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miércoles, 1 de noviembre de 2023

Breve historia del viejo dilema “truco o trato”

 


Cada año, el 31 de octubre, y durante dos noches, miles de niños disfrazados, con los brazos extendidos y una bolsa abierta para guardar chuches, llaman a la puerta de sus vecinos. 

Pedir dulces se ha convertido en una tradición casi sagrada de Halloween en Estados Unidos que se extiende por todo el mundo, pero una ancestral fiesta celta es muy anterior a la costumbre de los niños disfrazados que plantean “truco o trato”, una frase que se remonta a la década de 1920, cuando las bromas de Halloween se salieron de madre. 

Mas o menos, lo que sigue intenta explicar cómo evolucionó el truco o trato.

Una fiesta milenaria

Los milenarios orígenes de Halloween se remontan a la festividad celta de Samhain, que señalaba el año nuevo. Los antiguos irlandeses y escoceses creían que el misterioso velo que separaba los mundos de los muertos y los vivos se esfumaba cada año el 1 de noviembre, lo que permitía que, como ocurría en los legendarios tiempos que se perdían en la noche de los tiempos en cada pueblo y en cada aldea, los espíritus volvieran a vagar por la tierra.

Además de hacer ofrendas y encender hogueras para los espíritus y para espantar a los demonios errantes, los celtas se disfrazaban de muertos con la esperanza de mezclarse con los verdaderos espíritus resucitados evitando la confrontación con ellos y el ataque de los demonios liberados.

Pero ¿cómo evolucionaron esas tradiciones celtas hasta convertirse en una costumbre en la que los niños pedían dulces disfrazados para divertirse y no para protegerse de los espíritus?

Roma se apropia de la festividad

Avancemos hasta el siglo VII, cuando la Iglesia Católica se dedicó a convertir las festividades paganas en festividades temerosas de su dios. Durante el papado de Gregorio III (731-741 d. de C.), la ancestral fiesta de disfraces diabólicos de los celtas se convirtió en la celebración de los santos celestiales de la iglesia, el “Día de Todos los Santos", al que, además, trasladaron al 1 de noviembre a fecha fija.

La festividad de la iglesia primitiva se llamaba "Allhallows" o, abreviadamente, "Hallowmas", un antiguo término inglés para el Día de Todos los Santos en el que “hallow” significa “santo”. El nombre Hallowmas apareció por primera vez en el inglés medieval tardío entre 1375 y 1425, aplicado específicamente a la fiesta del 1 de noviembre en honor a los santos. Con el tiempo, se convirtió en sinónimo de Allhallows y comenzó a referirse al día después de Halloween y no solo a la fiesta.

A principios del siglo XI la Iglesia Católica ya había designado el 2 de noviembre como el Día de los Fieles Difuntos, una celebración destinada a honrar a los muertos que esperaban en el Purgatorio antes de ser enviados al Cielo. Ese día se impuso la costumbre de “almorzar” de puerta en puerta: los pobres visitaban las casas de los ricos y se ofrecían a rezar por los seres queridos fallecidos a cambio de “dulces para el alma”, una práctica que pronto fue adoptada por los niños, que pedían dinero, dulces o comida. En esa época era popular regalar a los niños pasteles con cruces encima llamados “pasteles del alma” a cambio de que rezaran por el donante.

En Escocia e Irlanda los niños hacían algo similar, pero disfrazados. Visitaban las casas ajenas prometiendo no oraciones por los muertos, sino entretenimiento. Los niños se disfrazaban e iban de puerta en puerta llevando con ellos a alguno más talentoso capaz de cantar o de recitar poesía, una habilidad ofrecida a cambio de golosinas.

El “truco o trato” moderno tiene elementos similares a las celebraciones anuales de la Noche de Guy Fawkes. En esa noche, que conmemora el fracaso del complot de la pólvora en 1605, los niños británicos llevaban máscaras y portaban muñecos de paja mientras pedían monedas de un centavo. El 5 de noviembre de 1606, Fawkes fue ejecutado por su papel en la conspiración liderada por los católicos para volar el edificio del parlamento de Inglaterra y destituir al protestante rey James I.

En el Día de Guy Fawkes original, celebrado inmediatamente después de la ejecución del famoso conspirador, se encendían hogueras comunitarias o “fuegos de huesos” para quemar efigies y los “huesos” simbólicos del Papa católico. A principios del siglo XIX, se sabe que la noche del 5 de noviembre niños con efigies de Fawkes deambulaban por las calles pidiendo “un centavo para Guy”.

Un grupo de niños en Caernarfon, noviembre 1962, junto con su muñeco de Guy Fawkes. El cartel dice "Penny for the Guy" en galés ("un penique para Guy"). Foto


El salto al otro lado del Atlántico

Esta práctica migró junto con los europeos a los Estados Unidos. Una costumbre navideña popular de los siglos XVIII y XIX llamada belsnickling practicada en Estados Unidos y Canadá era similar al truco o trato: gentes disfrazadas iban de casa en casa para realizar pequeños trucos a cambio de comida y bebida. Algunos belsnicklers incluso asustaban a los niños pequeños antes de preguntarles si habían sido lo suficientemente buenos como para ganarse un premio. Otras descripciones antiguas dicen que quienes recibían las visitas tenían que adivinar las identidades de los juerguistas disfrazados y dar comida a cualquiera que no pudieran identificar.

Aunque se practicaba en las comunidades de inmigrantes irlandeses y escoceses de principios del siglo XX, el truco o trato no se extendió realmente hasta las décadas de 1920 y 1930, cuando las bromas hacían estragos, porque en la década de 1920 se habían convertido en la actividad preferida para los gamberros.

Una investigación realizada por el etimólogo Barry Popik sugiere que el término "truco o trato" apareció por primera vez a principios de la década de 1920. En Estados Unidos, el ejemplo más antiguo registrado de la frase data de 1928. En noviembre de ese año, el Bay City Times de Michigan decía que los residentes temían la noche de Halloween, cuando se topaban en la puerta de sus casas con el «… ultimátum fatal: “¡Truco o trato!”, dicho en tono amenazador por un pequeño que apretaba en un puño sucio un pequeño trozo de jabón capaz de eliminar la transparencia de todas las ventanas a su alcance».

La Gran Depresión exacerbó el problema del gamberrismo, porque con frecuencia las travesuras de Halloween derivaban en vandalismo, agresiones físicas y actos de violencia. Una teoría sugiere que las bromas excesivas de Halloween impulsaron en la década de 1930 la adopción generalizada de la antigua tradición comunitaria de pedir dulces.

