelos tienen serios problemas para sobrevivir a la lluvia y la nieve extremas porque los jóvenes todavía no han desarrollado el plumaje impermeable, lo que significa que pueden morir de hipotermia después de mojarse y pasar frío. Además, las nevadas masivas pueden dificultar que los adultos reproductores ni encuentren guijarros para sus nidos, ni lugares despejados de nieve para desovar. La nieve puede ser peligrosa para incubar a los polluelos que aún no han eclosionado, porque su derretimiento puede anegar los huevos y hacer que los pollos tengan menos peso al nacer.
Aprender cómo les fue a los pingüinos durante los acontecimientos climáticos extremos puede ayudarnos a predecir lo que podría sucederles a estas aves en el futuro. Y estos acontecimientos no son motivo de optimismo. En general, la tendencia actual del calentamiento global continuará o incluso empeorará. A medida que el cambio climático causado por el hombre calienta el planeta, la Antártida verá más lluvia y más nieve, lo que probablemente aumentará las probabilidades de muertes masivas entre las poblaciones de pingüinos.
Evitar estas muertes masivas de pingüinos, es un dato más para saber que la humanidad necesita hacer más para desacelerar la actual tendencia de calentamiento global. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.

Antietam, 17 de septiembre

Amanecer en el campo de batalla de Antietam.

