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lunes, 30 de diciembre de 2024

VEHÍCULOS ELÉCTRICOS: POR QUÉ LAS BATERÍAS DE IONES DE LITIO NO FUNCIONAN BIEN CUANDO HACE MUCHO FRÍO


Acabo de adquirir un coche eléctrico. Antes de comprarlo, estuve investigando sobre algunas cuestiones relacionadas con el funcionamiento de unos vehículos más antiguos que los de combustión acerca de los cuales corren numerosos bulos fatalistas que he comentado en algunos artículos publicados en este mismo blog (12, 3, 4).

Una de las cuestiones que más me interesaron fueron las baterías, cuyo buen estado está garantizado durante ocho años por el fabricante del coche que he adquirido, un Volvo XE40 con el que estoy encantado. Cuento lo que he aprendido sobre las baterías y, sobre todo, por qué funcionan peor en frío, un problema que no me preocupa pero que debe afectar a quienes viven en climas con inviernos mucho más fríos que el nuestro.

Baterías recargables de iones de litio

Las baterías recargables de iones de litio son ideales para almacenar energía y alimentar dispositivos electrónicos, desde teléfonos hasta vehículos eléctricos. Sin embargo, en entornos muy fríos pueden resultar más difíciles de cargar.

El almacenamiento de energía electroquímica dentro de las baterías funciona almacenando electricidad en forma de iones. Los iones son átomos que tienen una carga distinta de cero porque o tienen demasiados electrones o no tienen suficientes.

Cuando enchufas tu coche eléctrico o tu teléfono, la electricidad que proporciona el enchufe a la red impulsa estos iones desde el electrodo positivo de la batería hasta el electrodo negativo. Los electrodos son materiales sólidos de una batería que pueden almacenar iones; todas las baterías tienen un electrodo positivo y uno negativo.

Los electrones pasan a través de la batería en forma de electricidad. Por cada electrón que pasa a un electrodo, un ion de litio, que funciona como un transportador también pasa al mismo electrodo (mira el video y el diagrama más abajo). Eso garantiza el equilibrio de cargas en la batería. Mientras conduces tu coche, los iones almacenados en el electrodo negativo vuelven al electrodo positivo y el flujo de electricidad resultante alimenta el motor.

Diagrama que muestra tres rectángulos que representan el cátodo, el ánodo y el electrolito (en el centro de este, una barra en gris representa el separador, una membrana semipermeable. Los pequeños círculos que representan los iones de litio se mueven hacia el ánodo para cargarse y hacia el cátodo para descargarse. Cuando una batería de iones de litio suministra energía a un dispositivo, los iones de litio (átomos que llevan una carga eléctrica) se mueven desde el electrodo negativo, el ánodo, hasta el electrodo positivo, el cátodo. Los iones se mueven en sentido inverso cuando se recargan. Laboratorio Nacional de Argonne, CC BY-NC-SA

Por qué las baterías son de litio

A diferencia de las baterías domésticas convencionales (AA o AAA), que pueden alimentar dispositivos electrónicos pequeños, las baterías de iones de litio recargables pueden funcionar durante miles de ciclos de carga y descarga completas. En cada ciclo, también pueden almacenar una cantidad de carga mucho mayor que una batería convencional.

El litio (del vocablo griego ‘piedrecita’), un elemento químico de símbolo Li, de masa atómica 6,9, cuya densidad es la mitad de la del agua, es el metal y el elemento sólido más ligero y blando. 

Como es el metal más ligero, tiene una gran capacidad específica, lo que significa que puede almacenar una gran cantidad de carga por peso. Por eso, las baterías de iones de litio son útiles no solo para dispositivos electrónicos portátiles, sino también para alimentar medios de transporte con un peso o volumen limitados, como los automóviles eléctricos.


Por qué el frío extremo afecta a las baterías de litio

El clima puede afectar el funcionamiento de las baterías cuando las temperaturas son gélidas. Las baterías contienen líquidos llamados electrolitos y, como las temperaturas frías hacen que los líquidos sean más viscosos y fluyan más lentamente, los electrolitos se vuelven más lentos y se espesan, lo que hace que los iones de litio en su interior se muevan más lentamente. 

Las moléculas de los fluidos se mueven más lentamente a temperaturas más frías: lo mismo sucede dentro de las baterías. 

Esta desaceleración puede impedir que los iones de litio se inserten correctamente en los electrodos. En cambio, pueden depositarse en la superficie del electrodo y formar litio metálico. Si se deposita demasiado litio en la superficie del electrodo durante la carga, se puede provocar un cortocircuito interno. Este proceso puede provocar un incendio en la batería.

Varios grupos de investigación están estudiando cómo fabricar baterías que funcionen de forma más eficiente en frío. Por ejemplo, se está estudiando la posibilidad de sustituir el electrolito habitual de las baterías por otro alternativo que no se espese a bajas temperaturas. Otra opción es calentar la batería antes de cargarla para que el proceso de carga se produzca a una temperatura más cálida.

Otros grupos también están investigando nuevos tipos de baterías con iones distintos al litio. Se investiga preferentemente con baterías que utilicen sodio en lugar de litio. Las baterías de iones de sodio podrían funcionar bien y costar menos, ya que el sodio es un recurso muy abundante en la naturaleza.


¿CUÁL ES LA ENFERMEDAD QUE HA CAUSADO LA MUERTE DE JIMMY CARTER?

 


El expresidente de Estados Unidos Jimmy Carter, ha muerto a los cien años de edad en su casa de Plains, Georgia, según ha comunicado su hijo. Hasta este domingo, 29 de diciembre, Carter ostentaba el honor de ser el expresidente de Estados Unidos vivo más longevo. La gravedad de la enfermedad que aquejaba a Carter era conocida, aunque hasta febrero de 2023 no había comenzado a recibir cuidados paliativos.

El 18 de febrero de 2023 se recibió por sorpresa el siguiente comunicado oficial sobre la salud de Jimmy Carter: “Después de una serie de breves hospitalizaciones, el expresidente de los Estados Unidos Jimmy Carter ha decidido que a partir de hoy pasará el resto de su tiempo en casa con su familia y recibirá cuidados paliativos en lugar de otro tipo de intervención médica […]”.

Los cuidados paliativos constituyen una atención médica integral orientada a mejorar la calidad de vida de los pacientes terminales. Su objetivo principal es aliviar el sufrimiento y proporcionar apoyo emocional tanto al paciente como a su familia.

Ninguna fuente oficial había revelado hasta entonces qué enfermedad provocó que Carter, a sus 98 años, esté recibiendo cuidados paliativos. Pero conviene tener muy presente el cáncer metastásico por el que fue tratado en 2015.

El 20 de agosto de aquel año, el propio exmandatario dijo que un melanoma le había metastatizado en cerebro e hígado. Había comenzado tratamiento de inmunoterapia con un medicamento llamado Pembrolizumab y estaba a punto de someterse a radioterapia.

Al parecer, el tratamiento tuvo tanto éxito que llegó a considerarse un “milagro”. El 6 de diciembre de ese mismo año se emitió un comunicado anunciando que los exámenes médicos ya no mostraban rastro de cáncer.

Lamentablemente, las células tumorales de un melanoma pueden entrar en estado latente y pasar inadvertidas. No es extraño que aparezcan nuevas metástasis después de diez o más años sin evidencia de enfermedad, lo que puede inducir a pensar que el paciente ha sanado.

