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domingo, 26 de febrero de 2023

La guerra de los helados



La última batalla del ministro de Consumo Alberto Garzón es su intención de prohibir la publicidad de aquellos alimentos que fomenten la obesidad infantil, entre ellos los helados. Algo que no ha gustado a otro ministro, el de Agricultura, que prefiere los "mecanismos de autorregulación". Como sucedió en la batalla de las carnes rojas, Garzón tiene razón. Y es que además de los problemas de obesidad, los helados, arquetipos de los alimentos ultraprocesados, pueden contribuir al deterioro cognitivo.

La polémica abierta por el anuncio lanzado la semana pasada por el ministro de Consumo se ha convertido en un episodio más de un lamentable ambiente político en el que resulta casi imposible debatir con argumentos y mesura. Por eso, la propuesta de Garzón está destinada a viajar hasta donde habita el olvido.

Lo que dice la Ciencia

Los científicos saben desde hace años que las dietas poco saludables, en particular las que  ̶-como los helados industriales ̶- tienen un alto contenido de grasas y azúcares, pueden causar daños cerebrales y provocar un deterioro cognitivo. Aunque algunos factores como la herencia genética y los condicionantes socioeconómicos que influyen en el deterioro cognitivo escapan al autocontrol, los resultados de algunas investigaciones científicas cualificadas subrayan que una dieta deficiente es un factor de riesgo en el deterioro de la memoria durante el envejecimiento y aumenta el riesgo de desarrollar la enfermedad de Alzheimer.

Aunque hasta ahora las investigaciones comparativas entre los efectos de consumir alimentos mínimamente procesados frente a los ultraprocesados ha sido escasa, dos estudios recientes han venido a añadir nuevas perspectivas para considerar lo fundamental que resulta la nutrición para la salud cerebral. Ambos indican que comer alimentos ultraprocesados puede incrementar el deterioro cognitivo relacionado con la edad y aumentar el riesgo de desarrollar demencia.

Muchos ingredientes, malos nutrientes

Los alimentos procesados son los que han sufrido algún tipo de transformación con respecto a su estado original, en otras palabras, los que nos ingerimos en un estado que no es el natural. Existen muchos niveles y grados de procesamiento. Por ejemplo, el aceite es un procesado, ya que su estado original es la aceituna. No obstante, ese proceso no cambia sus propiedades ni supone daños para la salud. Hay otros alimentos procesados (sin el ultra) saludables, porque o no interfieren o mejoran la calidad del alimento. Los mejores ejemplos, además del aceite de oliva, son los quesos artesanos, las conservas de pescado, verduras o legumbres, además de las hortalizas o los pescados congelados.

Los ultraprocesados son preparaciones industriales elaboradas a partir de sustancias derivadas de otros alimentos que han sido sometidos a una enorme transformación hasta el punto de no parecerse nada a su estado original. Son más escasos en nutrientes y fibra y más altos en azúcares, grasas y sal en comparación con los alimentos sin procesar o mínimamente procesados. Más que un alimento en concreto, son listas interminables de ingredientes, los cuales, además, han experimentado un procesamiento previo como la hidrogenación o fritura de los aceites, la hidrólisis de las proteínas o la refinación y extrusión de harinas o cereales. 



En su etiquetado abundan las materias primas refinadas (harina, azúcar, aceites vegetales, sal, proteínas, etc.) y aditivos (conservantes, colorantes, edulcorantes, potenciadores del sabor, emulsionantes…). En otras palabras: es más que probable que usted no encuentre los ingredientes que componen la mayoría de estos alimentos en su despensa.

En este grupo se encuentran el 80% de los productos comestibles que venden en los supermercados: helados, bebidas azucaradas, precocinados, bollería, carnes procesadas, embutidos, galletas, lácteos azucarados, postres, dulces, cereales refinados, pizzas, barritas energéticas o dietéticas, y un largo etcétera.

Dietas saludables para el cerebro

Aunque no aparezcan los procesos que conducen a la demencia, cuando el cerebro envejece sufre cambios bioquímicos y estructurales que se asocian con el empeoramiento cognitivo. Para los adultos mayores de 55 años, en particular, la dieta mediterránea y la dieta cetogénica se asocian con un mejor desarrollo cognitivo.

