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miércoles, 29 de abril de 2020

Calypso bulbosa, una orquídea muy tramposa

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Hay descritas más de 25.000 especies de orquídeas. Una diversidad floral tan grande obedece a un solo fin: la polinización.

La polinización de las orquídeas es un capítulo maravilloso en la biología de esta familia de plantas que sobresalen entre las demás angiospermas por la complejidad de sus flores y por las complicadas interacciones ecológicas con sus agentes polinizadores. Es un tema que ha captado la atención de numerosos científicos a través del tiempo, incluyendo a Charles Darwin, que realizó las primeras observaciones acerca del papel fundamental de los insectos en la polinización de las orquídeas, publicadas en 1862 en su libro La fecundación de las orquídeas. Cuando Darwin afirmó que las variadas estratagemas que usan para atraer a sus polinizadores superan la imaginación de cualquier ser humano, no estaba exagerando.

Las orquídeas son realmente hábiles para engañar a los polinizadores. No es para menos: el 97% de las especies necesitan un polinizador para que se lleve a cabo la transferencia de los granos de polen de una planta a los pistilos de otra y, por tanto, para que se produzca la fecundación y la formación de las semillas.

Hay que tener en cuenta que, mientras que en la inmensa mayoría de las plantas, el polen está formado por granos individuales, el de las orquídeas está agrupado en masas compactas llamadas polinias, de tal modo que por sí solo o por acción del viento el polen no se puede dispersar de una flor a otra, y de ahí que los polinizadores sean unos transportistas imprescindibles para asegurar la reproducción sexual.

La polinización por animales (zoófila) que caracteriza a las orquídeas presupone que los polinizadores visiten las flores de manera regular y se detengan en ellas el tiempo suficiente para que rocen las anteras (y se lleven las polinias) y el estigma (la porción terminal del ovario donde deberán depositar las polinias), y que el polen quede adherido a los visitantes de modo tan perfecto que pueda llegar con seguridad a los estigmas de otras flores.

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El resultado de la zoofilia depende esencialmente de que los animales puedan reconocer las flores desde una cierta distancia y de que se sientan atraídos por las flores de la misma especie. Por eso, las flores zoófilas deben poseer productos atractivos (cebos, como el polen y el néctar), medios de reclamo (olores y colores) y, además, polen viscoso o adherente.

Los polinizadores son muy variados y, según sea la especie de que se trate, pueden ser abejas, avispas, mariposas, coleópteros, otros muchos insectos y aves (especialmente colibríes). Los polinizadores no hacen su trabajo gratis, sino que buscan una recompensa, que en general es en forma de néctar pero que también incluye otros pagos en especie. No obstante, algunas orquídeas se las han apañado para engañar a sus polinizadores, dejándolos con tres pares de narices. De un par de ellas me he ocupado en este mismo blog (1, 2). Otra de ellas es Calypso bulbosa.

Calypso bulbosa es una orquídea circumboreal, lo que significa que su área de distribución se extiende por todo el hemisferio norte en Norteamérica y Eurasia. Pasa prácticamente desapercibida la mayor parte del año hasta que llega el momento de florecer. Sobrevive con su peudobulbo semienterrado debajo de la hojarasca de los bosques de coníferas.

Las plantas han resuelto de maneras muy diversas el problema de la supervivencia durante épocas adversas. Las bulbosas como las orquídeas sobreviven gracias a sus bulbos subterráneos, que constituyen una reserva para pasar el invierno en estado de latencia, protegidos de las temperaturas extremas de la superficie gracias al poder atemperador de los suelos. Son increíblemente resistentes en esta etapa.

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Durante la primavera, cuando aparecen las hojas (Calypso bulbosa, curiosamente, produce una sola hoja), las plantas bulbosas activan su metabolismo, fotosintetizan aprovechando las largas horas de insolación y movilizan los compuestos elaborados gracias a la luz hacia los bulbos subterráneos. Mientras lo hacen, producen flores, por lo general muy numerosas y vistosas porque la mayoría de las bulbosas son polinizadas por insectos libadores.

Cuando aprieta el calor al inicio del verano, las flores ya han producido frutos, y las hojas comienzan a secarse. Durante el verano no queda más rastro de las bulbosas que un manojo de hojas secas y un puñado de frutos que, agitados por el viento, liberan decenas de semillas menudas.

