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lunes, 30 de enero de 2017

Trump: ¡Recuerda el Holocausto!

Esta cuenta de Twitter recuerda lo que pasó la última vez que Estados Unidos cerró sus puertas a los refugiados. El mismo día que se conmemoraba a las víctimas del Holocausto, y Trump vetó la entrada a los refugiados sirios (pulse en este enlace para ver con subtítulos en español la ceremonia de la firma y la cara de satisfacción de Trump), apareció una cuenta que muestra el destino trágico de los judíos de un barco que el Gobierno estadounidense devolvió en 1939.
El St. Louis zarpa del puerto de Hamburgo.
13 de mayo de 1939. Fuente.
El 13 de mayo de 1939, el buque St. Louis zarpó de Hamburgo, Alemania, con 900 judíos a bordo. Huían de las atrocidades del régimen nazi. La mayoría había solicitado visas para entrar en Estados Unidos tras una parada en Cuba. Sin embargo, a su llegada a La Habana, el Gobierno estadounidense rechazó a los pasajeros. Después de pasar un mes atracados en Cuba, durante el cual uno de los pasajeros -sobreviviente de un campo de concentración- incluso intentó suicidarse, fueron devueltos a distintos países de Europa, como Inglaterra, Francia, Bélgica y los Países Bajos. Doscientos cincuenta de ellos fueron asesinados en diferentes campos de concentración en los años siguientes.
La cuenta surgió precisamente el viernes 27, Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto. También coincidió con la decisión del presidente Donald Trump de cancelar los programas de refugiados y cerrar las puertas a los sirios. El perfil de Twiter recuerda con nombre, apellido y, en ocasiones, fotos, el destino de los 250 pasajeros que terminaron muriendo durante la guerra tras ser rechazados en tierras estadounidenses. Las que siguen, son algunos de ellos. Al final, les transcribo la historia del San Luis traducida directamente de la web del UnitedStates Holocaust Museum.

"Me llamo Erna Dora Dublon. Estados Unidos me rechazó en la frontera en 1939. Fui asesinada en Auschwitz".

"Me llamo Herbert Manasse. Estados Unidos me rechazó en la frontera en 1939. Fui asesinado en Auschwitz".
"Me llamo Irmgard Köppel. Estados Unidos me rechazó en la frontera en 1939. Fui asesinada en Auschwitz".
"Me llamo Martha Karliner. Estados Unidos me rechazó en la frontera en 1939. Fui asesinada en Auschwitz".
"Me llamo Günther Heilbrun. Estados Unidos me rechazó en la frontera en 1939. Fui asesinado en Auschwitz".
"Me llamo Joachim Hirsch. Estados Unidos me rechazó en la frontera en 1939. Fui asesinado en Auschwitz".

"Mi nombre es Sibyll Grünthal. Estados Unidos me rechazó en la frontera en 1939. Fui asesinada en Auschwitz".