Ambas dietas pueden revertir algunos de cambios bioquímicos y estructurales que mejoran la función cognitiva, posiblemente al reducir la dañina inflamación crónica perjudicial para el cerebro. Varios estudios han demostrado que el exceso de azúcar y grasas puede contribuir a la inflamación crónica, un proceso que también pueden desencadenar o incrementar los alimentos ultraprocesados.

Otra vía por la que la dieta y los alimentos ultraprocesados pueden influir en la salud del cerebro es a través del eje intestino-cerebro, la comunicación que se produce entre el cerebro y el microbioma intestinal, la comunidad de microorganismos que viven en el tracto digestivo. El microbioma intestinal no solo ayuda en la digestión: también influye en el sistema inmunológico y produce hormonas y neurotransmisores críticos para la función cerebral.

Varios estudios han demostrado que las dietas cetogénica y mediterránea cambian la composición de los microorganismos en el intestino por diferentes vías orgánicamente beneficiosas. Por el contrario, el consumo de alimentos ultraprocesados también se asocia con alteraciones en el tipo y abundancia de microorganismos intestinales que tienen efectos nocivos.

Las incertidumbres

Dada la dificultad de mantener un control estricto sobre las dietas personales para estudiarlas durante largos períodos de tiempo, es difícil desentrañar los efectos específicos de los diferentes alimentos en el cuerpo humano. Por eso, la mayoría de los estudios nutricionales, incluidos los dos citados, solo han mostrado correlaciones entre el consumo de alimentos ultraprocesados y la salud, pero no pueden descartar otros factores del estilo de vida como el ejercicio, la educación, el estatus socioeconómico, las conexiones sociales, el estrés y muchas más variables que pueden influir en la función cognitiva.

Por eso, los estudios con animales de laboratorio son extraordinariamente útiles. Las ratas muestran un declive cognitivo en la vejez similar al de los humanos. Es fácil controlar las dietas y los niveles de su actividad en un laboratorio. Además, las ratas pasan de la edad madura a la vejez en cuestión de meses, lo que acorta los tiempos de estudio.


Los estudios con animales de laboratorio permitirán determinar si los alimentos ultraprocesados están jugando un papel clave en el desarrollo del deterioro cognitivo y la demencia en las personas, pero a medida que la población mundial envejece y el número de mayores con demencia aumenta, ese conocimiento puede que no alcance a las generaciones de boomers y millennials, que acabaron enganchados a los BollycaosTigretones o Panteras Rosas que sus madres les ofrecían, pero que no tuvieron el acceso que se tiene hoy en día al azúcar, las grasas o la sal en cantidades desmesuradas gracias a los ultraprocesados, unos pseudoalimentos omnipresentes en nuestra vida cotidiana. ©Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca

jueves, 16 de febrero de 2023

Cartografía del clítoris o por qué a los hombres no les cuesta encontrar un bar


«¿Cuál es la diferencia entre un bar y el clítoris? Que a la mayoría de los hombres no les cuesta encontrar un bar
».

El término latino para los genitales femeninos, pudendum, significa "partes que deberían avergonzarte". Hasta 1651, los ovarios se llamaban testículos femeninos. Las trompas de Falopio llevan el nombre de un hombre. Las glándulas situadas a ambos lados de la abertura vaginal que segregan el fluido que lubrica la vagina se denominan glándulas de Bartolino. Los folículos ováricos llevan el nombre del anatomista holandés Regnier de Graaf.

Y es que, como tantas otras cosas, la historia del cuerpo femenino la escribieron los hombres y la ciencia ha visto durante mucho tiempo a la mujer a través de lentes distorsionadas estrechamente enfocadas en su capacidad de reproducción, dejando de lado los aspectos erógenos de la sexualidad, ya que las mujeres eran consideradas simples objetos sexuales pasivos.

Tanto es así que la uróloga australiana Helen O'Connell, la primera persona en cartografiar completamente el aparato genital femenino, ha contado que en sus estudios de Medicina utilizaba libros de texto que nunca mencionaban el clítoris. 

Y es que durante siglos la anatomía humana se ha interesado mucho más por el pene que por el clítoris. Con herramientas modernas y observaciones desinhibidas, una nueva generación de científicas (en su mayoría) han emprendido la observación los órganos tradicionalmente relacionados con la reproducción femenina (el útero, los ovarios, la vagina o el clítoris) desde una nueva perspectiva histórica, médica y biológica que intentaré resumir en este artículo.

