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sábado, 28 de octubre de 2023

Catrina, la reina iconográfica del Día de Muertos

 

El Día de Muertos es una tradición mexicana celebrada el 1 y 2 de noviembre en la que se honra la memoria de los muertos. Se originó como un sincretismo entre las celebraciones católicas (especialmente el Día de los Fieles Difuntos y de Todos los Santos) y las diversas costumbres de los indígenas de México. Se suele asociar con otras celebraciones como Halloween, aunque en realidad difiere mucho de ella.

La Catrina, la creación más reconocible de un modesto artista mexicano, José Guadalupe Posada, es el ícono del Día de Muertos. Su rostro convertido en el tótem nacional no oficial de México, quizás sólo superado en popularidad por la Virgen de Guadalupe, se reproduce sin cesar durante la festividad.

Los comienzos de un éxito iconográfico: Chicago 1944

El 13 de abril de 1944, una enorme e impaciente multitud desbordó la capacidad del Instituto del Arte de Chicago, provocando un caos que requirió la presencia de la policía. La gente quería ver el estreno en Estados Unidos de una exposición titulada “Posada: grabador para el pueblo mexicano”.

La exposición presentaba las estampas de José Guadalupe Posada, un grabador mexicano que había muerto en 1913 ignorante del éxito que tendrían sus creaciones. En la exposición de Chicago se exhibían sus calaveras, plasmadas en las ilustraciones satíricas de calaveras y esqueletos que creaba para el Día de Muertos y que se imprimían en panfletos baratos de una sola hoja conocidos como “andanadas”.

Portada del programa en color melocotón con un estampado de un esqueleto con un lujoso sombrero. La portada del catálogo de 'Posada', una exposición de 1944 en el Instituto de Arte de Chicago, presenta lo que llegó a conocerse como La Catrina. Foto: Colecciones del Instituto de Arte de Chicago.











Una calavera era la reina de la exposición. Era un esqueleto llamativo con una gran sonrisa dentada y un enorme sombrero de plumas. Una gran pancarta con su imagen colgaba de la pared del museo. El público la vio aparecer en los materiales promocionales del museo. Incluso fue la portada del catálogo de la exposición. En México era prácticamente desconocida, pero la exposición estadounidense convirtió a La Catrina en un icono internacional.

Aunque hay quien podría suponer que su origen se remonta a la noche de los tiempos, la Catrina es en realidad un icono transcultural cuyo prestigio y popularidad proceden a partes iguales de la invención y la casualidad.

Una vida en el anonimato

Cuando Posada la grabó por primera vez en 1912, ni siquiera se llamaba La Catrina. En la impresión original, era Calavera Garbancera, un apodo utilizado para referirse a las campesinas indígenas que vendían garbanzos en los mercados callejeros.

Para satirizar la forma en que las garbanceras intentaban pasar como de clase alta empolvándose la cara y vistiendo trajes franceses a la moda, Posada la dibujó con un atuendo ostentoso. Así que desde el principio, la que habría de llamarse La Catrina fue un icono transcultural: una mujer indígena rural que adoptó costumbres europeas para sobrevivir en la sociedad urbana y mestiza de México.

Como las demás ilustraciones de Posada, la andanada de 1912 se vendía por un centavo y gozaba de cierta popularidad entre las gentes humildes de toda la Ciudad de México. Pero no había nada particularmente significativo en Calavera Garbancera. Como su creador, permaneció en el anonimato durante muchos años.

Posada murió ignorado y pobre, pero sus ilustraciones le sobrevivieron. Su editor las reutilizó para otras andanadas hasta bien entrada la década de 1920. Calavera Garbancera fue reciclada como otros personajes, ninguno particularmente digno de mención. Mientras tanto, nadie sabía realmente quién hacía las andanadas de calaveras que se veían en la capital cada Día de Muertos.

Cartel impreso con texto y dibujo de un esqueleto con un gran sombrero sobre papel verde. 'Calavera revolucionaria', de José Guadalupe Posada. Arte patrimonial/Imágenes patrimoniales de Getty Images.


Todo comenzó a cambiar a mediados de la década de 1920, cuando la obra de Posada llamó la atención del artista francés Jean Charlot, una figura destacada del Renacimiento mexicano, ese estallido creativo de murales y obras de arte nacionalistas que se produjo después de la Revolución Mexicana.

Charlot estaba enamorado de las ilustraciones de calaveras que veía por la Ciudad de México, pero no sabía quién las había creado. Finalmente localizó al editor de Posada y comenzó a investigar sobre el grabador. Charlot publicó artículos sobre Posada y presentó las calaveras del artista a otros artistas e intelectuales del Renacimiento mexicano. Entre los más importantes se encontraban el pintor Diego Rivera y la antropóloga estadounidense Frances Toor.

