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jueves, 12 de enero de 2017

Sequoiadendron giganteum: muerte de un gigante con pies de barro

El Pioneer Cabin Tree en la primavera de 2011 
Cante lo que cante Albert Hammond, a veces llueve –y mucho- en California. Quienes estaban allí la pasada noche de Reyes tuvieron ocasión de comprobarlo. Los servicios públicos estaban avisados de la llegada ese domingo de la más poderosa de una serie de tormentas invernales que azotó el norte de California y Nevada, provocó lluvias y vientos huracanados, causó inundaciones generalizadas y provocó deslizamientos de tierra en las faldas de Sierra Nevada. Decenas de miles de casas quedaron sin electricidad. Cientos de automovilistas varados fueron rescatados de los crecidos arroyos. Según Associated Press, esta tormenta, la mayor de la última década, puso punto y final a una sequía que asolaba California desde hacía seis años.

La Cabaña del Pionero el 9 de enero de 2017
tras ser derribado por las fuertes tormentas en California.
Fuente
Entre las víctimas de la tormenta se cuenta un árbol icónico de Sierra Nevada, un enorme sequoya o árbol mamut (Sequoiadendron giganteum) en cuya base se había excavado un túnel por el que podía transitar holgadamente un automóvil familiar. El árbol, conocido como la «Cabaña del pionero» (Pioneer Cabin Tree), era una de las grandes atracciones turísticas del Calaveras Big Trees State Park, la joya botánica de un condado que hizo famoso Mark Twain en uno de sus cuentos más divertidos «La célebre rana saltarina del condado de Las Calaveras».

Estos son los diez ejemplares vivos más grandes de S. giganteum. Fuente: United States National Park Service

Aunque es superado en talla por su pariente, el sequoya costero (Sequoia sempervirens) o por algunos eucaliptos australianos, el secuoya gigante es el organismo vegetal más voluminoso del mundo. Crecen a una altura media de entre 50 a 85 m y de 5 a 7 m de diámetro. Se tienen referencias de árboles que han existido de 94 m de altura y más de 11 m de diámetro. En la tabla adjunta les he resumido los datos biométricos de los ejemplares vivos de mayor tamaño. Como se preguntarán por su edad, el ejemplar más viejo conocido llegó a la venerable edad de 3.200 años, según demostró el recuento de sus anillos de crecimiento.


Base del tronco del General Sherman en 2006.
© LuisMonje.com 
Como muestra, tomemos el botón del considerado como el árbol más grande del mundo. Se encuentra en Giant Forest, en el Parque Nacional de las Secuoyas (pulse aquí para visualizarlo en 3D y ver más fotos y localizar su ubicación). El General Sherman es el ser vivo con más biomasa de todo el planeta. Además de los datos biométricos que les he puesto en la tabla, el tronco es tan robusto que solo su corteza, que defiende al árbol de los fuegos forestales que aniquilan a sus competidores, tiene más de un metro de grosor. Su peso total se calcula en alrededor de 2.000 toneladas, lo que equivaldría al peso de unos 400 elefantes africanos adultos. Durante un tiempo se creyó que el General Sherman podría llegar a tener una edad de más de 3.000 años, sin embargo, recientes estudios han confirmado que ronda los 2.000 años de antigüedad. Téngase en cuenta que la ballena azul, el animal más grande que jamás haya poblado la Tierra, mide unos 30 metros y puede pesar “tan solo” 180 toneladas. Y de longevidad ni hablemos; recientemente hemos sabido que el vertebrado más longevo sobre la faz de la Tierra, el tiburón de Groenlandia, ronda los 300 años.

La primera referencia a lo sequoias gigantes hecha por los europeos es de 1833, en el diario del explorador J. K. Leonard; a pesar de que Leonard no menciona ninguna localidad, se sabe que Leonard cruzó Sierra Nevada por el condado de Calaveras. Este descubrimiento no trascendió. El siguiente europeo en ver la especie fue John M. Wooster, que en 1850 talló sus iniciales en la corteza del árbol "Hércules", también en Calaveras; tampoco este hallazgo se publicó.

