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lunes, 31 de diciembre de 2018

Biodiversidad: el desastre ecológico del muro fronterizo de Trump

Los lobos grises mexicanos son los lobos más amenazados del mundo. En 2016, solo había 113 en Estados Unidos y unas tres docenas al sur de la frontera. Foto de Don Bartletti.

Cuando redacto este artículo (31 de diciembre de 2018) una buena parte de la Administración Federal estadounidense está bloqueada por la paralización presupuestaria del gran juguete de Donald Trump: el muro de cemento que, desde el estuario del río Tijuana hasta el río Grande en Texas, pretende cercenar la frontera entre México y Estados Unidos. Se ha escrito mucho sobre los problemas migratorios que el muro planeado por Trump implica para las personas, pero poco se ha dicho sobre las desastrosas consecuencias ecológicas que puede acarrear su construcción.
En términos biogeográficos, la frontera entre Estados Unidos y México es una zona de ecotono, es decir, una zona de contacto entre floras y faunas muy diferentes. Entre la costa de California en San Diego, y el Golfo de México en Texas, confluyen ecosistemas regidos por tres de los cinco macrobioclimas del mundo; el Mediterráneo, el Templado y el Tropical. Los ecotonos, y más aún tan abruptos como los regidos por el clima, son zonas excepcionalmente ricas en biodiversidad. Desde 1989, mi trabajo de campo con biólogos de uno y otro lado de la frontera me ha familiarizado con los ecosistemas de la zona. En este artículo comento algunos, que no todos, de los problemas ecológicos que se derivarán de la construcción del insensato muro trumpiano.
La región fronteriza es ecológicamente rica y por eso gran parte de ella ha sido protegida por el Gobierno federal. El límite político entre los Estados Unidos y México se extiende a lo largo de unos 3.200 kilómetros millas desde el Golfo de México hasta el Océano Pacífico. En su trayecto hay tres cadenas montañosas, dos de los desiertos más grandes de Norteamérica (Sonora y Chihuahua), enormes pastos ganaderos, un puñado de ciudades y la sección meridional del caudaloso río Grande. Gran parte de la región nunca ha estado muy poblada y, a lo largo de los años, varias grandes franjas de tierra han sido designadas como áreas protegidas.
Hoy en día, hay más de 100.000 km2 de tierras públicas protegidas por Estados Unidos situadas a menos de cien millas de la línea. Esto incluye seis refugios de vida silvestre, seis parques nacionales y numerosas tierras tribales, áreas silvestres y áreas de conservación, todas ellas administradas por varias agencias federales y gobiernos tribales. En el lado mexicano, se encuentran áreas protegidas como El Pinacate, Cabeza Prieta y el Gran Desierto de Altar, y partes del Organ Pipe National Monument  y de las Barry M. Goldwater Mountains de Arizona.

Existe un largo debate sobre si las barreras físicas en la frontera frenan el flujo de personas y drogas. La Patrulla Fronteriza, que respalda el plan de Trump, dice que es una "herramienta vital". Los expertos en migración dicen que los efectos serán más simbólicos que efectivos. Pero lo que es innegable es que los más de mil kilómetros de muros y cercas que ya existen en la frontera entre Estados Unidos y México ya han causado un desastre medioambiental. Han cortado, aislado y reducido las poblaciones de algunos de los animales más raros y sorprendentes de Norteamérica, como el mayor felino de América, el jaguar (Panthera onca) y el ocelote (Leopardus pardalis). En el caso de El Pinacate y Cabeza Prieta, algunas especies del desierto como un pariente del antílope, el berrendo de Sonora (Antilocapra americana sonoriensis), han migrado secularmente de un lado a otro. Pero en los últimos años, la migración se ha vuelto más difícil con la construcción de largas secciones de barreras y cercas, como se puede ver en el mapa adjunto que, además, han provocado la creación de kilómetros de carreteras a través de zonas vírgenes y aumentado las inundaciones, porque vallas y muros se han convertido en represas cuando se desbordan los ríos.
Mapa del muro fronterizo entre Estados Unidos y México. Fuente.
Cuando se dibuja la frontera de oeste a este, se pueden observar núcleos de notable biodiversidad. En el extremo oeste se encuentra el estuario de Tijuana, un hábitat de marismas clave para unas 400 especies de aves migratorias. En el extremo opuesto, las aves y las mariposas se posan durante sus migraciones en el Valle bajo del río Grande, que también es la sede permanente para mamíferos, reptiles y anfibios, en cuyos cañones, convertidos en enclaves de vegetación tropical, viven especies endémicas migraron desde la costa del Golfo.
En 2011 se publicó un estudio sobre la biodiversidad animal de la frontera. Sus autores, encabezados por el biólogo Jesse Lasky, de Penn University, estimaron que 134 especies de mamíferos, 178 reptiles y 57 de anfibios viven en una franja de treinta millas a uno y otro lado de la frontera. De ellas, cincuenta especies y tres subespecies están amenazadas y protegidas por la legislación federal de México o de Estados Unidos. Y si sobreviven es porque instituciones públicas y grupos conservacionistas de ambos lados han trabajado duramente para conservarlos.
El ocelote está en peligro de extinción en Estados Unidos, pero aún se encuentra en partes del sureste de Texas. Los nuevos muros a través del valle bajo del Río Grande podrían aislar aún más las pocas poblaciones de ocelotes que quedan en los Estados Unidos. Foto de Ella Sanders.
Probablemente la región más impresionante desde el punto de vista biológico en la frontera son las “Islas del Cielo”, un conjunto de enclaves de montaña que se extienden desde Arizona y Nuevo México hasta México y albergan una mayor biodiversidad que cualquier otro lugar de Norteamérica. La mayoría forman parte del Coronado National Forest, el bosque nacional con mayor diversidad ecológica de Estados Unidos. El Coronado también alberga mayor número de especies amenazadas y en peligro de extinción que cualquier otro de los 154 bosques nacionales estadounidenses.
Viviendo en esas Islas del Cielo se encuentran búhos manchados (Strix occidentalis), jaguares, loros de pico grueso (Rhynchopsitta pachyrhyncha), salamandras tigre (Ambystoma tigrinum mavortium), ardillas rojas del monte Graham (Tamiasciurus hudsonicus grahamensis) y muchas otras especies amenazadas que cuentan con planes específicos de protección. Como ocurre con todas las áreas protegidas de la frontera, estas poblaciones están disminuyendo rápidamente. El cambio climático y la urbanización son factores decisivos. Pero la mayor amenaza de todas, según los investigadores y conservacionistas de la frontera, son las vallas que se han construido a lo largo de la frontera en las últimas dos décadas.
Desde 1994, el Gobierno estadounidense ha estado levantando barreras para mantener a las personas e impedir el tráfico de drogas desde México. En el año 2010, casi un tercio de la frontera había sido cercada con materiales de todo tipo. Además, el Departamento de Interior ha construido cientos de kilómetros de caminos para permitir que las patrullas fronterizas accedan a regiones remotas, tanto cercadas como sin cercar. Todas esas infraestructuras han cortado en pedazos una gran cantidad de tierras protegidas a lo largo de la frontera. Y desde la aprobación de la Real ID Act de 2005, en nombre de la seguridad nacional, el Departamento de Interior puede evitar todo tipo de estudios de impacto ambiental.
Por eso, a diferencia de la mayoría de los proyectos de infraestructura federal sometidas a evaluación de impacto, estas vallas y sus infraestructuras asociadas  escapan al escrutinio público. Los expertos no pueden evaluar qué impacto pueden tener en la fauna, las plantas y los ríos. Pero las evidencias a posteriori son alarmantes. Por ejemplo, Lasky y sus colaboradores encontraron que el mayor riesgo se produce cuando las vallas parten el área de distribución de una pequeña población de una especie con un hábitat especializado, cuyos miembros quedan aislados a uno y otro lado de la barrera artificial. En su artículo citan 45 especies y tres subespecies a las que han afectado de esa manera las vallas actuales.
Dividir las poblaciones animales de esta manera conduce a una reducción del flujo de genes y a la endogamia, lo que conlleva un mayor riesgo de extinción. Los grupos conservacionistas están particularmente preocupados por el lobo gris mexicano (Canis lupus baileyi); en 2016, solo había 113 ejemplares en los Estados Unidos y unas tres docenas al sur de la frontera. Un muro entre ellos podría hacer que la recuperación de la población sea insuperable. Las cercas también pueden restringir el acceso de los animales a las fuentes de agua, especialmente problemáticas en el semiárido suroeste. Y pueden dificultar la adaptación de los animales al cambio climático. A muchas especies les va mejor en el norte de México, pero con los cambios en los patrones de precipitación, tendrían que dispersarse a través de la frontera.
Las estructuras de las paredes también dañan a los animales e insectos de otras maneras. Algunas secciones tienen luces que atraen y achicharran a los polinizadores, como la mariposa monarca (Danaus plexippus), que migran a través de la frontera. Y cuánto más alta sea la cerca, más infranqueable será para algunos murciélagos y aves, como el búho pigmeo Glaucidium brasilianum.
El muro propuesto por Trump podría tener un gran impacto en áreas que permanecen vírgenes. Cerca de dos tercios, unos 2.200 km, de la frontera están todavía sin vallar. Trump dice que, en la primera fase, pretende construir un total de 700 a 900 millas de muro nuevo, lo que sería extremadamente difícil de ejecutar porque las estimaciones de los costes para proteger todo el límite de la frontera oscilan entre 21.000 y 40.000 millones de dólares, por lo que las 700 millas costarían al menos 12.000 millones.
Cuando pongo punto y final a este artículo, las agencias de noticias publican las palabras de John Kelly, el recién dimitido jefe de gabinete de Trump: «La idea del muro se abandonó hace tiempo». Ojalá. ©Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.