Sin embargo, esa tendencia se vio cortada de raíz con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, cuando el racionamiento del azúcar hizo que hubiera pocas golosinas para repartir. En el apogeo del baby boom de la posguerra, pedir dulces recuperó su puesto entre otras costumbres de Halloween. Rápidamente se convirtió en una práctica habitual en los crecientes y prósperos suburbios recién construidos en Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial, que permitían a millones de niños caminar de forma segura de puerta en puerta pidiendo dulces a sus vecinos.

Una antigua fotografía muestra a una mujer joven y cinco niños disfrazados de Halloween en Lexington, Oklahoma, alrededor de 1890. Foto de L. Cranson.

La fiesta se comercializa

Sin estar limitadas por el racionamiento de azúcar, las compañías de dulces capitalizaron el lucrativo ritual, lanzando campañas publicitarias nacionales específicamente dirigidas a Halloween que se veían favorecidas por los nuevos envoltorios individuales de caramelos y golosinas.

Fue todo un éxito comercial: hoy en día, los estadounidenses gastan en Halloween unos 3.100 millones de dólares en dulces, según la Federación Nacional de Minoristas y el día se ha convertido en el segundo festivo comercial más grande del país, después de Acción de Gracias. Una buena parte del dinero se gasta en Reese's Peanut Butter Cups, que según el distribuidor nacional Candy Store es la chuche de Halloween más apreciada en Estados Unidos.



Las ventas de dulces cayeron en 2020 cuando las restricciones de la COVID-19 obligaron a los niños a quedarse en casa. Pero ahora, dos años después, los pequeños estadounidenses han vuelto a salir a las calles para pedir dulces a sus vecinos, de manera muy similar a los celtas y los belsnicklers que los precedieron.

El cine ha hecho mucho por Halloween, ayudando a que se convirtiese en una fiesta tan popular en Europa. El cine nos enseñó aquello de truco o trato y disparó las ventas de las calabazas, pero sobre todo nos dejó grandes clásicos del terror y de eso que después llamamos slasher, un género que se basa en un enmascarado matando a un montón de gente con gran despliegue de hemoglobina. Si hablamos de asesinos enmascarados, la película que se nos viene a la cabeza es, claro, Halloween, obra maestra del susto dirigida por John Carpenter en 1978 en la que, dicho sea de paso, debutó una veinteañera guapísima llamada Jamie Lee Curtis.



A mediados del siglo XX, los antiguos trucos de Halloween prácticamente habían desaparecido. Los niños sólo querían dulces y los dueños de las casas que dejaban las luces encendidas se los daban. Quienes preferían evitarlo mantenían las luces apagadas. Hoy en día, pocos niños tienen intenciones de hacer una gamberrada si no les ofrecen dulces. Y si alguien no desea participar en el juego, simplemente puede simular que no hay nadie en casa, como los antiguos celtas que se hacían los muertos para evitar enfrentarse a los resucitados. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.

sábado, 24 de octubre de 2020

La noche de las calabazas

 


Aunque algunos la condenen como una “americanada”, Halloween (contracción de «All Hallows' Eve», en castellano «Víspera de Todos los Santos») es una celebración moderna resultado del sincretismo originado por la cristianización del Samhain, la fiesta celta del fin de verano, que, con el nombre de Magosto y utilizando castañas en vez de calabazas, perdura como fiesta tradicional en algunas regiones españolas.

Las raíces del Halloween vinculan el Samhain y la festividad cristiana del Día de Todos los Santos, celebrada por los católicos el 1 de noviembre. Se trata de una fiesta secular, aunque como tantas otras fiestas paganas se incorporó al calendario festivo cristiano. Los inmigrantes irlandeses transmitieron versiones de la tradición a Estados Unidos durante la Gran Hambruna irlandesa.

Halloween se asocia a menudo con los colores naranja, negro y morado, y está fuertemente ligada a símbolos como una calabaza hueca, la «Jack-o'-lantern», que rememora un viejo relato popular irlandés que habla de Jack, un granjero tan perezoso como astuto que usó una cruz para atrapar al diablo, un intento frustrado por el que se vio obligado a vagar eternamente como un alma en pena alumbrando las tinieblas con una brasa del infierno que le había dado Pedro Botero a modo de burla. Jack ahuecó un nabo de gran tamaño, puso la brasa en su interior y comenzó a vagar eternamente y sin rumbo por todo el mundo para encontrar un lugar donde pudiera descansar eternamente.

La linterna de Jack en Irlanda y Escocia era un nabo tallado con la supuesta cara tenebrosa de Jack, que se solía colocar en las ventanas para ahuyentar al diablo y a todo espíritu maligno de los hogares. Hoy, un Jack-o’-lantern es una calabaza tallada a mano en cuyo interior se coloca una vela encendida. Antes de ponerte a tallar una calabaza para colocar una vela en su interior, quizás quieras identificar su especie y variedad, lo que puede orientarte sobre qué hacer con ella una vez que haya pasado Halloween.

Figura 1. Secciones longitudinales de flores femeninas (A) y masculinas (D) de la calabaza Cucurbita maxima. En ambas, los nectarios (B, E) recubren la cavidad del receptáculo y se tiñen de negro en solución de yoduro de potasio de Lugol (C, F). n, nectario; sm, estigma; sy, estilo; o, ovario; a, antera; f, filamento estaminal. Barras de escala en A y D = 50 mm; en B, C, E, F = 5 mm. Fuente.

Para empezar, las calabazas poseen los caracteres diferenciales de la familia a la que pertenecen, las cucurbitáceas, una familia dominada por herbáceas trepadoras mediante zarcillos. Sus flores amarillas y de corola tubular que se abren durante la mañana, están adaptadas a la polinización por insectos diurnos principalmente abejas a las que recompensan con abundante néctar (Figura 1). Sus flores solitarias o en fascículos tienen corolas de pétalos soldados y campanuladas (Figura 2). Son unisexuales, unas masculinas provistas de unos estambres con grandes anteras, y otras femeninas dotadas con un ovario del que me ocuparé más abajo.

Hay calabazas de verano y calabazas de invierno. Las primeras aparecen de julio a agosto. Son blandas y de piel clara y fina. Tienen un periodo de conservación más corto que las de invierno. Al tener la piel más fina, se pueden comer enteras, incluyendo la cáscara donde se encuentran la mayoría de los nutrientes. Las de invierno son más dulces, pero más secas que las de verano, con menor contenido de agua y piel más gruesa.

