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miércoles, 22 de enero de 2025

CUARENTA AÑOS DE BEBIDAS ISOTÓNICAS

 

Han pasado cuarenta años desde que un equipo de científicos creó Gatorade para ayudar a que los jugadores de fútbol de su universidad combatieran el agotamiento por calor y los calambres musculares que sufrían durante los entrenamientos realizados bajo las temperaturas tórridas propias de Florida.

Fue el comienzo de la era de las bebidas isotónicas, básicamente compuestas de agua, sodio, potasio y azúcar, una combinación elemental que, sin embargo, mantiene a los usuarios hidratados, energéticamente recuperados y con la función muscular optimizada. Gatorade fue la primera de una carrera de bebidas con electrolitos que allanó el camino para la comercialización de otras muchas bebidas deportivas electrolíticas o isotónicas que hoy pueblan los estantes de los supermercados.

La que sigue es una pequeña disertación sobre algunos de los ingredientes clave de las bebidas isotónicas.

El Dr. Robert Cade, catedrático de la Facultad de Medicina de la Universidad de Florida, creador de Gatorade, sirviendo el líquido de su invención a jugadores de fútbol americano durante un entrenamiento en Gainesville, FL 27/04/1968. Foto de Lynn Pelham (Foto de Lynn Pelham /Sports Illustrated/Getty Images).
La importancia de la hidratación

El cuerpo humano pierde agua constantemente a través de funciones normales, como sudar, orinar e incluso respirar. Cuando se pierde agua, el cuerpo también excreta algunos electrolitos clave, como potasio y sodio. Estos electrolitos son cruciales para prácticamente todas las actividades metabólicas, desde la función cardíaca hasta las contracciones musculares.

La palabra electrolito alude a debido a que son elementos que se ionizan, es decir, adquieren una carga eléctrica cuando se disuelven en agua. Esa carga les permite participar en todo tipo de reacciones químicas fisiológicas que mantienen el funcionamiento normal del cerebro y equilibran los líquidos dentro y fuera de las células del cuerpo y la acidez o alcalinidad de la sangre.

Electrolitos. Vídeo en inglés con subtítulos.

Un estrés corporal importante como participar en una sencilla carrera de unos pocos km, o, simplemente, al sufrir los efectos diarreicos de un virus estomacal puede acelerar la deshidratación. La diarrea y los vómitos son vías fáciles de pérdida de electrolitos como el sodio y el potasio. Si no se controla, dicha pérdida de líquidos corporales puede provocar complicaciones más graves, como lipotimias y taquicardias. Para prevenir estas alteraciones, es imprescindible reponer los líquidos y electrolitos que se eliminan en exceso.

Los ingredientes del Gatorade

El agua, el ingrediente principal de la mayoría de las bebidas deportivas, hidrata. El cuerpo humano está compuesto aproximadamente por un 60% de agua, por lo que, para mantenerse adecuadamente hidratado, es importante beber agua con regularidad. No hace falta beber continuamente porque cuando el volumen de agua disminuye, el cuerpo envía señales de sed al cerebro.

No obstante, estas señales suelen ir algo retrasadas con respecto al grado de hidratación, lo que quiere decir es que, cuando sientes sed, probablemente tu cuerpo ya esté ligeramente deshidratado. Para una evaluación más precisa de la hidratación, comprueba el color de la orina. ¿Orina de color amarillo oscuro o dorada? Bebe un poco de agua. ¿Orina de color amarillo pálido o transparente? Tienes una buena hidratación.

El sodio, otro ingrediente importante las bebidas isotónicas, atrae el agua. Cuando estás deshidratado, la sangre del cuerpo está más concentrada porque, en general, circula menos agua. Cuando tienes un volumen sanguíneo bajo, tus vasos sanguíneos no se expanden tanto como lo harían normalmente, lo que reduce la presión arterial. Si, debido a la deshidratación, la presión arterial baja demasiado rápido puedes sentir mareos, aturdimiento, náuseas o debilidad.

El sodio atrae agua al torrente sanguíneo de forma activa. Por eso, durante un entrenamiento intenso o cuando se padece una enfermedad que provoca deshidratación, consumir algo salado o una bebida isotónica puede ayudar.

Por su parte, el potasio de los líquidos isotónicos regula las contracciones musculares. Este electrolito es especialmente importante para regular el ritmo cardíaco y también ayuda a las contracciones normales de los músculos esqueléticos. Si el cuerpo carece de suficiente potasio, aparecen los calambres musculares y los desfallecimientos.

El azúcar proporciona energía y un rápido poder de absorción de nutrientes. Una bebida electrolítica típica contiene dos azúcares simples: glucosa y dextrosa. Un azúcar simple es aquel que el cuerpo puede digerir y absorber rápidamente, con el objetivo de aumentar rápidamente el nivel sanguíneo de azúcar.

El ejercicio intenso durante más de una hora, la realización de actividades en climas muy cálidos o húmedos o el esfuerzo físico provocado por una enfermedad pueden acelerar el metabolismo del cuerpo y agotar rápidamente la glucosa en sangre. Cuando los niveles de glucosa bajan, puede se experimenta fatiga, debilidad, mareos, náuseas o dificultad para concentrarse.

La combinación de nutrientes de Gatorade fue diseñada pensando en los futbolistas, pero a veces también se habla de ella como un remedio a tener en cuenta durante un episodio de enfermedad gastrointestinal. Sin embargo, hay que tener cuidado, porque para reponer la energía perdida durante el entrenamiento, muchas bebidas isotónicas tienen un alto contenido en azúcar.