El día de combate más sangriento en la historia de los Estados Unidos, la batalla de Antietam, terminó con un empate táctico, aunque con una victoria estratégica para la Unión, que frustró la invasión del norte por parte de la Confederación. Como consecuencia de esa batalla, la Proclamación de Emancipación transformó la guerra civil estadounidense en una cruzada en pro de los derechos humanos.
El 17 de septiembre de 1862, en los alrededores del riachuelo Antietam, Maryland, se libró la Batalla de Antietam (Batalla de Sharpsburg, en la historiografía sudista) el primer gran combate de la guerra civil estadounidense que se produjo en territorio norteño, a menos de 180 km de la Casa Blanca. La batalla fue un acontecimiento decisivo en la Guerra de Secesión y la más sangrienta de la historia americana que se haya librado en un solo día.
La batalla se produjo poco después de la Campaña de Maryland, una ofensiva dirigida por el general confederado Robert E. Lee, que empujó a sus tropas hacia el norte y hacia Maryland a principios de septiembre de 1862. Las tropas de la Unión, bajo el mando del indeciso y cauteloso general George B. McClellan, un buen ingeniero, pero un militar que jamás había ganado una batalla, al que Lincoln llegó a considerar un traidor, estaban desmoralizadas.
Como un imparable vendaval de sangre y fuego, el Ejército de Virginia del Norte de Lee -45.000 hombres- cruzó el Potomac y penetró en Maryland el 3 de septiembre de 1862, tras su victoria en la segunda batalla de Bull Run el 29 de agosto. La estrategia de Lee era triple: hacer acopio de provisiones, bastimentos y municiones saqueando el Norte, reclutar más soldados en el estado fronterizo de Maryland, en el que había un número considerable de simpatizantes de los confederados, y lograr un impacto en la opinión pública previo a las cercanas elecciones presidenciales que hiciera tambalearse la candidatura del presidente Abraham Lincoln.
Las cañas se volvieron lanzas para la Confederación cuando, el 13 de septiembre, la casualidad vino en ayuda de los unionistas. Mientras que los 90.000 hombres del Ejército del Potomac de McClellan se desplazaban parsimoniosamente para interceptar a Lee, dos aburridos soldados de la Unión dieron con un campamento abandonado por las tropas de la Confederación y se pusieron a rebuscar. Encontraron tres cigarros envueltos en un papel. La envoltura era, ni más ni menos, una copia de la Orden 191 emitida por el General Lee cuatro días antes, que describía los planes de movimiento de las tropas confederadas.
El maizal de Miller, epicentro de la batalla. Foto.
La Orden indicaba que Lee había dividido su ejército y dispersado geográficamente partes del mismo (a Harpers Ferry, en Virginia Occidental, y Hagerstown, en Maryland), de manera que cada grupo podía ser aislado y vencido si McClellan se movía con la suficiente rapidez. Sin embargo, McClellan esperó unas 18 horas antes de decidir sacar ventaja de esta información y reorganizar sus tropas, por lo que desperdició la oportunidad de infligir a Lee una derrota decisiva. Con todo, el cauteloso general unionista movió la mitad de su ejército hacia Maryland.
En la Campaña de Maryland hubo dos enfrentamientos de importancia previos a la batalla de Antietam. El general de división Thomas J. “Stonewall” Jackson capturó el gran arsenal de Harpers Ferry, mientras que McClellan logró pasar a través de las montañas Blue Ridge gracias a su victoria en la batalla de South Mountain. A la larga, el primero de ellos tuvo una enorme importancia táctica debido a que una gran parte del ejército de Lee estuvo ausente del campo de batalla al principio de la batalla de Antietam, esperando la rendición de la guarnición de la Unión en Harpers Ferry; el segundo debido a que las fuertes defensas confederadas en dos pasos de las montañas retrasaron lo suficiente el avance de McClellan para permitir a Lee concentrar el resto de sus tropas en Sharpsburg.
Lee tomó posiciones cerca de esa población, desplegando sus fuerzas disponibles al otro lado del riachuelo de Antietam el 15 de septiembre. Era una excelente posición defensiva, aunque no inexpugnable. Las dos primeras divisiones de la Unión llegaron el 15 de septiembre y el grueso del ejército lo hizo aquella misma tarde. Pese a que, de haberse producido, un ataque inmediato del ejército federal la mañana del día 16 hubiese contado con una aplastante superioridad numérica frente a los confederados, la precaución característica de McClellan y su errónea creencia de que Lee contaba con más de 100.000 hombres hizo que aplazara el ataque para el día siguiente. Eso proporcionó a los confederados más tiempo para preparar sus posiciones defensivas y permitió llegar desde Hagerstown al ejército del general Longstreet, y, desde Harpers Ferry, a parte del de Jackson, exceptuando la división de A.P. Hill.
Confederados muertos antes de la iglesia de Dunker en el campo de batalla Antietam. Foto de Alexander Gardner. Biblioteca del Congreso de Estados Unidos.
En la madrugada del 17, los dos ejércitos se encontraron en la Batalla de Antietam. Durante ese día, los soldados de la Unión participarían en tres ataques principales contra la Confederación. La primera carga comenzó esa mañana contra el flanco izquierdo de Lee en un maizal propiedad de la familia David R. Miller, donde se había emboscado la infantería de Jackson. Al ver el brillo de las bayonetas confederadas ocultas en el maizal, el general unionista Joseph Hooker ordenó detenerse a su infantería y montó cuatro baterías de artillería que dispararon sobre el campo obuses y metralla por encima de los soldados federales. El fuego de artillería y de los fusiles actuó como una guadaña, cortando los cuerpos de los soldados confederados como si fueran mieses: «… todos los tallos de maíz en la parte norte y la mayor parte del campo fueron cortados tan bien como si hubiese sido hecho con un cuchillo y los caídos yacían en filas precisas, tal y como habían estado formados en sus filas hacía pocos instantes», escribió Hooker en su informe.
Infierno artillero en la iglesia de Dunker. El intenso fuego de artillería procedente de esta sección de las líneas confederadas ayudó a hacer retroceder los asaltos de la Unión en la mañana del 17 de septiembre de 1862.
La batalla terminó sobre las cinco y media de la tarde. Las pérdidas fueron importantes en ambos lados. La Unión tuvo 12.401 bajas, incluyendo 2.108 muertos (el 25% del ejército federal). Las bajas confederadas sumaron 10.318 hombres, 1.546 de ellos muertos (el 31% del ejército confederado. Ese 17 de septiembre murieron más estadounidenses en combate que en cualquier otro día de la historia militar de los Estados Unidos, incluyendo el Día D en la Segunda Guerra Mundial.
La tarde del 18 de septiembre, las fuerzas de Lee comenzaron a cruzar el Potomac para volver a Virginia. La retirada envalentonó al Norte y allanó el camino para que el presidente Lincoln emitiera su Proclamación de Emancipación cinco días después. La Proclamación de Emancipación dio un doble propósito a la guerra; la preservación de la Unión y la abolición de la esclavitud. Con todo, frente a quienes piensan que esa Proclamación acabó con los esclavos en Estados Unidos, se olvidan de que se aplicó solo a los esclavos en tierras controladas por los confederados; no se aplicó a los cuatro estados esclavistas que no estaban en rebelión (Kentucky, Maryland, Delaware y Missouri), ni a Tennessee (ocupado por tropas de la Unión desde 1862) y específicamente excluyó los condados de Virginia que pronto formarían el estado de Virginia Occidental.
Cementerio Nacional de Antietam en Sharpburg, Maryland.
La Proclamación no fue lo único que firmó Lincoln después de Antietam. Lincoln relegó a McClellan del mando del Ejército del Potomac el 7 de noviembre, finalizando de hecho su carrera militar. Resentido, el general se presentó como candidato demócrata a las presidenciales de 1864. Lincoln lo vapuleó: en el Colegio Electoral obtuvo 212 electores contra 21 de McClellan.
Ninguna otra batalla en la guerra tuvo tantas consecuencias de gran trascendencia como Antietam. En julio de 1863 la doble victoria de la Unión en Gettysburg y Vickburg asestó otro golpe que debilitó una renovada ofensiva confederada en el este y aisló el tercio de la Confederación del resto. En septiembre de 1864 la toma de Atlanta por parte de Sherman anuló otro debilitamiento de la moral del Norte y puso las bases para el camino final de la victoria de la Unión. Hubo también momentos fundamentales. Pero no hubieran ocurrido nunca si la triple ofensiva confederada en Misisipi, Kentucky y sobre todo Maryland no hubieran sido derrotadas en el otoño de 1862. ©Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.