Figura 2

Casi todas las calabazas cultivadas y comercializadas proceden de cinco especies estrechamente relacionadas del género Cucurbita. Las tres especies más comunes, C. pepo, C. moschata y C. maxima, tienen variedades que incluyen la palabra “calabaza” en sus nombres comunes. La mayoría de las calabazas de Halloween son variedades de C. pepo, que también incluye a los calabacines y otras calabazas de verano. Las calabazas zapallo son variedades de C. moschata, mientras que las calabazas enlatadas comerciales, las calabazas gigantes, la calabaza para tartas y la mayoría de las calabazas de formas o colores extraños son todas variedades de C. maxima.

Una calabaza es un fruto. Concretamente, es una pepónide, una baya de paredes endurecidas que se desarrolla a partir de una flor con un ovario ínfero, que se encuentra dentro del hipanto, el tejido procedente del tálamo floral que sostiene pétalos y sépalos (Figura 2). El círculo marrón de la parte inferior de la calabaza es la cicatriz que queda después de que pétalos y sépalos se desprendan al desarrollarse el fruto (Figura 4).

Figura 3. Cortes transversales de una pepónide en tres estados de desarrollo. En el estado más inmaduro (izquierda) los tres septos corresponden a las tres placentas (Pl) profundamente intrusas. En este caso cada placenta porta cuatro filas de óvulos (ov), dos a cada lado del septo. En la imagen del centro aparece un fruto cosechado inmaduro, con los óvulos ya transformados en semillas o pipas (se). En la derecha aparece un fruto cosechado recién madurado. Los tejidos centrales degeneran en una cavidad fibrosa al madurar. Algunas placentas han degenerado dejando unas cavidades o lóculos.

A medida que se desarrolla el fruto, el tejido de hipanto se fusiona con la pared exterior del ovario, el exocarpo, para convertirse en la cáscara, que recubre la pulpa consistente del mesocarpo y el endocarpo blando. Cuando quitas el tejido fibroso y pegajoso y las semillas del interior de la calabaza, estás raspando tanto el endocarpo como las placentas que conectan las semillas con la pared del ovario. Placentas y endocarpo se utilizan para elaborar el “cabello de ángel”. Si la calabaza no está demasiado madura, la cavidad central aparecerá con unos lóbulos delimitados por los septos formados por la proliferación hacia el interior de las placentas, que en principio se originan en las paredes externas del endocarpo.

Figura 4. El "mango" (1) es el pedúnculo lilgnificado que unía la flor al tallo. En el extremo opuesto una protuberancia (3) marca el lugar en el que se encontraba el estilo. En algunos lugares hay también callosidades  lignificadas (2).


Empieza a ahuecar la calabaza cortando la tapa alrededor del "mango", que en realidad es el pedúnculo, el tallo que unía primero la flor y luego el fruto con el tallo principal de la planta. En el polo opuesto al mango, una protuberancia marca el punto en donde se encontraba el extremo del ovario, el estilo (Figura 4). El pedúnculo es leñoso porque está impregnado de lignina, la sustancia responsable de la dureza de la madera. Cosechamos las calabazas de verano para comer cuando están muy inmaduras y tiernas. Sin embargo, si las dejamos madurar por completo se lignificarán hasta formar una calabaza de peregrino, mucho más dura que la cáscara de una calabaza madura, que no está lignificada.

Cuando observamos el tejido endurecido del exterior de la calabaza es posible que veamos algunas zonas que presentan un callo rugoso de color tostado. Es una lignificación parcial con la que la calabaza responde a las heridas o al ataque de patógenos. La lignificación parcial suele ser más prominente allí donde la calabaza estaba en contacto con el suelo, donde sufre el mayor ataque de hongos.

Coge las semillas y guárdalas. Cuesta algún esfuerzo separar las placentas pegajosas de las semillas, pero saladas y tostadas están muy ricas. Antes de salarlas, rompe la capa dura de la semilla (la testa) y en su interior verás los cotiledones (hojas embrionarias) de color verde oliva, que ocupan la mayor parte de la semilla. El resto del embrión está en el extremo puntiagudo de la semilla formando una especie de lágrima.

Figura 5. Luffa es un género perteneciente a la familia Cucurbitáceas. Sus frutos son conocidos como pastes, estropajos o esponjas vegetales. La especie más empleada con fines comerciales es Luffa cilindrica, y proviene de la familia Cucurbitaceae. Es una planta tropical originaria del sureste asiático, que requiere abundante calor y humedad para desarrollarse. Sus frutos, miden unos 30 cm y tienen un aspecto y sabor muy similar al del calabacín. De hecho, en algunos países de Asia y África los recolectan antes de que maduren y los consumen como alimento. Por otra parte, cuando el fruto de la luffa madura, se convierte en un material fibroso que es el que se utiliza como esponja vegetal y exfoliante natural para el cuerpo.

Algunas variedades de C. maxima o C. moschata tienen una pulpa más gruesa y densa, y son las mejores para cocinar. Sin embargo, independientemente de la variedad, el tiempo transcurrido desde la cosecha afectará a la dulzura y al sabor de las calabazas invernales. En la madurez, la calabaza está llena de almidón, pero a medida que pasa el tiempo después de cosechada, las enzimas convierten el almidón en azúcar para sostener la respiración de las células y de las semillas que permanecen vivas durante algún tiempo, al tiempo que las pectinas celulares se descomponen, ablandando el fruto. Es por ello por lo que se recomienda un período de “curación” después de la cosecha de la calabaza de invierno, con objeto de endulzarla y suavizarla un poco.

Merece la pena hablar un poco de las pectinas. Las paredes celulares de muchas plantas son ricas en pectina, el nombre que se da a un grupo de polisacáridos (azúcares) que constituyen la estructura de la pared celular y ayudan a mantener unidas las células. Cuando se calienta con una cantidad de ácido y azúcar específica para una pectina determinada, esta convierte el líquido en el que se disuelve en un gel. Por eso se agrega pectina comercial como gelificante para hacer mermelada o gelatina con frutas con un bajo contenido en pectina como melocotones, fresas o frambuesas.

Algunas frutas, entre ellas la calabaza, producen suficiente pectina por sí solas como para gelificarse cuando se cocinan con azúcar. La típica carne de membrillo, elaborada con el membrillo Cydonia oblonga, y su equivalente latinoamericano, el dulce de guayaba elaborado con diferentes especies de Psidium, también se gelifican. Las pectinas naturales gelifican las mermeladas de los cítricos y son responsables de la agradable textura de la cáscara de los cítricos confitados. Los arándanos (Vaccinium) y los cítricos producen suficiente ácido para formar el gel por sí solos. En otras frutas hay que añadir jugo de limón o algún otro ácido para que las pectinas naturales de las frutas bajas en ácidos se gelifiquen. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.


domingo, 12 de febrero de 2023

Breve historia del Día de San Valentín



El 14 de febrero, los enamorados intercambiarán regalos, flores, bombones y quién sabe qué más en nombre de San Valentín. Pero como sucede con tantas otras festividades en la raíz del día de los enamorados hay una hermosa ficción. San Valentín no fue ni amante ni patrón del amor, pero sí se ha convertido en un excelente agente comercial.

