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miércoles, 30 de julio de 2025

CIEN MILLONES DE COBAYAS

Dos libros contribuyeron el siglo pasado a crear una conciencia social crítica. Uno fue Primavera Silenciosa, de la ecóloga Rachel Carson. En el libro, publicado en 1962, Carson se enfrentó a uno de los problemas más graves que produjo el siglo XX: la contaminación química. El aire que respiramos, el agua que bebemos o con la que nos relacionamos, los alimentos, las especies animales y vegetales, todo, en definitiva, está contaminado, con productos de las actividades humanas.

Treinta años antes, otro libro había contribuido a configurar el pensamiento crítico de los consumidores estadounidenses. Cien millones de cobayas (título en español del original 100,000,000 Guinea Pigs, que puede descargarse legalmente aquí).

Publicado por primera vez en 1933, Cien millones de cobayas: peligros en los alimentos, fármacos y cosméticos de uso cotidiano fue escrito por el ingeniero Arthur Kallet en colaboración con Frederick J. Schlink. Ambos formaban parte de Consumers’ Research, una organización dedicada al análisis de productos de consumo.

La tesis central del libro es contundente: la población estadounidense —alrededor de cien millones de personas entonces— estaba siendo utilizada como conejillos de indias por fabricantes de alimentos, medicamentos y cosméticos, muchos de los cuales producían beneficios extraordinarios sin guardar la mínima consideración por la salud pública.

El libro surgió en plena Gran Depresión, en un contexto de creciente escepticismo hacia las grandes industrias y la publicidad engañosa. Su predecesor de 1927, Your Money’s Worth (El Valor de Su Dinero)de Stuart Chase y Frederick J. Schlink, ya había abogado por comparar productos basándose en pruebas científicas más que en estrategias publicitarias (puede descargarse el libro legalmente en este enlace). El libro alcanzó una gran popularidad e impulsó el movimiento de protección al consumidor. Poco después de su publicación, sus autores fundaron Consumers' Research.

El libro era una protesta contra las prácticas publicitarias que confundían a los consumidores cuando juzgaban el valor de los productos. Analizaba cómo los estadounidenses tomaban sus decisiones de compra y ofrecía datos analíticos sobre el grado en que los productos cumplían las expectativas anunciadas por los fabricantes. Los autores exigían la «aplicación del principio de adquirir bienes avalados por pruebas científicas imparciales en lugar de atender a las fanfarrias y trompetas de los vendedores».

Cien millones de cobayas marcó el inicio del movimiento moderno de protección del consumidor en Estados Unidos. En sus primeros seis meses se publicaron trece ediciones, lo que lo convirtió en uno de los libros más vendidos de la década, cuyo impacto contribuyó directamente a que en 1938 se aprobara la Ley Federal de Alimentos, Medicamentos y Cosméticos.

En aquella época, las frutas y verduras se rociaban a conciencia con arseniato de plomo como insecticida, una práctica suicida que el gobierno estadounidense solo frenó cuando Gran Bretaña se negó a importar manzanas americanas debido a los residuos de arsénico que contenían. Las frutas secas se conservaban con dióxido de azufre en dosis prohibidas en Europa, la harina se blanqueaba con bromato de potasio, y se publicitaba ampliamente el tóxico mercurio amoniacal para blanquear la piel y eliminar las pecas.

Gracias a los descubrimientos de Pasteur, se generalizó el miedo a las enfermedades bacterianas que fue aprovechado para publicitar diversos "antisépticos" falsos para convencer a un público crédulo de que, sin ellos, estaban destinados a quedarse sin pelo, sin dientes, con mal olor corporal e indefensos ante los gérmenes que acechaban para atacar órganos vitales. Se suponía que la pasta de dientes Pebeco fortalecía las encías gracias a su contenido de clorato de potasio, algo sobre lo cual no existían pruebas. Un tubo contenía hasta 30 gramos de esa sustancia química, una dosis potencialmente letal.

Las farmacias disponían de "curas" para la obesidad que contenían extractos de tiroides animales o laxantes, como también de analgésicos como Salicon, que contenían aspirina sin que se declarara en la etiqueta, con objeto engañar a las personas con sensibilidad a la aspirina para que lo probaran. Scar-Pox garantizaba curar la escarlatina o la viruela en solo tres días. Kopp's Baby Friend y Winslow's Soothing Syrup contenían cantidades indiscriminadas de sulfato de morfina. 

Este último, el Jarabe Calmante de la Sra. Winslow, era un medicamento comercializado para calmar a los niños pequeños, limpiar los dientes, refrescar el aliento y aliviar el estreñimiento. Su colorida publicidad, que incluía tarjetas coleccionables y calendarios, mostraba bebés felices y tranquilos acunados por hermosas madres primerizas. Sin que los padres lo supieran, cada frasco contenía una cantidad peligrosa de morfina y alcohol. Los medicamentos patentados eran tratamientos que se podían comprar sin receta. Estaban protegidos comercialmente por marcas registradas y rara vez se patentaban. Los consumidores desconocían el contenido de los medicamentos patentados, incluidos los que les daban a sus hijos.

Quizás el remedio de curandero más peligroso era el Radithor, comercializado por William Bailey, un hombre con un largo historial de charlatanería tan peligrosa como inane. Anteriormente había "inventado el Radiendocrinator, un pequeño recipiente de radio radiactivo que venía con una "correa deportiva" para que los hombres pudieran colocarlo debajo del escroto, donde podía irradiarse para aumentar la potencia sexual. Lo único que aumentaba era el riesgo de contraer cáncer.


Radithor era una solución de sal de radio que se suponía que funcionaba como panacea. El acaudalado empresario estadounidense Eben Byers se convirtió en conejillo de indias de Radithor cuando empezó a consumir el líquido al notar que su rendimiento sexual ya no era el mismo. Al principio, dijo que había notado una reactivación, pero no duró mucho. Pronto se le empezaron a caer los dientes, tuvieron que extirparle la mayoría de los huesos de la mandíbula quirúrgicamente y su cuerpo finalmente se desintegró enfermo de radiación.

Uno de los ataques más duros en Cien millones de cobayas iba dirigido contra Koremlu, una crema depilatoria que «desvitalizaba el folículo piloso, impidiéndole producir cabello». La comercializaba Kora M. Lubin, propietaria de un salón de belleza neoyorquino, y contenía acetato de talio, una sustancia química que, de hecho, podía causar la caída del cabello… pero también podía causar la muerte.

El talio como elemento fue aislado en 1861 por el químico francés Claude-August Lamy, quien descubrió que, durante sus experimentos, sufría de agotamiento y desarrollaba dolores insoportables en las piernas. Al alimentar animales con compuestos de talio, estos se debilitaban rápidamente y morían. Esto condujo al uso del sulfato de talio para el control de plagas, que persistió hasta la década de 1950.