A principios de la primavera, las espectaculares y un tanto extravagantes flores de Calypso bulbosa se abren y esperan la llegada de los abejorros. Las orquídeas calipso hacen todo lo posible para atraer abejorros comunes del género Bombus. La flor emite un aroma dulce. Además, el labio inferior en forma de bolsa de la flor luce unas protuberancias pequeñas, amarillas y con forma de cabello que imitan anteras cubiertas de polen. Finalmente, dentro de la bolsa formada por el labio hay dos apéndices que parecen producir néctar, pero que únicamente brillan como si estuvieran barnizados. Toda la flor es una estafa. La orquídea no ofrece recompensas reales en forma de polen o de néctar a los abejorros que las visitan.

Pero no todos los abejorros acuden al engaño. Los abejorros no son animales insensatos. Aprenden rápidamente qué flores vale la pena visitar porque les ofrecen un premio y cuáles no. Para que la artimaña funcione, se requieren abejorros recién surgidos de la larva no hayan adquirido una experiencia previa y acudan al engaño. Por eso, para practicar su estafa, Calypso dispone de un corto período de tiempo para que los abejorros de las cercanías acudan a su engaño. El timo es suficiente para que sobrevivan algunas de ellas, pero las tasas de polinización son muy bajas en esta orquídea.

El aspecto más interesante de todo esto es que la que podríamos llamar "función masculina" de la flor, la liberación de las polinias, es más probable que ocurra que la "función femenina", la deposición de polen. La razón es fácil de entender; la función masculina requiere que un abejorro sea engañado solamente una vez, mientras que la función femenina requiere que un abejorro sea lo suficientemente incauto como para ser engañado al menos dos veces.

Calypso asegura la continuidad de sus poblaciones porque, como todas las demás orquídeas, puede producir decenas de miles de semillas con una sola fecundación. Por lo tanto, cada orquídea tiene decenas de miles de propágulos potenciales para garantizar la próxima generación al tiempo que asegura su supervivencia mediante la estrategia de las bulbosas. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.

sábado, 25 de abril de 2020

El fraude de las cloroquinas: Nuevas enfermedades, viejos remedios


Cuando la esclavitud se extendió por el mundo, la malaria o paludismo, una enfermedad endémica de África, se transformó en pandemia.

Según la leyenda, el primer europeo en curarse de la malaria fue la condesa de Chinchón, esposa del virrey español en Perú. Incapaz de contener las oleadas cada vez más fuertes de fiebre que no cesaban con los remedios habituales (sangrías), el médico de la corte le administró en 1638 una pócima elaborada con la corteza de un árbol que crecía en las laderas orientales de las montañas andinas. Mano de santo.


domingo, 19 de abril de 2020

Olor a lluvia, olor a vida: la coevolución de actinobacterias y colémbolos

El colémbolo Tetrodontophora bielanensis. Foto de S. P. Hopkin. Fuente.

El característico aroma fresco que sucede a la lluvia no es solo olor a tierra húmeda. Es el cebo químico que algunas bacterias han estado utilizando para atraer pequeños artrópodos durante más de 400 millones de años.

La geosmina (en griego olor de la tierra) es el compuesto químico responsable del aroma de la tierra refrescada por la lluvia. En 1965 dos microbiólogos de la Universidad Estatal de New Jersey la aislaron por primera a partir de cultivos de Streptomyces griseus, una actinobacteria. Las bacterias del género Streptomyces, en el que se incluyen unas 500 especies, son microorganismos muy utilizados en medicina dada su capacidad de producir antibióticos, entre ellos agentes antibacterianos muy conocidos como la tetraciclina y la eritromicina, antifúngicos como la nistatina y agentes antitumorales, antihelmínticos e inmunosupresores, entre otros.

Estudios posteriores aislaron geosmina en otros organismos como las cianobacterias (los organismos vivos más antiguos) y en algunos hongos filamentosos, como Penicillium expansum. La investigación del genoma de Streptomyces permitió determinar en 2002 el gen productor de su característico aroma, que, al ser manipulado experimentalmente y suprimido de la bacteria, detenía la síntesis de geosmina.

