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lunes, 22 de abril de 2019

Cambio climático: Soportamos las temperaturas más altas de todo el Cuaternario

Retroceso del glaciar de Rink, en la costa oeste de Groenlandia. Foto NASA. 

Según un estudio publicado este mismo mes en Science Advances, los humanos hemos provocado el cambio climático más profundo de los tres últimos millones de años.
El análisis de la relación δ18O [la relación isotópica Oxígeno-18 (O18) / Oxígeno-16 (O16)] es de enorme importancia en paleoclimatología, en particular en el estudio de océanos y glaciares. Los principales procesos que afectan a esa relación son la evaporación y la condensación. El agua de mar tiene generalmente un contenido mayor de  O18 que el del hielo de los glaciares y, por tanto, esa relación es mayor en ambientes marinos.
La relación δ18O osciló a lo largo del tiempo con la temperatura, por lo que medirla genera una información fundamental sobre los climas pasados y permite diferenciar entre los periodos glaciares e interglaciares. Durante los periodos glaciares, el contenido de  O18 en los océanos se incrementó, mientras que el isótopo más ligero O16 quedaba atrapado en el hielo glacial. La situación opuesta se presentó durante los periodos interglaciares (con temperaturas promedio globales más cálidas), cuando el hielo se derritió liberando los isótopos O16 y el contenido de O18 en los océanos disminuyó.
Gracias a esos análisis sabemos que el Cuaternario, el período geológico en el que nos desenvolvemos hoy, se caracteriza por la aparición de ciclos glaciares-interglaciares causados por el crecimiento cíclico y la descomposición de los casquetes de hielo continentales en el hemisferio Norte (HN). Antes de la iniciación de la glaciación que marca convencionalmente el inicio del Cuaternario hace ~2,7 millones años (MA), cesó el crecimiento de los casquetes del HN debido probablemente a la elevada concentración atmosférica de dióxido de carbono.
Después, los registros bentónicos de δ18O del Cuaternario muestran una tendencia hacia casquetes de hielo más grandes y un clima más frío, junto con un aumento de la amplitud de la variabilidad glaciar-interglaciar. De particular interés es la transición que tuvo lugar hace entre ~1,25 y ~0,7 MA, conocida como la transición del Pleistoceno medio (TPM), en la que hubo desde ciclos simétricos con un período de aproximadamente 41.000 años (KA) a ciclos fuertemente asimétricos de 100 KA. Se han propuesto varias hipótesis sobre el mecanismo de la TPM. Una de ellas postula un descenso gradual del dióxido de carbono durante los últimos tres MA para explicar tanto la aparición de Groenlandia como, de forma más general, de todas las glaciaciones del HN  y la transición TPM. Otra hipótesis atribuye la TPM a una eliminación gradual de una capa gruesa de regolito de Norteamérica y norte de Europa.
El mundo hace más de un millón de años.  Este gráfico muestra la extensión máxima de las capas de hielo del hemisferio Norte durante la primera parte del Cuaternario, hace aproximadamente entre 2,7 millones y 1 millón de años. Fuente.
De acuerdo con esas investigaciones, el nivel actual de dióxido de carbono atmosférico es probablemente más alto que en todo el Cuaternario, y ese aumento en el nivel de ese gas de efecto invernadero podría acarrear temperaturas jamás registradas en ese período geológico.
Los autores del estudio utilizaron modelos informáticos para examinar los cambios en el clima durante el Cuaternario, que comenzó con un período glaciar durante el cual las capas de hielo se deslizaron desde Groenlandia para cubrir gran parte de Norteamérica y Europa septentrional. Al principio, estos glaciares avanzaron y retrocedieron en ciclos de 41 KA impulsados por cambios en la órbita de la Tierra alrededor del Sol. Pero hace entre 1,25 y 0,7 MA, esos ciclos glaciares e interglaciares se ampliaron para aparecer cada 100 KA aproximadamente, en la llamada TPM. Dado que el patrón de variaciones en la órbita de la Tierra no había cambiado, la pregunta que cabía hacer es qué causó esa transición.
El equipo de investigadores encabezado por el alemán M. Willeit del Potsdam Institute for Climate Impact Research, utilizó una simulación del clima del Cuaternario para intentar responder a esa pregunta. Los modelos son tan buenos como los parámetros que se introduzcan y en este se incluyeron muchos: condiciones atmosféricas, condiciones oceánicas, vegetación, carbono global, polvo y capas de hielo. Los investigadores incluyeron lo que se conoce sobre esos parámetros y luego los modificaron en diferentes escenarios para ver qué condiciones podrían crear la TPM.
Descubrieron que para que los ciclos glaciares de 41.000 años cambiaran a ciclos de 100.000 tenían que suceder dos cosas: el dióxido de carbono atmosférico tenía que disminuir y los glaciares debían remover una capa de sedimentos llamada regolito.
El dióxido de carbono pudo haber disminuido por diferentes razones, como una disminución de los gases de efecto invernadero que emiten los volcanes, o cambios en la tasa de meteorización de las rocas, lo que provocaría que se atrapara más carbono en los sedimentos que se depositan en los fondos marinos. Menos carbono en la atmósfera significaba que se atrapaba menos calor, por lo que el clima se habría enfriado hasta el punto en que se podrían formar capas más grandes de hielo.
Los procesos geológicos proporcionaron el segundo ingrediente fundamental para los ciclos glaciares más largos. Cuando los continentes están libres de hielo durante largos períodos de tiempo, se cubren de una capa de roca molida y no consolidada llamada regolito. La Luna es un buen lugar para comprender este fenómeno: la gruesa capa de polvo de la nuestro satélite es un regolito.
El hielo que se forma sobre este regolito tiende a ser menos estable que el hielo que se forma sobre una roca firme (imagine la diferencia en la estabilidad entre una superficie hecha de esferas y la de una mesa plana). De manera similar, las capas de hielo depositadas sobre el regolito fluyen más rápido y se mantienen más delgadas que el hielo puro. Cuando los cambios en la órbita de la Tierra alteran la cantidad de calor que impacta en la superficie de la Tierra, las capas de hielo son particularmente propensas a fundirse.
Capas de hielo antes y después de la Transición del Pleistoceno Medio. Modelado del espesor máximo de hielo (A) antes y (B) después del TPM. Las líneas punteadas en (B) indican la extensión de hielo reconstruida en el último máximo glacial. Fuente.
La enorme potencia de los glaciares empujan los materiales del regolito hacia sus bordes. Esta limpieza que llevan a cabo los glaciares vuelve a exponer la roca madre. Después de unos pocos ciclos glaciares acontecidos en el Cuaternario temprano, la roca madre habría quedado expuesta, ofreciendo a las capas de hielo recién formadas un lugar más firme en el que anclar. Estas capas de hielo más resistentes, además de un clima más frío, dieron como resultado los ciclos glaciares más largos observados hace aproximadamente un MA. Los períodos interglaciares seguían estando sujetos a cambios orbitales, pero se hicieron más cortos.
Estos hallazgos son importantes para comprender las condiciones que determinaron que lugares como París o Madrid sean habitables y no estén cubiertos por un kilómetro de hielo. Pero también son útiles para interpretar el cambio climático actual.
Los registros de carbono atmosférico que existían hace unos 800 KA deben reconstruirse en lugar de medirse directamente, como se viene haciendo, a partir de núcleos de hielo, de manera que las estimaciones realizadas sobre la cantidad de carbono en la atmósfera han variado. La investigación de modelos de Willeit y su equipo sugiere que el dióxido de carbono estuvo por debajo de 400 partes por millón (ppm) durante todo el período Cuaternario. Hoy en día, el promedio global es de 405 ppm y sigue aumentando.
Según el modelo de Willeit y colaboradores, a finales del Plioceno, hace unos 2,5 MA, las temperaturas globales medias fueron 1,5 ºC más altas que el promedio antes del uso generalizado de combustibles fósiles. Esas temperaturas pliocénicas constituyen actualmente el récord de temperaturas más altas en todo el Cuaternario.
Pero eso podría cambiar pronto. De hecho, la temperatura media global es hoy 1,2 ºC más cálida que la media preindustrial. El Acuerdo de París 2016 limitaría el calentamiento a 1,4 ºC, lo que significa igualar el clima de hace 2,5 MA. Si el mundo no puede ajustarse a ese límite y se dirige los 2 ºC, el objetivo internacional anterior a París, será el promedio global más alto visto en todo el Cuaternario.
Puesto el estudio en perspectiva, lo que indican sus resultados es que incluso si observamos climas pasados en escalas de tiempo muy largas, lo que estamos haciendo ahora en términos de cambio climático es algo igual de grande pero mucho más rápido que lo que sucedió en el pasado. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.