Los animales expuestos al talio también comenzaban a perder pelo, lo que animó al dermatólogo francés Raymond Sabouraud a usarlo para tratar la tiña, una infección del cuero cabelludo. Creía que eliminar el pelo de un cuero cabelludo infectado permitiría su curación. Sin embargo, recomendaba precaución sobre su uso debido a la toxicidad del talio.

Parece que la Lubin leyó sobre el uso del talio por parte de Sabouraud y no prestó atención a la advertencia. Lanzó Koremlu en 1930 como un depilatorio para que las mujeres lo usaran en el labio superior, las axilas y las piernas. No pasó mucho tiempo antes de que experimentaran pérdida de cabello en el cuero cabelludo, fatiga, dolor intenso y ardor en los pies, e incluso parálisis. Finalmente, Koremlu desapareció cuando la empresa quebró tras numerosas demandas que alegaban daños causados por el producto.

No solo los productos químicos desregulados causaban estragos en la salud de las personas. También existían artefactos fraudulentos. El Vit-O-Net era una manta eléctrica que «cargaba el torrente sanguíneo con pequeñas corrientes de electricidad para nutrir las células». La neumonía y la diabetes no tenín nada que hacer frente a las células energizadas. El inventor del Vit-O-Net fue el "doctor" W.F. Craddick, quien, a pesar de no tener ni el graduado escolar de entonces, recibió un doctorado del Colegio de Médicos sin Medicamentos en solo dos semanas a cambio de la promesa de enviar "estudiantes" a esa falsa universidad.

Estaba también el Anillo Electroquímico, que ayudaba contra el reumatismo, los cálculos en la vejiga, la gota, la menstruación irregular, la ictericia y la diabetes al «suministrar electricidad a la sangre para reducir la intensidad y la cantidad de ácido hasta que no haya exceso». Era un anillo hecho de hierro y nada más.

Todo cambia, pero todo sigue igual, que diría Lampedusa. La situación no ha cambiado mucho desde 1933. Hay más regulaciones, pero el aumento de la población ha aumentado también el porcentaje de incautos y de bribones, así que los charlatanes siguen descontrolados. ¿Son las pulseras magnéticas actuales que dicen aliviar el dolor tan diferentes del Anillo Electroquímico? Creo que no.

¿Hay mucha diferencia entre la Vit-O-Net y la Biomat actual, que veo anunciada en Internet, una almohadilla de 500 euros que promete ser una «sinergia de tres partes de energía cuántica a partir del calor penetrante de rayos infrarrojos lejanos, una terapia de iones negativos para la activación celular y las propiedades curativas de la amatista»?

Cien mil cobayas es un libro histórico emblemático del movimiento consumidor estadounidense. Con su estilo combativo, denunció prácticas comerciales irresponsables, activó las exigencias de controles más estrictos, fortaleció la conciencia pública y ayudó a forzar la legislación sanitaria a favor del consumidor.

Hoy su lectura es un ejercicio de memoria histórica que desafía a que el lector no acepte el etiquetado, la publicidad o la costumbre de comprar sin cuestionar críticamente qué pone en juego nuestra salud.

martes, 29 de julio de 2025

LAS CUENTAS DE VIDRIO DE VON DER LEYEN Y TRUMP

 

El acuerdo energético UE-EEUU (Gas + Petróleo = 750.000 millones de dólares) es imposible de cumplir

La prensa internacional del día siguiente a la firma del acuerdo entre Úrsula von der Leyen y Donald Trump lleva en sus primeras páginas un diagnóstico realizado por numerosos expertos estadounidenses y europeos sobre el acuerdo en materia de energía (compra de GNL + petróleo) incluido en el pacto arancelario alcanzado por Washington y la UE.

La coincidencia es total entre analistas y expertos. La conclusión unívoca es demoledora respecto al pacto. Las principales razones que ofrecen los expertos consultados a uno y otro lado del Atlántico son variaciones sobre el mismo tema: Úrsula von der Leyen ha vendido humo.

Financial Times es seguramente el medio que presenta con mayor vehemencia las conclusiones de sus expertos: «El acuerdo de compra de Gas natural licuado (GNL) y petróleo entre Trump y la UE es una quimera imposible de cumplir y se basa en cifras ilusorias. Europa no puede obligar a las empresas a comprar combustibles más caros que los precios energéticos más competitivos que ofrecen ahora las renovables».

La UE no tiene capacidad para comprar mucho más gas y petróleo del que está importando en la actualidad -435.700 millones de dólares en 2024, de los cuales los suministros de combustibles fósiles estadounidenses representaron apenas 75.000 millones de dólares. Incluso desvinculándose del gas ruso, intentar llegar a la cifra de 250.000 millones de dólares anuales es imposible de alcanzar.

En cuanto a la transición energética, el Financial Times recuerda que la UE está centrada en descarbonizar su economía. No puede asumir regresar a los combustibles fósiles. En este punto, los analistas del periódico británico trasladan la percepción de la imposibilidad de alcanzar esas cifras de importación de combustibles fósiles estadounidenses, porque hacerlo pondría en peligro la transición energética europea.

Europa necesita energía más barata y competitiva, no precios más elevados, por lo que el objetivo de 250.000 millones de dólares al año es imposible de cumplir mientras se mantenga el deseo de Europa —y de Trump— de contar con suministros de energía baratos y seguros. Queremos reducir las facturas energéticas y el presidente Trump quiere reducir los precios del petróleo, así que este acuerdo no tiene sentido.

Las renovables están dando energía a precios más competitivos que los combustibles fósiles. Por eso, los analistas del diario londinense «no ven la forma en que la UE podría quintuplicar el valor de las importaciones de energía de Estados Unidos, porque lo que está haciendo Europa es girar hacia las energías renovables. La demanda europea de gas es baja y los precios de la energía están disminuyendo. En cualquier caso, son las empresas privadas, no los Estados, las que contratan las importaciones de energía. Nos guste o no, en Europa los aerogeneradores están ganando».

La UE no puede forzar a las empresas privadas a perjudicar a sus accionistas, por lo que los analistas son muy escépticos ante un objetivo que implicaría decisiones por parte de empresas propiedad de accionistas en una Europa que también intenta descarbonizar su economía. Incluso si Europa quisiera aumentar sus importaciones, se desconoce el mecanismo por el cual la UE podría mandatar a estas empresas para decirles que compren más energía estadounidense (más cara). Las empresas se deben a sus accionistas y tienen el deber de comprar la materia prima más barata.

La agencia de noticias estadounidense Bloomberg coincide en este mismo diagnóstico, tanto en lo que se refiere a la imposibilidad del cumplimiento del acuerdo como en los argumentos para sostener esa afirmación. Aseguran los analistas de Bloomberg que «la enorme cifra de importaciones de energía no tiene sentido, ya que es inalcanzable no sólo porque la demanda de la UE no puede crecer tanto, sino también porque los exportadores estadounidenses tampoco pueden suministrar tanto.

