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jueves, 6 de octubre de 2016

Gary Johnson, millonario y outsider

La consigna «No nos representan», uno de los lemas más coreados en las movilizaciones del 15M, suena esta vez en Estados Unidos. La mayoría de los jóvenes norteamericanos afirma no sentirse representada ni por demócratas ni por republicanos. Esto es lo que muestran algunos sondeos, que ponen de manifiesto que la desconexión con los partidos tradicionales se da en todos los grupos étnicos y raciales estadounidenses. Solamente un 28% de jóvenes señala que los dos partidos tradicionales representan "bien" a la sociedad americana.
De Hillary Clinton, «la señora Wall Street», se dice que los americanos no confían en ella. De Donald Trump que sería una pesadilla para el país si alguien así se hiciera con la Presidencia. Sin embargo, todo apunta a que uno de los dos será el próximo inquilino de la Casa Blanca. ¿Hay una tercera opción? Pues sí, la hay, aunque remotísima, se llama Gary Johnson y es la alternativa que ofrece el Partido Libertario, que aspira a hacerse con el 44% de los votantes consultados que, según una encuesta de ABC News y The Washington Post, afirman que quieren la opción de un tercer partido.
Conscientes de la oportunidad que se les presenta, los libertarios no quieren dejarla pasar. Por eso Johnson, ex gobernador republicano de Nuevo México en dos ocasiones (1995-2003), que ya fue el candidato libertario en las elecciones presidenciales de 2012, lleva meses haciendo campaña a la búsqueda de votantes descontentos. Johnson es consciente de que republicanos y demócratas van a designar a dos de los candidatos más polarizados de la historia reciente. Y como él suele decir que millones de estadounidenses son libertarios, pero que simplemente no lo saben y este puede ser año ser el año en el que lo descubran, el resultado aumenta la posibilidad de optar por un tercero: él.
Curioso tipo Gary Johnson. A sus 63 años, este millonario ha ejercido el cargo de presidente y CEO de Cannabis Sativa, empresa que se dedica a la distribución de marihuana con fines terapéuticos, aunque el negocio que le hizo millonario fue Big J Enterprises, la constructora más grande de Nuevo México, de la que se deshizo en 1999. Cómodamente instalado en su mansión de Taos, la Meca hippy de Nuevo México, en 2012 dejó la buena vida y se lanzó a la carrera presidencial compitiendo con Obama y Mitt Romney porque estaba indignado con republicanos y demócratas quienes se habían dedicado a generar un endeudamiento descomunal y a desarrollar políticas intervencionistas.
En ser millonario y en competir como outsider en una campaña electoral (Johnson ganó las elecciones a gobernador encabezando a los republicanos de la línea Tea Party en un estado tradicionalmente demócrata), se parece a Donald Trump porque, como éste, Johnson apela a su experiencia de hombre de negocios como aval para ejecutar políticas eficientes; pero hasta ahí llega la semejanza, porque mientras que Trump aboga por un Gobierno con más poder, más control y que intervenga más en el mercado, el lema de Johnson es el del Partido Libertario: «Gobierno mínimo, libertad máxima».
Así que Johnson, que demuestra una gran ignorancia en temas de política internacional (en eso también se parece a Donald Trump), lo que le ha llevado a cometer algunas pifias sensacionales, tiene esperanzas de conquistar el voto de muchos republicanos descontentos con la candidatura de Trump. Pero su mensaje libertario no va dirigido sólo al votante republicano desencantado, sino también al demócrata: «Está claro qué tipo de político es Hillary Clinton: sus ideas sobre la economía y sobre el tipo de control que considera que tiene que ejercer el Gobierno en nuestras vidas son parecidas a las de Trump […]. Además, no hay que olvidar que Clinton es la candidata del establishment en un año en el que los votantes están claramente en contra de ese mismo establishment que la sustenta».
En la columna Why I'm running for president, que escribió para CNN, Johnson se autodefinió un conservador en lo económico y liberal en lo social que cree en el libre mercado, pero que rechaza el capitalismo amiguista. En ese artículo dejó muy claros los motivos que le animaron a emprender la carrera presidencial, una carrera en la que ha ido desgranando unos objetivos simples pero precisos en varios puntos esenciales. En inmigración se acerca a los planteamientos demócratas y se distancia de los republicanos. Quiere favorecer la inmigración para aquellas personas que quieran mejorar sus condiciones de vida en Estados Unidos. En este tema una estocada para Trump: «Un muro más alto en la frontera sólo tendrá como consecuencia que se hagan escaleras más altas».
En asuntos sociales, apoya que el matrimonio se conciba como una cuestión privada, de manera que, si alguien quiere casarse con alguien del mismo sexo, allá él. La decisión de abortar es un derecho individual que compete a la mujer y por esa razón favorecería la autorización generalizada del aborto en el primer trimestre del embarazo. Si alguien enferma, que se las apañe: anularía el Medicare, las reformas sanitarias realizadas por Obama y las prestaciones médicas públicas.
¿Por qué hay que decir a los adultos lo que pueden meterse en el cuerpo? Está a favor de la legalización de las drogas, empezando por el cannabis: «No defiendo la legalización de otras drogas, pero si mañana las legalizáramos todas, el mundo sería un lugar mejor: el 90% del problema de las drogas se debe a la prohibición». Ahora que aspira a la Presidencia ha dicho que no fuma marihuana con fines recreativos. Tampoco lo hará durante la campaña, ni en el caso más que improbable de que llegue a la Casa Blanca.
En política fiscal quiere la reducción de impuestos de más del 40% en todos los niveles: federal, estatal y local. No hay que rescatar a los bancos, no hay que subsidiar al campo, no hay que dar estímulos financieros a ninguna empresa. Como Andrew Jackson hace casi dos siglos, quiere terminar con la Reserva Federal, responsable –dice él, y no le falta razón- de haber devaluado el dólar imprimiendo billetes sin ton ni son. Y si hay que ahorrar, ha encontrado otras vías: Las prisiones privadas cuestan 20 dólares menos por individuo y día que las públicas. Estados Unidos no puede gastar miles de millones en ayudas para el desarrollo y mucho menos si no protegen los intereses estadounidenses
En asuntos de Defensa, Johnson, que se opuso desde el comienzo a la guerra de Irak, va por libre pero siguiendo el camino de otro libertario sui generis, el Mayor General Smedley D. Butler, el autor de La guerra es una estafa. Johnson se aleja de los dos partidos tradicionales y aboga por acabar con las intervenciones militares y traer a casa a todas las tropas que sigan en el extranjero. Promete reducir el presupuesto de Defensa en un 43% para que cubra sólo lo estrictamente necesario para defender el país.

Son, por tanto, unas ideas que cabalgan entre los dos partidos tradicionales de Estados Unidos. Excepto que haya un margen muy estrecho entre los candidatos demócrata y republicano (como es el caso en este momento según las últimas encuestas), históricamente los terceros candidatos nunca han tenido posibilidades de amenazar a unos u otros con privarles de la mudanza al 1600 de Pennsylvania Avenue. Clinton o Trump deben reservar un capitoné.