Artículo publicado en The Conversation. Os dejo el enlace:
Vistas de página en total
jueves, 5 de septiembre de 2024
martes, 3 de septiembre de 2024
LA IMPARABLE LLEGADA DE LOS VIRUS “EXÓTICOS”
Micrografía electrónica de transmisión de partículas del virus del Nilo Occidental (rojo) que se replican dentro del citoplasma de una célula / Imagen capturada en el Centro de Investigación Integrada (IRF) del NIAID. |
Virus Usutu , virus Zika,
chikunguña, virus del dengue, virus del Nilo occidental… En los últimos años,
estos nombres que suenan exóticos han encontrado un lugar en los medios de
comunicación.
Y con razón: responsables de
enfermedades que hasta ahora sólo prevalecían en regiones remotas, estos virus
están en proceso de escapar de las regiones en las que han sido endémicos
durante mucho tiempo para conquistar todo el planeta. España no es inmune a
esta amenaza, como lo demuestra la implantación actual de algunos de estos
virus en toda la cuenca mediterránea.
Resumo a continuación lo que nos
ha enseñado en los últimos años el trabajo de las redes de vigilancia y los
laboratorios de investigación que estudian estos virus.
Enfermedades transmitidas de animales a humanos
Muchas enfermedades infecciosas
emergentes se transmiten a los humanos a través de un “vector” animal, frecuentemente
un artrópodo chupador de sangre, como los mosquitos, los flebótomos
o incluso las garrapatas. En estos casos, si la enfermedad es causada por un
virus, el virus implicado es un "arbovirus" (del inglés
"arthropod-borne virus", "virus transmitido por
artrópodos").
La mayoría de los arbovirus son
zoonosis, es decir, provienen de animales domésticos o salvajes portadores del
agente patógeno. Esta se transmite posteriormente al hombre, cuando este es
picado por un artrópodo vector que previamente ha extraído sangre de un animal
infectado. Lo que suceda a continuación depende de las características del
arbovirus transmitido.
Algunos pueden pasar de un ser
humano a otro, siempre a través de un vector. Otros pueden propagarse también
gracias a otros modos de transmisión (el virus Zika puede transmitirse a través
de mosquitos y sexualmente, por ejemplo). Ciertos arbovirus no se transmiten
entre humanos: se dice entonces que somos un “callejón epidemiológico sin
salida”. Este es el caso, por ejemplo, del virus
del Nilo Occidental (VNO) o del virus del Valle del Rift.
Entre los principales vectores
propagadores de arbovirus se encuentran los mosquitos, en particular el
mosquito tigre (Aedes albopictus), un visitante relativamente reciente
que se ha adaptado perfectamente en zonas templadas españolas. Por sí solo, es
capaz de propagar varios virus “exóticos” causantes de enfermedades como el
dengue, el zika, la fiebre amarilla y el chikungunya.
El mosquito tigre continúa su meteórica expansión
Catalizada por el comercio
internacional, la expansión del mosquito tigre, vector de varios virus
“exóticos”, ha sido muy rápida. Originario del sureste de Asia, este pequeño
mosquito negro con cuerpo y patas rayadas de blanco fue detectado por primera
vez en Cataluña en 2004. Desde entonces, su expansión ha sido notable. Menos de
veinte años después se ha detectado en más de 40 provincias españolas, desde
las regiones costeras del Mediterráneo hasta el norte y oeste del país. En los
próximos años, la expansión de su territorio será inexorable.
Una hembra del mosquito tigre (reconocible por las bandas blancas) succiona sangre de un humano. Foto. |
Las áreas urbanas y suburbanas,
con abundancia de recipientes con agua estancada (como macetas, bidones o
piscinas pequeñas), son sus lugares preferidos para criar, dado que la hembra
deposita sus huevos en dichos entornos. El cambio climático también ha
favorecido la expansión de este insecto, ya que las temperaturas más cálidas y
los inviernos más suaves permiten a los mosquitos sobrevivir y reproducirse
durante más tiempo. No obstante, aún se está estudiando su posible adaptación a
los entornos de mayor altitud y más fríos de la península.
Dengue: una tendencia creciente en los casos autóctonos
El caso del dengue es especial,
pues es la arbovirosis de mayor incidencia e impacto a nivel global. Según la
OMS, en diciembre de 2023 se habían registrado más de cinco millones de casos y
más de 5.000 muertes por la enfermedad en el mundo, el 80% de ellas en
el continente americano. Ese año, el último del que se disponen datos, en
España se confirmaron 398 casos de dengue y 615 casos sospechosos.
