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sábado, 29 de febrero de 2020

Coronavirus: mentiras, bulos y fake news


Los coronavirus son una extensa familia de virus que pueden causar enfermedades tanto en animales como en humanos. En los humanos, se sabe que varios coronavirus causan infecciones respiratorias que pueden ir desde el resfriado común hasta enfermedades más graves como el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS) y el síndrome respiratorio agudo severo (SRAS).
El coronavirus que se ha descubierto más recientemente, el SARS-CoV-2, se extiende con rapidez por el globo y es probable que la Organización Mundial de la Salud declare la pandemia, no por la gravedad de la infección, sino porque cada vez hay más países afectados.
A medida que el nuevo coronavirus continúa infectando a personas de todo el mundo, los bulos cunden como la pólvora por las redes sociales. Gracias a la información que he recopilado estos días de fuentes fiables, he reunido información para desmontar una docena de los bulos más generalizados sobre el SARS-CoV-2 y la enfermedad que causa, la COVID-19.
Intento explicar por qué esos bulos son simples mentiras que tienden a engañar o fake news que carecen de fundamento alguno.

Bulo: el coronavirus es más mortal que la gripe

Hasta ahora la gripe común es más letal que el coronavirus. En España, la gripe común causó la última campaña el doble de muertos de los que ha causado el coronavirus en todo el mundo hasta ahora. La tasa de mortalidad de la gripe estacional en España fue del 1,2% la última temporada con los datos disponibles del otoño-invierno de 2018-2019. La letalidad del coronavirus es de entre el 2% y el 4% en el epicentro de la enfermedad, en Wuhan, y del 0,7% fuera de la ciudad china origen del contagio.
La gripe común causó 6.300 muertes en España en la última campaña, según datos del CSIC, entre los 525.300 casos registrados. Requirieron hospitalización 35.300 pacientes. Según la Organización Mundial de la Salud, las epidemias anuales de la gripe estacional causan entre 290.000 a 650.000 muertes en todo el mundo. La incidencia del coronavirus está siendo menor: en todo el mundo hay 81.109 casos confirmados de Covid-19, y 2.762 muertos por su infección.
La gran mayoría de los casos confirmados (el 96%), y de los muertos (el 98,5%), están en China, concretamente en la provincia de Hubei, en cuya capital, Wuhan, está el origen del contagio. En el caso de Italia, el país con más contagios confirmados después de China y Corea del Sur, las 12 muertes causadas por el coronavirus, de entre los 322 infectados, han sido de personas mayores de 60 años con patologías previas.

Bulo: Infectarse con el COVID-19 es una sentencia de muerte

Falso. Alrededor del 81% de las personas infectadas con el coronavirus son casos leves de la enfermedad COVID-19, según un estudio publicado el 18 de febrero por el Centro Chino para el Control y Prevención de Enfermedades. Alrededor del 13,8% presentan síntomas más graves, lo que significa que tienen dificultades para respirar o requieren la administración de oxígeno, y alrededor del 4,7% son enfermos críticos, es decir, presentan insuficiencia respiratoria, fallo multiorgánico o shock séptico. Hasta el momento, los datos sugieren que solo alrededor del 2,3% de las personas infectadas con COVID-19 mueren a causa del virus. Las personas de mayor edad o que tienen otros problemas de salud son las que corren mayores riesgos de sufrir complicaciones graves.

Bulo: los niños no pueden contraer el coronavirus

No es verdad. Los niños pueden contraer COVID-19, aunque algunas estadísticas sugieren que es menos probable que contraigan el virus que los adultos. Hasta el pasado miércoles (26 de febrero), Italia había diagnosticado 400 casos de COVID-19, incluidos cinco casos en jóvenes de 4 a 19 años, según The Guardian.
El estudio más exhaustivo, realizado en la provincia china de Hubei donde hay registrados más de 44.000 casos de COVID-19 y donde, en conjunto, la mortalidad es del 2,3%, encontró que la gravedad aumenta con la edad. De 0 a 9 años no ha habido muertos hasta mediados de febrero. Entre los contagiados de entre 10 y 39 años, la mortalidad ha sido del 0,2%; sube al 0,4% entre los chinos de 40 a 49 años; y al 1,3% los pacientes entre 50 y 59 años. La letalidad entre los infectados entre 60 y 69 años es del 3,6%; del 8% en los enfermos entre 70 y 79 años; y del 14,8% entre los mayores de 80 años, según el Centro Chino para el Control y la Prevención de Enfermedades.
El estudio encontró que solamente un 2,2% afectaba a jóvenes menores de 19 años. Por el contrario, está demostrado que todos los años los niños contraen la gripe más fácilmente que los adultos. Lo que es posible es que algunos niños se infecten y transmitan la enfermedad sin mostrar muchos síntomas.

Bulo: Habría que cerrar escuelas

Puede que sí o puede que no. No hay garantías, pero el cierre de escuelas es una herramienta común que utilizan los expertos de salud pública para frenar o detener la propagación de enfermedades contagiosas. Por ejemplo, durante la pandemia de gripe porcina de 2009 originada en México y que acabó por producir 79 muertes en España, no se cerraron las escuelas.
Aunque el coronavirus es una enfermedad diferente, con un período diferente de incubación y distintas formas de transmitirse y de gravedad de los síntomas, en el caso de que se demuestre que los niños son los principales vectores de la enfermedad -algo que nadie ha demostrado-puede que se cierren algunas escuelas en los lugares de mayor incidencia de la enfermedad, pero eso es poco probable.

Bulo: el virus probablemente se creó en un laboratorio

Ninguna evidencia indica que el virus sea artificial. SARS-CoV-2 se parece mucho a otros dos coronavirus que han desencadenado brotes en las últimas décadas, SARS-CoV y MERS-CoV, y los tres virus parecen haberse originado en murciélagos. En resumen, las características del SARS-CoV-2 son coherentes con lo que sabemos sobre otros coronavirus naturales que dieron el salto de los animales a las personas.

Bulo: las máscaras faciales protegen del virus

Las máscaras quirúrgicas normales no protegen del SARS-CoV-2, ya que no están diseñadas para bloquear las partículas virales y no se ajustan herméticamente al rostro. Dicho esto, las máscaras quirúrgicas pueden ayudar a evitar que las personas infectadas propaguen el virus al bloquear cualquier gota respiratoria que pudieran expulsar al toser.
En los centros médicos donde se atiende a personas infectadas se usan respiradores especiales “N95" que reducen la propagación del virus entre el personal médico. Quienes los usan son entrenados para ajustar adecuadamente los respiradores alrededor de la nariz, las mejillas y la barbilla para asegurarse de que no penetre aire por los bordes del respirador.

