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jueves, 2 de febrero de 2017

Los hongos y la salud de los bosques o no hay mal que por bien no venga

Leccinum aurantiacum,
un hongo ectomicorrízico. Foto.
El pasado 17 de enero, la revista Science publicó un artículo en que se analiza la estrecha relación que existe entre los hongos y la salud de los ecosistemas forestales.
No se puede hablar de plantas terrestres sin hablar de hongos. La gran mayoría de las especies de plantas terrestres dependen de las interacciones fúngicas para sobrevivir. Esta relación mutualista se conoce como micorriza. El micelio de los hongos coloniza el sistema radicular de las plantas y las ayudan a adquirir nutrientes como nitrógeno y fósforo. A cambio, la mayoría de las plantas fotosintéticas pagan a sus simbiontes micorrízicos con carbohidratos.

Hay dos categorías principales de hongos micorrízicos: ectomicorrízicos (ECT) y micorrízicos arbusculares (ARB). Aunque hay una variedad de especies de hongos en cualquiera de ambos grupos, sus estrategias son más o menos las mismas. Los ECT representan aproximadamente el 10% de todos los simbiontes micorrízicos conocidos. El prefijo "ecto" indica que estos hongos se quedan en el exterior de las células de las raíces. Además de formar una especie de vaina que envuelve el exterior de la raíz, elaboran  la llamada “Red de Hartig", una red de hifas que se extiende dentro de las raíces de las plantas, penetrando entre las células epidérmicas y corticales. Por su parte, los ARB penetran dentro de las células de las raíces y forman allí dos tipos diferentes de estructuras. Una de estas se parece a la copa de un árbol, de ahí el término "arbuscular". Es más, este tipo de micorrizas se considera como el tipo más antiguo a partir del cual ha evolucionado el resto.
El tipo de hongos micorrízicos tiene mayores implicaciones que la simple absorción de nutrientes. Cada vez hay más evidencias de que los hongos dominantes de una región influyen, para bien y para mal, en el funcionamiento, la salud y la biodiversidad de los ecosistemas forestales. En cómo se produce tal influencia tiene mucho que ver con las dos categorías de micorrizas.
Las hayas (Fagus sylvatica) son ectomicorrízicas. Foto.
Los investigadores que han publicado en Science han descubierto que los árboles que se asocian con los ARB experimentan efectos negativos en su crecimiento mientras que aquellos que se asocian con ECT experimentan efectos positivos. Cuando se cultivan en suelos que antes sostenían especies similares, los árboles que se asociaban con los ARB crecen mal, mientras que los árboles que se asociaban con ECT crecen mucho mejor. Además, al ahcer experimentos con plántulas, los investigadores encontraron que la supervivencia de plántulas se reducía para los árboles con ARB, mientras que la supervivencia de plántulas aumentaba en los árboles con ECT.
La pregunta es obvia: si las micorrizas son simbiontes, ¿por qué aparecen efectos perjudiciales? La respuesta tiene que ver con los patógenos del suelo. Más arriba les indicaba que la principal diferencia entre ECT ARB es la forma en que forman las asociaciones radiculares. Los primeros forman una envoltura protectora alrededor de las raíces, mientras que los segundos penetran en el citoplasma celular. El resultado es que hay importantes implicaciones para la resistencia frente a los patógenos. Debido a que forman una envoltura alrededor de la raíz, los ECT ayudan muy eficientemente a mantener a los patógenos lejos de los tejidos sensibles de la raíz. Lo mismo no puede decirse de los ARB. Los investigadores han encontrado que los árboles asociados con ARB experimentaron más daños patogénicos en las raíces cuando se cultivaban en suelos que anteriormente contenían árboles con ARB.
El caobo (Swietenia macrophylla)
tiene micorrizas arbusculares. Foto.
Las diferencias experimentadas por los árboles micorrizados por uno u otro tipo de hongos pueden traer consecuencias importantes para la diversidad de los bosques. Debido a que los árboles ECT son más sanos y experimentan un mayor establecimiento de plántulas en los suelos que contienen otras especies con ECT, es lógico pensar que esto conduzca a un predominio de las especies con ECT, reduciendo así la variedad de especies capaces de establecerse en ese área. A la inversa, las áreas dominadas por los árboles ARB pueden ser más diversas debido a que este tipo de árboles no llegaría nunca  dominar permitiendo el establecimiento de otras especies. 
Aunque resulten perjudiciales a corto plazo, las reacciones negativas experimentadas por los árboles con ARB pueden conducir a bosques más saludables y más diversos a largo plazo.
En definitiva, que no hay mal que por bien no venga.