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lunes, 27 de febrero de 2017

Darwin y Hooker: poniendo verde en la Montaña Verde

Isla Ascensión. Fuente.
Durante más de trescientos años desde que se descubrió en 1501, la isla Ascensión fue una tierra yerma, árida y estéril situada en medio del océano Atlántico. A principios del XIX, las cosas comenzaron a cambiar cuando la marinería de su Graciosa Majestad fundó allí una guarnición. Poco después, lo que comenzó siendo un huerto destinado al sustento de las tropas y de los primeros colonos, acabó en un experimento que buscaba crear un exuberante mosaico de vegetación en el pico más alto de la isla, Green Mountain, que se eleva 859 m sobre el mar. Hoy día, ese ecosistema artificial emerge como una joroba verde sobre las resecas tierras bajas secas que recuerdan el pasado isleño antes de aquel experimento. El hombre que planeó la experiencia que convirtió una de las islas más desoladas del mundo en un lujurioso Edén fue Sir Joseph D. Hooker, el mejor amigo de Darwin, y el mejor botánico de la época victoriana.

Situada justo al sur del Ecuador (7° 57’S, 14° 22’W), los 35,5 kilómetros de largo por ocho de ancho que constituyen una de las islas más remotas y aisladas del mundo, emergen del fondo oceánico a unos 2.200 km al este de Brasil y a 3.200 km al oeste de Angola. Situada a una distancia de 1.200 kilómetros, Santa Elena, la isla donde los británicos confinaron al derrotado Napoleón, que pasó allí sus últimos años, es la tierra más cercana.

Ascensión es una isla muy joven. Se originó desde el fondo del océano hace apenas un millón de años como resultado de una intensa actividad volcánica. Se estima que el volcanismo todavía estaba modelando la isla hasta hace poco más de un milenio. Su origen volcánico, su juventud, su aislamiento, que impide o dificulta la llegada de colonizadores biológicos, y sus suelos prácticamente inexistentes significaron que durante la mayor parte de su existencia Ascensión fuera un lugar desolado. Era esencialmente una isla desierta. Los marinos anclaban en sus aguas para recolectar tortugas y pájaros para comer mientras navegaban hacia las Indias Orientales. Hasta 1815 no se establecieron asentamientos permanentes en la isla.

Cuando Gran Bretaña buscaba un lugar remoto y seguro en el que encarcelar de por vida al derrotado Napoleón Bonaparte (que finalmente acabaría en Santa Elena), la Marina Real reclamó la isla en nombre del Rey Jorge III. Debido a que Napoleón tenía cumplida fama de ser un consumado escapista como había demostrado al fugarse de Elba en abril de ese año, los británicos decidieron construir una guarnición para asegurarse de que el corso no fuera rescatado. Cuando comenzaron los preparativos, se hicieron evidentes las limitaciones de la isla. No había prácticamente suelos en los que cultivar y el agua dulce faltaba casi por completo.

Pteris adscensionis, uno de los helechos endémicos
de isla Ascensión. Fuente.
La flora nativa de Ascensión era mínima. Cuando se instalaron los británicos, se estima que había alrededor de 25 a 30 especies de plantas vasculares. De ellas diez (dos herbáceas, dos arbustos y seis helechos) eran endémicos. Si la guarnición debía instalarse, había que hacer algo. Comenzaron a cultivar un huerto cerca de la cumbre de Green Mountain, el único lugar de la isla donde unas hierbas lograban poner algo de verde. Los infantes de marina británicos prepararon los terrenos para el huerto a aproximadamente 700 metros. Allí había unos suelos incipientes que permitían cultivar un puñado de diferentes frutas y verduras. En 1836, cuando el cuerpo de Napoleón llevaba quince años criando malvas en Santa Elena, Ascensión fue visitada por el busque explorador Beagle en el que viajaba un joven naturalista, Charles Darwin. Darwin anotó la existencia de la huerta y, aunque admiró el trabajo que se había hecho para hacerla “habitable” también lamentó que la isla estuviera "desprovista de árboles".

