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domingo, 17 de noviembre de 2019

Los ibis momificados de Saqqara

Ibis sagrado, Threskiornis aethiopicus. Fuente. 

Los antiguos egipcios capturaron y domesticaron temporalmente millones de aves silvestres para momificar a los animales después de utilizarlos en sacrificios rituales.
Si uno conduce unos treinta kilómetros al sur de El Cairo dejándose guiar por la gran pirámide escalonada de Djoser, llegará a la enigmática Saqqara, la necrópolis principal de la ciudad de Menfis. Este complejo de pirámides, tumbas y catacumbas guarda los secretos ceremoniales funerarios de un período que se extiende desde la Vigésimo Sexta Dinastía (664–525 a. C.) hasta los tiempos grecorromanos (d. C. 250).
Recibir sepultura en Saqqara no era solo privilegio para faraones o altos funcionarios; allí también se enterraban animales… y muchos. Probablemente para servir como exvotos, se disecaron halcones, gatos, babuinos, toros y otros animales, aunque ninguno de ellos en cantidades tan grandes como los ibis. Un cálculo aproximado cifra en cuatro millones el número de ibis momificados de Saqqara y probablemente todos son ibis sagrados africanos (Threskiornis aethiopicus), una especie actualmente extinguida en Egipto. Durante los 400 años de ceremonias celebradas en el período grecorromano, estas aves fueron enterradas a un ritmo de 10 000 por año. Se cree que hay enterrados otros cuatro millones en la necrópolis Tuna-el-Yebel de Hermópolis. Unas cifras tan enormes invitaron a pensar que alguna vez Egipto debió producir ibis a una escala industrial increíble.
Los ibis sagrados tuvieron la mala suerte de ser asociados con Thoth, el dios de la sabiduría y la escritura con cabeza de ibis. Si tenemos en cuenta el número de aves momificadas en Saqqara, a Thoth no le faltaban seguidores; esas desdichadas criaturas, que se ofrecían a su imagen y semejanza, dan testimonio de su popularidad. Sin embargo, a razón de 10 000 ofrendas anuales, la presión sobre la población de ibis sagrados del área de Saqqara habría sido masiva y en unos pocos años la captura de ejemplares silvestres es muy posible que hubiera acabado con ellos.
A) Una escena del Libro de los muertos (Egyptian Museum) que muestra al dios Thoth con cabeza de ibis anotando el resultado del juicio final. B y D) Ejemplos de los millones de momias votivas presentadas como ofrendas por los peregrinos al Dios Thoth. C) Vasijas de cerámica que contienen momias "votivas" apiladas en la catacumba de North Ibis en Saqqara. Fuente.
Aunque los ibis vivos bien pudieran haberse importado de todo Egipto e incluso desde más lejos, la avicultura local parece una alternativa mejor para asegurar un suministro continuo de aves rituales. Pero ¿podrían haberse criado ibis como si fueran aves de corral? ¿Y cómo? No faltan pruebas de que algunos animales fueron criados en santuarios por los antiguos egipcios. Incluso los sacerdotes criaron cocodrilos en o cerca de algunos lugares sagrados. Pero la reproducción y la cría de miles de ibis sagrados al año para una ceremonia fúnebre es una enorme tarea. Dado que los ibis sagrados producen entre dos y cinco huevos al año, aunque supongamos que prosperaran cuatro de ellos como media, eso exige criar en cautiverio 2 500 parejas y atender a un total de 15 000 aves.
Los ibis sagrados son bastante fáciles de criar en cautiverio y, si se les quitan los huevos para que sean incubados -por ejemplo, por gallinas- o se les arrebatan los polluelos, repiten la puesta hasta tres veces al año. Con esa capacidad reproductiva, las crías producidas por mil parejas podrían 10 000 polluelos por año. Aunque así fuera, la empresa requeriría disponer de corrales para miles de ibis, además de las gallinas que servirían de incubadoras adoptivas.
Dada la capacidad constructora de los antiguos egipcios, es posible que esa gigantesca instalación avícola estuviera en los alrededores de Saqqara, pero el problema es que hasta ahora no se ha descubierto ninguna evidencia física de unas instalaciones que pudieran haber albergado una granja de ese tamaño. Cabe también la posibilidad de que la gente mantuviera pequeñas instalaciones de cría de ibis, como tienen hoy las familias rurales que crían gallinas. Si ese fuera el caso, mil familias avicultoras que criaran diez polluelos al año podrían satisfacer la demanda anual de Saqqara.