La falta de detalles subraya que el acuerdo entre von der Leyen y Trump en Escocia es un acuerdo político pragmático, más que un pacto legalmente vinculante. Esa es, ni más ni menos, la estrategia seguida por Pedro Sánchez para desvincular a España del acuerdo europeo para llevar el gasto militar hasta el 5% del PIB.

El propio modelo (energético) de la UE sugiere que la demanda de gas se debilitará a medida que se acelere la transición hacia una economía más verde a lo largo de esta década. La UE aún no ha proporcionado un desglose de las cifras, y sigue sin estar claro cómo se puede convencer a las empresas privadas de comprar o vender petróleo y gas estadounidenses».

Los expertos de Politico manifiestan una rotunda incredulidad acerca del cumplimiento de este acuerdo energético. «La fantasiosa promesa energética de 750.000 millones de dólares de la UE a Trump», titula este diario, para luego coincidir también en los mismos argumentos y la misma conclusión: los problemas técnicos, los limitados suministros estadounidenses y el nulo control de la UE sobre unas importaciones que dependen de los intereses empresariales, hacen que el acuerdo sea inviable. «Al comprometerse a comprar 750.000 millones de dólares de petróleo y gas estadounidense antes del final de su mandato, la UE ha evitado por poco una guerra comercial en toda regla con Donald Trump, pero cumplir con esas cifras será casi imposible».

Reuters complementa esta radiografía general informando de los planes del gobierno de Friedrich Merz en Alemania para abaratar el precio de la energía para su industria. Para ello, la agencia adelanta el primer borrador de presupuestos germano y asegura que «Alemania planea reducir los costes energéticos para consumidores y empresas en 42.000 millones de euros entre 2026 y 2029. Para ello, recurrirá a su Fondo de Clima y Transformación. De esta cantidad, unos 26.000 millones de euros se destinarán a subvenciones para los costes de la red de transmisión eléctrica».

Se hace complicado conjugar esfuerzos fiscales como estas ayudas milmillonarias de fondos públicos alemanes para abaratar el precio de la energía en su tejido productivo y doméstico, con la necesidad de quintuplicar las compras de combustibles fósiles estadounidenses a precios menos competitivos).

Les Echos, el principal diario económico en Francia, subraya el mismo pronóstico y los mismos argumentos expresados por los demás medios globales. Utiliza el siguiente titular: «La promesa imposible de Europa en materia energética», para luego ahondar en que «el acuerdo alcanzado entre Washington y Bruselas prevé la compra de productos energéticos estadounidenses por valor de 250.000 millones de dólares al año. Esto triplicaría el nivel actual. Un compromiso con líneas generales imprecisas, pero que parece imposible de alcanzar».

La entrega de cuentas de vidrio —a menudo llamadas “cuentas de comercio” o “cuentas de trueque”—por parte de los conquistadores y colonizadores europeos a los pueblos indígenas de América eran pequeñas piezas decorativas fabricadas en Venecia, Bohemia y Países Bajos, que se producían masivamente a bajo coste. Se ofrecían a los pueblos indígenas como objetos de intercambio durante el siglo XV al XIX, especialmente en las etapas iniciales de los contactos coloniales.

¿Habrá hecho lo propio la menuda Úrsula von der Leyen con el gigantón Donald Trump?

BIOTECNOLOGÍA QUESERA PARA TURÓFILOS

 

Quienes se toman la molestia de leer las entradas de este blog (una tarea que les agradezco) sabrán de mi afición tanto a los secretos que encierran los quesos, un tema al que he dedicado un par de artículos (1, 2), como a insistir en la importancia fundamental de la química en todos los procesos que nos rodean. Me ocupo ahora de fundir ambas temáticas en este artículo dedicado a la química que sostiene la elaboración de los quesos; espero que, al menos, este artículo sea del agrado de los muchos turófilos (del griego "turo" y “filos”que significa "amantes del queso", para queso) que por ahí pululan.

En el origen estaba el cuajo

El queso es un alimento relativamente simple, pero su elaboración es compleja y los productos finales casi infinitos. El queso se elabora con leche, enzimas (proteínas que pueden alterar y/o descomponer otras proteínas), cultivos bacterianos y sal. En su elaboración intervienen muchos procesos químicos complejos que pueden determinar si el queso resulta blando y viscoso como la mozzarella o duro y aromático como un queso manchego.

Las imprescindibles enzimas las aporta tradicionalmente el cuajo. De no haber habido cuajo, no habría existido el queso. El cuajo es un complejo de enzimas crucial para la elaboración del queso, siempre que quieras disfrutar de algo un poco más sabroso que el insípido requesón. Sabido es, al menos de lo que aprendíamos en las antiguas escuelas, que el estómago de los rumiantes está formado por cuatro cámaras, a saber: panza, libro, redecilla y cuajar.

Tradicionalmente, estas enzimas, concretamente la quimosina y la pepsina bovinas, se han aislado lavando, secando, macerando y poniendo en salmuera el revestimiento interno de la cuarta cámara estomacal de los terneros sin destetar. Ambas enzimas pueden coagular la leche y convertirla en queso.

¿Por qué el revestimiento del estómago de los terneros contiene estas enzimas? Porque son necesarias para una digestión adecuada. Si la leche no se coagulara hasta cierto punto en el estómago, fluiría demasiado rápido por el tracto digestivo y sus proteínas no se descompondrían lo suficiente en aminoácidos asimilables por el organismo.

Las enzimas son moléculas de proteínas especializadas que actúan como catalizadores (las moléculas que ponen en marcha y aceleran las reacciones químicas) biológicos. Las enzimas hacen posible la gran cantidad de reacciones químicas que ocurren constantemente en los organismos vivos. Concretamente, la quimosina y la pepsina bovina son proteasas, lo que significa que catalizan la descomposición de las proteínas, una función fundamental para el proceso de coagulación de la leche.

La leche se compone de aproximadamente un 87% de agua, un 3,5% de grasa, un 5% de lactosa, un 1% de minerales y un 3,5% de proteínas. El contenido proteico consiste principalmente en moléculas de caseína, insolubles en agua, que se agregan en pequeñas esferas llamadas micelas. Como su densidad es semejante a la de la solución circundante, las micelas permanecen suspendidas en la leche.

De hecho, existen tres tipos de moléculas de caseína: alfa, beta y kappa-caseína. Dentro de la micela, las caseínas alfa y beta se enrollan como una madeja de hilo y se mantienen unidas por la caseína kappa, cuya función podemos comparar con la de una goma elástica. La función de la quimosina es romper esa banda elástica y permitir que las moléculas de caseína se estiren y formen una red enmarañada de moléculas proteicas que se separan de la solución. Las grasas y los minerales quedan atrapados en esta red proteica, y ¡eureka: tenemos queso!