domingo, 21 de abril de 2019

Fracking: camino a la perdición


Las acciones de algunas compañías de fracking pierden un 99% de su valor.

El gigante con pies de barro sigue tambaleándose. Si piensa que el desplome que se está produciendo en las compañías petroleras de lutitas está casi terminado, se equivoca. La ruina completa apenas ha comenzado. La caída a tumba abierta del precio de las acciones hasta apenas valer el papel en el que están escritas, anuncia el punto final del esquema energético Ponzi más grande de la historia.
En un artículo publicado el mes pasado escribí sobre la diferencia entre los precios de las acciones de las principales compañías petroleras convencionales en comparación con las que explotan lutitas mediante fractura hidráulica. En ese artículo, mostré cómo varios de los precios de las acciones de las principales compañías petroleras se habían desviado de sus máximos establecidos en octubre de 2018. En los gráficos, que repito a continuación, podía verse que las acciones de las compañías de fracking nunca se recuperaron y eran considerablemente más bajas que sus valores establecidos el año anterior.
Los precios de las acciones de las principales compañías petroleras han aumentado significativamente en sus mínimos, mientras que sus colegas de fracking han experimentado una tendencia a la baja. ExxonMobil, Chevron y BP regresan a sus máximos alcanzados en octubre, mientras que Continental, Concho, Pioneer, Whiting, Oasis y Callon han bajado considerablemente.