jueves, 27 de diciembre de 2018

Garrapatas y dinosaurios

Reconstrucción del hábitat de Deinocroton draculi en un dinosaurio emplumado inmaduro. La reconstrucción muestra dos machos no cargados (a la izquierda) y una hembra alimentándose (a la derecha). La longitud del cuerpo masculino es de unos 3,9 mm. Los colores de las garrapatas son ficticios, pero se basan en la coloración que se observa en las garrapatas actuales. Fuente.
Es una gran historia que la mayoría de los niños aprenden en la escuela. Las pisadas de unos animales enormes y terribles, los dinosaurios, atronaron la Tierra durante millones de años mientras vagaban por los densos bosques tropicales del Mesozoico. Escondidos entre los herbazales pululaban también unos animales minúsculos y peludos –los primeros mamíferos- que se alimentaban de insectos. Así estaban las cosas hace unos 65 millones de años cuando a partir del Cretácico superior, y más exactamente el momento conocido como K-Pg, se produjo la extinción en masa de los dinosaurios al tiempo que aves y mamíferos comenzaron una imparable diversificación por todas las tierras emergidas.
Con la desaparición de los dinosaurios quedaron muchos nichos ecológicos disponibles en el planeta. Aves y mamíferos los aprovecharon. Los descendientes de un grupo de dinosaurios emplumados o aviares evolucionaron hasta originar a las aves modernas. No es una idea nueva. El biólogo Thomas Henry Huxley lo tenía muy claro cuando en 1870 presentó un célebre informe en que sostenía que Archaeopteryx, un fósil colocado entre las aves, no era más que un dinosaurio con plumas y que las aves como grupo evolucionaron a partir de pequeños dinosaurios terópodos, unos vertebrados que vivieron desde el Triásico superior hasta el Cretácico superior (hace aproximadamente entre 228 y 65 millones de años). Aunque los terópodos se extinguieron como grupo a finales del Cretácico, algunas de sus características básicas han pervivido hasta nuestros días bajo la forma de las aves modernas, sus directos descendientes.
Así las cosas, los dinosaurios ya no son solo aquellos animales con piel de lagarto y aspecto terrible de los que sólo quedan huesos y dientes que nuestra imaginación se ha encargado de rellenar con gran éxito de público. Las investigaciones llevadas a cabo en los últimos años han cambiado la imagen por completo y ahora sabemos que muchos de ellos tenían el cuerpo cubierto de plumas, que empollaban amorosamente sus huevos en nidos y compartían, como muchas criaturas actuales, enfermedades y parásitos.
Esto último lo sabemos gracias a las huellas dejadas por plumas que quedaron atrapadas en ámbar. El ámbar es en realidad resina que exudan ciertos árboles al recibir una herida en su corteza. A medida que el árbol va liberando más resina, ciertos animales pequeños, plumas, pedazos de madera y otros cuerpos, quedan adheridos a ella y pueden resultar totalmente encerrados en su interior, confinados en una especie de sarcófago natural. Después, con el tiempo, la resina fosiliza y se conserva en depósitos minerales que han llegado hasta nosotros muchos millones de años después.
Gracias a un artículo publicado en la revista Nature Communications, un equipo internacional de paleontólogos encabezado por Enrique Peñalver, investigador del Museo Geominero, dependiente del Instituto Geológico y Minero de España, hemos sabido que las garrapatas existían hace 100 millones de años y se alimentaban, como ahora, de la sangre de los animales que entonces dominaban la Tierra: los dinosaurios. Si, a los dinosaurios no sólo le chupaban la sangre los mosquitos, como nos contaron en películas de ficción como Parque Jurásico, sino que también tenían otros parásitos, entre ellos, las garrapatas.
La investigación se centró en unas piezas de ámbar, de casi 100 millones de años de antigüedad, que encierra en su interior un verdadero tesoro: una pluma de dinosaurio con una garrapata aferrada a ella. Las garrapatas, miembros de una superfamilia de ácaros, están dotadas de un aparato chupador con el que extraen sangre a sus víctimas. Actualmente parasitan a perros, gatos y otros muchos animales, incluidos nosotros, si nos ponemos a tiro.
Figuras: (a) Una garrapata Cornupalpatum burmanicum anclada en una pluma. Barra de escala, 5 mm. (b) Detalle de una ninfa de garrapata en vista dorsal anclada en las barbas de la pluma (a). Barra de escala, 1 mm. (c) Detalle del capítulo succionador de la garrapata mostrando palpos e hipostoma con dientes (flecha). Barra de  escala, 0,1 mm. (d) Detalle de una barba. Barra de escala, 0,2 mm. (e) Dibujo de una garrapata en vista dorsal dorsal indicando el punto de anclaje. Barra de escala, 0,2 mm. (f) Bárbula de la pluma separada mostrando ganchos en uno de sus lados (la flecha de (a) indica su localización, pero en la cara opuesta de la pieza de ámbar). Barra de escala, 0,2 mm. Fuente.
Las muestras proceden de los yacimientos de ámbar del periodo Cretácico de Myanmar, donde fueron recogidas, pulidas por vendedores locales y adquiridas por un coleccionista estadounidense que las donó para su estudio. La pieza más importante del conjunto, que se puede ver en la figura, contiene una pluma a la que hay adherida una garrapata (Cornupalpatum burmanicum) con una pata enganchada a una de las barbas.
Una segunda pieza de ámbar muestra a dos garrapatas a las que los investigadores, influidos por el vampiro creado por Bram Stocker, denominaron Deinocroton draculi. Adheridos a sus cuerpos, las garrapatas fosilizadas presentan unos pelillos que han sido identificados como pertenecientes a larvas de un escarabajo derméstido, una familia de insectos cuyos parientes actuales suelen vivir en los nidos de las aves y mamíferos alimentándose de plumas o pelos. Este descubrimiento ha llevado a los investigadores a proponer que ambos tipos de parásitos, garrapatas y escarabajos, convivían en los nidos de los dinosaurios emplumados.
Una tercera garrapata fue atrapada en el ámbar después de haber succionado una gran cantidad de sangre por lo que su cuerpo estaba hinchado. Desgraciadamente, una parte del cuerpo no fue cubierto por el ámbar y el contenido interior quedó expuesto a los minerales del terreno. Si estaban pensando en aprovechar la sangre para recrear un nuevo Parque Jurásico, olvídenlo: debido al proceso de momificación que sufren los especímenes al quedar atrapados en ámbar, habría sido poco probable que se hubiera podido extraer muestras de material genético del huésped al que le succionó la sangre. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.

