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martes, 13 de septiembre de 2016

Agua con jabón y déjese de monsergas

Desde hace al menos una década, que yo sepa, un gran número de estudios ha demostrado que el uso de desinfectantes en el hogar y en la higiene corporal significa tirar el dinero y puede contribuir al deterioro de la salud. Un meta-análisis de 2008 de todos los estudios experimentales publicados entre 1980 y 2006 sobre la eficacia de diferentes técnicas para lavarse las manos destinadas a combatir las enfermedades gastrointestinales y respiratorias, concluyó que el jabón común y corriente, esto es, sin actividad antimicrobiana declarada, era efectivo en la prevención tanto de enfermedades gastrointestinales como respiratorias y que los jabones y toallitas que contienen productos antimicrobianos no tienen ninguna ventaja sobre el jabón normal.

Otro artículo publicado en 2004 demostró que las personas que se lavaban las manos con jabón normal y agua fueron capaces de reducir la incidencia de diarrea infantil en un 53%, mientras que el grupo que utilizó jabón antibacterial que contenía un 1,2% del químico antimicrobiano triclocarban experimentó un ligero aumento en la incidencia de enfermedades. En otro estudio publicado ese mismo año en la revista Annals of Internal Medicine, se encontró que no había diferencia en cuanto a la efectividad entre los tipos de jabón cuando es utilizado en participantes sanos. Sin embargo, participantes con enfermedades crónicas como diabéticos y asmáticos experimentaron más fiebre, congestión nasal y tos cuando utilizaron jabón antibacterial. Así que quienes, de buena fe, creen que están beneficiando a su familia colocando jabón antibacterial en cada baño y una toallita antibacterial por aquí y por allá, les ha llegado el momento de reconsiderar esa estrategia.

La semana pasada, después de años de deliberaciones, la Agencia de Alimentación y Medicamentos de Estados Unidos anunció que va a prohibir el uso de muchos productos químicos antimicrobianos habitualmente usados en la fabricación de dentífricos, cosméticos, jabones y jabones líquidos, incluyendo el triclosán, uno de los más utilizados. La agencia ha encontrado que dichos agentes químicos no solo no son más eficaces como desinfectantes que el jabón normal y el agua, sino que en realidad podrían ser peligrosos para la salud: cada vez hay más evidencias científicas de que los productos químicos como el triclosán interfieren el sistema hormonal humano y pueden causar debilidad muscular, dificultando las contracciones musculares a nivel celular tanto del músculo cardíaco como de las fibras musculares. Es decir, el uso del triclosán afecta a la función muscular y cardíaca, actuando como un potente depresor cardíaco. 

De hecho, los ratones anestesiados en un estudio publicado en la revista PNAS, órgano de difusión de la Academia de Ciencias de Estados Unidos, mostraron una reducción de hasta un 25% en las medidas de la función cardíaca apenas 20 minutos después de haber recibido una dosis única de triclosán. Por otro lado, otros estudios científicos han constatado que el triclosán interrumpe la actividad hormonal reproductora, afectando de forma negativa a la testosterona y a los estrógenos, y, con ello, al desarrollo normal del sistema reproductor. También alteraría el metabolismo, por afectar a la tiroides. Pero aún más, otras investigaciones han demostrado que la función antimicrobiana de estos productos aniquila a las bacterias beneficiosas que viven en nuestros cuerpos, creando un entorno muy propicio al desarrollo de patógenos peligrosos. Un estudio publicado en 2003 en el Lancet of Infectious Diseases identificó a los productos de limpieza antibacteriales y de higiene como un factor de riesgo emergente para la resistencia a los antibióticos al matar de manera efectiva las bacterias más débiles, mientras que favorece a las variedades más tolerantes, lo que incluye a algunas que se alimentan de triclosán como si tal cosa.

La creación de desinfectantes químicos se le atribuye al cirujano británico Joseph Lister. En marzo de 1867, Lister tuvo la brillante idea de combinar los procedimientos asépticos de Ignác Semmelweis con los de esterilización propagados por Louis Pasteur. Lister publicó en The Lancet un artículo en el que proponía el origen bacteriano de la infección en las heridas y métodos para luchar contra ella: el uso del fenol como antiséptico para lavar el instrumental, las manos de los cirujanos y las heridas abiertas. El efecto fue espectacular: las operaciones quirúrgicas que antes eran una casi segura sentencia de muerte por infección se convirtieron en rutina. En 1869 Lister inventó el pulverizador de gas carbólico. 