Las células metastásicas, especies invasoras

El tratamiento del cáncer en fase diseminada o metastásica puede detener la progresión de la enfermedad mediante etapas de aparente remisión clínica completa. Sin embargo, no se puede hablar de curación.

Se puede establecer una analogía entre el comportamiento de las células metastásicas y las especies invasoras que amenazan con destruir un ecosistema, porque ambas tienen la capacidad de crecer y expandirse incontroladamente.

Las células metastásicas se multiplican sin control y se propagan por el torrente sanguíneo o el linfático, a través de los cuales invaden y dañan otros órganos y tejidos. De manera similar, las especies invasoras se propagan y se establecen en nuevos ecosistemas, desplazando a las especies nativas y alterando el equilibrio ecológico. Unas y otras son potencialmente capaces de causar un impacto devastador en el organismo o en el ecosistema en el que se implantan.

Algunas estrategias de inmunoterapia para el cáncer diseminado son semejantes al control biológico de las especies invasoras: implican la introducción de un depredador natural o un patógeno específico para reducir la población del invasor.
En el caso del sistema inmunitario humano, ese depredador natural son los linfocitos T (un tipo de glóbulos blancos), que pueden ser “educados” para destruir selectivamente las células tumorales. Esa fue precisamente la estrategia seguida con el tipo de inmunoterapia que, usando Pembrolizumab, consiguió frenar en 2015 el avance del melanoma metastásico del 39º presidente de Estados Unidos.

Así actúa la inmunoterapia contra el melanoma

Pero ¿cómo funciona el Pembrolizumab? Para evadir la respuesta inmunológica y evitar la eliminación por parte de los linfocitos T, las células tumorales a menudo utilizan el mecanismo PD-1/ PD-L1.

La proteína PD-L1 (acrónimo de muerte celular programada ligando 1, por sus siglas en inglés) se encuentra en la superficie de las células y puede interactuar con el receptor PD-1 (proteína de muerte celular programada 1) de los linfocitos T. Esto provoca que los linfocitos toleren las células que expresan PD-L1 en lugar de destruirlas.

Es un mecanismo que normalmente evita que los linfocitos T ataquen células sanas del propio organismo, pero también puede ser usado por las tumorales para burlar la inmunovigilancia. La inmunoterapia antimelanoma intenta bloquear la interacción entre PD-1 y PD-L1 para que así los linfocitos T puedan reconocer y atacar las células cancerosas. La administración de anticuerpos que se unen a PD-L1 o a PD-1 evita que ambas se unan entre sí.

De esa manera el Pembrolizumab ayuda a los linfocitos T a reconocer y atacar las células tumorales, lo que puede reducir la propagación del melanoma. Al conseguir prolongar y mejorar la calidad de vida de los pacientes, este enfoque terapéutico ha demostrado ser eficaz en muchos casos de melanoma metastásico.
Microambientes “fríos” y “calientes”

Pero la expresión de PD-L1 por parte de células tumorales del melanoma es solo una de las estrategias que usan sobre las proteínas de superficie cuando actúan como señales de “no me comas” para los linfocitos T. De ahí que el tratamiento con Pembrolizumab no sea suficiente.

Además, si aumenta la demanda para destruir células tumorales, los linfocitos T llegan a agotarse. Entonces, la eficacia de la inmunoterapia depende del grado de infiltración del tumor por estas células del sistema inmunológico, lo que se denomina “microambiente tumoral”.

Imagen histológica de un melanoma invasor con un microambiente tumoral ‘caliente’ rico en linfocitos T (diminutos círculos oscuros) y células melanocíticas malignas (cmm). National Cancer Institute
Un tumor con un microambiente tumoral “caliente” (rico en linfocitos T) responderá mejor a la inmunoterapia que otro con un microambiente “frío” (pobre en dichos glóbulos blancos). La radioterapia puede estimular la infiltración de linfocitos y favorecer un microambiente tumoral “caliente”. En definitiva, es un complemento de la inmunoterapia, razón por la cual Carter fue irradiado.

Aunque nunca se hizo oficial, la enfermedad por la que Jimmy Carter estaba recibiendo cuidados paliativos bien pudiera ser la reactivación de su melanoma metastásico. A pesar de los tratamientos, esta grave enfermedad tumoral siempre gana la batalla a largo plazo y termina con la vida del paciente. 

Ayer, 29 de diciembre de 2024, lo hemos comprobado.

Una versión de este artículo fue publicada en marzo de 2023 en colaboración con el doctor José Miguel Sanz Anquela en The Conversation.

domingo, 29 de diciembre de 2024

A LAS ABEJAS LES GUSTA EL CAFÉ

 

Una taza de café no sólo proporciona un subidón a las personas por la mañana. Las abejas también pueden desear un subidón. Los científicos han descubierto que algunas plantas como los cafetos (Coffea) utilizan la cafeína para manipular la memoria de las abejas. El néctar de sus flores contiene niveles bajos de cafeína que los polinizadores encuentran muy gratificantes.

Despertarse, irse a trabajar, buscar bebidas con cafeína, conseguir comida, compartirla con los demás, guardar las sobras para más tarde y así todos los días. Esta rutina seguro que te suena familiar, ¿no? Más de 3.500 millones de personas trabajadoras en todo el mundo siguen variaciones de esa rutina básica, así que los primero que te vendrá a la cabeza cuando leas el párrafo anterior será que estoy hablando de humanos.

Pero ¿y si te dijera que en realidad estoy resumiendo una jornada en la vida de una abeja? Resulta que los humanos y las abejas tenemos estilos de vida muy similares. Cuidan a su descendencia, trabajan juntas durante el día y buscan el refugio de la colmena por la noche. Lo que hasta ahora ha pasado desapercibido es que, como muchos humanos, las abejas son consumidoras de una sustancia psicoactiva: la cafeína.

Las sustancias psicoactivas se clasifican como cualquier droga que afecte al funcionamiento del cerebro, influyendo sobre el estado de ánimo, la conciencia o el comportamiento. Puede que pienses que nunca has consumido ese tipo de sustancias, pero desengáñate: la cafeína, la teína (del té), la teobromina (del cacao), el alcohol, la nicotina y ciertos analgésicos son sustancias psicoactivas. Las abejas no se toman una copita con sus amigas después de un largo día de trabajo ni toman ibuprofeno para el dolor de cabeza, pero parecen tener la misma afición que nosotros por la cafeína.

¿Beben café las abejas?

No, no intentarán posarse sobre tu taza para robarte tu café matutino. Las abejas obtienen su dosis de cafeína de su propia bebida energética: el néctar de las flores. Este néctar tiene mucha menos cafeína que nuestro típico expreso doble, pero buscarán las plantas que contienen cafeína y, después de probarlas por primera vez, seguirán buscándolas selectivamente más.

Varias especies de plantas, entre otras los cítricos y las plantas de café contienen cafeína, pero las abejas tienden a ser un poco exigentes. Así como a nosotros nos gusta que nuestro café esté perfectamente preparado a nuestro gusto, las abejas prefieren que la concentración de cafeína en el néctar en el que liban sea inferior a 1 milimol para que el sabor amargo propio de la cafeína quede enmascarado por la dulzura del néctar en sí.