miércoles, 26 de diciembre de 2018

Una de cíborgs: ¿Oficial o carnicero?


Hubo un tiempo en que me cautivaron los ensayos y las novelas de ciencia ficción. En ese tiempo me enteré de lo que era un cíborg [del acrónimo en inglés cyborg: de cyber, ‘cibernético’, y organism, ‘organismo’], es decir, un ser compuesto de elementos orgánicos y dispositivos electrónicos creado con la intención de mejorar las capacidades de la parte orgánica mediante el uso de tecnología cibernética.
El concepto del híbrido hombre-máquina ha sido ampliamente utilizado como recurso literario desde hace casi doscientos años. En la parodia The Man That Was Used Up (1839), Edgar Allan Poe describió al brigadier John A. B. C. Smith (trasunto del vicepresidente Richard M. Johnson) como un héroe de guerra con un cuerpo compuesto de múltiples prótesis. Aunque no se identifique al personaje, Poe despliega su ingenio para producir un relato sumamente divertido en el que el tal Smith es reconstruido a partir de una masa informe y pasa a convertirse en el individuo más atractivo que el narrador nunca hubiese contemplado.
En la novela El hombre que puede vivir en el agua (1910), el escritor francés Jean de la Hire presentó a Nyctalope, para algunos el primer superhéroe y también el primer cíborg literario. Por su parte, en The Comet Doom (1928), el estadounidense Edmon Hamilton describió a unos exploradores espaciales cuyos cuerpos combinan partes orgánicas y mecánicas. Hamilton también es conocido por el peculiar cerebro viviente y parlante, siempre flotando en un receptáculo transparente, que acompaña al superhéroe Capitán Futuro (1939). Hamilton utilizó el término cíborg de forma explícita en el cuento After a Judgmente Day (1962) para referirse a «las copias mecánicas de humanos» llamadas "Charlies", explicando que «cíborgs es como se les había llamado, desde el primero [el primer Charlie] a inicios de la década de 1960 […] organismos cibernéticos».
Que Hamilton usara el término con fines literarios no es casual, porque el concepto había saltado a la luz pública –y con no poco revuelo mediático- dos años antes, en 1960, cuando Manfred E. Clynes (director científico del Laboratorio de simulación dinámica del Rockland State Hospital, en Nueva York) y Nathan S. Kline (un psiquiatra considerado una eminencia en el campo de la psicofarmacia), lo acuñaron para referirse a un ser humano tecnológicamente mejorado que podría sobrevivir en entornos extraterrestres. Llegaron a esa idea después de pensar sobre la necesidad de una relación más íntima entre los humanos y las máquinas en un momento en que empezaba a trazarse la nueva frontera representada por la exploración espacial. 
El término apareció por primera vez en forma impresa cuando The New York Times informó sobre una ponencia presentada por Clynes y Kline en un congreso sobre vuelos espaciales. La definición decía: «Un cíborg es esencialmente un sistema hombre-máquina en el cual los mecanismos de control de la porción humana son modificados externamente por medicamentos o dispositivos de regulación para que pueda vivir en un entorno diferente al normal».
Esqueleto "cibernético" encontrado en Italia. Obsérvese la orientación del brazo derecho, la posición de la hebilla en forma de D y la del cuchillo. A diferencia de la mayoría de los enterramientos, el brazo derecho del individuo estaba doblado sobre la pelvis en correspondencia con la prótesis. Fuente
Aunque me apresuro a decir que ni el capitán Garfio ni los piratas con pata de palo pueden considerarse ciborgs, habida cuenta de que los artefactos que portan entran en el protésico campo de la ortopedia y no de la cibernética, no cabe duda de que el reciente hallazgo en el norte de Italia de un esqueleto de un hombre medieval manco bien pudiera tomarse por un antecedente de la íntima conjunción de un ser humano con un artefacto que va más allá de una simple prótesis.
Los antropólogos que han publicado el hallazgo en el Journal of Antropological Sciences se han quedado estupefactos. La osamenta muestra que la mano le había sido amputada en vida, pero lo que resulta verdaderamente enigmático es que en la tumba había también una hoja corta, parecida a un cuchillo, que pudo haberle servido como prótesis precibernética. La tumba data del siglo VIII y la edad del hombre, cuando pasó a mejor vida, era de entre 40 y 50 años. Hasta el momento se supone que se trataba de un guerrero, como lo eran por entonces todos los lombardos, pueblo al que pertenecía.
Fractura curada del antebrazo derecho. Vista anterior (A) con detalle de los osteofitos (B, C), unas protuberancias óseas con forma de espolones, que reflejan la presencia de una enfermedad degenerativa y calcificación ósea.  Fuente
En un primer análisis del esqueleto, los especialistas confirmaron que la carencia de la mano no se debía a una malformación, sino que fue el resultado de una amputación obligada tras haber sufrido un traumatismo severo. Ciertas callosidades encontradas en el hueso del muñón son típicas de todo aquel que ha usado una prótesis durante mucho tiempo. Además, en los huesos del hombro se encontraron erosiones también características de las personas que se ven obligadas a mantener una postura poco natural debido a una extremidad apuntada.
Detalles de dentadura, cuyos dientes muestran unas incisiones lineales que podrían haber sido producidas por la mordedura continua de un correaje.Fuente
Especulando un poco, los daños que el cíborg medieval tenía en su dentadura permiten suponer que utilizaba sus dientes no sólo para masticar, sino para sujetar con fuerza algunas cosas. Eso, a su vez, y sigo especulando de la mano de los antropólogos, lleva a pensar que podría tratarse del correaje que sujetaba una prótesis a su brazo. A todo lo anterior se suman los restos de piel hallados en la cuchilla-prótesis que se encontró en su tumba.
Lo que resulta misterioso es el uso que pudo darle al cuchillo que se encontró encima del esqueleto. Los antropólogos más belicosos piensan que pudo servirle como arma secundaria en las batallas, en caso de que fuese un guerrero, aunque otros, más cautos, admiten que quizá el lombardo fuera solo un simple carnicero.
En todo caso, lo más curioso de todo este caso es que el hombre sobreviviera a una amputación en una época en la que no había antibióticos y pululaban las infecciones. Que llegara a viejo en tales condiciones es un gran misterio. ©Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.