La quimosina es la enzima ideal para catalizar este proceso. En un ambiente ácido, fragmenta específicamente la kappa-caseína, permitiendo que las demás caseínas se desenrollen. En el estómago, este ambiente ácido lo crean las células que secretan ácido clorhídrico, mientras que en la elaboración del queso antes del cuajo se añade un cultivo iniciador bacteriano que convierte la lactosa en ácido láctico.

La pepsina bovina no es tan adecuada, ya que posee una actividad proteolítica más general, fragmentando las caseínas de diversas maneras. Eso debilita la red proteica necesaria para retener la grasa y resulta en un menor rendimiento del queso. Además, algunos de los fragmentos de proteína que produce tienen un sabor amargo y alteran el sabor del queso.

La biotecnología entra en escena

Cuando el queso se volvió un alimento de mucha demanda entre los consumidores, a dependencia del cuajo de los terneros sin destetar empezó a constituir un problema. Simplemente, no había tantos terneros como turófilos. Los químicos se pusieron manos a la obra para solucionar el problema.

En la década de 1960, los investigadores descubrieron que ciertos hongos como Rhizomucor miehei producían enzimas que descomponen las proteínas de forma similar a la quimosina. El hallazgo permitió producir queso sin usar cuajo animal. Eso no solo solucionó la escasez de cuajo, sino que también permitió la producción de queso para vegetarianos y judíos ortodoxos, porque el queso elaborado así también es kosher porque no se mezcla leche con carne.

Imagen microscópica de un cultivo de Rhizomucor Foto

Sin embargo, los turófilos puristas más exigentes aseguran que el sabor no es el mismo, y es posible que tengan razón. Las enzimas fúngicas tienen mayor actividad proteolítica (descomposición de proteínas) que la quimosina y pueden dar lugar a sabores desagradables.

Entonces saltó al terreno de juego la ingeniería genética que, en esencia, resolvió el problema de la quimosina. El segmento de ADN, el gen que proporciona las instrucciones para la formación de la quimosina, se aisló de células de ternera y se clonó. Luego se insertó con éxito en la maquinaria genética de ciertas bacterias (Escherichia coli), levaduras (Kluyveromyces lactis) y hongos (Aspergillus niger), que para contento de todos produjeron quimosina pura.

Aprobada en 1990 por la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos, la quimosina se extendió por todo el mundo hasta convertirse en el primer producto de ingeniería genética de nuestro suministro de alimentos que, por cierto, es idéntica a la que se encuentra en el estómago de los terneros, pero al no provenir de animales, es aceptable para los consumidores que no desean productos cárnicos en el queso.

Se dictaron precauciones extraordinarias antes de comercializar la quimosina producida mediante tecnología de ADN recombinante. Los organismos reguladores garantizaron que no se introdujeran toxinas de ningún tipo ni la presencia de organismos recombinantes vivos. De hecho, el producto solo contenía quimosina pura.

El queso elaborado con ella es completamente indistinguible del producido con cuajo animal. En cualquier caso, la propia quimosina se degrada durante la elaboración del queso y no queda nada en el producto final. Quesos europeos clásicos como el brie, el camembert, algunos quesos manchegos artesanos, el parmigliano y el emmental aún utilizan cuajo de ternera, aunque existen versiones elaboradas con enzimas microbianas o vegetales. En Norteamérica, más del 80 % del queso se elabora con quimosina producida mediante tecnología de ADN recombinante.

Los queseros ya no tienen que preocuparse por la escasez de estómagos de ternera y los turófilos pueden satisfacer sus exigentes paladares. Gracias a la biotecnología, pueden decir "queso" y sonreír.

domingo, 27 de julio de 2025

EL VENENO OCULTO EN LOS FRENOS O DE CÓMO LOS COCHES ELÉCTRICOS MEJORAN SILENCIOSAMENTE EL AIRE URBANO

 

Si miras las llantas de aleación de un coche con motor de combustión verás unas manchas negras como de hollín, prueba visible de un contaminante urbano menos conocido: el polvo de los frenos. Durante décadas, las emisiones de los tubos de escape han sido el objetivo de las medidas anticontaminantes del aire urbano, pero las nuevas investigaciones subrayan que la verdadera causa de la contaminación de calles y carreteras va mucho más allá de los tubos de escape.

Desde hace meses conduzco un automóvil eléctrico, un Volvo EX40, del que me siento totalmente satisfecho. Tanto en ciudad como en carretera utilizo una opción de conducción a “pedal” que, en resumidas cuentas, hace que el coche responda al acelerador como los coches de choque. Piso y acelera; levanto el pie y frena (al tiempo que recarga la batería). Prácticamente me limito a pisar el freno en las maniobras de aparcamiento. Ni que decir tiene que las bonitas llantas de aleación de mi Volvo relucen como el primer día.



Analizando el aire de las atestadas calles de Londres, Milán y Barcelona, un estudio de EIT Urban Mobility ha cuantificado una reducción colosal del 83% en la contaminación por polvo de frenos de los coches eléctricos de batería (VEB) en comparación con sus homólogos con motor de combustión. Este avance reorienta el debate sobre la calidad del aire en las zonas urbanas hacia las emisiones no derivadas del escape, un campo cada vez más reconocido como una frontera esencial para la salud ambiental.

La tecnología detrás de este cambio es el frenado regenerativo, al que coloquialmente me he referido como conducción “a pedal”. A diferencia de los frenos de fricción tradicionales que comprimen las pastillas contra los discos para desacelerar el vehículo al tiempo que emiten ráfagas de partículas suspendidas en el aire, los vehículos eléctricos utilizan sus motores haciéndolos girar en sentido inverso; al desacelerar: de ese modo, convierten la energía cinética del vehículo en energía eléctrica durante la frenada, almacenándola en la batería.

Esquema de un motor con frenada regenerativa (FR). Este sistema convierte la energía cinética del motor durante el proceso de frenado en energía eléctrica. La energía eléctrica convertida por el FR es normalmente utilizada para cargar la batería, empleando el mismo principio de un alternador convencional. El funcionamiento del FR consiste en la utilización del motor para reducir la velocidad del automóvil provocando la frenada. En este instante, el motor eléctrico funciona en dirección inversa, lo que reduce la velocidad del automóvil. Cuando el motor cambia de sentido de giro, empieza a actuar como generador (a) produciendo energía que puede emplearse en sistemas eléctricos, como la recarga de batería. Por el contrario, cuando el vehículo acelera, el motor gira en el otro sentido tomando energía de la batería (b).

La frenada regenerativa no está diseñada para recargar completamente la batería, pero sí contribuye a aumentar la autonomía y a reducir el desgaste de los frenos mecánicos convencionales, lo que a su vez disminuye sustancialmente las emisiones de partículas suspendidas en el aire.