El día de San Valentín está colocado en el calendario de manera estratégica, de manera de que nadie tenga excusa para dejar de comprar tras la Navidad, el día de Reyes y antes de los Carnavales y de Semana Santa. Hoy en día, las tiendas de todo el mundo occidental decoran sus escaparates con corazones y carteles que proclaman el Día del Amor.

Como ha ocurrido con tantas cosas, desde la Coca-Cola a la hamburguesa, pasando por la compresa, los westerns, el kétchup, las french fries, Halloween o las flores de Pascua, San Valentin procede del mundo anglosajón extendió a todo el mundo por el imparable impulso comercial de Estados Unidos.

Orígenes de San Valentín

El Día de San Valentín se originó como una fiesta litúrgica para conmemorar la decapitación de un mártir cristiano, que quizás fueron dos. Esta es la breve historia de cómo se pasó de una decapitación a la celebración del día del amor.

Las fuentes antiguas revelan que hubo tres “san valentines” que supuestamente murieron el 14 de febrero. Dos de ellos fueron ejecutados durante el reinado del emperador romano Claudio Gótico en 269-270 dC, en una época en que era habitual la persecución de los cristianos. Lo sabemos (hasta dónde pueden saberse con certeza estas cosas, que es muy poca) porque una orden de monjes belgas que como no tenían ni tele, ni fútbol, ni internet, ni nada mejor que hacer se pasaron tres siglos recopilando pruebas de la vida de los santos tomadas de manuscritos de todo el mundo conocido.

Eran los llamados bollandistas en honor a Jean Bolland, un jesuita que a partir de 1643 comenzó a publicar los enormes volúmenes del "Acta Sanctorum" o "Vidas de los santos". Los bollandistas desempolvaron la información sobre cada santo del calendario litúrgico e imprimieron los textos ordenados según el día de la fiesta del santo.

El volumen que abarca el 14 de febrero contiene las historias de un puñado de "Valentini", incluidos los tres primeros que murieron en el siglo III. Se dice que el primer Valentinus murió en África, junto con 24 soldados. Por desgracia, incluso los bolandistas no pudieron encontrar más información sobre él. Como comprobaron los monjes, a veces todo lo que los santos dejan tras de sí es un nombre y el día en que murieron.

Sobre los otros dos valentines se sabe un poco más. Según una leyenda medieval tardía reimpresa en el Acta, cuya historia fue imaginativamente refrendada por los bollandistas, un sacerdote romano llamado Valentinus fue arrestado durante el reinado del emperador Claudio Gótico y puesto al servicio de un aristócrata llamado Asterius.

Según cuenta la historia, Asterius cometió el error de dejar hablar al predicador que era todo un piquito de oro. El padre Valentinus habló una y otra vez sobre Cristo hasta lograr sacar a los paganos de las tinieblas y guiarlos hacia la luz de la verdad y la salvación. Asterius hizo un trato con Valentinus: si el cristiano podía curar la ceguera de su hija adoptiva, se convertiría al cristianismo.

Si la ciega Santa Lucía no le hubiera ganado con todo merecimiento el honor, lo que sucedió hubiera hecho a Valentinus merecedor del título de patrón de los oftalmólogos. Nuestro Valentín puso sus manos sobre los ojos de la niña y entonó:

«Señor Jesucristo, ilumina a tu sierva, porque tú eres Dios, la Luz Verdadera».

Tan fácil como eso. La niña recuperó la vista al instante, siempre según la leyenda medieval. Asterius y toda su familia se bautizaron. Mala decisión: cuando el emperador Gótico lo supo, ordenó que todos fueran ejecutados, aunque al final Valentinus, que debía ser un poco pagafantas, fue el único en ser decapitado. No acaba aquí la cosa: una piadosa viuda recogió su cuerpo y lo enterró en el lugar de su martirio en la Via Flaminia, la antigua calzada que se extiende desde Roma hasta la actual Rímini. Posteriormente se construyó una capilla sobre los restos del santo.

El segundo putativo San Valentín del siglo III fue obispo de Terni en la provincia de Umbría, Italia. Según una leyenda igualmente dudosa, el obispo se metió en una situación como la de su camarada de santoral: debatió con un converso potencial y luego curó a su hijo. El resto de la historia también se parece como un huevo a otro: también fue decapitado por orden del emperador Gótico y su cuerpo fue enterrado en una cuneta de la Via Flaminia.

Como sugirieron los ilustres bolandistas en un alarde de infinita lucidez, es más que probable que en realidad no existieran dos valentines decapitados, sino que pudiera tratarse más bien de dos versiones diferentes de la misma leyenda surgida una en Roma y la otra en Terni. Ahí lo dejo.

No obstante, fuera africano, romano o terniano, ninguno de los valentines parece haber sido un romántico. A pesar de eso, algunas leyendas medievales recogidas en medios modernos, colocan a San Valentín celebrando enlaces matrimoniales cristianos o, haciendo de alcahuete, pasando notas entre amantes cristianos encarcelados por Gótico. 

Otras leyendas más subidas de tono dicen que tenía amoríos con la niña ciega a quien supuestamente sanó. Sin embargo, ninguno de esas leyendas medievales se sustentaba en la historia del siglo III, como señalaron los lúcidos bolandistas que rápidamente salieron al quite de un santo convertido en presunto corruptor de menores y potencial patrón del estupro.

En cualquier caso, la veracidad histórica no contaba mucho entre los cristianos medievales. Lo que les importaba eran las historias de milagros y martirios y las reliquias del santo. Eso explica que muchas iglesias y monasterios diferentes de la Europa medieval afirmaran tener fragmentos del cráneo de San Valentín entre sus tesoros.

Es dudoso que haya fragmentos craneales, porque la iglesia romana de Santa Maria in Cosmedin jura y perjura que posee el cráneo entero. Según los bolandistas, otras iglesias de toda Europa también afirman poseer pedacitos de uno u otro cuerpo de San Valentín: sin ir más lejos, la iglesia de San Antón en Madrid.

Hornacina con el supuesto cráneo de San Valentín que se expone en la iglesia Santa María in Cosmedi, en Roma.


Para los creyentes, las reliquias de los mártires significaban que los santos continuaban con su presencia invisible entre las comunidades de cristianos piadosos. En la Bretaña del siglo XI, por ejemplo, un obispo usó lo que supuestamente era la cabeza de San Valentín para detener incendios, prevenir epidemias y curar todo tipo de enfermedades, incluida la posesión demoníaca.