Bulo: es más fácil que contraigas la gripe que el coronavirus

No necesariamente. Para estimar con qué facilidad se propaga un virus, los científicos calculan su "número de reproducción básico" o R0, que predice el número de personas que pueden captar un determinado patógeno a partir de una sola persona infectada. Actualmente, el R0 para el SARS-CoV-2 se estima en aproximadamente 2,2, lo que significa que, como media, una persona infectada puede trasmitir el virus a otras dos. En comparación, la gripe tiene un R0 de 1,3.

Bulo: el virus es solo una forma mutada del resfriado común

No, en absoluto. El coronavirus es una gran familia de virus que provocan diferentes enfermedades. El SARS-CoV-2 comparte características con otros coronavirus, cuatro de los cuales pueden causar el resfriado común. Para infectar las células huésped, las superficies de esos cinco virus presentan proteínas en forma de proyecciones puntiagudas. Sin embargo, los cuatro coronavirus que provocan resfriados, (229E, NL63, OC43 y HKU1), utilizan a los humanos como sus principales hospedantes. El SARS-CoV-2 comparte aproximadamente el 90% de su material genético con coronavirus que infectan a los murciélagos, lo que prueba que el virus se originó en los murciélagos y luego saltó a los humanos.
Eso es exactamente lo que sucedió con el virus del SARS, que saltó de los murciélagos a las civetas (unos pequeños mamíferos nocturnos) antes de infectar a los seres humanos, y con el virus del MERS, que infectó a los camellos antes de propagarse a los humanos.

Bulo: los animales domésticos y las mascotas pueden transmitir el nuevo coronavirus

No hay prueba alguna de que unos y otras puedan infectarse con el coronavirus y mucho menos transmitirlo a los humanos, según la Organización Mundial de la Salud. Un perro en Hong Kong resultó "débilmente positivo" para el nuevo coronavirus, según un comunicado del Departamento de Agricultura, Pesca y Conservación de Hong Kong emitido ayer, 28 de febrero. Pero los científicos no están seguros de si el perro estaba realmente infectado con el coronavirus o si captó el virus con el hocico a partir de una superficie contaminada. Como precaución, el perro se puso en cuarentena, pero no tiene síntomas y no hay evidencia alguna de que pueda infectar a los humanos.

Bulo: si tienes coronavirus, lo notarás

No, no lo notarás. La enfermedad COVID-19 se manifiesta a través de varios síntomas, muchos de los cuales aparecen en otras enfermedades respiratorias como la gripe y el resfriado común. Los síntomas más comunes de COVID-19 incluyen fiebre, tos y dificultad para respirar, mientras que los síntomas más raros incluyen mareos, náuseas, vómitos y mucosidad nasal. En casos severos, la enfermedad puede convertirse en una enfermedad grave parecida a la neumonía, pero al principio es posible que las personas infectadas no muestren ningún síntoma.
Aunque el coronavirus es distinto a la gripe desde un punto de vista biológico, los síntomas son similares a los de otros virus respiratorios. La gran diferencia es que para la gripe existen vacunas y para el Covid-19 de momento, no, puesto que están en fase experimental.
A medida que avanza el brote en Europa, responsables sanitarios estatales y autonómicos deben proporcionar actualizaciones sobre cuándo, cómo y dónde se ha propagado el virus. Solamente en el caso de que viva en una zona declarada como de particular afección (lo que todavía no ha ocurrido en España) y comience a experimentar fiebre alta, debilidad, letargo o dificultad para respirar, o si tiene síntomas más leves de la enfermedad, debe buscar atención médica en el hospital más cercano.

Bulo: no es seguro recibir un paquete de China

Según la Organización Mundial de la Salud es totalmente seguro recibir cartas o paquetes de China. Gracias a investigaciones anteriores se sabe que los coronavirus no sobreviven mucho tiempo en cartas y paquetes. Según lo que sabemos sobre coronavirus similares, como el MERS-CoV y el SARS-CoV, los expertos creen que este nuevo coronavirus probablemente tampoco sobreviva en las superficies de los empaquetados, porque para que un virus siga siendo viable, necesita una combinación de condiciones ambientales específicas, como la temperatura, falta de exposición a los rayos UV y humedad, una combinación que no se da en los envíos postales.

Bulo: Puede contaminarte con el coronavirus si comes en restaurantes chinos

No puedes. Según esa lógica, también deberías evitar los restaurantes italianos, coreanos, japoneses e iraníes, dado que esos países también se han enfrentado a un brote. El nuevo coronavirus no solo afecta a las personas de origen chino.
Por último, si se compara este virus con otras enfermedades más graves nos podemos hacer una idea más cabal de lo que supone, de momento, esta epidemia. Virus como el ébola, enfermedades como la tuberculosis o las de transmisión sexual están repuntando en España y son mucho más graves. No hay motivos para alarmarse por una enfermedad que mata menos que la gripe convencional. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.

