domingo, 24 de noviembre de 2019

Los bisontes granjeros de Yellowstone


Un estudio realizado en el Parque Nacional Yellowstone demuestra que los bisontes siegan y fertilizan las hierbas que consumen. Eso les permite pastar en un área durante dos o tres meses durante la primavera y el verano, mientras que otros mamíferos ungulados deben seguir migrando a elevaciones más altas para seguir disfrutando del nutritivo rebrote de los nuevos pastos.
La hipótesis de la “ola verde” dice que la progresión de la hierba recién brotada, la ola verde, desde las llanuras a las elevaciones o desde las latitudes bajas a las altas, dicta el ritmo de las migraciones de los herbívoros de todo el mundo. Los animales se mueven en sincronía con la ola porque la vegetación recién brotada proporciona el pasto más nutritivo. Un estudio realizado en el Parque Nacional Yellowstone indica que esa hipótesis necesita ser revisada para incluir a los herbívoros gregarios que no solo se mueven para encontrar buenos pastos, sino que también son capaces de crearlos mientras deambulan por sus territorios de pastoreo.
Los bisontes, que nunca dejan de moverse y pastan en grandes manadas, no necesitan seguir la ola. Su continuo divagar y su incesante pastoreo estimulan el crecimiento y retrasan la maduración de las plantas, lo que les permite comer alimentos de alta calidad a pesar de marchar detrás de la ola al mismo tiempo que modifican la progresión de esta.
Según un estudio que acaba de publicarse, los incesantes movimientos de las manadas de bisontes por el Parque Nacional Yellowstone sirven para que los animales modifiquen su ecosistema. Al cortar y fertilizar sus propias parcelas pascícolas, los grandes herbívoros “retrasan” la primavera hasta finales del verano.
Como el rebrote de hierba fresca en cualquier prado es fugaz, los herbívoros emprenden grandes migraciones rastreando la hierba recién brotada a medida que aumentan la altitud o la latitud. Como hacen algunas grandes anátidas como la barnacla cariblanca (Branta leucopsis) o el ánsar careto (Anser albifrons), la mayoría de los ungulados del oeste de Estados Unidos, incluidos wapitís (Cervus canadensis), ciervos mula (Odocoileus hemionus) y berrendos (Antilocapra americana), migran durante la primavera siguiendo la "ola verde" que avanza poco a poco a medida que las plantas despiertan de su letargo invernal y brotan.
Ese movimiento, que los ecólogos denominan coloquialmente “surfear la ola verde” permite que los animales tengan un suministro constante de plantas recién brotadas, que son las más nutritivas porque están llenas de nitrógeno y proteínas y tienen poca materia indigesta. Los ciervos mula, por ejemplo, pueden migrar casi cuatrocientos kilómetros en primavera mientras siguen la ola de hierba verde viajando hacia las montañas o hacia las latitudes más elevadas.
Los investigadores que han publicado el nuevo estudio en PNAS, la revista de la Academia Estadounidense de Ciencias, querían saber si los bisontes americanos (Bison bison), que una vez formaron las manadas de herbívoros más grandes de América del Norte, seguían el mismo patrón. Para saberlo, siguieron a los bisontes mientras "surfeaban" por la ola verde del Parque Nacional Yellowstone. Desde mediados de la década de 2000, los científicos han estado rastreando los movimientos de algunas manadas (en total unos 4.500 ejemplares) utilizando collares GPS.
Aunque esperaban encontrar movimientos migratorios similares a los de otros ungulados, notaron un comportamiento extraño: los rastreos mostraban que mientras que otros rumiantes salvajes se movían siguiendo la ola a elevaciones más altas, los bisontes se quedaban retrasados. Los animales seguían la ola verde a principios de primavera, pero en algún momento se detenían. Muchos bisontes no alcanzaban las mayores alturas hasta mucho después de que la ola verde hubiera pasado.
Cuando los investigadores analizaron el estiércol de los bisontes, encontraron que los animales no experimentaban déficits nutricionales después de que la ola verde pasara. La pregunta era cómo podían los animales quedarse atrás, pero seguir teniendo la dieta de alta calidad nutricional característica de la ingesta de la hierba recién brotada.
En este nuevo estudio, los investigadores analizaron trece años de datos de GPS, midieron las plantas que comían los bisontes e inspeccionaron su estiércol. Descubrieron que cuando los bisontes dejan de perseguir los rebrotes de primavera en realidad crean su propia ola verde. Al dallar incesantemente la vegetación emergente y fertilizarla con estiércol y orina, los bisontes provocan un flujo constante de brotes jóvenes y nutritivos que crecen hasta mayo, junio y julio. Los bisontes no solo se mueven para encontrar el mejor alimento: crean su mejor alimento.
La clave está en que los bisontes son herbívoros gregarios que pastan en grupos de cientos o miles de animales. El enorme tamaño de las manadas es lo que hace posible una larga primavera. Otros herbívoros no se reúnen en cantidades lo suficientemente grandes como para prolongar el rebrote de primavera.
Y es que, aunque pudiera parecer que la dalla constante debilitaría a las plantas, ese no es el caso. El equipo acotó zonas en las que no se permitía que el bisonte pastara y comparó la vegetación con otras zonas muy transitadas por los bisontes. En estas últimas, el pasto analizado tenía mayores proporciones de nitrógeno y carbono, el indicador más significativo y normalizado para evaluar la calidad nutricional de cualquier pasto.
Cuando los bisontes se trasladan finalmente a las zonas más altas en agosto, los pastizales que dejan atrás entran en una "primavera" tardía. El estudio muestra que al final del verano las plantas de las parcelas muy pastoreadas contienen entre un 50 y un 90% más de nutrientes que las hierbas que habían permanecido intactas en las parcelas acotadas. También sobreviven más tiempo en otoño. Eso provoca efectos a largo plazo. Cuando la ola verde regresa al año siguiente, las áreas intensamente pastoreadas tienen un rebrote más intenso y más duradero que en otras áreas. El efecto es tan pronunciado que los investigadores pueden ver la diferencia entre los pastizales intensamente pastoreados y las que fueron sometidos a un pastoreo más ligero observando imágenes de satélite.
Las migraciones de grandes herbívoros están disminuyendo en todo el mundo y su ausencia probablemente ha causado alteraciones significativas en los ecosistemas. El impacto de las manadas de bisontes es tan profundo que plantea preguntas sobre cómo funcionaban los ecosistemas de pastizales hace siglo y medio, cuando se estima que entre 30 y 60 millones de bisontes vagaban entre los Apalaches y las Rocosas.
Con su pastoreo divagante en grandes áreas, los patrones fenológicos debieron ser radicalmente diferentes de lo que son hoy. En 1884, la caza sin restricciones redujo ese número a solo 325 animales salvajes, incluidos veinticinco en la región de Yellowstone. Actualmente hay medio millón de bisontes en Estados Unidos, aunque menos de 15.000 viven en estado silvestre. Las migraciones masivas de bisontes que existían antes del asentamiento europeo han desaparecido.
El modelo actual de conservación de los bisontes americanos consiste en mantener pequeñas poblaciones dentro de áreas cercadas regulando el número de ejemplares para sostener un pastoreo de leve a moderado. La recuperación de los ecosistemas norteamericanos para conseguir una apariencia como la que mostraban antes del práctico exterminio de los bisontes debería implicar la restauración y protección de grandes manadas que pasten libremente moviéndose en sincronía con los patrones fenológicos a escala local y regional. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.