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miércoles, 24 de agosto de 2016

Corran a leer Noticias del Imperio

Y porque estoy tan confundida que a veces no sé 
dónde termina la verdad de mis sueños 
y comienzan las mentiras de mi vida.
Fernando del Paso, Noticias del Imperio (2015: 18).

Con el tiempo he aprendido que el verdadero aprecio de la literatura no es una cuestión académica sino de temperamento; si en el suyo encajan obras como Cien años de soledad, Pedro Páramo, Como agua para chocolate, La lluvia, La consagración de la primavera, Yo el Supremo o la Casa de los espíritus, corran a leer Noticias del Imperio. 

En 1861, Benito Juárez, Presidente Constitucional de México, suspendió el pago de la deuda externa. La medida sirvió de pretexto al emperador francés, Napoleón III, para enviar a México un ejército de ocupación con el fin de instaurar una monarquía al frente de la cual estaría el incauto archiduque austríaco Fernando Maximiliano de Habsburgo, quien a mediados de 1864 llegó a México en compañía de su mujer, la princesa Carlota de Bélgica. Noticias del Imperio, el libro del flamante Premio Cervantes, el mexicano Fernando del Paso, se basa en este hecho histórico y en el destino trágico de los efímeros emperadores de México.

En Noticias del Paso reconstruye el pasado contraponiendo relatos históricos a ficciones que tienen mucho de realismo fantástico sobre lo que pudo haber pasado en México durante el Segundo Imperio, lo que plantea al lector el desafío de discernir la “verdad histórica”. A través de una variedad de técnicas como el uso de múltiples narradores y la manipulación del tiempo y del espacio narrativos, dominado por la ya demente emperatriz Carlota, el autor chilango se centra en cuestionar la historia poniendo el foco sobre la relatividad que, inevitablemente, la acompaña. 

Si en las dos primeras novelas de Fernando del Paso (José Trigo, 1966) y Palínuro de México (1977) la historia funcionó como trampantojo (la huelga de los ferrocarriles del 58 en la primera, y la represión estudiantil del 68 en Palínuro), en la que fue su tercera y ahora reimpresa novela (por cierto, en esta reimpresión ha desaparecido  el prólogo de la edición mexicana de 1987), la historia no sólo sirve de telón de fondo sino que asume el protagonismo, convirtiéndose en el tema fundamental. Las diferentes interpretaciones históricas y fantásticas sobre un mismo suceso sirven como punto de partida para poner en tela de juicio la reconstrucción del pasado. 

A través de una documentación precisa, directa y a veces abrumadora, del Paso se esmera primero en cumplir todos los requisitos que exige el relato histórico. Sin embargo, el mexicano funde magistralmente la ficción y la historia, dos elementos característicos del realismo fantástico.  Al hacerlo consigue que no haya diferencia entre el relato del novelista y el del historiador y logra la paradoja de que  el mundo ficticio resulte tan válido como el histórico. Mediante el despliegue de una gama de recursos que se antojan infinitos y de una vasta panoplia de tipos de obras escritas y orales -diálogos, documentos, artículos periodísticos, cartas, canciones, referencias bibliográficas, discursos, conversaciones y versos, en definitiva, de todas las fuentes históricas y folclóricas disponibles- del Paso desarrolla la época del Segundo Imperio mexicano (1864- 1867), desde la perspectiva de la emperatriz Carlota en 1927, el año de su muerte. La anciana emperatriz, loca domina la escena con largos y complejos monólogos desde el Castillo de Bouchout en Bélgica donde pasó sus últimos 60 años. Alternando con estos capítulos, se elaboran los antecedentes, los hechos y los resultados de la trágica aventura que llevó a los protagonistas desde Miramar a Veracruz y a Carlota, con claros signos de demencia, de regreso a su país de origen. 


Noticias es un relato sobre el poder, sobre la escritura de la historia y sobre la tradición oral de contar historias. Si tenemos en cuenta lo que anteriormente han dicho los historiadores en cuanto al fallido Imperio de Maximiliano y Carlota, no es difícil deducir que el ejercicio de escribir historia es un tedioso ejercicio de reconstrucción. Del Paso no obstante demuestra que para Carlota y otros protagonistas de los hechos históricos es, además, una cuestión de vida o muerte. Impulsados por el deseo de hablar o escribir, los cronistas crean su autobiografía como un intento de justificar su experiencia, a la que sitúan dentro de la historia de su país y del mundo. 

En la jerarquía de voces narradoras aparece en primer término lo que podríamos llamar un “supernarrador” que selecciona, encuadra e intercala la documentación histórica, consiguiendo con ello transmitir eficazmente la historia oficial. Su versión de los hechos contribuye al proceso de crear una panorámica fiel del México del siglo XIX, desde los escenarios más mundanos y domésticos hasta los movimientos sociopolíticos más importantes. De una u otra manera, a veces de forma casi imperceptible, esa voz está siempre en el trasfondo mirando, manipulando y, a veces, irrumpiendo como infalible narrador omnisciente. El papel del supernarrador resulta fundamental porque se parece mucho al del historiador profesional, el que rastrea el pasado y selecciona lo que le parece verosímil para presentar su versión de los hechos.