A pesar de que los precios de muchas de las acciones que se muestran en los gráficos han subido desde que los publiqué a mediados de marzo, todavía están muy por debajo de sus máximos. Por ejemplo, cada acción de Whiting Petroleum alcanzó un máximo de 55 dólares en octubre y actualmente cotiza a 27. Por lo tanto, todavía está por debajo de su pico del año pasado. En el caso de Oasis su cotización a 6,60 dólares sigue siendo un 53% de su máximo de 14 dólares por acción.
Sin embargo, hay algunos valores que podían despistarnos por sus subidas atípicas, como ocurre con Pioneer. Pioneer alcanzó los 190 dólares en octubre de 2018 y solo cotizaba a 140 a mediados de marzo. Por lo tanto, todavía estaba alejada de su pico de octubre. En estos días Pioneer se ha recuperado un poco y, aunque sigue por debajo de su valor de octubre, ahora cotiza a 175 dólares, por lo que no está muy lejos de su máximo de 2018. Si bien el precio de las acciones de Pioneer se está comportando mucho mejor que Whiting, Continental, Oasis y Callon, parece que las compañías que operan en la cuenca Permian están disfrutando de un valor añadido con respecto a las que operan en otras cuencas como la Bakken. Hay, por decirlo así, un "bonus" financiado por inversores que tienen más dinero que sentido común.
Como los rendimientos de los pozos del Permian están viviendo su punto álgido de producción, el dedo del flujo está ocultando la luna de las pérdidas y los inversores, seducidos por el que parece un inagotable manantial de oro negro, están pagando mucho más por las acciones de las compañías que perforan allí. Sin embargo, las finanzas de Pioneer no son en realidad mejores (son peores en realidad) que otras acciones peor cotizadas. Si observamos la siguiente tabla (Fuente), veremos que Pioneer ha sufrido un flujo de caja libre negativo durante los últimos ocho años, lo que quiere decir que gasta más en producir que lo que obtienen en vender lo producido:
Gastos de Capital (Capital Expenditures) y Flujo de Caja (Free Cash Flow) de Pioneer Resources.
Como puede verse en esa tabla, hay un flujo de caja negativo (números rojos) desde 2011 a 2018. Desde 2011, Pioneer ha acumulado 6.800 millones de flujo de efectivo libre negativo. Si eso es así, ¿por qué cada acción de Pioneer vale actualmente 175 dólares? Es probable que tenga que ver con el hecho de que Pioneer está aumentando la producción y los ingresos. Esos datos enmascaran el flujo de efectivo y parece que, fiados de los rendimientos futuros, a los inversores no les importan las ganancias inmediatas. Esa es la “nueva normalidad” en la psicología de la fiebre del “invierte, chico, invierte" que plaga el mercado petrolero.
Así las cosas, mientras que las compañías que se centran principalmente en el Bakken están sufriendo una caída de precios del 45-50% desde sus máximos de octubre, a las que operan en la cuenca Permian parece que les está yendo mucho mejor. A pesar de que, en mi opinión, la gran mayoría de las acciones de las compañías de lutitas son bonos basura, algunas, como Pioneer, son algo así como vertederos blanqueados.
En su último análisis sobre las dieciséis empresas líderes de petróleo de lutitas, SRSrocco Report ha encontrado una información muy interesante. Una compañía de nombre muy hispano, Sanchez Energy, sufrió una impresionante caída del 99,5% en el precio de sus acciones desde que empezó a cotizarse en 2014. Como puede verse en la siguiente gráfica (Fuente), las acciones de Sanchez Energy cotizaban al cierre de la semana pasada a 18 centavos:

En un momento determinado, Sanchez Energy estaba cotizando a más de 38 dólares por acción. Tampoco mejoran las cosas cuando se compara la cotización actual con el pico de octubre de 2015 (15 dólares por acción). Al hacer las cuentas (0,18 vs 15), aparece una disminución del 99%. ¡Qué final tan triste para una compañía que prometía el oro y el moro cuando comenzó la poderosa “Revolución Energética del fracking” en Estados Unidos!
Con la cotización de Sanchez Energy a tan solo 18 centavos por acción, algunos podrían pensar que se trata de una compañía de chichinabo. No es así. Sanchez Energy informó el año pasado que había tenido unos ingresos de 1.060 millones de dólares al cierre del ejercicio. Por lo tanto, no es una pequeña empresa petrolera de cuarta división, aunque el precio de sus acciones diga lo contrario. Vean algunos datos relevantes de Sanchez Energy referidos al cierre del ejercicio de 2018 (en dólares):
Ingresos = 1.060 millones.
Beneficios netos = 85 millones.
Flujo de efectivo libre (negativo) = -347 millones.
Deuda a largo plazo = 2.400 millones.
Gastos por intereses = 178 millones.
Mientras que Sanchez Energy registró una ganancia neta de 85 millones el año pasado, la cifra significativa fue el flujo de efectivo libre negativo de 347 millones. Entonces, ¿cómo se las apañará una compañía con un valor en Bolsa de 17 millones para pagar 2.400 millones de deuda?  Buena pregunta. Y como a perro flaco todo son pulgas, Sanchez Energy gastó diez veces más en intereses (178 millones) para pagar su deuda de lo que vale la compañía: 17 millones.
Si echamos un vistazo a la siguiente tabla, observaremos que el flujo de efectivo libre de Sanchez Energy en la última década es otra marea roja:
Gastos de Capital (Capital Expenditures) y Flujo de Caja (Free Cash Flow) de Sanchez Energy.

Sanchez Energy nunca tuvo una oportunidad. Desde que apareció en el tablero, ha estado sufriendo una hemorragia. Hoy por hoy, algunos desdichados nversores son los propietarios de sus 2.400 millones de deuda. Sanchez Energy propinó una bofetada doble a quienes confiaron en ella. Los que compraron para vender a corto plazo, palmaron. Los que se fiaron largo, los fondos de inversión que “atesoran” la deuda de la compañía, tendrán suerte si obtienen 18 centavos por dólar.
El último golpe mortal para la compañía ocurrió el 1 de febrero cuando la Bolsa de Nueva York la expulsó de su lista de compañías bursátiles, ya que su cotización cayó por debajo del dólar por acción. De acuerdo con ese artículo, Sanchez Energy no apelará la decisión de eliminar la cotización de sus acciones, porque me imagino que su CFO (Chief Financial Officer o Director Financiero) es consciente de que no hay ninguna esperanza de supervivencia para la arruinada compañía.
Un último punto importante sobre Sanchez y las compañías petroleras de lutitas. Aunque Sánchez está sufriendo un mayor porcentaje de pérdidas en el flujo de efectivo libre en comparación con sus gastos de capital (52% en 2018) en comparación con Pioneer (14% en 2018), el resto de las compañías de lutitas seguirán el mismo destino que Sanchez.
Los porcentajes anteriores resultan de dividir el flujo de efectivo libre por los gastos totales de capital. Por ejemplo, Sanchez publicó un flujo negativo de efectivo de 347 millones. Divida esa cifra por los 613 millones de gastos de capital, y surgirá ese 52%. Por lo tanto, Pioneer no es, por ahora, un desastre como el de Sanchez. Pero, más pronto que tarde, creo que la mayoría de las compañías de fracking pasarán a la historia de la misma manera que Sanchez.
Solo es una cuestión de tiempo antes de que sus acciones valgan unos pocos centavos. La última de ellas apagará la luz de la esperanza en una “Revolución Energética” que hubiera hecho las delicias de doña Baldomera Larra. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.

sábado, 20 de abril de 2019

Jardines de Alcalá (1): El jardín de las Bernardas




Con esta entrega inicio una serie de artículos dedicados a la descripción de los árboles y arbustos plantados en los jardines de algunos de los lugares más conocidos de Alcalá de Henares. Comienzo por uno de lo que me vienen más a mano, el de la plaza de las Bernardas.

