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martes, 15 de agosto de 2023

No sea quimiofóbico: la vida es química, nada más y nada menos

 


La vida es química: nada más y nada menos

La vida es química: nada más y nada menos. La química está en la intersección entre la física, que son las leyes de la naturaleza, y la biología, que es su manifestación.

El funcionamiento del cerebro se comprende tan poco que se tiende a asociarlo a significados mágicos o místicos. Pero al final, es química, nada más y nada menos, aunque la gente se resista a la idea. Muchas personas quieren asociar su vida o sus propias experiencias con algún significado especial, como la religión. Pero es química.

Cuando entendemos las bases químicas de las enfermedades, por ejemplo, automáticamente podemos concebir estrategias químicas para corregirlas. El hecho esencial es que todo en la vida es química y todas las enfermedades reflejan una distorsión de la química. Encontraremos medios químicos para corregirlas. Esto no ocurrirá pronto, y quizá no ocurra a lo largo de nuestra vida, pero algún día ocurrirá.

Quimiofobia

La quimiofobia (miedo a la química) es una aversión o prejuicio contra las sustancias químicas. El fenómeno se ha atribuido tanto a una razonable preocupación sobre los posibles efectos adversos de los productos químicos sintéticos, como a un miedo irracional a estas sustancias, debido a conceptos erróneos y afirmaciones exageradas en los medios de comunicación acerca de su daño potencial.

A pesar de que contiene el sufijo -phobia (miedo en griego), la mayoría de los trabajos escritos sobre quimiofobia la describen como una aversión no clínica, es decir, un prejuicio, y no como una fobia en la definición clínica propiamente dicha. Por eso, aunque el tratamiento de las fobias se centra generalmente en la psiquiatría, se me antoja que en el caso de la quimiofobia la mejor terapia consiste en la educación del público mediante la divulgación científica.

Vivimos inmersos en una cultura "quimiofóbica". Los productos químicos se han convertido en un sinónimo de algo artificial, adulterado, peligroso o tóxico. Las sustancias químicas son malas, para usted, para sus hijos, para el medio ambiente. Pero por malpensado que seas, no hay forma de evitar los productos químicos, no hay manera de crear zonas libres de productos químicos. Absolutamente todo está hecho de átomos y moléculas: somos química y todo es química.

En cuanto a la percepción del riesgo, para el público general los productos químicos naturales se consideran más seguros que los sintéticos. En consecuencia, la gente teme a los productos químicos sintético (calificados como "no naturales"), aceptando al mismo tiempo las mismas sustancias químicas que se sabe que son peligrosas o tóxicas siempre que tengan un origen natural.

Los plátanos, una bomba química

Estaremos todos de acuerdo en que cualquier fruta, tanto un plátano como una naranja, es un alimento totalmente natural. Una afirmación de Perogrullo ¿verdad? Sin embargo, la respuesta a la siguiente pregunta quizás no lo sea: ¿que sea natural implica que está libre de compuestos químicos? Si alguien responde que sí, se equivoca.



El que sigue es un listado de los principales (que no todos) componentes que contiene un simple plátano: agua, azúcares (glucosa, fructosa, sacarosa y maltosa), almidón, fibra, E460, aminoácidos (ácido glutámico, ácido aspártico, leucina, alanina, triptófano, metionina), ácidos grasos (ácido palmítico, linolénico, linoleico, etcétera), E300, E306 (tocoferol) y aromas entre los que se encuentran el hexanoato de etilo, el acetato isoamilo, el acetato pentilo y el butanoato de etilo. ¡Ahí es nada! Si cualquiera los viese impresos en una etiqueta de cualquier alimento procesado se echaría a temblar

Ninguno de esos compuestos químicos, algunos de cuyos nombres asustarían al consumidor más confiado, han sido añadidos a la fruta: forman parte de la composición de un plátano cien por cien natural. El plátano es, sencillamente una suma de sustancias químicas. De hecho, cualquier alimento natural está formado por innumerables compuestos químicos. Sin temor a equivocarnos podemos afirmar que todo lo que comemos es química.

¿Más ejemplos de que la comida es química? En ninguna cocina faltan cloruro sódico, usado como potenciador de sabor y un conservante o edulcorante cuya fórmula es C₁₂H₂₁O₁₁. Traducidos al lenguaje cotidiano no son más que la sal común y el azúcar de mesa, respectivamente.

Desde las minúsculas bacterias a las gigantescas ballenas, desde las algas microscópicas a los majestuosos secuoyas, todos los organismos vivos dependen de seis elementos: oxígeno, carbono, hidrógeno, nitrógeno, fósforo y azufre. Se requieren otros elementos necesarios para la vida, por ejemplo el hierro para formar la hemoglobina, pero los seis primeros son los constituyentes mayoritarios que requieren todos los seres vivos.

