Vistas de página en total

jueves, 7 de agosto de 2025

IDENTIFICADA LA ASESINA SILENCIOSA DE MILES DE MILLONES DE ESTRELLAS DE MAR

 

El misterio de miles de millones de muertes de estrellas de mar se ha resuelto por fin. Experimentos de laboratorio han identificado una bacteria como la causa de la enfermedad que ha devastado las poblaciones a lo largo de la costa occidental de de Norteamérica.

Durante más de una década, la costa oeste norteamericana ha sido escenario de una catástrofe ecológica sin precedentes: la desaparición masiva de miles de millones de estrellas de mar, víctimas de una enfermedad que las desintegra en apenas dos semanas. Un equipo científico internacional acaba de identificar al culpable: una cepa de la bacteria Vibrio pectenicida.

En 2013, las estrellas de mar a lo largo de la costa del Pacífico de América del Norte comenzaron a morir en grandes cantidades. La causa, una enfermedad denominada enfermedad de desgaste de estrellas de mar (SSWD), afecta a docenas de especies y ha acabado por erigido como la epidemia marina más grande conocida en una especie no comercial.

Esta mortandad masiva ha provocado una explosión en el número de erizos de mar, unos invertebrados que se comen las estrellas de mar. A su vez, el auge de los erizos herbívoros ha dañado a lo largo de la costa los bosques de algas marinas que comen aquellos. Los científicos han luchado por identificar la causa de SSWD. El análisis genómico ha revelado que las estrellas de mar enfermas portaban una mayor carga de la bacteria V. pectenicida. La inyección de esta bacteria en estrellas de mar sanas las llevó a desarrollar SSWD y morir, lo que sugiere que V. pectenicida es el patógeno causante de la enfermedad.

¿Qué es Vibrio pectenicida?

En las últimas décadas, los ecosistemas marinos se han enfrentado a una creciente amenaza procedente de bacterias patógenas que afectan a múltiples especies. Una de estas bacterias es V. pectenicida, un microorganismo que, aunque fue identificado originalmente como patógeno de moluscos bivalvos como las vieiras (Pecten maximus), ha comenzado a mostrar vínculos preocupantes con brotes de enfermedad en otras especies marinas, incluyendo a las estrellas de mar.

Miles de millones de estrellas de mar girasol (Pycnopodia helianthoides) han sido asesinadas por una bacteria. Imagen de Jeff Rotman / Nature Picture Library.

V. pectenicida es una bacteria ampliamente distribuida en ambientes marinos. Su descubrimiento se remonta a los años 90, cuando fue identificada como el agente etiológico de la mortalidad masiva de larvas de vieira en criaderos de acuicultura europeos, especialmente en las costas atlánticas de Francia. Desde entonces, ha sido objeto de múltiples estudios por su capacidad patógena y por la amenaza que representa para la industria acuícola.

Esta bacteria es capaz de producir una variedad de enzimas y toxinas que destruyen los tejidos de sus hospedadores, provocando necrosis, septicemia y finalmente la muerte. Es resistente a una amplia gama de condiciones ambientales y puede sobrevivir en estado latente hasta encontrar un hospedador vulnerable. Su capacidad de adaptación y expansión ha llamado la atención de los científicos, especialmente por su potencial para cambiar de hospedador.

Estrellas de mar: víctimas inesperadas

Durante mucho tiempo se pensó que V. pectenicida afectaba exclusivamente a moluscos, pero recientes investigaciones han identificado su presencia en brotes de enfermedad de desintegración en estrellas de mar, particularmente en el hemisferio norte. Las estrellas de mar, miembros clave del ecosistema bentónico (los organismos bentónicos son aquellos que se asocian al cualquier fondo acuático) han estado sufriendo una serie de eventos de mortandad masiva, caracterizados por síntomas de lesiones cutáneas, pérdida de turgencia, necrosis y desmembramiento progresivo de sus característicos brazos.

Aunque en estos brotes múltiples se han implicado diversos patógenos —incluyendo virus y otras especies de Vibrio como V. aestuarianus y V. splendidus—estudios de laboratorio han demostrado que V. pectenicida también puede inducir síntomas similares y ha sido aislada en tejidos de estrellas de mar enfermas en diferentes regiones.

Mecanismos de infección y transmisión

Una de las características más preocupantes de V. pectenicida es su capacidad para aprovechar condiciones de estrés ambiental, como el aumento de la temperatura del agua o la presencia de contaminantes, para proliferar y atacar a los organismos debilitados. En las estrellas de mar, la infección suele comenzar con la formación de pequeñas lesiones en los brazos, que rápidamente se ulceran. El tejido se desintegra, dejando expuesto el sistema ambulacral, hasta que el organismo muere y se fragmenta.

La enfermedad de desgaste hace que las estrellas de mar se deshagan en una sustancia pegajosa. Imagen de Grant Callegari / Hakai Institute.