Este compuesto es importante para los vertebrados que habitan el desierto, principalmente para los camélidos, que al percibir su olor pueden detectar el agua a decenas de kilómetros de distancia. Los nematodos y los insectos también se benefician de este compuesto: al captarlo se dirigen hacia donde hay humedad.

Sabido es que, más allá de la imaginación de Patrick Süskind, la capacidad olfativa de los humanos no es especialmente aguda; sin embargo, podemos detectar el aroma característico de la geosmina en concentraciones tan bajas como 100 partes por billón. Si quieren imaginar lo que esto significa, los famosos órganos olfatorios de los tiburones solo son capaces de detectar carne fresca cuando las concentraciones de sangre en el agua de mar son mucho mayores, de aproximadamente una parte por millón.

La geosmina impregna los miles de millones de esporas de las bacterias del suelo y eso sugiere que su síntesis les otorga una ventaja selectiva sobre otras bacterias, porque de lo contrario no la sintetizarían. Conociendo la capacidad dispersora de muchos frutos y semillas que tienen muchos animales, desde hormigas a elefantes, y el papel que juega en ellos la emisión de olores, cabía sospechar que la geosmina bien pudiera ser una señal olfativa para algún animal o insecto que ayudara a propagar las esporas.

Para ver qué animales se sienten atraídos por el olor, un grupo internacional de investigadores estableció una red de trampas en un bosque en Alnarp, Suecia. Algunas trampas fueron cebadas con Streptomyces y otras con harina de soja. El pasado de abril, un artículo en la revista Nature Microbiology ofrecía los resultados de la investigación.

Streptomyces griseus. Fuente.
En experimentos de campo y laboratorio, los investigadores comprobaron que la geosmina y otro compuesto [2-metilisoborneol (2-MIB)], liberados por colonias de Streptomyces atraían masas de pequeños colémbolos, unos animales diminutos (de unos 5 mm) que, aunque no los veamos, son, probablemente, los animales más numerosos de la Tierra: hasta 62.000 individuos por m2.

Puestos a indagar, los investigadores insertaron electrodos en las antenas de los colémbolos, y dado que los apéndices se retorcían cada vez que los compuestos químicos contactaban con ellas, es muy probable que las antenas pueden “sintonizarse” específicamente a la geosmina y al 2-MIB.

Si uno fuera Darwin, que no lo es, diría que esas actinobacterias bacterias y los colémbolos coevolucionaron para formar una relación simbiótica. Streptomyces usa la geosmina para atraer colémbolos hambrientos; estos se comen las poblaciones de bacterias envejecidas y a cambio propagan las esporas por todas partes. Los colémbolos esparcen las esporas a través de sus excrementos, mientras que las adheridas a sus cuerpos se desprenden cuando se mueven. Eso es exactamente lo mismo que hacen los pájaros frugívoros: consiguen comida, pero también distribuyen las semillas, lo que beneficia a las plantas.

También hay pruebas de que estas actinobacterias prefieren a los colémbolos para transmitir sus esporas. De la miríada de compuestos producidos por Streptomyces, muchos son mortales para hongos, insectos y nematodos. Los colémbolos, por su parte, se separaron del árbol genealógico de los insectos hace aproximadamente 500 millones de años y poseen enzimas capaces de hacer frente a los cócteles químicos de Streptomyces, lo que no logran otros organismos, incluidos sus parientes cercanos, los insectos.

Cuando estudié Microbiología me enseñaron que las esporas de Streptomyces, como las de otros muchos organismos, se distribuyes gracias al viento y al agua, pero hay que reconocer que en los pequeños poros del interior del suelo hay poco espacio para que el viento o el agua sirvan para algo más que para respirar.

Así las cosas, los pequeños y primitivos colémbolos resultan imprescindibles para completar el ciclo de vida de Streptomyces, una de las fuentes más importantes de antibióticos conocidos, cerrando el círculo de una simbiosis que probablemente tenga cientos de millones de años, de la que, al fin y al cabo, como en tantas otras cosas, los humanos salimos beneficiados.

