miércoles, 4 de noviembre de 2020

Estramonio: la higuera del infierno

Detalle de la flor. Foto


Más de cien años antes de que los colonos americanos comenzaran la Guerra de Independencia en 1775, ya hubo alzamientos contra los gobernadores británicos. A partir de la década de 1650, cuando los colonos comenzaron a asentarse en la frontera del Northern Neck en el noreste Virginia, algunas tribus locales se opusieron a sus reclamaciones sobre la tierra y sus recursos tradicionales.

Los colonos pidieron al gobernador William Berkeley que las tropas británicas asesinasen a los indios. Como Berkeley se negó, un tal Nathaniel Bacon encabezó una rebelión contra el gobernador. El núcleo rebelde estaba en Jamestown, convertida en un hervidero de protestas. Fue la primera rebelión en las colonias norteamericanas en la que participaron hombres de la frontera descontentos.

Para reprimir la rebelión, Berkeley envió un destacamento de soldados que tuvo el dudoso honor de pasar a la historia como los primeros militares en sufrir los efectos alucinógenos de una planta que daría mucho que hablar, el estramonio, Datura stramonium; desde entonces, es conocida en Estados Unidos como la “hierba de Jamestown”.

En su Historia y estado actual de Virginia (1705), Robert Beverley dio cuenta de un chusco episodio que protagonizaron algunas tropas inglesas enviadas a reprimir a los sublevados en Jamestown. Cuenta Beverley que los soldados recogieron la planta y se prepararon una ensalada con las hojas hervidas; después de comerla «comenzó una comedia muy graciosa, porque se volvieron tontos de capirote durante varios días: uno volaba una pluma en el aire; otro le arrojaba paja con mucha furia; y otro, completamente desnudo, estaba sentado en un rincón como un mono, sonriendo y haciendo muecas; un cuarto besaba y manoseaba cariñosamente a sus compañeros […]. No estaban muy limpios y se habrían revolcado en sus propios excrementos si no se les hubiera impedido. Hicieron mil diabluras inocentes y, después de once días, volvieron a sí mismos sin recordar nada de lo que había pasado».

Si se prepararon una ensalada de estramonio, los soldados debían estar pasando mucha hambre. Toda la planta despide un olor nauseabundo, capaz de hacer retroceder al animal más intrépido, lo que le ha hecho merecedora de nombres populares tan directos como “hierba apestosa”, o indirectos cuando aluden a los animales que sufren su mirífica fragancia: “hierba de topos”, “espantarratones”, “yerba ratonera” o “hierba del burro”.

El estramonio, cuyo nombre deriva del antiguo estremonía, que significa “magia” o “brujería”, es una planta herbácea que, por regla general, llega a sobrepasar el metro de altura. Sus hojas son grandes y ovadas, agudas en su extremo, delgadas y de bordes sinuosos y dentados, con pelos muy escasos y esparcidos por toda la planta. Con un poco de imaginación o con una copa de más, las hojas pueden llegar a parecerse a las de la higuera, aunque mucho menos consistentes y coriáceas, y de ahí que algunos nombres vernáculos aludan precisamente en esta coincidencia (“higuera del infierno”, “higuera loca”).

Las flores tienen apariencia de pequeñas trompetas blanquecinas que aparecen colgadas de cortos cabillos. Florece desde mayo hasta bien entrado el otoño y son relativamente grandes, lustrosas y de un color blanco reluciente. La forma de las flores, de hasta 6-10 centímetros de longitud en su corola (pétalos), ha dado lugar a otras denominaciones vernáculas peculiares, tales como flor de la trompeta o trompetilla.

Fruto inmaduro con el característico faldón basal formado por los retos del cáliz.


El fruto es el causante de gran parte de los males (y de los beneficios) que esta planta ofrece. Es una cápsula ovoide, erguida sobre un pie corto pero grueso, y tiene un tamaño algo mayor al de una nuez algo hinchada. Por fuera, el fruto está erizado de púas verdes, muy numerosas. Aunque el ovario es bicarpelar, cuando el fruto está maduro, se abre por la parte superior mediante cuatro valvas, que dejan a la vista dos cavidades (ambas subdividas además en otras dos) repletas de semillas con la forma de un riñón y de color oscuro, entre negras y rojizas.