Cuando ese azúcar se introduce en un tracto gastrointestinal alterado, puede absorber más agua, lo que provoca más diarrea. Si te encuentras en esa desagradable situación, hay otras opciones, que pasan por ingerir una bebida electrolítica con menos azúcar. Entre las bebidas que puedes tener en cuenta se encuentran muchas elaboradas con polvos para disolver en agua o incluso un caldo de carne o verduras. Esas bebidas hidratan, pero añaden un contenido mínimo de azúcar.

El cuerpo humano es increíblemente eficaz a la hora de gestionar los nutrientes en la sangre. En la mayoría de los casos, una alimentación equilibrada y el consumo de agua son suficientes para cubrir las necesidades nutricionales e hídricas diarias. Sin embargo, durante el ejercicio físico intenso o una enfermedad sobrevenida, el cuerpo puede tener dificultades para mantener su equilibrio habitual.

Si notas síntomas poco habituales como mareos, fatiga o sed persistente, tu cuerpo necesita atención. En casos específicos de deshidratación por ejercicio o enfermedad, una bebida deportiva isotónica puede ser una herramienta sencilla para ayudarte a recuperar un buen estado. Pero, recuerda ¡ojo con el azúcar!

domingo, 19 de enero de 2025

FLORENCE NIGHTINGALE Y LA ROSA QUE SALVÓ MILES DE VIDAS

 


En 1858, la enfermera, estadística y reformadora Florence Nightingale publicó un documento de más de mil páginas titulado Notas sobre cuestiones que afectan a la salud, la eficiencia y la administración hospitalaria del ejército británico, fundadas principalmente en la experiencia de la última guerra. Presentadas a petición del Secretario de Estado para la Guerra. [Original aquí].

Esta obra impresa de distribución restringida contenía un gráfico estadístico en color titulado Diagrama de las causas de mortalidad en el Ejército del Este, que mostraba que las enfermedades epidémicas, que eran responsables de más muertes británicas en el curso de la guerra de Crimea que las heridas en el campo de batalla, podían controlarse mediante la toma en consideración de una serie de factores, entre ellos la nutrición, la ventilación y el abrigo. El gráfico, que Nightingale utilizó como una forma de explicar estadísticas complejas de forma sencilla, clara y persuasiva, se conoce como el "Diagrama de la Rosa" de Nightingale.

Una adelantada a la “Era de los Datos”

Cuando pensamos en pioneros de la ciencia y la medicina, las referencias habituales suelen ser los “padres de algo”: el “padre de la microbiología”, el “padre de la cirugía moderna”, el “padre de los antibióticos” etc. Pero Florence Nightingale, enfermera, estadística y defensora de la sanidad pública, fue una pionera decimonónica por derecho propio, que la hacen  merecedora del título de “madre” de la estadística y la exposición gráfica de los datos referidos a la salud pública.

Nightingale, más conocida por su incansable labor durante la guerra de Crimea, revolucionó las prácticas sanitarias y redujo significativamente las tasas de mortalidad en los hospitales militares. Pero su legado no se limitó a la enfermería, sino que también se debió a su capacidad para comunicar la urgencia de las reformas sanitarias mediante el poder expositivo de los datos gráficos.

La guerra de Crimea: un campo de batalla por las mejoras higiénico-sanitarias

Durante la Guerra de Crimea (1853-1856), Nightingale y su equipo de enfermeras fueron testigos de las terribles condiciones que imperaban en los hospitales de campaña británicos. Los soldados morían no por heridas sufridas en el campo de batalla, sino por enfermedades prevenibles como el cólera, la disentería y el tifus. En un determinado momento, la tasa de mortalidad en algunos hospitales superaba el 40%.

Nightingale comprendió que mejorar las condiciones sanitarias (ventilación, agua potable y mejor gestión de los residuos) podía reducir drásticamente estas muertes, pero para convencer a los políticos y a los militares de que invirtieran en reformas sanitarias se necesitaba algo más que pruebas anecdóticas: se necesitaban datos.

Así fue como adquirió relevancia el Diagrama de la Rosa. Diseñado en 1858, este gráfico circular representaba visualmente las tasas de mortalidad mensuales en los hospitales militares, diferenciando entre las muertes causadas por enfermedades prevenibles (azul), heridas de guerra (naranja) y otras causas (negro).

Fuente de la imagen: https://www.historyofinformation.com/detail.php?entryid=3815

Lo que hizo revolucionario el Diagrama de la Rosa de Nightingale no fue sólo su atractivo estético, sino su capacidad de contar resumidamente una historia en tres etapas:

Comparación antes y después: Nightingale no se limitó a trazar los datos de manera lineal, sino que creó dos “rosas” distintas: una para el año anterior a la implementación de las reformas sanitarias (derecha) y otra para el año posterior (izquierda). Esta separación, utilizando la misma escala, hizo que fuera imposible ignorar la drástica disminución de las tasas de mortalidad.

Patrones estacionales: El diseño circular destacaba las variaciones estacionales en la mortalidad, con cuñas más grandes representando los meses en los que había más fallecimientos. Eso dejaba claro que las enfermedades prevenibles aumentaban durante ciertas épocas del año, lo que subrayaba la necesidad de mejoras higiénico-sanitarias constantes.