La transmisión puede ocurrir por contacto directo con organismos infectados o a través del agua, ya que las bacterias son capaces de sobrevivir en la columna de agua y colonizar nuevos hospedadores. En zonas de alta densidad poblacional, como bancos de estrellas de mar en arrecifes o plataformas rocosas, la enfermedad se propaga con rapidez.

Consecuencias ecológicas

Las estrellas de mar desempeñan un papel crucial en los ecosistemas marinos. Como depredadores situados en el tope de algunas cadenas alimenticias y carroñeros eficientes, las estrellas de mar regulan las poblaciones de moluscos, crustáceos y otros invertebrados. La pérdida masiva de estrellas de mar puede desencadenar desequilibrios ecológicos significativos.

Por ejemplo, en la costa del Pacífico de Norteamérica, la mortandad masiva de estrellas de mar del género Pisaster, observada desde 2013, provocó un aumento descontrolado de poblaciones de mejillones, que a su vez desplazaron a otras especies y redujeron la biodiversidad de las zonas intermareales. Aunque en ese caso el patógeno principal fue identificado como un densovirus, se detectaron también coinfecciones por bacterias del género Vibrio, lo que sugiere que los brotes pueden tener múltiples causas sinérgicas.

La introducción o proliferación de V. pectenicida en estos contextos podría agravar la situación, debilitando aún más a las poblaciones sobrevivientes o dificultando la recuperación de las especies afectadas.

El cambio climático como factor de riesgo

Uno de los principales factores que favorecen la proliferación de V. pectenicida es el aumento de la temperatura del mar. Esta bacteria se reproduce más eficientemente a temperaturas elevadas, por lo que los eventos de calentamiento oceánico (como los provocados por El Niño o por el irrefrenable calentamiento global) están creando condiciones ideales para su expansión.

Además, la acidificación del océano y la eutrofización derivada de la contaminación costera también generan ambientes más favorables para las bacterias patógenas y más hostiles para los organismos marinos complejos como las estrellas de mar. Esto significa que el cambio climático no solo pone en peligro a las especies por el estrés directo, sino también por el incremento en la virulencia de agentes infecciosos.

Medidas de control y perspectivas de investigación

Actualmente, no existen tratamientos eficaces para las infecciones por V. pectenicida en especies silvestres. En el ámbito de la acuicultura, se han probado antibióticos y probióticos, pero su uso en ambientes abiertos está limitado por el riesgo de generar resistencia bacteriana y alterar el equilibrio microbiano natural.

La mejor herramienta disponible es la vigilancia epidemiológica. Mediante el monitoreo continuo de las poblaciones marinas y el análisis de parámetros ambientales, es posible anticipar brotes y tomar medidas de mitigación, como el cierre temporal de zonas de buceo, la limitación de actividades contaminantes o la protección de áreas clave para la reproducción.

En paralelo, la investigación científica está avanzando hacia la comprensión de los mecanismos moleculares de patogenicidad de V. pectenicida y su interacción con los sistemas inmunológicos de diferentes hospedadores. El desarrollo de técnicas de diagnóstico rápido, basadas en PCR o biosensores, permitirá detectar la presencia de la bacteria antes de que los síntomas sean visibles.

Conclusión

La aparición de V. pectenicida como una posible amenaza para las estrellas de mar representa un ejemplo más de cómo los ecosistemas marinos están siendo empujados al límite por factores interrelacionados: cambio climático, contaminación, pérdida de biodiversidad y proliferación de enfermedades. Aunque esta bacteria fue originalmente conocida por su impacto en la acuicultura, su potencial zoonótico marino y su efecto sobre organismos clave como las estrellas de mar la convierten en un tema urgente de estudio.

Proteger los océanos requiere un enfoque holístico que combine ciencia, gestión ambiental y educación. Solo entendiendo las dinámicas de estas enfermedades emergentes podremos diseñar estrategias para preservar la salud de nuestros ecosistemas marinos y asegurar su resiliencia frente a los desafíos del siglo XXI.

miércoles, 6 de agosto de 2025

UNA REINA DEL MIMETISMO ANIMAL

 

Ramas y polillas. Descubre quién es quién.

El mimetismo animal es una estrategia de supervivencia que utilizan diversas especies para protegerse de sus predadores, engañándolos con la apariencia, olor o sonidos que imitan otros objetos, animales o incluso su entorno. Esta adaptación evolutiva les permite disminuir las probabilidades de ser cazados y aumentar sus posibilidades de reproducirse y transmitir sus genes a futuras generaciones.

Existen diferentes tipos de mimetismo en el reino animal. Uno de los más conocidos es el mimetismo batesiano, llamado así en honor al zoólogo Henry Bates, que lo describió en el siglo XIX. En este tipo de mimetismo, una especie inofensiva imita la apariencia de otra especie peligrosa o venenosa para disuadir a los predadores.

