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martes, 17 de abril de 2018

Cambio climático: la imparable deriva del río que cruza el mar

La corriente del Golfo, responsable de asegurar a Europa un clima templado, puede alterar su comportamiento debido a la influencia de aguas dulces del deshielo polar. Si el sistema oceánico global sigue debilitándose, podría alterar los patrones climáticos de varias regiones del planeta.

La irrealidad de la ficción no es lo fantástico o lo inverosímil, sino lo que siempre puede volverse real. Se abre una gran brecha en la Antártida, en Tokio graniza y caen del cielo bloques de hielo, varias tormentas y grandes huracanes destrozan numerosas ciudades de Estados Unidos, el clima se vuelve cada vez más hostil hasta provocar una edad de hielo. Todos estos fenómenos ocurren en la película de El día de mañana, de Roland Emmerich (2004).

Los efectos están retratados de forma exagerada, pero el filme describe muy bien el problema que causa ese desastre climático: la paralización de la corriente del Atlántico Sur (AMOC por sus siglas en inglés) que forma parte de la circulación termohalina global: un transporte de aguas cálidas y frías que recorre el mundo para equilibrar la diferencia de temperatura entre el Ecuador y los polos.

La AMOC es uno de los principales impulsores de la circulación oceánica mundial. En líneas generales, esta corriente oceánica fluye en dirección Este, alimentada por la corriente del Brasil, transportando una cantidad sustancial de calor desde los trópicos y el hemisferio meridional hacia el Atlántico Norte, hasta alcanzar el este de Groenlandia, donde el calor se transfiere a la atmósfera. Al enfriarse, se hunde, ya que el agua es más salada y, por tanto, más densa que el agua relativamente más fresca que la rodea. La masa de agua densa se hunde hasta el fondo del Atlántico Norte y es empujada hacia el sur a lo largo de la sima Atlántica.

Mapa topográfico de los mares nórdicos y cuencas subpolares con circulación esquemática de las corrientes superficiales (curvas sólidas) y corrientes profundas (curvas discontinuas) que forman parte de la circulación meridional del Atlántico. Los colores de las curvas indican temperaturas aproximadas. Fuente
La parte de esa cinta transportadora que recorre el Atlántico Norte se llama corriente del Golfo, un sistema de calefacción natural del que siempre ha disfrutado Europa. Hay quien ha llamado a la corriente del Golfo “la autopista del mar”: una masa de agua visiblemente diferente, más caliente y más rápida que el océano que la circunda, con una trayectoria y una circulación propias, capaz de alterar el clima de las costas que toca, de desviar los barcos y de calentar la cerveza de sus bodegas.

Este inmenso fenómeno oceánico dio pie a un libro de Stan Ulanski –La corriente del Golfo: la increíble historia del río que cruza el mar (Turner, 2102)-, que se puede leer como una historia oceanográfica, pero también como una crónica de viaje para aficionados a la pesca, una historia alternativa de los viajes transoceánicos (con especial atención a los de Colón y sus seguidores), y hasta un nuevo relato de piratas y aventureros de la mar.

La corriente del Golfo influye en el clima de la costa oriental de América del Norte desde Florida hasta Terranova antes de dirigirse hacia la costa oeste de Europa. Fuente.
Las aguas calientes que salen desde el Golfo de México recorren las superficies oceánicas hacia el norte calentando las costas de Nueva York y de toda Nueva Inglaterra antes de dirigirse hacia los países nórdicos después de atravesar el Atlántico. En ese ascenso latitudinal, el agua está Este proceso mediante el cual el agua se transporta al Atlántico del Norte es un gran distribuidor del agua oceánica a escala mundial, un mecanismo de transferencia que constituye una de las maneras más eficientes para el transporte de calor desde los trópicos a las latitudes septentrionales. Este sistema de regulación termohalina lleva siglos funcionando gracias a un delicado equilibrio entre temperatura y salinidad, que ahora está siendo alterado.

Desde hace algún tiempo los oceanólogos conocen una zona anómala del Atlántico Norte que es inmune al calentamiento del resto de los océanos de la Tierra. Esta zona fría parece estar asociada con una desaceleración en la AMOC, provocando unos cambios en la circulación global que podrían tener un profundo impacto en el sistema climático global. El pasado mes de agosto di cuenta de un estudio publicado en el último número de julio de 2017 de la revista científica Nature, que resumía la investigación realizada por un equipo de científicos de las universidades de Yale (USA) y de Southampton (UK). El equipo había encontrado pruebas de que la pérdida de hielo en el Ártico está afectando negativamente al AMOC.