La cafeína existe en las plantas como un elemento disuasorio natural para los herbívoros. Las plantas utilizan la concentración y la localización de la cafeína para disuadir a los herbívoros de comerlas y, al mismo tiempo, para animar a que las visiten los polinizadores para que realicen un trabajo que es imprescindible para su reproducción. En concentraciones altas, tan altas que incluso pueden resultar letales para los insectos, el sabor amargo hace que los animales dejen de consumir la planta. La mayor concentración de cafeína en las plantas se encuentra ligada a hojas y semillas. Afortunadamente para las abejas, el néctar y el polen tienen una concentración perfecta para que obtengan su “subidón” de cafeína.

¿Qué hace realmente la cafeína?

En los seres humanos, la cafeína es un estimulante conocido que aumenta la frecuencia cardíaca, la agudeza mental y la energía física, lo que es un efecto secundario muy bienvenido. Curiosamente, las abejas experimentan una reacción similar al consumir este metabolito vegetal. En la dosis adecuada, la cafeína mejora la retención de la memoria en las abejas e incluso las ayuda a aprender más rápido.

Parece extraño pensar que las abejas tienen memoria, pero la tienen. En 2004, se publicó en las Actas de la Academia Nacional de Ciencias un estudio que evaluaba la capacidad de recordar de las abejas. Las pruebas consistían en mostrar un patrón a una muestra de abejas y luego colocar este patrón a cierta distancia de un túnel llamado el "túnel de decisión".

Se colocaba un patrón incorrecto cerca del patrón correcto y las abejas tenían que decidir cuál se les mostraba primero. Este estudio demostró que las abejas no solo adivinaban cuál era el patrón correcto, sino que podían recordar lo que se les mostraba, por lo que la mayoría elegía continuamente el patrón correcto después de varios intentos.

Pero la cafeína no solo ayuda al cerebro de las abejas, que obtienen una ventaja adicional que no proporciona a los humanos. Se ha demostrado que la cafeína aumenta la expresión de genes de inmunidad en las abejas, lo que reduce las posibilidades de infección. Además, esta sustancia psicoactiva no daña la microbiota intestinal de las abejas, lo que podría ser catastrófico. En general, la cafeína aumenta las posibilidades de supervivencia de las abejas que luchan contra ciertas infecciones bacterianas o fúngicas. Por lo tanto, en la dosis adecuada, la cafeína es básicamente una medicina para las abejas. ¡Ojalá fuera lo mismo para nosotros!

No es ningún secreto que la cafeína es una sustancia adictiva. Muchas personas resultan ocasionalmente afectadas por “dolores de cabeza por abstinencia de cafeína”. No es de extrañar que la capacidad adictiva de esta droga también se extienda a las abejas. Una vez que descubren que una flor tiene este néctar energizante, recuerdan dónde está y continúan visitándola. Incluso comparten esta información con el resto de la colonia para que todas puedan cosechar los beneficios. Es una especie de círculo vicioso; la cafeína hace que las abejas recuerden para que puedan recordar dónde está la cafeína.

Cuando se trata del poder de la cafeína sobre las poblaciones humanas y de abejas, no hay duda de que mostramos respuestas muy similares a esa sustancia. Ambos la buscamos, nos hace sentir bien y, si tomamos demasiada, puede hacernos daño.

Las abejas tienen una gran responsabilidad: garantizar biodiversidad y con ella la prosperidad de todo nuestro planeta. Son el sustento de nuestra dieta, del aire que respiramos y del buen funcionamiento de ecosistemas enteros. No es de extrañar que necesiten un pequeño estímulo de vez en cuando. Así que, la próxima vez que una abeja parezca molestarte, recuerda que quizás aún no haya obtenido su dosis de cafeína.

sábado, 28 de diciembre de 2024

CAMELLOS BÍBLICOS

 Dedicado a Manuel González, estudioso de la Biblia.


Representación de la Adoración de los Magos en un sarcófago del siglo IV d. C. sustraida del cementerio de Santa Inés de Roma conservada en los museos vaticanos. Esta es, probablemente, la representación artística más antigua de los camellos relacionada con la Biblia.

Contradiciendo a la Biblia y la Torá, arqueólogos judíos de la Universidad de Tel Aviv han fechado el período durante el cual los camellos domesticados llegaron a Israel.

Los camellos se mencionan como animales de carga en las narraciones bíblicas de Abraham, José, Jacob y Esaú que conforman la llamada “Era de los Patriarcas” (2000-1500 a. C.). Pero los arqueólogos han demostrado que los camellos no fueron domesticados en tierras de Israel hasta muchos siglos después de ese tiempo fabuloso. Además de cuestionar la historicidad de la Biblia, este anacronismo es una prueba directa de que, como la Torá judía, ambos fueron compilados mucho después de los acontecimientos que describe.

«E hizo bien a Abram por causa de ella; y él tuvo ovejas, vacas, asnos, siervos, criadas, asnas y camellos».

Tomado del Génesis (12: 16), el párrafo precedente es, me parece, la cita bíblica más antigua de la presencia de camellos en las tierras del Israel bíblico. Dependiendo de la versión que se use, el camello se cita en la Biblia unas sesenta veces, la mayoría de ellas en el Antiguo Testamento. Hasta donde yo sé, en el Nuevo Testamento se citan (metafóricamente) dos veces. Una (Mateo 18: 24; Marcos 10: 25; Lucas 18:25) para señalar la imposibilidad de algunas cosas:

«Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el reino de Dios».

Mateo (23: 24) también los usa para resaltar la hipocresía de los fariseos:

«¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y tragáis el camello!».

El término hebreo que se emplea en las Sagradas Escrituras para referirse al camello es gamal. En arameo es gamala, en griego kámelos y en latín camelus, de donde pasó a las lenguas occidentales europeas.

Aunque en la Biblia se habla tanto de camellos como de dromedarios (Isaías 60: 6), en realidad, son estos últimos (Camelus dromedarius), unos camélidos originarios de las cálidas tierras de la península arábiga, los que se citan casi exclusivamente en ella. El verdadero camello de dos jorobas (Camelus bactrianus) es propio de ambientes mucho más fríos del Asia Central. Ambas especies han sido muy utilizadas por el hombre como animales de carga y silla desde la más remota antigüedad.

Los dromedarios bíblicos

En la Biblia se sitúa al camello en el tiempo de los antiguos patriarcas hebreos como Abraham y Jacob (Génesis 12: 16; 30: 43). Rebeca fue transportada a lomos de un camello cuando fue al encuentro de Isaac (Génesis 24: 64). Los ismaelitas que se llevaron a José a Egipto también los usaban como animales de carga en sus desplazamientos (Génesis 37:25).

Esto significa que, según la legendaria historia bíblica, los dromedarios ya habían sido domesticados por el hombre en el segundo milenio a. C. No obstante, como la arqueología no suele aceptar los datos bíblicos como ciertos hasta que no se confirman mediante alguna prueba ajena a la Biblia, ciertos descubrimientos realizados en Arava, al sur del Mar Muerto, ponen en duda la antigüedad que les atribuye el Antiguo Testamento.

Después de estudiar y datar mediante radiocarbono restos de huesos de camellos encontrados junto a antiguas minas de cobre, dos investigadores israelitas han llegado a la conclusión de que esos huesos datan de finales del siglo X a. C. Es decir, datan de un milenio después de la época de Abraham.