El mimetismo batesiano se diferencia del siguiente, el mimetismo mulleriano, en que, aunque las especies también son similares en apariencia, solo una de ellas está armada con mecanismos de defensa frente a los depredadores (espinas, aguijones, químicos tóxicos o, incluso, sabor desagradable). Su doble aparente carece de estos rasgos. Es decir, la segunda especie engaña al depredador y le dice: “No me comas, que soy de la especie que ya sabes que te traerá problemas”.

Un caso de mimetismo batesiano: un ejemplar de Spilomyia longicornis (una inofensiva mosca de las flores) que se asemeja a una avispa.

Uno de los pioneros de la Biología Matemática (la disciplina que incorpora las matemáticas a la descripción de los fenómenos biológicos) fue Johann Friedrich Theodor Müller. Este naturalista y biólogo alemán emigró a Brasil, donde estudió la historia natural de la selva amazónica.

Müller desarrolló una teoría para explicar el siguiente fenómeno: cuando existen dos o más especies que pueden ser poco rentables e incluso desagradables para un predador, y que pueden no estar biológicamente relacionadas, es posible que una llegue a imitar las advertencias de otra. Advertencias que dicen cosas del tipo a “no me comas, no te voy a alimentar mucho y puedo además resultar muy desagradable para tu paladar y tu salud”. Los depredadores aprenden a distinguir estas advertencias de una especie, y otra la imita para escapar.

De esta forma, los predadores aprenden a evitar esas formas y colores particulares, beneficiando a todas las especies involucradas. Un ejemplo claro son diferentes especies de mariposas y avispas con patrones similares en sus alas o cuerpos, para reforzar la idea de que todos son potencialmente peligrosos.

Las mariposas virrey y monarca son un ejemplo muy conocido de mimestismo mulleriano

El mimetismo agresivo, por otro lado, ayuda a las especies a acercarse a su presa sin ser detectadas. Algunos animales, como ciertos tipos de escarabajos, insectos o incluso algunos depredadores, imitan objetos del entorno, como ramas, hojas o piedras, para pasar desapercibidos y acechar a su presa de manera efectiva. Un ejemplo destacado es la mantis religiosa, que se asemeja a hojas o ramas, facilitando su camuflaje en la vegetación.

Además del mimetismo visual, existen formas de mimetismo auditivo o químico. Algunas especies emiten sonidos que imitan otros animales para atraer o ahuyentar a ciertos animales. También hay animales que emiten feromonas que imitan las de otros para engañar a sus enemigos o presas. Los insectos como las hormigas o las abejas también utilizan feromonas para comunicarse y mantener sus colonias ocultas a los depredadores.

 La mantis orquídea muestra una forma de mimetismo agresivo, en la que su apariencia atrae a los insectos que buscan néctar. Sus colores vivos y sus extremidades en forma de pétalos la convierten en un depredador eficaz, ya que los insectos desprevenidos caen presa de su engaño.

Mantis orquídea (Hymenopus coronatus). Este asombroso insecto imita las flores de las orquídeas y atrae a los polinizadores de los que se alimenta.

El mimetismo tiene un papel fundamental en la biodiversidad, ya que favorece la adaptación y la evolución de las especies. Gracias a estas estrategias, muchas especies han logrado sobrevivir en ambientes hostiles y competir en equilibrios ecológicos complejos. Sin embargo, también puede generar conflictos, como en el caso de especies invasoras que imitan especies locales para infiltrarse en ecosistemas sin ser detectadas.

En conclusión, el mimetismo animal es una de las formas más ingeniosas y efectivas de adaptación en la naturaleza. Demostrando una vasta capacidad de innovación evolutiva, muchas especies han perfeccionado estas estrategias para evitar ser devoradas, capturar presas o engañar a sus competidores. Este fenómeno refleja la impresionante diversidad y complejidad de los mecanismos de supervivencia en el mundo animal, reafirmando la importancia del estudio de estos comportamientos para entender mejor la evolución y la ecología de las especies.

Una reina del disfraz


Vuelva a la foto de inicio y luego observe esta. No, no son pedazos de madera, es una polilla a la que podemos situar entre los campeones del mimetismo animal. La naturaleza perfeccionó el arte del disfraz en la Phalera bucephala, una polilla que se camufla como un trozo de madera. Su cuerpo alargado y sus alas grisáceas salvo en los extremos, que parecen un trozo de madera, imitan con precisión la textura y vetas de la corteza, volviéndola casi invisible sobre troncos y ramas.

Este camuflaje no solo la protege de depredadores, sino que también refleja una adaptación evolutiva extraordinaria. Activa por la noche, pasa el día inmóvil, fundida con su entorno. Sus larvas se alimentan de madera, contribuyendo al reciclaje orgánico. En su silencio y mimetismo, esta polilla demuestra que la supervivencia puede depender de parecerse a lo que nadie mira.

domingo, 3 de agosto de 2025

PETUNIAS, SURFINIAS Y CALIBRACHOAS

 

Petunias, surfinias y calibrachoas son plantas con floraciones atractivas muy populares en jardinería, especialmente en macetas, jardineras colgantes y borduras. Aunque tienen un aspecto similar, pertenecen a estirpes diferentes (aunque emparentadas) y presentan algunas diferencias.

