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jueves, 29 de agosto de 2019

El fascinante mundo de los narcisos

Vincent van Gogh. Sotobosque con dos figuras.
En la mitología griega, Narciso era un joven con una apariencia bella, hermosa y llamativa. Para castigarlo por su engreimiento, Némesis, la diosa de la venganza, hizo que se enamorara de su propia imagen reflejada en una fuente. Eso debía tener en mente el naturalista sueco Linneo cuando eligió el nombre de Narcissus para unas plantas cuyas hermosas flores están casi siempre inclinadas, como si quisieran mirar al suelo.
Cada primavera, los narcisos aparecen por todas partes. Su popularidad en jardinería significa que se encuentran entre las primeras flores que vemos cuando terminan los fríos y comienzan a florecer a partir de los bulbos enterrados el invierno anterior. Son tan comunes que cualquiera diría que evolucionaron solo para alegrar nuestros jardines. De hecho, los narcisos han tenido una muy larga historia de convivencia con los humanos, tan larga que nadie sabe precisar cuándo empezó nuestra relación. Pero nuestra familiaridad con estas plantas oculta su interesante biología. Veamos algo de ella.
Es posible que no hayas notado mucha diferencia entre las distintas variedades de narcisos de jardín. Pero, aunque seamos muy observadores, apenas conocemos un puñado de ellas, porque desde 2008 se han nombrado más de 28.000 variedades y el número continúa creciendo cada año. Incluso entre las plantas silvestres, los especialistas mantienen un serio debate sobre cuántos narcisos merecen la categoría de especie, lo que en buena medida se debe al concepto de lo que constituye una verdadera especie dentro de este género.
Narcissus pseudonarcissus. Foto
El debate hace que las estimaciones sobre el número de especies de Narcissus varíe entre cincuenta y ochenta. El género, incluido en la familia Amaryllidaceae, se piensa que se originó en lugar desconocido y en algún momento entre el Oligoceno tardío y el Mioceno temprano, hace entre dieciocho y treinta millones de años (no es mucho precisar, pero es lo que hay). A pesar de su distribución global actual, los narcisos son en su mayoría plantas mediterráneas, con una diversidad máxima en la Península Ibérica. Sin embargo, debido a la larga y complicada historia de su cultivo, se ha hecho bastante difícil entender la gama completa de diversidad en forma y hábitat de muchas especies. Para ayudarnos a entender esto, primero debemos introducirnos un poco en sus hábitos reproductivos.
Gran parte de la interpretación evolutiva de los narcisos se centra en la morfología floral y en el aislamiento geográfico. En lo que se refiere a la flor, la longitud del tubo floral o "corona" y la posición de los órganos sexuales en su interior, determina quién puede polinizarlas con éxito. La corona en sí no está hecha de pétalos o sépalos, sino que su apariencia de tubo se debe a una fusión de los estambres en el reconocible tubo con forma de trompeta que nos permite reconocer al género aunque algunas especies parezcan bastante diferentes entre sí. 
Narcissus tazetta. Foto.
La variación en la forma y el tamaño de la corona ha llevado a la evolución de tres estrategias principales de polinización. La primera forma es la llamada “narcissus” típicamente en embudo, cuyo estigma sobresale mucho más que las seis anteras. Este tipo es polinizado sobre todo por abejas grandes y abejorros. La segunda, “payraceus”, es la forma cuyo estigma se encuentra más cerca o completamente debajo de las anteras en la boca de la corona. Este tipo es polinizado en buena medida por varios lepidópteros, pero también por abejas y sírfidos de lengua larga. La tercera es la forma “triandrus”, que presenta tres variaciones distintas en las longitudes del estigma y las anteras, todas las cuales están situadas en la profundidad de una corona larga y estrecha. Se piensa que la disposición péndula de las flores de este grupo restringe la entrada de los lepidópteros y favorece a las abejas.
Las variaciones florales han traído como consecuencia mucho aislamiento reproductivo entre las distintas poblaciones. Las plantas que permiten un tipo de polinizadores generalmente lo hacen excluyendo a otros. Se piensa que el aislamiento reproductivo más el aislamiento geográfico provocado por las diferencias en los tipos de suelo, tipos de hábitat y preferencias altitudinales han provocado una rápida radiación de los narcisos por todo el Mediterráneo. Y la cosa se complicó aún más desde que los humanos se aficionaron a sus bulbos.