La plaza de las Bernardas, uno de los rincones más recoletos de Alcalá, está presidida por una decena de cedros, dos de ellos enfrentados a modo de pórtico frente a la plaza de Palacio y los restantes alineados delante de la fachada y en sendas filas laterales. Los cedros son coníferas de portes cónicos que pierden con la edad para adoptar formas tabulares o trapezoidales. Se reconocen fácilmente por sus hojas persistentes de forma de aguja (acicular), agrupadas en pequeños manojos en el extremo de unas ramitas menudas que crecen sobre las ramas principales, aunque las primeras hojas aparecen aisladas.

Los cedros son árboles majestuosos, que gozan de un especial culto como árboles ornamentales, seguramente porque el cedro del Líbano es el árbol más citado en la Biblia como símbolo de fuerza y abundancia (un rápido conteo me ofrece setenta citas). El nombre genérico proviene del latín cedrus, y este del griego kédros, que en tiempos de Homero se daba a una conífera de madera aromática, como la de los cedros, que además tiene la virtud de ser muy duradera, casi imputrescible, por lo que en la antigüedad tuvieron muchas utilidades, especialmente para la construcción.

Los cedros no son nativos de España, aunque en nuestro país se plantan tres de ellos: el cedro del Líbano, Cedrus libani, el del Atlas, Cedrus atlantica, y el del Himalaya, Cedrus deodara. El primero no lo he visto en Alcalá, mientras que los otros dos están plantados con profusión, especialmente el del Himalaya. Como no quiero descartar que en la ciudad haya también algún ejemplar de cedro del Líbano con el que nunca me he encontrado, en la figura adjunta ofrezco una sencilla clave que permite reconocer al trío con relativa facilidad.

Dejo para otra ocasión la descripción de Cedrus deodara, que es el más común de todos los plantados en Alcalá, y me ocupo de la descripción del cedro del Atlas, la especie a la que corresponden los cedros de la plaza de las Bernardas. En su ambiente natural, las montañas del Atlas, Cedrus atlantica es un árbol de gran talla que puede superar los cuarenta metros de altura. La corteza es de color gris claro, primero lisa y después pardo negruzca y profundamente resquebrajada. El porte es cónico hasta edades avanzadas, coronándose la copa en ejemplares viejos. Las ramas de primer orden son ascendentes, lo que es una buena diferencia con las ramas del cedro del Himalaya, que suelen ser horizontales o péndulas.

Las acículas son de sección casi cuadrangular, delgadas y curvadas, tienen de diez a veinticinco milímetros de longitud por un grosor de alrededor de uno, con ápice agudo color verde o azulado (variedad glauca). Se agrupan en penachos de alrededor de más de treinta acículas, en cuyo centro se distingue una yema. Suelen persistir tres años sobre el árbol.

Los cedros son coníferas y, por tanto, sus estructuras reproductoras se disponen en conos (estróbilos) que aparecen en primavera. Los de uno y otro sexo aparecen sobre el mismo árbol. Los masculinos son de color amarillo verdoso y aparecen sobre las ramillas inferiores. Los femeninos tienen tonalidad verde pálida y se disponen en las ramas superiores. Unos y otros están formados por escamas dispuestas en espiral muy apretada a lo largo de un eje central. Cuando están maduros, los conos masculinos presentan un color amarillento debido al abundantísimo polen que se produce en unos saquitos situados entre cada una de las escamas masculinas y su inserción en el eje.

Cedrus atlantica variedad glauca. A la izquierda conos masculinos. A la derecha cono femenino fecundado o piña. En ambos casos pueden verse los penachos de hojas aciculares situadas en el extremo de pequeñas ramitas.
Las piñas, que se forman por endurecimiento de las escamas en cuya axila hay un par de semillas, tienen forma de tonel, de cinco a ocho centímetros de longitud por cuatro a cinco de anchura, con ápice aplanado o deprimido; al principio son verdosas, pero luego pasan a marrón en la madurez. Surgen erguidas y se desintegran con el tiempo húmedo o lluvioso, después de madurar. Mientras que las escamas caen al suelo, el eje de la piña suele permanecer algún tiempo sobre el árbol. Proporcionan semilla fértil a los 35 o 40 años de edad. Los piñones son triangulares, muy resinosos, unos diez milímetros de longitud y van provistos de un ala más larga que la semilla. Un kilogramo de piñas puede contener entre ocho mil y veinte mil semillas.

Rodeado por un bosque de cedros, la nieve se adhiere al pelaje de un adulto en la cordillera del Atlas Medio. Los macacos de Berbería son los únicos monos africanos que hay al norte del Sáhara, y una de las pocas especies de primates que habitan en un clima frío.
En los bosques de cedros del Atlas habitan los macacos de Berbería (Macaca sylvanus), los únicos monos africanos que hay al norte del Sahara, y una de las pocas especies de primates que habitan en un clima frío. Allí, en el Atlas, los cedros pueden alcanzar setecientos años de edad, aunque se dice que puede sobrepasar el milenio. Proporciona una buena madera de color rosado, ligera, blanda, bastante resistente y de intenso aroma, buena para la construcción y carpintería. Ha sido muy utilizado con fines ornamentales por su gran valor estético, en especial una atractiva variedad ‘glauca’ de acículas azuladas, que crece naturalmente en algunos bosques naturales, como los del sur de Constantina, en Argelia.