Hace unos días, la prensa de todo el mundo incluyó una noticia sensacional: unos científicos chinos habían descubierto el origen de las patatas a partir de un ancestro parecido a los tomates. Hagamos un poco de taxonomía. Las patatas tienen el nombre científico de Solanumtuberosum, mientras que los tomates pertenecen a la especie Solanum lycopersicum.

El que ambos compartan el primer nombre (el del género: Solanum), significa que ambos están estrechamente emparentados. Como no podía ser menos, ese parentesco se extiende a su pertenencia a la misma familia: las solanáceas, donde se reúnen tanto plantas comestibles como berenjenas, patatas, tomates y pimientos, como otras de efectos tóxicos o alucinógenos como el tabaco, el beleño, la mandrágora, la solandra, la belladona o el estramonio.

Mientras que Petunia, y Calibrachoa son dos géneros incluidos en esta familia, Surfinia no es, en realidad, ni un género distinto, ni una especie biológica: es un híbrido entre dos o más especies de Petunia. Su propio nombre botánico lo indica: Petunia x hybrida. La “x” que se coloca detrás del género indica precisamente eso, que es un híbrido, lo que en este caso en particular se refuerza en el epíteto específico “hybrida”. El híbrido fue desarrollado en Japón seleccionando petunias por su crecimiento colgante y su resistencia a condiciones adversas.

Empecemos por resumir las diferencias entre las tres: 

Característica

Petunia

Surfinia

Calibrachoa

Género

Petunia

Petunia (híbrido)

Calibrachoa

Tamaño de flor

Grande (5 a 10 cm)

Grande (5 a 10 cm)

< 3 cm

Hábito de crecimiento

Erecto o semicolgante

Muy colgante

Muy colgante

Propagación

Semillas

Esquejes

Esquejes

Tolerancia al calor

Media

Alta

Muy alta

Floración

Estacional

Muy abundante

Muy Continua

Uso común

Jardines, macetas

Jardineras colgantes

Cestas colgantes

Reproducción

Semilla (fácil)

Esquejes (clonal)

Esquejes (difícil por semilla)

Vamos a profundizar ahora un poco en la comparación botánica entre Petunia y Calibrachoa. Aunque ambas parecen muy similares a primera vista, son géneros distintos, con diferencias genéticas, estructurales y fisiológicas notables.

Un cultivar de Petunia
Genéticamenteamente, entre petunias y calibrachoas la diferencia reside en el número de cromosomas: 14 en las primeras, 18 en las segundas, un argumento muy potente para considerarlas géneros distintos cuya hibridación natural es prácticamente imposible. 

Morfológicamente son muy parecidas, excepto en el tamaño de las flores, más pequeñas, pero muy copiosas, en el caso de las calibrachoas, lo que resulta especialmente notable en uno de sus cultivares, el ‘Million Bells’, cuyas matas producen cientos de campanitas violetas, azules, rosadas, rojas, magenta, lavanda, amarillas, anaranjadas, blancas...

Cuando los exploradores y botánicos europeos comenzaron a clasificar las plantas sudamericanas en los siglos XVIII y XIX, adoptaron en muchos casos el nombre vernáculo local. El género suramericano Petunia fue formalmente descrito por el botánico francés Antoine Laurent de Jussieu (1748-1836), que formó la palabra "petunia" haciéndola derivar del término "petyn" o "peti", que en guaraní significa "tabaco".

Los colores de las petunias son muy variados (blanco, rosa, rojo, púrpura, azul, sin que falten las flores polícromas); la textura de su follaje es gruesa, algo pegajosa y peluda. Se reproducen fácilmente por semillas y, aunque toleran algo menos el calor extremo que las calibrachoas, pues para crecer bien requieren sol abundante y buen drenaje.

Las calibrachoas ‘Million Bells’ ofrecen una floración abundantísima. 

Originarias como las petunias de Suramérica, las calibrachoas pertenecen a un género cuyo nombre, acuñado en 1825 por el botánico extremeño nacionalizado mexicano Vicente Cervantes (1758-1829), que quiso así rendir homenaje a Antonio de la Cal y Bracho, al parecer un boticario mexicano del que prácticamente no existen datos biográficos, formándolo de "Cali" (por "Cal y") "bracho" (por Bracho).

El hábito de crecimiento de las calibrachoas es colgante, denso y ramificado, y con una textura del follaje más fina y compacta que la de petunias y surfinias. Otro rasgo que las distingue: sus hojas no son pegajosas. Las flores son también más pequeñas (2–3 cm), pero muy numerosas y de colores muy variados; su cultivo es más tolerante al calor, pero algo más exigente en cuanto a pH del sustrato, pues prefiere suelos ligeramente ácidos. Se reproducen por esquejes, aunque sea posible, pero más difícil, propagarlas por semillas.