martes, 25 de febrero de 2020

Primavera, tiempo para las bulbosas


Los jardineros del hemisferio norte se disponen estos días a preparar sus bulbos. La primavera es la estación de las plantas bulbosas. A medida que el invierno da paso a días más cálidos y largos, algunas plantas que han permanecido el invierno enterradas (o dentro de sacos en las bodegas de los jardineros) comienzan a aflorar en busca de la luz solar. Funcionalmente, los bulbos son órganos de almacenamiento. Están formados por un tallo corto rodeado de capas de hojas carnosas, que contienen mucha energía para impulsar el rápido crecimiento.
Las plantas han resuelto de maneras muy diversas el problema de la supervivencia durante épocas adversas, como son los inviernos muy fríos y los veranos excesivamente cálidos y secos. Las plantas bulbosas han desarrollado órganos subterráneos de reserva que les permiten sobrevivir durante las estaciones desfavorables en estado de reposo y reiniciar el crecimiento cuando las condiciones ambientales vuelven a ser favorables.
Durante la primavera, cuando aparecen las hojas, las plantas bulbosas activan su metabolismo, fotosintetizan aprovechando las largas horas de insolación y movilizan los compuestos elaborados gracias a la luz hacia los bulbos subterráneos. Mientras lo hacen, producen flores, por lo general muy numerosas y muy vistosas, porque la mayoría de las bulbosas son polinizadas por insectos que liban el néctar de sus flores.
Cuando aprieta el calor del inicio del verano, las flores ya han producido frutos mientras que las hojas comienzan a desecarse. Durante el verano no queda más rastro de las bulbosas que un manojo de hojas secas (salvo en los jardines irrigados) y un puñado de frutos que, agitados, por el viento liberan decenas de semillas menudas.
Por debajo de tierra, la planta sobrevive gracias a los bulbos, que constituyen una reserva para pasar el invierno en estado de latencia, protegidos de las temperaturas extremas de la superficie gracias al poder atemperador de los suelos. Son increíblemente resistentes en esta etapa.
Flores del mataperros, Colchicum autumnale
Las adaptaciones y las estrategias de las plantas bulbosas pueden satisfacer exigencias ecológicas muy diversas. Por ejemplo, muchos tulipanes (Tulipa) de origen asiático están adaptados a un clima continental extremo, con veranos secos y tórridos, inviernos helados y primaveras con breves aguaceros, período en el cual desarrollan su ciclo completo. Existen, por otra parte, muchas especies de sotobosque, como algunos azafranes y similares (Colchicum, Crocus, Merendera), la escila (Scilla) y el diente de perro (Erythronium) que, gracias a sus reservas alimenticias, crecen muy rápido y cumplen su ciclo a principios de la primavera, antes de que las hojas de los árboles de hallan desarrollado y les quiten la luz del sol.
Muchas plantas bulbosas habitan comunidades adaptadas a incendios recurrentes durante la estación seca. En esos períodos, las plantas bulbosas y otras con raíces o tallos subterráneos (rizomas y tubérculos) están en reposo y de ese modo sobreviven al calor del fuego. Los incendios limpian de vegetación la superficie, eliminando la competencia y, además, aportan nutrientes al suelo a través de las cenizas. Cuando las primeras lluvias caen, los bulbos, libres de competencia y bien abonados, comienzan a brotar rápidamente iniciando un nuevo período de crecimiento y desarrollo sostenidos por las reservas acumuladas en sus tejidos durante la estación previa. Varias especies del género Cyrtanthus, por ejemplo, son reconocidas por su rápida capacidad de florecer después de incendios naturales de pastizales, de ahí que sean conocidas como "lirios de fuego". De hecho, varias especies de ese género (C. contractus, C. ventricosus y C. odorus), solo florecen después de que se produzcan los incendios naturales.
Lirio de mar, Pancratium maritimum
Como cabe suponer, los bulbos son una adaptación para temporadas de crecimiento cortas. Su capacidad para crecer rápidamente les otorga una ventaja competitiva durante cortos períodos de tiempo cuando las condiciones ambientales mejoran y el resto de las plantas todavía no han producido hojas. A pesar de los costes energéticos asociados con el suministro y mantenimiento de un órgano de almacenamiento voluminoso, la capacidad de desplegar rápidamente las hojas cuando las condiciones se vuelven favorables supone, sin embargo, una ventaja adaptativa.
Para la planta, producir bulbos es energéticamente costoso, así que muchas bulbosas han desarrollado defensas frente a los herbívoros en forma de potentes fitoquímicos. Los sulfóxidos de aminoácidos de ajos y cebollas son parte del arsenal químico que caracteriza a muchas bulbosas. Por ejemplo, los vistosos lirios de mar del género Pancratium, representados en las playas del Mediterráneo por el espectacular P. maritimum, tienen unos bulbos enormemente tóxicos para los humanos por contener varios alcaloides.
Los enormes bulbos de Boophone haemanthoides, una planta e los desiertos de Namibia, sobresalen del suelo.
Los lirios de mar son parientes cercanos de narcisos, tulipanes, lirios y azucenas, algunos de cuyos bulbos son tóxicos y suelen producir problemas de envenenamiento en las mascotas que juegan en los jardines. Una bulbosa muy común, Colchicum atumnale, lleva el significativo nombre de “mataperros”, aunque es también sea conocida como “azafrán bastardo” por su parecido con el azafrán (Crocus sativus), contiene un alcaloide, la colchicina, que inhibe las divisiones celulares y puede ser letal en función de la dosis y del peso del animal que lo ingiera.
Los bulbos han evolucionado independientemente en muchas familias de plantas con flores (angiospermas). Muchos casos de la aparición del hábito bulboso ocurrieron durante el Mioceno y se han asociado con una disminución global de la temperatura y un aumento de la estacionalidad en latitudes altas. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.

domingo, 23 de febrero de 2020

El campo está que arde


Con el lema “Agricultores y ganaderos al límite”, miles de personas, no todas ellas pertenecientes a ese sector, han participado estos días en las protestas que las principales organizaciones profesionales agrarias de España –ASAJA, COAG y UPA– convocaron en siete comunidades autónomas.

Convenientemente politizado, todo apunta a que el conflicto se recrudecerá a pesar de que el ministerio ha creado una mesa de diálogo con las organizaciones profesionales y se ha comprometido a presentar el borrador de una Ley de Cadena Alimentaria con medidas para regular los precios, que podrían incluir la prohibición de la venta a pérdidas, una reclamación histórica de los agricultores que, como apunto más abajo, solo puede dar una respuesta muy parcial a las demandas del sector.

Aunque se hayan asociado las manifestaciones a la reciente subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI), a la que se oponen las asociaciones agrarias, las demandas de los agricultores van mucho más allá, y no solo afectan al sector primario, sino también al conjunto del sistema de alimentación.

Una cosa está clara: el campo da dinero; otra cosa bien distinta es que vaya a parar a los bolsillos de los agricultores. Según datos del Ministerio de Agricultura, la renta agraria (las prestaciones por desempleo asistenciales para trabajadores eventuales agrarios de Andalucía y Extremadura) lleva subiendo desde 2012 y, aunque en 2019 bajó un 9 %, alcanzó en 2018 una cifra récord de 30.217 millones de euros.

A esto hay que añadir que las exportaciones agroalimentarias han aumentado un 97,5% en la última década hasta alcanzar los 50.349 millones de euros en 2018, y que en 2017 el valor final de la producción agraria (el valor bruto percibido en origen por las producciones de los agricultores, incluidas algunas subvenciones directas de la Política Agraria Común (PAC) a los productos) superó los 50.600 millones de euros por vez primera en la historia.

Si la producción y las exportaciones agroalimentarias suben y el desempleo aumenta, ¿qué está ocurriendo? El problema es que estas buenas cifras macroeconómicas no repercuten positivamente en agricultores y ganaderos. Más bien todo lo contrario.

Estos días se han buscado culpables de la diferencia entre los precios en origen y los que paga el consumidor, una incontestable realidad, pero que no parece que, teniendo en cuenta que la agricultura sigue ganando dinero, sea el único problema del sector. Antes de seguir razonando, recuerden que España exporta el 50% de su producción agropecuaria, por lo que el precio final de los productos en el mercado interior solamente afecta a la mitad del sector.

Sería un error pensar que son las grandes cadenas de supermercados las que se están forrando, pues basta echar números para observar que, descontando gastos, los márgenes de beneficio que cualquier gran grupo de supermercados en los productos frescos es solo de entre el 1% y el 3%. Y es que entre el momento en el que un producto se recoge en el campo y aparece en el mostrador del supermercado pasan muchas cosas: transporte, almacenamiento, conservación de los perecederos, limpieza y control fitosanitario, impuestos y otras cosas que incrementan el precio del producto.

Para ofrecer un pequeño ejemplo de lo que hablo, he interrumpido la redacción de este artículo, he cruzado la calle y he ido al Carrefour de enfrente ver los precios de las naranjas de mesa. El kilo oscilaba entre 1,69 euros en las naranjas a granel y 2,69 en unas empaquetadas en unas cajitas con lacito y celofán.