Antecedentes

Se sabe que el término clítoris proviene del vocablo griego “kleitorís”, cuyo origen etimológico es dudoso. Hay quienes defienden que proviene de la palabra “kleis” (“llave”) debido a que en la Antigua Grecia se tenía el convencimiento que esa pequeña parte de la anatomía femenina era la llave que abría las puertas del placer. Otros sostienen que deriva de “kleitýs”, (“colina”), porque la protuberancia clitoriana recuerda un montículo.

La historia del clítoris se remonta a la antigua medicina grecorromana, cuando era conocido como “un locus (lugar) erótico por derecho propio”. Como solo observaban su parte más externa (el glande) se le llamaba puerta del vientre, lengua pequeña, montecito, garbanzo, almendrita o fresita. La mayoría de las palabras utilizadas para describirlo sugerían que era pequeño. El tiempo, la habilidad y la curiosidad de algunos anatomistas se encargarían de demostrar que, de pequeño, nada.

Desde el siglo XVI varios anatomistas célebres incluidos Colombo, Falopio, Swammerdam y De Graaf afirmaban ser los descubridores del clítoris. Otros destacados anatomistas, en particular Galeno y Vesalio, consideraban la vagina como una estructura equivalente al pene, aunque en 1543 uno de los libros más influyentes sobre anatomía humana, Vesalio afirmaba que en las mujeres normales no existía el clítoris, al que consideraba una anomalía propia de hermafroditas.

No todo el mundo estaba de acuerdo con Vesalio. En 1559 el cirujano italiano Mateo Realdo Colombo, discípulo de Vesalio, publicó su De re anatomica (Sobre las cosas anatómicas). Lo sorprendente de la obra de Colombo es que, en un tiempo en el que la Inquisición vigilaba atentamente cualquier desvío de la ortodoxia católica, sus observaciones no se basaron sólo en la disección, sino también en el cuerpo femenino vivo, en la experiencia práctica del mismo.

Con una osadía impropia de la época, Colombo describió el hallazgo de una cosa hermosa, “hecha con mucho arte”, la sede misma del placer erótico de la mujer: un pequeño cuerpo oblongo que, si se frotaba con el pene o simplemente se tocaba “con el dedo meñique”, provocaba un gran placer en las damas. Era la confirmación práctica de que una de las descripciones latinas para clítoris fuera gaude mihi” (“dame gusto”).

En 1672, en su tratado De mulierum organis generationi inservientibus (Tratado sobre los órganos reproductores de la mujer), el anatomista holandés Regnier de Graaf observó que en todos los cuerpos femeninos que había diseccionado había un locus bien visible, «bastante perceptible a la vista y al tacto». Continuó describiendo otras partes del clítoris ocultas en la zona grasa del pubis, incluidos los bulbos clitorianos. Escribió: «nos sorprende enormemente que algunos anatomistas no hagan más mención a esta parte como si no existiera en la naturaleza».



El gran innovador: Georg Ludwig Kobelt

En 1844, el anatomista alemán Georg Ludwig Kobelt dio un enorme impulso a la investigación sobre el aparato genital femenino (el trabajo de Kobelt se publicó en alemán, pero hay una traducción al inglés de 1978). Utilizó clítoris disecados para ilustrar no sólo la parte visible, sino también las partes internas, lo que permitía hacerse una idea mucho mejor de su verdadero tamaño. Para conseguirlo, inyectaba un líquido contraste en los vasos sanguíneos y linfáticos para comprender mejor cómo se suministraba sangre a los órganos eréctiles que hasta entonces habían pasado desapercibidos. Afirmaba que había muchos más nervios en el clítoris que en la vagina, y consideraba a aquel mucho más importante para el placer sexual que esta.

Tenía razón. De hecho, aunque hasta finales del año pasado se creía que el número de terminaciones nerviosas existentes en el clítoris de una mujer eran unas 8 000, una estimación basada en investigaciones sobre vacas, en octubre de 2022 una investigación médica demostró que, por término medio, el número de terminaciones nerviosas en los clítoris femeninos era de 10 281.

Anatomía del pene. El tejido eréctil (cuerpo cavernoso y cuerpo esponjoso) es homologo al tejido esponjoso de los dos bulbos del clítoris. Fuente.