Característica

Petunia

Calibrachoa

Género

Petunia

Calibrachoa

Familia

Solanaceae

Solanaceae

Número cromosómico

2n = 14

2n = 18

Tamaño de flor

5–10 cm

2–3 cm

Forma de flor

Trompeta abierta

Trompeta pequeña/campana

Crecimiento

Erecto o semicolgante

Muy colgante y compacto

Floración

Estacional

Continua

Reproducción

Semillas (fácil)

Esquejes (principal método)

Raíces

Más superficiales

Más finas y densas

Tolerancia al calor

Moderada

Alta

Sensibilidad al pH

Moderada

Alta (prefiere sustrato ácido)

Flor

Grande, abierta

Pequeña, en forma de campana

Tallo

Más grueso

Más delgado y flexible

Hojas

Más grandes, peludas

Más pequeñas, suaves

Floración

Menos densa, más llamativa

Muy densa, cubre totalmente

Textura del follaje

Gruesa, pegajosa

Suave y compacta

Gracias a su porte rastrero, las calibrachoas crecen formando cascadas de flores. Resultan espectaculares en tiestos colgantes, macetas y rocallas, y son capaces de mantener su forma compacta y densa aun cuando están estresadas por el calor. Además, sin que se sepa por qué, atraen a los pájaros.

Las calibrachoas exigen pocos cuidados y a su vigor y resistencia a altas temperaturas y plagas, añaden su capacidad autolimpiante: las flores viejas no necesitan ser pinzadas. Para florecer en abundancia desde abril hasta otoño, exigen un aporte mensual de abono para plantas de flor. Requieren un excelente drenaje para evitar la pudrición: solo hay que regarlas cuando el sustrato se vea seco.

La versión colgante de las petunias son las surfinias. Surfinia no es un nombre botánico “oficial”, sino una marca registrada desarrollada en los años 90 por la compañía japonesa Suntory. Es una línea híbrida de petunias seleccionada por su crecimiento colgante, floración abundante y resistencia al clima severo. 

El nombre “Surfinia” fue creado para combinar la idea de “Surf” (quizás aludiendo a su forma colgante, como olas deslizantes) con el sufijo atractivo y floral “-inia”, que evoca suavidad o feminidad, Surfinia es ahora sinónimo de "petunias colgantes" en el lenguaje común de la jardinería.

Una surfinia morada

Sus flores tienen un tamaño similar o ligeramente más pequeñas que las petunias tradicionales y, a diferencia de estas, se propaga por esquejes (no por semillas: son estériles como sucede en todos los híbridos). Muy resistentes y floríferas, las surfinias son unas de las plantas colgantes más populares del mundo.

MANTECA DE CACAHUETE: UN RICO MANJAR PRECOLOMBINO

 

Entre los muchos alimentos que han logrado trascender fronteras está, sin duda, la crema o mantequilla de cacahuete, un producto que ha conquistado todo tipo de paladares alrededor del mundo. Su presencia está estrechamente relacionada con la cultura de Estados Unidos, cuyo ejemplo más conocido quizás sea el famoso sándwich de crema de cacahuete y mermelada (peanut butter and jelly, o PB&J), que se muestra en series y películas, como los que en House of cards se preparaba por las noches en la cocina de la Casa Blanca el presidente Francis Underwood (Kevin Spacey) mientras tramaba todo tipo de trapisondas políticas.

¿Qué es la mantequilla de cacahuete?

Vayamos por partes. ¿Qué es la mantequilla de cacahuete? Respuesta rápida: el resultado de tratar la semilla de los cacahuetes o manises, unas legumbres de lo más curioso. Arachis hypogaea, la especie a la que corresponden los cacahuetes, pertenece a la familia de las leguminosas (Fabaceae), la misma que agrupa a las judías verdes, los guisantes, las habas o las falsas acacias cultivadas en los jardines y en las calles de todo el mundo.

Arachis hypogaea, proviene del griego "arakos", que era el nombre dado por los griegos a una leguminosa que se consideraba una maleza. Hypogaea deriva del griego "hypo" (debajo) y "gea" (tierra), indicando que los frutos se desarrollan bajo tierra.

Flor del cacahuete (Arachis hypogaea)

La cáscara del cacahuete o maní, es decir la cubierta de la legumbre, se desarrolla a partir del ovario de una flor (lo que quiere decir que es un fruto) y contiene en su interior las semillas rodeadas por una capa delgada de color marrón rojizo. Así que los cacahuetes con cáscara son frutos, que abrimos para comernos directamente las sabrosas semillas cuyo número varía entre 2 y 4. En la industria, las semillas se tratan para hacer manteca.

Aunque florecen por encima del suelo, los cacahuetes poseen unos frutos peculiares que se desarrollan bajo tierra. Comienzan como unas hermosas flores amarillas con la forma amariposada típica de sus parientes, lo que le valió a la familia para recibir su antiguo nombre de papilionáceas (del francés papillion: mariposa). Aunque las flores suelen atraer a varios tipos de insectos potencialmente polinizadores, por lo general las son autógamas, es decir, se fertilizan por si solas.