Fracking: miente que algo queda


«Cuando mientas, miente a lo grande y sobre todo persevera en la mentira», escribió Goebbels. Con su presidente a la cabeza, algunos miembros de la Administración estadounidense siguen emitiendo las peores de las mentiras: las verdades a medias. Y hay quien se las traga.

La Sociedad Geológica de los Estados Unidos (USGS, por sus siglas en inglés) publicó el pasado 6 de diciembre un informe en el que anuncia la posible existencia, aun no confirmada, de un yacimiento de petróleo que estima en 46.000 millones de barriles encerrado en unas formaciones carbonatadas de Wolfcamp, Bone Springs y Avalon Shaley de la cuenca Delaware del Oeste Texas. Se trataría, pues, de un yacimiento que solo podría explotarse mediante fractura hidráulica.

Hay muchos aspectos que aclarar en la estimación, pero el simple anuncio ha hecho que mucha gente, incluido el presidente de Estados Unidos, que piensa que el subsuelo americano es un océano de crudo en el que basta hacer un hoyo para que mane el petróleo. ¿Cuánto costaría extraer todo ese petróleo imaginario? La USGS no se molesta en aclarar esas minucias. Ellos cobran todos los meses los sueldos de funcionarios que les pagan los contribuyentes para que hagan previsiones fantásticas y pronósticos hiperbólicos que animen las posibilidades de trabajo para los geólogos y ayuden a la financiación de compañías que operan en un negocio ruinoso.

Escarbemos un poco en el informe. Un recurso es la cantidad total de un hidrocarburo específico que se encuentra en un lugar determinado. Que exista un recurso no es en absoluto un indicador de cuánto hidrocarburo puede ser extraído, porque puede que su extracción no sea técnicamente posible, económicamente rentable o energéticamente viable porque se necesite más energía para extraerlo que la que el propio recurso contiene. El Servicio Geológico de Estados Unidos utiliza los términos recursos técnicamente recuperables y recursos económicamente recuperables en sus evaluaciones de los recursos de hidrocarburos.

Los recursos técnicamente recuperables representan la proporción de los volúmenes existentes en un determinado lugar que puede ser recuperada utilizando la tecnología disponible sin tener en cuenta los costes. Los recursos económicamente recuperables se refieren a los hidrocarburos que pueden extraerse con unos costes de exploración perforación, producción y transporte, incluyendo los márgenes comerciales, que se pueden recuperar a un precio de mercado determinado. Es importante señalar que el informe de la USGS habla de recursos «undiscovered technically recoverable», es decir de recursos sin descubrir (como la Atlándida), pero técnicamente recuperables a cualquier precio.

Alipquemos el cuento al caso que nos ocupa. La propia USGS estima que se necesitarán 318.000 pozos para recuperar ese petróleo, lo que, a un precio medio de diez millones de dólares por pozo (y me quedo corto), representa un coste de más de 3 billones de dólares. Las estimaciones de la USGS indican que la recuperación de buena parte de esos pozos solo resultará económica a precios del petróleo superiores a 150 dólares por barril. Recordemos que a día de hoy el precio del barril apenas supera los 46 dólares y su precio no deja de caer desde octubre.

¿De dónde saldrán los 3 billones necesarios para explotar el yacimiento? Según la web de la propia industria, los operadores estadounidenses han perforado casi 70.000 pozos de fracking en la última década en todo Estados Unidos y lo están haciendo en los llamados “puntos dulces” de las principales cuencas de petróleo de lutitas, esto es, en los lugares donde la extracción es más fácil y menos costosa. Hasta ahora, se han recuperado algo menos de 10.000 millones de barriles de petróleo, mientras que su deuda a largo plazo ronda los 300.000 millones, lo que básicamente significa que ni siquiera ha pagado lo que ya ha producido a pesar de haberlo hecho en los lugares más “rentables”.

Es importante situar las especulaciones sobre los recursos en una perspectiva adecuada. Sin embargo, tal cosa no sucederá, porque el informe de la USGS se utilizará con fines políticos y para influir en la política exterior. El propio Director de la USGS ha abierto la veda al anunciar que: «Conocer dónde están estos recursos y cuántos existen es crucial para asegurar tanto nuestra independencia energética como el dominio [geopolítico] de la energía». © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.

sábado, 22 de diciembre de 2018

Fracking: si Abundio pudiera hablar

Bombeo de petróleo en el campo Bakken. Fuente.