El polvo de freno, compuesto por una compleja mezcla de hierro, cobre, zinc, carbono y otros metales, es más que una simple molestia superficial. Algunos estudios científicos han calculado que hasta el 55% de las PM10 (las partículas en suspensión en el aire con un diámetro de 10 micras o menos) no relacionadas con el escape del tráfico en las ciudades se emite por el desgaste de los frenos. Estas partículas que a veces son ultrafinas, de menos de 100 nanómetros (un nanómetro es la milésima parte de una micra), se inhalan fácilmente y se depositan en los pulmones.

El freno de disco se montó por primera vez en 1955 en un vehículo de serie, el Citroën DS (Tiburón), y desde entonces ha predominado como elección principal, al menos en el tren delantero, que a fin de cuentas es el que más potencia de frenado requiere, independientemente de si es el eje tractor o no. Su funcionamiento es sencillo: el disco gira solidario a la rueda y es la pinza la que mediante un pistón hidráulico presiona las pastillas para que realicen la fricción contra él. De este modo se reduce la velocidad de giro de la rueda, que, a su vez, frena el vehículo. Durante la fricción, se produce una fuerte emisión de particulado. Imagen.

Estudios con células alveolares humanas han demostrado que el polvo de freno enriquecido con cobre provoca estrés oxidativo extremo e inflamación, que a veces iguala o incluso supera el efecto de las partículas de escape de diésel. El efecto sobre la salud es especialmente crítico para los colectivos urbanos más desfavorecidos desde el punto de vista médico, en los cuales se ha demostrado que la exposición a partículas en suspensión está relacionada con un aumento en las tasas de asma, enfermedades cardiovasculares y otras afecciones respiratorias.

Aunque no falta quienes han sugerido un desgaste ligeramente mayor de los neumáticos de los vehículos eléctricos debido a su mayor peso promedio, el estudio de EIT Urban Mobility reveló que el polvo de los frenos tiene una probabilidad mucho mayor de dispersarse en el aire y contribuir a la contaminación atmosférica que las partículas procedentes del desgaste de los neumáticos. Incluso al sumar las emisiones de neumáticos, frenos y desgaste del asfalto de las carreteras, los VEB producen un 38% menos de contaminación por partículas que los vehículos de gasolina, incluso sin tener en cuenta las emisiones de los escapes de estos últimos.

El impacto es real. California ha demostrado en la práctica que cuando el uso de vehículos VEB crece en una zona, la contaminación atmosférica en los barrios y las admisiones por asma disminuyen. Sin embargo, los avances no son equitativos. Los barrios de ingresos bajos, que suelen sufrir los mayores impactos de la contaminación, tienen una menor matriculación de vehículos eléctricos, lo que pone de relieve la necesidad de un acceso equitativo a un transporte limpio.

Para los responsables políticos y los planificadores urbanos, estos datos plantean un nuevo conjunto de prioridades. A medida que las emisiones de los escapes continúan disminuyendo, otras fuentes no relacionadas con el escape, especialmente el desgaste de los frenos, representarán una proporción cada vez mayor de la contaminación urbana por partículas.

La reciente aprobación por el Parlamento Europeo de la normativa Euro 7, que establecerá estándares sobre las emisiones de neumáticos y frenos, refleja el cambio de interés regulatorio. Al mismo tiempo, la innovación tecnológica ya está en marcha: algunos fabricantes están utilizando sistemas de tambor de freno cerrados en los vehículos eléctricos, que retienen las partículas aún más, y los fabricantes de neumáticos están trabajando en compuestos especializados para reducir el desgaste.

Fuera de Europa, están surgiendo esfuerzos regulatorios similares. El GTR 24 y el Reglamento 117 de las Naciones Unidas servirán de base para abordar las emisiones de frenos y neumáticos europeos. Estas dos regulaciones, las primeras de su tipo, podrían servir como modelos para otras regiones del mundo en la reducción de emisiones no relacionadas con los gases de escape.

El informe de Movilidad Urbana del EIT también aborda una perspectiva más amplia: la transición de los usuarios del coche privado al transporte público, la bicicleta o caminar puede lograr una reducción de emisiones no derivadas del escape hasta cinco veces mayor que la electrificación individual.

Sin embargo, para los millones de coches que seguirán circulando por las vías urbanas, el uso de vehículos VEB y su tecnología de frenado regenerativo supone un gran avance hacia un aire urbano más limpio y saludable. La prevención siempre es mejor que la reducción a posteriori.

Renault 4L, un vehículo fenomenal

 

Renault 4L (conocido popularmente como Cuatro latas, Renoleta, Chivoleta, R4, 4Lobbo, Katrca o Amigo Fiel en algunos países) fue un utilitario producido por el fabricante francés Renault entre los años 1961 y 1993, y originalmente concebido para competir con el Citroën 2CV.

Este innovador automóvil tuvo la audacia de diseñar un vehículo con una filosofía diametralmente opuesta a la hasta entonces seguida por la firma francesa. Se trataba de un vehículo dotado de una mecánica pionera en Renault, con tracción delantera, suspensión a base de barras de torsión, y refrigeración por sistema de circuito cerrado con vaso de expansión. Todo ello comportaba un diseño de carácter estructural muy diferente al de los Renault 4CV y los Renault Dauphine que a la sazón imperaban en la marca. 

Renault 4CV (izquierda) y Renault Dauphine, cos antecesores del 4L

El equipo de diseño capitaneado por Robert Barthaud realizó un esfuerzo considerable para establecer un nuevo concepto de automóvil, apremiado además por la necesidad de alcanzar un ajustado precio de venta, dado el mercado al cual se destinaba. La solución tenía que superar al Citroën 2CV, cuyo éxito era notorio en aquellas fechas. 

Fue un hito muy importante para la marca gala, pues supuso un cambio radical de la configuración mecánica, pasando de un “todo atrás” a un “todo delante”, solución que adoptó del Citroën 2CV, aunque con cuatro cilindros en vez de dos, más rápido y potente que este, consumiendo un poco más que el 2CV. Su suspensión independiente en las cuatro ruedas, con barras de torsión transversales, eran tan sencillas como eficaces, sobre todo por caminos.

Se desarrolló para ser un urbanita, pero con el tiempo se convirtió en una mezcla de coche todoterreno y honorable ciudadano, además de un compañero inseparable de aventuras. Estuvo en nuestro mercado desde 1964 hasta 1991, es decir, la friolera de 27 años, sufriendo muy pocas variaciones. En Francia aguantó un poco más, hasta la llegada del Twingo, despidiéndose con la serie limitada Bye Bye en 1992.