En un segundo nivel aparece un narrador implícito que escudriña la documentación histórica. Este se distingue de los otros en que no habla en la primera persona, aunque no es difícil percibir detrás al propio autor. A veces, su voz aparece en el texto con frases que siembran la duda: 
«[Al] parecer, casi todos los biógrafos e historiadores posteriores a Corti leyeron una u otra versión, pero no las dos» (p. 493). 
En otras confirma, extiende o contradice lo dicho por otros: 
«Cuenta Hidalgo y Esnaurrízar en sus memorias que se permitió preguntarle a Luis Napoleón....» (p. 83).
 A veces también condena a las fuentes históricas: 
«Algunos autores, como Adrien Marx [...], no saben de lo que hablan» (p. 484).
En otros casos inventa referentes históricos no consignados por los historiadores:  
«[…] esto no lo dice Corti ni ningún otro historiador, pero es de suponerse que el Pontífice no descuidaría un detalle semejante -dos bacinillas o tazas de noche: una para Carlota y otra para la señora del Barrio» (p. 493). 
Finalmente, ese narrador encriptado revela su propósito de investigador insaciable e inquisidor de su propia labor, como cuando habla un presunto soldado miembro del pelotón que fusiló al Emperador: 
«[…] Todo se lo dejo, para que ustedes hagan lo que quieran: una historia, un cuento, la crónica de un 19 de junio del 67, una novela, da lo mismo: una canción, un corrido. Se lo dejo para que ustedes escojan a su gusto qué fue cierto y qué no fue, para que lo ordenen como se les dé la gana» (p. 614). 
General Tomás Mejía, fusilado junto
a Maximiliano en el Cerro de las Campanas
Al parodiar la escritura histórica y al establecer un diálogo entre el investigador y sus fuentes subrayando las dudas que surgen entre el narrador y del historiador, del Paso pone delante del lector varias alternativas de interpretación. El diálogo que el narrador implícito de Noticias entabla consigo mismo y con sus fuentes, hace tambalear tanto a su propia autoridad como la ajena. A modo de puente tendido entre los narradores de la historia y los de la ficción, Noticias incluye un autor que habla en primera persona sin actuar en la obra. Este narrador se hace evidente en el capítulo que funciona de epílogo en que comenta la obra de teatro Corona de Sombra, del dramaturgo Usigli: 
«En mi opinión, Rodolfo Usigli no pudo eludir la historia» (p. 680). 
O más adelante: 
«Como le advertimos al lector -le advierto yo- el problema no es que en México hayamos matado a Maximiliano... [y] hayamos vuelto loca a Carlota: el problema es que a ninguno de los dos los enterramos en México» (p. 681). 
Involucrado emocionalmente en su narración, lo que le obliga a comentar y especular, este narrador rompe con sus palabras la ilusión de realidad creada por la novela y recuerda al lector la ambigüedad que encierra toda recreación del pasado.

El general conservador Miguel Miramón
fue, junto al general Tomás Mejía,
el tercer fusilado junto a Maximiliano
Finalmente, la narración se completa con las voces de la representación y el diálogo oral o escrito. Hay capítulos que se componen totalmente de diálogos entre personajes históricos como Luis Napoleón, Eugenia de Montijo, Metternich, Maximiliano y Blasio, su secretario personal, que se contrapone al de Benito Juárez con el suyo, o de la correspondencia entre dos hermanos franceses. En estos diálogos imaginarios, del Paso afirma la autonomía de los actores del drama y, al mismo tiempo, mezcla brillantemente lo ficticio con lo histórico. Para reforzar este artificio literario, los personajes históricos como Maximiliano, Carlota de Bélgica, Napoleón III y Benito Juárez contribuyen a dar su versión de los hechos de viva voz voz. Cuando el personaje-narrador se dirige a otro, el lector, convertido en espectador, se convierte en testigo presencial de la acción. Así, se prefigura el tipo de diálogo más dramático de la novela, que son los soliloquios de Carlota con el interlocutor implícito, Maximiliano.

Del Paso, en su papel de elaborador de la invención, destruye y subvierte en Noticias los resultados de su abundante documentación y su propia metodología. Lo consigue cediendo el escenario a Carlota quien, sistemáticamente, abre y cierra cada sección histórica y enmarca la obra entera, estableciendo una perspectiva de un siglo a otro, del presente novelístico (1927) al pasado. 

Por el hecho de ser la única protagonista viva del drama, Carlota es el testigo presencial y ocular por excelencia. A pesar del carácter caótico y oral de los monólogos en Noticias, del Paso inunda la narración de Carlota de un inagotable  caudal de detalles históricos que se equipara con el de todos los otros narradores “objetivos”. Se crea, por tanto, un conflicto entre el lector y sus percepciones del pasado. Por un lado, deseamos creer al testigo clave, la Emperatriz, que estuvo allí donde se desarrolla el núcleo de la acción. Por el otro, desconfiamos de su locura, de su vejez y de la incertidumbre de toda memoria.