Sea como fuese, hasta donde sabemos, los huesos del santo no hicieron nada especial por y para los enamorados. La conexión amorosa de San Valentín probablemente apareció más de mil años después de la muerte de los mártires, cuando Geoffrey Chaucer, autor de Los cuentos de Canterbury, proclamó la fiesta de febrero de San Valentín como la celebración del apareamiento de las aves.

En su obra The Parlament of Foules (El Parlamento de las aves), Chaucer encadena una serie de versos uno de los cuales comienza así:

«Porque es el día de San Valentín, cuando cada pájaro viene a escoger a su pareja».

Pronto, la nobleza europea comenzó a enviar notas de amor durante la temporada de apareamiento de las aves. Por ejemplo, el duque francés de Orleans, que pasó algunos años prisionero en la Torre de Londres, le escribió a su esposa en febrero de 1415 que “estaba enfermo de amor” y la llamaba su "muy dulce Valentina". El público inglés abrazó la idea del apareamiento en febrero. En el Hamlet de Shakespeare (acto 4, escena 5) la enamorada Ofelia habla de sí misma como la Valentina del taciturno príncipe de Dinamarca.

En los siglos siguientes, los ingleses comenzaron a usar el 14 de febrero como excusa para escribir versos a sus amadas. La industrialización lo hizo más fácil con tarjetas ilustradas producidas en masa adornadas con edulcoradas poesías zalameras. Luego llegaron Cadbury, Hershey's y otros fabricantes de chocolate que comercializaron bombones para la persona amada en el Día de San Valentín.



Los comerciantes llenan sus estantes con dulces, joyas y bisutería relacionadas con Cupido (otro día les contaré que Cupido no pinta nada en este valentinesco asunto) que piden "Sé mi Valentín". Como en el resto del mundo, en España, el olfato comercial impuso el día.

En 1948, el periodista César González-Ruano escribió un artículo en el que proponía la idea de importar la celebración de San Valentín desde el mundo anglosajón a nuestro país y, como no podía ser de otra manera, la primera persona que apoyó esta iniciativa fue Pepín Fernández, dueño de Galerías Preciados. El empresario promovió la necesidad de hacer regalos ese día los seres más queridos. En la película Vuelve San Valentín, el apuesto George Rigaud le echó una buena mano.

A principios del mes de febrero de ese mismo año, la prensa nacional ya publicaba anuncios en los que los grandes almacenes alentaban a la gente a celebrar el día de San Valentín. La iniciativa tuvo tanto éxito que, actualmente, cada vez son más los lugares que se unen a esta famosa celebración. Por lo que parece, no se puede luchar contra el amor (y menos aún contra las ganas de consumir). ©Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.

domingo, 31 de diciembre de 2023

La vieja juerga de la noche de Reyes

 

"Twelfth Night Merry-Making in Farmer Shakeshaft's Barn", grabado de William Harrison Ainsworth, ca. 1850.

Noche de Reyes es una comedia en cinco actos de William Shakespeare, escrita probablemente entre 1599 y finales de 1601. El título usado en Inglaterra, La duodécima noche, se refiere a que, contando a partir de Nochebuena, esa es la noche que precede a la Epifanía, palabra que en griego significa manifestación.

Para muchas culturas las epifanías corresponden a revelaciones o apariciones en donde los profetas, chamanes, médicos brujos, oráculos o astrónomos interpretaban visiones más allá de este mundo. Más tarde, el sincretismo cristiano la incorporó como una fiesta en la que el dios Jesús se manifiesta en forma humana, es decir, se «da a conocer» en la tierra o, como dice el Evangelio de San Juan: «Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad». Más claro, agua, no le dé más vueltas.

Shakespeare escribió La duodécima noche para que, a modo de auto sacramental, se incorporara a las celebraciones de Epifanía en la antigua Inglaterra. Pero antes de que el de Stratford–upon–Avon la subiera a los escenarios, era algo más, era la Noche de Reyes, hoy desaparecida por aquellos pagos, que durante mucho tiempo fue una fiesta de invierno muy popular en Europa, una fecha ruidosa y alegre de reminiscencias indudablemente paganas que el puritanismo protestante borró del calendario festivo en el mundo anglosajón, en todo el norte Europa y, desde luego, en Norteamérica. 


The Star of Kings: A Night Piece, grabado de Rembrandt (1651).


Como la propia Navidad, la festividad estuvo vinculada originalmente al solsticio de invierno. Los romanos celebraban las Saturnalia durante varios días a finales de diciembre. En la Alemania precristiana, la época más importante del año era la comprendida entre el 25 de diciembre y el 6 de enero, una celebración del solsticio de invierno a la que llamaban Weihnachten, las “noches consagradas”.

La llegada del cristianismo a Europa añadió una nueva dimensión no menos esotérica. El final de la celebración se vinculó a los Reyes Magos que siguieron la estrella hasta Belén. La noche de Reyes, la noche del 5 de enero, la víspera de la Epifanía del Señor, marcaba el final de la temporada navideña de doce días.

Como desde que el mundo es mundo el personal gusta más del cachondeo que del recogimiento, en los siglos XVI y XVII la Noche de Reyes se convirtió en un asunto carnavalesco, profano e incluso obsceno. Las festividades eran una amalgama de creencias y culturas, tanto antiguas como nuevas, con muchas representaciones teatrales, que se extendió sobre todo en los Países Bajos e Inglaterra.

En los Países Bajos las obras de teatro y los festejos al aire libre ya se habían convertido en una característica de esa noche durante el siglo XIII. Los festejos se centraban en Herodes, que representaba todo lo que era exceso y tiranía. Y como resultado, la Noche de Reyes se convirtió en una noche de juerga ajena a todo recogimiento espiritual. Una noche, que también en Inglaterra, simbolizaba el mundo al revés.

Tanto cundió el jolgorio, la algarabía y el pitorreo que a finales del siglo XVI la iglesia holandesa prohibió las representaciones públicas. La fiesta se modificó. La noche de Reyes holandesa se trasladó al interior de los hogares y adquirió un aire más familiar con juegos, pasteles, canciones y coronas de papel, además de tener comida y limosnas preparadas para los pobres que acudieran a llamar a la puerta.

Había todo un protocolo que guardar durante la noche de Reyes, que incluía también cortejos callejeros en los que, como se hacía también en Halloween, parientes y amigos visitaban las casas de sus vecinos, marchando detrás de una gran estrella dorada.