En el parterre situado junto al muro del palacio Arzobispal, a las espaldas de la escultura de Catalina de Aragón, hay otras coníferas: tres biotas o falsas tuyas (Platycladus orientalis). Aunque en algunos jardines y en sus lugares naturales de origen pueden alcanzar una docena de metros, en jardinería -sometidas por las podas y limitadas en su crecimiento por la competencia con otras plantas- no llegan a alcanzar ese tamaño.

Las de la plaza de las Bernardas son arbolitos de unos cuatro metros de altura, con el porte más o menos piramidal y las ramas tan densas que no dejan ver el tronco. Si mira por debajo de las ramas inferiores, verá que la corteza es poco gruesa y de color marrón rojizo, está finamente agrietada, tiene costillas estrechas y se desprende en tiras. Pero lo más característico de las biotas son la ramas y ramitas que salen en disposición erecta y se sitúan en planos verticales. Precisamente a esa disposición alude su nombre genérico Platycladus, de los vocablos griegos platys, plano, y kladós, rama.

La denominación específica orientalis hace referencia a su procedencia geográfica en relación con Europa: es una especie procedente del norte de China, Manchuria y Corea. En cuanto al nombre común, he optado por el nombre común biota, por el que se le ha conocido durante mucho tiempo, aunque algunos viveristas la llaman tuya, confundiéndole con ejemplares del verdadero género Thuja. En todo caso, el nombre “tuya” deriva directamente del latín, y significa oloroso, algo que podrá comprobar frotando un poco las ramitas, que despiden una profunda fragancia aromática.

Platycladus orientalis. A la izquierda extremo de una rama aplanada, mostrando los pequeños conos masculinos (círculo rojo) y los femeninos transformados en pequeñas piñas abiertas (círculo amarillo). A la derecha, detalle de las piñas jóvenes pruinosas.
Mire con atención las ramitas y verá que las hojas son como pequeñas escamas y están insertas en cuatro filas, las del par interior divergentes con la punta algo separada de la ramilla. Tienen color verde por ambas caras, aunque viran hacia una tonalidad marrón bronceada en invierno. Las biotas son coníferas y, por tanto, sus estructuras reproductoras se disponen en conos (estróbilos) que aparecen en primavera. Los conos masculinos son muy pequeños, tienen el color amarillento que les otorgan los miles de granos de polen que encierran, y se sitúan en el extremo de las ramillas. Las femeninas son verdosas y se sitúan erectas, también en el extremo de las ramillas. Ambas aparecen en primavera.

Cuando resultan fecundados, los conos femeninos se transforman en piñas ovoides, de 1,5 a 2,5 centímetros de diámetro, algo carnosas y cubiertas de cera (pruinosas) al principio. Están formados por seis a ocho escamas provistas de ganchos revueltos y presentan color glauco antes de la madurez, que alcanzan en verano. Al abrirse, las piñas adquieren una tonalidad castaño-rojiza y desprenden de cada escama de uno a tres piñones sin ala. Un kilo de piñas puede contener de 30.000 a 40.000 piñones.

La madera es de calidad, admite fácilmente el pulimento y ha sido empleada especialmente en su lugar de origen. Es una planta muy utilizada como ornamental, muchas veces para formar setos, si bien debido a que las ramillas se sitúan en planos verticales no son setos tupidos que impidan las miradas indiscretas. Posee muchas variedades y formas de jardinería. Ha sido ampliamente plantada en los jardines y cementerios de China y también en Japón, a pesar de no ser autóctona allí.

Cordyline australis, el árbol de la col, cerca de Kaihoka Lakes, Tasman, Nueva Zelanda. Salpicados aquí y allí, rodeados de campos de cultivo o de pastizales, estos árboles son una de las siluetas más familiares de la campiña de Nueva Zelanda. Son los sobrevivientes de la primera o segunda generación de la antigua cubierta forestal. Originalmente los árboles de col crecieron en bosques pantanosos, a lo largo de terrazas fluviales y en laderas húmedas. Crecen hasta veinte metros de altura y desarrollan un enorme tronco de hasta un metro de diámetro. Después de cada floración cada rama desarrolla una amplia corona de hojas largas. Cada primavera produce una gran nube de flores de olor dulce.
Las plantas más destacadas en los parterres perimetrales tienen el aspecto de pequeñas palmeras estrechas con hojas en penachos. Son cordilines (Cordyline australis). Cordyline procede del vocablo griego kordyle, maza, aludiendo a sus raíces anchas y carnosas. Australis (meridional) proviene del latín, en alusión al lugar de procedencia, porque provienen de algunas zonas pantanosas de Nueva Zelanda, donde pueden alcanzar de ocho a diez metros de altura, aunque en España no suelen pasar de los cinco.

Aunque los ejemplares de las Bernardas son jóvenes, cuando crezcan dentro de unos años mostrarán el tronco cubierto de una corteza de color pardo grisáceo, gruesa, rugosa y fisurada, con pequeñas grietas horizontales. En los ejemplares jóvenes el tronco es recto y no se ramifica, pero cuando son maduros y alcanzan la edad de florecer tienen muchas ramificaciones, a veces desde la base. Cualquiera que sea su edad, las hojas coronan densamente el extremo de los tallos y ramas. Acabadas en punta, las hojas son flexibles, coriáceas, estrechas, alargadas y carecen de pecíolo. Miden de treinta a cien centímetros de longitud por tres a seis de anchura, con un bello color verde. Tienen el borde liso con nerviaciones finas, paralelas al nervio principal. En las plantas viejas forman un penacho muy denso al final de las ramas.