La próxima vez que huela a tierra mojada, sepa que el mismo aroma que arrebata su cerebro a través de sus fosas nasales ha perfumado la Tierra primitiva desde hace millones de años. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca

viernes, 17 de abril de 2020

El petróleo canadiense está 66 veces más barato que la cerveza


Los precios del petróleo cerraron el mes de marzo como empezaron: con un drástico desplome. El petróleo WTI, referencia en el mercado de Estados Unidos, cayó el 30 de marzo un 6,6% para situarse a 20 dólares el barril, y el Brent, referencia en Europa, bajó un 8,7% hasta 22,76 dólares. Se trata de precios que no se veían desde el 2002 y de una caída de más del 60% en lo que va de este año.
Pero si esos son los precios del petróleo convencional, los del petróleo procedentes de medios no convencionales (fracking, arenas bituminosas, entre otros) que son más caros de extraer y de refinar, son insostenibles para la industria. Uno de los petróleos más caros de extraer, producir, purificar y refinar son las arenas asfálticas de Canadá.
Conocidas también como arenas bituminosas, arenas de petróleo, arenas petrolíferas, arenas de alquitrán y en Venezuela como crudo extrapesado, las arenas asfálticas son una combinación de arcilla, arena, agua, y bitumen. El bitumen, también llamado “betún” o “brea”, está constituido por una mezcla de líquidos orgánicos altamente viscosa, negra y pegajosa, a su vez compuesta principalmente por hidrocarburos aromáticos policíclicos.
Desde el punto de vista de su uso como combustible, el bitumen es la principal materia prima de la explotación petrolera de las arenas bituminosas actualmente bajo desarrollo en Alberta, Canadá. Para poder ser utilizado en la industria petrolífera, el bitumen necesita ser mejorado (upgraded) desde el momento mismo de su bombeo, dado que es demasiado viscoso como para fluir. Por tanto, debe sufrir un proceso de ruptura molecular similar al que sufre el petróleo convencional antes de que sea sometido a los procesos de refinado para producir combustibles como la gasolina o el gasoil. En promedio se necesitan dos toneladas de arenas asfálticas para obtener un solo barril de petróleo.
Una explotación de arenas asfáticas en Kearl Lake, Alberta. Foto
Por todo ello, la producción de bitumen a partir de las arenas asfálticas es altamente costosa, superior a la mayoría de las estimaciones para el petróleo procedente de cualquier otra fuente, incluido el ya de por sí caro petróleo de lutitas. Los costes de rentabilidad mínima para la minería con transformación a crudo sintético superan los 100 dólares por barril, lo que supone una completa ruina a los precios actuales.
El colapso de la demanda mundial de petróleo ha tirado por los suelos el precio del petróleo procedente de arenas asfálticas (Canadian Oil Sands) hasta tal punto que el precio del barril ahora es más barato que un paquete de doce botellas de cerveza comprado en un supermercado. Según oilprice.com, el precio actual de un barril de Western Canadian Select (arenas petrolíferas) es de 4,47 dólares americanos, mientras que el de un paquete de doce botellas de cerveza Alhambra comprado online en cuesta 5,09 euros (5,54 $).
¡Menudo negocio! Y ahora veamos el contenido energético. Un barril de petróleo equivalente contiene 1.460 millones de calorías. Una botella de cerveza clásica de 25 cl contiene unas 100 calorías. Multiplicando por 12, el paquete de latas son 1.200 calorías.
Haciendo algunos cálculos sencilllos:
Barril de petróleo equivalente (1.400.000.000 calorías) / 12 cervezas (1.200 calorías) = 116.667.
Por lo tanto, un barril de Canadian Oil Sands, que contiene 116.667 veces las calorías energéticas que un paquete de doce botellas de cerveza, ahora vale 4,47 dólares en comparación con los 5,54 para el paquete de doce cervezas. ¡Menudo negocio!
Mientras que el litro de esa cerveza embotellada sale a 1,84 dólares, teniendo en cuenta que un barril del petróleo son 159 litros, el litro de petróleo sale a 0,028 dólares. Dicho de otra forma, el litro de cerveza cuesta 66 veces más que un litro de petróleo.
Pues así andan las cosas en el mercado internacional de petróleo. Si la OPEP, Rusia y Estados Unidos no hacen recortes significativos en la producción, podríamos ver que el Canadian Canadian Select se cotizará a 1 dólar por barril o, quizás, puede que lo regalen al comprar un tambor de detergente. 


