sábado, 16 de agosto de 2025

EL GRAN LÍO DEL ACETAMIPRID: UN CUENTO FRANCÉS

Preámbulo: ¿Qué países europeos utilizan más pesticidas?

Desde 1990, el uso mundial de plaguicidas se ha más que duplicado. Aunque las ventas de productos fitosanitarios han aumentado en todas las regiones del mundo, los mayores incrementos se han producido en Sudamérica, Oceanía y África. En Europa, el consumo ha disminuido ligeramente en los últimos diez años, pasando de algo más de 5 millones de toneladas en 1990 a 4,7 millones de toneladas en 2022.

En términos absolutos, España es uno de los mayores consumidores europeos de pesticidas, junto con Rusia, Alemania, Francia e Italia. Sin embargo, si observamos el uso de pesticidas en relación con la superficie cultivada, España está bastante lejos de los primeros puestos. La agricultura española utilizó una media de 2,6 kilogramos de plaguicidas por hectárea de tierra en 2022, según la FAO, muy por encima de la media de los cuarenta países europeos estudiados ese (1,6 kg). Como muestra nuestro mapa, las cifras varían desde más de 23 kilos por hectárea en Andorra hasta menos de un kilogramo por hectárea en varios países escandinavos, los Balcanes, Europa del Este e Islandia.

La naturaleza y las cantidades de plaguicidas utilizados varían mucho según el tipo de cultivo, por lo que existen grandes diferencias entre países (y también entre regiones de un mismo país). Los territorios que han desarrollado una agricultura muy especializada, con cultivos intensivos que requieren pesticidas, como las patatas, los frutales y los viñedos, suelen tener los valores más altos.

Un cuento francés

Imagínate el Parlamento francés como ese elegante salón donde se celebra un baile de verano… hasta que alguien decide que quiere cambiar la música, y de pronto todo el mundo tiene algo que opinar. Ese alguien fue el insecticida acetamiprid, un tipo de neonicotinoide que, aunque todavía autorizado en la Unión Europea, estaba oficialmente en “cajón de prohibiciones” en Francia desde 2018.

Capítulo 1: ¿Un insecticida con mala fama?

Aunque se autocatalogue como el “menos malo” de los neonicotinoides, el acetamiprid, generó desconfianza por su impacto en las abejas (y en otros insectos polinizadores), al igual que por posibles efectos sobre la salud humana en dosis reales. El organismo oficial francés de investigaciones científicas (CNRS) lamentó la aprobación, señalando que es tóxico, persistente y disruptivo ecológicamente.

Capítulo 2: la Ley Duplomb entra al escenario

En julio de 2025, el senador Laurent Duplomb impulsó una ley que básicamente preguntaba: “¿Por qué Francia no puede usar este pesticida si otros países de la UE sí?” El motivo: ofrecer una herramienta a algunos agricultores (como los cultivadores de remolacha y avellana) que afirman no tener alternativas viables y enfrentarse a “competencia desleal”. La ley se aprobó en un abrir y cerrar de ojos, como si fuera un vestido nuevo que a algunos les encanta y a otros les parece una provocación

Capítulo 3: la ciudadanía se planta y la bomba estalla

No pasó mucho tiempo antes de que la indignación popular se desbordara. Una petición ciudadana, impulsada por estudiantes, alcanza cifras récord: ¡más de un millón, luego dos millones de firmas exigiendo la retirada del texto disparatado!

Y si esto pareciera una novela, el plot twist llegó con Fleur Breteau, una activista de Greenpeace paciente de cáncer que irrumpió en el hemiciclo gritando: “¡Sois partidarios del cáncer!” Su valentía se volvió viral y fortaleció el movimiento ciudadano.

Capítulo 4: el Consejo Constitucional entra escena

Al final, el Consejo Constitucional francés –la especie de guardián de la Constitución– declara que la parte sobre el acetamiprid viola el derecho a un ambiente saludable, garantizado por la carta ambiental francesa. La ley queda sin esa parte crítica y pierde su efecto. Temas como los mega-bassins (réservoirs) quedan, pero el pesticida no.

Epílogo (con moraleja ambiental)

Francia demuestra que sigue siendo capaz de combinar pasión ciudadana, rigor constitucional y una pizca de teatralidad política. El debate va más allá de si un pesticida es "menos malo"; se trata de cómo una sociedad decide proteger la salud colectiva y el medio ambiente frente a intereses económicos. Y, claro, de cómo una voz indignada puede cambiar el curso de una ley.