Muchas representaciones de la noche de Reyes de los maestros holandeses son de gentes que cantan en la calle siguiendo una estrella. Entre ellos los más conocidos son el grabado de Jan van de Velde II de 1630 (que se piensa que es la representación más antigua de esas procesiones), y el aguafuerte de Rembrandt de 1651 titulado La estrella de Reyes: una estampa nocturna. Grupos de alegres cofrades se organizaban en las fiestas hogareñas para luego echarse a la calle a cantar. Llamaban a las puertas, cantaban y recibían a cambio dulces y licores. Al frente del grupo siempre había alguien que enarbolaba una estrella.

The Star of Kings, a Night Piece, de Jan van de Velde II 1630


En Inglaterra la noche de Reyes se celebraba de una manera similar, pero incluyendo obras de teatro y cocinando un pudín de frutas tradicional. En lugar de Herodes, el protagonista de la Noche de Reyes inglesa era el “Señor del Desgobierno”, que en la obra de Shakespeare es sir Toby, un personaje borrachín, mentiroso y pendenciero.

¿Por qué Shakespeare estrenó la primera representación conocida de su Noche de Reyes el 2 de febrero de 1607 y no lo hizo, como correspondía, en la noche de Reyes del 5 de enero?

En la Inglaterra de aquel tiempo, había variaciones en la duración de la temporada dependiendo de su entorno. Así que, sin necesidad de que los alcaldes prendieran las luces a comienzos de diciembre como hacen hoy día, la temporada de jolgorios navideños se extendía desde el 1 de noviembre (día de Todos los Santos) hasta el 2 de febrero (día de la Candelaria o Día de la Purificación).

The Inns of Court (Las Posadas de la Corte), los recintos gremiales de los abogados, donde Shakespeare estrenó La duodécima Noche, seguían ese calendario extendido. Por eso, en lugar de estrenar en el último de los doce días de Navidad,  lo hizo el último día de la temporada de celebraciones navideñas. La Candelaria era también el último día antes de que se labraran los campos e Inglaterra se preparara sobriamente para la Cuaresma.

Estrenar el 2 de febrero, sin competidores teatrales, casi un mes después de que el público se hubiera recuperado de los excesos navideños de las ancestrales Saturnalias, garantizaba una buena taquilla. Así que, después de todo, Shakespeare, el viejo zorro, echaba el telón a la temporada navideña con otra juerga de Noche de Reyes. ©Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.


viernes, 1 de noviembre de 2024

LA VERDADERA HISTORIA DE FRANKESTEIN

 


Frankenstein no era un monstruo ni un médico. Halloween es el momento adecuado para contar la verdadera historia.

Durante el verano boreal de 1816, el año sin verano novelado por William Ospina, el hemisferio norte soportó un largo y frío «invierno volcánico» debido a la erupción del volcán Tambora. Durante este terrible año, Mary Shelley y su marido Percy Bysshe Shelley hicieron una visita a su amigo Lord Byron que entonces residía en Villa Diodati, Suiza.

Después de leer una antología alemana de historias de fantasmas, Byron retó a los Shelley y a su médico personal John Polidori a escribir, cada uno, una historia de terror. De los cuatro, solo Polidori completó la historia y con ella publicó en 1819 la novela El vampiro, que es también la primera referencia literaria de este subgénero del terror.

Mary concibió una idea: esa idea fue el germen de la que es considerada la primera historia moderna de ciencia ficción y una excelente novela de terror gótico. Pocos días después tuvo una pesadilla y escribió lo que sería el cuarto capítulo del libro. Se basó en las conversaciones que mantenían con frecuencia Polidori y Percy Shelley respecto de las nuevas investigaciones de Luigi Galvani y de Erasmus Darwin que trataban sobre el poder de la electricidad para revivir cuerpos ya inertes, descubriéndolo con lo que se conoce como experimentos galvánicos.

«Recogí los instrumentos de la vida a mi alrededor, para poder infundir una chispa de ser en la cosa sin vida que yacía a mis pies». Con estas palabras Víctor Frankenstein comenzaba su relato de la aventura que aterrorizaría a generaciones de lectores. Aunque el cuento clásico de Mary Shelley de 1816 generalmente se considera una historia de terror, en realidad es una fantasía reflexiva sobre las consecuencias de la ciencia mal aplicada.

¿Qué impulsó a una chica de dieciocho años, Mary Shelley, a escribir una historia tan oscura y aterradora sobre la creación de la vida? Con frecuencia, las obras de ficción nacen de alguna experiencia de la vida real. Por eso, es interesante reflexionar sobre qué acontecimientos reales pudieron desencadenar el concepto de Frankenstein.

Primero, aclaremos una cosa. Frankenstein era el creador, no el monstruo. Y no era médico. Tampoco era un "científico loco". Víctor Frankenstein era un estudiante universitario que desde muy joven había estado obsesionado con la búsqueda de los secretos del cielo y la tierra. Leyó vorazmente las obras de grandes alquimistas como Alberto Magno y Paracelso, que trataban de encontrar el secreto de la eterna juventud. Se quedó fascinado con el poder de la electricidad cuando vio un árbol partido por un rayo.

La muerte de su madre le impulsó a buscar con más ahínco el secreto de la vida. Finalmente, después de numerosos experimentos fallidos, logró dar vida a la famosa criatura que había reunido a partir de porciones de cuerpos robados en cementerios y patíbulos. Mary Shelley no describe los detalles de la creación; en su narración no se mencionan matraces burbujeantes, probetas llenas de líquidos extraños y ni siquiera generadores eléctricos. Todo eso fue añadido por los cineastas.

Video de la pelicula de 1931 Frankestein! Its alive! Fuente: https://youtu.be/wL9E2QKP2us

Puede resultar curioso, y a la vez decepcionante para los amantes de la criatura salida de la mente de Mary Shelley, que la primera referencia de Frankenstein en la historia del cine, que llevó el título de Frankenstein’s Trestle, nada tiene que ver con la famosa novela de la escritora inglesa. La película, de unos pocos minutos de duración, corresponde a una grabación dirigida en agosto de 1899 por Wallace MacCutcheon en la que se muestra el paso de un tren por la garganta más profunda de White Mountain.

Tendrían que pasar otros once años para que la verdadera criatura creada por Mary Shelley y, de forma ficticia, por el doctor Víctor Frankenstein, se pudiese ver reflejada en una pantalla de cine. Ocurriría, exactamente, un 18 de marzo de 1910.

Esta primera versión cinematográfica de la novela de Shelley, un cortometraje dirigido por J. Searle Dawley en 1910 titulado Frankenstein, fue producido por Thomas Alva Edison (por eso muchos conocen este film como el Frankenstein de Edison), que para muchos teóricos e historiadores del cine no solo es la primera versión dedicada a Frankenstein, también es el primer film estadounidense del género de terror.