Cuando escribo este artículo (21/12/2018), el precio del petróleo WTI (el que se comercializa en Estados Unidos) está a 46 dólares el barril, lo que significa que el precio del crudo ha caído un 58% desde el inicio del último trimestre del año. Eso significa una verdadera sangría para la industria norteamericana del fracking. Sin embargo, siguen perforando como si tal cosa.
Como escribí en la entrada anterior, vivimos en una sociedad “petroadicta” dispuesta a pagar cualquier precio por su dosisdiaria de droga. No hay mejor manera de describir lo que está ocurriendo actualmente en la industria de la fractura hidráulica de Estados Unidos. Como decía en ese artículo, esa industria ya perdía dinero cuando el petróleo se cotizaba entre un 30 y un 40% más que en la actualidad, así que con los precios actuales la situación ha ido de mal a peor.
Desde sus inicios, el principal problema con la industria estadounidense de fracking era que las enormes tasas de disminución de la producción características de la fractura horizontal devoran una enorme cantidad de capital. Y es que los gastos de capital que se utilizan para fracturar un pozo de lutitas no con comparable, por ejemplo, con los de explotar una mina de oro. Debido a que los pozos de petróleo de lutitas experimentan una tasa de disminución de 75-80% en los primeros años, la industria debe continuar gastando aún más capital para perforar más y más con objeto de maquillar el inevitable desplome en la producción. Por el contrario, el capital invertido en una mina de oro durará entre 15 y 20 años o más antes de que se agote la veta.
Quiero decir con ello que el capital gastado en la industria del fracking no es realmente una inversión a largo plazo como el capital invertido en una mina de oro. Por lo tanto, los gastos de capital en la industria del petróleo de lutitas se comportan más como "costes" que como "inversiones".
Gráfica 1.
Si los analistas energéticos pensaban que los precios del petróleo estaban repuntando un poco más la semana pasada, esta semana el mercado ha entrado en una "fase de desplome". En la entrada anterior publiqué unas cifras que reproduzco en la Gráfica 1 para ahorrarles el trabajo de buscarla y para que puedan compararla con la siguiente, que es la misma pero con precios actualizados a fecha de hoy.
Gráfica 2.
Las peores pérdidas las está sufriendo estos días el yacimiento de fractura hidráulica más grande de Estados Unidos, el Bakken de Dakota del Norte. De acuerdo con las cotizaciones del precio del petróleo en la web The OilPrice.com, el crudo de referencia de Bakken, el Williston Sweet, cayó a un nivel mínimo de 20 dólares desde los 39,55 dólares el 1 de diciembre. Recomiendo a los lectores interesados que visiten la web OilPrice.com por sus excelentes artículos y por sus datos sobre más de 100 precios. Puede consultar los diversos precios en este enlace.  
Por lo tanto, la ironía de las cifras en la Gráfica 2 es que los suministros de petróleo no convencional más caros que proceden de las de Bakken y de las arenas bituminosas Alberta (Tar Snds en las gráficas) son las que se comercializan a precios más bajos. Es como comprarse un BMW, pero tratar de pagarlo con el salario de un trabajador de Burger King.
En estos momentos no hace falta tener un doctorado en Ciencias Económicas para darse cuenta de que los inversores en la industria del fracking están cometiendo las mismas estupideces que los que acudieron a la rica miel de las hipotecas basura. Si no fuera por las comisiones que obtienen los grandes gestores de fondos y los banqueros merced a sus cuentas hiperbólicas, uno pensaría que son tontos de capirote. Según mi análisis, la mayoría de la industria del petróleo de lutitas practica el negocio de Abundio: continúa gastando más dinero del que gana. Entonces, ¿por qué alguien invertiría en una compañía que sigue perdiendo dinero? Me imagino que, si Abundio pudiera hablar, tendría algo que decir a los incautos que dejan sus ahorros en manos de unos irresponsables que los invierten en el negocio de la fractura hidráulica.
Gráfica 3.  En la gráfica aparecen dos indicadores: las inversiones en bienes de capital o CAPEX (contracción del inglés Capital Expenditure), que son los costes de explotación, y el flujo de caja operativo CFO (Cash Flow Operative), que son las ganancias obtenidas con las operaciones.
Pero como soy un don nadie en estos temas, veamos lo que piensa el analista energético Art Berman. En uno de sus recientes gráficos, Berman mostraba cómo solo el 33% de las compañías que producen petróleo de lutitas obtuvieron un flujo de efectivo libre positivo (Gráfica 3). Y tengan en cuenta que los datos en rojo de la gráfica estaban basados en el precio promedio del petróleo de 67,95 dólares el barril en el tercer trimestre de 2018.
Observen la línea del precio actual del petróleo de a 47,50 dólares el barril: cualquier compañía por encima de esa línea está perdiendo dinero. Lo que significa que las compañías que ganan dinero ahora son tres o cuatro como máximo. Además, la situación de las compañías que operan en el mayor yacimiento norteamericano, el Bakken, se verán mucho más afectadas debido a la enorme reducción del precio del crudo Williston Sweet en comparación con el precio del WTI.
Mientras que los resultados del cuarto trimestre en el negocio de las lutitas se verán afectados negativamente debido a los precios más bajos del petróleo, sus finanzas serán aún peores en los primeros dos trimestres de 2019. Debemos recordar que los precios del petróleo aún eran bastante altos en octubre, por lo que el precio promedio para el cuarto trimestre no resultará tan bajo. Sin embargo, el próximo año, según se pronostica, el precio promedio del petróleo podría estar por debajo de los 40 dólares el barril.
El último que apague la luz. ©Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.

Fracking: la metadona de una sociedad petroadicta

Pozo de fracking en el campo Bakken, Dakota del Norte. Fuente.

Como los toxicómanos, capaces de pagar cualquier precio por un gramo de droga, vivimos en una sociedad “yonquizada” por el petróleo, lo que explica en buena medida que las autoridades estadounidenses no actúen frente a la burbuja del fracking de la que me he ocupado varias veces tanto en este blog como en un par de libros. No obstante, las cosas tienen un límite y la explotación a pérdidas de determinados recursos comienza a dar señales de agotamiento.
El precio del petróleo de crudo del oeste de Texas está experimentando un desplome considerable. Por ejemplo, el precio pagado por el crudo del yacimiento de fracking más grande Estados Unidos, el Bakken, ha caído un 42% desde su máximo en octubre. Esa es una noticia terrible para los productores de petróleo de Dakota del Norte, cuya producción depende de tanto de los costes elevados de la propia fractura hidráulica como de los derivados de su transporte hasta las refinerías del Golfo.
Como puede verse en la Gráfica 1, los precios pagados por el petróleo de los campos estadounidenses de fracking más importantes han caído a porcentajes aún mayores que el experimentado por precio de referencia del petróleo en Estados Unidos, el West Texas Intermediate (WTI), que se ha reducido un 30% desde su máximo de 76,41 dólares. Por ejemplo, según puede verse en la gráfica, el crudo del Bakken se ha desplomado a un mínimo de 39,55 dólares por barril desde su máximo de 66,50 en octubre. Por su parte, el petróleo procedente del segundo campo de lutitas más grande de Estados Unidos, el Eagle Ford, ha caído un 36% desde su máximo en octubre. Por lo tanto, como se puede ver, las fuentes de petróleo no convencionales de mayor coste están sufriendo sus precios más bajos. Una verdadera sangría.
Gráfica 1. 
La industria del petróleo de lutitas de Estados Unidos está en serios problemas, ya que el 75% de las empresas aún sufren de un flujo de efectivo libre negativo, lo que quiere decir que están vendiendo su producción a pérdidas. Aunque he escrito sobre esto algunas veces, la Gráfica 2, obtenida de un artículo de Rystad Energy, es muy ilustrativa. En la gráfica aparecen dos indicadores: el flujo de efectivo libre para capital (Free Cash Flow to Equity; FCFE en la gráfica), que se compara con las inversiones en bienes de capital o CAPEX (contracción del inglés Capital Expenditure) y el CFO (Cash Flow Operative).
El FCFE es una medida de cuánto efectivo se puede distribuir a los accionistas de la empresa como dividendos o recompra de acciones, después de todos los gastos, las reinversiones y los reembolsos de la deuda. El flujo de caja operativo (CFO) es la cantidad de dinero en efectivo que genera una empresa a través de sus operaciones y el ejercicio de su actividad. Este flujo permite valorar y cuantificar las entradas y salidas de dinero mediante las actividades de explotación, por lo que resulta difícil de manipular.
La gráfica muestra el FCFE y el flujo de efectivo de las actividades operativas (CFO) con todas sus partidas agregadas en los primeros tres trimestres de 2018 (Q1 a Q3). Además de los valores específicos de las compañías de Exploración y Producción (E&P) de fracking, con fines comparativos, la gráfica muestra a las principales compañías energéticas (ExxonMobil, Chevron, BP, Shell, Eni). Aunque la fractura hidráulica es una parte importante de la mayoría de las carteras de esas grandes compañías, difícilmente genera flujos de efectivo a nivel corporativo para cualquiera de ellas. Esas compañías gastaron entre el 49 y el 67% de su CFO en 2018 en gastos de capital. Además, generaron entre 4.700 y 11.200 millones de FCFE en los primeros nueve meses de 2018.
Gráfica 2. Cliquee para verla a mayor tamaño.
En lo que se refiera a los operadores exclusivos de fracking, EOG generó 900 millones de FCFE en los tres primeros trimestres de 2018, el máximo generado entre las E&P puras (es decir, excluyendo a Oxy que tiene sectores químicos integrados). La mayoría de las empresas de tamaño medio se encuentran en una zona FCFE negativa con un gasto de capital que supera al CFO. De todo ello se deduce que, esencialmente, el mercado aún no está convencido de que una E&P pura de fracking pueda crecer sin ayuda exterior, ya que más del 75% de las compañías estadounidenses dedicadas al fracking siguen mostrando cifras de capital (CAPEX) que exceden el flujo de efectivo de las actividades operativas.
Lo que es importante entender es que incluso con los precios más altos del petróleo experimentados este año, tres cuartas partes de las empresas de fracking siguen gastando más de lo que ganan. Además, esas empresas han acumulado una deuda de casi 300.000 millones de dólares. ¿Qué sucederá si el precio del petróleo continúa bajando durante los próximos meses? De momento, la industria petrolífera y gasística ya está despidiendo trabajadores.
Si el precio del petróleo continúa debilitándose durante los próximos 3 a 6 meses la industria estadounidense del fracking estará en serios problemas. Sin embargo, estoy seguro de que los análisis interesados del mercado seguirán haciendo la “ola” para mantener a un sector que, como la metadona, es esencial para mantener un sector estratégico de una sociedad “petroadicta”. ©Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.