Los dromedarios de las minas de cobre del Levante Sur

El Levante Sur es una región geográfica que corresponde aproximadamente a las actuales Palestina, Israel y Jordania; algunas definiciones también incluyen el sur del Líbano, el sur de Siria y/o la península del Sinaí. Como descripción estrictamente geográfica, a veces es utilizada por arqueólogos e historiadores para evitar las connotaciones religiosas y políticas de otros nombres usados para esta zona.

A: imagen satelital del Levante Sur. B-C: mapas que muestran la extensión del Levante Sur basados en características geográficas (B) y en fronteras políticas modernas (C). 

Al facilitó el comercio a través de los vastos desiertos de Arabia impulsando tanto la economía como las costumbres sociales, la introducción del dromedario como animal de carga en el Levante Sur debió de ser un hito de primera magnitud en la historia de la región, especialmente notable en las actividades económicas que exigían el transporte desde los alejados centros de producción a los de consumo. 

Situados entre los desiertos de Arabia y las tierras colonizadas de la región mediterránea, los centros de producción y comercio de cobre del valle de Arava, cuya explotación exigía el transporte de grandes cantidades de cobre, constituyen unos excelentes indicadores del momento de la introducción de camellos domésticos como animales de carga en todo el Levante Sur.

Los arqueólogos habían establecido que los camellos fueron probablemente domesticados en la península Arábiga para utilizarlo como animales de carga en algún momento hacia finales del segundo milenio a. C. En Levante Sur, los huesos de camellos domesticados más antiguos conocidos proceden del valle de Arava, que se extiende a lo largo de la frontera entre Israel y Jordania desde el mar Muerto hasta el mar Rojo y fue un antiguo centro de producción de cobre.

En una excavación realizada en un campamento de fundición de cobre situado en el valle de Arava se encontraron los huesos de camellos domesticados entre los siglos XI y IX a. C. Para determinar exactamente cuándo aparecieron esos camellos domesticados en el Levante Sur, los arqueólogos utilizaron la datación por radiocarbono y otras técnicas gracias las cuales descubrieron que los huesos de camello yacían casi exclusivamente en capas arqueológicas que datan del último tercio del siglo X a. C. o más tarde, siglos después de que vivieran los patriarcas y décadas después del Reino de David, según la Biblia.

Los escasos huesos de camello encontrados en capas arqueológicas anteriores probablemente pertenecían a camellos salvajes, que los arqueólogos creen que estaban en el Levante Sur desde el Neolítico o incluso antes. Cabe destacar que todos los yacimientos activos en el siglo IX en el valle de Arava tenían huesos de camello, que faltaban por completo en los yacimientos activos más antiguos.

La aparición de camellos domesticados en el valle de Arava parece coincidir con cambios drásticos en la explotación minera local del cobre. Muchas de las minas y fundiciones fueron cerradas; las que permanecieron activas comenzaron a utilizar una mano de obra más centralizada y una tecnología más sofisticada, según las pruebas arqueológicas. 

Los investigadores afirman que los antiguos egipcios pudieron haber impuesto estos cambios: trajeron consigo camellos domesticados después de conquistar lel territorio en una campaña militar dirigida por el faraón Shoshenq I citada tanto en fuentes bíblicas como egipcias, habida cuenta de que en ella los soldados egipcios arrasaron el templo de Salomón y saquearon todos sus tesoros.

Desde Arava hasta la India

El origen del camello doméstico probablemente se encuentra en la península Arábiga, que bordea el valle de Arava y habría sido un punto de entrada lógico para los camellos domésticos hacia el Levante Sur. Según los investigadores, la llegada de camellos domesticados promovió el comercio entre Israel y lugares exóticos a los que antes no se podía llegar; los camellos pueden viajar distancias mucho mayores que los burros y las mulas que los precedieron.

Hacia el siglo VII a. C., rutas comerciales como la Ruta del Incienso se extendían desde África a través de Israel hasta la India. Los dromedarios abrieron a Israel al mundo más allá de los vastos desiertos, alterando profundamente su historia económica y social, dejando tras de sí unos restos óseos que denuncian por enésima vez los desajustes entre los textos bíblicos y la historia real.

EL RELOJ FLORAL DE LINNEO

 


El reloj floral era un plan de jardín hipotetizado que diseñó el botánico sueco Carl Linneo en el siglo XVIII. Linneo, considerado el padre de la taxonomía moderna, aprovechando varias plantas que abren o cierran sus flores en momentos particulares del día para indicar con precisión la hora, lo diseñó para observar y predecir la floración de las plantas.

¿Quién era Linneo y en qué consiste su sistema?

Carlos Linneo, al que Jean-Jaques Rousseau llamó “Príncipe de los botánicos” cosechó fama y prestigio en sus setenta años de vida. Nacido en Suecia en 1707, realizó muy joven su primera expedición científica a Laponia. Aunque su formación era médica, supo compaginar zoología, botánica, medicina y farmacia. Gracias a su conocimiento enciclopédico, elaboró un sistema de clasificación que unificó los criterios de descripción, lo que le valió para ser considerado el padre de la taxonomía moderna.

Como buen botánico, Linneo viajaba habitualmente para recoger y estudiar especímenes vegetales, lo que sirvió para reflexionar sobre un problema que se encontraba cuando debatía con colegas de profesión. Dependiendo del idioma, incluso de la región del país en que se encontrara, la misma planta se llamaba de diferentes formas, lo que hacía extremadamente difícil clasificar, registrar e incluso contrastar información.

En 1731, Linneo desarrolló un sistema de nomenclatura en latín basado en la utilización de un primer término escrito en letras mayúsculas, indicativa del género, y una segunda parte correspondiente al nombre específico de la especie descrita, en letra minúscula. Por otro lado, agrupó los géneros en familias, las familias en clases, las clases en tipos y los tipos en reinos.

A él le debemos poder identificar a una especie inequívocamente, pues gracias a su sistema no puede haber dos plantas o animales diferentes con el mismo nombre, evitando la pluralidad de sustantivos comunes con el que se la pueda conocer según en qué lugar del mundo nos encontremos. Esas fueron las bases de la actual taxonomía.

Muchos biólogos consideran que fue Linneo quien se planteó por primera vez el origen del hombre. Colocó a los humanos dentro del mismo sistema de clasificación biológica que utilizaba para el resto de los animales o vegetales. Tras estudiar varias especies de monos, en su obra más celebrada, el Systema naturae (1735), escribió que pertenecían en su clasificación a la misma familia; los primates.

Esquema muy simplificado del árbol de la vida basado en la clasificación de Linneo

Subrayó que hombres y monos compartían la misma anatomía y diferían en la capacidad de hablar. A los hombres los incluyó en la especie Homo sapiens, que colocó con el resto de los primates en una clase a la que llamó Antropomorpha (de forma humana). Esta afirmación le puso en el disparadero de la iglesia, que no estaba dispuesta a aceptar tal comparación pues hacerlo sería, en base a que los hombres fueron creados a imagen y semejanza de Dios, equiparar a monos y hombres con el Creador.

El sueño de las plantas

En el siglo I Plinio el Viejo había observado cómo el tamarindo habría y cerraba sus hojas siempre a la misma hora del día. En 1729, Jean Jacques d’Ortous de Mairan realizó el primer experimento cronobiológico de la historia, registrando la espontánea y precisa apertura diaria de la mimosa púdica, aunque estuviese encerrada en un cuarto donde no llegaba a luz del sol. En su libro El poder del movimiento en las plantas Darwin argumentó en 1880 que cada planta genera su propio ritmo diario, y ya en el siglo XX Erwin Bunning describió los ritmos circadianos de las plantas.