sábado, 11 de abril de 2020

En el súper, use siempre mascarillas


¿Mascarilla sí o mascarilla no? Depende. Si usted está contagiado o sospecha que lo está, utilícela siempre que comparta un espacio cerrado o esté cerca de otras personas tanto en su hogar como en los comercios o en su centro de trabajo. En el exterior no es necesaria, salvo si quiere mostrar respeto por las personas que la usan. En cualquier caso, nunca sobra y es imprescindible en determinados lugares públicos.

Investigadores de varias instituciones científicas finlandesas han utilizado un modelo generado por ordenador para simular la propagación de las pequeñas partículas virales que todos nosotros expulsamos cuando estornudamos. El modelo muestra cómo se propagan esas partículas en el aire en los pasillos de los supermercados

Recordemos que cuando una persona tose, emite dos tipos de partículas. La principal vía de transmisión directa de los coronavirus se produce a través de gotitas diminutas pero visibles expelidas al hablar, toser o estornudar. Como estas partículas son más pesadas, no permanecen en el aire y se depositan inmediatamente en las superficies o en el suelo, a partir de donde, de forma indirecta, el virus puede transmitirse a través de las manos o de objetos recientemente contaminados.

Los investigadores modelaron una situación en la que una persona tose por un corredor estrecho formados por los típicos estantes de los supermercados. Imagen: Petteri Peltonen / Universidad Aalto
La transmisión de virus entre humanos también puede producirse a través de aerosoles, unas partículas de pequeño tamaño casi invisibles que, como son más ligeras, pueden permanecer más tiempo en el aire. En ambientes abiertos y bien ventilados, como las corrientes de aire por pequeñas que sean las dispersan, no representan ningún peligro de contagio.

Pero según sugieren los resultados la nueva investigación este mecanismo de transmisión puede ser relevante en ambientes con una inadecuada ventilación como los que pueden presentarse en los pasillos angostos de algunos comercios.

Los investigadores simularon un escenario en el que una persona tose en el pasillo entre los estantes de un supermercado. Luego, el ordenador fue calculando lo que sucedía bajo diferentes condiciones de ventilación. Cuando la ventilación es escasa, descubrieron que una "nube" de aerosoles se dispersa formando un halo ligeramente alejado de las proximidades de la persona que tose que va diluyéndose a medida que se extiende. Pero, aunque se disperse, ese proceso dura varios minutos y, mientras tanto, una persona que camine sin mascarilla entre los estantes podría, en teoría, inhalar las partículas pequeñas.

Es un modelo muy importante y tiene mucho sentido. ¡Cuando entras en el pasillo de una tienda puede que haya un enemigo completamente invisible! ¡Protégete y protege a los demás!

Recomendaciones dentro del supermercado

Antes de entrar en detalles, es importante tener en cuenta que actualmente no hay evidencia de que la nueva enfermedad, COVID-19, se transmita a través de la ingestión de alimentos. Hasta donde sabemos, la enfermedad parece propagarse principalmente de persona a persona a través de partículas de virus que se transmiten cuando alguien tose o estornuda.

Los objetos contaminados por el estornudo de otros pueden transmitir el virus si alguien toca ese objeto, remueve las partículas de virus de la superficie (en la que puede ser viable durante unas horas) y luego se toca la boca, la nariz o los ojos.

Para prevenir esos modos de transmisión, muchos comercios están tomando precauciones especiales de seguridad higiénico-sanitaria, como limitar el número de personas permitidas en el local al mismo tiempo, desinfectar los carros y las superficies que se tocan con frecuencia, colocar cintas o marcas en el suelo para ayudar al distanciamiento social y modular los horarios.

Pero todavía hay cosas que los clientes podemos hacer para reducir la propagación del coronavirus y el riesgo de contagiarse en el local comercial. Dejo una pequeña guía de recomendaciones para hacer la compra durante la pandemia.

Antes de ir a comprar

Piense si realmente necesita ir de compras. Lo más adecuado es ir lo menos posible. Si solo necesita algunos artículos, intente aguantar con los que tiene y planifique una salida para comprar más cosas. El consejo es que compremos suficientes alimentos para una o dos semanas.