jueves, 20 de diciembre de 2018

Las flores que convivieron con los dinosaurios


Se pensaba que las angiospermas habían aparecido hace 130 millones de años. La descripción de una nueva especie de planta fósil sugiere que las flores aparecieron ya en el Jurásico Temprano, hace más de 174 millones de años.
Las flores son las estructuras reproductivas de las angiospermas (plantas con flores), que representan casi el 90% de todas las plantas terrestres actuales y de las cuales depende, de forma directa o indirecta, la mayor parte de la vida terrestre. Sin embargo, las flores son una innovación evolutiva relativamente reciente en el calendario geológico de la diversificación de las plantas. El ancestro común más reciente de todas las angiospermas vivientes probablemente existió hace entre 140 y 250 millones de años (MA). En cambio, se estima que el antepasado común más reciente de todas las plantas con semillas existentes (es decir, las angiospermas y las gimnospermas) vivió hace entre 310 y 350 MA.
La súbita aparición en el registro fósil de las angiospermas ha supuesto un quebradero de cabeza para los botánicos desde los tiempos de Charles Darwin. En una carta mandada a Joseph Hooker en 1879, Darwin se lamentaba de que las plantas con flores aparecían repentinamente en el registro fósil, para diversificarse a continuación muy rápidamente. Un rompecabezas que el naturalista no dudaba en calificar de “abominable misterio". Poco a poco, gracias a todo tipo de investigaciones, se va armando el rompecabezas.

(A) Numerosas flores conservadas en una sola lámina rocosa. Barra = 1 cm. (B) Numerosas flores carbonificadas en la misma losa. Barra = 1 cm. (C) Vista inferior de la flor 1 de la figura A, que muestra cinco sépalos y cinco pétalos (p) con costillas longitudinales. (D) Vista inferior de la flor 2 en la Figura A, que muestra cuatro sépalos (s) y cuatro pétalos (p) con costillas longitudinales. (E) Vista inferior de una flor que muestra un sépalo (s) y tres pétalos (p) que irradian desde el centro, que se rompe oblicuamente para mostrar la relación entre los sépalos y pétalos como en la figura J. (F) Vista superior de la flor con sépalos (s), pétalos (p) y semillas (flecha) dentro del receptáculo. (G) Vista lateral de un capullo de flor (Flor 1 en la Figura B) con costillas longitudinales (flechas) en los sépalos y pétalos (p (H) Vista lateral de una flor que muestra un receptáculo (h), perianto (negro flechas), y un estilo dendroide (flecha blanca). (I) Vista lateral de una flor sin sépalos o pétalos. Barra = 1 mm. (J) Vista detallada de la flor que se muestra en la Figura E, que muestra la disposición de tres bases de pétalos (1-3) dentro de los sépalos (s). Estas bases de pétalos corresponden a los tres pétalos (1-3) de la Figura E. Barra = 1mm salvo donde se indica otra. Fuente
Un nuevo artículo publicado esta misma semana en la revista Elife, del que son coautores dos botánicos españoles de la Universidad de Vigo, sugiere que la aparición de las plantas con flores retrocede casi cincuenta millones de años. Se pensaba hasta ahora que las verdaderas angiospermas tenían una historia de no más de 130 millones de años. Sin embargo, los relojes moleculares habían sugerido que debían ser más antiguas, aunque no existía una evidencia convincente basada en fósiles que probara tal cosa. La descripción de una nueva especie de planta fósil, Nanjinganthus dendrostyla, indica que las flores aparecieron ya en el Jurásico Temprano, hace más de 174 millones de años, cuando los dinosaurios dominaban la Tierra.