Mucho antes de esto Linneo, en su Philosophia botanica (1751), tras observar cómo ciertas plantas clasificadas como “aequinoctales” se abrían y cerraban siempre a la misma hora particular del día, y que esas horas variaban de una especie a otra, afirmó que se podía deducir la hora aproximada en función de qué especies abrían sus flores. Dispuestas en secuencia, este registro constituyó lo que llamó horologium florae, o reloj floral:

Funcionamiento del reloj floral

El reloj floral es un sistema que se basa en la observación de la floración de las plantas en relación con el tiempo del día y la estación del año. Linneo identificó una serie de plantas que florecen en determinados momentos del día y la estación del año y las utilizó como "indicadoras" para crear su reloj.

El reloj se divide en doce secciones, cada una correspondiente a una hora del día. Cada sección se asocia con una planta específica que florece en ese momento del día. De esta manera, el reloj floral permite a los observadores determinar la hora del día con base en la floración de las plantas.

En el lado izquierdo, empezando a las seis, se encuentran las plantas que se abren por la mañana. Algunas de estas son:

5 y 6h: calabaza, amapola, achicoria.

6 y 7h: crepis rubra, enredadera.

7 y 8h: lirio de la hierba, nenúfar, tusílago, alquimia, hipérico.

8 y 9h: anagalis, calta palustre, centaurea.

9 y 10h: betónica silvestre, margarita, caléndula.

10 y 11h: anémona de tierra, vinagrera, espergularia.

11 y 12h: tigridia, cerraja, aizoácea.

En la mitad derecha de la esfera, comenzando a las doce, se encuentran las plantas que se cierran pasado el mediodía:

12 y 13h: caléndula, petrorhagia.

13 y 14h: anagalis, hieracium.

14 y 15h: achicoria, diente de león, calabaza.

15 y 16h: lirio de hierba, tusílago, hieracium rojo.

16 y 17h: dondiego de noche, vinagrera, nenúfar.

17 y 18h: amapola.

Utilidad del reloj floral:

Más allá de su limitada utilidad como marcador del tiempo, el reloj sirve al menos para tres funciones:

1. Estudiar la fenología de las plantas: El reloj floral permite a los investigadores estudiar la fenología de las plantas, es decir, el estudio de sus patrones de crecimiento y desarrollo en relación con el tiempo y el entorno.

2. Predecir la floración: El reloj puede utilizarse para predecir la floración de las plantas, lo que es importante para la agricultura y la horticultura.

3. Estudiar la relación entre las plantas y el entorno: El reloj floral permite a los investigadores estudiar la relación entre las plantas y el entorno, lo que es importante para entender la ecología de las plantas.

Hay que tener en cuenta que, dependiendo de la latitud en que nos encontremos, algunas de estas plantas no se darán, pero podrán ser sustituidas por otras entre las más de doscientas noventa y ocho mil especies de plantas con semillas conocidas.

No es mi intención que los lectores cultiven un jardín botánico en sus casas (o sí, por qué no), pero tal vez en estos tiempos de urgencia, de citas y obligaciones cronometradas, puedan encontrar un momento para la simple observación entre la flora que les rodea.

Quizá puedan tomarse un ratito, ahora que incluso las manecillas del reloj mecánico comienzan a ser algo arcaico, sepultadas por lo electrónico y digital, para reflexionar y admirarse por la inventiva de aquellos que hace siglos, careciendo de medios, se servían del tiempo para volcarse en el estudio y fijaban la vista para admirarse de su entorno.

viernes, 27 de diciembre de 2024

BREVE HISTORIA DE LA ESTRELLA DE BELÉN

 

Representación de la Adoración de los Magos en un sarcófago del siglo IV procedente del cementerio de Santa Inés de Roma, conservado actualmente en los museos vaticanos.

El Nuevo Testamento proporciona pocos detalles del nacimiento de Cristo. De los cuatro evangelios, solo el de Lucas presenta al niño envuelto en pañales en el pesebre rodeado por María, José, los pastores y los ángeles celestiales. 

El relato de la Natividad que conocemos hoy en día surgió en el siglo VII cuando apareció lo que se creía que era un Evangelio desconocido de Mateo. El texto fue refutado más tarde como apócrifo y es conocido desde entonces como el “pseudo-Mateo”

Antes de que el pseudo-Mateo proporcionara una narrativa más rica, el arte religioso centrado en el nacimiento de Jesús se basaba en los pocos detalles proporcionados por los Evangelios bíblicos y en la creatividad de los artistas. Una de las representaciones más antiguas conocidas de la Adoración de los Magos es una pintura mural de finales del siglo III o principios del IV en las catacumbas de Priscila en Roma

Considerada la más antigua del mundo, la imagen ha sido datada a principios del siglo III (230-240). El cuadro representa a la Virgen con el Niño y a un profeta señalando una estrella sobre la cabeza de la Virgen. Este personaje suele identificarse con el profeta Balaam del Antiguo Testamento, quien predijo la venida de Cristo.


Otro ejemplo temprano de la Epifanía aparece en el sarcófago de mármol del siglo IV procedente del cementerio de Santa Inés de Roma. En esa representación, que encabeza este artículo, tres camellos se unen a los Reyes Magos, que navegan a la luz de una estrella situada inmediatamente sobre María y Jesús.

En el siglo V, las representaciones elaboradas del tributo de los Reyes Magos habían sustituido a estas escenas relativamente modestas. Un mosaico terminado alrededor del año 435 en la basílica de Santa María la Mayor de Roma, por ejemplo, muestra al niño Jesús sentado en un trono adornado con joyas, flanqueado por su madre, una mujer misteriosa y un grupo de ángeles. Los tres Reyes Magos ocupan un lugar destacado, pero no aparecen ni pastores ni animales.
Mosaico de la basílica de Santa María la Mayor. Roma

Lo que tienen en común esas representaciones, como otras muchas, es la presencia de una estrella situada sobre la cabeza de los protagonistas. Es conocida como la “Estrella de Belén”, y su papel, según una leyenda apócrifa, fue moverse para guiar a los iluminados hasta el lugar donde había nacido el Niño Dios. 

Descartada la idea de que una estrella se mueva por el cielo para conducir a nadie hasta un lugar determinado, cabe preguntarse qué pudo mover a todos los artistas antiguos a representarla presidiendo sus recreaciones del portal de Belén. Dicho de otra forma: ¿existió realmente esa estrella o, lo que parece más lógico, se estaba representando algún acontecimiento astronómico tan significativo que quedó grabado para siempre en la mente de los antiguos?

Hay al menos dos problemas relacionados con la asociación de un acontecimiento determinado con el relato evangélico. El primero es que quienes se ocupan de esas cosas, que no son pocos, no se ponen de acuerdo sobre la fecha exacta del nacimiento de Jesús. Dependiendo de la fuente, siempre muy sesuda, la fecha puede diferir hasta seis años. 

El segundo es que los acontecimientos astronómicos predecibles ocurren con relativa frecuencia. Descubrir qué acontecimiento, si es que hubo alguno, podría haber tenido en su cabeza quien quiera que fuese Mateo es muy complicado.