La versión española del Renault 4, fabricada en la factoría FASA de Valladolid, se convirtió en todo un referente por su reconocida fiabilidad, robustez, espacio interior y polivalencia. Fue un coche tremendamente polifacético, utilizado tanto por empresas como Telefónica, como coches patrulla de la Guardia Civil como dotación de los puestos rurales, con sus correspondientes modificaciones, como un techo abierto capotado por una lona o una banqueta trasera con dos asientos reversibles. Muchos propietarios de tierras lo utilizaron para sus tareas camperas, en sustitución de los eternos e indestructibles Land Rover, bastante más caros. Y es que por el precio de un 4×4 medio de la época se podían comprar tres unidades del R4.

sábado, 26 de julio de 2025

ARSÉNICO POR COMPASIÓN: TRES LUSTROS DESPUÉS

 

La investigadora Felisa Wolfe-Simon trabajando en Mono Lake. Foto.

Desde las minúsculas bacterias a las gigantescas ballenas o a los majestuosos secuoyas, todos los organismos vivos dependen de la combinación molecular de seis elementos: oxígeno, carbono, hidrógeno, nitrógeno, fósforo y azufre. Se requieren otros elementos necesarios para la vida, por ejemplo, el hierro para formar la hemoglobina, pero los seis primeros son los constituyentes mayoritarios que requieren todos los seres vivos.

Hace ahora quince años

En un artículo publicado en Science hace ahora justamente quince años (del que me ocupé poco después en este mismo blog con un post, Arsénico por compasión, cuyo título me pareció sugestivo), un equipo de doce investigadores del Instituto Astrobiológico de la NASA y del Servicio Geológico de Estados Unidos encabezado por la doctora Wolfe-Simon, planteó una posible excepción a ese paradigma bioquímico que parecía inamovible.

La excepción consistía en un linaje bacteriano que el grupo había logrado cultivar en laboratorio reemplazando en sus biomoléculas el fósforo por arsénico, un compuesto capaz de aniquilar a cualquier otro organismo conocido. La principal implicación de aquel hallazgo consistía en recordarnos que la vida tal y como la conocemos puede ser mucho más flexible de lo que pensamos o imaginamos normalmente.

La hipótesis de partida del equipo era que como ambos metaloides tienen unas características químicas similares (son vecinos en la tabla periódica), el arsénico podría haber sido un sustituto del fósforo en organismos primitivos como las bacterias. El fósforo, en forma de diferentes fosfatos, es un elemento fundamental tanto en las cadenas de ADN y ARN, como en dos moléculas, el ATP y el NAD, que son claves para la transferencia energética celular.

El problema para confirmar tal hipótesis era que el arsénico resulta tóxico para todos los seres vivos precisamente porque las células intentan sustituirlo por el fósforo en sus actividades metabólicas. Un problema añadido para la hipótesis era que a pesar de que los arseniatos son muy similares en su comportamiento químico a los fosfatos, también son mucho más inestables en el agua, por lo que ninguna célula sería capaz de obtenerlos del medio.

Paisaje de Mono Lake. Foto de Luis Monje ©

Para probar su hipótesis, el equipo de Wolfe-Simon colectó lodos de Mono Lake, un lago del desierto californiano de la Gran Cuenca, cuyas aguas son muy ricas en sales, entre ellas arseniatos (los cinéfilos pueden empaparse del lago en el western Infierno de cobardes, dirigido y protagonizado por Clint Eastwood, un largometraje rodado íntegramente en Mono Lake). Tras obtener los microorganismos a partir del lodo, los científicos los hicieron crecer en laboratorio incrementando las concentraciones de arseniato sin añadir fosfatos, una adición ⎼la de estos últimos⎼ que es obligada cuando se desea cultivar microorganismos en laboratorio.

La técnica consistió en trasplantar sucesivamente los microorganismos a medios cada vez más empobrecidos en fósforo hasta hacerlo desaparecer por completo. En esas condiciones, cualquier organismo que quisiera formar material genético o cualquier otra biomolécula debería utilizar arseniatos para sobrevivir… si es que eran capaces de hacerlo.

Cuando la concentración de fósforo era nula, surgió la sorpresa: bajo el microscopio los investigadores detectaron los veloces movimientos de la cepa bacteriana GFAJ-1. Tras comprobar que no existían contaminaciones externas de fósforo, el equipo inició una serie de sofisticados análisis para comprobar si el arsénico había sido utilizado por la cepa bacteriana. Los resultados confirmaron la hipótesis: el arsénico aparecía en fragmentos de proteínas, grasas y ácidos orgánicos bacterianos. Y lo hacía en forma de arseniatos como sustitutos de los fosfatos en los típicos enlaces químicos con los átomos de carbono y oxígeno. Aparentemente, para la cepa GFAJ-1 el letal arsénico se había transformado en vital. Una conclusión tan bonita como precipitada.

Para el equipo, el experimento confirmaba que se había aislado una bacteria que utilizaba el arsénico para vivir. El artículo no sostenía en ningún momento que la cepa bacteriana utilizara de forma natural el arsénico. Los lodos salinos de Mono Lake contienen tanto fósforo como arsénico y, de hecho, los cultivos bacterianos crecen mejor cuando se les añade fósforo.

Lo interesante era que si la cepa GFAJ-1 podía crecer en ausencia de fósforo, otros organismos terrestres podrían hacerlo también de forma natural y, aún más, que organismos similares podrían haber prosperado en las aguas hidrotermales ricas en arsénico que conformaron los mares de la Tierra primitiva hace 3.500 millones de años. El sueño dieciocho veces centenario del sofista epicúreo y cínico Luciano de Samósata podía ser una realidad.

Los microorganismos de Mono Lake aguantan todo

Las bacterias de Mono Lake son organismos extremófilos, es decir, capaces de desenvolverse en condiciones naturales extremas de altísimas o bajísimas temperaturas, acidez o salinidad. Aunque el artículo de Wolfe-Simon y colegas no contenía ni una sola alusión a la vida extraterrestre, los extremófilos interesan a los investigadores que especulan para buscar formas de vida extraterrestre: si en la Tierra hay organismos capaces de vivir en entornos poco comunes y difíciles, se amplían las posibilidades de que exista o haya existido la vida en otros rincones del universo, en condiciones extrañas y hostiles en las que la vida, tal y como la concebimos nosotros, nunca podría existir.

Extremófilos termófilos producen algunos de los vistosos colores de la fuente termal Grand Prismatic Spring, en Yellowstone National Park. Foto de Carsten  Steger.

Para la NASA, siempre muy dependiente del presupuesto público para proseguir sus investigaciones espaciales, la cuestión estaba muy clara: el trabajo del equipo de Wolfe-Simon sobre las bacterias adictas al arsénico ampliaba la probabilidad de encontrar vida extraterrestre y con ello las posibilidades de obtener más recursos federales.

Pero no toda la comunidad científica estaba de acuerdo, porque aun admitiendo la fiabilidad del experimento, muchos científicos argumentaban que no había pruebas concluyentes de que el arsénico encontrado en los fragmentos celulares bacterianos no fuera una acumulación en las vacuolas (una especie de vertederos donde se concentran los desechos de la actividad celular) y no una auténtica incorporación a la actividad bioquímica metabólica. Para demostrarlo concluyentemente, argumentaban, sería necesario encontrar al menos una enzima funcional con arsénico y demostrar que el ADN y otras biomoléculas siguen siendo funcionales tras incorporar los arseniatos, algo que el experimento no había logrado demostrar. Hasta ahora, tales enzimas no han podido detectarse.