Con ese enfrentamiento, el flamante Premio Cervantes nos permite, a la vez que nos impide, la búsqueda de la verdad. El caos que caracteriza los monólogos de Carlota, provoca otro problema en cuanto al significado del testimonio en la reconstrucción histórica. Al recordar hechos pasados con exactitud y detalle, Carlota encarna el problema del testimonio que no es otro que la expresión de recuerdos que parecen firmes, pero que están siempre expuestos a complicarse con errores de la memoria, la resbaladiza memoria... Esto se percibe, por ejemplo, cuando Carlota examina en primera persona los motivos que la llevaron con Maximiliano a México y el significado de su función histórica: 
«Nos engañaron, Maximiliano, y me engañaste tú. Nos abandonaron, Max, y me abandonaste tú. Sesenta veces trescientos sesenta y cinco días me lo he repetido, frente al espejo y frente a tu retrato, para creerlo: nunca fuimos a México, nunca regresé a Europa, nunca llegó el día de tu muerte, nunca el día en que, como ahora, aún estoy viva» (p. 16). 
Mientras Maximiliano ignora el paso del tiempo, congelado en su retrato, Carlota se ve obligada a reconstruir una realidad que la destruye cada vez que la narra y critica con emoción: 
«[…] estoy loca [,...] estoy vieja, [...] tengo el corazón cubierto de costras y [...] el cáncer me roe los pechos. Y mientras tanto, tú qué has hecho [...] sino quedarte, colgado en las galerías, alto, rubio, impasible» (p. 16).
Más adelante, aludiendo a los instrumentos que precisa el historiador para elaborar una síntesis de los hechos, la visión emocional y dinámica de Carlota se sobrepone a la del historiador: 

«[…] Y busco mis recuerdos en las cartas que me escribiste desde Querétaro [...] y donde me contabas [...] Max, qué risa, que al llegar al Cerro de las Campanas se atascó la puerta del coche negro que te condujo y tuviste que salir por la ventana, y [...] me contaste, qué pena, Max, que tu primer ataúd estaba muy corto y se te salían los pies [...] Qué risa, qué dolor, que pena, mi pobre Max, mi pobre Mambrú que se fue a la guerra» (p. 17).

Los monólogos de la vieja emperatriz demente reiteran el concepto de que la recreación del pasado gira alrededor de una variedad compleja de percepciones contradictorias. En el caso de Noticias, Carlota irónicamente se vuelve la narradora accidental y embaucadora: 
«Si supieras, Max, qué terror me dio la primera vez, cuando vi todas esas páginas en blanco, cuando me di cuenta que no sabía en cuál tiempo verbal contarlos» (p. 18). 
Carlota de Bélgica en su lecho de muerte (1927)
Carlota cuestiona el concepto de la autoridad en la reconstrucción del pasado. Reiterando la ineficacia de ambas, la palabra escrita u oral, de la voz culta o popular, para comunicar su pasado, admite: 
«[…] porque estoy tan confundida que a veces no sé si fui de verdad María Carlota de Bélgica, si soy aún Emperatriz de México, si seré algún día Emperatriz de América. Y porque estoy tan confundida que a veces no sé dónde termina la verdad de mis sueños y comienzan las mentiras de mi vida» (p. 18).
Las conclusiones de del Paso se basan, a fin de cuentas, en una visión escéptica del mundo, como la interpretación de Carlota en su letanía emotiva y personal sobre lo efímero de la vida humana y la impotencia de la historia para darle legitimidad como ser humano y como emperatriz: 
«[…]  Y ahora quién de los vivos puede decir que vio nacer a tu padre [...] Quién, dime, Maximiliano, recuerda nuestra entrada triunfal [...] Quién, ahora, más de sesenta años después, puede decir que recuerda que las cuarenta y ocho campanas de la catedral tocaron a rebato [...] y quién te vio, Maximiliano, en tu celda del Convento de las Teresitas de Querétaro sentado el día entero en tu alta bacinilla de porcelana [...]  Sólo la historia y yo, Maximiliano [...]  Sólo la historia y yo, Maximiliano, que estamos vivas y locas. Pero a mí se me está acabando la vida» (p. 19-20). 
Noticias del Imperio no sólo cuestiona y subvierte la historia como garante de la verdad, sino que prueba que los procedimientos de la escritura de la novela y los de la historia son los mismos. Lo hace fundiendo lo popular con lo culto, lo escrito con lo oral, lo verosímil con lo inventado para que el lector llegue a una reconstrucción más completa y convincente del Imperio y la tragedia de Carlota y Maximiliano que la que la historia y la literatura le han proporcionado hasta el presente.