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lunes, 28 de mayo de 2018

Treinta y uno de mayo: la Batalla de Jutlandia



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La Batalla de Jutlandia, un gran combate naval que tuvo lugar en el Mar del Norte entre el 31 de mayo y el 1 de junio de 1916, fue la única confrontación directa a gran escala entre las dos flotas más potentes de la Primera Guerra Mundial.

El 31 de mayo de 1916, la Armada Real Británica (ARB) y la Flota de Alta Mar de la Marina Imperial Alemana (FAM) se enfrentaron en el Mar del Norte, en la península de Jutlandia, frente a la costa de Dinamarca, en la mayor batalla naval de la Gran Guerra. El combate, conocido como la Batalla de Jutlandia, en la que participaron más de cien mil hombres y 250 barcos, duró aproximadamente doce horas. Cuando terminó el 1 de junio, el parte de bajas recogía más de 8.000 marineros muertos en ambos bandos.

Antes de la batalla, los británicos habían impuesto su dominio naval en el Mar del Norte y bloqueado Alemania. Dado que la ARB era la más fuerte del mundo, el vicealmirante alemán Reinhard Scheer, comandante en jefe de la FAM, decidió luchar contra la flota británica por partes en el mar del Norte hasta que pudiera reducirla lo suficiente como para derrotar lo que quedara de ella en una gran batalla final.

Para conseguirlo, los alemanes idearon un plan en el que la escuadra de exploración del contraalmirante Franz von Hipper, compuesta por cinco modernos cruceros de guerra, serviría de cebo para atraer a la Flota británica de Cruceros de Guerra al mando del vicealmirante Sir David Beatty hacia el grueso de la flota alemana, con el fin de destruirla. Cuando los barcos de Beatty estuvieran encelados y no pudieran reaccionar, el vicealmirante Scheer aparecería con la FAM y destruiría los cruceros y los barcos de apoyo de Beatty.

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La inteligencia británica supo que la escuadra de von Hipper se estaba haciendo a la mar. Esto concedió al Almirante Sir John Jellicoe, comandante de la ARB, el tiempo necesario para enviar los buques que todavía no habían zarpado (un total de 151 navíos de combate) a reunirse con los cruceros de guerra de Beatty para que, unidos, se enfrentaran con los alemanes. A pesar de la eficacia de los servicios británicos de espionaje, su información fue en parte malinterpretada, de forma que el Almirantazgo creía que solo se encontrarían con la escuadra de Hipper, ignorando que toda la FAM (99 navíos) estaba también navegando cerca de las aguas de Jutlandia.

La batalla comenzó la tarde del 31 de mayo después de una escaramuza fortuita entre los buques de Beatty y Hipper, que permitió a este último atraer a Beatty hacia el sur, directamente hacia la FAM, tal y como estaba previsto. Cuando Beatty se dio cuenta de que sus barcos se dirigían directamente hacia el grueso de la FAM, cambió el rumbo en el último momento y huyó en busca de la Gran Flota, atrayendo a los alemanes hacia la flota de Jellicoe.

Finalmente, las dos flotas mayores del Imperio Alemán y el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda (unas 250 naves en total) acabaron viéndose las caras en una dura batalla entre la media tarde y la caída de la noche, a las 20:30. Como los alemanes ignoraban que la flota de Jellicoe estaba en el mar, este pudo colocar sus naves en lo que en el argot marino se conoce como “en T”, es decir, colocar sus barcos en ángulo recto con los barcos alemanes que se aproximaban, lo que otorgaba a los británicos una posición de ventaja. Comenzó el grueso de una batalla feroz que continuó hasta que los alemanes acabaron por retirarse lanzando torpedos a su paso para evitar que la flota británica los persiguiera.

Las pérdidas británicas sumaron 6.094 muertos y catorce barcos hundidos, mientras que las pérdidas alemanas fueron 2.551 muertos y once barcos. Como los británicos habían perdido más barcos y más hombres, cuando los alemanes llegaron a puerto se declararon vencedores. Los británicos opinaban otra cosa. Proclamaron lo que muchos historiadores consideran una victoria estratégica, ya que se mantuvo el status quo: la flota británica todavía controlaba el Mar del Norte y pudo continuar con el bloqueo de Alemania. 


Atrapada en la ratonera del Mar del Norte, la Marina Imperial Alemana reorganizó sus esfuerzos y recursos hacia una guerra submarina sin restricciones. Alemania tenía 105 submarinos listos para entrar en acción el 1 de febrero de 1917. Además, la industria alemana tenía aún capacidad de suministrar otros 120 submarinos para reemplazar a los hundidos. Al principio, la campaña fue un éxito rotundo: entre febrero y marzo se hundieron al mes cerca de 500.000 toneladas, 860.000 en abril, mes en el que hubo tantas pérdidas de barcos que las reservas de trigo del Reino Unido se redujeron a una duración máxima de seis semanas. En mayo, las pérdidas aliadas fueron de 600.000 toneladas y en junio de 700.000; en todos estos meses Alemania sólo había perdido nueve sumergibles. 

Un esfuerzo que resultaría inútil. Al empezar esta nueva guerra submarina el 3 de febrero de 1917, el presidente estadounidense, Wilson, rompió relaciones con el Imperio Alemán y declaró la guerra el 6 de abril de ese mismo año. Dos años después, el 11 de noviembre de 1918, la guerra se dio por concluida. © Manuel Peinado Lorca @mpeinadolorca.