Frankestein de Edison (1910). Fuente: https://youtu.be/w-fM9meqfQ4

Realizada el 18 de mayo de 1910 en los estudios de Edison de Nueva York con Charles Ogle como la “Criatura”, un ser grotesco y mucho más monstruoso que sus sucesores, un engendro repulsivo que la mítica revista Famous Monster describió como un ser que mezclaba elementos de Nosferatu y Quasimodo y con un pelo que habría ganado el primer premio de un desfile hippie. A partir de esa primera película, todos los filmes presentan al ser creado por el doctor Frankstein como una criatura monstruosa.

Frankestein no era un monstruo

Pero, en realidad, ¡la criatura de María no es un monstruo! A diferencia de la encarnación que popularizó Boris Karloff, aprende a pensar y conversar de manera inteligente. Solo se vuelve violento cuando la sociedad lo rechaza por su apariencia. Víctor Frankenstein había desatado involuntariamente un azote social.

¿Estaba Mary Shelley preocupada por lo que la ciencia descontrolada podría desatar? Quizás. Mary había ido a una demostración pública de "galvanismo" y había quedado impresionada por ella. El galvanismo es una teoría del médico italiano Luigi Galvani (1737-1798) según la cual el cerebro de los animales produce electricidad que es transportada por los nervios, acumulada en los músculos y disparada para producir el movimiento de los miembros.

A partir de la publicación en 1791 de su libro De viribus electricitatis in motu musculari commentarius, el fenómeno galvánico se hizo público, conocido en todo el mundo y comenzó a ser estudiado por gran cantidad de científicos.

Luigi Galvani había descubierto que tocar una pata de rana cortada con instrumentos de metal hacía que la pata temblara. Interpretó erróneamente este fenómeno como "electricidad animal". En realidad, había creado accidentalmente una batería con dos metales diferentes que actuaban como terminales y el fluido de la rana como electrolito. En cualquier caso, el experimento de Galvani produjo un gran impacto en Mary Shelley. Aparentemente, incluso tuvo un sueño en el que la electricidad devolvía la vida a un bebé que nació muerto.

Mary se casó con el poeta romántico Percy Bysshe Shelley, que había abandonado a su esposa e hijos para vivir con ella. Huyeron de Inglaterra a causa de este escándalo. Al parecer, durante un crucero en barco por el río Rin, se detuvieron en un castillo que se había convertido en una atracción turística basada en las hazañas de un antiguo habitante llamado Johan Conrad Dippel.

Dippel fue un infatigable alquimista del siglo XVII del que se decía que había cavado tumbas y robado cadáveres para realizar experimentos macabros. Le apasionaba descubrir cómo funcionaba el cuerpo. Incluso creó el "Aceite de Dippel", que supuestamente prolongaba la vida. Es posible que muriera por probar sus propios brebajes, ya que se sabe que murió echando espuma por la boca mientras convulsionaba. ¿El nombre del castillo?: ¡Castillo Frankenstein!

Los Shelley también se detuvieron en otra atracción turística en las orillas del Rin, un museo con "autómatas". Eran ingeniosas criaturas de relojería creadas por maestros artesanos. Algunos sobreviven hasta el día de hoy y todavía sorprenden a la gente con sus travesuras realistas.

El escenario estaba listo. A Mary le había impresionado el galvanismo. Había visitado el castillo Frankenstein y se había enterado de los esfuerzos de Dippel por crear vida. Los autómatas que había visto parecían prácticamente seres vivos.

Por lo tanto, no es de extrañar que cuando ella, su esposo y dos amigos obligados a quedarse en casa por el frío se enzarzaran en el juego de escribir historias de terror, Mary produjera el clásico Frankenstein. También nos dejó un importante legado sobre la necesidad de pensar detenidamente en las consecuencias de la ciencia, ya sea ensamblando partes del cuerpo, reuniendo fragmentos de ADN o enlazando moléculas para crear compuestos de funciones desconocidas.

sábado, 28 de octubre de 2023

Catrina, la reina iconográfica del Día de Muertos

 

El Día de Muertos es una tradición mexicana celebrada el 1 y 2 de noviembre en la que se honra la memoria de los muertos. Se originó como un sincretismo entre las celebraciones católicas (especialmente el Día de los Fieles Difuntos y de Todos los Santos) y las diversas costumbres de los indígenas de México. Se suele asociar con otras celebraciones como Halloween, aunque en realidad difiere mucho de ella.

La Catrina, la creación más reconocible de un modesto artista mexicano, José Guadalupe Posada, es el ícono del Día de Muertos. Su rostro convertido en el tótem nacional no oficial de México, quizás sólo superado en popularidad por la Virgen de Guadalupe, se reproduce sin cesar durante la festividad.

Los comienzos de un éxito iconográfico: Chicago 1944

El 13 de abril de 1944, una enorme e impaciente multitud desbordó la capacidad del Instituto del Arte de Chicago, provocando un caos que requirió la presencia de la policía. La gente quería ver el estreno en Estados Unidos de una exposición titulada “Posada: grabador para el pueblo mexicano”.

La exposición presentaba las estampas de José Guadalupe Posada, un grabador mexicano que había muerto en 1913 ignorante del éxito que tendrían sus creaciones. En la exposición de Chicago se exhibían sus calaveras, plasmadas en las ilustraciones satíricas de calaveras y esqueletos que creaba para el Día de Muertos y que se imprimían en panfletos baratos de una sola hoja conocidos como “andanadas”.

Portada del programa en color melocotón con un estampado de un esqueleto con un lujoso sombrero. La portada del catálogo de 'Posada', una exposición de 1944 en el Instituto de Arte de Chicago, presenta lo que llegó a conocerse como La Catrina. Foto: Colecciones del Instituto de Arte de Chicago.











Una calavera era la reina de la exposición. Era un esqueleto llamativo con una gran sonrisa dentada y un enorme sombrero de plumas. Una gran pancarta con su imagen colgaba de la pared del museo. El público la vio aparecer en los materiales promocionales del museo. Incluso fue la portada del catálogo de la exposición. En México era prácticamente desconocida, pero la exposición estadounidense convirtió a La Catrina en un icono internacional.

Aunque hay quien podría suponer que su origen se remonta a la noche de los tiempos, la Catrina es en realidad un icono transcultural cuyo prestigio y popularidad proceden a partes iguales de la invención y la casualidad.

Una vida en el anonimato

Cuando Posada la grabó por primera vez en 1912, ni siquiera se llamaba La Catrina. En la impresión original, era Calavera Garbancera, un apodo utilizado para referirse a las campesinas indígenas que vendían garbanzos en los mercados callejeros.