Los acontecimientos que hacen de un cacahuete un fruto original suceden después de la polinización, cuando los pétalos marchitados caen y el ovario (que pronto será una legumbre con cáscara) comienza a introducirse bajo tierra. No es el tallo de la flor (pedicelo) lo que entierra la fruta; más bien, esa función la ejecuta la base del ovario, que se alarga en una estructura coloquialmente llamada "clavo".

La fructificación bajo tierra es difícil y el ovario está expuesto a hongos, bacterias, nematodos y niveles de humedad fluctuantes, por lo que as cáscaras se vuelven muy duras gracias a la lignificación de las células y de la fibras de paredes gruesas que forman una red que sobresale=n en la superficie de la cáscara. En resumen, esas cáscaras tienen que ser lo suficientemente resistentes para soportar desafíos físicos intensos, pero lo suficientemente hábiles como para adaptarse a las señales ambientales sutiles que permiten la maduración adecuada de las semillas.

Aspectos biológicos de los cacahuetes. 1: manojo subterráneo de legumbres. 2: el crecimiento de una estructura endurecida, el clavo, introduce el primordio de la legumbre en el suelo. 3: corte longitudinal de una legumbre mostrando dos semillas cubiertas por la testa membranosa. 4: legumbre entera. 5: Vista cenital de una semilla de maní, ligeramente entreabierta. El mechón del centro es un conjunto de hojas nuevas que emergerán cuando la plántula germine. 6: Entre los cotiledones hay una pequeña estructura que parece un pálido penacho plumoso. es el primer conjunto de hojas que aparecerá por encima del suelo cuando se planta un maní fresco.

Antes de comerte las semillas, míralas más de cerca. La capa papirácea de color marrón rojizo que rodea una semilla de maní es su cubierta, la testa. Como el resto de los miembros de su familia, el maní tiene dos mitades distintas, los cotiledones, que almacenan una gran cantidad de nutrientes para sostener el desarrollo de las plántulas, una función que hace de ellos unas potentes reservas de proteínas y calorías en forma de grasas. Debido a que muchas especies de leguminosas usan bacterias simbióticas para fijar el nitrógeno del aire, los cacahuetes pueden permitirse el lujo de almacenar en sus semillas un arsenal de proteínas ricas en nitrógeno.

Una investigación genética ha situado el origen más probable del cacahuete cultivado a una región muy pequeña en el sur de Bolivia, cerca de donde confluyen las fronteras de este país, Paraguay y Argentina. El cultivo del cacahuete en esa región comenzó muy temprano, prácticamente tan pronto como los humanos llegaron allí, y parece haberse extendido rápidamente. Esa investigación sugiere que los cacahuetes cultivados surgieron como un híbrido entre otras dos especies de cacahuetes hace más de 9.000 años, y hay pruebas del cultivo de cacahuetes en Perú hace unos 7.800 años.

¿Es saludable la mantequilla de cacahuete?

Aunque el origen de la mantequilla de cacahuete sea incierto, existe constancia de que la elaboraban ya los pueblos precolombinos de Sudamérica. Su popularidad se disparó en el siglo XX, gracias a su introducción en la dieta estadounidense y a la creciente industrialización de su producción. Fue, de hecho, John Harvey Kellogg (el mismo de los cereales) quien consiguió popularizar su consumo cuando, a finales del siglo XIX, patentó una mezcla de cacahuetes vaporizados para alimentar a los pacientes del sanatorio de Battle Creek, en Michigan.

Cuando se trata de mantequilla de maní, la cuestión de sus efectos sobre la salud es discutible, ya que todo depende de cómo se consuma y especialmente de su composición. A primera vista, este producto evoca un rico sabor, una textura cremosa, una fuente rápida de energía. Pero detrás de esta imagen reconfortante, hay matices por explorar.

El punto más importante es su riqueza nutricional. La mantequilla de cacahuete es muy rica en proteínas vegetales, lo que la convierte en un aliado interesante para personas activas, vegetarianas o que simplemente quieren evitar las proteínas animales. También contiene ácidos grasos insaturados beneficiosos para el corazón, incluido el ácido oleico, el mismo que se encuentra en el aceite de oliva. Además, contiene fibra, magnesio, vitamina E, vitamina B8 (o biotina que interviene en la renovación celular de la piel, el cabello y las uñas), potasio y como fitoesteroles antioxidantes. Desde un punto de vista puramente nutricional, cumple, pues, varios requisitos positivos.

Sin embargo, no es tan simple. La trampa son las versiones industriales. Muchas mantequillas de cacahuete que ofrecen los supermercados están llenas de azúcar agregada, aceites hidrogenados (especialmente aceite de palma) y excesiva sal. Estos ingredientes procesados restan valor a la calidad general del producto y pueden anular los beneficios naturales del maní. Un producto ultraprocesado, incluso si originalmente se basa en ingredientes saludables, se convierte en una fuente de problemas: aumento de peso, pico glucémico, sobrecarga hepática o mayor riesgo de enfermedad cardiovascular.