Escalado para una mayor claridad expositiva: Nightingale escaló sus datos utilizando una transformación de raíz cuadrada, un método muy extendido hoy para abordar problemas de asimetría y variación en los datos, lo que significaba que el área de cada cuña del Diagrama de la Rosa representaba las tasas de mortalidad. Esto contrasta con un método típico de representación de datos mediante un diagrama de barras, que tiende a destacar diferencias más grandes en los valores. El uso de la transformación de raíz cuadrada restaba importancia a los valores atípicos extremos, como el número de muertes excepcionalmente alto de un mes, para, en cambio, centrar la atención en las tendencias generales. 

El Diagrama de Rose de Nightingale no era sólo un instrumento científico: era una herramienta política. Al presentar los datos de una forma visualmente atractiva, superó la resistencia burocrática y presentó argumentos innegables a favor de las reformas. Su trabajo ayudó a persuadir al gobierno británico para que reformara las instalaciones sanitarias de los hospitales militares, lo que contribuyó a una drástica reducción de las muertes por enfermedades prevenibles.

Hoy, el Diagrama de la Rosa de Nightingale sirve como recordatorio de que los datos no sirven solo para el análisis, sino que son también una poderosa herramienta para la acción, que viene a recordarnos que para darle sentido a cualquier información compleja la forma en que se presentan los datos puede ser tan importante como los datos en sí mismos.

También es un recordatorio para ver las visualizaciones de datos con ojo crítico. Si el creador de una representación visual de datos tiene un objetivo personal o político, puede manipular fácilmente los datos de formas que no son inmediatamente obvias. Hay docenas de enfoques para manipular las percepciones del espectador de datos visuales, como un eje truncado, un eje invertido o un esquema de colores distorsionador.

La rosa de Nightingale fue impactante precisamente porque tradujo datos complejos en una narrativa visual convincente, facilitando la comprensión a los receptores profanos, si conocimientos científicos. Con el acceso moderno a las herramientas de diseño y gráficos actuales, los lectores deben ser conscientes de que la naturaleza sorprendente del diseño de visualización de datos puede usarse tanto para informar como para desinformar, para exponer correctamente la realidad o para desvirtuarla.

La próxima vez que vea una infografía o un gráfico estadístico, recuerde que gracias Nightingale a veces una imagen no vale más que mil palabras: vale más que mil vidas.


EISENHOWER Y BIDEN: DOS PREMONITORIOS DISCURSOS DE DESPEDIDA

 


Desde el primer discurso que pronunció en 1796 George Washington para anunciar al pueblo estadounidense su intención de abandonar la presidencia después de dos mandatos, el “farewell speech”, el discurso de despedida, ha sido una tradición utilizada por todos los presidentes con la sola interrupción de Donald Trump cuando en 2021 finalizó su primera estancia en la Casa Blanca.

Entre las despedidas presidenciales posteriores a la Segunda Guerra Mundial, la más famosa fue la de Dwight D. Eisenhower, quien pronunció su discurso desde la Oficina Oval el 17 de enero de 1961. Con el paso de los años, la famosa advertencia del ex general de mirar hacia adentro, al auge del "complejo militar-industrial" diseñado para proteger a la nación contra la Unión Soviética, es la que puede ofrecer hoy las lecciones más significativas.

En el discurso de despedida que ha puesto fin a su amarga presidencia Joe Biden ha hecho una advertencia que recuerda a la del presidente Eisenhower.

El discurso de Eisenhower y la Guerra Fría

La caída del muro de Berlín en 1981 significó también el desmoronamiento del “Telón de Acero”, un término acuñado por Winston Churchill en 1945 en su famoso discurso en la Universidad de Fulton para referirse a la frontera, física e ideológica, que separaba a los países que, tras la Segunda Guerra Mundial, habían quedado bajo la influencia militar, política y económica de la Unión Soviética de los países occidentales regidos por democracias capitalistas.

Para mantener su hegemonía política y económica, ambos bandos emplearon todos los medios a su alcance. Desde sus orígenes fue una lucha desequilibrada por las condiciones de las que Estados Unidos y la URSS emergieron de la II Guerra Mundial. Estados Unidos había salido enormemente reforzado de ella. Para asegurar el funcionamiento del sistema capitalista, fue esclarecedor el famoso Telegrama Largo del diplomático George Kennan, uno de los principales ideólogos de la Guerra Fría, en el que se afirmaba que era necesario mantener un clima de estabilidad política internacional bajo la hegemonía norteamericana.

En ese documento se manifestó con absoluta nitidez, el interés del capital norteamericano sobre el planeta entero y el verdadero propósito de la «defensa del mundo libre» con las armas de este país y de sus aliados.

A pesar del notable debilitamiento económico de la URSS que no escapaba a los analistas independientes y a quienes tenían ocasión de visitar el «paraíso comunista», la obsesión de las élites políticas de Washington y las militares del Pentágono fue hacer creer al mundo que el enemigo era más fuerte de lo que realmente era. Hacerlo era vital para el llamado Complejo Industrial-Militar, un entramado industrial, financiero y político denunciado por primera vez por el general Smedley D. Butler en 1931, que se aplica a los intereses económicos basados en una política militarista e imperialista interesada en mantener la carrera armamentística para hacer una sustanciosa caja.

Su divulgación se realizó a partir del discurso televisado de despedida del presidente Dwight Eisenhower al terminar su mandato en 1961 en el que denunció el peligro que dicho complejo suponía para el ejercicio de la democracia (audio del discurso aquí).