De vuelta a casa busco en Internet los precios en un conocido proveedor online de productos hortofrutícolas cuyos anuncios proclaman que, del árbol a la mesa y sin intermediarios, usted tendrá las naranjas en casa en tan solo 24 horas. Precio: comprando el mínimo, cinco kilos, cada uno sale a 3,8 euros. Es evidente que este agricultor-distribuidor está teniendo algún margen comercial (no es una ONG), pero está también claro que transportar su mercancía entre Valencia y Madrid con un único intermediario (la agencia de transportes), tiene unos costes.

El problema de origen no está en la distribución minorista sino en otros factores: atomización, uberización, proteccionismo y el que llamaré efecto cepo. Algunos añadirán a estos el asunto de las importaciones, olvidando que, como demostró David Ricardo, el comercio internacional es un asunto de suma cero.

Al contrario que en otros sectores, el agroalimentario tiene una estructura muy atomizada. Las pequeñas y medianas empresas constituyen el 95% del total. Esto supone un importante hándicap a la hora de coordinar y fortalecer la distribución (los intermediarios siempre aprovechan las ventajas de negocia a la baja en un mercado atomizado), y las economías de escala. En un mercado cada vez más globalizado, el “divide y vencerás” adquiere pleno significado y está conduciendo, como en otros sectores (en el taxi o en la distribución de mercancías al por menor) a la precarización de los trabajadores. En este contexto, el cooperativismo adquiere pleno significado.

Como denuncia la organización agraria COAG en su informe La uberización del campo español, el avance de los modelos industriales de producción, la entrada de inversores con capital ajeno al sector agrario que buscan sólo rendimientos económicos y la liberalización comercial ganan terreno en detrimento de los agricultores tradicionales y se están llevando por delante los modelos productivos en cuyo horizonte comienzan a tomar cuerpo nubarrones con forma de falso autónomo.

La evolución del empleo en el campo según la media de trimestres de la Encuesta de Población Activa (Gráfico) muestra la desaparición de casi la cuarta parte de los autónomos del campo en solo una década, en la que han dejado la actividad 67.000 agricultores que se ganaban la vida por su cuenta y más de 2.000 que contrataban trabajadores, mientras el volumen de asalariados crecía más de un 20% con más de 87.000 incorporaciones que superan con creces la caída de los primeros.

Entre 2007 y 2018 y según los anuarios estadísticos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, el número de explotaciones agrarias se redujo en España algo más de un 10% al caer de 1.043.899 a 933.059, mientras la superficie cultivada pasaba de 24,89 a 23,22 millones de hectáreas (-6,8%). Es decir, que cada vez hay menos explotaciones, pero estas son de mayor tamaño, lo que vendría a confirmar la intensificación de los procesos de acaparamiento de tierras de manera simultánea al desembarco de fondos de inversión en el sector.

En la manifestación de Granada, un agricultor declaró algo así: “Nos cuestan más los abonos y los tratamientos fitosanitarios que lo que sacamos por de las aceitunas”. Esa es una de las dos fauces del cepo en el que participan las grandes empresas agrícolas que tiene atrapado a los pequeños y medianos agricultores. La guerra no se libra entre agricultores y distribuidores, sino entre pequeños agricultores y las empresas, cada vez más concentradas, que suministran los materiales a estos.

Por un lado, están los proveedores de fitosanitarios y maquinaria, también fuertemente concentrados en un puñado de empresas muy poderosas que, en un entorno de escasa competencia, han pasado por fusiones recientes (Monsanto y Bayer, Dow y Dupont, Syngenta y ChemChina). Los precios en origen de los productos no paran de bajar, pero el de los insumos (abonos, fitosanitarios, combustibles, semillas) que controlan esas compañías en régimen casi monopolístico ha subido conforme al ritmo natural de la economía. La otra pieza del cepo es la distribución comercial fuertemente concentrada: los seis primeros grupos de distribución concentran el 55,4% de la cuota de mercado en España.

Esta presión que se hace desde las dos fauces del cepo atrapa a los agricultores, que son los que tienen el menor poder de negociación. La gran distribuidora marca las pautas, pone normas privadas, y los agricultores tienen que ceder para poder vender sus productos dentro de la gran cadena. Para entender la presión que sufren las explotaciones agrarias es paradigmático lo acontecido en el sector murciano de la uva de mesa, que COAG pone como ejemplo de esta “uberización” del campo.

En la Región de Murcia, donde se produce un 46% del total nacional, la comercialización se concentra en tres grandes empresas que acaparan alrededor del 85 % de la uva de esta zona. El funcionamiento de estos grupos respecto a los productores es leonino: los agricultores asumen el riesgo productivo, mientras mantienen la propiedad de la tierra. Tienen contratos de compraventa a largo plazo bajo los que se supervisa toda la producción. Estos incluyen, además, permisos para plantar y producir las variedades que son propiedad de las suministradoras de insumos previo pago de royalties. Los precios que se pagan al agricultor cubren los altos costes de producción, pero se trata de una rentabilidad supervisada y muy limitada, dependiente por completo de la comercializadora.

Todo esto ha hecho que en Murcia haya caído de forma importante el número de agricultores de uva: solo aquellos que han logrado tener una dimensión considerable permanecen en el sector, pero, según COAG, reconvertidos prácticamente en obreros agrarios.

A este problema estructural del sector hay que sumar además un sinfín de problemas coyunturales que están haciendo que la presión sobre los agricultores se torne insostenible y que centraré en uno, el proteccionismo. El mercado estadounidense es el sexto importador de productos agroalimentarios españoles en términos de volumen. Desgraciadamente, la Administración norteamericana ha dado un importante giro en su comercio exterior, adoptando una política proteccionista.

De acuerdo con el gobierno de Donald Trump, la PAC implica la percepción de ayudas por parte de los agricultores. Esto es interpretado como una medida de competencia desleal, de acuerdo con Washington. De hecho, recientemente, ya se ha impuesto un importante arancel a la aceituna española, lo que tan solo supone un pequeño anticipo de lo que está por venir en el futuro próximo.

Al final, tras todas las piezas que conforman la problemática del sector agropecuario español hay un claro debate político sobre el modelo de sistema alimentario que queremos como sociedad. Se necesita que la sociedad apueste por un modelo en el que tenga cabida la explotación social y familiar, porque es un modelo que produce alimentos de calidad, mantiene la diversidad y una estructura más rica del medio rural.