Medida de las variaciones de temperatura de 1900 a 2012. La mancha blanca corresponde a la zona que no se enfría. Fuente NOAA.
Según el estudio, están aumentando las pruebas de que la zona “inmune” del Atlántico Norte podría deberse a una desaceleración de la AMOC y, por lo tanto, una desaceleración en la capacidad del planeta para transferir calor de los trópicos a las latitudes del norte. La zona fría podría deberse a la fusión de hielo en el Ártico y Groenlandia, lo que provocaría una capa fría de agua dulce sobre el Atlántico Norte que impide el hundimiento de aguas tropicales saladas. Eso reduciría la circulación mundial y dificultaría el transporte de aguas tropicales cálidas hacia el norte.

La fusión del hielo marino del Ártico ha aumentado rápidamente en las últimas décadas. Los registros de imágenes por satélite indican que los registros del hielo marino del Ártico son hoy un 30% menores que en 1979. El deshielo de los glaciares del Ártico arroja agua dulce al océano y ese aporte adicional altera la dinámica de la corriente del Golfo. Su densidad se reduce y el agua ya no desciende hacia el fondo con tanta facilidad. Esa tendencia al aumento de la fusión del hielo marino durante los meses de verano no parece estar disminuyendo. Por lo tanto –escribí entonces-, todo indica que veremos un debilitamiento progresivo del sistema global de circulación oceánica.

Según dos estudios publicados el miércoles 11 de abril también en Nature, el fenómeno retratado en El día de mañana está sucediendo. Las dos investigaciones difieren sobre la causa del problema y desde cuándo lleva ocurriendo, pero ambas coinciden en el diagnóstico: la corriente del Atlántico norte está ralentizándose. El transporte de agua se ha reducido entre un 15 y un 20% en los últimos 150 años. Dicho de otra forma, su caudal ha perdido unos tres millones de metros cúbicos por segundo, el equivalente a quince Amazonas. Una de los estudios asegura que no ha estado tan débil en mil años.

Si la corriente del Golfo se detuviese el planeta no se congelaría, como propone la película. Sin embargo, los efectos en el clima serían notables y negativos en el hemisferio boreal. En Estados Unidos podría subir el nivel del mar en la costa Este drásticamente. En solo un año, entre el 2009 y el 2010, se registró una elevación de diez centímetros asociada a una ligera desaceleración de la corriente. Mientras, en Europa las temperaturas descenderían, provocando inviernos mucho más fríos. Los investigadores predicen que el proceso continuará intensificándose debido al calentamiento global.

La Corriente de Humboldt es una corriente fría y de baja salinidad del Océano Pacífico que fluye hacia el norte a lo largo de la costa occidental de Sudamérica desde el extremo sur de Chile hasta el norte de Perú. Hacia el este, la corriente del Golfo, junto con su extensión hacia el norte de Europa, la deriva del Atlántico Norte, es una corriente oceánica poderosa, cálida y rápida que se origina en el extremo de Florida. Fuente
De acuerdo con la Institución Oceanográfica de Woods Hole, que participó en esos estudios, si el sistema sigue debilitándose podría alterar los patrones climáticos de Estados Unidos y Europa: más enfriamiento en el Atlántico Norte, mayores tormentas invernales en el continente europeo, posible desplazamiento hacia el sur de las lluvias tropicales, y un aumento más rápido en el nivel del mar en la costa este estadounidense. Las corrientes también transportan nutrientes, oxígeno, larvas de coral o peces de un área a otra, contribuyendo a la capacidad de los océanos para absorber y almacenar dióxido de carbono. En este sentido, la pesca comercial podría verse afectada, así como algunas especies de peces, aves y ballenas debido a la carencia de aguas ricas en oxígeno, conduciendo con ello un círculo vicioso al dejar más dióxido de carbono en la atmósfera, lo que contribuiría significativamente al calentamiento global.

Aunque geólogos y oceanólogos saben que en el pasado existieron episodios similares a lo que parece estar sucediendo ahora, todavía tienen serias dudas de lo que se avecina. Menos seguros, claro, que los guionistas de Hollywood. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.