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martes, 30 de septiembre de 2025

ALREDEDOR DE UNA FLOR: LOS DOS BARES PRIVADOS QUE MANTIENEN VIVA A UNA LIANA BRASILEÑA

 

Amphilophium mansoanum. Foto de Kew Garden

Si alguna vez has pensado en las flores solo como bonitas decoraciones de jardín o como escenarios de citas para abejas, conviene que ajustes el enfoque. Porque, en realidad, una flor se parece más a un restaurante muy sofisticado: hay una carta, un horario de apertura, un personal de cocina microscópico y, sobre todo, una clientela exigente.

En la selva brasileña, una trepadora llamada Amphilophium mansoanum lleva este concepto a un nivel de virtuosismo que haría palidecer a cualquier restaurador de moda.

Una bebida que mueve el mundo

El néctar, esa palabra que suena a mito griego, es mucho más que un dulzor pegajoso. Es la gasolina líquida de la polinización. Las plantas lo fabrican como pago —o soborno, si se quiere— para conseguir que insectos, aves o murciélagos hagan el trabajo sucio de trasladar polen de un sitio a otro.

Pero el néctar no es un refresco uniforme. Varía en el tipo de azúcar, en la concentración, en el bouquet de proteínas, aceites y compuestos aromáticos. Lo mismo que no todos los vinos saben igual, no todos los néctares atraen al mismo público. Y como la producción de esa bebida exige un gasto considerable de energía, cada planta se convierte en una estratega consumada: calcula cuánta cantidad ofrecer, en qué momento exacto y en qué parte del cuerpo floral.

El doble restaurante de Amphilophium mansoanum

Aquí entra en escena nuestra liana protagonista. Esta pariente de las bignonias ha optado por una fórmula audaz: cada flor presenta dos tipos de nectarios distintos. Los primeros, llamados nupciales, son los anfitriones del gran banquete de la polinización. Se esconden en la base interior de la flor, como un club privado, y ofrecen a las abejas una mezcla rica en sacarosa y aminoácidos especiales. Los segundos, los extranupciales, se sitúan en el exterior, en el cáliz, y cumplen una misión menos romántica pero igual de vital: atraen hormigas y otros insectos que, a cambio de esa merienda gratuita, vigilan la planta contra herbívoros y posibles intrusos.

La analogía con un local de restauración es casi perfecta: dentro, un salón selecto que abre solo durante el momento clave del cortejo; fuera, una barra abierta todo el día para los clientes habituales que hacen de porteros.

Flores y botones florales activos en secreción en Amphilophium mansoanum (Bignoniaceae). (A–C) Abejas buscando néctar nupcial acumulado en la cámara nectarífera. (A) Centris scopipes posada en los lóbulos inferiores de la corola, comienza a entrar en una flor de manera ortodoxa. (B) Epicharis flava visita ortodoxamente una flor; nótese la porción dorsal del cuerpo de la abeja tocando las anteras (flecha). (C) Oxaea flavescens roba néctar perforando externamente la base de la corola. (D) Musca domestica recolectando néctar acumulado en la superficie del cáliz de una flor; nótese la gota de néctar en su aparato bucal (flecha). (E, F) Hormigas buscando néctar extranupcial en botones florales. (E) Crematogaster sp. recoge en nectarios extraflorales; nótense los puntos en la superficie del cáliz que corresponden a las glándulas en forma de volcán. (F) Camponotus cf. sericeiventris visitando nectarios extranupciales. (G) Botón floral de aproximadamente 40 mm que muestra dos grandes gotas de néctar en la porción superior derecha del cáliz y pequeñas gotas de néctar que comenzaron a acumularse en la porción izquierda (detalle), las cuales posteriormente formarán una gota grande. (H) Flores funcionales que muestran gotas de néctar alrededor de los márgenes del cáliz, como un collar de perlas. Barras de escala: (A) = 30 mm; (B, C) = 15 mm; (D, F) = 5 mm; (E) = 1 mm; (G) = 10 mm, detalle = 500 µm; (H) = 20 mm. Foto: Balduino et al. 2023.

De la química a la arquitectura

Hasta hace poco, los botánicos sabían bastante de las recetas que se servían en estos dos bares. Los análisis habían mostrado, por ejemplo, que el néctar nupcial es una especie de cóctel de lujo —más azúcar, aminoácidos finos— mientras que el extranupcial es más rústico, con predominio de azúcares simples como las hexosas. Lo que faltaba era entender cómo la maquinaria física de cada nectario producía y liberaba esas mezclas en el momento exacto.

Ahí es donde entra la investigación reciente de Hannelise Balduino y su equipo, quienes decidieron mirar no solo lo que gotea del nectario, sino el propio nectario como si fuera una fábrica en miniatura. Armados con microscopios capaces de revelar tejidos enteros y orgánulos invisibles al ojo humano, siguieron el proceso desde que el capullo floral es apenas un brote verde hasta que la flor se abre en todo su esplendor.