El reparto a domicilio puede ser una opción, pero no es accesible a todo el mundo y, cuando lo es, la alta demanda dificulta la gestión, por lo que hay que planificar con la antelación suficiente. Entregar los comestibles ayuda a reducir la cantidad de personas que entran en las tiendas y tocan los artículos, y ayuda a las personas a seguir las normas de aislamiento social. También ayuda a reducir la propagación del virus de personas infectadas que no muestran síntomas. Cuando se empiecen a hacer tests masivos, descubriremos que son legión.

Intente comprar fuera de las horas pico y compre tantos artículos como pueda en una sola tienda.

Haga la compra solo. Esto ayuda a reducir la cantidad de personas que van a las tiendas.

No vaya si tiene síntomas: es muy importante no ir de compras si presenta síntomas de COVID-19 (como fiebre, tos o falta de aire), o si cree que ha estado expuesto al virus. En estos casos, debe dejar su casa solo para ir al médico. Si necesita algunos artículos sean alimentos o no, pídale a un amigo o a otra persona que los compre y se los deje ante la puerta cerrada.

En la tienda

Desinfecte sus manos con frecuencia: usa el desinfectante para manos que los comercios han colocado en lugares accesibles antes de entrar a la tienda y después de salir.

Si el comercio no proporciona toallitas desinfectantes, lleve sus propias toallitas para usar en carros, canastos rodados y lectores de tarjetas.

Use una mascarilla. Esta recomendación está destinada a prevenir la propagación de COVID-19 de personas que ignoran que están infectadas por ser asintomáticas.

Cumpla con el distanciamiento social: como en cualquier otro lugar público, debe mantener una distancia de al menos metro y medio con los demás.

Toque solo lo que compra: trate de no tocar cosas si no va a comprarlas. Eso significa que no manosee muchos productos intentando encontrar el más maduro, por ejemplo.

Los guantes no son necesarios: salvo para los productos frescos como norma de higiene general, utilizar guantes en la tienda no es necesario porque los guantes se contaminan de la misma manera que sus manos. Lavarse o desinfectarse las manos antes de entrar y después de salir a la tienda es lo importante. Pero si prefiere usar guantes, use unos desechables y tírelos a la basura antes de subir a su coche, tan pronto como llegue a su casa si ha ido a pie o en transporte público.

No se toque la cara: evite tocarse los ojos, la nariz y la boca con los guantes usados o con las manos sin lavar.

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Cuando llegue a casa

Lávese las manos: debe lavarse las manos o usar desinfectante para manos después de manipular los envases.

No deje su comida fuera de su casa: aunque en las redes sociales se ha sugerido dejar los alimentos en el garaje o en el trastero durante tres días para matar el virus, es un mal consejo. No solo no está científicamente comprobado, también es un problema de seguridad alimentaria. Dejar comida afuera, en el garaje, el coche o el trastero, puede significar que la comida no se almacene a la temperatura adecuada para evitar el crecimiento bacteriano; y también puede aumentar el riesgo de plagas de roedores e insectos.

Enjuague sus productos: siempre es una buena idea, incluso cuando no hay pandemia, enjuagar frutas y verduras frescas con agua para eliminar la suciedad, los desechos y los pesticidas, y reducir los niveles de gérmenes transmitidos por los alimentos frescos.

No use jabón: no es necesario usar jabón o desinfectantes químicos en esos productos. El gel lavaplatos no debe usarse para lavar alimentos, ingerirlo podría provocar náuseas y malestar estomacal.

Lave las bolsas reutilizables: si usa bolsas de supermercado reutilizables, debe lavarlas después de volver de la tienda, ya sea metiéndolas en la lavadora o con jabón u otros desinfectantes para bolsas de plástico. Si no las va a utilizar durante algún tiempo, no hay que lavarlas, déjelas en alguna habitación donde no entre o en una terraza tendedero, por ejemplo. Pasadas dos o tres días el virus habrá perdido su capacidad infecciosa.