A pesar de subrayar la importancia del estamento militar para mantener la paz en el país y en el exterior, el 17 de enero de 1961 Eisenhower instó a la cautela: «Esta conjunción de un inmenso estamento militar y una gran industria armamentística es nueva en la experiencia estadounidense […] Sin embargo, no debemos dejar de comprender sus graves implicaciones». El presidente saliente también defendió la importancia central del equilibrio en el gobierno y la resistencia a la idea de que «alguna acción espectacular y costosa podría convertirse en la solución milagrosa a todas las dificultades actuales».

El discurso de despedida de Joe Biden: el recuerdo a los nuevos barones ladrones

Cinco días antes de abandonar la Casa Blanca, Joe Biden se despidió del cargo de presidente de Estados Unidos el miércoles 15 de enero con un discurso en el que advirtió de las amenazas que acechan a la democracia por el peligro de la desinformación fomentada por la “oligarquía” de las tecnológicas, los “abusos de poder” y el peso de los ultramillonarios en la nueva Administración Trump:

«Quiero advertir al país de algunas cosas que me preocupan mucho. Se trata de la peligrosa concentración de poder en manos de muy pocas personas ultrarricas, y de las peligrosas consecuencias si su abuso de poder queda sin control. Hoy, en Estados Unidos está formándose una oligarquía con riqueza, poder e influencia extremas que literalmente amenaza toda nuestra democracia, nuestros derechos y libertades básicas y una oportunidad justa para todos de salir adelante».


Sin citar en concreto a ninguno de los ultrarricos que apoyan a Trump, cuyo gabinete concentra una riqueza sin precedentes, Biden comparó esa oligarquía con la de los “barones ladrones”, un término originalmente aplicado a ciertos hombres de negocios estadounidenses del siglo XIX, acusados de utilizar métodos faltos de escrúpulos destinados a enriquecerse, para trazar a continuación otro paralelismo histórico en relación con los magnates tecnológicos:

«El presidente Eisenhower habló en los peligros del complejo industrial militar. Seis décadas más tarde, estoy igualmente preocupado por el posible auge de un complejo industrial tecnológico que también podría plantear peligros reales para nuestro país […] Los estadounidenses están siendo sepultados bajo una avalancha de falsedades y desinformación que permite el abuso de poder. La prensa libre se desmorona. Los editores están desapareciendo. Las redes sociales renuncian a comprobar los hechos […]  La verdad se ve sofocada por mentiras contadas por el poder y por el beneficio. Debemos exigir responsabilidades a las redes sociales para proteger a nuestros hijos», dijo en clara alusión a la compañía Meta de Zuckerberg y a X, la red social de Elon Musk.

«El esfuerzo inútil conduce a la melancolía», escribió Ortega y Gasset. En un discurso que suena a ejercicio de melancolía, un Biden renacido defendió a instituciones como los tribunales, la prensa, el Congreso, la separación de poderes o los controles y equilibrios de la democracia estadounidense. 

Luego, se levantó, se abrochó la americana, saludó, fuese y no hubo nada. 

viernes, 17 de enero de 2025

MÁS ALLÁ DEL SÍNDROME DE HUBRIS: LOS PEDOS DE ADOLF HITLER

Se atribuye erróneamente al ministro de propaganda nazi, Joseph Goebbels, la frase “Cuando oigo la palabra ‘cultura’, echo mano a mi pistola”. De hecho, tal afirmación sí procede de otro autor nacionalsocialista, Hanns Johst, pero la usa en su más famosa obra de teatro, Schlageter, precisamente para ridiculizarla. Aunque nos resultaría tranquilizador pensar que los nazis eran unos brutotes que oponían las pistolas a lo cultural (pues bastaría entonces con ilustrar a la población para prevenirnos de los riesgos totalitarios), lo cierto es que distaban mucho de serlo.

No solo proliferaba entre ellos el gusto (a veces obsesivo) por la más refinada cultura, sino que se habían dado ya cuenta de la enorme importancia que tiene esta para hacer política hoy día. Como Gramsci y como Stalin.

Durante demasiado tiempo se ha presentado a los nazis como poco más que psicópatas o criminales. En un libro que acaba de publicarse en castellano —Gente de Hitler. Ed. Crítica, 2024—, Richard J. Evans —una de las autoridades más destacadas del mundo sobre el Tercer Reich— se sirve de una gran cantidad de nuevas pruebas recientemente desenterradas para quitar el barniz de mito y leyenda de los rostros del Tercer Reich y presentar una visión más realista de los perpetradores nazis como seres humanos que eran inquietantemente parecidos a nosotros.

Margaret Thatcher, John F. Kennedy, Tony Blair o Adolf Hitler son algunos de los líderes políticos que en 2008 el médico y miembro de la cámara de los Lores y excanciller británico David Owen estudió desde el punto de vista neurológico. Todos compartían varios rasgos en común que detonaban en un mismo concepto: la adicción al poder o el síndrome de Hubris, una definición que acuñó en su libro En el poder y en la enfermedad (edición en castellano de Siruela, 2011).

La etimología del nombre Hubris nos lleva hasta un concepto griego que significa “desmesura”, lo opuesto a la sobriedad y a la moderación. Las personas con este síndrome presentan un ego desmedido, arrogancia y narcicismo. De hecho, los estudios de Owen mostraron que, cuanto mayor poder tiene y ejerce esa persona, más propenso es a continuar e intensificar el síndrome.