En 2020 se produjo una visible conjunción planetaria que se repite cada veinte años, cuando dos gigantes del sistema solar, Júpiter y Saturno, se acercan poco a poco hasta que se reúnen (aparentemente), como ocurrió la noche del lunes, 21 de diciembre de ese año.
Domingo 13 de diciembre. Saturno, arriba y Júpiter abajo, se ven después del atardecer en el Parque Nacional Shenandoah, Virginia. Los dos planetas se acercan uno al otro en el cielo mientras se dirigen hacia su "Gran Conjunción" el 21 de diciembre. Créditos: NASA / Bill Ingalls.

Algunos creyeron ver en esa conjunción planetaria la Estrella de Belén, pero la cosa no es tan sencilla. Hagamos un poco de historia y otro poco de astronomía. Para entender lo que ocurrió en el espacio exterior a más de mil millones de kilómetros de la Tierra (recuérdese que la Luna está tan sólo a 368.000 km de nosotros) imagine el sistema solar como una pista de atletismo con dos carriles y que cada uno de los dos planetas es un atleta que corre por su propio carril, mientras que la Tierra ocupa el centro del estadio.

Cuando en diciembre de 2020 se miraba hacia el cielo, se podía ver a Júpiter en el carril interior, acercándose a Saturno hasta acabar por adelantarlo el 21 de diciembre. Aunque ambos estén separados por 613 millones de km, para un observador terráqueo los dos gigantes gaseosos parecían muy juntos. El 21 de diciembre aparecían tan próximos que, con el brazo extendido, nuestro dedo meñique podía ocultarlos.

Como estaba ocurriendo en 2020, en 1623 Júpiter y Saturno viajaban juntos por el cielo. Júpiter alcanzó y rebasó a Saturno en un acontecimiento astronómico conocido desde entonces como la "Gran Conjunción", un hecho que, lejos de ser excepcional, se repite regularmente una vez cada veinte años.

El factor que, en 2020, puso ese fenómeno en el centro de atención es que ocurrió en el solsticio de invierno, justo antes de Navidad, lo que llevó a especular si este podría ser el mismo evento astronómico que, según la Biblia, condujo a los Reyes Magos hasta el portal de Belén.

Para desdicha de los que creen ver la Estrella de Belén en esa conjunción, no hay tal. Las conjunciones de este tipo pueden ocurrir en cualquier día del año, dependiendo de dónde estén los planetas en sus órbitas, porque la fecha de la conjunción está determinada por las posiciones de Júpiter, Saturno y la Tierra en sus trayectorias alrededor del Sol, mientras que la fecha del solsticio está determinada por la inclinación del eje de la Tierra.



La hipótesis de que la conjunción de Júpiter y Saturno pudiera ser la Estrella de Belén no era nueva. Fue propuesta a principios del siglo XVII por Johannes Kepler, quien argumentó que esta misma conjunción planetaria alrededor del año 6 a. C. podría haber servido de inspiración para la historia de la estrella del pseudo-Mateo.

Kepler no fue el primero en sugerir que la Estrella de Belén pudo haber sido un fenómeno astronómico. Cuatrocientos años antes de Kepler, entre 1303 y 1305, el italiano Giotto pintó la estrella como un cometa en las paredes de la Capilla Scrovegni en Padua

Algunos investigadores han sugerido que Giotto elaboró su fresco como un homenaje al cometa Halley, que fue visible en 1301, en uno de sus vuelos regulares. Los astrónomos han calculado que el cometa pasó por la Tierra alrededor del año 12 a. C., entre cinco y diez años antes de que la mayoría de los académicos cristianos dicen que nació Jesús. Es posible que Giotto pensara que el autor del pseudo-Mateo estaba haciendo referencia al cometa Halley en su relato sobre la estrella.

La Adoración de los magos, de Giotto, que muestra el cometa Halley. Capilla Scrovegni, Padua, Italia. DEA / A. Dagli Orti / De Agostini.


Pero los intentos de descubrir la identidad de la estrella de Mateo, por creativos que sean, van en la dirección equivocada. La descripción que hace el pseudo-Mateo de su estrella no hace de ella un fenómeno natural. El autor dice que los magos llegan a Jerusalén «desde el este». A continuación, la estrella los lleva a Belén, al sur de Jerusalén.

De haber sido así, la estrella hizo un imposible giro brusco hacia el sur, porque cualquier estudiante de Física está en condiciones de demostrar que los movimientos de la estrella están fuera de lo que es físicamente posible para cualquier objeto astronómico.

En resumen, no parece haber nada "normal" o "natural" en el fenómeno que se describe en el pseudo-Mateo. Quizás lo que el supuesto Mateo estaba tratando de escribir era algo diferente. Su relato se basa en un conjunto de tradiciones en las que las estrellas están estrechamente ligadas a los gobernantes. Cuando aparece una estrella significa que un gobernante ha llegado al poder.

Uno de los ejemplos más conocidos de esta tradición desde la antigüedad es el llamado Sidus Iulium o Estrella Juliana, un cometa que apareció unos meses después del asesinato de Julio César en el 44 a. C. Los historiadores romanos Suetonio y Plinio el Viejo cuentan que el cometa era tan brillante que podía verse a última hora de la tarde, lo que muchos romanos interpretaron como una prueba celestial de que Julio César se había convertido en un dios.

El objetivo del autor del pseudo-Mateo al contar su historia era teológico. Su relato de la estrella no tenía la intención de convertirse en información astronómica precisa al estilo de Nostradamus o del del calendario maya, sino para subrayar su posición acerca del carácter sobrehumano de Jesús.

Por tanto, la conjunción que tuvimos oportunidad de ver en 2020 y volverá a repetirse en 2040 no fue un regreso de la Estrella de Belén, aunque, fuera quien fuese, el pseudo-Mateo probablemente estaría muy satisfecho del asombro que sigue inspirando en aquellos que pican cualquier anzuelo que se les ponga por delante.

jueves, 26 de diciembre de 2024

¿LAS MUJERES TRANS SON “BIOLÓGICAMENTE MASCULINAS”?

Sorprendentemente, el sintagma “sexo biológico” está de moda en el Congreso de Estados Unidos. 

Las elecciones de medio mandato han traído una novedad al Congreso estadounidense: por primera vez, una representante será una mujer transgénero. Eso ha sacado a flote una vieja discusión de: ¿el sexo es o no es binario?


La congresista Nancy Mace (representante republicana por Carolina del Sur, un estado profundamente conservador) aparece en un video añadiendo un papel con la palabra “biológica” al rótulo de un baño para mujeres del Capitolio. Lo hizo después de que Mace presentara dos proyectos de ley para limitar el uso de las instalaciones para mujeres (primero en el Capitolio y luego en todas las instalaciones federales) a miembros del “sexo biológico” correspondiente.

El proyecto de ley de Mace afirma que la presencia de “varones biológicos” en «baños, vestuarios y zonas para cambiarse diseñados para mujeres pone en peligro la seguridad y la dignidad” de los miembros y empleados “femeninos” de la Cámara de Representantes».

Como dejó claro su correligionaria Marjorie Taylor Greene (congresista republicana por Georgia), lo que mueve la iniciativa de Mace obedece a una sola circunstancia: Sarah McBride, congresista demócrata electa por Delaware, la primera persona transgénero elegida para el Congreso, es un «hombre biológico»

¿Pero lo es realmente?