viernes, 14 de septiembre de 2018

Hongos mortero, hormigas cazadoras y chinches asesinas


La relación entre la hormiga cazadora Allomerus decemarticulatus y Hirtella physophora es muy sofisticada. H. physophora es un arbusto que vive en el sotobosque de las selvas amazónicas. Es una mirmecófita, calificativo que reciben las plantas que viven asociadas (en mutualismo)
Allomerus decemarticulatus: Foto.
con una colonia de hormigas y poseen órganos especializados donde se guarecen sus huéspedes. Hay cerca de un centenar de géneros de mirmecófitas, pero no todas poseen los llamados domacios, unas cavidades que pueden contener organismos en su interior, usualmente ácaros u hormigas. Los artrópodos que viven como inquilinos en los domacios ayudan a la planta a ahuyentar a los herbívoros, y en recompensa, la planta les provee no sólo un hogar sino a veces también de alimento. Si quieren ver un ejemplo perfecto de domacios con hormigas vean este precioso vídeo.
Domacios de A. decemarticulatus en la base
de una hoja de Hirtella physophora. Foto.
Los domacios de A. decemarticulatus son dos pequeñas protuberancias esféricas que se forman junto al peciolo cuando los márgenes de las hojas de H. physophora se pliegan sobre sí mismas. En cada arbolillo vive una sola colonia de hormigas, constituida por unos mil individuos, que se reparten en grupos de cuarenta o cincuenta por cada domacio. Cada uno de ellos tiene su propia despensa en forma de nectarios extraflorales que dejan fluir un dulce y nutritivo néctar del que se sirven las golosas hormigas. Se preguntarán ustedes qué obtienen las plantas de sus inquilinos que, tal y como estoy describiendo, parecen limitarse a ser unos perfectos gorrones. La planta también se beneficia enormemente de la relación mutualista. Con la ayuda de sus trampas y de su capacidad depredadora, las hormigas defienden a la planta de otros insectos herbívoros. Cualquier insecto que pueda dañar a la planta es inmediatamente atacado por las celosas hormigas guardianas.
Las estructuras especializadas de la planta revelan una coevolución simbiótica muy interesante entre ambas especies. Un estudio reciente ha puesto de manifiesto muchas características que la planta ha adaptado para mantener fidelizadas a las hormigas. En primer lugar, los domacios se encuentran junto a los tallos que las hormigas utilizan para la caza. En segundo lugar, contienen nectarios extraflorales y otros corpúsculos nutritivos que alimentan a las hormigas si no tienen otras fuentes de alimento. En tercer lugar, hay menos cloroplastos dentro de cada domacio, lo que significa que tienen una menor capacidad fotosintética. En cuarto lugar, hay estomas dentro de los domacios, aunque en menor número que en una hoja normal y posiblemente sirvan para capturar el dióxido de carbono producido por la respiración de las hormigas. Finalmente, se encontró un mayor depósito de celulosa en los domacios, lo que da como resultado una pared celular más gruesa y una superficie más rígida capaz de soportar el peso de las hormigas. Tales adaptaciones demuestran que las zonas foliares destinadas a convertirse en domacios son heredadas como resultado de la coevolución: han aparecido únicamente para sustento de esta especie de hormiga.
(A) Rama joven de Hirtella physophora con hojas maduras en cuya base hay domacios (bolsas en la base de la lámina donde anidan las hormigas). (B, C) Domacio completo y abierto con una cámara que sirve de refugio para las hormigas. Las flechas indican la entrada natural del domacio en la superficie adaxial. Los círculos indican las posiciones de los nectarios extraflorales que forman una espiral. El rectángulo indica el lugar en que se realizó el estudio anatómico. (D) Posición de los nectarios extraflorales en la superficie abaxial de la lámina (círculos negros). (E, F) Primer plano de los nectarios extraflorales de los domacios y lámina, respectivamente. Barras de escala: (A-D) = 0,5 cm; (E, F) = 0,3 mm. Foto
Pero no acaba ahí la cosa, porque en los alrededores de los domacios crecen muchas especies diferentes de hongos. De hecho, cuando la reina fundadora de la colonia de hormigas comienza a poner huevos en un domacio de un nuevo ejemplar de H. physophora, las hifas de múltiples especies diferentes de hongos tapizan completamente la entrada a la cavidad. Cuando las hormigas obreras maduran, tienen que atravesar la cubierta de hongos para salir exterior de la planta. Literalmente, la oferta fúngica supera a la demanda, porque de todas las especies de hongos, A. decemarticulatus sólo cultivará una especie de ellas, un moho del orden Chaetothyriales, concretamente del género Trimmatostroma. Las hormigas utilizan las hifas del moho para construir sus trampas. A diferencia de los mutualismos típicos entre hormigas y hongos, A. decemarticulatus no se alimenta del hongo, sino que lo manipula con la exclusiva finalidad de elaborar una especie de mortero que les sirve para construir una trampa capaz de atrapar presas mucho más grandes.
Las hormigas permanecen emboscadas en sus trampas. Foto.