El origen puede encontrarse en una excesiva seguridad y confianza en uno mismo, que termina pervirtiéndose en soberbia, prepotencia y en falta de humildad. Aunque este cambio de la personalidad no orgánica suele darse después de haber alcanzado un poder considerable o un éxito abrumador, las personas modestas, abiertas a la crítica o con un sentido del humor desarrollado tienden menos a desarrollar el síndrome de Hubris.


El síndrome de Hubris no es una enfermedad, sino más bien un subtipo del trastorno narcisista de la personalidad que desarrollan grandes políticos y otras personas poderosas. Son mandatarios con inclinación a la grandiosidad, con aspiraciones casi mesiánicas y con una intensa incapacidad para escuchar, que, junto con la obsesión por la autoimagen, acaba por generar una desconexión con la realidad.

Adolf Hitler no estaba loco, pero la flatulencia que padecía seguro que no le ayudó mucho a tomar decisiones correctas. Según algunos informes médicos, se autoenvenenó tomando preparados farmacológicos para combatir los gases que contenían estricnina y atropina.

El doctor Theo Morell, un dermatólogo que había cobrado una buena reputación social por tratar a famosos con enfermedades sexuales, siempre con discreción y unas maneras muy obsequiosas, no era ningún charlatán, aunque hubo rumores de lo contrario. Uno de sus pacientes —Heinrich Hoffmann, el fotógrafo personal de Hitler— se lo presentó al líder nazi y ambos congeniaron enseguida. Al poco tiempo trató a Hitler de una diversidad de dolencias y le proporcionó medicamentos de diversa índole, incluidos estimulantes y afrodisíacos (por lo general, antes de que Hitler fuera a pasar la noche con Eva Braun).

Con el paso del tiempo, ya convertido en su médico personal, Morell acabó por recetarle al dictador una serie muy larga y diversa de medicamentos. Las notas —minuciosas y del todo creíbles— del cuaderno médico que Morell redactaba para evitar que se le juzgara responsable en el caso de que Hitler falleciera, muestran que la medicación que eligió era convencional, aunque se aseguró de que la produjeran empresas en las que tenía intereses económicos directos.

El doctor Theodor Morell con Hitler. Está señalado con una flecha y situado detrás de Martin Bormann y Nicolaus von Below (Wolfsschanze, 1940). Foto

No obstante, ni Morell ni ninguno de sus otros médicos lograron detener o siquiera ralentizar los efectos de la enfermedad de Parkinson, que hacía cierto tiempo que Hitler sufría; entre ellos, un temblor perceptible en la mano izquierda, que ya había llamado la atención de algunos observadores en 1941, cuando empezó a manifestarse en su pierna derecha, junto con unos andares cada vez más arrastrados y una creciente rigidez muscular en la cara. Diversos electrocardiogramas mostraron un endurecimiento paulatino de las arterias; el pelo se le volvió cano.

El atentado con bomba de julio de 1944 también hizo mella en su salud. A principios de 1945, según información posterior de Albert Speer, «se había marchitado como un anciano. Le temblaban las articulaciones; caminaba encogido y arrastraba los pies. Incluso la voz empezó a vacilar y perdió su antigua habilidad magistral: la fuerza dio paso a una manera de hablar dubitativa y falta de energía». Aunque estaba a mediados de los cincuenta, las fotografías de la época lo muestran encorvado.

Según su biógrafo John Toland (Adolf Hitler: The Definitive Biography. Knopf Doubleday Publishing Group), por la amistad que había surgido entre Frau Morell y Eva Braun, Hitler incorporó a Morell como su médico personal y confió tanto en el que por primera vez desde sus días en el ejército, Hitler se desnudó para un examen físico completo, porque. en 1936, sus retortijones eran tan dolorosos que se ponía a gritar.

Morell diagnosticó los dolores y calambres en la región epigástrica como gastroduodenitis, para lo cual le recetó Mutaflor y Gallestol. La hinchazón y el exceso de gases también son síntomas comunes de la gastroduodenitis. Por eso, el Führer también sufría de meteorismo, pedos incontrolables, para el que Morell recetó las píldoras antigás del Dr. Köster.

Estas píldoras contenían estricnina y la atropina hacen que la gente se ponga muy nerviosa, y afectan al sueño y a la salud mental. Sin saber el poder de esos alcaloides, Morell instruyó a su paciente para que tomara de dos a cuatro en cada comida. Además, Morell complementó la dieta vegetariana de Hitler con grandes dosis de vitaminas, a menudo administrándolas por vía intravenosa junto con glucosa para obtener energía.

Entre unas cosas y otras, a principios de 1941, cuando Hitler ya había empezado la invasión de la Unión Soviética, tomaba entre 120 y 150 pastillas a la semana. Los cambios de humor de Hitler, la enfermedad de Parkinson, los síntomas gastrointestinales, los problemas de la piel y el deterioro constante hasta su suicidio en 1945 están documentados por observadores e historiadores confiables, y en los diarios de Morell.

Además de estricnina y atropina, los medicamentos extraños y poco ortodoxos que se le dieron a Hitler, a menudo por razones no reveladas, incluyen cocaína tópica, anfetaminas inyectadas, glucosa, testosterona, estradiol, corticosteroides, un preparado a base de un limpiador de armas, un extracto de vesículas seminales y numerosas vitaminas y "tónicos".

Nunca sabremos el rol que esta medicación tuvo en Hitler y sus acciones durante la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto. Cuando los efectos de las pastillas fueron evidentes, tan solo seis meses antes de que Hitler quedara tocado psicológicamente y se suicidara en su bunker, el doctor Morell fue despedido y salvó su vida por los pelos.

