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domingo, 8 de octubre de 2023

Pondré mi oído en la piedra hasta que hable, una novela humboldtiana

Eduard Hildebrandt: "Alexander von Humboldt en su biblioteca en la Oranienburger Straße 67 en Berlin". Según Humboldt, esta ilustración era una representación muy fiel de la biblioteca de su piso de Berlín. Recibía a sus numerosos visitantes o en la biblioteca o en el estudio que se ve a través de la puerta.
 

En 2016, la editorial Taurus publicó la edición en español de La invención de la naturaleza, un estupendo libro en el que, en un elogio de altísima calidad, la escritora Andrea Wulf se atrevía con la cautivadora biografía de Alexander von Humboldt, el héroe perdido de la ciencia y padre de la ecología.

Humboldt fue un intrépido explorador y el científico más famoso de su época. Su agitada vida estuvo repleta de aventuras y descubrimientos: escaló los volcanes más altos del mundo, remó por el Orinoco y recorrió una Siberia infestada de ántrax. Capaz de percibir la naturaleza como una fuerza global interconectada, Humboldt descubrió similitudes entre distintas zonas climáticas de todo el mundo, y previó el peligro de un cambio climático provocado por el hombre.

Convirtió la observación científica en narrativa poética, y sus escritos inspiraron no solo a naturalistas y escritores como Darwin, Wordsworth y Goethe, sino también a políticos como Jefferson o Simón Bolívar. Además, fueron las ideas de Humboldt las que llevaron a John Muir a perseverar en sus teorías, y a Thoreau a escribir su Walden. Wulf rastreó la influencia de Humboldt en las grandes mentes de su tiempo, a las que inspiró en ámbitos como la revolución, la teoría de evolución, la ecología, la conservación, el arte y la literatura.

La cronología de las publicaciones de Alexander von Humboldt es confusa todavía hoy. Ni siquiera él mismo sabía con exactitud qué se publicaba, cuándo y en qué idioma. A eso hay que añadir que algunos de sus libros aparecieron en diferentes formatos y ediciones, o como parte de una serie, pero luego también como volúmenes independientes. Sus obras relacionadas con América Latina acabaron componiendo Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente en 34 volúmenes e ilustrada con 1.500 grabados, la obra con la que Andrea Wulf vertebró La invención de la naturaleza.

Mientras se ocupaba de redactar, editar y publicar el Viaje a las regiones equinocciales, Humboldt dedicó más de dos décadas a escribir Cosmos, su obra capital. Pensada en principio como una obra en dos volúmenes, acabó teniendo cinco, publicados entre 1845 y 1862 y fue la culminación del trabajo de su vida.

El primer volumen era un viaje a través del mundo exterior, desde las nebulosas y las estrellas hasta los volcanes, las plantas y los seres humanos. El segundo volumen era un viaje de la mente a través de la historia humana, desde la antigua Grecia hasta los tiempos modernos. Los tres últimos volúmenes eran tomos científicos más especializados que atrajeron a los lectores en general tanto como los dos primeros.

La vegetación del Chimborazo, el gran volcán andino. Este dibujo de Humboldt de hace más de 200 años prueba el cambio climático. Las plantas catalogadas por el naturalista en 1802 se han movido de sitio. Crecen ahora a mayor altitud por el calentamiento global.

Los dos primeros tomos tuvieron un inmenso éxito de ventas, y en 1851 Cosmos ya se había traducido a diez idiomas. En Gran Bretaña aparecieron tres ediciones rivales casi al mismo tiempo, pero la única autorizada por Humboldt fue la de Elizabeth J. L. Sabine, publicada por John Murray. En 1850, el primer volumen de la traducción de Sabine iba ya por la séptima edición, y el segundo, por la octava. En 1849, se habían vendido alrededor de 40.000 ejemplares en inglés. En Alemania se publicaron varias ediciones más pequeñas y baratas junto antes y después de que falleciera Humboldt, asequibles para el público en general y comparables a las ediciones de bolsillo de hoy en día.

Resultaba imposible leer La invención de la naturaleza sin contraer la fiebre Humboldt. Wulf tuvo el poder de volvernos a todos humboldtianos. Esa afición iniciada para el gran público en 2005 con la Medición del mundo de Daniel Kehlmann, una novela divertida, inteligente y ligera, regresa ahora con Pondré mi oído en la piedra hasta que hable (Ramdom House, 2023) el último libro del colombiano William Ospina, considerado uno de los escritores más destacados de las últimas generaciones y sus obras son mapas eruditos de sus amores literarios, acompañados de declaraciones ideológicas sobre historia y el mundo moderno.

Autor de numerosos libros de poesía, su primera novela, Ursúa (2005), dio comienzo a una trilogía sobre la conquista de América continuada por El País de la Canela (2008) y rematada por La serpiente sin ojos (2015). Entre sus títulos más recientes destacan El año del verano que nunca llegó (2015), La lámpara maravillosa (2015) y Guayacanal (2020). Pondré mi oído en la piedra hasta que hable es su libro más reciente.

Miles y miles de comentarios, en casi todos los idiomas, ofrecen la imagen de un hombre porfiado y curioso que hace muchos años nos dio una lección tanto científica como histórica. Ahora, la novela de William Ospina coloca un punto muy alto y original en el conocimiento de Humboldt. La que presenta Ospina es una novela de su vida, que sirve para darnos cuenta de que gran parte de los noventa años de Humboldt en este mundo transcurrieron alrededor de cientos de experiencias científicas y personales que quizás valía la pena relatar sin dejar de amalgamarla con la ficción.

En esta novela uno siente el sabor de la selva, los rumores del viento en los árboles, la sesuave cadencia de las olas remansadas en las playas caribeñas, como si el texto pretendiera confundirse con el aire salado del océano de tal modo que las excursiones de Humboldt se vivieran en el mismo tono musical que un compositor hubiera previsto.

Pondré mi oído en la piedra hasta que hable no es un efímero relámpago que deslumbra antes desaparecer, sino una serie de vientos que traen y llevan historias como los colibríes que se ciernen sobre las flores. Suelos de piedra, de árboles y flores, de insectos y criaturas del agua y el aire, eran las metas de Humboldt y el legado de hallazgos que la novela de Ospina narra con una fruición descubridora.

El autor sigue a Humboldt en cada una de las etapas, en el Vesubio, en el Teide, en el Chimborazo, en el Perú, en Venezuela y la Nueva Granada. Humboldt no sólo ponía el oído en la piedra hasta que hablara, sino que al parecer le era más anhelante levantarla y mirarla por debajo. Aquí se halla el nudo de la pasión de este singular investigador y genio alemán: de lo muerto (una roca) hasta lo vivo (una planta) nacen todos los pormenores de una obra que se dio a conocer mundialmente y que hoy, más que antes, constituye factor de admiración por los riesgos condicionantes que modelaron su escritura.

El resultado es un libro magnífico y abismal, que se expande en una literatura que consigue transmitir la sensación de lo inabarcable majestuoso, lo más parecido a la definición kantiana de lo sublime. La sensibilidad recorre esta novela en la que todo el talento de Ospina está puesto en función de recorrer esa cualidad del alma del protagonista. El talento poliédrico de William Ospina, multipremiado tanto en la poesía como en el ensayo y la narrativa, se revela el perfecto vehículo para traernos la ambición universalista que representó Humboldt en un mosaico que recrea la Ilustración de la vieja Europa, sus conflictos políticos y la formación de los individuos de todo lo presente en la naturaleza. ©Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.