La fabricación de las trampas es una verdadera maravilla. Las obreras las construyen en los tallos levantando una plataforma cilíndrica hueca a lo largo de un tallo. La estructura tubular simula perfectamente una parte de la planta, como si el tallo creciera un poco a lo ancho. Las hormigas horadan la plataforma con pequeños agujeros que son algo más anchos que sus propios cuerpos. Luego, se esconden en estos agujeros de tal forma que son invisibles desde el exterior. Una vez introducidas en su correspondiente garita, la hormiga colocará la cabeza hacia la abertura con las mandíbulas dispuestas para capturar a la presa.
La trampa se sostiene firmemente porque las hormigas cortan los pelos de la planta (tricomas) a lo largo de un estrecho tramo vertical del tallo. Luego, refuerzan los pelos regurgitando un mortero que elaboran con las hifas del hongo y que actúa como una pasta que apelmaza los tricomas. Este mortero ensamblador continuará creciendo entre los tricomas y alrededor de los agujeros para emboscar y reforzar la plataforma. Ahora todo está dispuesto para la caza.
Aunque hay unas cuarenta hormigas por domacio, por lo general solamente unas cuantas patrullan por los tallos de la planta. Cuando un insecto aterriza en la planta, la hormiga más cercana se aferra rápidamente a él sujetándolo por una antena, por una pata o por cualquier otro apéndice. Aunque la presa se resista, la hormiga tirará de ella sin soltarla y, en una portentosa demostración de fuerza, la mantendrá forcejeando hasta que lleguen más hormigas atraídas por las feromonas que libera la cazadora. Las recién llegadas se aferran a otro apéndice y tiran de él en direcciones opuestas hasta inmovilizar a la presa. Cuando la desdichada víctima está inmóvil e indefensa, más y más hormigas se unen al festín picando y mordiendo como fieras. La picadura libera un veneno que primero paraliza y luego mata a la presa.
Un díptero atrapado en las trampas de A. decemarticulatus. Foto
Hecho eso, la partida de caza lleva el cuerpo de regreso a la colonia, donde es desmembrado y cortado en pedacitos antes de ser devorado en un banquete colonial. Este comportamiento depredador es un fantástico ejemplo de una colaboración entre la caza solitaria al acecho y depredación cooperativa. Al principio, la primera hormiga actúa como un cazador solitario, pero después otras se unen a la caza mientras que unas cuantas viajan hasta el domacio para reclutar más compañeras que ayuden a retener y a descuartizar a la presa. El trabajo en equipo es fundamental, porque una única hormiga nunca podría matar a una presa que la supera en tamaño. La caza solo es posible mediante la comunicación y la cooperación grupal.
En una serie de experimentos, un grupo de investigación demostró que las hormigas son capaces de acabar con termitas y saltamontes, que eran aproximadamente entre 40 y 142 veces más grandes que las obreras. Cuando una hormiga se aferra a un saltamontes es como si una persona de 80 kilos sujetara a una presa de 12.000 kilos que, lejos de permanecer impasible, intentaescapar con todas sus fuerzas. Ninguna termita escapó. Sin embargo, aunque los veinte saltamontes utilizados en los experimentos fueron sujetados por al menos una pata, solamente cinco fueron totalmente capturados y el resto escaparon no sin dejarse al menos una pata entre las formidables mandíbulas de las hormigas. Teniendo en cuenta que una pata trasera de saltamontes equivale al peso de una docena de hormigas, quedarse con un “jamón” de esa naturaleza no es nada despreciable.
Visión ventral de la chinche asesina Zelus annulosus. Foto
Por si las complejas relaciones de A. decemarticulatus les parecen poco, las hormigas también interactúan con la chinche asesina, Zelus annulosus, otro huésped de H. physophora. Las chinches han adaptado sus características fisiológicas y su comportamiento para obtener residencia sin molestar a los feroces cancerberos. Como hacen las hormigas, Z. annulosus normalmente vive en individuos jóvenes de H. physophora, en cuyos tallos ponen las hembras los huevos. A medida que comienzan a desarrollarse, las jóvenes chinches viven entre los tricomas del tallo y cazan en las hojas. La relación entre la chinche y la planta es independiente de la que existe entre las hormigas y el vegetal. Las chinches no alertan a los guardianes sencillamente porque no se alimentan a expensas de la planta como hacen las hormigas.
Z. annulosus se ha adaptado a vivir y cazar alrededor de A. decemarticulatus. La chinche utiliza la planta para criar a sus ninfas porque los tricomas de la planta impiden que otras especies más grandes de hormigas maten a las chinches jóvenes. Además, las chinches secretan una sustancia pegajosa que les permite caminar encima de los tricomas evitando así las trampas de A. decemarticulatus. Así, gracias a la relación entre Z. annulosus y H. physophora, el insecto se protege de las grandes hormigas predadoras y la planta obtiene una segunda línea de defensa contra los herbívoros. La chinche asesina convive pacíficamente en la planta con las hormigas. Cazan en áreas similares, pero se sospecha que las chinches evitan a las hormigas ojeadoras porque son mucho más rápidas que ellas. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.

martes, 11 de septiembre de 2018

El Tsunami huérfano y el bosque fantasma

Tocones emergentes durante la marea baja en Neskowin Beach.
Al fondo, Proposal Rock.