Otros compartían el sentimiento de Darwin. La opinión predominante de esa época era que en cualquier tierra donde ondeara la bandera británica debía ser transformada para que pudiese ser habitada. Poco después de la visita de Darwin, el botánico Joseph Hooker visitó Ascensión. Hooker, seguidor incondicional de la obra de Darwin, compartía su pesar por la escasez de vegetación en la isla. Como le había ocurrido al propio Darwin, Hooker se sorprendió del cambio que había experimentado Santa Elena donde el gobernador, Alexander Beatson, había comenzado la reforestación.

El helecho perejil de Ascensión,
Anogramma ascensionis.
Fuente
Hooker convenció a la Marina británica de que cubriendo la Green Mountain de bosque, los árboles captarían la lluvia y mejorarían el suelo. Con el apoyo de Kew Gardens, eso es exactamente lo que sucedió. El consejo de Hooker para la marina se basaba en una estrategia clara: forestar Green Mountain para aumentar las precipitaciones, fijar las rocosas y escarpadas laderas con vegetación para retener el suelo, plantar arbustos adaptados a la sequía  en las tierras bajas e introducir una amplia variedad de cultivos.

Durante aproximadamente una década, Kew envió 330 especies diferentes de plantas que se plantaron en Mountain Green. Las plantas fueron elegidas específicamente para soportar las duras condiciones de vida en ese desierto volcánico en medio del Atlántico Sur. Se estima que, entre 1860 y 1870, se plantaron 5.000 árboles, la mayoría de ellos procedentes de Argentina y Sudáfrica. Más tarde, fueron llegando más y más plantas y semillas procedentes de los jardines botánicos de Londres y Ciudad del Cabo. El experimento de transformación del suelo más increíble del mundo estaba en marcha en esa pequeña roca volcánica.

A finales de 1870 estaba claro que el experimento funcionaba a la perfección. Árboles como los pinos Norfolk (Araucaria heterophylla), y varias especies de Eucalyptus y de Ficus, así como diferentes especies de bananos y bambúes se habían establecido en las laderas de Mountain Green. Donde una vez hubo apenas unas briznas de hierba, estaba comenzando a prosperar un exuberante bosque de nubes. La vegetación no fue lo único que comenzó a cambiar en la Ascensión: junto a ella cambió el clima.

Arriba: dibujo publicado en 1835 por el Capitán Henry Brandreth titulado "From Mountain Road", mostrando conos de ceniza emergiendo de las llanuras estériles debajo de Green Mountain. Abajo: Una foto de 2012 tomada desde el mismo lugar que muestra la vegetación en la misma montaña y en las llanuras de abajo. Fuente.
Las estimaciones sobre las precipitaciones antes y después de los trabajos de forestación son escasas en el mejor de los casos. Con lo único que se cuenta es con informes oficiales y con anotaciones en los diarios de los primeros marineros y visitantes. Unos y otros van dibujando un escenario que va experimentando un cambio asombroso. Antes de comenzar la forestación, se decía que apenas pasaban nubes y la lluvia caía raras veces. Los que vivían en la isla durante la década que siguió a la siembra fueron testigos asombrados de que en cuanto la vegetación comenzó a asentarse, el clima de la isla comenzó a cambiar. Uno de los cambios más notables fue la lluvia. Los colonos de la isla notaron que las tormentas de lluvia eran cada vez más frecuentes. Además, como anotó un capitán, «rara vez pasa más de un día sin lluvia ni niebla en la montaña». El desarrollo de los bosques en Ascensión estaba causando un cambio en el ciclo de agua de la isla.

Piense en que las plantas son esencialmente unas pajitas de sorber vivas. El agua absorbida por las raíces viaja a través de los tejidos para evaporarse en las hojas. El aumento de la vida vegetal en la isla estaba aportando humedad al aire. El microclima húmedo del sotobosque enfrió las tierras circundantes. El agua que antes se evaporaba comenzó a formar nieblas. Comenzaron a formarse charcas cuando los suelos creados retuvieron más humedad.