Irónicamente, según John Toland, la causa de la flatulencia de Hitler era la más evidente: su vegetarianismo.

jueves, 16 de enero de 2025

LA FLOR DE CRISTAL

Diphylleia grayi. Foto

Diphylleia grayi, la flor esqueleto, se vuelve transparente cuando se moja. La estructura esponjosa de sus células capta agua con avidez, lo que provoca que la luz no se disperse y la flor se vuelva transparente.

En el corazón sombrío de las selvas de Asia oriental y Japón, una planta singular, Diphylleia grayi, esconde una de las características que más han fascinado a los botánicos. Conocida como la “flor esqueleto”, esta planta no solo destaca por su delicada belleza, sino también por una propiedad que parece sacada de un cuento: cuando entra en contacto con el agua, sus pétalos se vuelven completamente transparentes.

Diphylleia grayi (familia Berberidaceae) es una herbácea perenne que prospera en lugares sombríos y húmedoscuyas pequeñas flores blancas con seis pétalos escotados crecen de mayo a julio en racimos debajo sus grandes hojas lobuladas. Surgiendo de la mitad de estas hojas hay un racimo o "cima" de hermosas flores blancas. Después de la polinización, la cima da paso a un racimo de bayas que gradualmente se vuelven de un tono azul intenso. Los pedicelos se vuelven de un tono rojo intenso. El conjunto crea una hermosa exhibición de frutos destinadas a atraer a las aves del bosque, los principales dispersores de semillas.

Diphylleia grayi. Yukiguni Botanical Garden. Foto

A sus típicas hojas que se disponen en pares opuestos para formar una especie de marquesina, alude su nombre genérico., que proviene del griego “di” y “phyllon”, que significa “dos-hojas". Su epíteto específico tiene un origen diferente. “Grayi” rinde homenaje a Samuel Frederick Gray, (1766-1828), un naturalista, botánico y farmacéutico británico, quien, además de hacer grandes contribuciones al estudio de las plantas, fue el padre de dos grandes naturalistas y zoólogos: John Edward Gray (1800-1875) y de George Robert Gray (1808-1872).

El enigma de la transparencia

Cuando llueve, los pétalos blancos pierden el color y se vuelven transparentes dejando visible la venación de los nervios de los pétalos. Las gotas de agua se adhieren a la estructura venosa hasta formar una especie de retícula que recuerda a una planta fantasmagórica sacada de las páginas de Alicia en el país de las maravillas.

Racimo de bayas de D. grayi. Foto

Lejos de ser mágico y mal que nos pese, el fenómeno obedece a la organización celular de las flores. Las células de los pétalos se organizan en una especie de formación esponjosa con el objetivo de retener y almacenar la máxima cantidad de agua posible. Cuando la flor está seca, sus células contienen el agua suficiente para mantener esa estructura esponjosa y, a la vez, dejar que la luz que incide en los pétalos se disperse, dando como como resultado una apariencia blanca y opaca.

Cuando llega la lluvia y los pétalos se mojan, absorben más agua. Al hacerlo, las células se expanden y se saturan de agua de forma más uniforme. Con este cambio estructural, cuando la luz pasa a través de los pétalos, incide en su mayor parte con agua, por lo que no se dispersa tanto y puede viajar de manera más directa y con menos obstáculos a través de las flores. Como resultado, los pétalos se vuelven transparentes y la reticulación interna se hace más visible, lo que, con imaginación, recuerda a una flor de cristal.

Por otro lado, se trata de una flor con un enorme simbolismo cultural. Debido a su capacidad para volverse transparente bajo la lluvia, en muchas de esas poblaciones asiáticas se la relaciona con la pureza y la belleza efímera. Además, esa “sensación de vida eterna” que le otorga su apariencia fantasmagórica hace que se consideren símbolo de la buena suerte en algunos lugares de Asia.

Diphylleia cymosa. Senda Porters, Smokie Mountains, Tennessee. Foto

En los Apalaches americanos crece la otra especie del género: Diphylleia cymosa. Hubo una época en la que Norteamérica y Asia estaban conectadas y compartían gran parte de su flora respectiva. Desde entonces, los movimientos tectónicos han aislado a estas poblaciones, lo que ha permitido suficiente tiempo para la diferenciación que condujo a las dos únicas especies que conocemos hoy. 

miércoles, 15 de enero de 2025

CUIDADOS MATERNALES: LA ASTUCIA DEL CURICA

 

Berberomeloe majalis sobre la mata Artemisia herba-alba

Lo primero y más sencillo para el cuidado de una cría es la búsqueda de un lugar seguro y apropiado para poner los huevos en el que los descendientes puedan criarse en condiciones adecuadas. Por ejemplo, cuando una abeja minera pone sus huevos en un nido que excava cerca de una hiedra, proporciona a las larvas la posibilidad de desarrollarse.

Pero no es el hambre el único peligro que amenaza la vida de cualquier retoño. Los huevos y las crías son golosinas muy apetecidas por muchos depredadores. Por eso, siguiendo su instinto, muchos animales buscan lugares recónditos para desovar, siempre y cuando la protección pueda conjugarse con las posteriores necesidades alimenticias de la cría. En muchos casos, como el de las abejas mineras de las hiedras, la madre no se preocupa más de los jóvenes después de haber depositado la puesta en lugar seguro. Los curicas o aceiteras siguen una estrategia similar.