No fue fácil para él defender su invención ya que la comunidad científica de su tiempo se mostraba ofendida en su saber y atacó duramente a Lister. Sin embargo, los resultados fueron contundentes. El riesgo de morir tras la cirugía decreció espectacularmente. En 1870 los métodos antisépticos ideados por Lister se usaron ampliamente en la guerra franco-prusiana salvando la vida de miles de soldados prusianos. En 1878, Robert Koch, el descubridor del bacilo de la tuberculosis, demostraría la utilidad de expandir el uso de las medidas de higiene y esterilización en la ropa y en el instrumental quirúrgico.

Las prácticas asépticas redujeron drásticamente el número de infecciones posquirúrgicas y estimularon el eventual uso de desinfectantes en hospitales de forma generalizada. Pero mientras que los desinfectantes son extremadamente útiles en hospitales, pueden hacer más mal que bien cuando se utilizan a diario en los hogares, porque, aunque el triclosán era inicialmente utilizado solamente por los cirujanos para desinfectar las manos antes de una operación, en los últimos años ha sido añadido a enjuagues bucales, detergentes y hasta chupetes para bebés. Entre otros productos comercializados en España, el triglosán se encuentra en la pasta de dientes Colgate Total, en el desodorante Old Spice High Endurance, el desinfectante de manos Dial y en algunos jabones, toallitas limpiadoras, calcetines y otras prendas de vestir que llevan la equívoca etiqueta de “biocidas”, cosméticos y cremas para el acné comercializadas como Clearasil y similares.

Sin caer en el ludismo, volver a lo básico, a lo de la abuela, es a menudo el mejor método de actual correctamente. No se requiere el uso de desinfectantes fuertes o de jabones antibacteriales: la clásica forma de lavarse las manos con jabón común y agua es uno de los tratamientos antibacteriales más antiguos y más efectivos que existe, Se ha demostrado una y otra vez que el lavarse las manos con agua y jabón puede matar los gérmenes que causan el resfriado común, la gripe, la neumonía, la hepatitis A, la gastroenteritis aguda, y las infecciones estomacales como la salmonelosis. Recuerde también que la piel es la principal defensa contra las bacterias, no el jabón. Así que no caiga en la obsesión de lavarse las manos continuamente, ni en hacerlo restregándoselas con demasiado vigor, porque esa práctica puede quitar muchos de los aceites de protección que tiene la piel y eso puede causar que se rasgue la epidermis o incluso que le sangre, dándole a los gérmenes un punto de entrada a su cuerpo en donde pueden hacer mucho más daño. Por lo tanto, lavarse moderadamente las manos es todo lo que necesita.

También es útil deshacerse de todos los desinfectantes químicos del hogar que llevan la etiqueta de “antibacterial” como los detergentes líquidos para lavaplatos, los detergentes y limpiadores de cocina y baño, y utilizar en su lugar alternativas más naturales. Como se ha demostrado en los estudios que he mencionado, desinfectar sus hogares no hará que haya menos enfermedades. Al contrario, si alguien en su casa padece de una enfermedad crónica como diabetes o asma, por ejemplo, esos jabones y detergentes antibacteriales podrían provocar un ligero aumento en el riesgo de contraer infecciones cuando se expongan a ellos.

Aparte de un jabón neutro y agua, que se pueden utilizar para limpiar la mayoría de las superficies, otro limpiador de uso múltiple que funciona muy bien en mesas de cocinas, tablas de cortar y baños es el agua oxigenada al 3% y el vinagre. Simplemente métalos en botellas de spray separadas, y luego rocíe uno y luego otro sobre la superficie a limpiar. En las pruebas realizadas en el Instituto Politécnico de la Universidad del estado de Virginia, la combinación de esas dos mezclas utilizadas de forma correcta acabó con casi todas las bacterias de Salmonella, Shigella y Escherichia coli presentes en alimentos altamente contaminados y en superficies, lo que convierte a esa combinación en spray más eficaz que el cloro o cualquier otro tipo de limpiador de cocina disponible en el mercado. Además de los beneficios para la salud, su blosillo también se lo agradecerá.