Kobelt fue, pues, el primero en ofrecer la descripción más completa y precisa de la anatomía del clítoris. Los estudios modernos proporcionan magníficas imágenes, pero aportan pocas novedades con respecto a lo descrito por Kobelt, para quien los bulbos vestibulares del clítoris son tejidos esponjosos eréctiles, comparables con los cuerpos cavernosos del pene. La uretra distal y la vagina son estructuras íntimamente relacionadas, aunque no sean eréctiles. Junto con el clítoris forman una agrupación de tejidos que es el lugar de la función sexual femenina y del orgasmo.

Cartografía clitoriana en 3D

Helen O'Connell se dio a conocer por ser la primera persona en cartografiar completamente el aparato genital femenino mediante técnicas de resonancia magnética. Confirmando a Kobelt, Helen O'Connell y sus colaboradores demostraron que el clítoris no es ni un simple montículo ni es pequeño en absoluto. Lo que sucede es que, como ocurre con los icebergs, de los que solo aflora una octava parte, sólo vemos un 10 % del su tamaño real.

Como pude verse en la siguiente figura, el clítoris es una estructura compleja con una amplia inserción en el arco púbico y, mediante un extenso tejido de sostén, en el Monte de Venus y en los labios vaginales. Por el centro se une a la uretra y a la vagina. Sus componentes incluyen los dos bulbos eréctiles (crus), las crura y el glande del clítoris. El glande es una estructura no eréctil con muchas terminaciones nerviosas que es la única manifestación externa del clítoris. Todos sus demás componentes están compuestos de tejido eréctil.

Anatomía interna del aparato genital femenino. Esta imagen 3D, elaborada por Helen O’Connell y colaboradores, muestra la relación espacial del clítoris (números 1 a 4) con la vejiga (9) que aflora al exterior en la uretra distal (5), el útero (8) y la vagina (7) con su apertura exterior (6), gran parte del clítoris está dentro del cuerpo. El extremo del glande clitoriano (1), que es solo el principio del clítoris, es la única parte del clítoris que puede verse desde fuera. El resto se encuentra dentro del cuerpo a ambos lados de la vagina en sendas estructuras (2 y 3), que pueden llegar a medir hasta 13 cm de longitud. 2. Cuerpo del clítoris, también conocido como corpus o tronco, situado justo encima del glande. 3. Las crura (plural de crus, pierna en latín) son los dos bracitos laterales del clítoris. 4. El crus clitoriano está formado por los dos bulbos del clítoris o bulbos vestibulares en forma de V, constituidos por tejido eréctil esponjoso. Cada uno de los crus converge en el clítoris. Como se puede observar, los bulbos (4) están muy cerca de la abertura de la vagina y los bulbos, la crura y el cuerpo se encuentran por encima. Algunas mujeres tienen un área de mayor sensibilidad en la pared frontal de la vagina (el llamado el punto G). 

Clítoris y orgasmo

Aunque el clítoris no guarda relación alguna con la reproducción propiamente dicha, lo que provoca en la mayor parte de los casos el orgasmo femenino es su estimulación. Como es una zona que no es contactada directamente por el pene durante la copulación, no interviene en el proceso de la inseminación propiamente dicho.

Ahora bien, recuerde que tanto el pene como el clítoris son órganos eréctiles. Junto con su parte visible –el glande–, el clítoris incluye tejido eréctil. Este tejido se llena de sangre al excitarse y se extiende hasta 10 cm, lo que lo hace más grande que un pene no excitado. Esto es importante porque, una vez excitados, los “bulbos” clitorianos se extienden hasta tocar la vagina y la uretra. El placer viaja.

Lo que caracteriza al orgasmo femenino son una serie de contracciones rítmicas en la zona perineal, de la vagina y del útero. Estimuladas por los bulbos clitorianos, tales contracciones tienen una función absorbente del esperma cuyo papel es constituir un mecanismo de retención del esperma en el interior del tracto sexual femenino. 

domingo, 12 de febrero de 2023

Breve historia del Día de San Valentín



El 14 de febrero, los enamorados intercambiarán regalos, flores, bombones y quién sabe qué más en nombre de San Valentín. Pero como sucede con tantas otras festividades en la raíz del día de los enamorados hay una hermosa ficción. San Valentín no fue ni amante ni patrón del amor, pero sí se ha convertido en un excelente agente comercial.