Pero todo no era de color rosa. La flora nativa estaba pasando las de Caín. Incluso antes de comenzar el experimento, los seres humanos y otros intrusos dejaron su huella destructiva en la biota autóctona. Con los seres humanos inevitablemente viajan animales como cabras, burros, cerdos y ratas. Estos voraces mamíferos se pusieron manos a la obra para acabar con la vegetación local. Las incipientes comunidades vegetales y animales que se habían desarrollado en la isla antes de la llegada de los colonos sufrieron las consecuencias de esos animales. Mientras los herbívoros consumían todo lo que fuera verde, las ratas hacían de las suyas en los nidos de los confiados pájaros. Las cosas empeoraron cuando comenzó la siembra.

La cumbre de Green Mountain vista desde
la entrada a Green Mountain National Park. Fuente.
De las diez plantas endémicas de la Isla Ascensión, tres se extinguieron expulsadas por la competencia de las plantas invasoras traídas a la isla. Se pensaba que el helecho perejil de Ascensión (Anogramma ascensionis) estaba extinto hasta que se descubrieron cuatro plantas en 2010. La flora nativa de la isla de la Ascensión fue, en su mayor parte, desplazada por la introducción de las especies invasoras. Este hecho no pasó desapercibido a Hooker. Pronto comenzó a lamentarse por su ignorancia acerca de los impactos que el experimento tendría en la vegetación nativa: "Las consecuencias para la vegetación nativa del pico serán, me temo, fatales, y sobre todo para la rica alfombra de helechos que observé en la parte superior de la montaña cuando la visité". Aún así, algunas plantas lograron adaptarse a la vida entre sus nuevos vecinos. Muchos de los helechos que crecían sobre el suelo cuando Hooker los vio, ahora crece como epífitos sobre los árboles introducidos en Green Mountain.

Hoy en día el caso de la isla Ascensión es un dilema para los conservacionistas. Por un lado, el esfuerzo por proteger y conservar la flora y fauna nativa de la isla es de máxima prioridad. Por otro lado, la existencia del que ha sido posiblemente el mayor esfuerzo de transformación del suelo en el mundo requiere comprensión e investigación ecológica. Se debe buscar un equilibrio si se quieren cumplir ambos objetivos. Se están realizando muchos esfuerzos para controlar la vegetación invasora que se desmanda. Por ejemplo, la introducción relativamente reciente de la espina mexicana (Prosopis juliflora) amenaza el hábitat reproductor de la tortuga verde. Los esfuerzos para eliminar estas especies agresivas están en marcha. Aunque es demasiado tarde para revertir lo que se ha hecho en Ascensión, el experimento ofrece algo que puede ser más importante a largo plazo: perspectiva.

En todo caso, Ascensión se erige como un perfecto ejemplo del papel que las plantas juegan en la regulación del clima. La introducción de las 330 especies de plantas y el posterior desarrollo de un bosque fue suficiente para cambiar completamente el clima regional. Donde una vez hubo un desierto volcánico ahora hay un bosque de niebla. Con el bosque llegaron las nubes y la lluvia. Si reforestar una isla puede cambiar tanto el clima, imaginen el daño que está haciendo la pérdida de vegetación natural en todo el mundo.

Cada año se pierden unas 7,3 millones de hectáreas de bosque en todo el planeta. A medida que las poblaciones humanas continúan aumentando, ese número irá incrementándose. Es de una absoluta ignorancia asumir que la destrucción de los hábitats no está influyendo en el clima global. Influye, y mucho. Las plantas son la base de los hábitats y cuando desaparecen, también lo hace casi todo lo que depende de ellas, incluyendo la lluvia.

Si la historia de Ascensión sirve para algo, espero que sirva para recordarnos el importante papel que juegan las plantas en el funcionamiento de los ecosistemas de nuestro planeta. ©Manuel Peinado Lorca