Cordyline australis. A la izquierda inflorescencias. A la derecha flores muy aumentadas mostrando seis tépalos recurvados hacia atrás, seis estambres y un ovario central de color verde, brillante porque en su parte superior hay nectarios.
La floración, que se produce a principios de verano, es espectacular, porque sus centenares de flores blancas o cremosas, dulcemente aromáticas, de menos de un centímetro de diámetro, se disponen en anchas ramificaciones (panículas) terminales, erectas o colgantes, de entre medio metro y un metro y medio de longitud por treinta a sesenta centímetros de diámetro. Los frutos son blancos o blanco-azulados, globosos, carnosos, de alrededor de un centímetro de diámetro y suelen alcanzar la madurez en otoño.

Al pie de las biotas, alineado a lo largo del muro del palacio, hay un seto de boj (Buxus sempervirens), un arbusto (o arbolito cuando no se poda) siempre verde, originario de Europa, donde crece en forma silvestre desde las Islas Británicas hasta la costa del mar Mediterráneo y del mar Caspio.

Buxus sempervirens. A la izquierda inflorescencias en las que se reúnen varias flores masculinas rodeando a una o dos femeninas. Una vez fecundadas, las flores femeninas producen esos frutos tricornes de la derecha.
El boj tiene un tallo muy ramificado cubierto de una corteza lisa en los ejemplares jóvenes, surcada de resquebrajaduras en los adultos, de color pardo grisáceo. Las hojas son lanceoladas a ovadas o elípticas, opuestas, coriáceas, de color verde oscuro por el haz y más claro en el envés, de hasta tres centímetros, con el borde algo curvado hacia abajo.

Las flores tienen sexos separados, pero, como también sucede con las coníferas que acabo de describir, ambos sexos crecen sobre la misma planta. Aparecen a comienzos de primavera, en pequeños grupos de varias flores masculinas y una femenina en la base de las hojas. Miden unos dos milímetros, son de color amarillo, poco vistosas, carentes de corola, sin fragancia, pero ricas en néctar, que atrae a las abejas y a las moscas. El fruto es una cápsula marrón o gris, coriácea, de alrededor de un centímetro de largo, provista de tres cuernecillos, que contiene numerosas semillas.

Por su docilidad al manejo topiario, el boj fue usado en Grecia y Roma desde la época clásica para demarcar jardines formando setos. Aún después de la caída del Imperio romano debe haber perdurado su uso, puesto que Alberto Magno documenta en el siglo XIII que en la actual Alemania se usaban con tales fines. Combinado con el mirto o arrayán (Myrtus communis), gozó de gran aceptación en los elaborados jardines renacentistas.

Su madera, tan dura y pesada que no flota, se emplea en ebanistería para tallas delicadas, incluso como sustituto del marfil y del ébano (convenientemente teñida de negro). En ebanistería, se usa para trabajos de torneado y pequeños utensilios caseros como cucharas y tenedores. Son muy valoradas las piezas de ajedrez de boj.

Todos los órganos de Buxus sempervirens contienen un arsenal de alcaloides tóxicos cuyo consumo puede provocar problemas si es que alguno comete la insensatez de consumir un par de kilos de sus hojas amargas. Sin embargo, como a sus infusiones se le atribuyen propiedades medicinales contra la malaria y las infecciones intestinales, conviene saber que su uso es sumamente peligroso; una sobredosis ligera puede producir vómitos, pero resulta fatal en concentraciones más elevadas. El lector interesado podrá encontrar una cumplida (y certera) información sobe las propiedades medicinales del boj consultando Wikipedia.

Por último, aunque no estaban en flor cuando tomé las fotografías la primera semana de abril, junto al seto de boj hay un pequeño grupo de hortensias del género Hydrangea, unas plantas de brillante floración nativas del sur y el este de Asia. La mayoría son arbustos de entre uno y tres metros de altura, algunas son árboles pequeños y otras son lianas que pueden alcanzar los treinta metros trepando por los árboles. Hydrangea deriva de las palabras griegas: hydra, que significa "agua" y gea, que significa "florero" o "vaso de agua" en referencia a la característica forma de sus frutos en forma de copa.

Macizo de hortensias (Hydrangea macrophylla)
Agrupadas en ramos en el extremo de los tallos, las hortensias producen grupos compactos y semiesféricos de flores desde primavera hasta finales del otoño. Cada flor individual de hortensia es relativamente pequeña, pero el despliegue de color se acrecienta por un círculo de hojas modificadas (brácteas) alrededor de cada flor. Las flores pueden ser rosas, blancas, o azules, dependiendo en parte del pH del suelo. En suelos relativamente ácidos, con pH entre 4,5 y 5, las flores se hacen azules; en suelos más alcalinos, con pH entre 6 y 6,5, las flores adquieren un color rosa; y en suelos alcalinos con pH alrededor de 8, las flores son blancas.

Las hortensias se cultivan desde tiempos remotos como plantas ornamentales en Japón, y desde mediados del siglo XIX también de forma extensiva en otras zonas del mundo con climas templados. Es una planta ornamental muy popular por sus enormes cabezas florales. Aunque por la falta de flores no puedo precisarlo, lo más probable es que las plantas que crecen en las Bernardas son uno de lo seiscientos cultivares conocidos de Hydrangea macrophylla, la especie más ampliamente cultivada. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.

viernes, 19 de abril de 2019

Drácula debería comer ajos


No deja de sorprender que una criatura sobrenatural como el vampiro pueda ser ahuyentado con una modesta ristra de ajos. Sin embargo, este sistema de profilaxis es casi tan antiguo como las más viejas leyendas de vampiros.
En la Edad Media no era raro que pasaran varios días hasta que un cadáver fuese enterrado, incluso semanas si las condiciones climáticas eran adversas o si, como consecuencia de alguna epidemia, los cadáveres permanecían insepultos muchos meses. Los enterradores utilizaban un collar de ajos alrededor del cuello para protegerse de los efluvios fétidos de los cuerpos en descomposición, un hábito pragmático que pudo ser confundido con algún tipo de práctica esotérica. El remedio se perpetuó en la costumbre de colgar ajos en ventanas, puertas y chimeneas, creyendo que esto ahuyentaba los espíritus pestíferos, una saga variopinta que en Rumanía incluía a los vampiros.