Recuerde siempre que el virus no es una pulga: no salta. Hay que tocar los objetos contaminados con las manos y luego llevarlas la boca, la nariz o los ojos, para que pueda contagiar. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.

viernes, 3 de abril de 2020

Coronavirus y epidemia de gripe de 1918 en Estados Unidos: lo que nos enseña la historia

Cuando escribo este artículo (30 de marzo), Estados Unidos se acaba de convertir en el nuevo epicentro de la COVID-19, la nueva enfermedad transmitida por el coronavirus SARS-CoV-2: el país tiene ahora más casos de coronavirus que cualquier otro país del mundo.

En el momento en que escribo este artículo (1 de abril), desde que el SARS-CoV-2 se detectó por primera vez en Seattle el 20 de enero, el virus ha contagiado al menos a 181.099 personas en los 50 estados según las cifras oficiales (siempre más reducidas que las reales). De esos casos registrados, 3.606 son fallecidos, 1.550 de ellos en Nueva York.

En un país con 329 millones de habitantes, esas cifras significan una incidencia proporcionalmente mucho más baja que en España o Italia. Pero allí las cosas irán a peor, porque todo apunta a una escalada rápida provocada por el inevitable crecimiento exponencial que caracteriza el inicio de todas las epidemias.

Hay razones estructurales por las cuales Estados Unidos tiene dificultades para ofrecer una respuesta a la pandemia. Entre ellas destacan la atención médica privatizada y cara, la deficiente red de asistencia social y la autoridad descentralizada. En la guerra biológica contra el coronavirus, que es también una amenaza para la propia democracia, la autoridad descentralizada es una deficiencia de primera magnitud.

Figura 1. Los costes humanitarios del brote de coronavirus continúan aumentando, con más de 719,000 personas infectadas en todo el mundo. El número de fallecimientos confirmados ha superado los 33.900. Datos a 30 de marzo. Fuente
¿Qué está ocurriendo exactamente? Observen la Figura 1. Las estrellas en negrita indican el día en el que diferentes países adoptaron medidas de mitigación consistentes en el confinamiento nacional, regional o local de las poblaciones afectadas. Estados Unidos aún no las ha adoptado. Para entender lo que está pasando allí hay que poner el foco en lo que sucede ahora y lo que sucedió hace más de un siglo. En la lucha contra la actual pandemia, el país se enfrenta a los mismos problemas constitucionales que dificultaron el control de la epidemia de gripe de 1918.

La gripe de 1918, también conocida como gripe española, duró hasta 1920 y se considera la pandemia más mortal de la historia moderna. Desde su primer caso conocido, que tuvo lugar cerca de una base militar de Kansas en marzo de 1918, la gripe se extendió por todo el país. Al final de la pandemia, entre 50 y 100 millones de personas habían muerto en todo el mundo, incluidos más de 500.000 estadounidenses.

En 2007, dos estudios científicos intentaron explicar cómo influyeron en la propagación de la enfermedad las distintas respuestas ofrecidas en diferentes ciudades. Al comparar las tasas de mortalidad, el tiempo y las intervenciones de salud pública, los investigadores descubrieron que las tasas de mortalidad eran alrededor de un 50% más bajas en las ciudades que adoptaron medidas preventivas desde el principio en comparación con las que lo hicieron tarde o no lo hicieron (Figura 2C). Además, las ciudades que adelantaron el distanciamiento social se recuperaron económicamente mejor tras la pandemia.

Los casos de San Luis y Filadelfia son paradigmáticos. Poco después de que se adoptaran medidas sanitarias en Filadelfia, apareció otro caso en San Luis. Dos días después, la ciudad cerró la mayoría de las reuniones públicas y pusieron a las víctimas en cuarentena en sus hogares. Los casos se ralentizaron. Al final de la pandemia, la tasa de mortalidad en San Luis era menos de la mitad que en Filadelfia (Figura 2D).