***
Viaje del St. Louis

Gustav Schroeder, capitán del St. Louis. 
US Holocaust Museum.
El 13 de mayo de 1939, el transatlántico alemán St. Louis zarpó de Hamburgo hacia La Habana. En el buque iban 937 pasajeros. Casi todos eran judíos que huían del Tercer Reich. La mayoría eran ciudadanos alemanes, algunos procedían de Europa oriental, y algunos eran oficialmente "apátridas".
La mayoría de los pasajeros judíos habían solicitado visas estadounidenses y habían planeado permanecer en Cuba hasta que pudieran entrar a los Estados Unidos. Pero cuando el St. Louis zarpó, ya había indicios de que las condiciones políticas en Cuba podrían impedir que los pasajeros desembarcaran allí. El Departamento de Estado estadounidense en Washington, el consulado estadounidense en La Habana, algunas organizaciones judías y varias agencias de refugiados eran conscientes de la situación. Los pasajeros no fueron informados. La mayoría fueron obligados a regresar a Europa.
Desde que el Kristallnacht (literalmente la Noche de los Cristales Rotos) del 9 al 10 de noviembre de 1938, el gobierno alemán había tratado de acelerar el ritmo de la emigración forzada para los judíos. El Ministerio de Relaciones Exteriores alemán y el Ministerio de Propaganda esperaban explotar la falta de voluntad de otras naciones para admitir a un gran número de refugiados judíos como justificante de los objetivos y políticas antijudíos del régimen nazi tanto en Alemania como en el resto del mundo.
Dos niños abordo del St. Louis. Fuente.
Los armadores del St. Louis, la compañía Hamburg-Amerika, sabían antes de que el barco zarpase que sus pasajeros podrían tener problemas para desembarcar en Cuba. Los pasajeros que poseían visados de desembarque y visas de tránsito emitidos por el Director General de Migración cubano no sabían que, justo una semana antes de que el barco zarpara, el presidente cubano Federico Laredo Bru había hecho lo que ahora ha hecho Trump: emitir un decreto invalidando todos los visados de desembarque emitidos recientemente. La entrada a Cuba requería autorización por escrito de los Secretarios de Estado y de Trabajo de Cuba y pagar una tasa de 500 dólares que no se aplicaba a los turistas estadounidenses.
El viaje del St. Louis atrajo mucha atención de los medios. Incluso antes de que el barco zarpara de Hamburgo, los diarios cubanos de la derecha condenaron su inminente llegada y exigieron que el gobierno cubano dejara de admitir refugiados judíos. De hecho, los pasajeros se convirtieron en víctimas de amargas luchas internas dentro del gobierno cubano. El Director General de la Oficina de Inmigración de Cuba, Manuel Benítez González, estaba bajo sospecha de haber vendido ilegalmente visados de desembarque. Los vendía como rosquillas por 150 dólares o más y, según estimaciones de los Estados Unidos, había amasado una fortuna personal de entre quinientos mil y un millón de dólares. Aunque era un protegido del jefe del Estado Mayor del ejército cubano (y futuro presidente) Fulgencio Batista, el enriquecimiento de Benítez a través de la corrupción había alimentado suficiente resentimiento en el gobierno cubano como para provocar su renuncia.
Más que el dinero, la corrupción y las luchas de poder interno estaban a la orden del día en Cuba. Al igual que los Estados Unidos y toda América en general, Cuba se enfrentaba a la Gran Depresión. Muchos cubanos protestaban contra el número relativamente grande de refugiados (entre ellos 2.500 judíos), a quienes el gobierno ya había admitido en el país, a los que consideraban competidores por los escasos empleos.
La hostilidad hacia los inmigrantes alimentó tanto el antisemitismo como la xenofobia. Los agentes de la Alemania nazi como los movimientos derechistas cubanos promocionaron el asunto de los inmigrantes en sus publicaciones y manifestaciones, alegando que los judíos eran comunistas. Dos de los periódicos, Diario de la Marina, propiedad de la influyente familia Rivero, y Avance, propiedad de la familia Zayas, habían apoyado al general Francisco Franco, quien acababa de derrocar al República española en la primavera de 1939 con la ayuda de la Alemania nazi y la Italia fascista. Los informes sobre el inminente viaje alimentaron una gran manifestación antisemita en La Habana el 8 de mayo, cinco días antes de que el St. Louis zarpara de Hamburgo. El mitin, la manifestación antisemita más grande de la historia cubana, había sido patrocinado por Grau San Martín, un ex presidente cubano. El portavoz de Grau, Primitivo Rodríguez, instó a los cubanos a «luchar contra los judíos hasta que el último sea expulsado». La manifestación atrajo a 40.000 asistentes. Decenas de miles más la escucharon por la radio.
Cuando el St. Louis llegó al puerto de La Habana el 27 de mayo, el gobierno cubano admitió a 28 pasajeros: 22 de ellos eran judíos y tenían visas válidas de los Estados Unidos; de los restantes seis, cuatro eran ciudadanos españoles y dos cubanos que tenían documentos de entrada válidos. Otro pasajero, tras intentar suicidarse, fue evacuado a un hospital de La Habana. Los 908 pasajeros restantes (un pasajero había muerto de causas naturales en ruta) -incluido un no-refugiado, un hombre de negocios judío húngaro- habían estado esperando visas de entrada y llevaban sólo visas de tránsito cubano emitidas por González. 743 estaban esperando recibir visas estadounidenses. El gobierno cubano se negó a admitirlos o a permitirles desembarcar.