El día de San Valentín está colocado en el calendario de manera estratégica, de manera de que nadie tenga excusa para dejar de comprar tras la Navidad, el día de Reyes y antes de los Carnavales y de Semana Santa. Hoy en día, las tiendas de todo el mundo occidental decoran sus escaparates con corazones y carteles que proclaman el Día del Amor.

Como ha ocurrido con tantas cosas, desde la Coca-Cola a la hamburguesa, pasando por la compresa, los westerns, el kétchup, las french fries, Halloween o las flores de Pascua, San Valentin procede del mundo anglosajón extendió a todo el mundo por el imparable impulso comercial de Estados Unidos.

Orígenes de San Valentín

El Día de San Valentín se originó como una fiesta litúrgica para conmemorar la decapitación de un mártir cristiano, que quizás fueron dos. Esta es la breve historia de cómo se pasó de una decapitación a la celebración del día del amor.

Las fuentes antiguas revelan que hubo tres “san valentines” que supuestamente murieron el 14 de febrero. Dos de ellos fueron ejecutados durante el reinado del emperador romano Claudio Gótico en 269-270 dC, en una época en que era habitual la persecución de los cristianos. Lo sabemos (hasta dónde pueden saberse con certeza estas cosas, que es muy poca) porque una orden de monjes belgas que como no tenían ni tele, ni fútbol, ni internet, ni nada mejor que hacer se pasaron tres siglos recopilando pruebas de la vida de los santos tomadas de manuscritos de todo el mundo conocido.

Eran los llamados bollandistas en honor a Jean Bolland, un jesuita que a partir de 1643 comenzó a publicar los enormes volúmenes del "Acta Sanctorum" o "Vidas de los santos". Los bollandistas desempolvaron la información sobre cada santo del calendario litúrgico e imprimieron los textos ordenados según el día de la fiesta del santo.

El volumen que abarca el 14 de febrero contiene las historias de un puñado de "Valentini", incluidos los tres primeros que murieron en el siglo III. Se dice que el primer Valentinus murió en África, junto con 24 soldados. Por desgracia, incluso los bolandistas no pudieron encontrar más información sobre él. Como comprobaron los monjes, a veces todo lo que los santos dejan tras de sí es un nombre y el día en que murieron.

Sobre los otros dos valentines se sabe un poco más. Según una leyenda medieval tardía reimpresa en el Acta, cuya historia fue imaginativamente refrendada por los bollandistas, un sacerdote romano llamado Valentinus fue arrestado durante el reinado del emperador Claudio Gótico y puesto al servicio de un aristócrata llamado Asterius.

Según cuenta la historia, Asterius cometió el error de dejar hablar al predicador que era todo un piquito de oro. El padre Valentinus habló una y otra vez sobre Cristo hasta lograr sacar a los paganos de las tinieblas y guiarlos hacia la luz de la verdad y la salvación. Asterius hizo un trato con Valentinus: si el cristiano podía curar la ceguera de su hija adoptiva, se convertiría al cristianismo.

Si la ciega Santa Lucía no le hubiera ganado con todo merecimiento el honor, lo que sucedió hubiera hecho a Valentinus merecedor del título de patrón de los oftalmólogos. Nuestro Valentín puso sus manos sobre los ojos de la niña y entonó:

«Señor Jesucristo, ilumina a tu sierva, porque tú eres Dios, la Luz Verdadera».

Tan fácil como eso. La niña recuperó la vista al instante, siempre según la leyenda medieval. Asterius y toda su familia se bautizaron. Mala decisión: cuando el emperador Gótico lo supo, ordenó que todos fueran ejecutados, aunque al final Valentinus, que debía ser un poco pagafantas, fue el único en ser decapitado. No acaba aquí la cosa: una piadosa viuda recogió su cuerpo y lo enterró en el lugar de su martirio en la Via Flaminia, la antigua calzada que se extiende desde Roma hasta la actual Rímini. Posteriormente se construyó una capilla sobre los restos del santo.

El segundo putativo San Valentín del siglo III fue obispo de Terni en la provincia de Umbría, Italia. Según una leyenda igualmente dudosa, el obispo se metió en una situación como la de su camarada de santoral: debatió con un converso potencial y luego curó a su hijo. El resto de la historia también se parece como un huevo a otro: también fue decapitado por orden del emperador Gótico y su cuerpo fue enterrado en una cuneta de la Via Flaminia.