El campo español ya nunca será rentable, pero sí necesario. Como la sanidad o la educación. Y en este debate de fondo, tiene mucho que ver el gran fracaso sociopolítico de la PAC, que merece tratamiento aparte. Lo dejo para una próxima entrega. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.

viernes, 21 de febrero de 2020

Del Génesis a Harry Potter: el fantástico embrujo de las mandrágoras

Flores de Mandragora autumnalis.
Mis lectores más jóvenes recordarán un episodio de la novela Harry Potter y la cámara secreta en el que la profesora Pomona Sprout enseña a Harry y a sus compañeros del colegio Hogwarts cómo trasplantar unas pequeñas mandrágoras, una tarea para la que les recomienda que usen orejeras.
«El llanto de la mandrágora es fatal para quien lo escuche», explica la sabionda Hermione. Pero las plantas con las que los chicos están aprendiendo «son apenas de semillero», indica la profesora, por lo que «su llanto no mata aún... aunque pueden dejarte inconsciente por varias horas».
Los aprendices de mago se tapan los oídos mientras que Harry saca una mandrágora de su maceta. «En vez de raíces, lo que salió fue un bebé extremadamente feo, embarrado y pequeño. Tenía la piel de un color verde pálido jaspeado y estaba claramente chillando con toda la fuerza que le daban sus pulmones».
Al recrear esa escena, J. K. Rowling, la autora de la saga de Harry Potter, recordaba a la enamorada de Verona, la protagonista de una de las piezas teatrales más conocidas de William Shakespeare Romeo y Julieta. Antes de ingerir el bebedizo con el que fingirá acabar con su vida, Julieta se despide con un largo monólogo del que entresaco este párrafo (Escena III, Acto IV):
«¡Ay! ¡Ay! ¿Cómo es posible que al despertarme de improviso no enloquezca ante tan espeluznantes horrores y emanaciones tan pestilentes, y entre unos chillidos semejantes a los de la mandrágora al ser arrancada de la tierra, que hacen perder el juicio a los mortales que los escuchan?»
Estas son, sin duda, dos de las referencias literarias más conocidas de la mandrágora, la planta de las brujas, pero no son ni de lejos las más antiguas. La más antigua aparece en el Génesis (30:14), el primer libro de la Toráh judía y del Antiguo Testamento cristiano, cuando Raquel, la primera y estéril esposa de Jacob, acuerda con su hermana Lea, segunda esposa de Jacob, a quien le había dado ya cuatro hijos antes de ser aborrecida, que pase la noche con su esposo a cambio de unas mandrágoras que Rubén, el hijo mayor de Lea le había regalado, pues espera que estas plantas la ayuden a concebir:
«Fue Rubén en los días de la cosecha de trigo, y halló mandrágoras en el campo, y las trajo a su madre Lea. Entonces Raquel dijo a Lea: “Dame, te ruego, de las mandrágoras de tu hijo”. Pero ella le respondió: “¿Te parece poco haberme quitado el marido? ¿Me quitarás también las mandrágoras de mi hijo?” Y Raquel dijo: “Que él duerma, pues, contigo esta noche a cambio de las mandrágoras de tu hijo”. Y cuando Jacob vino del campo por la tarde, Lea salió a su encuentro y le dijo: “Debes llegarte a mí, porque ciertamente te he alquilado por las mandrágoras de mi hijo”. Y él yació con ella aquella noche» (Génesis 30: 14-16).
Las mandrágoras cumplen con su papel fecundador y, tras yacer con Jacob, finalmente Jehová concede un hijo a Raquel (Génesis 30 23-24):
«Entonces Dios se acordó de Raquel; y Dios la escuchó y le concedió hijos. Y ella concibió y dio a luz un hijo, y dijo: “Dios ha quitado mi afrenta”. Y le puso por nombre José […]».
Así fue como, gracias a las mandrágoras, Raquel parió a José, el visionario de las diez plagas que libró a los hebreos de la esclavitud en Egipto. Esa supuesta capacidad fertilizadora de las mandrágoras fue utilizada por Maquiavelo en su comedia La Mandrágora, en la que un ungüento sacado de la raíz sanaba la esterilidad.  
En vista de que su raíz suele bifurcase, a la mandrágora se le ha comparado con un cuerpo humano. Teofrasto la llama antropomorfis; Columela, similis-homo, y otros médicos de la antigüedad "hombrecillo plantado" o "árbol de cara de hombre".
A esta raíz prodigiosa se le atribuían virtudes extraordinarias, entre otras una infalible: decían que era un afrodisíaco garantizado. De lo que no se tiene noticia es de los resultados. Pero no parece que ninguna planta tuviera la raíz con forma humanoide. Solo tenían esa forma las que, convenientemente manipuladas, se vendían a precios altos porque se consideraban las únicas con propiedades mágicas.
Tomando las precauciones debidas, en Europa las raíces de mandrágora se arrancaban en el solsticio de verano antes de la salida del sol y en el último cuarto de la luna, porque, según cuenta Collin de Plancy en su Diccionario Infernal (1818) esos «demonios familiares [los de las mandrágoras] aparecen bajo la forma de hombres pequeñitos, imberbes y con los cabellos enmarañados».
Como descepar una mandrágora. Imagen del manuscrito del siglo XV Tacuinum Sanitatis. Imagen. 
El afortunado poseedor de una raíz de mandrágora con forma de hombrecillo aseguraba que, en el momento de arrancarla, la hierba gritaba. Y que el grito mataba a quien intentara desarraigarla. Para evitarlo, el procedimiento para desceparla y salvar la vida era el siguiente: se cava hondo alrededor de la raíz hasta ponerla al descubierto. Mientras no se intente arrancarla no hay peligro. Se ata una cuerda a la raíz y el otro extremo se amarra al cuello de un perro preferentemente negro. Se llama al perro desde cierta distancia. El perro quiere acudir, tira de la planta y la arranca, aúlla, y muere. El pobre animal moría en esta operación (al menos eso contaban); mientras tanto, el dichoso mortal que poseía la raíz era dueño de un poderoso talismán, un tesoro inestimable, puesto que con ella lo conseguía todo.
Raíces de mandrágora con forma humanoide que berrean lastimeramente cuando son arrancadas del suelo; magos de ficción que, como Mandrake el de los viejos comics, llevan su nombre; raíces venenosas que acaban con Julieta; raíces miríficas que combaten la esterilidad; raíces de grandes efectos somníferos y alucinógenos que en la Edad Media eran usadas por las brujas para “volar”. Cuando juzgaron a Juana de Arco la acusaron de usar la planta porque pensaban que esa era la causa de que oyera voces.
Como la datura, el beleño o la belladona, la mandrágora (Mandragora autumnalis) pertenece a la clásica y ensoñadora farmacopea de las "hierbas de las brujas" y como tal ha sido protagonista de muchas leyendas, supersticiones y rituales. Contaban que crecían bajo los patíbulos donde chorreaban los fluidos corporales de los cadáveres, porque germinaban a partir del semen de los ahorcados, fuente de donde surgiría su supuesta y nunca comprobada función fecundadora.
En la medicina antigua las hojas de mandrágora hervidas en leche se aplicaban a las úlceras; la raíz fresca se usaba como purgante; y macerada y mezclada con alcohol se administraba oralmente para producir sueño o analgesia en dolores reumáticos, ataques convulsivos e incluso de melancolía. En tiempos de Plinio se empleaba como anestésico dándole al paciente un pedazo de raíz para que la comiera antes de realizar una operación.
Durante el medioevo era usada tanto en magia negra como en magia blanca, ya que puede resultar venenosa o sanadora según su uso y la dosis con la que se administre. La mayor parte de la fantasía que rodeaba a esta planta era creada por los propios recolectores, para mantener al alza el elevado precio de las raíces. En 1690, una única raíz llegó a costar el sueldo anual de un artesano medio.
Todas esas historias no son más que burdas supersticiones que, venidas desde Oriente Próximo con otra especie que durante siglos se sembró en los huertos monacales (Mandragora officinarum), llegaron a Europa, donde trovadores y hechiceros las propagaron por doquier. En realidad, la mandrágora es una planta muy venenosa (y medicinal), rica en alcaloides tropánicos con propiedades narcóticas, entre los que se incluyen mandragorina, hiosciamina, escopolamina y atropina. Por eso se usaba como anestésico, ya que estas sustancias en dosis bajas bloquean los receptores de la acetilcolina, deprimiendo los impulsos de las terminales nerviosas; en dosis elevadas, provocan una estimulación antes de causar una fuerte depresión que puede inducir al coma.
La mandrágora más usada en la antigüedad con fines medicinales era la de flores blancas, M. officinarum. Foto.
En pequeñas cantidades puede ser calmante e hipnótica. A fin de cuentas, es prima hermana de la belladona y del beleño (del que me ocupé en otra entrada), con las que comparte propiedades y efectos muy parecidos. Por lo demás, nadie ha podido demostrar que pueda tener las supuestas propiedades alucinógenas que hacían volar, montadas en escobas, a las malvadas brujas de las pesadillas medievales.
Fake news, diríamos hoy, el viejo “calumnia que algo queda”, de nuestro refranero. © Manuel Peinado Lorca @mpeinadolorca.

