Vistas de página en total

miércoles, 9 de agosto de 2017

Mares de plástico, océanos de botellas

Como combinan propiedades funcionales inigualables y costes de producción bajos, los plásticos se han convertido en el material omnipresente de la economía moderna. Su uso se ha multiplicado por veinte en el último medio siglo y se espera que vuelva a duplicarse en los próximos 20 años.
Quien quiera que lea esto habrá usado una botella de plástico hoy mismo. Y si no ha sido una botella habrá sido un envase. En las últimas décadas, el plástico se ha convertido en un elemento básico de la vida moderna. Y la modernidad significa también la incorporación al mercado de zonas enteras del mundo, como Asia, que han disparado el consumo de agua embotellada habida cuenta del mal estado, cuando no de la ausencia, de depuradoras de agua potable.
Desde que nos despertamos por la mañana y nos lavamos los dientes hasta que cerramos el mando de televisión al final del día, estamos rodeados de plástico. Hasta nos resulta difícil imaginarnos salir del supermercado sin por lo menos un producto que contenga plástico. Pero no ha sido siempre así.  De hecho, todavía hay gente en el mundo que vive sin plásticos. ¿Qué es lo que produjo este cambio?
Hay algunas historias que explican cómo comenzó la demanda de plásticos en el mundo. La que más me gusta dice en la segunda mitad del siglo XIX la industria de las bolas de billar tuvo que encontrar un material sustituto para el marfil. En esos momentos, los seres humanos ya estaban consumiendo al menos medio millón de kilos de marfil poniendo en peligro inmediato de extinción a los elefantes. Así fue como comenzó la carrera por encontrar un nuevo material que reemplazara al marfil. Durante varias décadas, químicos de Europa y Estados Unidos buscaron soluciones. Después de años de prueba y error, descubrieron el plástico, un derivado del petróleo, tal como lo conocemos hoy.
Incremento del consumo de plásticos entre 1850 y 2010. Fuente.
A principios del siglo XX la gente podía utilizar bolas de billar, peines, y botones que ya no estaban hechos de marfil. A pesar de este descubrimiento, aún no había bolsas de plástico dando vuelta por las ciudades o animales marinos atrapados por redes de plástico. ¿Qué es lo que impulsó la explosión del plástico en nuestras vidas? Dos factores: el primero fue el descubrimiento de las líneas de montaje a gran escala. Antes de esto, las fábricas necesitaban mucho trabajo manual para producir un solo producto y esto hacía que el plástico fuera imposible de trabajar.
El segundo factor fue la segunda Guerra Mundial. El plástico comenzó a ser utilizado de muchas otras formas: desde armas hasta componentes para aeronaves. Entre 1939 y 1945, la producción de plásticos a nivel mundial creció por lo menos cuatro veces. Cuando terminó la guerra, las compañías que fabricaban plásticos necesitaban seguir generando ganancias. Esto fue lo que hizo que cambiaran el foco de la producción y pasaran de productos militares a cepillos de dientes. El plástico era barato, cualquiera podía adquirirlo: contenedores de plástico, muebles, vajillas, juguetes.
Pero lo que en su momento fue una solución ahora es un problema. El plástico permanece en la Tierra mucho tiempo. Cualquier pieza de plástico que se haya generado alguna vez en la historia todavía existe, todavía no se ha degradado. Y lo peor es que continuará existiendo por lo menos por 500 años más. Para que se entienda, si Colón hubiera tirado al mar una botella de plástico, todavía no se habría degradado. Ya sé que a escala temporal geológica, 500 años no son significativos y que a alguno se le podría ocurrir que lo mejor es dejarlas para que se vayan degradando naturalmente. Sin embargo, hay dos problemas importantes: Como no hay síntomas de que el consumo de plástico disminuya, el reloj de la degradación se reinicia constantemente. En segundo lugar, y lo que es más importante, hay entender que el aumento en los residuos de plástico a nivel mundial afecta dramáticamente a otros ecosistemas.
Todos los días se produce más y más plástico que se utiliza y se tira a la basura. Cada año llegan al océano ocho millones de toneladas de plástico. Se consume tanta cantidad de este material que en el norte del Océano Pacífico hay un zona más grande que Francia formada por desechos plásticos (1, 2). El 50% de las tortugas marinas y el 90% de las aves han consumido plástico alguna vez. Pero no solo se trata de la cantidad de plástico que se produce (3). Todo lo que esté relacionado con el plástico está dañando el planeta: desde el impacto de la extracción de combustibles fósiles utilizados para producir plásticos, las toxinas que se liberan al ambiente cuando se incinera y el impacto devastador de este material sobre la vida marina.
Varios informes recientes han subrayado la grave situación creada por el uso del plástico en el mundo. Destaco dos de ellas. Uno de ellos indica que los seres humanos consumimos un millón de botellas de plástico por minuto. Sí ha leído bien: 60 millones de botellas a la hora; 1440 millones al día; más de medio billón al año. Al final de la década, esa cifra se habré incrementado en un 20%. En el segundo informe puede leerse que el 91% de todo el plástico no se recicla. Es un desafío abrumador responder al crecimiento exponencial de productos potencialmente reciclables pero finalmente poco o nada reciclados.
Se estima que en 2050 el océano contendrá más toneladas de plástico que de peces. El plástico que va a parar a los océanos plantea inevitablemente el riesgo de ingestión por las aves marinas, peces, mamíferos marinos, etc. Cada vez es más frecuente encontrar animales marinos muertos con cantidades significativas de plástico en el estómago. Compruébenlo por ejemplo, con esta ballena.
Si bien estos impactos pueden parecer cosa de poco y no guardar relación con el pescado que acaba de comprar, no es así. Los microplásticos no los vemos pero están ahí (4, 5). Estudios recientes apuntan a cantidades crecientes de microplásticos dentro de los pescados y mariscos que comemos de manera regular. Un análisis de la Universidad de Gante en Bélgica, por ejemplo, encontró que las personas que comen regularmente pescado o marisco ingieren hasta 11.000 pequeños trozos de microplástico cada año. Otro estudio de la Universidad de Plymouth dice que uno de cada tres los peces pescados en el Reino Unido contenían diminutas piezas de plástico.

Una herramienta interactiva de software desarrollada por Plastic Drift le dirá adónde irá a parar el plástico arrojado al mar en cualquier lugar del mundo. Si la arrojo donde estoy ahora, en la costa de Alicante, la botella podrá acabar tranquilamente en Estambul. Y si la tiro en Algeciras, quizás se la encuentre Julio Iglesias en su mansión de Miami. Abran y vean. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.