Como sugirieron los ilustres bolandistas en un alarde de infinita lucidez, es más que probable que en realidad no existieran dos valentines decapitados, sino que pudiera tratarse más bien de dos versiones diferentes de la misma leyenda surgida una en Roma y la otra en Terni. Ahí lo dejo.

No obstante, fuera africano, romano o terniano, ninguno de los valentines parece haber sido un romántico. A pesar de eso, algunas leyendas medievales recogidas en medios modernos, colocan a San Valentín celebrando enlaces matrimoniales cristianos o, haciendo de alcahuete, pasando notas entre amantes cristianos encarcelados por Gótico. 

Otras leyendas más subidas de tono dicen que tenía amoríos con la niña ciega a quien supuestamente sanó. Sin embargo, ninguno de esas leyendas medievales se sustentaba en la historia del siglo III, como señalaron los lúcidos bolandistas que rápidamente salieron al quite de un santo convertido en presunto corruptor de menores y potencial patrón del estupro.

En cualquier caso, la veracidad histórica no contaba mucho entre los cristianos medievales. Lo que les importaba eran las historias de milagros y martirios y las reliquias del santo. Eso explica que muchas iglesias y monasterios diferentes de la Europa medieval afirmaran tener fragmentos del cráneo de San Valentín entre sus tesoros.

Es dudoso que haya fragmentos craneales, porque la iglesia romana de Santa Maria in Cosmedin jura y perjura que posee el cráneo entero. Según los bolandistas, otras iglesias de toda Europa también afirman poseer pedacitos de uno u otro cuerpo de San Valentín: sin ir más lejos, la iglesia de San Antón en Madrid.

Hornacina con el supuesto cráneo de San Valentín que se expone en la iglesia Santa María in Cosmedi, en Roma.


Para los creyentes, las reliquias de los mártires significaban que los santos continuaban con su presencia invisible entre las comunidades de cristianos piadosos. En la Bretaña del siglo XI, por ejemplo, un obispo usó lo que supuestamente era la cabeza de San Valentín para detener incendios, prevenir epidemias y curar todo tipo de enfermedades, incluida la posesión demoníaca.

Sea como fuese, hasta donde sabemos, los huesos del santo no hicieron nada especial por y para los enamorados. La conexión amorosa de San Valentín probablemente apareció más de mil años después de la muerte de los mártires, cuando Geoffrey Chaucer, autor de Los cuentos de Canterbury, proclamó la fiesta de febrero de San Valentín como la celebración del apareamiento de las aves.

En su obra The Parlament of Foules (El Parlamento de las aves), Chaucer encadena una serie de versos uno de los cuales comienza así:

«Porque es el día de San Valentín, cuando cada pájaro viene a escoger a su pareja».

Pronto, la nobleza europea comenzó a enviar notas de amor durante la temporada de apareamiento de las aves. Por ejemplo, el duque francés de Orleans, que pasó algunos años prisionero en la Torre de Londres, le escribió a su esposa en febrero de 1415 que “estaba enfermo de amor” y la llamaba su "muy dulce Valentina". El público inglés abrazó la idea del apareamiento en febrero. En el Hamlet de Shakespeare (acto 4, escena 5) la enamorada Ofelia habla de sí misma como la Valentina del taciturno príncipe de Dinamarca.

En los siglos siguientes, los ingleses comenzaron a usar el 14 de febrero como excusa para escribir versos a sus amadas. La industrialización lo hizo más fácil con tarjetas ilustradas producidas en masa adornadas con edulcoradas poesías zalameras. Luego llegaron Cadbury, Hershey's y otros fabricantes de chocolate que comercializaron bombones para la persona amada en el Día de San Valentín.



Los comerciantes llenan sus estantes con dulces, joyas y bisutería relacionadas con Cupido (otro día les contaré que Cupido no pinta nada en este valentinesco asunto) que piden "Sé mi Valentín". Como en el resto del mundo, en España, el olfato comercial impuso el día.