domingo, 16 de febrero de 2020

Beleño, la planta que mató a Hamlet


Los sucesos narrados por Shakespeare en su tragedia Hamlet son los siguientes: el rey Hamlet de Dinamarca muere repentinamente. Unas semanas después su hermano Claudio se casa con cuñada viuda, la reina Gertrude. Según la explicación oficial, la causa de la muerte del rey fue la mordedura de una serpiente. El espectro del rey se aparece a su hijo, el príncipe Hamlet, y le dice que su propio hermano, Claudio, ahora proclamado rey y convertido en su padrastro, lo ha asesinado:
«[…] Escúchame ahora, Hamlet. Esparciose la voz de que estando en mi jardín dormido me mordió una serpiente. Todos los oídos de Dinamarca fueron groseramente engañados con esta fabulosa invención; pero tú debes saber, mancebo generoso, que la serpiente que mordió a tu padre hoy ciñe su corona».
Luego, el espectro le aclara cuándo, cómo y por quién fue asesinado:
«Dormía yo una tarde en mi jardín según lo acostumbraba siempre. Tu tío me sorprende en aquella hora de quietud, y trayendo consigo una ampolla de licor venenoso, derrama en mi oído su ponzoñosa destilación, la cual, de tal manera es contraria a la sangre del hombre, que semejante en la sutileza al mercurio, se dilata por todas las entradas y conductos del cuerpo, y con súbita fuerza le ocupa, cuajando la más pura y robusta sangre, como la leche con las gotas ácidas. […] Así fue como, estando durmiendo, perdí a manos de mi hermano mismo, mi corona, mi esposa y mi vida a un tiempo».
El texto que cito corresponde a la escena XII del primer acto de la edición de 1898 que figura en la web del Instituto Cervantes. Llamo la atención, usando negritas, de que en esa versión se adjudica el envenenamiento a un licor venenoso. Abro ahora la edición original inglesa y compruebo de que en ella no se habla de licor alguno. Shakespeare escribió que el regicida había vertido en el oído de su hermano «juice of cursed hebenon in a vial», es decir, jugo de hebenon vertido desde una ampolla.

Hebenon es el nombre común de una planta cuya identificación botánica ha sido objeto de cierta controversia, en general centrada en dos palabras: ebony y henbane. La primera es el nombre común inglés del ébano (Dyospiros ebenum) un árbol de origen indio que se trajo por primera vez a Roma hace más de 2.000 años y se comercializó profusamente entre la nobleza y la alta burguesía durante el Renacimiento. El destino de la madera negra de ébano era la fabricación de muebles y de ahí la derivación de la palabra “ebanistería”. No hay conexión alguna entre el ébano y su uso como veneno, habida cuenta de que incluso sus semillas tienen propiedades medicinales beneficiosas, sobre todo como antioxidantes.

Fuente: Kew Botanical Gardens.
Henbane o su corrupción léxica hebenon (un vulgarismo usado por las clases populares inglesas para las que Shakespeare escribía sus obras ya que, al fin y al cabo, eran las que llenaban los teatros) es, por el contrario, el nombre común de una planta, el beleño negro (Hyosciamus niger), cuyas propiedades tóxicas y alucinógenas eran conocidas al menos desde la Edad Media por ser de uso común entre magos, brujas y curanderos. Por lo tanto, se cree que el misterio de la identificación del nombre hebenon se resuelve cuando se identifica el hápax shakesperiano con Hyoscyamus niger, reforzado porque las terminaciones -benon (venom) y -bane signican lo mismo: veneno.

El beleño pertenece a la familia de las solanáceas, en la que también se incluyen alimentos tan comunes como tomates, papas, berenjenas, pimientos, además del tabaco. Dos géneros de esa familia, Hyoscyamus y Scopolia contienen dos ingredientes activos: hiosciamina y escopolamina, mientras que otro anestésico y vasodilatador, la atropina, se extrae de otras plantas de la misma familia como el estramonio (Datura stramonium) y la burundanga o floripondio (Brugmansia arborea) cuyos efectos tóxicos y su empleo con fines criminales son bien conocidos en los archivos forenses y policiales. Todas estas sustancias no tienen una función conocida en las plantas en las que se encuentran.

La escopolamina y la atropina son sustancias anticolinérgicas, lo que quiere decir que actúan bloqueando alguno de los receptores de la acetilcolina. En el cerebro de los mamíferos, la información entre las neuronas se transmite a través de sustancias químicas denominadas neurotransmisores, que se liberan en las sinapsis neuronales como respuesta a un estímulo específico. El neurotransmisor secretado actúa en sitios receptores especializados y altamente selectivos, que se localizan en la célula postsináptica, lo que provoca cambios en el metabolismo de ésta modificando su actividad celular. La función de la acetilcolina, al igual que otros neurotransmisores, es mediar en la actividad sináptica del sistema nervioso.