Una vez, cuenta una leyenda de los nativos de la costa noroeste del Pacífico, sus antepasados asistieron espantados a una terrible lucha entre dioses y monstruos que acabó con árboles gigantescos a cuya sombra se resguardaban sus aldeas.

Al pie de Proposal Rock, en Neskowin Beach, en la costa norte de Oregón, las raíces de los árboles se extienden por la arena como los tentáculos de los calamares gigantes, de esos que destruyen las ciudades en las viejas películas de serie B. Las potentes olas de invierno van y vienen, pero los tocones permanecen allí desde hace dos milenios. Los vi por primera vez hace casi veinticinco años, cuando remonté la costa del Pacífico por la carretera 101 hasta las Montañas Olímpicas, en el noroeste de Washington. Cuando uno lo contempla por primera vez, ve un bosque fantasma que emerge del océano al que no le encuentra más explicación que considerarlo la consecuencia de un terrible encuentro de fuerzas telúricas.

El bosque fantasma de Neskowin es el remanente de un bosque de piceas (Picea sitchensis). Muchos de los tocones tienen más de 2.000 años y fueron desenterrados cuando unas tormentas inusuales barrieron la arena durante el invierno de 1997-1998. Ese verano yo pasé por allí. Mientras vivían, los árboles que forman el bosque fantasma de Neskowin eran similares a los bosques tropicales costeros actuales. Tenían unos cincuenta metros de alto y al menos 200 años de edad cuando algo los destruyó sumergiéndolos en un infierno de agua y arena. Sin embargo, es difícil determinar cuándo o cómo murieron los árboles, porque ocurrió antes de la historia escrita en la región. Cuando comencé a leer sobre el tema, se pensaba que estos árboles habían muerto lentamente, debido a cambios en los niveles del mar. Poco a poco, la investigación geológica fue revelando que el bosque resultó enterrado abruptamente por un terremoto repentino y dramático.

Bosque fantasma de Picea sitchensis en Copalis, Oregón.
Los cuentos de todas las tribus nativas de la costa noroccidental de Norteamérica, desde British Columbia hasta el norte de California, hablan de una batalla entre Thunderbird, un espíritu sobrenatural, y una gigantesca ballena asesina, que, alrededor del año 1700, estaba castigando a varias tribus de pescadores. Aunque la historia tiene múltiples versiones ligeramente diferentes, el hilo general tiende a ser el mismo: finalmente, después de una terrible lucha que atronó el cielo, agitó el mar y levantó olas gigantescas que arrasaron aldeas enteras, talaron bosques milenarios en un abrir y cerrar de ojos, y penetraron tierra adentro asolando los caminos ancestrales indios, Thunderbird venció, sacó a la ballena del mar y la dejó morir en tierra.

Retrato de Tokugawa Tsunayoshi (Tokugawa Art Museum). Dominio público.
Corría el año 1700. Costas del Japón, un país que con frecuencia estaba en guerra consigo mismo, disfrutaba de casi un siglo de paz después de quinientos años de conflicto. El jefe del ejército, el sogún Tokugawa Tsunayoshi, que era un hombre pacífico, algo falto y poco militarista, controló el ansia guerrera de los samuráis y les encomendó realizar tareas burocráticas para las clases dominantes residentes en Edo, que ahora es Tokio.

Su mandato de paz saltó por los aires cuando Edo fue devastado por el furioso mar entre el 27 y el 28 de enero de 1700. Los burócratas del Emperador Higashiyama Tennō tardaron semanas en redactar sus minuciosos informes. Comenzando por la costa centro-oriental, los escribanos hablan de un muro de agua de varios metros de altura que apareció la noche del 27 y barrió rápidamente casas y barcos amarrados. Los aldeanos que pudieron huyeron a las tierras más altas mientras el desbocado oleaje destruía todo a su paso.

Hasta el cuartel general del sogún Tokugawa llegaron informes de inundaciones y daños desde el noreste de Kuwagasaki hasta el suroeste de Tanabe. Aunque con diferentes nombres: tsunami, olas altas, pleamar, mareas infernales, los efectos del fenómeno se informaron sistemáticamente desde todo el país. Los agrimensores imperiales hicieron sus cálculos: el tsunami, cuyo origen era desconocido, había sembrado el caos y la destrucción en un tramo de mil kilómetros a lo largo del país.

