lunes, 5 de agosto de 2019

Plantas de los jardines de Dénia: Westringia longifolia

Westringia longifolia, ejemplar del jardín de la urbanización Los Áticos en Dénia. Obsérvense las punteaduras en las corolas que indican a los insectos el camino hacia los nectarios.
En la década de 1790 el botánico inglés sir James Edward Smith (1759-1828) andaba muy atareado describiendo las plantas que llegaban desde Australia, por entonces una colonia-presidio a la que los ingleses mandaban a los convictos peligrosos, una fórmula original de ahorrar en cárceles y de conseguir trabajadores sin salario.
Apurado porque las revistas científicas de la época, incluido el boletín de la Real Sociedad Linneana que él mismo había contribuido a fundar, no daban abasto a publicar tantas y tantas maravillas naturales que llegaban de ultramar, Smith decidió publicar algunos de sus hallazgos en la revista botánica sueca Kongliga Svenska Vetenskaps-Akademiens Nya Handlingar
Para abrirse las puertas, nada mejor que darle un poco de coba a un botánico sueco -debió pensar- y eligió como objetivo ni más ni menos que a Johan Peter Westring (1753-1833), quien, además de botánico, era muy influyente gracias a su selecto puesto de médico de cámara del rey de Suecia Gustavo Adolfo IV. De Westring, Westringia, que es el nombre que Smith dio al nuevo género, que vio la luz en el número 18 de la revista sueca publicado en 1797.
La primera especie descrita del género fue Westringia fruticosa, pero desde entonces se han descrito una cuarentena, todas ellas endémicas de Australia. Una de ellas es Westringia longifolia, la especie que en el invierno de 2019 plantó el jardinero en los parterres de la urbanización de Dénia en la que paso los veranos. 
Desde Nueva Gales del Sur y el sur de Queensland, donde vive en zonas costeras, Westringia longifolia se ha extendido por todo el mundo gracias a que es un planta muy rústica y poco exigente, que se adapta bien a todo tipo de terrenos siempre que no le falte un riego moderado y goce de la humedad ambiental propia de los climas marítimos de donde procede.
Westringia mirabilis. Kew Botanical Garden.
Aunque provengan de las antípodas, las westringias pertenecen a la misma familia (Labiadas), a la que pertenecen conocidísimas plantas aromáticas de nuestras latitudes como mentas, tomillos, salvias, lavándulas y albahacas, amén del romero, al que Westringia longifolia, aunque con notables diferencias, se parece mucho, y de ahí que viveristas y jardineros la conozcan como “romerina australiana” o “romerillo australiano”.
Como el resto de sus parientes de la familia labradas, las westringias son plantas aromáticas, cuyos olores resultan agradables a los humanos, pero que detestan la mayoría de los herbívoros y de ahí que les sirvan como excelentes repelentes. Comparte también otras peculiaridades que procuraré describir sin extenderme mucho.
Si miran de cerca los tallos de Westringia verán que, en lugar de tener una sección redondeada, como la de la mayoría de las plantas, las de este arbusto presentan una sección cuadrangular, que es típica de las labiadas. También es característica la disposición de las hojas a lo largo de los tallos, que es opuesta (las hojas van enfrentadas de dos en dos), o verticilada, lo que quiere decir que tres o más hojas nacen en el mismo punto del tallo. En Westringia longifolia, las hojas estrechas, que miden hasta tres centímetros de largo, van dispuestas en verticilos de tres. Si se frotan entre los dedos, emiten un aroma característico como de pebrellas, tomillos y romeros, pero mucho menos intenso que el de estos.
Las flores nacen aisladas las unas de las otras o en grupitos de dos o tres desde finales de invierno hasta principios del verano. Son flores completas, lo que quiere decir que tienen todas las partes que puede tener una flor: cáliz, corola, estambres y ovario. El nombre de la familia labiadas obedece a la típica forma de las corolas, cuyos pétalos se disponen de tal forma que en muchos casos parecen formar dos labios. Mire de frente una flor de Westringia y notará que de sus cinco pétalos de color azul pálido tres están situados en la parte inferior, dirigidos hacia fuera, y los otros dos erectos en la parte superior. 