Esquema con los principales elementos en una sinapsis modelo. La sinapsis le permite a las células nerviosas comunicarse con otras a través de los axones y dendritas, transformando una señal eléctrica en otra química. 
La relativa facilidad con que la escopolamina cruza la barrera hematoencefálica hace que sus efectos sobre el sistema nervioso central sean más importantes que otras drogas anticolinérgicas. La vida media de la escopolamina en plasma es de 3 horas y su uso en dosis tóxicas (aproximadamente 10 mg) se acompaña de pulso rápido y débil, parálisis del iris, visión borrosa, piel seca, cálida y rojiza, disminución de la peristalsis intestinal y la motilidad, ataxia, alucinaciones y eventualmente coma y muerte.

Tanto la atropina como la escopolamina tienen una larga historia de brujería, y las acciones analgésicas y anestésicas de estos fármacos, aisladas o en combinación con opioides y estramonio, se conocen desde hace siglos. Brujas y curanderos disolvían extractos de beleño en vino tinto para que el alcohol intensificara e hiciera más efectivo el jugo de la planta que se usaba para el dolor de muelas, las jaquecas y migrañas, los dolores abdominales, los cólicos nefríticos, la disnea y todo lo que quepa imaginar.

De hecho, se puede decir que el beleño es el primer analgésico natural conocido en Europa antes del desarrollo de la agricultura. Probablemente su efecto venenoso fue observado por primera vez en el uso accidental para la alimentación de animales domésticos. Así, de modo empírico, los humanos identificaron las propiedades tóxicas de la hierba, la evitaron deliberadamente para sus uso doméstico y la emplearon con fines narcóticos al menos desde el Neolítico y están relacionadas por Dioscórides en el siglo I AC.

Por lo demás, sus propiedades eran tan populares como para ser citadas por Cervantes (Don Quijote, parte I, capítulo 18), y Calderón de La Barca (La Vida Es Sueño, segundo episodio), mientras que los episodios relacionados con el uso criminal de la escopolamina eran de dominio público en tiempos de Shakespeare. En 1560, el cirujano A. Paré fue acusado de haber envenenado a Francisco II, rey de Francia, insuflando polvos venenosos en su oído. En 1538, Francisco María I, Duque de Urbino, fue asesinado en Pésaro. El crimen fue atribuido a un tal Luigi Gonzaga, que podría haber sobornado al barbero y cirujano de los nobles para introducir el veneno en su oído. Es posible que Shakespeare estuviera al tanto de estos episodios y usara el último en la obra The Murder of Gonzago que unos actores representan en el acto tercero, escena II de Hamlet. Los actores interpretan esa obra en la que el nombre del asesino (Luigi Gonzaga) se cambia por el de la víctima. En la escena IV del quinto acto del Eduardo II de Marlowe, un asesino usa polvos venenosos introducidos en el oído real con la ayuda de una pluma.

Aunque se ha dudado de la capacidad de absorción de la escopolamina a través de la piel del oído interno, hay pruebas a favor de ella. La piel que recubre el canal auditivo está rígidamente adherida al hueso y al cartílago subyacentes y es muy vulnerable a un simple rasguño, que puede inflamarla y la vasodilatación o neovascularización provocada por la inflamación la hace más capaz de absorber drogas.

Se sabe que la posibilidad de un asesinato a través del oído era conocida en la Italia del siglo XVI, y se basaba en el conocimiento en esa época de la absorción directa de algunas sustancias por el oído. Plinio en su Historia natural (Libro 25.4.17), publicado en inglés en 1601, recomendaba verter aceite de beleño para combatir el dolor de oídos, aunque advertía que puede causar trastorno mental. La Henbane era una droga oficial citada en farmacopeas y dispensarios ingleses antiguos y se usaba, como el extracto de cannabis, en forma de gotas en el tratamiento del dolor de oído. En 1949, el profesor de Farmacología David Macht demostró con experimentos en animales que ciertos venenos, incluida la escopolamina, se pueden absorber a través del oído, aun ileso. Aunque no conocemos ni la concentración utilizada por un asesino ni la tasa de absorción de la droga, unos pocos miligramos instilados en el oído pueden alcanzar niveles tóxicos en la sangre. Por lo tanto, la ampolla que contenía el beleño que Claudio vertió en el oído del Rey Hamlet podría haber contenido cantidades suficientemente altas de escopolamina para cumplir su misión letal.

'Hamlet', en la mítica encarnación de Laurence Olivier para el filme del mismo nombre de 1948.
El padre de Hamlet fue envenenado por una sustancia que fue vertida en su oído mientras dormía. Julieta usó un narcótico para fingir su propia muerte y Titania se enamoró de un hombre con cabeza de asno después de que se le pusieran en los ojos el jugo de una flor. No quedan dudas de que algunas nociones botánicas le dieron buenos recursos narrativos a William Shakespeare.

¿Podrán los más o menos 400 años de ciencia transcurridos desde que el bardo escribió estas obras ofrecer algunas pistas o respuestas? La verdad es que nunca sabremos si los venenos y drogas de esas obras estaban basados en sustancias reales, y de estarlo, a cuáles se refería Shakespeare y si funcionarían o no. 

Tal vez sea mejor así. Después de todo, Shakespeare creó un repertorio inmortal de obras y sonetos que exploran la condición humana y no un tratado de etnobotánica. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.