En 1948, el periodista César González-Ruano escribió un artículo en el que proponía la idea de importar la celebración de San Valentín desde el mundo anglosajón a nuestro país y, como no podía ser de otra manera, la primera persona que apoyó esta iniciativa fue Pepín Fernández, dueño de Galerías Preciados. El empresario promovió la necesidad de hacer regalos ese día los seres más queridos. En la película Vuelve San Valentín, el apuesto George Rigaud le echó una buena mano.

A principios del mes de febrero de ese mismo año, la prensa nacional ya publicaba anuncios en los que los grandes almacenes alentaban a la gente a celebrar el día de San Valentín. La iniciativa tuvo tanto éxito que, actualmente, cada vez son más los lugares que se unen a esta famosa celebración. Por lo que parece, no se puede luchar contra el amor (y menos aún contra las ganas de consumir). ©Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.

Cupido poco tiene que ver con San Valentín

Paisaje con Cupido (Il Sodoma, 1510) ©Web Gallery of Art / Wikimedia Commons


En otra entrada anterior en la que me ocupé del Día de San Valentín, prometí hacerlo con las relaciones entre el santo decapitado y Cupido, la mitológica deidad griega. Después de ponerme al día con el Diccionario de mitología griega y romana de Pierre Grimal, voy con ello.

Lo que comenzó como un día festivo en honor a dos o tres mártires cristianos primitivos, los "valentines", ahora se asocia con multitudes de cupidos en forma de querubines alados, cuyos arcos y flechas de aspecto inofensivo simbolizan un dulce romance en lugar de una guerra mortal. De alguna manera, se supone que la frase "el flechazo de Cupido" es más agradable que sangrienta.

El Cupido original era hijo de Venus, la diosa romana del amor y la belleza. El propio Cupido, basado en el Eros griego, era una deidad romana asociada con la lujuria y el amor. En Grecia y en Roma, ambas deidades se representaban como jóvenes apuestos, no como sonrosados niños alados.

Pero los poetas y artistas antiguos también imaginaron una tropa de "erotitos" o "cupiditos" asistentes de ambos dioses. Los romanos los retrataron como niños alados, o "putti", como se los conoció en el arte renacentista italiano. Estos, a su vez, se convirtieron en los angelitos gorditos hoy pululan cada 14 de febrero.

Sarcófago con putti. Museo Pio Clementino. El Vaticano. Fuente.

A pesar de imaginar al dios con una tropa de asistentes encantadores, los romanos sabían que Cupido tenía un lado más oscuro y peligroso, un poder maléfico que no se debía olvidar.

Jovencito, pero matón

Como escribió en el año 8 d. C. el poeta Ovidio en su epopeya Metamorfosis, el dios arquero Apolo descubrió ese poder sufriéndolo en sus propias carnes. Después de haber matado al dragón de Delfos con mil flechazos, Apolo provocó la ira del hijo de Venus al burlarse de las armas de Cupido que parecían de juguete:

Dime, joven afeminado: ¿qué pretendes hacer con esa arma más propia de mis manos que de las tuyas? Yo sé lanzar las flechas certeras contra las bestias feroces y los feroces enemigos. [...] Conténtate con avivar con tus candelas un juego que yo conozco y no pretendas comparar tus victorias con las mías.

Cupido rápidamente tomó cumplida venganza. Atravesó el corazón de Apolo con una flecha de oro, lo que hizo que este se enamorara apasionadamente de la ninfa Dafne. Pero Dafne, que había pronunciado juramento de virginidad, había rechazado a muchos pretendientes y prefería cazar y vagar por los bosques. Cupido le disparó una flecha de plomo, lo que aumentó su odio por todo lo amoroso. Los flechazos cumplieron sus objetivos: Apolo se inflamó de pasión por Dafne y ella lo aborreció.

Apolo hostigó constantemente a Dafne, pero la ninfa siguió esquivándolo hasta que los dioses intervinieron y ayudaron a Apolo para que pudiera alcanzarla. En vista de que Apolo acabaría por atraparla, Dafne pidió ayuda a su padre. De repente, su piel se convirtió en corteza de árbol (un laurel), sus cabellos en hojas y sus brazos en ramas. 

Dejó de correr porque sus pies se enraizaron en la tierra. Apolo abrazó las ramas, pero estas se redujeron. Como ya no la podía tomar como esposa, Apolo juró que la amaría eternamente haciendo del laurel su árbol favorito y prometiendo que sus ramas coronarían las cabezas de los héroes y los campeones de los Juegos Olímpicos. Apolo usó sus poderes de eterna juventud e inmortalidad para que el laurel siempre estuviera verde.