Quince años después

Sea como fuese, durante unos pocos días de diciembre de 2010, el mundo fantaseó con el descubrimiento de vida extraterrestre. La NASA presentó “un descubrimiento astrobiológico” que iba a impactar en la búsqueda de vida más allá de la Tierra.

El resultado fue una de las mayores polémicas científicas de la historia reciente, una historia que el 24 de julio de 2025 incorporó un nuevo capítulo con la decisión de Science de retirar el estudio, lo que significa la mayor desacreditación que puede sufrir una publicación científica. Y es que, aunque los investigadores estadounidenses presentaron datos extraordinariamente llamativos, otros equipos no lograron replicar los resultados, algo imprescindible si se quiere mantener que el ADN puede construirse en arsénico prescindiendo del fósforo, una conclusión extraordinariamente disruptiva, que exige pruebas concluyentes. Las pruebas no fueron aportadas en el trabajo original y nunca han conseguido otros equipos que replicaron los experimentos: los grupos independientes que intentaron criar las bacterias originales bañadas en arsénico comprobaron que, efectivamente, estas bacterias extremófilas eran resistentes al compuesto, pero sin que ello supusiera que lo usasen en lugar de fósforo para construir ADN.

La polémica es un caso de libro de un trabajo experimental bien hecho, pero que llega a conclusiones incorrectas. Claramente, no hubo mala conducta, ni falta de profesionalidad por parte de los autores del artículo original; simplemente, se trató de errores en la interpretación y discusión de los datos experimentales que les llevó a conclusiones erróneas, algo habitual en ciencia.

Pero el problema en este caso es que el artículo de Wolfe-Simon y colaboradores fue anunciado solemnemente en una conferencia de prensa ampliamente publicitada por la NASA, que ahora se comprueba a todas luces hiperbólica.

Las Crónicas marcianas de Ray Bradbury narran la colonización de Marte: las esperanzas en una vida mejor de los pioneros terrícolas, el descubrimiento de vida marciana y los conflictos que se generan, la rápida desaparición de los alienígenas y la imagen final de la última familia terrestre que ve reflejada en el agua de los canales del planeta rojo el angustiado rostro de los últimos marcianos. A pesar de su ubicación en el género de la ciencia ficción, Crónicas marcianas es una incisiva y nostálgica reflexión sobre las fronteras entre la realidad y los sueños, y la capacidad creadora y destructora del ser humano.

Animados por lo que Stephen Jay Gould denominaba «fantasía provinciana» e impulsados por nuestra tendencia homocéntrica de considerar a la Tierra el centro del universo, ignorando que la magnitud de aquel es tan inconmensurable que cualquier forma de vida es posible, seguimos empeñados en elucubrar sobre las posibilidades de vida extraterrestre tomando como referencias pruebas triviales o experimentos científicos que nada tienen que ver con la épica bradburyana de la civilización marciana.

viernes, 25 de julio de 2025

BREVE RESEÑA SOBRE EL ESCARABAJO BOMBARDERO

 

Brachinus crepitans. Foto de Udo Schmidt

Para muchos organismos los venenos son un medio eficaz para evitar servir de merienda a los carnívoros. Sin embargo, fabricar venenos puede resultar costoso. Dependiendo de los compuestos involucrados, la síntesis de veneno puede requerir muchos nutrientes que podrían emplearse en otras funciones vitales. Por eso, algunos animales se han especializado en otro tipo de defensas.

Brachinus crepitans, conocido como escarabajo bombardero, domina una defensa química única. Se encuentra principalmente en Europa, especialmente en regiones cálidas y secas del sur, donde habita en zonas pedregosas, suelos arenosos y márgenes de caminos. Su cuerpo alargado, con cabeza y tórax de color rojizo, y élitros (alas endurecidas) azul oscuro o negro metálico, mide menos de un cm de largo. Es un depredador nocturno que se alimenta de otros insectos y larvas, lo que le convierte en un organismo beneficioso en el control biológico de plagas.

Un mecanismo de defensa característico

Cuando se siente amenazado, B. crepitans expulsa desde su abdomen una mezcla química caliente y gaseosa que, al reaccionar violentamente en una cámara interna, genera una pequeña explosión audible.

La reacción química se controla con precisión para evitar autodañarse. El escarabajo almacena dos sustancias químicas por separado en su abdomen: peróxido de hidrógeno (H₂O₂), es decir, agua oxigenada, e hidroquinonas. Esas sustancias se mantienen aisladas en dos compartimentos diferentes del abdomen para evitar que reaccionen prematuramente.

Al activarse la defensa cuando se siente amenazado las sustancias se liberan en una cámara de reacción interna del escarabajo. En esa cámara, cuyas paredes son resistentes al calor, se liberan dos enzimas catalizadoras (peroxidasa y catalasa) que catalizan sendas reacciones altamente exotérmicas (liberan calor) entre el peróxido y las hidroquinonas.

En la reacción química principal, catalizada por la enzima catalasa, en la que se alcanzan temperaturas cercanas a los 100 °C, el peróxido de hidrógeno se descompone en agua (H₂O) y oxígeno (O₂) de forma explosiva, porque se libera energía en forma de calor (reacción exotérmica):

2H₂O₂ (ac) → 2H₂O (l) + O₂ (g) + calor

En una reacción paralela en presencia de hidroquinona [C₆H₄(OH)₂], ocurre una oxidación:

C₆H₄(OH)₂ + O₂    C₆H₄O₂ + H₂O

Gracias a la cual la hidroquinona se oxida a p-benzoquinona (C₆H₄O₂), un compuesto tóxico e irritante. Esta reacción también es exotérmica, lo que contribuye al calentamiento del chorro expulsado.


El resultado de ambas reacciones es una explosión controlada que genera una pequeña descarga audible (de ahí el nombre crepitans) en forma de chorro pulsante de vapor caliente y quinonas por el extremo del abdomen. El chorro, que se libera en pulsos (de hasta 500 por segundo) lo que evita que el propio escarabajo se queme, puede ser dirigido con precisión hacia el depredador, lo que le sirve como defensa contra depredadores como ranas, arañas y aves, porque las quinonas son tóxicas e irritantes para piel, ojos y mucosas de otros animales.

Este mecanismo, preciso y repetible, ha sido estudiado como modelo de combustión controlada en ingeniería y para materiales que resisten altas temperaturas, que ha inspirado investigaciones para reencender turbinas de gas en aeronaves a temperaturas de hasta –50 °C. Su sistema de válvulas y cámaras internas es objeto de estudio en ingeniería química y biomimética avanzada.

domingo, 20 de julio de 2025

MBARAK MOMBÉE: UN EXPLORADOR AFRICANO AL QUE LE ROBARON HASTA EL NOMBRE

 

Secuestrado y vendido como esclavo, Mbarak Mombée fue fundamental para el éxito de las expediciones europeas más famosas del siglo XIX en África.