Los labios de la corola se fusionan para formar un tubo que llega hasta el fondo de la flor, donde se encuentran los nectarios. Para facilitar el camino hasta ellos de los insectos polinizadores, las corolas presentan una serie de punteaduras más oscuras que sirven de guía a los visitantes.
Ejemplar florecido de la labrada Salvia officinalis. 1, flor; 2, flor en sección longitudinal; 3, corola abierta mostrando las partes internas de la flor; 4 y 5, estambres fértiles; 6, estambres estériles o estaminodios; 7, polen. 8, cáliz abierto mostrando en el fondo el ovario y la columna del estilo; 9, estigmas; 10, ovarios en sección transversal; 11, ovarios en sección longitudinal; 12, núculas en el fondo del cáliz; 13, las cuatro núculas en el extremo del pedúnculo floral del que se han quitado el resto de las piezas; 14, núculas; 15, núculas ampliadas; 16 y 17, núculas en sección transversal y longitudinal; 18, semillas. Haga clic sobre la imagen para verla a mayor tamaño.
El cáliz es poco vistoso y muestra cinco dientes bastante profundos. Si una vez quitada la corola se mira en el fondo del cáliz, se apreciará fácilmente el ovario, el cual, aunque del tamaño de la cabeza de un alfiler grueso, muestra cuatro lóbulos bien marcados, en el interior de cada uno de los cuales hay una única semilla. Del centro de los cuatro lóbulos surge una columnita, el estilo, que emerge de la flor para que los insectos polinizadores (a las abejas les encantan las labiadas) puedan depositar el polen adherido a sus cuerpos. Cuando madure y sea fecundado, el ovario producirá cuatro frutitos, como de un milímetro o dos de diámetro, de cubiertas duras, que reciben el nombre de nuececillas o núculas. Rodeando el ovario, en el fondo del cáliz, hay nectarios, formados por un tejido secretor de un líquido azucarado y muy energético, el néctar, que buscan ávidamente los polinizadores.
Westringia fruticosa
Las labiadas tienen flores hermafroditas, lo que quiere decir que además de ovario tienen estambres, las piezas florales encargadas de producir el polen. Aparentemente, las westringias tienen solamente dos estambres, pero si se mira con atención podrán verse, además de esos dos estambres largos y fértiles, otros dos pequeños, estériles, que reciben el nombre de estaminodios. 
Westringia longifolia es un arbusto abierto y vertical que, si se deja crecer y está bien regado y abonado puede alcanzar una altura de dos metros. En jardinería mediterránea crece menos y, como agradece la poda (es excelente para setos bajos), por lo general se muestra como un arbusto densamente ramificado, con ramas blanquecinas por estar cubiertas de un tapiz de pelitos cortos, que raramente crece más allá del metro. 
Westringia longifolia se cultivó por primera vez en Inglaterra a principios de la década de 1820. Desde entonces se ha cultivado mucho en jardinería mediterránea, pero siempre en lugares de climas cálidos, con ausencia de heladas. Crece y florece mejor a pleno sol y en suelo bien drenado. Prospera bien desde semilla, pero también mediante esquejes, que producen raíces rápidamente y con relativa facilidad.
En cuanto a sus propiedades, son comparables a las de otras labiadas, es decir, sus ramitas y hojas pueden usarse como condimento, aunque con peores resultados que con nuestras aromáticas mediterráneas, más ricas en esencias. Puestas en alcohol, sus hojas tienen las mismas propiedades antisépticasy cicatrizantes que el alcohol de romero. 
Para los interesados en el arte botánico, hay una bellísima lámina pintada a mano de Westringia longifolia que apareció en la publicación londinense de 1820, The Botanical Cabinet, una gran edición en papel de 2.000 láminas a color de plantas raras introducidas en los invernaderos y jardines de todo el mundo por Conrad Loddiges (1786-1846). La familia Loddiges poseía uno de los viveros de plantas y semillas mejores del mundo durante los siglos XVIII y XIX en el pueblo de Hackney, al norte de Londres, en los que cultivaron plantas exóticas importadas de todo el mundo muy estimadas en los mejores jardines europeos. © Manuel Peinado Lorca @mpeinadolorca.