Para satirizar la forma en que las garbanceras intentaban pasar como de clase alta empolvándose la cara y vistiendo trajes franceses a la moda, Posada la dibujó con un atuendo ostentoso. Así que desde el principio, la que habría de llamarse La Catrina fue un icono transcultural: una mujer indígena rural que adoptó costumbres europeas para sobrevivir en la sociedad urbana y mestiza de México.

Como las demás ilustraciones de Posada, la andanada de 1912 se vendía por un centavo y gozaba de cierta popularidad entre las gentes humildes de toda la Ciudad de México. Pero no había nada particularmente significativo en Calavera Garbancera. Como su creador, permaneció en el anonimato durante muchos años.

Posada murió ignorado y pobre, pero sus ilustraciones le sobrevivieron. Su editor las reutilizó para otras andanadas hasta bien entrada la década de 1920. Calavera Garbancera fue reciclada como otros personajes, ninguno particularmente digno de mención. Mientras tanto, nadie sabía realmente quién hacía las andanadas de calaveras que se veían en la capital cada Día de Muertos.

Cartel impreso con texto y dibujo de un esqueleto con un gran sombrero sobre papel verde. 'Calavera revolucionaria', de José Guadalupe Posada. Arte patrimonial/Imágenes patrimoniales de Getty Images.


Todo comenzó a cambiar a mediados de la década de 1920, cuando la obra de Posada llamó la atención del artista francés Jean Charlot, una figura destacada del Renacimiento mexicano, ese estallido creativo de murales y obras de arte nacionalistas que se produjo después de la Revolución Mexicana.

Charlot estaba enamorado de las ilustraciones de calaveras que veía por la Ciudad de México, pero no sabía quién las había creado. Finalmente localizó al editor de Posada y comenzó a investigar sobre el grabador. Charlot publicó artículos sobre Posada y presentó las calaveras del artista a otros artistas e intelectuales del Renacimiento mexicano. Entre los más importantes se encontraban el pintor Diego Rivera y la antropóloga estadounidense Frances Toor.

De La Garbancera a La Catrina

Marido de Frida Kahlo, Diego Rivera, es posiblemente el artista más grande de la historia de México. Sus grandiosos murales épicos siguen siendo famosos internacionalmente. Frances Toor, por su parte, fue una intelectual judía que forjó su modesta carrera escribiendo sobre la cultura mexicana. En 1925 comenzó a publicar Mexican Folkways, una popular revista bilingüe distribuida en México y Estados Unidos. Con Diego Rivera como editor de arte, comenzó a utilizar la revista para promover a Posada. En las ediciones de octubre a noviembre, Toor y Rivera publicaron grandes reimpresiones de las calaveras de Posada.

Sin embargo, Calavera Garbancera nunca estuvo entre ellas. No era lo suficientemente importante como para exhibirla. En 1930, Toor y Rivera publicaron el primer libro de grabados de Posada, que se vendió en todo México y Estados Unidos. Por fin, en ese libro hizo acto de presencia La Garbancera. Pero ahora tenía un nuevo nombre: Calavera Catrina. Por razones desconocidas, Toor y Rivera eligieron ese nombre, y desde entonces la calavera fue para siempre La Catrina.

Su fama, sin embargo, no llegó realmente hasta el tumultuoso debut de Posada en el Instituto de Arte de Chicago en 1944. La exposición era una colaboración entre el museo y el gobierno mexicano. Fue financiado y facilitado por una agencia especial de propaganda de la Casa Blanca que utilizó la diplomacia cultural para fortalecer la solidaridad con América Latina durante la Segunda Guerra Mundial.

Con La Catrina como icono dominante, además de en Chicago, la exposición fue vista y promocionada en Nueva York, Filadelfia, Ciudad de México y otras ciudades de México. Quizás lo más importante era el catálogo de la exposición, con una portada dominada por La Catrina. El catálogo se vendió muy bien en cada lugar en el que se exhibió la exposición. También se distribuyeron copias de cortesía a destacados autores y artistas estadounidenses y mexicanos. Algunos comenzaron a escribir sobre La Catrina y a remodelarla en sus obras de arte, popularizándola en ambos lados de la frontera.

La Catrina se globaliza

En 1947, Diego Rivera inmortalizó aún más a La Catrina cuando la convirtió en el punto focal de uno de sus murales más famosos, Sueño de una tarde de domingo en el Parque Alameda. El mural retrata la historia de México desde la conquista española hasta la Revolución Mexicana. La Catrina se encuentra literalmente en el centro de esta historia, donde Rivera la pintó cogida de la mano de Posada por un lado y de una versión infantil de él mismo por la otra.

Pintura de un esqueleto elegantemente vestido de la mano de un niño y un hombre con sombreros. Detalle del mural de Diego Rivera Sueño de una tarde de domingo en la Alameda, que se encuentra en el Museo Mural Diego Rivera en la Ciudad de México. Nick Sherman/flickr, CC BY-NC-SA. 

La fama de Rivera –y la nueva iconografía de La Catrina– inspiró a artistas mexicanos y mexicoamericanos que la incorporaron a sus obras. Los artesanos populares de México comenzaron a transformarla en juguetes de cerámica, figuritas de papel maché y otras artesanías vendidas durante el Día de Muertos. Por su parte, los mexicoamericanos utilizaron La Catrina en sus murales, pinturas y carteles políticos como parte del Movimiento Chicano, que impulsó los derechos civiles de los mexicoamericanos en las décadas de 1960 y 1970.

Figurita de cerámica adquirida por el autor el Día de los Muertos de 1999 en Guanajuato. Foto de María Gallego.


La imagen de La Catrina se utiliza ahora para vender desde cerveza hasta muñecas Barbie. Se venden disfraces de La Catrina en las grandes cadenas de supermercados. De hecho, los desfiles y concursos de disfraces de La Catrina son una tradición relativamente nueva del Día de Muertos en México y Estados Unidos.

Posada probablemente nunca pensó que su calavera femenina se hiciera tan famosa. Simplemente quería usar el humor tradicional del Día de Muertos para burlarse de las garbanceras vestidas de manera extravagante que veía merodeando por la plaza central de la Ciudad de México.

Catrina gigantesca en la ofrenda del Día de Los Muertos de 2022 en la plaza del Zócalo de Ciudad de México.

Hoy, durante el Día de los Muertos, esa misma plaza central se llena con cientos de imitadores de La Catrina que, por unos pocos dólares, posan para fotografías con turistas dispuestos a pagar por una experiencia cultural supuestamente “tradicional” del Día de Muertos.

Mientras tanto, Posada probablemente esté riéndose en algún lugar de la tierra de los muertos. © Manuel Peinado Lorca, @mpeinadolorca.