El aislamiento reproductivo en estas plantas no es perfecto y no es raro ni mucho menos que existan zonas híbridas naturales donde las distribuciones de dos especies se superponen. Sin embargo, la hibridación se hace mucho más fácil con ayuda de los humanos. Bien sea por la modificación antrópica de los ecosistemas o por intervención directa e intencionada, la actividad humana ha provocado un aumento en la hibridación de los narcisos. Durante siglos, hemos estado mezclando estas plantas y moviéndolas a nuestro antojo sin dejar casi ningún registro de sus lugares de origen. Todavía más, poblaciones que con frecuencia se consideran nativas, en realidad no son más que individuos naturalizados procedentes de introducciones antiguas y olvidadas. Por ejemplo, las poblaciones de narcisos de China, Japón e incluso Gran Bretaña se originaron de esta manera.
Todo ese trasiego se traduce en serias dificultades para delimitar los límites de las especies. Es completamente razonable preguntarse si algunas de las que consideramos como tales son especies verdaderas o simplemente variedades geográficas que están en vía de una mayor especiación. De momento, esto es en gran medida especulativo y requiere análisis filogenéticos mucho más profundos.
A pesar de toda la confusión que rodea a la taxonomía de los narcisos, hay muchas especies indiscutibles que vale la pena conocer. Estas especies varían en forma y hábito mucho más de lo que cabría esperar. Hay narcisos grandes y pequeños. Hay narcisos con flores amarillas y narcisos con flores blancas. Algunas especies producen flores verticales y otras producen flores colgantes. Incluso hay un puñado de narcisos que florecen en otoño. La variedad en este género es asombrosa.
Después de la polinización, los distintos narcisos emplean una estrategia de dispersión de semillas de la que, en mi opinión, no se habla lo suficiente. Unidas a cada semilla dura y negra hay estructuras grasas conocidas como eleosomas. Los narcisos son mirmécoros, porque los eleosomas les encantan a las hormigas. Como hacen otras muchas especies de plantas de floración primaveral en todo el mundo, los narcisos utilizan a las hormigas como dispersores de semillas. 
Narcissus alcaracensis, una especie endémica y amenazada del centro de España. Foto.
Las hormigas recogen las semillas y se las llevan a sus nidos. Se quedan con el eleosoma y descartan la semilla. Esta, escondida de forma segura en un hormiguero rico en nutrientes, tiene una probabilidad mucho mayor de germinación y supervivencia que si las cosas se dejaran al azar. Está por ver si los narcisos obtienen o no beneficios similares de dispersión de sus semillas por las hormigas cuando crecen fuera de su área de distribución original. Es cierto que las poblaciones de narcisos se naturalizan fácilmente, pero desconozco si alguien ha investigado en si las hormigas tienen o no algo que ver con el asunto.
A pesar de su popularidad como plantas ornamentales, muchos narcisos silvestres están pasando por serias dificultades en el medio natural. La destrucción de los hábitats, el cambio climático y la recolección excesiva de bulbos salvajes están acarreando serios impactos en muchos de ellos. La Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza considera que al menos cinco especies están en peligro de extinción y hay un puñado de algunas de las especies más pequeñas a las que se cree extintas en la naturaleza. 
Si algo he logrado con esta nota, espero que comprendas que cada especie tiene una historia que contar, y que armado con un poco de este conocimiento recién adquirido, admires y respetes al narciso que encuentres en el camino. Confío también en que, a pesar de que los veamos generalmente cultivados en jardines, esta breve introducción te haga apreciar sus orígenes salvajes y saber que todavía tenemos mucho que aprender sobre ellos.
Finalmente, espero que podamos mejorar la vida de los ancestros silvestres de nuestras plantas de jardín. Necesitan toda la ayuda que puedan obtener y, a menos que luchemos para preservar los espacios silvestres, todo lo que quedará de los narcisos y de otras plantas será lo que mantengamos en los jardines. Ese es un futuro en el que no quiero participar. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.