Los tsunamis no eran raros para los japoneses. Habían sucedido desde tiempos inmemoriales, se habían registrado durante siglos y su origen se había relacionado siempre a terremotos espantosos. En la etapa del sogún Tokugawa Tsunayoshi ya se habían promulgado, reglamentado y hasta ensayado los procedimientos de evacuación de las costas. Sin embargo, ese tsunami era peculiar: el cuaderno de un comerciante que data de ese año habla de un tsunami que golpeó los litorales del este y del sur del país, pero agrega "jishin nite mo tsukamatsurazu", lo que significa que no hubo un terremoto.



En términos sencillos, para que se forme un tsunami, necesitas algo para empujar una gran cantidad de agua de forma un tanto lineal, de modo que cuando esta ola se deslice y golpee una costa poco profunda, se acumule sobre sí misma y llegue a la orilla. Ese algo es una placa tectónica subductora en la que un material geológico más denso, situado bajo el agua, desciende como una palanca cortante debajo de otro menos denso (Figura adjunta. Vea el proceso completo en este vídeo). 

La fricción a lo largo del margen de subducción menos profundo, más frío y más frágil entre las dos placas impide una transición suave hacia el manto caliente de abajo, y esto comprime y deforma la placa menos densa. El estrés se acumula y, finalmente, se libera; la placa se rompe violentamente y se relaja durante un proceso conocido como rebote elástico. Cuando lo hace, impulsa una gran cantidad de agua de mar hacia arriba y hacia afuera, desencadenando una serie de tsunamis. Allí donde se encuentran, esas gigantescas bestias rocosas en guerra son perfectamente capaces de producir tanto terremotos poderosos como tsunamis devastadores.

Memorias y plegarias sobre las ruinas en Natori, destruida por el tsunami de 2011. Foto.
El caso de Japón es paradigmático. A lo largo de la Fosa de Japón, la enorme Placa del Pacífico se sumerge (subduce) a lo largo de la pequeña Placa de Okhotsk; el 11 de marzo de 2011, una repentina liberación del estrés reprimido generó un terremoto increíblemente poderoso, que se registró como de magnitud de momento 9.0-9.1, la máxima posible (recuerde que la conocida escala de Richter se queda en los 7 puntos). También desencadenó un tsunami que provocó la muerte de unas 20.000 personas y un desastre nuclear que tuvo como consecuencia una catástrofe sin precedentes. En total, de las 51 centrales nucleares del país, se pararon 11 después del seísmo.

Para que se formen tsunamis se requiere, pues, que haya terremotos potentes. Dicho de forma más coloquial, un tsunami es hijo de un terremoto. El tsunami japonés de 1700 no vino precedido de ningún terremoto, así que, durante casi trescientos años, ese llamado "tsunami huérfano" desconcertó a historiadores y científicos hasta que los geólogos comenzaron a hacer su trabajo: buscar pistas en todo el Pacífico.

A lo largo de la costa de Washington, Oregón y el norte de California, los geólogos del USGS habían identificado la zona de subducción Cascadian (CSZ, por sus siglas en inglés). Tiene cerca de mil kilómetros de largo y delinea la placa de subducción del estrecho de Juan de Fuca (entre el norte de Washington y la isla de Vancouver) que se introduce debajo de América del Norte. A lo largo de esa línea de choque aparecen las hileras semi sumergidas de los bosques fantasmas.

A mediados de la década de 1990, los científicos comenzaron a desenmarañar el hilo conductor que unía a las luchas mitológicas de los nativos americanos con los exactos informes de los samuráis del sogún Tokugawa. Al referirse a las versiones japonesas históricas del misterioso tsunami huérfano, un equipo de investigadores publicó en 1996 un artículo en Nature en el que explicaban cómo recorrieron las páginas de historia geológica del Pacífico tratando de encontrar una fuente. Finalmente, no encontraron evidencia alguna de un terremoto de escala de momento 9 en el año 1700 ni en Sudamérica, ni en Alaska, ni Kamchatka. Eso, concluían, dejaba a la Cascadian como la fuente más probable del tsunami.

Los autores del estudio de Nature agregaban, como el que no quiere la cosa, que esa hipótesis es "consistente con las leyendas de los nativos americanos que narran que un terremoto ocurrió en una noche de invierno" en esas fechas. Un informe científico elaborado por el Servicio Geológico de los Estados Unidos (USGS) acabó por desentrañar el misterio. De un solo golpe, todo encajó: un terremoto en la CSZ produjo un gran tsunami, que no solo llegó a las costas de América del Norte, y probablemente inspiró la leyenda del Thunderbird y la ballena, sino que, diez horas después, también se estrelló contra Japón, creando el tsunami huérfano. Finamente, el huérfano se reencontró con sus padres geológicos.