Ni Mace ni Greene ofrecieron pruebas de que McBride sea varón. De hecho, los opositores a los derechos de las personas transgénero en Estados Unidos no están de acuerdo sobre lo que quieren decir con “sexo biológico”. En eso coinciden con la mayoría de los científicos

Los debates sobre los derechos de las personas transgénero suelen girar en torno a una pregunta central sobre sus cuerpos: ¿una mujer transgénero que ha transformado clínicamente su cuerpo sigue siendo un “hombre” o ha cambiado su sexo biológico? La respuesta es complicada.

Breve historia del cambio de sexo

En la era moderna, el concepto científico de transgénero –que surge de la diferencia percibida o sentida entre el sexo psicológico de una persona y su sexo biológico– se remonta al menos a fines del siglo XIX. En esa época, la propia definición de sexo estaba cambiando.

Durante siglos, el sexo se determinaba mediante una simple inspección visual de la anatomía que sirviera para responder a una simple pregunta: ¿la persona en cuestión tiene pene o vulva? Pero en la década de 1870, los avances científicos en la disección y el estudio de las condiciones intersexuales llevaron a algunos investigadores a proponer una nueva definición del sexo biológico basada en las gónadas (es decir, en la anatomía reproductiva interna; testículos u ovarios) en lugar de tener en cuenta los genitales externos.

Herculine Barbin fue un ejemplo de ese cambio. Registrada como mujer al nacer en la Francia del siglo XIX, fue criada como una niña. En su adolescencia, un médico descubrió que tenía testículos ocultos junto a su canal vaginal. Basándose en esta anatomía interna, un tribunal dictaminó que el sexo de Barbin debía reasignarse a masculino. Su "verdadero sexo", resolvió el tribunal, era el “gonadal”.

Cuando la medicina transgénero surgió como objeto de investigación en las décadas de 1920 y 1930, la visión gonadal del sexo era la que imperaba. Las investigaciones de Eugen Steinach, un científico austríaco, demostraron que el sexo de un conejillo de Indias podía modificarse quitándole las gónadas y reemplazándolas por las gónadas del sexo opuesto.

Los defensores de los derechos transgénero, como el médico alemán Magnus Hirschfeld, se dieron cuenta de que el sexo humano funcionaba como el de los conejillos de indias de Steinach. Si las características inducidas por las hormonas que muchas personas consideran “masculinas” y “femeninas” (como el vello facial, el crecimiento de los senos, la prominencia visible de la nuez de Adán o el tono de voz) están determinadas en gran medida por las gónadas, una persona podría cambiar de sexo cambiando las gónadas. Por lo tanto, a partir de ese momento las cirugías más comunes para las mujeres trans consistieron en orquiectomías (extirpación de los testículos).

La revolución sexual

En las décadas de 1960 y 1970 —la era de la segunda ola del feminismo y la revolución sexual— el debate sobre el sexo biológico era más confuso que nunca. En el atletismo de competición se pasó de las inspecciones genitales a la prueba corporal de Barr, que determina el sexo en función de los cromosomas. Pero al mismo tiempo, con los avances en cirugía plástica, los principales cirujanos especializados en medicina transgénero creyeron que podían cambiar el sexo de una mujer trans transformando su pene en una vagina.

Como ejemplo de la complejidad de esta época, cuando Renee Richards, una jugadora de tenis transgénero, que se vio obligada a someterse a una prueba cromosómica para clasificarse para el Open de Estados Unidos de 1976, impugnó esa política por considerarla discriminatoria. El Tribunal Supremo de Nueva York estuvo de acuerdo y el juez dictaminó que hay «evidencia médica abrumadora de que ahora [Richards] es mujer».


¿Cómo había cambiado de sexo? La respuesta, según dijo, era ginecológica: «Que un ginecólogo me examine —propuso en una entrevista televisiva en 1976— y tendrá cumplida respuesta a si soy un hombre o una mujer?»

A finales de la década de 1970, las definiciones de sexo biológico eran tan discutidas que incluso Janice Raymond, la teórica antitransgénero más influyente del siglo XX, afirmó que los científicos entendían que había al menos seis tipos diferentes de sexo: cromosómico, anatómico, gonadal, hormonal, legal y psicológico.

Para Raymond, una feminista lesbiana comprometida que creía que incluso las mujeres transgénero sin testículos ni pene seguían siendo una amenaza para los espacios reservados para mujeres, era en última instancia su socialización como niños y como hombres jóvenes lo que determinaba que las mujeres transgénero fueran “hombres”, sin que el argumento biológico sirviera en absoluto.

Pánico en el baño

En respuesta al proyecto de ley de Mace, la representante demócrata Alexandria Ocasio-Cortez preguntó si las mujeres tendrán que «bajarse los pantalones» y dejar que un funcionario «inspeccione sus genitales» para poder usar los baños del Capitolio. Su comentario pretendía ser provocativo, pero lo cierto es que no hay manera de que ningún funcionario de la Cámara haga cumplir una regla sobre el sexo biológico cuando no existe una definición aceptada del término.

Por eso, los colegas republicanos de Mace están impulsando una definición estricta del sexo. Algunos legisladores quieren reescribir la ley federal para que declare que el sexo son las «estructuras corporales (fenotipos) que, en el desarrollo normal, corresponden a la producción de espermatozoides para los hombres y de óvulos para las mujeres».

Si esa frase parece extraña, tal vez sea porque la mayoría de los estadounidenses entienden que “masculino” y “femenino” se definen por el “sexo asignado al nacer”, lo que comúnmente se asigna a través de la inspección genital, no en base a la capacidad interna oculta de producir óvulos o espermatozoides.

Entonces, ¿por qué los republicanos pretenden reescribir el término “sexo” en una ley federal para referirse a la producción de gametos, en lugar de mantener nociones familiares de sexo que han perdurado durante siglos, como los genitales o las gónadas?

Por una vez, la respuesta no es complicada: la definición de “sexo” en términos de gametos garantizará que las mujeres transgénero siempre sean clasificadas como “hombres” sin importar cuánto cambien sus cuerpos. Los proyectos de ley federales que definen el sexo imponiendo que una mujer sea alguien «que naturalmente tiene, tuvo, tendrá o tendría la capacidad reproductiva de producir óvulos», es algo que una mujer transgénero nunca podrá cumplir.

Pero ¿qué tienen que ver los espermatozoides y los óvulos con el uso del baño? Durante la mayor parte de la historia moderna, científicos, médicos y jueces han estado de acuerdo en que los seres humanos pueden cambiar de sexo, pero no se han puesto de acuerdo sobre cómo lograrlo. 

Cambiar la definición ahora es invitar a un mayor escrutinio gubernamental de los historiales médicos privados de todas las mujeres. Queda por ver si la mayoría de los estadounidenses estarán de acuerdo con esa nueva definición.

lunes, 23 de diciembre de 2024

BREVE HISTORIA DEL AUTÁRQUICO PERO SIMPÁTICO BISCUTER

 


En 1953 hubo dos nacimientos que recuerdo perfectamente. Uno fue el mío, en mayo de ese año. Justamente un mes después fue presentado en sociedad otro neonato: el Biscuter.

Mientras yo sigo aquí mal que bien, el Biscuter pasó a mejor vida cuatro años después dejando tras de sí dudas más que razonables sobre qué cosa era aquello, si carne o pescado, si coche o motocicleta. Sólo si se conoce el contexto inverosímil de la postguerra puede entenderse una aventura tan atrevida como la de aquel entrañable cacharro.