Algunas fuentes literarias antiguas apuntan, sin embargo, hacia la existencia de grandes explotaciones de ibis a escala industrial que están aún por descubrir. Por ejemplo, el Archivo de Hor -que recoge los escritos de un sacerdote que trabajó en las galerías de Saqqara donde se encerraba a los ibis- recoge la cantidad de comida que se requería para alimentar a 60 000 ejemplares y habla de un portero cuya tarea era guardar a las aves y sus polluelos.
En un artículo publicado hace casi siete años, que su autor y yo incluimos en nuestro libro Life Lines (por cortesía de la Ecological Society of America puede descargarse traducido en este enlace), el biólogo y divulgador científico Adrian Burton se preguntaba si los millones de ibis sacrificados en los rituales religiosos y funerarios de la necrópolis egipcia de Saqqara eran animales domesticados en algunos enormes corrales situados a orillas del Nilo o animales salvajes capturados para el sacrificio.
Como en tantas otras cosas, en el caso de los ibis no domina ni el blanco ni el negro, sino el gris. El pasado 13 de septiembre la revista Plos One publicó los resultados de las investigaciones de un equipo dirigido por David Lambert, profesor de Biología Evolutiva en la Universidad de Griffith (Australia). Lo que arrojan esos resultados es que los ibis eran ejemplares silvestres capturados y alimentados durante algún tiempo antes de sacrificarlos.
El estudio genético de Lambert y sus colaboradores se basó en el análisis del ADN mitocondrial (ADNm). El ADNm se transmite directamente de las madres a su descendencia sin que se produzcan las recombinaciones que caracterizan a la mezcla entre el ADN nuclear procedente de los espermatozoides y el procedente de los óvulos. En ausencia de recombinación, los únicos cambios en el ADNm que se presenten en un determinado linaje se deben exclusivamente a mutaciones acumuladas a lo largo de multitud de generaciones. Sabemos que aproximadamente cada 10 000 años se produce una mutación en una de las bases del ADNm. Es decir, la diferencia entre una hembra que hubiera nacido hace 50 000 años y un descendiente directo por vía materna que viviera en la actualidad sería de cinco bases. Una nimiedad.
Izquierda: situación de las necrópolis muestreadas por Lambert y colaboradores para obtener momias de ibis. Derecha: los círculos indican la procedencia de las muestras de ibis vivos. La zona sombreada en marrón indica el área actual de distribución del ibis sagrado. Fuente.
Lambert y colaboradores extrajeron muestras de ADNm de cuarenta ibis momificados hace unos 2 500 años en seis catacumbas egipcias diferentes. A partir de catorce de esas aves, los investigadores lograron obtener genomas completos de sus mitocondrias. Luego, compararon ese material genético antiguo con el de veintiséis ibis sagrados africanos capturados para comprobar qué conjunto parecía genéticamente más diverso, lo que podría revelar pistas sobre el origen de las aves momificadas.
Si los egipcios hubieran criado los ibis en granjas, la endogamia habría provocado que su ADNm se asemejara cada vez más a lo largo del tiempo. Pero el análisis reveló que las aves antiguas y las modernas mostraban una diversidad genética muy parecida. Si eso es así, no hubo la característica endogamia con escasa variabilidad genética típica de las aves de granjas actuales, lo que significa que los ibis no fueron criados en cautividad el tiempo suficiente como para que pudieran reproducirse.
Dada la enorme cantidad de los ibis sacrificados, es seguro que el negocio asociado a los rituales funerarios no podía depender de la estacionalidad del suministro, sino que los proveedores acorralaban a los ejemplares silvestres durante el tiempo transcurrido entre la llegada de las aves capturadas y el momento en que eran sacrificadas.
¿Unos corrales perdidos del Nilo? Quizás. Cualquiera que sea la respuesta, es difícil dejar de lado la ironía de que, en el Egipto moderno, ni un solo ibis sagrado pasea por las orillas del gran río. Claro que tampoco hay ni hubo guacamayos escarlatas dos mil kilómetros a la redonda del árido Chaco Canyon, Nuevo México, donde los antiguos navajos los criaron con fines rituales durante el mismo período en el que los egipcios momificaban ibis sagrados. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.