domingo, 14 de abril de 2019

Glifosato. Recordando a Rachel Carson


El 14 de abril de 1964, hace hoy 55 años, en Silver Springs, Maryland, murió la bióloga marina estadounidense Rachel Louise Carson (n. 1907), sobre la que algunos años un catedrático de Ecología dejó escrito que «dicho de otro modo y telegráficamente: sin Primavera silenciosa, el libro de Rachel Carson, hoy seguramente no existiría Greenpeace».

viernes, 12 de abril de 2019

Pasión y muerte de Elisha Mitchell, geólogo humboldtiano


Viajando por la estatal 421 en dirección oeste desde Winston-Salem, Carolina del Norte, hacia el Cherokee National Forest, me detengo a poner gasolina en Yadkinville, uno de esos pueblos que son apenas más que una calle-carretera que tanto abundan en Estados Unidos. Cerca de la gasolinera, una placa histórica recuerda a Thomas Clingman (1812-1897), senador y general confederado, nacido muy cerca de allí, en Huntsville, donde debiera haberse erigido con mayor precisión topográfica el hito, si no fuera por el pequeño detalle de que por Huntsville no pasa nadie que no viva allí, en mitad del olvido. La placa, sobra decirlo, no dice nada del lado oscuro de Clingman, cuyo equivocado empecinamiento provocó la muerte de uno de los primeros geólogos humboldtianos de Estados Unidos, Elisha Mitchell (1793-1857).

miércoles, 10 de abril de 2019

Jardines de Alcalá (4): Liquidámbares: Centinelas de Santa María

Al pie de la torre de Santa María la Mayor, dos ejemplares de Lyquidambar styraciflua acompañados por cipreses (Cupressus sempervirens): los setos son de Ligustrum ovalifoliumPhotinia fraseri.

Siendo estudiante de medicina en la Universidad de Alcalá, Francisco Hernández de Toledo (1517-1587), que más tarde sería médico de Felipe II y uno de los primeros ornitólogos y botánicos españoles, solía pasar por delante de la Iglesia Mayor de Santa María, en una de cuyas capillas, la del Oidor, sería bautizado en 1547 Miguel de Cervantes. Si pudiera hacerlo hoy, Hernández disfrutaría de la visión de unos árboles que le maravillaron en México cuando comandó la expedición científica al territorio de la Nueva España que le encomendó Felipe II.

Nombrado protomédico general de las Indias, Islas, Tierra Firme y Océano, Hernández partió en agosto de 1571 en una expedición dotada con 60.000 ducados de la Hacienda Real, que contaba con un geógrafo, pintores, botánicos y médicos indígenas. Su principal objetivo era escribir una historia natural de la Nueva España y estudiar la medicina indígena en todos sus aspectos.

Hasta su regreso a España en 1577, Hernández vivió en la Nueva España donde formó una impresionante colección de animales y plantas, estudió las prácticas medicinales locales, realizó estudios arqueológicos y escribió sobre las condiciones políticas de los nuevos territorios. El producto final de sus años de encarnizado trabajo consistió en veintidós cuerpos de libros bellamente empastados --que se sumaban a los 16 que había enviado previamente al emperador en 1576-, sesenta y ocho talegas de semillas para sembrar, ocho barriles y cuatro cubetas con árboles para trasplantar, además de otros materiales y documentos. 


Hernandia moerenhoutiana, un árbol nativo de Tonga, Islas Fiji, lleva su nombre en honor de Francisco Hernández. Ejemplar fotografiado en Mt. Coot-tha Botanic Garden, Brisbane, Australia.
Por desgracia, Hernández murió antes de publicar su obra y una parte importante de sus manuscritos fue destruida en 1671 durante el incendio del monasterio de El Escorial. Una serie de acontecimientos más o menos afortunados permitieron, sin embargo, recuperar importantes fragmentos de sus manuscritos y estos trabajos publicados en Italia, México y España, muestran la extraordinaria riqueza de la farmacopea azteca en el siglo XVI.

Los aztecas consiguieron adquirir una suma ingente de conocimientos sobre las especies vegetales de su imperio. Además de lo que se conserva de la obra de Hernández, la riqueza en plantas medicinales y la larga tradición de su uso entre los aztecas quedan de manifiesto en monumental y admirable Historia general de las cosas de la Nueva España de Bernardino de Sahagún (1500-1590), y en el Libro sobre las hierbas medicinales de los pueblos indígenas de 1592, escrito apenas treinta años después de la conquista por dos alumnos indígenas del Colegio de Santa Cruz de Tlaltelolco en la ciudad de México: el médico Martín de la Cruz y el traductor Juan Badiano, oriundo de Xochimilco, el único lugar donde pueden verse aún las antiguas chinampas o jardines lacustres similares a los que cultivaban los aztecas, y en la existencia de los jardines botánicos, muy bien surtidos en especies terapéuticas, que el señor de Texcoco y el emperador Moctezuma mantenían, respectivamente, en Tezcotzingo y en los alrededores de Tenochtitlán.

Los conquistadores admiraron estos jardines botánicos y, al igual que los cronistas de Indias, quedaron impresionados por la eficacia de algunos medicamentos indígenas. Hernández mencionó cerca de 4.000 plantas medicinales y describió unas 1.200 de las que dio el nombre local y su sinonimia castellana, sus cualidades terapéuticas y los lugares donde crecían. 