De La Garbancera a La Catrina

Marido de Frida Kahlo, Diego Rivera, es posiblemente el artista más grande de la historia de México. Sus grandiosos murales épicos siguen siendo famosos internacionalmente. Frances Toor, por su parte, fue una intelectual judía que forjó su modesta carrera escribiendo sobre la cultura mexicana. En 1925 comenzó a publicar Mexican Folkways, una popular revista bilingüe distribuida en México y Estados Unidos. Con Diego Rivera como editor de arte, comenzó a utilizar la revista para promover a Posada. En las ediciones de octubre a noviembre, Toor y Rivera publicaron grandes reimpresiones de las calaveras de Posada.

Sin embargo, Calavera Garbancera nunca estuvo entre ellas. No era lo suficientemente importante como para exhibirla. En 1930, Toor y Rivera publicaron el primer libro de grabados de Posada, que se vendió en todo México y Estados Unidos. Por fin, en ese libro hizo acto de presencia La Garbancera. Pero ahora tenía un nuevo nombre: Calavera Catrina. Por razones desconocidas, Toor y Rivera eligieron ese nombre, y desde entonces la calavera fue para siempre La Catrina.

Su fama, sin embargo, no llegó realmente hasta el tumultuoso debut de Posada en el Instituto de Arte de Chicago en 1944. La exposición era una colaboración entre el museo y el gobierno mexicano. Fue financiado y facilitado por una agencia especial de propaganda de la Casa Blanca que utilizó la diplomacia cultural para fortalecer la solidaridad con América Latina durante la Segunda Guerra Mundial.

Con La Catrina como icono dominante, además de en Chicago, la exposición fue vista y promocionada en Nueva York, Filadelfia, Ciudad de México y otras ciudades de México. Quizás lo más importante era el catálogo de la exposición, con una portada dominada por La Catrina. El catálogo se vendió muy bien en cada lugar en el que se exhibió la exposición. También se distribuyeron copias de cortesía a destacados autores y artistas estadounidenses y mexicanos. Algunos comenzaron a escribir sobre La Catrina y a remodelarla en sus obras de arte, popularizándola en ambos lados de la frontera.

La Catrina se globaliza

En 1947, Diego Rivera inmortalizó aún más a La Catrina cuando la convirtió en el punto focal de uno de sus murales más famosos, Sueño de una tarde de domingo en el Parque Alameda. El mural retrata la historia de México desde la conquista española hasta la Revolución Mexicana. La Catrina se encuentra literalmente en el centro de esta historia, donde Rivera la pintó cogida de la mano de Posada por un lado y de una versión infantil de él mismo por la otra.

Pintura de un esqueleto elegantemente vestido de la mano de un niño y un hombre con sombreros. Detalle del mural de Diego Rivera Sueño de una tarde de domingo en la Alameda, que se encuentra en el Museo Mural Diego Rivera en la Ciudad de México. Nick Sherman/flickr, CC BY-NC-SA. 

La fama de Rivera –y la nueva iconografía de La Catrina– inspiró a artistas mexicanos y mexicoamericanos que la incorporaron a sus obras. Los artesanos populares de México comenzaron a transformarla en juguetes de cerámica, figuritas de papel maché y otras artesanías vendidas durante el Día de Muertos. Por su parte, los mexicoamericanos utilizaron La Catrina en sus murales, pinturas y carteles políticos como parte del Movimiento Chicano, que impulsó los derechos civiles de los mexicoamericanos en las décadas de 1960 y 1970.

Figurita de cerámica adquirida por el autor el Día de los Muertos de 1999 en Guanajuato. Foto de María Gallego.


La imagen de La Catrina se utiliza ahora para vender desde cerveza hasta muñecas Barbie. Se venden disfraces de La Catrina en las grandes cadenas de supermercados. De hecho, los desfiles y concursos de disfraces de La Catrina son una tradición relativamente nueva del Día de Muertos en México y Estados Unidos.

Posada probablemente nunca pensó que su calavera femenina se hiciera tan famosa. Simplemente quería usar el humor tradicional del Día de Muertos para burlarse de las garbanceras vestidas de manera extravagante que veía merodeando por la plaza central de la Ciudad de México.

Catrina gigantesca en la ofrenda del Día de Los Muertos de 2022 en la plaza del Zócalo de Ciudad de México.

Hoy, durante el Día de los Muertos, esa misma plaza central se llena con cientos de imitadores de La Catrina que, por unos pocos dólares, posan para fotografías con turistas dispuestos a pagar por una experiencia cultural supuestamente “tradicional” del Día de Muertos.

Mientras tanto, Posada probablemente esté riéndose en algún lugar de la tierra de los muertos. © Manuel Peinado Lorca, @mpeinadolorca.