En la Gran Bretaña del siglo XIX, abundaban los rumores sobre la maldición del Nilo. La mayoría de los exploradores que buscaban las fuentes del gran río no solo fracasaban en su misión, sino que también sufrían finales desgraciados. James Bruce de Kinnaird, que pasó más de una docena de años en el norte y este de África y en 1770 se convirtió en el primer europeo en documentar el curso del Nilo, siguiéndolo desde Egipto a través de Sudán hasta sus orígenes en el Nilo Azul, en Etiopía, murió obeso tras caerse por unas escaleras en su casa de Kinnaird.

El extraordinario talento de Richard Francis Burton, un antropólogo que hablaba veintinueve lenguas europeas, asiáticas y africanas, fue eclipsado por su compañero de viaje, John Hanning Speke, quien finalmente se suicidó. David Livingstone, médico, explorador y misionero, desapareció mientras intentaba resolver el misterio del Nilo. Sin embargo, hubo alguien que parecía inmune a la maldición: Mbarak Mombée, un explorador que participó en muchas expediciones, murió en paz en 1885 a los sesenta y cinco años.

Se estima que Mombée, un bantú nacido en la región de Ruvuma, al sur de Tanzania, alrededor de 1820, recorrió a pie más de veinte mil kilómetros por el interior de África. Podría decirse que tuvo un mayor impacto en la cartografía del este del continente que cualquier otra persona. Su diplomacia con los jefes tribales, su conocimiento del terreno y su conocimiento de la medicina tradicional resultaron vitales para muchas de las expediciones africanas más elogiadas del siglo XIX, incluidas las que revelaron los lagos Tanganika y Victoria.

La Royal Geographical Society de Londres acabó por concederle una medalla y una pequeña pensión en reconocimiento a su trayectoria. Sin embargo, debido a los perjuicios raciales se le recuerda generalmente como un personaje secundario en las biografías de sus homólogos blancos y siempre con el nombre que le dieron quienes lo esclavizaron: Sidi Murabak Bombay.

Mientras vivía con su padre en la frontera entre la actual Tanzania y Mozambique, cuando tenía unos doce años Mombée fue secuestrado por unos comerciantes árabes; lo llevaron hasta Zanzíbar, donde lo vendieron y su nuevo propietario lo metió en un barco con destino a la India. Nunca volvió a ver a su padre ni a su pueblo. Pasarían dos largas décadas antes de que su propietario muriera y Mombée pudiera regresar a Zanzíbar, donde se alistó en el ejército del primer sultán del estado.

Fue en Zanzíbar, en 1856, donde Mombée conoció a John Hanning Speke, un explorador británico que actuaba como segundo al mando del famoso Richard Francis Burton. El dúo había recibido el encargo de identificar el nacimiento del Nilo Blanco, el santo grial de la exploración africana desde que Heródoto intentó buscarlo alrededor del 460 a. C. Contratado como guía, Mombée y Speke entablaron una buena relación en hindi.

Mombée destacó como líder entre los aproximadamente 200 africanos de la caravana. En su diario, publicado posteriormente en el primer volumen de su Narrativa personal de una peregrinación a Medina y La Meca, Burton describió a Mombée como:

un personaje muy singular, al que no le importa en lo más mínimo ni su persona, ni cómo se vestía ni qué comía; siempre contento, y haciendo el trabajo de todos antes que el propio, y de una honestidad tan ejemplar que es una maravilla única en la tierra: no haría nada malo para beneficiarse a sí mismo; para complacer a los demás no hay nada a lo que se apegue.

Al principio, Speke y Mombée se comunicaban únicamente en hindi, pero con el tiempo Mombée añadió inglés, árabe y suajili a su léxico, lo que resultó vital a la hora de negociar con los líderes tribales.

Cuando Speke y el explorador escocés James Augustus Grant se convirtieron en los primeros europeos en llegar al lago Victoria en Uganda en 1858, fue Mombée quien estaba a su lado, en lugar del enfermo Burton. Aunque no pudo demostrarlo, Speke presentía que este era, efectivamente, el origen del Nilo Blanco. Furioso por haber sido despojado de su triunfo, Burton inició en Gran Bretaña una campaña de desprestigio contra Speke y Mombée. Cuando Speke regresó solo a África tres años después, fueron él y Mombée quienes unieron fuerzas para demostrar que, efectivamente, el lago Victoria desembocaba en el Nilo.

En 1869, condujo al periodista estadounidense de origen galés Henry Morton Stanley hasta las orillas del Tanganica. Su misión, que cumplieron con éxito, era rastrear al explorador escocés David Livingstone, que llevaba cuatro años desaparecido. El diario de Livingstone y otros relatos contemporáneos dibujan alternativamente su imagen como la de un hombre que, en su búsqueda de las fuentes del Nilo cayó abatido por la enfermedad y el aislamiento en las orillas del lago Tanganica; la otra cara de la moneda es que cuando lo encontraron estaba disfrutando de la comida y las mujeres en la aldea de Nyangwe, en el flanco occidental de la actual República Democrática del Congo.

A pesar de su evidente valor para Stanley, el periodista y explorador admitió en sus memorias que insultaba y golpeaba a Bombay, un hombre de baja estatura y complexión delgada, especialmente cuando sospechaba de la insubordinación del africano, que a menudo intentaba corregir los errores del explorador.

A los cincuenta y tres años, la última expedición de Mombée fue posiblemente la más audaz: en 1873, él y Verney Lovett Cameron emprendieron lo que sería un viaje de dos años, durante el cual fueron los primeros en cruzar África ecuatorial de mar a mar, desde Zanzíbar hasta Angola.

Cabe destacar que, cuando Mombée recibió la medalla de plata de la Royal Geographical Society en 1876, no fue invitado a Gran Bretaña para recogerla. Sin embargo, su vejez fue posiblemente menos problemática que la de sus compañeros blancos. Pasó el resto de su vida haciendo lo que más amaba: viajar por África y difundir la palabra de Cristo por todo el continente.

Hoy, Mombée es aún más conocido como Sidi Mubarak Bombay. Según la Royal Geographic Society, el esclavizador de Mombée le dio el nombre de “Mubarak”. Sus otros dos nombres se refieren a su esclavitud y transporte a la India: “Sidi” se usa en la India para referirse a los descendientes de migrantes africanos, y “Bombay” habla de su educación en Bombay después de su emancipación.

Aunque fue un guía y traductor muy necesario, su nombre apenas aparece en el registro formal de los registros históricos de las expediciones europeas en África. Pero incluso si lo hubieran consignado, habría sido un nombre marcado por la esclavitud y el colonialismo.