El curica común (Berberomeloe majalis), también conocido como aceitera, carraleja, alcucilla o frailecillo, es una especie de coleóptero polífago que alcanza gran tamaño, a veces más de siete centímetros, lo que le convierte en uno de los escarabajos europeos de mayor tamaño.

Por su extraordinario abdomen alargado y fusiforme de color negro con bandas transversales anaranjadas o de color rojo sangre y sus élitros minúsculos, es muy fácil de reconocer, sobre todo la hembra. Es un animal huidizo, pero cuando se ve amenazado segrega cantaridina, una sustancia hemolinfática muy tóxica que provoca daños en la piel (irritación, erupciones...), y vómitos, diarrea y alteraciones en el aparato urinario en el caso de que sea ingerida (cosa, por otra parte, que no creo que se le ocurra a nadie medianamente racional).

Como muchos otros coleópteros vesicantes tiene un ciclo biológico complejo (hipermetamorfosis), durante el cual las larvas se alimentan de huevos y larvas de himenópteros (abejas y abejorros). Para conseguir su alimento, las larvas de los diferentes géneros de la familia de las aceiteras (familia Meloideae) se ajustan a dos estrategias diferentes.

Las larvas triungulinas (nombre que alude a las tres uñas que rematan sus seis patas) de Berberomeloe majalis buscan activamente los nidos que predarán moviéndose por el suelo. Su ciclo de vida se ajusta al de la Figura 1A. Las hembras hacen varias puestas de unos cientos de huevos cada vez, excavando una madriguera en el suelo. Al nacer, las larvas se desplazan en busca de los nidos de abejas solitarias.

Cuando una larva triungulina encuentra uno, devora la inerme larva de la abeja y sufre la primera metamorfosis para convertirse en el siguiente tipo larvario, que se alimenta de las reservas de miel del nido. Luego se desarrollan las otras dos larvas hasta que finalmente el adulto sale del nido y comienza un nuevo ciclo.

En cambio, la mayoría de los curicas, entre los que se cuenta el endemismo ibérico Physameloe corallifer, emplean una estrategia diferente. Sus larvas son foréticas: se dejan transportar hasta el nido de la abeja por el desdichado insecto que les servirá de hospedante (Figura 1B).

Cópula de Physameloe corallifer. Foto de Luis Fernández García

Las hembras hacen la puesta excavando en el suelo. Las larvas triungulinas salen a la superficie y trepan a algunas flores para esperar la llegada de una especie determinada de abeja (y solo de esa especie) que venga a recolectar polen. Cuando su confiada víctima se posa en la flor para libar, varias triungulinas se aferran a ella (para eso tiene las garras) y se dejan transportar hasta el nido por el avión viviente. Puede ocurrir que la abeja que llegue sea un zángano, en cuyo caso deben esperar a que se aparee con una hembra para que las triangulinas viajeras “trasborden”.

Cuando, de una forma u otra están sobre una abeja hembra fecundada (que no siente molestia alguna por la presencia del polizonte), y esta deposita su huevo en la celdilla que previamente había construido para criar, la voraz larva del curica, que esperaba la ocasión, salta, se come el huevo que había depositado la abeja, mientras esta, que no se ha percatado de lo sucedido, tapona la celdilla desde fuera, sellándola.

Entonces, una vez cómodamente instalada, la larva muda la piel y aparece en una forma completamente diferente: sin ojos, porque ya no los necesita en la oscura celda; sin las largas patas, que ahora serían completamente inútiles, y sin la esbelta forma del cuerpo, que ya no se adapta a la nueva forma de vida.

Figura 1. Ciclos de vida de dos especies de aceiteras. Ilustraciones de Laura Pérez Zarcos. 

Allí, en la celdilla sellada, vive tan ricamente ingiriendo el depósito de miel que la mamá abeja había depositado para su propia larva. Cuando se ha cebado totalmente, la larva intrusa vuelve a mudar la piel en verano y entra en un estado de letargo, en el que sigue siendo una larva sin patas, que todavía no es la crisálida. De esta forma pasa el invierno y espera hasta la siguiente primavera, cuando aparece una cuarta larva, similar a la segunda, que al poco se convierte en crisálida y, finalmente, en curica adulto.

Todo esto parece ser fabulosamente funcional, por lo menos desde el punto de vista de los curicas. El otro lado de la moneda consiste en que las pequeñas larvas que trepan a las flores no son zoólogos y no pueden distinguir una abeja de un moscardón o de otros insectos. Si se aferran a un inadecuado visitante no tienen suerte en su desarrollo posterior y se ven condenadas a morir de hambre.

Por eso, los curicas ibéricos, aunque ponen numerosos huevos por su grueso abdomen, continúan siendo escarabajos relativamente escasos. Los caminos demasiado toruosos pasan a menudo muy cerca del objetivo sin alcanzarlo.

domingo, 12 de enero de 2025

CÓMO SE ELABORAN LOS VINOS SIN ALCOHOL

 

En 2022 decidí dejar de consumir alcohol. Hasta entonces había sido consumidor habitual de cerveza y vino, fundamentalmente en las comidas. Licores, pocos, salvo en ocasiones especiales. Me costó algo de esfuerzo, pero nada comparable a cuando en 2004 dejé de fumar.