El estramonio vive en caminos, cunetas, huertas abandonadas, zonas alteradas por el paso del hombre, barbechos secos, escombreras, corrales y estercoleros, siempre por debajo de los mil metros de altitud. No tiene una distribución concreta, sino que aparece aquí y allá, dependiendo de la nitrificación del medio y siempre requiriendo suelos húmedos.

Vista cenital del fruto abierto. Foto


El estramonio pertenece a la familia de las solanáceas, en la que también se incluyen alimentos tan comunes como tomates, papas, berenjenas, pimientos, además del tabaco y de algunas plantas tóxicas, venenosas o alucinógenas, como el beleño y la mandrágora, de las que me he ocupado en este mismo blog, las cuales contienen dos ingredientes psicotrópicos activos: hiosciamina y escopolamina, mientras que otro anestésico y vasodilatador, la atropina, se extrae de otras plantas de la misma familia como Datura stramonium y la burundanga o floripondio (Brugmansia arborea) cuyos efectos tóxicos y su empleo con fines criminales son bien conocidos en los archivos forenses y policiales.

Las propiedades del estramonio, como las de muchas otras solanáceas, se deben a sus alcaloides de acción anticolinérgica, que, tal y como expliqué en este artículo, sirven para alterar los efectos producidos por la acetilcolina en el sistema nervioso. En general, las especies de Datura contienen numerosos alcaloides derivados tropínicos, similares a los que se encuentran en la belladona, el beleño o la mandrágora, que tienen una bien reputada práctica en ritos brujeriles.

Las tropinas son unos alucinógenos químicos delirantes y muy peligrosos, capaces de causar la muerte a los que han sido lo bastante locos como para probarlas. Entre éstos, el más importante es una hiosciamina, que se distribuye por las raíces, hojas y semillas. Parte de esta hiosciamina puede transformarse en atropina y, a menudo, también pueden encontrarse cantidades apreciables de escopolamina.

La planta se ha utilizado como hipnótico, contra la tos, sobre todo contra la tos convulsiva, el enfisema pulmonar, el reumatismo articular y, sobre todo, contra el asma. Externamente, pueden utilizarse cataplasmas de hojas frescas para tratar el reumatismo de las articulaciones, en cuyo caso se puede realizar una cataplasma envolvente con las hojas machacadas, pero siempre y cuando no existan heridas cutáneas; o bien en forma de bálsamos, linimentos o pomadas; en estos casos tiene acción balsámica y analgésica.

El estramonio ha recibido también nombres indicativos de su uso ancestral que hacen referencia innata al diablo y al demonio, al infierno o a la locura. Nombres como “hierba del infierno”, “hierba de las brujas”, “hierba de los mágicos”, “hierba del diablo” o “higuera infernal” son el reflejo de amargas experiencias al consumirla en cualquiera de sus formas. Ha sido relacionado, desde tiempos inmemoriales, con las ciencias ocultas: su veneno violento, en dosis adecuadas, provoca vértigos, somnolencias y desencadena algunas alteraciones de la visión, la sensibilidad se acrecienta y la fuerza muscular disminuye sensiblemente.

A dosis más elevadas, la cara se congestiona con un rictus característico, en la boca se tiene una sensación de sequedad extrema, se producen irregularidades del pulso, pueden darse alucinaciones y se alcanza una impotencia muscular casi total. En todos los casos, la pupila se dilata, signo inequívoco del efecto causado por todos los alcaloides de las solanáceas.

Por la misma razón, y con el loable propósito de darles una muerte digna e indolora, los llamados "adormecedores" de la Francia del siglo XVIII utilizaban el estramonio para dormir a los condenados antes de ejecutarlos. Para conseguirlo, o bien les daban a fumar tabaco a base de hojas de estramonio, o les ofrecían a beber una decocción mortal de la planta en vino. Al principio, su estado de euforia apasionada no les permitía tomar conciencia de su realidad, pero cuando la dosis "demasiado fuerte"' de estramonio alcanzaba su auge, una vez anestesiados, la muerte les llegaba dulcemente. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.