El equipo de investigación estudió 264 especímenes de 198 flores conservadas en 34 bloques de roca de la Formación South Xiangshan, un afloramiento rocoso de la región de Nanjing en China, famosa por contener fósiles de la época del Jurásico Temprano. La abundancia de muestras de fósiles utilizadas en el estudio permitió a los investigadores analizarlas con una microscopía electrónica muy sofisticada lo que les proporcionó imágenes de alta resolución de las flores desde diferentes perspectivas.
(A) Corte longitudinal oblicuo de una flor con brácteas (sc), sépalos (s) y pétalos (p). (B) Una flor dividida longitudinalmente con sépalos (s) y pétalos (p). (C) Superficie integral de un techo ovárico con una cicatriz (flecha) dejada por un estilo roto. Barra = 0,5 mm. (D) Vista inferior de una flor con tres sépalos (s) y cinco pétalos (p) visibles. (E) Un sépalo de la figura D que muestra las costillas longitudinales que se doblan (flecha). (F) Un pétalo de la figura D con costillas longitudinales. (G) Vista lateral de una flor que muestra brácteas (sc) en el lado del ovario y brácteas connadas (b) en la parte inferior. (H) Vista detallada de las brácteas connadas (b) y brácteas (sc). Véase el contorno (línea blanca) de las brácteas fusionadas. (I) El lóculo rodeado por la pared del ovario (flechas) de una flor. Barra = 1 mm en todos los casos salvo en C. Fuente.
Hacerlo permitió encontrar que la nueva especie de flor presenta una característica que confirma la definición aceptada para las angiospermas: la existencia de un ovario completamente cerrado. La palabra angiosperma deriva del griego αγγειον, angíon- vasija o, ánfora, y σπέρμα, sperma, semilla, lo que quiere decir que las semillas están contenidas dentro de unas estructuras cerradas llamadas ovarios, lo cuales, después de la fecundación, originan los frutos.
El Mesozoico era una época dominada por las gimnospermas, por lo que la existencia de Nanjinganthus en el Jurásico hizo necesario compararla con las gimnospermas fósiles comunes en ese tiempo. En el estudio que estamos comentando se encontró que la flor reconstruida tenía un recipiente en forma de copa provisto del “techo ovárico”. Este es un hallazgo clave, porque la presencia de esta característica confirma que Nanjinganthus es una angiosperma, habida cuenta de que las gimnospermas carecen de ovario cerrado.
Lo que cabe preguntarse ahora es si las angiospermas son monofiléticas, lo que significaría que Nanjinganthus representa un grupo monofilético que dio origen a todas las especies posteriores, o bien a un grupo polifilético, en el que Nanjinganthus representa un callejón evolutivo sin salida que tiene poco que ver con las especies posteriores. ©Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.
Si quieres ver más fotografías al microscopio electrónico, cliquea este enlace.

Viejos hongos gigantescos

Cuerpos fructíferos de Armillaria gallica surgiendo del tronco de un árbol atacado por el micelio. Fuente.

Hace veintiséis años, un hongo saltó desde el círculo de los micólogos (los especialistas en hongos) a los medios de difusión de masas.
Todo comenzó con un artículo científico en la prestigiosa revista británica Nature, en el que Johann Bruhn, profesor de Botánica en la Universidad de Missouri y dos colegas dieron a conocer que una especie de hongo (Armillaria gallica), que habían encontrado en un estudio micológico de un bosque de Michigan, tenía aproximadamente 1.500 años, pesaba unas 100 toneladas y ocupaba aproximadamente 37 hectáreas.
Cuando se divulgó el artículo, el público se entusiasmó con el hongo gigante, el cual, además de enorme, fue catalogado como un asesino de árboles. A pesar de su tamaño, el hongo es hipogeo, lo que quiere decir que la mayor parte de su cuerpo vegetativo, el micelio, es subterráneo y prospera, oculto a la vista, buscando su alimento en las raíces de los árboles de los que se alimenta hasta provocar la putrefacción del sistema radicular, con la inevitable consecuencia de que el árbol, incapaz de absorber agua y nutrientes del suelo, acaba por morir de inanición.
El hongo utiliza parte de la energía que obtiene de la descomposición del leño de los árboles para formar cordones compactos con aspecto de raíz (rizomorfos), que viajan como topos por el subsuelo del bosque en busca de su próxima víctima. Los rizomorfos se adhieren a las raíces de los árboles. Cuando un árbol se debilita, debido, por ejemplo, a la sequía, las plagas o el fuego, se vuelve vulnerable al hongo, que lo ataca, extrae los nutrientes del árbol y descompone su madera en una podredumbre blanca. Cada otoño, el hongo produce setas y, con ellas, millones de esporas reproductoras.
Grande y asesino, ahí es nada. David Letterman, el famoso cómico nocturno, lo incluyó en una de sus populares listas “TOP 10”. Johnny Carson hizo sus habituales chistes y un conocido restaurante neoyorquino telefoneó a los investigadores para ver si podía comprar el hongo para incluirlo en su menú. Los propietarios del restaurante, al saber que el nombre común del cuerpo fructífero del hongo es el de “seta miel”, pensaron que estaban ante un delicado manjar. No es así; lo de miel alude al color de la seta. Bien cocidas son comestibles a pequeñas dosis, por ejemplo, como aderezo para la pasta, pero comerlas en exceso puede causar dolores gástricos.
Pasado el boom mediático, el hongo viajó hacia donde habita el olvido. Hasta ahora. Gracias a un artículo publicado ayer, 19 de diciembre, en la revista Proceedings of the Royal Society B, los mismos autores del artículo de Nature han informado que habían subestimado sus primeras medidas. Según su nueva investigación, estas son las impresionantes estadísticas del gigantesco hongo de Michigan:  tiene al menos 2.500 años de edad (aunque probablemente sea mucho más viejo), pesa casi 400 toneladas y se extiende bajo el suelo unas 75 hectáreas.
Rizomorfos de A. gallica en el interior de un leño. Fuente.
Entre 2015 y 2017, los científicos tomaron 245 muestras del hongo para elaborar la secuencia del genoma completo. Y ahí surgió una nueva sorpresa. La tasa de mutación, es decir la tasa a la que se producen ajustes genéticos aleatorios, es extraordinariamente baja. Esa lenta tasa de mutación es quizás la clave de la estabilidad genética de estos enormes hongos y de su gran longevidad. Es todavía un misterio por qué A. gallica tiene una tasa de mutación tan baja, pero el hecho de que su vida subterránea, protegida de los rayos ultravioletas, unos reputados agentes mutagénicos, pueda explicar su baja tasa de mutaciones.
Pero ese enorme crecimiento y la gran longevidad de A. gallica no es una excepción, sino que es algo común en plantas clonales como la angiosperma marina Posidonia oceanica, o de otra seta miel, A. solidipes, conocida de algunos bosques del noroeste de Estados Unidos, cuyo micelio subterráneo se extiende alrededor de nueve kilómetros cuadrados y alcanza un peso de 6.000 toneladas, lo que convierte a este hongo en el organismo más grande de la Tierra.
En España vive otra seta miel, A. mellea, pero –que yo sepa- nadie se ha ocupado de medirla o pesarla, y mucho menos de indagar en su edad, quizás porque un caballero español sabe que nunca debe preguntarse la edad de una señora. ©Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.

jueves, 13 de diciembre de 2018

¿Chuletones sostenibles? Respuesta al libro Contribuciones del ganado al cambio climático: hechos y ficción.