De la Velosolex al Biscuter

El español de a pie se empezó a motorizar con el VeloSolex de Orbea, un artefacto de 27 kilos, hibrido de moto y pesada bicicleta negra con adornos de purpurina dorada, provisto de una especie de motorcito fuera borda y de tan escasas pretensiones que obligaba a pedalear desaforadamente cuesta arriba. 

Junto a sus émulos, la Mobilette y el sevillano Velomosquito 511, el velocípedo de Orbea, que de alguna forma hay que llamarlo, fue el alivio vehicular de carteros, veterinarios, practicantes y curas rurales. Luego fueron apareciendo motocicletas más bravas, como las motos Guzzi, Isomoto, Lube, Ossa, Bultaco y Montesa, las admiradas Sanglas de la Guardia Civil, versión catalana de las BMW alemanas hibridadas con las DKW británicas o las modernísimas Vespa (con cuya importación se forró el marqués Villaverde) y Lambretta, ambas adoptadas por urbanitas solteros o con familia añadiendo, en este caso, un sidecar con aspecto de supositorio. 


La canción de Manolo Díaz que popularizaron Los Bravos y Los Pasos en la que se reclamaba una motocicleta «para poder llegar a cualquier lugar» preludiaba las horribles tabarras de Yamahas, Kawasakis y Harleys que nos reservaba el futuro, donde la moto, más que un vehículo que apenas cabía entre las piernas (como dicen que le ocurría a Nacho Vidal y le ocurre a Jordi ENP), estaba llamada a ser un instrumento de percusión que condujo, al menos en Andalucía, a la definición del motorista como “un hijoputa montado en un ruido”.

La moto trajo además dos derivados de primer orden: el motocarro y el Biscuter. Sobre el primero está casi todo dicho en la película Plácido de Berlanga y Rafael Azcona, rodada en Manresa justamente al comenzar la década de los 60. Tampoco conviene olvidar el carrito motorizado para inválidos (que abundaban en la España de la postguerra por razones obvias), inmortalizado en El cochecito de Ferreri y Azcona.

En cuanto al Biscuter, pocas epopeyas podrán encontrarse tan celtibéricas y reveladoras de las conflictivas relaciones del español sujeto a la autarquía con la modernidad libremercadista. Conociendo en qué consistía aquel peculiar artefacto se entiende mucho mejor la pasión por el 600 y la admiración y asombro ilimitados que producían los ostentosos “haigas” y los mercedes que lucían estraperlistas, toreros, militares americanos y asimilados por las calles españolas. 

Junio de 1953: el bautizo del Biscuter

El Biscuter fue un engendro representativo de nuestra pobreza y semidesarrollo, una criatura destartalada y prematura que nació insegura y tambaleante cuando los españoles creían haber culminado la enorme cuesta de enero que transcurrió de 1939 a 1952. Y eso que, en términos económicos, nos habíamos limitado a recuperar lo conseguido entre 1910 y 1936: España alcanzó en 1953 la renta media de 1935, sacando el pescuezo por el brocal del pozo en que se había visto sumida durante la guerra civil, que lo había rebajado hasta la renta que tenía en 1910.

En junio de 1953 (cuando Berlanga triunfaba en las pantallas con Bienvenido, Míster Marshall, Lolita Sevilla cantaba Americanos, y acababan de suprimirse las cartillas de racionamiento), en la XXI Feria Internacional de Muestras de Barcelona se presentó un extraño artefacto motorizado que pesaba 240 kilos, carecía de marcha atrás y se movía mediante un motor de dos tiempos y un solo cilindro de 400 cc. 
Biscuter "Rubia". Foto 

Aunque se llegó a carrozar en versión comercial «rubia» con caja de madera y otros formatos estrambóticos como el Biscuter Pegasín, el modelo canónico era descapotable y de color rojo y el gris, combinación cromática marca del régimen como el Talgo y el uniforme de la Policía Armada al mando del falangista Blas Pérez González, precursor del inefable Camilo Alonso Vega, más conocido como “don Camulo”, quizás para distinguirlo del cura don Camilo hijo de la pluma de Giovannino Guareschi

El Biscuter lo fabricaba la Autonacional S.A., una empresa constituida por un grupo de empresarios catalanes con un capital inicial de tres millones (de pesetas, no se equivoque), aunque llegarían a manejar cuatro años más tarde hasta doce, cantidad nada desdeñable por aquel entonces, pero ridícula si se compara con los trescientos millones con costó lanzar el Seat 600.

Dado que el abastecimiento de chapa estaba muy controlado y Autonacional no contaba con cupo asignado, tenían que adquirirla de estraperlo. Los bidones de aceite de soja que traían los americanos gracias al Plan Marshall fueron uno de los suministros más socorridos. Como estaban hechos de chapa ondulada, no era raro que más de un Biscuter luciera una carrocería ondulada como de tejeringo.

El recién nacido no tenía marcha atrás, lo que obligaba a que cualquier maniobra se hiciera dando la vuelta completa, sacando un pie y apoyándose en él. También se hacía «a mano» en los aparcamientos, levantando el coche por la trasera. Un inventor sevillano patentó una marcha atrás y la empresa se la compró por 75.000 pesetas (un Biscuter venía a costar 30 000, algo más que una moto). No salió muy buena: como los cánidos, los conductores la metían, pero no la podían sacar. 
Foto

En condiciones adecuadas era un vehículo peleón que, de no ir muy cargado, podía alcanzar los 65 km/h. Era tan bajito que, si se iba detrás de un camión y se quería adelantar, se miraba por debajo de los ejes a ver si venía alguien de frente. Del enanismo del Biscuter surgió un malhablado piropo con el que los graciosos obsequiaban a las chicas, diciéndoles aquello de «tienes el culo más bajo que la matrícula de un Biscuter». 

Gila y la Belcuter Company Corporation

El genial Gila lo inmortalizó en una parodia titulada «Gila llama al inventor», en la que —provisto de su inseparable teléfono— llamaba a la «Belcuter Company Corporation, fabricante de coches bajitos funcionales» y preguntaba si el trasto aquel tenía motor o había que hacer el ruido con la boca. Y así, poco a poco, le iban informando de la ganga que le esperaba: su potencia no daba ni para un caballo (sólo tenía un perro) y se frenaba sacando el tacón del zapato por un agujero en el suelo, como años después haría Pedro Picapiedra con su troncomóvil. 

En cuanto a la falta de marcha atrás, Gila dudaba: «¿Y si voy a Valladolid y me paso? Tendré que comprarme dos coches: uno para ir y otro para volver». Finalmente optaba por prescindir de la capota (le bastaba con ponerse la boina para ir a cubierto) y pedir una ampliación del portaequipajes, ya que en el original sólo cabían unos alicates y él aspiraba a meter un bocadillo de sardinas por si viajaba al extranjero. Y terminaba planteándose seriamente si no sería mejor rasparle la marca a una lata de dulce de membrillo que tenía por casa y ponerle ruedas.

Aunque no faltó un intento de resucitarlo renovado en 1984 con un precio de 300.000 pesetas para que compitiera con motos y utilitarios, el Biscuter se dejó de fabricar en 1957. Es el mismo año en que se gestó el Plan de Estabilización, una maniobra que, de la mano del Opus Dei, empezó siendo económica y terminó convirtiéndose en política y sociológica, en gran medida gracias al imparable competidor que apareció en la primavera de 1957, el Seat 600.

Pero esa es otra historia no tan breve.