Seis marcas de crema de cahuete puro disponibles en el mercado
Otro punto importante es su contenido calórico. Incluso por sí sola, la mantequilla de maní es muy energética, algo más de 600 kcal por 100 g, lo que no es moco de pavo. Para los atletas o las personas con un metabolismo rápido, esto puede ser una ventaja. Para el resto de los mortales, la moderación es obligada, porque de lo contrario se producirá un desequilibrio dietético.

Podemos concluir que la mantequilla de maní puede ser buena para su salud siempre que cumpla con varios criterios. Elegir un producto de cacahuete puro al cien por cien, sin azúcares ni aceites añadidos, es fundamental. Consumirlo en cantidades razonables en una dieta equilibrada, permite sacarle el máximo partido. Por ejemplo, una cucharada en un batido o en una rebanada de pan integral puede proporcionar sensación de saciedad y energía duraderas. Pero dos cucharadas al día en una dieta ya rica pueden, a la larga, desequilibrarlo todo.

Por lo tanto, la solución está en la elección consciente: elige versiones artesanales u orgánicas sin aditivos, lee las etiquetas e integre este alimento como un complemento y no como un alimento básico.

Haciéndolo así, lejos de ser un simple placer culpable, la mantequilla de cacahuete puede convertirse en un aliado nutricional equilibrado y sabroso.

viernes, 1 de agosto de 2025

ERES LO QUE COMES: LAS SORPRENDENTES RELACIONES ENTRE UNA ORQUÍDEA COMEDORA DE HONGOS Y LAS MOSCAS DE LA FRUTA

 

La orquídea Gastrodia foetida proporciona un criadero para las larvas de las moscas de la fruta, lo que constituye el primer ejemplo conocido de polinización en criadero entre las orquídeas.

Muchas angiospermas utilizan polinizadores animales para su reproducción, muchos de los cuales dependen de los recursos florales. La polinización en criaderos es una relación mutualista única en la que las plantas proporcionan a los polinizadores sitios de cría para sus larvas a cambio de la polinización.

Aproximadamente 10.000 especies de plantas con flores emplean la polinización fraudulenta, que atrae a los polinizadores mediante falsas recompensas basadas en estrategias falaces con diversas formas de mimetismo que imitan fuentes de alimento, aparejamientos sexuales, emisión de feromonas o lugares de cría como frutas fermentadas, carroña y hongos en procesos de descomposición.

Hay descritas más de 25.000 especies en la familia de las orquídeas. Una diversidad floral tan grande obedece a un solo fin: la polinización. La polinización de las orquídeas es un capítulo maravilloso en la biología de esta familia de plantas que sobresalen entre las demás angiospermas por la complejidad de sus flores y por las complicadas interacciones ecológicas con sus agentes polinizadores. Es un tema que ha captado la atención de numerosos científicos a través del tiempo, incluyendo a Charles Darwin, que realizó las primeras observaciones acerca del papel fundamental de los insectos en la polinización de las orquídeas, publicadas en 1862 en su libro La fecundación de las orquídeas.

Cuando Darwin afirmó que las variadas estratagemas que usan las orquídeas para atraer a sus polinizadores superan la imaginación de cualquier ser humano, no estaba exagerando. Las orquídeas son realmente hábiles para engañar a los polinizadores. No es para menos: el 97% de las especies necesitan un polinizador para que se lleve a cabo la transferencia de los granos de polen de una planta a los pistilos de otra y, por tanto, para que se produzca la fecundación y la formación de semillas.

La polinización por animales (zoófila) que caracteriza a las orquídeas presupone que los polinizadores visiten las flores de manera regular y se detengan en ellas el tiempo suficiente para que rocen las anteras (y se lleven las polinias: la agrupación de granos de polen en masas característica de la familia) y el estigma (la porción terminal del ovario donde deberán depositar las polinias), y que el polen quede adherido a los visitantes de modo tan perfecto que pueda llegar con seguridad a los estigmas de otras flores.

Las diferentes especies de Gastrodia carecen de clorofila y, por lo tanto, no son ni verdes ni fotosintéticas. Crecen sobre suelos ricos en humus en la sombra de los bosques húmedos de Madagascar, Rusia, el Tíbet, China, Japón, Sudeste de Asia, Australia y Nueva Zelanda. Para su alimentación dependen totalmente de una micorriza (una simbiosis de sus raíces con hongos), en la que participan dos tipos de setas Mycena osmundicola y Armillaria mellea.