domingo, 9 de febrero de 2020

El osario de Vallés y otros ilustres huesos ambulantes


Grabado de Francisco Vallés, médico de Cámara de Felipe II y Protomédico de Castilla.
La Capilla San Ildefonso del Rectorado de la Universidad de Alcalá recoge estos días la exposición "Recuerdos y memorias del cine español". Rodeada de carteles y objetos cinematográficos, luce la urna mortuoria que guarda lo poco que queda de los restos del Divino Vallés.
Además de poner en evidencia que las eminencias médicas también mueren, el descubrimiento fortuito la década pasada de un cofre de plomo que contenía algunos de los venerables huesos (cráneo, fémur y pelvis) del Divino Vallés ha rescatado de mi memoria episodios similares que afectaron a otros dos personajes renacentistas: Galileo y Descartes. Como en el caso de Francisco Vallés, los mondos esqueletos aparecieron incompletos como consecuencia de los trajines de sus viajes postmortem y de la afición por las reliquias que manifiestan algunos por buena fe y otros por afán de lucro.
Francisco Vallés, médico de Felipe II y egregia figura de la medicina del Renacimiento español, fue discípulo del gran Vesalio, aquel médico genial que cayó en las garras de la Inquisición por deshacer en su Fábrica del cuerpo (1543) el mito de que los hombres, desde los tiempos de Adán, tenían una costilla menos que las mujeres, disparate urdido para sostener la machista creación de la mujer recogida en el Génesis. Vallés aprendió de tapadillo los secretos del cuerpo humano trabajando con cadáveres diseccionados, una práctica vetada por la Inquisición que no le impidió sentar cátedra en Alcalá de Henares, donde profesó durante 17 años, hasta 1572, cuando fue nombrado por Felipe II Médico de Cámara y Protomédico General de los Reinos y Señoríos de Castilla, máximo cargo al que un médico de su tiempo podía aspirar.
El rey Felipe II le testimoniaba así su agradecimiento por haberlo rescatado de una muerte segura cuando el monarca agonizaba tras devorar carne de perdiz casi putrefacta, como era costumbre en la época entre quienes se preciaban de ser buenos catadores de piezas cinegéticas. Vulnerando los venerados Cánones de Avicena, que impedían aplicar un purgante a los enfermos en algunas fases lunares, y después de haber sido desahuciado el rey por los médicos palaciegos, Vallés se encerró en la cámara real con el enfermo y con el duque de Alba, no sin antes anunciar cínicamente que, para ocultar a la Luna su clínica trapisonda, procedía a cerrar los postigos de la alcoba real. Perpetrado el oscurantista camelo, administró al rey una purga enérgica que lo salvó de una muerte segura.
En Alcalá, Vallés se adelantó casi dos siglos a lo que luego sería práctica normal en las facultades de Medicina: enseñar anatomía dictando las lecciones sobre cadáveres que diseccionaba in situ su ayudante, el habilísimo disector valenciano Pedro Gimeno evitando, eso sí, la trepanación, pues eso hubiera sido considerado un pecado mortal irredimible.
Los restos de Vallés en la caja de madera que encerraba el cofre.
En 1592 falleció Vallés en Burgos de tabardillo, el tifus exantemático propagado por los piojos. Fue solemnemente enterrado en la iglesia complutense por orden de su principal paciente y mentor, quien a su vez sufragó las solemnes exequias y las misas de rigor que acompañaron al cuerpo desde Burgos hasta Alcalá, donde, con gran pompa litúrgica, fue enterrado en la capilla complutense. El Divino permaneció sepultado hasta su exhumación en 1862, cuando lo que quedaba de sus restos, previamente esquilmados por profanadores anónimos, fue depositado en el cofre de plomo encontrado en 2011. El puñado de huesos que encerraba acompañaron al cofre hasta el Museo Arqueológico Regional, donde el cofre fue restaurado antes de que contenido y continente fueran depositados en su capilla de procedencia. Pese a su divino apodo, los mortales despojos combaten hoy en retirada contra la usura del tiempo.
Reconocido como uno de los padres de la ciencia moderna, Galileo Galilei (1564-1642) será recordado siempre por haber sido protagonista de uno de los primeros desencuentros entre ciencia y religión. Acusado de herejía por atreverse a afirmar que la Tierra giraba alrededor del Sol, Galileo, tras ser enjuiciado por la Santa Inquisición en 1633, pasó los últimos años de su vida bajo arresto domiciliario, tiempo que aprovechó para registrar por escrito su trabajo de décadas atrás, sentando las bases, entre otras cosas, de la física moderna.
Mucho menos conocido que sus logros y aportaciones al desarrollo científico y tecnológico de la humanidad, o que su famosa frase «y sin embargo se mueve», es el hecho de que una parte de su cuerpo se exhibe en el Museo di Storia della Scienza de Florencia. Se trata del dedo medio de su mano derecha, exhibido dentro de un ovoide cristalino al que acompañan unos versos de Tomasso Perelli compuestos específicamente para la exhibición pública: «Este es el dedo perteneciente a la ilustre mano que recorrió los cielos, señalando a la inmensidad del espacio y apuntando a nuevas estrellas, ofreciendo a los sentidos un maravilloso artefacto de cristales trabajados con un sabio atrevimiento para poder llegar más lejos de lo que Encelado o Tifón pudieron jamás llegar».
Dedo de Galileo en la urna del Museo di Storia della Scienza
El dedo, junto con un diente, la quinta vértebra lumbar y otro par de dedos, fue separado de los restos de Galileo en 1737 por un admirador, Francesco Gori, aprovechando el traslado desde la modesta cripta familiar al monumental mausoleo construido por Viviani en la Iglesia de la Santa Cruz. El dedo fue posteriormente adquirido por Bandini, responsable de la Biblioteca Laurentina, donde se exhibió mucho tiempo.
En 1841 fue trasladado a la Tribuna di Galileo, recién inaugurada en el Museo di Fisica e Storia Naturale, antes de que pasara a ser propiedad del Museo di Storia della Scienza, donde aún puede verse si uno deja de lado la senda de los elefantes que forman las masas de turistas y se dirige a ese precioso museo. Guardado en su relicario, tal si fuera el dedo de un santo, el largo y fino dedo está colocado apuntando a lo alto, como si quisiera mostrarnos las estrellas de nuevo. Pero no hay tal, el dedo no es el índice, sino el anular, lo que sugiere maliciosamente que el gran Galileo se mofa de la concurrencia propinando una peineta., que quizás, podría muy bien tomarse como un último y póstumo gesto de desafío a quienes terminaron por aceptar su error y reconocer su genio científico.
El 31 de octubre de 1992, Juan Pablo II proclamó la absolución del científico pisano. Habían tenido que pasar 359 años, 4 meses y 9 días de la sentencia de la Inquisición para que pidiera la Iglesia pidiera perdón por la injusta condena que no pudo remediar la amargura y la soledad de los últimos años de Galileo, transcurridos entre acusaciones, infamias, cárceles y arrestos domiciliarios. 
René Descartes, el pensador más influyente y controvertido de su tiempo, el francés considerado el padre de la filosofía y de la cultura modernas, fue enterrado lejos de su hogar, en Estocolmo, un crudo día de invierno de 1650. Dieciséis años más tarde, el embajador francés exhumó secretamente sus huesos y los transportó a Francia.
¿Por qué el embajador, un católico muy devoto, se preocupó tanto por los restos de un filósofo acusado de ateísmo? ¿Por qué los huesos de Descartes siguieron un tortuoso viaje durante los siguientes 350 años? La clave de este misterio se esconde en la famosa frase de Descartes: cogito ergo sum («pienso, luego existo»), con la que iluminó el eterno debate entre fe y razón, destruyendo dos mil años de creencias adquiridas para levantar el acta de nacimiento de la modernidad. 
La historia de las reliquias descartianas, que involucra a quienes usaron los huesos para sus estudios científicos, los robaron, los vendieron y los reverenciaron, pelearon por ellos y fueron pasándolos subrepticiamente de mano en mano, obsesionaron durante varios años a Russell Short, que elaboró con ella un interesantísimo libro, Los huesos de Descartes, relato histórico y detectivesco sobre la creación del pensamiento moderno que nos traslada hasta el presente, al Museo de las Ciencias de París, donde ahora, en un polvoriento archivador, descansan (¿para siempre?) los restos del gran filósofo.