No todo lo “natural” es siempre “saludable”

Esos sencillos ejemplos desmontan la idea de que la química se asocia solo con términos perjudiciales para la salud (venenoso, nocivo, drogas, pesticidas..) y demuestran que “químico” no es ni mucho menos antónimo de “natural”. La quimiofobia se queda sin argumentos.

Otro error habitual es confundir “natural” con “beneficioso por defecto”. Sin ir más lejos, ingerir algo tan aparentemente inocuo como el agua potable en exceso puede matarnos por intoxicación. El veneno más potente que se conoce no se sintetiza en el laboratorio, sino que lo produce de forma natural una bacteria, Clostridium botulinum. El arsénico, elemento químico conocido desde la antigüedad, altamente tóxico y empleado como veneno, se encuentra fácilmente en la naturaleza en la atmósfera terrestre, en el suelo y en el agua.

“Sin conservantes” no implica que sea sano

Existe una tendencia muy generalizada a considerar los alimentos etiquetados con la frase “sin conservantes” como mucho más saludables. Por el contrario, cuando nos encontramos con un listado de conservantes codificados con una serie de letras y números en las etiquetas, inmediatamente catalogamos a ese alimento como nocivo para la salud.

Para desmontar esta creencia, basta recurrir a un ejemplo muy sencillo: el ácido ascórbico, comúnmente conocido como vitamina C. Está científicamente demostrado que este compuesto presenta una potente capacidad antioxidante. Por eso se utiliza ampliamente como conservante en numerosos alimentos (refrescos, productos de bollería, zumos, mermeladas, cereales, encurtidos, vegetales enlatados). La presencia de este potente antioxidante sin embargo aparece camuflada bajo el código, identificado a priori como “nocivo”, E300.

El ácido ascórbico se puede obtener de forma natural a partir de frutas y vegetales, pero también sintéticamente en un laboratorio por fermentación bacteriana de la glucosa seguida por una oxidación química. Ambas estrategias de obtención dan como resultado a la misma molécula química, con idénticas propiedades físicoquímicas. Sin embargo, se prefiere generalmente la síntesis, porque implica un coste menor y son potencialmente más seguros, porque su producción se controla de forma muy rigurosa. Eso no implica que sea una opción menos saludable. Y si alguno duda de los procesos de fermentación biológica, que deje de tomar cerveza o yogures, por ejemplo.

Este es solo un ejemplo, pero se puede hacer extensible a la mayoría de los compuestos químicos conservantes o aromatizantes usados tanto en la industria alimentaria como en la farmacéutica.

Codeína y aspirina: ¿naturales o de laboratorio?

También abundan ejemplos de medicamentos naturales en el ámbito farmacéutico. Es el caso de la codeína (antitusivo de los jarabes), derivada de la morfina, que a su vez se extrae del opio. La teofilina, un medicamento usado para tratar varias enfermedades respiratorias, se extrae del té. La aspirina, que es un derivado del ácido salicílico, procede del sauce. Y la artemisinina, medicamento usado hoy en día contra la malaria, usa la planta Artemisia annua como materia prima.

Estructura de la morfina, la codeína y la heroína. Hoy día, la morfina y sus compuestos relacionados siguen siendo los analgésicos más eficaces que se conocen. La morfina fue el analgésico de preferencia desde su venta como alcaloide aislado del opio. La codeína, un compuesto similar que se encuentra también en el opio, pero en cantidades mucho más pequeñas, es menos adictiva, pero también es un analgésico menos potente. La diferencia de estructura es muy pequeña; la codeína tiene un CH3O que reemplaza al HO en la posición que muestra el círculo verde en la figura. Otro pequeño cambio químico condujo a la síntesis de la temible heroína. Las flechas rojas indican dónde el CH3CO ha reemplazado a los H en los dos HO de la morfina, produciendo heroína.


Estos compuestos y muchos otros pueden obtenerse de forma natural, pero también de forma sintética mediante procesos químicos. En los últimos cincuenta años el sector de la síntesis de fármacos ha sufrido un importante desarrollo y hoy se tiende a sintetizar medicamentos en laboratorio, incluso si se pueden extraer de la naturaleza. ¿Por qué? En primer lugar, porque resulta más rápido y más económico. Y, en segundo lugar, porque sólo por esta vía se puede producir la cantidad necesaria para abastecer el mercado.

La química nos ayuda a entender el mundo que nos rodea: el cuerpo humano y todo lo relacionado con la salud y el medio ambiente. Saber algo de química ayuda a tomar decisiones informadas sobre nuestra propia vida.

Visto lo visto, no sea tan desconfiado con respecto al papel de la química en nuestras vidas. “Químico” no es sinónimo de “nocivo”, “natural” no lo es de “beneficioso”, ni necesariamente mejor que “artificial”. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.