Relación mutualista entre Gastrodia foetida y su mosca polinizadora, dos organismos cuya nutrición depende de los hongos. Las flores emiten un olor a hongo maduro que atrae a las moscas. A medida que estas visitan las flores, los granos de polen agregados en polinias se adhieren a sus dorsos (1). Cuando una mosca abandona una flor y visita otra para poner huevos, el polen adherido en el dorso entra en contacto con el estigma de la flor polinizándola (2). Después de la polinización, la flor comienza a marchitarse y las larvas eclosionadas en su interior comienzan a devorar los pétalos (3). Las larvas continúan su crecimiento devorando los pétalos caídos al suelo (4). Aproximadamente una semana después, se transforman en moscas adultas. Imagen cortesía de ANSAI Shun.

Gastrodia foetida no tiene la belleza de las orquídeas que fascinaron a Darwin, ni el rostelo imitador de los insectos de las orquídeas mediterráneas; tampoco tiene la estilizada figura de algunas orquídeas australianas que copulan con las avispas o de las minúsculas Platysteles de la cuenca andina del río Pastaza, ni el diabólico rostro de los Telipogon colombianos; tampoco produce las fragancias de las flores de las vainillas ni los nauseabundos olores a cadaverina que producen unas extrañas orquídeas para atraer a las moscas carroñeras.

G. foetida es una orquídea fundamentalmente práctica que no engaña a sus polinizadores. Los alimenta con sus partes marchitas y se garantía de esta manera la función primordial previa a la fecundación, que no es otra que la polinización. Para atraer a las moscas de la fruta (varias especies de Drosophila), estas orquídeas emiten un olor típico de dieta común de estas pequeñas moscas: olor a frutas fermentadas o a setas en descomposición. 

Atraídas hasta las flores por un aroma que les resulta familiar, las moscas de la fruta deambulan sobre aquellas allí el tiempo suficiente para que las polinias se adhieran a sus dorsos antes de transportarlas a otras plantas de la misma especie. Hasta ahora, se pensaba que esta relación no era un ejemplo de mutualismo, sino una más de las estrategias engañosas de muchas orquídeas, que en este caso se traduce en que los olores a afrutados o mohosos atraen a las moscas sin que obtengan ningún otro beneficio.

Así estaban las cosas hasta que el botánico japonés Kenji Suetsugu, especialista en estas orquídeas, observó que cierta especie de este género, G. foetida, tiene pétalos particularmente carnosos que se descomponen y caen unos días después de la polinización. Suetsugu decidió investigar estas plantas en busca del que podía ser (y resultó ser) el primer ejemplo de orquídeas que participan en la "polinización en criaderos", un tipo de polinización en la que una planta sirve de despensa a su polinizador.

Gastrodia foetida y sus polinizadores del género Drosophila. (A, B) flores. (C) Vista interna de una flor con huevos de Drosophila bizonata (indicados por las flechas) y polinias adheridas en el estigma. (D) Drosophila rufa con dos polinios fijadas sobre el tórax. (E) una D. rufa cargada con polinias entra en una flor. (F, G) D. bizonata portando polinios situada en la cámara floral. (H) Cámara floral cerrada alrededor del polinizador D. bizonata. (I) D. bizonata saliendo de la cámara floral, cuya forma asegura la fijación de las polinias. (J) D. bizonata inmediatamente después de abandonar la cámara. (K) Larva de D. bizonata (indicada por la flecha) en una flor polinizada. (L) Una flor a punto de descomponerse. (M) Larvas de D. bizonata consumiendo tejido floral en descomposición caído en el suelo. Barras de escala: 10 mm (A, B), 2 mm (C, D, L, M) y 5 mm (E–K). Fotografías de Kenji Suetsugu.

Lo que descubrió es que las hembras de las moscas de la fruta ponen sus huevos en las flores de la planta. Luego, las larvas eclosionadas se desarrollan en el entorno floral en el que han nacido y en que se convierten en adultas sin abandonarlo.

El aspecto más intrigante es que, contrariamente a su nombre común de mosca de la 'fruta', Drosophila bizonata, una especie que se alimenta de hongos en descomposición utiliza las flores marchitadas de G. foetida como criaderos. Una posible explicación es el hecho de que G. foetida, una orquídea no fotosintética que se alimenta de hongos, tiene una semejanza química con los hongos que asimilan, lo que confirmaría el antiguo adagio "Eres lo que comes".

Dado que se alimenta de hongos, G. foetida probablemente tenga un sabor similar al de un hongo, lo que la convierte en objetivo principal para las moscas de la fruta especializadas en hongos. Este hallazgo es significativo porque descubre un nuevo tipo de sistema de polinización en criadero, un tipo de mutualismo que va más allá de las estrategias falaces que se encuentran comúnmente en el género.

La estrategia de G. foetida representa el primer caso de polinización en criadero en orquídeas, la familia de plantas más diversa del mundo. Además, contribuye a una comprensión de las relaciones intrincadas y mutuamente beneficiosas que pueden desarrollarse en la naturaleza. La comprensión de cómo las plantas pueden ofrecer beneficios a los polinizadores en lugar de engañarlos podría impulsar los estudios de las interacciones planta-animal y su dinámica evolutiva.