Figura 2. A. Adoptar medidas de aislamiento social un día después eleva espectacularmente el número de contagiados (Luis Monje). B. Número de muertes previstas en Gran Bretaña y Estados Unidos en el caso de no adoptarse medidas de aislamiento social (Fuente). C. Diferencias de casos mortales registrados en diferentes ciudades norteamericanas. San Luis y Nueva York, las primeras en aplicar medidas de aislamiento fueron las que menos casos registraron Fuente. D. Diferencias en el número de casos mortales registrados entre Filadelfia y San Luis. Dos ciudades que adoptaron medidas de aislamiento en fechas diferentes. Fuente.
Ahora como entonces, las intervenciones de aislamiento social son la primera línea de defensa contra una epidemia en ausencia de una vacuna. Estas medidas incluyen el cierre de escuelas, tiendas y restaurantes; imponer restricciones al transporte; ordenar el confinamiento social y prohibir las concentraciones públicas. Pero en cada zona del país se aplican directrices distintas.

La restricción de viajes a Europa que hizo la Administración estadounidense es una medida en la buena dirección: probablemente el país ganó unas horas, quizás un día o dos para frenar la expansión del virus. Pero no más. No es suficiente. Eso es contención cuando lo que se necesita en estos momentos es mitigación. Y es ahí donde el poder federal tropieza con la capacidad legislativa de los estados.

Aunque la mitad de los ciudadanos está sometida a diferentes grados de distanciamiento social, cada estado (e incluso cada condado o cada gran ciudad) actúa por su cuenta en función en la gravedad de la situación en su territorio, sin olvidar que las autoridades actúan influidas en ocasiones por un trasfondo social.

El presidente Trump tiene las manos constitucionalmente atadas a la hora de declarar un estado de alarma como el declarado en España. La nación norteamericana nunca ha sido propensa a embarcarse en debates sobre el titular de la soberanía y el triángulo conceptual que esta pueda formar con las situaciones excepcionales y la defensa de la Constitución. Como escribió el constitucionalista Bruce Ackerman: «El silencio de la Carta Magna estadounidense sobre las situaciones de excepción ha favorecido a lo largo de la historia respuestas improvisadas del presidente de la nación, adoptadas con descuido de cualquier análisis coste-beneficio».

Cuando escribió aquel libro en 2005, Ackerman advertía que nada garantizaba que un futuro presidente no fuera «una combinación letal del simplismo de George W. Bush, el instinto político de Lyndon Johnson y el carácter despiadado de Richard Nixon». El cóctel parece haberse sublimado en la persona de Donald Trump.

Sin embargo, el virus circulará por mucho que el presidente desee que desaparezca. Frente a la crisis del coronavirus el trumpismo no parece a la altura de las circunstancias, como ha ido demostrando el empecinamiento interesado del presidente y de los grupos negacionistas que lo sostienen en acabar con la cuarentena cuanto antes para volver a la normalidad.

El 9 de marzo Trump acusó de embusteros a los medios de comunicación y a los demócratas por conspirar "para inflamar la situación del coronavirus" y dijo equivocadamente que la gripe común era más peligrosa. El 30 de marzo, tuvo su caída en su particular camino de Damasco. Ese día, su Administración emitió las primeras recomendaciones federales de distanciamiento social que debían mantenerse hasta el lunes 30 de marzo.

Abrumado por las cifras cada vez más preocupantes y por el informe del Imperial College que pronosticaba 2.200.000 muertes de estadounidenses de no adoptarse medidas (Figura 2B), Trump, que había pensado sacrificar miles de vidas para no parar la economía, decidió que esas recomendaciones permanecerán vigentes durante otro mes y podrían durar hasta junio.

Pero son solo eso, recomendaciones, que no son suficientes en el combate actual. En 1918, la clave para acabar con la epidemia fue el aislamiento social. Y eso probablemente sigue siendo cierto un siglo después, en la batalla contra el coronavirus que enfrentamos todos, pero que Estados Unidos enfrenta con unas herramientas legales que se han mantenido casi iguales desde los padres fundadores.

Una versión más corta de este artículo fue publicada ayer en el blog Diálogo Atlántico.

¿CUÁNTO TIEMPO PUEDE VIVIR EL CORONAVIRUS EN SUPERFICIES?


El penúltimo debate sobre la capacidad infecciosa del virus SARS-CoV-2 (Síndrome Agudo Respiratorio Severo-Coronavirus-2), que causa la actual enfermedad pandémica Covid-19, es su capacidad potencial para permanecer viable durante varias horas o incluso días en superficies rígidas desde las cuales podría transmitirse.