El club privado: nectarios nupciales

El resultado es una pequeña obra de ingeniería celular. Los nectarios nupciales forman un discreto disco de tejido justo debajo del ovario. Incluso antes de que la flor se abra, ya están en marcha: sus células acumulan almidón, aceites, proteínas y compuestos fenólicos, como si prepararan el catering de una boda.

En el momento en que los pétalos se despliegan, se produce una transformación vertiginosa. El almidón se descompone en azúcares más simples; las vacuolas —esas bolsas acuosas dentro de las células— se expanden; el citoplasma se llena de proteínas y aceites.

El efecto es un estallido de néctar rico en azúcar, justo cuando las abejas comienzan sus rondas matutinas. Es el equivalente floral a abrir la barra libre en el instante en que llegan los invitados más importantes.

Este ritmo frenético tiene sentido: la polinización es una carrera contra el reloj. Si el néctar se ofreciera demasiado pronto, se perdería; si llegara tarde, la flor correría el riesgo de no ser fecundada. Las células del nectario nupcial actúan como un equipo perfectamente coordinado, ajustando su metabolismo para ese momento crítico.

Micrografías de A. mansoanum. (a) Aspecto del disco de nectarios (disco nectarífero) en yemas preflorales, visto con estereomicroscopio. (b–f) Micrografías al microscopìo electrónico SEM. (b) Estomas distribuidos irregularmente en la superficie del disco nectarífero. (c) Detalle que muestra estomas comunes junto con estomas grandes y prominentes con poros amplios. Obsérvense las células oclusivas con rebordes cuticulares. (d) Estoma elevado gigante. (e) Flor del primer día; disco nectarífero cubierto con residuos de secreción floculante. (f) Estoma elevado con un poro circular ancho lleno de residuos de secreción. Foto de Balduino et al. 2025.

El bar de barrio: nectarios extranupciales

En cambio, los nectarios extranupciales son el ejemplo de la paciencia. Situados en el cáliz, fuera de la flor, comienzan a trabajar desde que el brote es joven y siguen produciendo néctar de manera constante durante varios días.

Su estructura en tres partes —cabeza, pedúnculo y pie— les permite un flujo lento y seguro. Y su néctar, más rico en lípidos y compuestos aromáticos, tiene ventajas muy concretas: resiste mejor la desecación, frena la proliferación de microbios y seduce a una clientela variada, desde hormigas hasta pequeños insectos oportunistas.

Esta estrategia convierte a las hormigas en una especie de ejército de seguridad. A cambio del suministro continuo, merodean por la flor y ahuyentan a herbívoros y larvas hambrientas. Es como tener un grupo de porteros gratis que nunca se toman un descanso.

Dos personalidades, una sola flor

La comparación entre ambos sistemas es casi de manual de psicología. Los nupciales son impulsivos, de acción rápida, con una misión clara: atraer polinizadores en un breve periodo de tiempo. Los extranupciales, en cambio, son pacientes y persistentes, orientados a las relaciones largas y a la protección continua.

Y, sin embargo, trabajan en armonía. Mientras unos aseguran la reproducción sexual de la planta, los otros garantizan su supervivencia física frente a amenazas externas.

En términos energéticos, esto supone una auténtica coreografía. Producir néctar cuesta recursos, así que la planta ajusta cada menú con una precisión admirable. Nada de derrochar glucosa porque sí: todo responde a una agenda biológica que equilibra inversión y recompensa.

La vida secreta de los nectarios

Lo que Balduino y sus colegas dejan claro es que los nectarios no son simples caños que gotean jarabe. Son sistemas dinámicos y altamente especializados. Almacenan energía en forma de almidón, fabrican enzimas, coordinan la liberación de azúcares, lípidos y proteínas, y modulan su actividad según el momento de la floración. Son fábricas microscópicas que trabajan con una precisión que haría envidiar a cualquier laboratorio de biotecnología.

Este nivel de detalle ayuda a entender mejor la intrincada red de interacciones ecológicas que sostienen un ecosistema. Cada abeja que se posa, cada hormiga que patrulla, cada gota de néctar que se evapora forma parte de un engranaje mayor que asegura la continuidad de la especie y, en última instancia, de la selva misma.

Lo más llamativo, quizás, es que todo esto sucede sin que nadie lo perciba. A simple vista, una flor de A. mansoanum es solo una flor. Pero dentro se libra una microhistoria de química, arquitectura celular y estrategia evolutiva. En el fondo, cada sorbo de néctar que toma una abeja es la culminación de millones de años de ajustes genéticos, una danza de moléculas que permite a la planta seducir a sus colaboradores y defenderse de sus enemigos.

Quizá la próxima vez que veamos una abeja inclinarse sobre una corola, convenga pensar que no está solo bebiendo un líquido azucarado. Está participando, sin saberlo, en una obra de ingeniería natural que combina gastronomía, seguridad y biología avanzada.

Un bar de alta cocina dentro de un pétalo. Un contrato social firmado en gotas almibaradas.