Tocones emergentes durante la marea baja en Neskowin Beach. 
Al fondo, Proposal Rock.
Antes de ese catastrófico acontecimiento, la placa de América del Norte, a lo largo de la zona de subducción de la placa de Juan de Fuca, se comprimía y empujaba hacia arriba levemente, como es habitual durante esos procesos. En el momento en que desató el infierno geológico de 1700, la placa aplastada avanzó y, haciéndolo no solo provocó un terremoto y un tsunami, sino que hizo que el borde de ataque de dicha placa se hundiera rápidamente en el Pacífico. Los bosques más cercanos a la costa se sumergieron repentinamente bajo las olas saladas, que los aniquilaron en cuestión de horas. Sin embargo, este no es el final de la historia.

A pesar de la liberación masiva de energía, las placas continuaron avanzando inexorablemente. La placa descendente obligó una vez más a que la placa superior se comprimiera, forzando su margen hacia arriba a lo largo del tiempo. En algún momento y en algunos lugares, los restos de la línea de árboles muertos emergieron del océano, creando un bosque fantasma. Un análisis de 1997 de los anillos de crecimiento de los árboles de la zona mostró una interrupción clara y abrupta en su crecimiento ligada al tsunami huérfano. Eso redujo la fecha del cataclismo a una ventana de 10 meses desde agosto de 1699 a mayo de 1700, coincidiendo de nuevo con el tsunami japonés.

Tsunamis y bosques fantasmas. La leyenda india, pasada de en boca y de generación en generación en unas tribus carentes de lenguaje escrito, encajó finalmente con los precisos y preciosos informes de los escribanos japoneses. La ciencia reconstruyó la trama tres siglos después. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca


domingo, 9 de septiembre de 2018

El próximo colapso de la producción petrolífera estadounidense por fracking


Desde la Gran Depresión, Estados Unidos anuncia su “independencia energética”, un canto de sirena que tiene una muerte anunciada: ocurrirá cuando comience el colapso de la producción de petróleo por fracking. Y cuando esa producción finalmente llegue al máximo y disminuya, el desplome será mucho más rápido de lo que pensamos. La tasa a la que disminuye la producción de petróleo de lutitas (shale oil) en el futuro se basa en dos factores clave: el precio del petróleo y las reservas.
Figura 1. Curva de producción del petróleo, como sugirió originalmente M. King Hubbert en 1956.
Cuando el precio del petróleo disminuyó desde mediados de 2014 hasta un mínimo a comienzos de 2016, los operadores de fracking redujeron considerablemente la perforación. Desde marzo de 2015 hasta septiembre de 2016, la producción total estadounidense de petróleo de lutitas cayó aproximadamente desde 600.000 barriles diarios (Figura 2). Sin embargo, esa disminución no se debió a que se hubiera alcanzado el pico máximo de producción, sino, sobre todo, a que el bajo precio del petróleo hizo que la extracción por fractura hidráulica fuera antieconómica.
Figura 2. Declive de la producción estadounidense de petróleo de lutitas (shale) entre 2010 y el primer trimestre de 2018. Datos en millones de barriles diarios durante el primer año de producción, que es el más productivo en cada poso. Fuente.
¿Qué sucederá cuándo esa producción alcance finalmente su punto máximo y eso coincida con unos precios del petróleo mucho más bajos? Esa sería la tormenta perfecta para la industria estadounidense del fracking. Como ya he reiterado en otros artículos de este blog, cuando el ciclo económico actual del mercado finalmente decaiga (históricamente los ciclos duran una media de nueve años), habrá una fuerte corrección de mercado. Cuando los mercados más amplios quiebren, con toda seguridad volverá a reducirse el precio del petróleo.
La Figura 1 muestra la producción estadounidense de petróleo de lutitas en abril de este año. Puede verse que la producción total es de poco más de cinco millones de barriles diarios. Cada color en el gráfico representa la producción de petróleo de un año. Lo interesante de la figura es la enorme tasa de disminución de la producción de petróleo de lutitas. Y año tras año, la tasa de declive se agudiza.
Ahora, para tener una idea de cómo dicha producción disminuirá en el futuro, he incluido una serie de gráficos tomados, como la Figura 2, del informe de Laherrere en Forecast For US Oil & Gas Production. El informe toma el perfil de la producción pasada y pronostica la producción futura basándose en las reservas de petróleo utilizando la fórmula de Hubbert (Figura 1), el descubridor del pico del petróleo. Por ejemplo, tomando como base un total de 4.000 millones de barriles de reservas totales en el campo Bakken de Dakota del Norte, la producción de petróleo de lutitas se reducirá en ese gigantesco campo a un poco más de 100.000 barriles diarios en 2025. Veamos ahora dos gráficos más que muestran el pronóstico futuro para los campos Eagle Ford y Permian Basin (Figuras 3 y 4).
Figura 3. Producción mensual de petróleo de lutitas en el campo Bakken (línea continua) y declive pronosticados (línea interrumpida). Datos de la producción en miles de barriles diarios (Kb/d). Fuente.
La cuenca Permian (Pérmico) alcanzara su pico en algún momento en 2019. Por supuesto, el pico podría retrasarse un poco, pero como podemos ver, la producción de petróleo de lutitas del Pérmico disminuirá de la misma manera con la que aumentó. Además, si llegara un colapso del precio del petróleo, la rapidez con la que disminuye la producción de petróleo de esquisto de Pérmico podría verse mejorada.
Figura 4. Producción mensual de petróleo de lutitas en el campo Eagle Ford (línea verde continua) y declive pronosticados (línea verde interrumpida). Datos de la producción en miles de barriles diarios (Kb/d). La línea marrón muestra la producción acumulada en miles de millones de barriles. Fuente.
Si miramos ahora el perfil total de producción de petróleo de lutitas en Estados Unidos, el informe muestra un colapso del 75% para el año 2025 (Figura 6). Observando la línea verde punteada en 2025, aparece una producción de 1,3 millones de barriles diarios. Suponiendo un pico de cinco millones de barriles diarios, esa es una disminución de 3,7 millones de barriles diarios, el 75%. Esos gráficos representan estimaciones basadas en un total de reservas de petróleo de lutitas en Estados Unidos de 20.000 millones de barriles. La línea marrón muestra la producción acumulada de petróleo de lutitas: más de 10.000 mil millones de barriles (escala del lado derecho).
Figura 5. Producción mensual de petróleo de lutitas en el campo Permian (línea verde continua) y declive pronosticados (línea verde interrumpida). Datos de la producción en miles de barriles diarios (Kb/d). La línea marrón muestra la producción acumulada en miles de millones de barriles. Fuente.
A pesar de que aún no alcanzó su punto máximo de producción total, Estados Unidos ha sobrepasado la mitad del total de reservas de petróleo de lutitas (Figura 6). Si la industria del sector pudiera agregar reservas más económicas, el pico podría retrasarse algo. Sin embargo, si el precio del petróleo se bloquea y permanece bajo durante una depresión recesiva y deflacionaria, el pico y el declive de la producción estadounidense de petróleo de lutitas serán probablemente todavía más acusados.
Figura 6. Producción mensual de petróleo de lutitas en Estados Unidos (línea verde continua) y declive pronosticados (línea verde interrumpida). Datos de la producción en miles de barriles diarios (Kb/d). La línea marrón muestra la producción acumulada en miles de millones de barriles. Fuente.
Mientras que la cuenca del Pérmico es ahora la región productora de lutitas más grande de los Estados Unidos, las compañías todavía siguen intentando obtener ganancias.  Por ejemplo, el mayor productor del Pérmico, Pioneer Resources, ha tenido un flujo de caja libre negativo de 248 millones de dólares durante la primera mitad de 2018. Pioneer Resources gastó 1.600 millones en gastos de capital en la primera mitad de 2018 para aumentar la producción en 21.000 barriles de petróleo equivalente (Bep) al día. Según el Comunicado de Prensa del segundo trimestre de Pioneer, su producción de petróleo en el Pérmico aumentó de 251.000 Bep a principios de 2018 a 272.000 en el segundo trimestre de 2018. Eso es mucho dinero para aumentar la producción en tan solo un 8%.
Por lo tanto, Pioneer sigue gastando más dinero en gastos de capital de lo que recibe del efectivo de sus operaciones. Y la razón de eso es la acusada tasa de declive que afecta a la industria de las lutitas. Si observamos la Figura 5, podemos ver la pronunciada tasa de declive de la producción en 2017. El color azul claro representa la producción de 2017.  Si no se perforaran pozos nuevos en 2018, la producción total habría disminuido en 500.000 barriles diarios solo durante los primeros cinco meses de 2018. Sí, no se equivocan: cuesta una gran cantidad de gastos de capital simplemente para reemplazar esos 500.000 barriles por día perdido. Esa es precisamente la razón por la cual Pioneer sigue derrochando dinero.
Algunos podrían preguntarse: “¿Por qué demonios continúa Pioneer en el negocio y por qué cotiza en bolsa a 175 dólares por acción?" Esa es una buena pregunta. Por un lado, para financiar negocios, Pioneer ha emitido una cantidad neta de 5.000 millones en nuevas acciones desde 2010. Mientras que algunas compañías de lutitas emiten deuda, Pioneer decidió aprovechar su alto precio por acción diluyendo el valor accionarial para continuar con el Gran Esquema Ponzi de las lutitas de Estados Unidos. Además, la emisión neta de acciones por valor de 5.000 millones ayudó a cerrar el pozo de los 6.400 millones en el flujo de efectivo libre negativo acumulado por Pioneer desde 2010.
Como ocurrió con la crisis de las hipotecas basura, las señales reveladoras están por todas partes para quien quiera verlas. No obstante, cuando la producción estadounidense de petróleo de lutitas colapse al 75% en 2025, algunos se echarán las manos a la cabeza, se mesarán los cabellos y rasgarán sus vestidos, porque ese colapso tendrá un profundo impacto en el modo de vida estadounidense. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.