Con la cerveza no he tenido problemas. Desde el primer momento empecé a consumir cerveza sin alcohol (en realidad, 0,0 que es la auténtica cerveza sin rastro de alcohol). Hay algunas cervezas tostadas con una textura y un sabor que tienen poco que envidiar (e incluso mejor) al de las cervezas convencionales que se encuentran normalmente en los supermercados. Si me hablan de las cervezas de pubs, artesanas y similares, entonces no hay color.

El vino es otra cosa. Hasta ahora en los supermercados a los que acudo habitualmente no había vinos cero/cero. Nada raro. Por fin, ayer encontré uno que, casualmente, es de la misma firma (Torres) de los vinos que consumía habitualmente. Compré una botella y esa misma noche me puse una copa.

No está mal, pero no es vino. Un vino sin alcohol es lo que es. Tampoco es un mosto, es mucho más, es un primo hermano de un vino que se ha desalcoholizado. Es el resultado de un proceso tecnológico que mantiene (hasta cierto punto) el carácter, los aromas y las texturas de un vino tradicional, del que se ha eliminado únicamente el alcohol.

¿Cómo se elabora un vino sin alcohol?

Impulsados por la demanda, en los últimos años se ha avanzado en la elaboración de estos vinos. Existen varios métodos para elaborar una bebida “sin”; el más obvio es elaborarlos directamente sin alcohol. Parece un engendro, pero, de hecho, algunas de las bebidas sucedáneas de ginebras, rones, güisquis, etc. se elaboran mediante infusión de aromas vegetales (ahora llamados pomposamente “botánicos”) en un líquido extractor no alcohólico, como el agua, al que se le confiere textura –el alcohol tiene textura– añadiéndole algo de glucosa, más o menos un gramo por cada 100 ml.

Para hacerte una idea, en una copa de gin-tonic usarás unos 30 ml de una bebida de este tipo, es decir 0,4 gramos de azúcar. Otra cosa es la tónica que añadas. El sabor amargo de la tónica da la impresión de que no tiene azúcar, pero nada más lejos de la realidad: al beber una lata de tónica (33 cc) nos estamos metiendo en el cuerpo 27 gramos de azúcar, teniendo en cuenta que según la OMS lo recomendable es consumir el 5% de la ingesta calórica diaria, es decir unos 25 gramos diarios.

Otra forma de quitar el alcohol empleada en el caso de algunas cervezas consiste en filtrar la bebida por una membrana de agujeritos microscópicos que separará líquidos –agua y alcohol– de sólidos (restos de malta y levadura). Los restos sólidos forman algo así como una pasta de cerveza deshidratada que, vuelta a mezclar con agua, se convierte en cerveza sin alcohol.

Para los vinos se usan otras soluciones basadas en provocar cambios de presión del jugo procedente de la fermentación alcohólica. Las bebidas alcohólicas están compuestas en un porcentaje muy alto de agua, que hierve y se evapora a 100 ºC, y por un porcentaje de alcohol (etanol), que también hierve y se evapora alrededor de los 75 ºC (el punto de ebullición exacto del alcohol etílico es de aproximadamente 78,37 °C). Esto significa que, a esta temperatura, las moléculas de alcohol adquieren suficiente energía para pasar al estado gaseoso.

Por lo tanto, calentando el jugo fermentado a 75 ºC quedaría libre de alcohol. El inconveniente es que a esta temperatura también se pierden muchas cualidades organolépticas, es decir, todas aquellas características físicas que pueden percibir los sentidos sin la ayuda de instrumentos de medición, como por ejemplo, sabor, textura, olor o color.

El truco para evitarlo es que, como los líquidos disminuyen su punto de ebullición a medida que baja la presión, calentando un líquido a menor presión se evapora el alcohol y se respetan sus cualidades organolépticas.

Otra técnica, la más sofisticada, consiste en hacer pasar dos veces la bebida alcohólica por un alambique de columna sometido a baja presión. Primero se separan los aromas, que se almacenan en un depósito. Después se evaporará el alcohol –que se desechará o se comercializará para otros fines– del agua, y esta se mezclará de nuevo con los aromas.

Así se desalcoholizan los mejores vinos sin alcohol. Hablemos ahora de las propiedades nutricionales. En cuanto a kilocalorías (kc) no hay color. Una copa de vino normal contiene 75 kc/100 ml. Una de vino sin alcohol contiene 20 kc, es decir casi cuatro veces menos. En cambio, este vino desalcoholizado tiene diez veces más carbohidratos: 3,8 g/100 ml que otro convencional 0,3 g.

Recordemos que el cuerpo descompone los carbohidratos en glucosa, lo que provoca un aumento de los niveles de azúcar en sangre. Pero pongamos las cosas en su justo contexto: una sola rebanada de pan blanco contiene una media de 13 gramos y otra de pan de trigo integral alrededor de 15 gramos, esto es, casi cuatro veces más que una copita de vino sin alcohol.

La mujer media necesita ingerir unas 2.000 calorías al día para mantener su peso y 1.500 calorías al día para perder medio kilo a la semana. Por su parte, el hombre medio necesita 2.500 calorías para mantenerse y 2.000 para perder medio kilo a la semana. 

Después de esta disertación cero/cero, no digo que desde ahora consuma vino sin alcohol todos los días, pero tiene su punto y es una alternativa más que aceptable. Quizá algún día brindemos todos con un vino desalcoholizado. Ahora bien, no es un producto comparable al vino con alcohol. O sea, que, si un invitado espera un vino, no le pongas uno desalcoholizado. Guárdalo para los “convencidos”.