El Dr. Frank Mitloehner, profesor en la Universidad de California, Davis, publicó en 2016 un libro blanco titulado Livestock’s Contributions to Climate Change: Facts and Fiction (Contribuciones del ganado al cambio climático: hechos y ficción), al que dos años después El PAÍS de anteayer, sin que sepamos por qué, le ha dado una especial relevancia muy en la línea del tartufismo del diario en lo que se refiere a cuidar el huerto de sus anunciantes. El tema de la contribución del ganado al cambio climático es algo que me preocupa y he tomado posición al respecto en alguna ocasión (1, 2)
Lejos de mí la intención de criticar a una universidad en la que tengo buenos amigos, pero conviene empezar diciendo que  Davis es un excelente campus especializado en temas de agricultura y ganadería que está situado en pleno valle del río Sacramento, una de las regiones agropecuarias más importantes del mundo. El campus se inició como una extensión de la Universidad de California (Berkeley) especializada para temas de agricultura. Desde su fundación, la universidad ha participado en gran parte del desarrollo agropecuario de California, uno de los sectores más importantes del estado y una de las regiones agrarias más importantes de Estados Unidos gracias a su investigación en semillas, fertilizantes, mejora animal, veterinaria y formación técnica para agricultores.
El entorno social de Davis es, pues, típicamente agropecuario y, como no podía ser menos, se preocupa por su entorno y por sus intereses sectoriales, y más aún si se tiene en cuenta que sus programas de investigación mantienen estrechos vínculos con asociaciones del sector, entre otras con la poderosa AFIA, que aglutina las principales industrias manufactureras de productos ganaderos y agrícolas de Estados Unidos. No puede, pues, sorprender que la AFIA se pronunciara totalmente a favor del libro del doctor Mitloehner, cuyo contenido, si algo favorece, son los intereses de sus asociados. Si uno no puede esperar que los matadores de toros se opongan a la Fiesta Nacional, ni que las facultades de Veterinaria digan una sola palabra crítica sobre la lidia de toros bravos, tampoco debería esperar que la Universidad de California, Davis, tire piedras contra su propio tejado. La historia está ahí: consulte la vinculación de algunas universidades americanas con la industria tabaquera en algunos de estos ejemplos de manipulación de la investigación.
Básicamente, el doctor Mitloehner usa en su libro estadísticas incompletas sobre la emisión de gases de efecto invernadero (GEI) para minimizar los impactos ambientales de la ganadería. Afirma en su libro que la producción ganadera es responsable del 4,2% de las emisiones de GEI de los Estados Unidos (lo que tampoco es poco si tenemos en cuenta que estamos ante en el país co-líder en la emisión de GEI). Aunque en el libro reconoce que los métodos de evaluación del ciclo de vida (ACV) son la "regla de oro" para medir con precisión las contribuciones del ganado al cambio climático, extrae conclusiones basadas en datos que no reflejan el ciclo de vida completo de los productos animales. Su cálculo del 4,2% no tiene en cuenta varias fuentes de emisiones importantes. Cita las estimaciones de la EPA (la Agencia Medioambiental de los Estados Unidos) para la emisión derivada de la fermentación entérica y el manejo del estiércol, pero excluye las emisiones de (1) la producción de alimentos para animales y forrajes, incluidas las emisiones de óxido nitroso asociadas con la aplicación de fertilizantes; (2) la deforestación y los cambios en el uso del suelo; (3) el transporte de alimentos para animales, ganado y productos alimenticios; y (4), las emisiones asociadas a los productos alimenticios de origen animal.
El doctor Mitloehner confunde ¿interesadamente? las emisiones globales de GEI con aquellas relacionadas estrictamente con las emisiones de Estados Unidos. Por ejemplo, sostiene que quienes aseguran que las emisiones de GEI derivadas de la ganadería estadounidense son comparables a las del transporte están equivocados. Sin embargo, los datos que equiparan el sector ganadero y el transporte se refieren a las emisiones mundiales son muy precisos. La estimación más reciente de la FAO es que un 14,5% [7,1 gigatoneladas (GT)] de las emisiones mundiales de GEI son atribuibles a la agricultura animal, mientras que un volumen ligeramente menor (7 GT) son atribuibles al transporte según el IPCC.
El porcentaje de emisiones de GEI de Estados Unidos atribuibles a la agricultura animal no es comparable a las tendencias globales y no refleja la magnitud del problema, porque las emisiones de la energía y el transporte de ese país son excepcionalmente altas, y porque las emisiones debidas a la deforestación para abrir las tierras al pastoreo y a la producción de cultivos forrajeros se realizan en otros países. Mitloehner se centra en las emisiones de GEI y discute el uso de recursos, pero no se ocupa de los otros impactos ecológicos y de salud pública derivados de la ganadería industrial. No ofrece dato alguno sobre el consumo del agua, la contaminación de los recursos hídricos por la escorrentía agropecuaria, el uso masivo de insecticidas que está acabando con la biodiversidad natural, la contaminación del aire, la resistencia a los antibióticos, los impactos en las comunidades rurales y en los trabajadores, y otros efectos dañinos (3, 4).
El doctor Mitloehner afirma que «Las mejoras en la eficiencia de la producción ganadera están directamente relacionadas con las reducciones del impacto ambiental», pero para sostenerlo se centra en el aumento de la eficiencia por cabeza de ganado y no tiene en cuenta la escala de la producción animal de alimentos y la huella ambiental total de la agricultura animal en Estados Unidos. Aunque ha habido un progreso significativo realizado por las industrias ganaderas estadounidenses en términos de eficiencia, el impacto general de criar cada año unos 10.000 millones de animales destinados al consumo directo es enorme. Los beneficios de la mayor eficiencia de cría por cabeza se compensan si la producción animal de alimentos continúa aumentando y trae como resultado una huella ambiental total cada vez mayor. Por lo tanto, es irreal suponer que el sector agropecuario de Estados Unidos haya reducido su huella ambiental total porque haya reducido las emisiones de GEI por cabeza de ganado producida.
Aunque se reconozca –como es obvio- que las reducciones urgentes y radicales de emisiones de GEI son fundamentales en todos los sectores, incluidos el transporte, la energía y la agricultura, no es menor cierto que si las emisiones se reducen drásticamente en los sectores no agrícolas, pero continúan las tendencias pronosticadas en el consumo de productos animales, el aumento de la temperatura media mundial probablemente superará los 2 grados centígrados. La reducción del impacto ambiental de la agricultura exigirá drásticas disminuciones en la ingesta de carne y lácteos, particularmente en países como Estados Unidos que tienen los niveles más altos de consumo per cápita.
El estadounidense típico consume aproximadamente tres veces más carne, lácteos y huevos que la media mundial, lo que perjudica la salud humana y el medio ambiente. En comparación con la dieta mundial promedio, la dieta estadounidense provoca casi el doble del uso de la tierra agrícola y de las emisiones de GEI, el 80-90% de las cuales están relacionadas con el consumo de alimentos de origen animal.
El libro critica los esfuerzos de los consumidores para reducir la dieta de productos cárnicos, entre otras el Meatless Monday (lunes sin carne), que anima a los ciudadanos a comprender que las decisiones sobre su dieta afectan el medio ambiente y que deben comenzar a reducir (que no a suprimir) la ingesta de productos animales. Si bien el problema del cambio climático pueda parecer que sobrepasa la capacidad de cada uno de nosotros para marcar diferencias, cambiar nuestras decisiones del día a día, por pequeñas que sean, es una forma viable para que entre todos demos un paso hacia la reducción de nuestra huella ambiental. Pero si nos esforzamos en reducir las contribuciones antropogénicas al cambio climático, es preciso también que quienes se dedican a interpretar las estimaciones de emisiones empleen el máximo rigor y la mejor metodología disponible para evaluar los impactos ambientales de las actividades agropecuarias. En ese sentido, el libro blanco del doctor Mitloehner deja bastante que desear. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.