Una de las plantas que llamó la atención del protomédico Hernández fue el liquidámbar o xochiocotzotl (al que en 1753 el gran Linneo llamaría Liquidambar styraciflua), que se utilizaba para curar la sarna y cuyo principio activo, la estorenina, es efectivamente útil para eliminar los parásitos de la piel. De hecho, este árbol de importancia forestal en Estados Unidos, ya que su madera marrón rojiza y pesada es muy apreciada en ebanistería y se desenrolla para formar láminas delgadas que se emplean en cestería y contrachapado, es utilizado actualmente como desodorante y antiséptico, así como para combatir la tos y, mediante friegas, contra los dolores reumáticos. Para uno y otro uso se emplea su resina dulce (en inglés, al liquidámbar le llaman “sweetgum tree”: árbol de goma dulce), comercializada como bálsamo de Copalme o estoraque, de consistencia sólida, color marrón y olor a vainilla.


Interior de un bosque de liquidámbares y arces. Great Smoky Mountains National Park, North Carolina.
La primera noticia de este árbol se conoció gracias a Hernández, que se sorprendió de la resina aromática que exudaba el árbol, escribió que era semejante al ámbar líquido y lo llamó liquidámbar o ámbar líquido. La denominación específica styraciflua procede de la resina denominada "styrax" y del verbo latino "fluere", fluir. Se ha escrito que en una de las ceremonias entre Hernán Cortés y Moctezuma utilizaban resina de este árbol en mezcla con tabaco y parece que los aztecas quemaban este líquido ámbar en sus ceremonias. Aunque Hernández describió por primera vez esta planta con fines medicinales, fue el clérigo y botánico inglés John Banister quien trajo este árbol por primera vez a Europa y lo plantó en los patios de Fulham Palace, Londres, hacia 1681. Sea como fuera, el liquidámbar ya se cita en 1808 entre los árboles de los Reales Jardines de Aranjuez.

Como conocía la historia del protomédico Hernández, durante mi mandato como alcalde (1999-2003), cuando hubo que remodelar algunos parterres deteriorados del entorno de la plaza de Cervantes, encargué que en el frente del actual solar de Santa María se plantasen unos ejemplares de Liquidambar styraciflua. Allí siguen; entre cipreses enhiestos como hidalgos, como centinelas de la pila bautismal de Cervantes y homenaje vivo al primer naturalista de la Nueva España. Cumplido mi relato histórico, termino con una breve descripción botánica.
Figura 1. Distribución nativa de Liquidambar styraciflua

Liquidambar styraciflua es un árbol que, de forma natural, se extiende por Norteamérica, siguiendo el eje de los Apalaches, desde Connecticut a Luisiana, a menudo en lugares pantanosos, y hasta las montañas del centro y sur de Méjico y Guatemala, donde sobrevive en algunas umbrías como una reliquia de los bosques del Terciario. En los Apalaches, donde más pujante crece de forma natural, puede alcanzar los cuarenta y cinco metros. El tronco es recto, con la corteza de color pardo grisáceo oscuro, profundamente agrietada, con costillas estrechas. La copa es regularmente cónica con ramitas de color pardo amarillento o verdoso, algo zigzagueantes. El segundo año pasan a grisáceas, y están provistas de costillas suberosas (corchosas) sobresalientes (Figura 2 A). Cuando escribo este artículo la primera semana de abril, las yemas de color marrón grisáceo o verdoso de las que brotarán las hojas despiden un cierto aroma a vainilla y miden de cuatro a siete mm de longitud.

Las hojas (Figura 2 B) son caedizas, aromáticas, de base acorazonada, con cinco lóbulos palmeados y largamente triangulares, acuminados y finamente dentados, que recuerdan mucho a primera vista a las de los plátanos de paseo de los que me ocupé en una entrada anterior. Miden de diez a veinte centímetros de punta a punta, son de color verde oscuro reluciente por el haz y más pálido y con manojitos de pelos en las axilas de los nervios por el envés. Los nervios son de color amarillo claro. El pecíolo es de color verde claro reluciente, de entre seis y diez centímetros de longitud. Su mayor atractivo lo adquiere en otoño, cuando desaparece el verde de las hojas para convertirse en un dorado que vira a escarlata carmín mezclado de púrpura violáceo, a veces muy oscuro. Las hojas machacadas exhalan un suave perfume de resinas aromáticas.
Figura 2

Las flores son muy pequeñas y unisexuales, es decir, que hay flores masculinas y femeninas, aunque ambas aparecen sobre el mismo árbol y tienen color amarillo verdoso. Unas y otras son minúsculas, pero se agrupan en inflorescencias. Las masculinas (Figura 2 C1) se disponen en una especie de columnitas (amentos) erectas y ramificadas de cinco a diez centímetros de longitud, mientras que las femeninas (Figura 2 C2 y D) lo hacen en unas pequeñas esferas (glomérulos) colgantes de alrededor de un centímetro de diámetro. Florecen a mediados de primavera, mientras brotan las hojas.

Como las flores van dispuestas en esferitas, los frutos, que son unas cápsulas secas persistentes y erizadas, se reúnen en bolas (infrutescencias) de dos a tres centímetros de diámetro, situadas en el extremo de largos pedúnculos de alrededor de tres centímetros de longitud (Figura 2 E). Una vez liberadas las semillas por la apertura de las cápsulas, las infrutescencias vacías (Figura 2 F) cuelgan todo el invierno sobre el árbol hasta la siguiente primavera, cuando los nuevos brotes las hacen caer. Cada cápsula encierra 1 o 2 semillas aladas, ovaladas y angulosas, de color pardo claro y de alrededor de doce milímetros de longitud. Un kilogramo de infrutescencias puede contener 180.000 semillas.

Como queda dicho, dada la forma de sus hojas y de sus infrutescencias esféricas colgantes, los liquidámbares se acostumbran a confundir con los plátanos de paseo, con los que, evolutivamente hablando, no tienen nada que ver, de la misma forma que, por mucho que puedan parecerse, nada tienen que ver los atunes y los delfines, por citar un solo ejemplo de lo que en biología se llama convergencia evolutiva. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.