lunes, 3 de julio de 2023

Autorizado el uso médico contra la depresión de los hongos alucinógenos



Australia se convertirá en el primer país del mundo en permitir que los médicos receten las drogas psilocibina y MDMA (éxtasis) para tratar afecciones psiquiátricas que incluyen depresión y trastorno de estrés postraumático. 

Estados Unidos, Canadá e Israel permiten el uso clínico de estos medicamentos para cuidados paliativos o en ensayos clínicos, pero Australia se convirtió el pasado uno de julio en el primero en regularlos como medicamentos antidepresivos recetados por psiquiatras autorizados.

Psicoactivo no es lo mismo que psicodélico

A diferencia de otras drogas psicoactivas como los estimulantes, los cannabinoides y los opioides, las psicodélicas, generalmente conocidas como alucinógenas o disociativas, no se limitan a influir en los estados de ánimo ordinarios, sino que, alterando la cognición y la percepción, provocan estados cualitativamente diferentes considerados como fantasías o alucinaciones.

Como la dietilamida del ácido lisérgico (LSD), la mescalina de algunos cactus o la dimetiltriptamina (DMT) que se encuentra en muchas especies vegetales amazónicas y en algunos sapos, el alcaloide psilocibina se considera un "psicodélico clásico" o “serotoninérgico” porque, al imitar la actividad de los neurotransmisores cerebrales, en especial de la serotonina, puede inducir cambios en el estado de ánimo, el pensamiento y la percepción.

Mientras que la MDMA, ampliamente conocida como “éxtasis”, que ha demostrado capacidad para tratar el estrés postraumático, el LSD y la ketamina comercializada como antidepresivo son drogas de síntesis, la psilocibina es un compuesto natural producido por unos doscientos hongos alucinógenos.

Psilocibina: el ingrediente mágico de los hongos psicodélicos

Psilocybe mexicana, el hongo del que aisló por primera vez la psilocibina. Foto


Al margen de alguna hipótesis extravagante, los seres humanos han consumido hongos que contienen psilocibina durante miles de años como parte de ceremonias religiosas o con fines curativos. Los aztecas llamaban a estos hongos "teonanácatl", o "carne de los dioses", y cuando se tomaban como infusiones, se consideraban una bebida ritual sagrada.

La psilocibina no se incorporó al elenco farmacológico hasta la década de los 50 del siglo pasado. A principios de esa década, cuando estaba de vacaciones en México, R. Gordon Wasson, un empleado bancario y micólogo aficionado, dio con una tribu indígena que usaba hongos psicoactivos.

Wasson, que en 1957 describió sus alucinantes experiencias en un artículo de la revista Life, envió muestras de los hongos a Albert Hoffmann, un químico suizo conocido por haber experimentado los efectos alucinógenos del LSD el 19 de abril de 1943, el “Día de la bicicleta”. Hoffmann aisló la psilocibina de Psilocybe mexicana y desarrolló un modo de producir una versión sintética en su laboratorio de la farmacéutica Sandoz, que rápidamente comenzó a producir píldoras de 2 mg para comercializarlas con fines de investigación.

Durante las siguientes décadas se administraron miles de dosis de psilocibina en experimentos clínicos. Psiquiatras, científicos y profesionales terapéuticos consideraban que los psicodélicos eran tratamientos prometedores coadyuvantes en la terapia de una amplia gama de diagnósticos psiquiátricos, incluidos el alcoholismo, la esquizofrenia, los trastornos del espectro autista, el comportamiento obsesivo compulsivo y la depresión.

Aunque los resultados para tratar la ansiedad, la depresión y la adicción eran prometedores, la investigación se detuvo en 1970, cuando el presidente Nixon firmó la Controlled Substances Act, una ley que se consideró una respuesta política al creciente temor al uso de drogas psicodélicas en los jóvenes y a la propagación del movimiento contracultural que, entre otras cosas, se oponía a la guerra de Vietnam.

Desde la promulgación de esa ley, la Agencia Estadounidense de Control de Drogas (DEA) incluyó la psilocibina y sus derivados en la Lista I, la categoría más restrictiva de la legislación federal. Surgió una paradoja legal: mientras que la DEA la prohibía, la Administración de Drogas y Alimentos estadounidense (FDA) la consideraba como una "terapia innovadora", lo que significaba un impulso de la Administración destinado a acelerar el proceso de I+D+I de fármacos derivados de la psilocibina.

Tres décadas más tarde, Roland Griffiths, farmacólogo del Johns Hopkins, consiguió autorización de la FDA para estudiar la psilocibina, lo que significó el comienzo de una nueva era de interés investigador en el potencial terapéutico de las drogas psicodélicas porque se preveía que la FDA las aprobaría para el tratamiento de apoyo a la psicoterapia.

Propiedades farmacológicas

La serotonina, un neurotransmisor de amplia distribución en el sistema nervioso central, ayuda a controlar el comportamiento, el estado de ánimo, los sentidos y el pensamiento. Por hidrólisis metabólica, la psilobicina se transforma en psilocina, un potente agonista de los receptores de serotonina del tipo 5-HT2A. Al actuar sobre dichos receptores, la psilocina produce un efecto psicotrópico multiplicador de los efectos de la serotonina que, además, es potenciado por el entorno en el que se encuentre el individuo, como sucede en el ambiente que rodea los rituales chamánicos de los nativos americanos.



Además, la psilocina puede actuar también sobre los receptores a los que se une otro neurotransmisor, la adrenalina, en el corazón. Si sube la concentración de adrenalina en sangre, nuestro corazón late más veces por minuto y más fuerte, produciendo taquicardia, otro de los efectos característicos de los alcaloides psicotrópicos.

La psilocibina apunta buenos resultados para mejorar una variedad de afecciones difíciles de tratar por otros medios. Por ejemplo, los resultados son extremadamente positivos para su empleo en el tratamiento del tabaquismo y el alcoholismo, porque los pacientes se sienten más seguros de su capacidad para manejar sus adicciones, la reducción de la ansiedad relacionada con el cáncer, el trastorno obsesivo compulsivo y la depresión profunda, dos campos clínicos en los que existe una gran necesidad de mejores tratamientos.

Efectos secundarios

Aunque se estima que la dosis letal para los humanos de la psilocibina sería unas mil veces mayor que la dosis terapéutica y no se conocen muertes por sobredosis debidas únicamente a su toxicidad, los psicodélicos son sustancias muy tóxicas, y sus efectos secundarios pueden ser difíciles de manejar incluso en el marco relativamente seguro de un entorno de investigación.

El efecto secundario negativo más común de la psilocibina es la posibilidad de un "mal viaje". Las altas dosis pueden causar sentimientos abrumadores de ansiedad, miedo y confusión que pueden conducir a un comportamiento peligroso si no se usan bajo supervisión médica. También puede aumentar moderadamente la presión arterial, por lo que las personas con problemas cardíacos se excluyen de los ensayos. Otros posibles efectos secundarios del uso de psilocibina incluyen náuseas, vómitos, dolores de cabeza y calambres estomacales. 

Por eso, a pesar de que la TGA australiana haya aprobado la medida después de múltiples ensayos, a muchos científicos les preocupa que la investigación aún no haya demostrado de manera concluyente que estos medicamentos sean seguros o efectivos y algunos médicos temen que la regulación que regirá el acceso a los medicamentos sea insuficiente. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.