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martes, 3 de noviembre de 2020

¿De qué hablamos cuando hablamos del maní?

 


¿Qué es el maní? Respuesta rápida: la semilla de los cacahuetes, unas legumbres de lo más curioso. Arachis hypogaea, la especie a la que corresponden los cacahuetes, pertenece a la familia de las leguminosas (Fabaceae), la misma que agrupa a las judías verdes, los guisantes, las habas o las falsas acacias cultivadas en los jardines y en las calles de todo el mundo.

La cáscara, es decir la legumbre, se desarrolla a partir del ovario de una flor (lo que quiere decir que es un fruto) y contiene las semillas comestibles en su interior rodeadas por una capa delgada de color marrón rojizo. Así que los cacahuetes con cáscara son frutos, los abrimos y nos comemos las semillas.


Aunque florecen por encima del suelo, los cacahuetes son unos frutos extraños que se desarrollan bajo tierra. Comienzan como unas hermosas flores amarillas con la forma amariposada típica de sus parientes que les valió su antiguo nombre de papilionáceas (del francés papillion: mariposa). Las flores atraen a las abejas las cuales ocasionalmente distribuyen su polen, aunque por lo general las flores son autógamas, es decir, se fertilizan solas.

Los acontecimientos que hacen de un cacahuete un fruto extraño suceden después de la polinización, cuando los pétalos de las flores se caen y el ovario (que pronto será una legumbre con cáscara) comienza a introducirse bajo tierra. No es el tallo de la flor (pedicelo) lo que entierra la fruta; más bien, la base del ovario se alarga en una estructura llamada "clavo".


Un estudio reciente encontró cientos de genes involucrados en diferentes etapas en este extraño movimiento de geotropismo positivo. Los genes que dan a las plantas una sensación de gravedad son importantes para colocar el clavo en el suelo. Una vez allí, la punta de la clavija usa otros cientos de genes para saber que está oscuro y que el ovario debería comenzar a convertirse en un fruto.


Pero el desarrollo subterráneo (la fructificación bajo tierra) es difícil y el ovario está expuesto a hongos, bacterias, nematodos y niveles de humedad fluctuantes, por lo que otro gran conjunto de genes se defiende contra estos patógenos. Las cáscaras también se vuelven muy duras gracias a células y fibras de paredes gruesas que sostienen la red de venas que sobresalen en la superficie de la cáscara. En resumen, esas cáscaras tienen que ser lo suficientemente resistentes para soportar desafíos físicos intensos, pero lo suficientemente hábiles como para adaptarse a las señales ambientales sutiles.

Vista cenital de una semilla de maní, ligeramente entreabierta. El mechón del centro es un conjunto de hojas nuevas que emergerán cuando la plántula germine.

Antes de comerte las semillas, míralas más de cerca. La capa papirácea de color marrón rojizo que rodea una semilla de maní es su cubierta, la testa. Como el resto de los miembros de su familia, el maní tiene dos mitades distintas, los cotiledones, que almacenan una gran cantidad de nutrientes para sostener el desarrollo de las plántulas, una función que hace de ellos unas potentes reservas de proteínas y calorías en forma de grasas. Debido a que muchas especies de leguminosas usan bacterias simbióticas para fijar el nitrógeno del aire, pueden permitirse el lujo de almacenar en sus semillas un arsenal de proteínas ricas en nitrógeno.


Entre los cotiledones hay una pequeña estructura que parece un pálido penacho plumoso. Ese pequeño mechón es el primer conjunto de hojas que aparecerá por encima del suelo cuando se planta un maní fresco.

Pero, por supuesto, los cacahuetes se plantan ellos mismos, como dije antes. Cuando un cacahuete en flor empuja sus frutos hacia el suelo, los frutos permanecen sujetos a la planta y las semillas no llegan muy lejos. Abarrotados de docenas y docenas de semillas, los frutos se sitúan justo debajo de la planta madre esperando a que muera. Es un buen sitio para reposar, ya que esas semillas endogámicas son genéticamente similares a sus padres y prosperarán bien donde lo hicieron sus progenitores en el caso de que el granjero no los cosechara.

Por el contrario, la mayoría de las especies de plantas invierten energía y astucia para dispersar sus frutos y semillas en la medida de lo posible. Estallan para ser disparadas lejos de su planta madre, se pegan a los animales, navegan por el aire o por el agua, o viajan a través de un intestino. El extraño hábito reproductivo de los cacahuetes se llama "geocarpia activa". Esta estrategia es poco común en las plantas, pero parece estar asociada con suelos inestables, a menudo en altitudes elevadas, que sufren procesos de congelación-descongelación o ciclos extremos húmedos-secos. Quizás la autoplantación activa protege a las semillas de ser enterradas demasiado profundamente o de ser desenterradas cuando el suelo cambia.

Una investigación genética ha situado el origen más probable del cacahuete cultivado a una región muy pequeña en el sur de Bolivia, cerca de donde confluyen las fronteras de este país, Paraguay y Argentina. El cultivo del cacahuete en esa región comenzó muy temprano, prácticamente tan pronto como los humanos llegaron allí, y parece haberse extendido rápidamente. Esa investigación sugiere que los cacahuetes cultivados surgieron como un híbrido entre otras dos especies de cacahuetes hace más de 9.000 años, y hay pruebas del cultivo de cacahuetes en Perú hace unos 7800 años. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.