Después de que Cuba negó la entrada a los pasajeros en el St. Louis, la prensa europea y americana, incluyendo a los Estados Unidos, contó la historia a millones de lectores en todo el mundo. Aunque los periódicos estadounidenses generalmente describían la situación de los pasajeros con gran simpatía, sólo unos cuantos periodistas y editores sugirieron que los refugiados fueran admitidos en los Estados Unidos. El 28 de mayo, el día después de que el St. Louis atracara en La Habana, Lawrence Berenson, abogado que representaba al Comité Judío Americano de Distribución Conjunta (JDC), con sede en Estados Unidos, llegó a Cuba para negociar en nombre de los pasajeros del St. Louis.
Ex presidente de la Cámara de Comercio cubano-americana, Berenson había tenido una amplia experiencia empresarial en Cuba. Se reunió con el presidente Bru, pero no lo persuadió de que admitiera a los pasajeros. El 2 de junio, Bru ordenó que el buque saliera de las aguas cubanas. Sin embargo, las negociaciones continuaron mientras el St. Louis navegaba lentamente hacia Miami. Bru ofreció admitir a los pasajeros si el JDC pagaba una tasa de 453.500 dólares (500 por pasajero). Berenson hizo una contraoferta, pero Bru rechazó la propuesta e interrumpió las negociaciones.
Cuando estaban tan cerca de Florida que podían ver las luces de Miami, algunos pasajeros del St. Louis enviaron un cable al presidente Franklin D. Roosevelt pidiéndole refugio. Roosevelt nunca respondió. El Departamento de Estado y la Casa Blanca habían decidido no tomar medidas extraordinarias para permitir que los refugiados entraran a los Estados Unidos. Un telegrama del Departamento de Estado enviado a un pasajero decía que los pasajeros deben «esperar su turno en la lista de espera y calificar y obtener visas de inmigración antes de que sean admisibles en los Estados Unidos». Los diplomáticos estadounidenses en La Habana intervinieron una vez más con el gobierno cubano para admitir a los pasajeros de manera "humanitaria", pero sin éxito.
Los cupos establecidos en la Ley de Inmigración y Nacionalidad de 1924 limitaban estrictamente el número de inmigrantes que podían ingresar a los Estados Unidos cada año. En 1939, la cuota anual combinada alemana-austriaca de inmigración era de 27.370 personas y se llenó rápidamente. De hecho, había una lista de espera de por lo menos varios años. Los funcionarios estadounidenses sólo podían haber concedido visas a los pasajeros del St. Louis negándosela a un número equivalente de los miles de judíos alemanes en lista de espera.
La opinión pública de los Estados Unidos, aunque aparentemente simpatizaba con la difícil situación de los refugiados y criticaba las políticas de Hitler, seguía apoyando las restricciones a la inmigración. La Gran Depresión había dejado a millones de personas en los Estados Unidos desempleados y temerosos de la competencia por los escasos puestos de trabajo disponibles. La depresión también alimentó el antisemitismo, la xenofobia, el populismo y el aislacionismo. Una encuesta de la revista Fortune Magazine reveló que el 83% de los estadounidenses se oponía a las relajar restricciones de la inmigración. El presidente Roosevelt podría haber emitido una orden ejecutiva para admitir a los refugiados del St. Louis, pero la hostilidad general hacia los inmigrantes, los logros de los republicanos partidarios del aislacionismo en las elecciones del Congreso de 1938 y el deseo de Roosevelt de postularse a un tercer mandato como presidente, le hicieron desistir de dar ese paso extraordinario en una causa impopular.
Roosevelt no fue el único en su renuencia a desafiar el estado de ánimo de la nación en el tema de la inmigración. Tres meses antes de que el zarpara el St. Louis, los líderes del Congreso en ambas cámaras rechazaron en comisión un proyecto de ley patrocinado por el senador Robert Wagner (demócrata por Nueva York) y la congresista Edith Rogers (republicana por Massa chusetts). Este proyecto de ley habría admitido a 20.000 niños judíos de Alemania añadidos a la cuota existente.
Después de la negativa del gobierno estadounidense a permitir que los pasajeros desembarcaran, el St. Louis volvió a Europa el 6 de junio de 1939. Sin embargo, los pasajeros no regresaron a Alemania. Las organizaciones judías (particularmente el JDC) negociaron con cuatro gobiernos europeos para obtener visas de entrada para los pasajeros: Gran Bretaña admitió 288; Holanda, 181; Bélgica, y 224 encontraron un refugio temporal en Francia. De los 288 pasajeros admitidos por Gran Bretaña, todos sobrevivieron a la Segunda Guerra Mundial salvo uno, que murió durante un ataque aéreo en 1940. De los 620 pasajeros que regresaron al continente, 87 (14%) lograron emigrar antes de la invasión alemana de Europa en mayo de 1940. 532 pasajeros del St. Louis fueron detenidos cuando Alemania conquistó Europa occidental. Algo más de la mitad, 278, sobrevivieron al Holocausto. Murieron 254: 84 de los residían en Bélgica; 84 que habían encontrado refugio en Holanda y 86 de los que habían sido admitidos en Francia.