El esposo invisible

Pero la caracterización más famosa de Cupido en la literatura latina aparece en la obra de Apuleyo, que vivió durante el siglo II en lo que hoy es Argelia. Escribió un cuento sobre Psique, una princesa tan hermosa que los mortales la adoraban comparándola con Venus, la diosa del amor.

Enfurecida por los celos, Venus ordenó a su hijo Cupido que hiciera que Psique se enamorara del hombre más miserable que encontrara. Pero un oráculo había profetizado a la familia real que Psique, su hija, estaba predestinada a casarse con una «criatura salvaje e indómita» que volaba atormentando a todos con fuego. Asustada, la familia la abandonó en un acantilado para que afrontara sola su terrible destino. En lugar de ello, Psique fue transportada por una suave brisa a un hermoso palacio habitado por sirvientes invisibles. Esa noche, un «esposo desconocido llegó y tomó a Psique por esposa» antes de partir al amanecer.

Su cónyuge invisible y ardoroso continuó visitándola todas las noches y al poco Psique se quedó embarazada. Se sentía muy feliz, pero también cada vez más sola. Su misterioso esposo permitió que sus hermanas pudieran visitarla siempre y cuando ella no intentara «indagar sobre su verdadero aspecto». Llena de felicidad, Psique accedió y le dijo: «Quienquiera que seas, te amo profundamente. Ni siquiera Cupido podría compararse contigo».

Psique descubre a su esposo Cupido. "Cupido y Psique’ de Giulio Kartar


Cuando las dos hermanas mayores de Psique la visitaron, sintieron envidia de su lujosa existencia. «¡Debe de estar casada con un dios!» pensaron, mientras que Psique parecía estar en la inopia. Con la esperanza de romper el matrimonio, las envidiosas hermanas le dieron una explicación del secreto de su marido: sin duda era una serpiente monstruosa que tenía intención de devorarla a ella y a su hijo cuando naciera.

Horrorizada, Psique creyó lo que decían a pesar de su íntimo conocimiento físico de su esposo: «su cabello perfumado, sus mejillas tiernas y su cálido pecho». Armada con una daga, se preparó para matar a su esposo mientras dormía. Pero antes de hacerlo, olvidando las repetidas advertencias que aquel le había hecho, lo miró a la luz de una lámpara de aceite. Aquí, a mitad de la historia, el lector finalmente descubre su identidad: ¡Era ni más ni menos menos que el mismísimo Cupido!

Al verlo, Psique «se enamoró del Amor». Pero una gota de aceite hirviendo despertó a Cupido. Completamente consternado por la traición de su esposa, huyó volando. El resto de la narración es la larga y ardua búsqueda de Psique para recuperar a Cupido. Se sometió voluntariamente a una serie de tareas brutales impuestas por Venus, antes de que, desesperada y exhausta, cayera en un sueño eterno justo antes de terminarlas.

Amor perdido y encontrado

Y a todo esto, ¿dónde estaba Cupido? Si en la primera mitad de la historia se le caracteriza como una fuerza poderosa y peligrosa, la segunda mitad lo representa como un indefenso niño de mamá. Voló de regreso al palacio de Venus, donde su madre, furiosa porque se había casado en secreto con Psique, lo encerró en su aposento.

Finalmente, recordando su amor por Psique, Cupido escapó por la ventana y la salvó del sueño eterno. Luego hizo un trato inteligente con Júpiter, rey de los dioses: Psique podría hacerse inmortal, allanando el camino para que ella se casara “oficialmente” con Cupido, un apaño que incluso satisfizo a Venus.

Ovidio y Apuleyo nos recuerdan que el Cupido original no es el amable portador de tarjetas de San Valentín, sino una fuerza elemental de la naturaleza humana, una «criatura salvaje e indómita» que enciende el fuego de la pasión de formas impredecibles. Mientras que la lujuria de Apolo por la belleza de Daphne resultó insatisfecha, Psique finalmente disfrutó del sexo con su invisible marido.

Apolo aprendió que el deseo no siempre es mutuo, mientras que Psique se dio cuenta de que el amor, la fidelidad y la confianza deben ganarse día a día. ©Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.