En la primavera de 1852 tuvo lugar la primera observación ampliamente documentada de los gigantes. Un cazador que perseguía a un oso entró en el bosque ahora conocido como “North Grove” en el Calaveras Big Trees State Park. Como me ocurre a mí cada vez que visito esos bosques, el cazador, Augustus T. Dowd [1], no podía creer lo que veía. Altos, rectos y solemnes, aquellos gigantes parecen pertenecer a otro mundo. Son unas columnas majestuosas de corteza rojiza con estrías verticales y sin ramas bajas; los árboles de más edad se extienden hacia el cielo y parecen aún más viejos de lo que son. Cuando uno levanta la mirada hacia las copas, siente que los esfuerzos inútiles conducen a la melancolía. Dowd no había visto nunca ningún árbol similar. Gritó ante lo que veía y corrió entusiasmado de una sequoya a otra.

Una vez que llegó al campo minero cercano, creyeron que se había pasado con el bourbon. Comprobada su existencia, los árboles ganaron popularidad instantánea y se hicieron bien conocidos por el público en general. Se construyeron caminos y muchos de los madereros se pusieron manos a una obra que casi acaba con los gigantes.

Dibujos de la época que muestran el apeo del Discovery tree. Fuente

En los años siguientes, se descubrieron bosques cada más grandes , aunque hay que decir que estos bosques eran viejos conocidos de las tribus indias locales. Llamaban al árbol Wawona, una onomatopeya que imita el sonido del búho moteado del norte, que los indios de Yosemite creían que era el guardián del bosque. La vieja sequoya que fue vista por Augustus T. Dowd, fue nombrada «The Discovery Tree». Después de soportar tormentas e incendios forestales durante trece siglos, un año después de ser “descubierto”, los leñadores lo derribaron. Se necesitaron cinco hombres y 22 días (dibujo a la izquierda) para apearlo. Después de contar los anillos el viejo gigante confesó su edad: 1.300 años. El resto del muñón se utilizó como pista de baile (dibujo a la derecha). En este enlace pueden ver una fotografía del estado actual del tocón.

Theodore Roosevelt y John Muir (d)
en Glacier View, Yosemite (1906). Fuente
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Con la conquista del Oeste, comenzó el declive de los sequoyas, que comenzaron a caer a centenares para aprovechar la madera. Años después de que el Gobierno Federal comenzara a vender las tierras a los colonos a precio de saldo [2], John Muir se lamentó de la estupidez gubernamental. En American Forests (1897) escribió: 

No puede decirse que el Tío Sam sea tonto en asuntos comerciales, pero ha vendido millones de acres de tierra de madera a dos dólares y medio el acre cuando un solo árbol de los que crecían en él vale más de cien. Pero esta tierra única ha sido legalizada, y ahora no se puede hacer nada sobre esa estúpida negociación ... un negocio malo y sucio desde el principio hasta el final.

[…] Cualquier tonto puede destruir árboles. No pueden huir; y si pudieran, seguirían siendo destruidos, perseguidos y cazados mientras se pueda obtener diversión o un dólar de su corteza, de sus ramas o de sus troncos, que son como magníficas espinas dorsales ... A través de todos los maravillosos y agitados siglos, desde el tiempo de Cristo -y mucho antes- Dios ha cuidado de estos árboles, los ha salvado de la sequía, las enfermedades, las avalanchas, las inundaciones y de miles de tormentas arrasadoras; pero no puede salvarlos de los tontos: sólo el tío Sam puede hacerlo.

Muir dedicaría una enorme campaña para salvar los bosques de California de la destrucción. Logró convencer al presidente Theodore Roosevelt para que en se creara Yosemite National Park y con ello la salvación de los árboles gigantes. Pero esa es otra historia. 



[1] Los amigos de visitar cementerios, entre los que me cuento, pueden encontrar la tumba de Dowd, en el Madronia Cemetery, en Saratoga, condado de Santa Clara, California. En la parcela 28-11 del patio sureste del camposanto, una lápida cubierta de musgo lleva una inscripción que recuerda al considerado (sin permiso de los nativos) primer descubridor de los árboles gigantes: «Effective Discoverer of the Calaveras Big Trees».

[2] Con la Ley de Propiedad de Tierra de 1862 que otorgaba a quienes se dirigían hacia el oeste 65 hectáreas por un precio irrisorio, se pusieron millones de kilómetros cuadrados de tierra en manos privadas, para que las “mejoraran” con el hacha y el arado. En el momento en que el Homo sapiens europea llegó a América, la destrucción emigró del este al oeste.