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domingo, 20 de enero de 2019

Loros pedestres y coníferas ancestrales de Nueva Zelanda

Kakapo adulto. Foto de Shane Mcinnes.

Hace unos 300 millones de años, la sección de la corteza terrestre que millones de años después se convertiría en Nueva Zelanda comprendía una gran depresión submarina que se hundía rápidamente. Esta depresión, conocida como el geosinclinal de Nueva Zelanda, estaba situada en latitudes antárticas frente a las costas orientales de lo que se convertiría en Australia y la Antártida, que en ese momento formaban parte de un supercontinente mucho más grande, Gondwana.
Durante unos 200 millones de años, los materiales procedentes de la erosión de la masa terrestre de Gondwana se depositaron en el geosinclinal neozelandés formando acumulaciones inmensamente gruesas. Hace unos 150 millones de años, comenzó la orogenia de Rangitata que continuó durante aproximadamente 50 millones de años. Lo que antes tendía a hundirse, comenzó a levantarse. La corteza terrestre comenzó a plegarse hacia arriba hasta que surgió una nueva masa de tierra, una Nueva Zelanda ancestral. El clima era similar al que prevalecía hoy.
Esa Nueva Zelanda primigenia, más grande que la actual, fue colonizada por plantas y animales que ya existían en la vecina Gondwana y en las islas volcánicas que rodeaban el antiguo geosinclinal. Entre los animales migrantes se encontraban los antepasados ​​de algunos de los elementos más distintivos de Nueva Zelanda; las ranas de la familia Leiopelmidae (las únicas que no pasan por etapa de renacuajo de vida libre) y algunas aves no voladoras como el extinto moa, el kiwi y el único loro no volador del mundo, el kakapo (Strigops habroptilus). Los bosques estaban dominados por helechos arborescentes y por los antepasados ​​de las coníferas modernas, incluidos los podocarpos (Podocarpaceae) y los kauris (Araucariaceae). En esos lejanos tiempos debió comenzar a fraguarse una estrecha relación entre los kakapos y unas podocarpáceas endémicas que explica que los loros caminantes de Nueva Zelanda estén en peligro de extinción.
La difícil situación del kakapo es una tragedia. La que una vez fue la tercera ave más común de Nueva Zelanda ha visto reducido su número a menos de 150 ejemplares. De hecho, durante algún tiempo se pensó que se había extinguido. Actualmente se está haciendo un gran esfuerzo para intentar recuperar esta especie al borde de la extinción. Los kakapos son los únicos loros del mundo que, como los urogallos por citar un ejemplo, tienen una reproducción poligámica del tipo lek. Los machos se apiñan suavemente en un terreno y combaten para atraer a las hembras y emparejarse. Las hembras observan la exhibición de los machos y eligen una pareja según la calidad de la exhibición; no son perseguidas abiertamente por los machos. Las parejas se forman únicamente para la reproducción, y después se separan. Estos pájaros sólo tienen cría una vez cada 10 años.
Desde hace algún tiempo, los investigadores de la biología del loro se habían dado cuenta de que su reproducción estaba ligada a la fenología de ciertos árboles, pero recientes investigaciones (1, 2) sugieren que un árbol en particular puede ser la clave para la supervivencia de la especie. El kakapo comparte sus lugares de nidificación con un puñado de coníferas tropicales de las familias Podocarpaceae y Araucariaceae. De estas coníferas tropicales, una especie es de particular interés para aquellos que se ocupan de la conservación in situ del loro: el rimu (Dacrydium cupressinum), un árbol de hoja perenne que puede representar una de las fuentes de alimentos más importantes para la cría del kakapo. Antes de ocuparnos de ello, vale la pena conocer un poco mejor al rimu.
Los rimus son árboles de crecimiento lento. Son endémicos de Nueva Zelanda, donde constituyen una parte considerable del dosel del bosque. Al igual que muchas especies de crecimiento lento, los rimus pueden ser mu longevos. Antes de que se promoviera la tala comercial que diezmó los mejores ejemplares, no eran raros los individuos de 800 a 900 años de edad. Además, pueden alcanzar tamaños inmensos. Los relatos históricos hablan de árboles que alcanzaron más de sesenta metros de altura. Hoy en día, los más grandes miden entre 20 y 35 m.
Conos femeninos maduros del rimu.
El rimu es dioico, lo que significa que los individuos son machos o hembras. El rimu se poliniza gracias al viento (es anemófilo) y los conos femeninos pueden tardar más de 15 meses en madurar completamente después de ser polinizados. El rimu es una de las coníferas raras en el hemisferio norte (como el tejo, Taxus baccata), pero abundantes en el sur, que evolutivamente ha convergido para formar conos semejantes a frutos que los hacen apetecibles para los animales, quienes se encargan de la dispersión de sus semillas (son especies zoócoras). A medida que los conos femeninos maduran, las escamas (que se vuelven leñosas en cipreses o pinos, por citar unos ejemplos) comienzan a hincharse gradualmente y se vuelven rojas. Una vez que está completamente maduro, la "pseudofruta" roja y carnosa muestra una o dos semillas negras en la punta. Son estas "pseudofrutas" las que captaron la atención de los conservacionistas del kakapo.
Como decía más arriba, se había observado un hecho que en, biología reproductiva, se conoce como vecería, que, en el caso que nos ocupa, se refleja en que los kakapos solo tienden a reproducirse cuando árboles como el rimu experimentan un auge reproductivo, lo que ocurre de cuando en cuando o “de vez en vez”, de donde procede el término “vecería”. Los “pseudofrutos” y las semillas que producen son un componente importante de las dietas no solo de las hembras de loro, sino también sus polluelos. El problema con la cría del kakapo en cautiverio con fines conservacionistas era que los alimentos que les daban no los inducía a reproducirse. Aquí es donde entran en juego los "pseudofrutos" del rimu.
Un kakapo devora conos de rimu. Foto
Las aves reproductoras necesitan dosis extraordinarias de calcio y vitamina D para la producción adecuada de huevos. Por eso en la naturaleza buscan dietas ricas en esos nutrientes. Cuando los investigadores observaron más detenidamente los "pseudofrutos" del rimu, la atracción del kakapo por estos árboles adquirió todo su sentido. Resulta que las escamas carnosas que rodean las semillas del rimu son excepcionalmente altas, no solo en calcio, sino en varias formas de vitamina D que se creía que solo producían los animales. La calidad nutricional de estas "pseudofrutas" proporciona una maravillosa explicación de por qué la reproducción del kakapo parece estar vinculada a la reproducción del rimu. Las hembras pueden atiborrarse de ellas, lo que las induce a condiciones fisiológicas de reproducción. Luego, como buenas madres preocupadas por la alimentación de su progenie, continúan alimentando con ellas a sus polluelos en desarrollo. Para un loro que no vuela, de crecimiento lento, la cosecha de semillas en el suelo es una bendición.
Un kakapo en el programa de cría en cautividad del zoo de Auckland. 
Los investigadores creen que el rimu es la pieza que faltaba en el rompecabezas de la cría del kakapo en cautividad, una técnica que es clave para la supervivencia a largo plazo de estos extraños loros pedestres. Al garantizar la producción y la supervivencia de las futuras generaciones de kakapo, los conservacionistas pueden convertir la tragedia de su anunciada extinción en una verdadera historia de éxito. Además, estas investigaciones subrayan la importancia de comprender la ecología de los organismos que intentamos salvar desesperadamente. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.