No obstante, las cifras oficiales
subestiman la realidad, porque muchas infecciones son asintomáticas (entre el
50% y el 90% de los casos, según las epidemias o causan pocos e inespecíficos
síntomas que se confunden con los de la gripe o, más recientemente, con los de
la Covid, y no son de declaración obligatoria en muchos países.
En España, como era de esperar,
la gran mayoría de los casos son importados, pero, debido a la presencia
estable de A. albopictus en diversas regiones (y de Aedes aegypti
en Canarias), es posible la transmisión local, como ya ha ocurrido. En 2023 se
registraron tres casos de trasmisión local en Cataluña. A finales de 2022 hubo
un caso confirmado y otros cinco probables en Ibiza.
Aunque la enfermedad causada por
el virus del dengue suele ser benigna, puede conducir a una forma
potencialmente mortal en aproximadamente el 1% de los casos. Esta forma de
dengue se denomina “hemorrágica” porque se acompaña de sangrado de múltiples
órganos. Además, también se han informado ciertos daños neurológicos.
El chikunguña es discreto
Identificado por primera vez en
Tanzania en 1952, el virus
chikunguña circuló durante varias décadas en África, India y Asia, así como
en la cuenca del Índico. A pesar de su nombre exótico, la “enfermedad del
hombre doblado” (traducción de “chikunguña”, término proveniente del makondé,
lengua bantú hablada en Tanzania) ni es el ébola ni se le parece en nada.
Los dos primeros casos se
detectaron en España en 2015. En
2023 se registraron 82 confirmados a los que se unen 191 casos sospechosos.
A veces el paciente ni se entera de que ha sido infectado. Y cuando lo hace, lo
más probable es que todo se quede en fiebre y malestar general, al estilo de
una gripe. Se caracteriza por la aparición de fiebre y fuertes dolores
articulares muy incapacitantes que suelen afectar a las manos, las muñecas, los
tobillos o los pies. Por lo general se han descrito dolores de cabeza y dolores
musculares, así como sangrado de encías o nariz. La convalecencia puede durar
varias semanas y, en ocasiones, el dolor puede persistir durante varios años.
Tiene una mortalidad muy baja y
desaparece a los pocos días. En la inmensa mayoría de los casos, no deja
secuelas. La "parte mala" es que en aproximadamente uno de cada diez
casos los dolores articulares reaparecerán con el paso del tiempo, afectando
moderadamente a la calidad de vida.
El chikunguña no se transmite ni
por contacto directo ni por vía aérea (a diferencia de la gripe). Para
propagarse necesita al mosquito tigre. Un infectado conserva el virus en su
sangre durante los cinco o seis días siguientes al inicio de la fiebre. Si
durante este periodo es picado por un mosquito tigre, este puede contagiarlo a
otra persona mediante picadura. Una vez que estás infectado, pasan entre dos y diez
días antes de sentir los primeros síntomas.
A la espera de un resurgimiento del virus Zika
El virus Zika saltó a los
titulares en 2015-2016. Fue la causa de una epidemia de gran escala,
principalmente en Latinoamérica. Más de un millón de personas resultaron
infectadas. El daño más grave asociado con este virus es el desarrollo de
microcefalia (reducción de la circunferencia de la cabeza del feto) en mujeres
embarazadas infectadas.
En 2023, en España, se
identificaron seis casos confirmados de zika (24 casos sospechosos). Este
virus, que aún figura en la lista de las 10 enfermedades más peligrosas
establecida por la Organización Mundial de la Salud, casi ha desaparecido
misteriosamente del radar en los últimos años. Sin embargo, no se descarta su
regreso al primer plano del panorama viral: recientemente se volvió a hablar de
ella en Tailandia y cinco viajeros desarrollaron la enfermedad en Alemania, el
Reino Unido e Israel, después de haber visitado ese país del sudeste asiático.
Aunque los mecanismos que
favorecen la aparición del virus Zika son poco conocidos, los estudios de
seroprevalencia (presencia de anticuerpos en la sangre) muestran que todavía
circula activamente en determinados territorios (especialmente en el continente
africano). Su seguimiento requiere una vigilancia particular por parte de la
comunidad científica, con el fin de prepararse para una posible reaparición.
Culex, un viejo conocido, no se queda al
margen
Uno de nuestros mosquitos
“tradicionales”, Culex pipiens, presente en toda España, también es
capaz de transmitirnos virus “exóticos”. Este es particularmente el caso del
virus del Nilo Occidental (VNO) y del Usutu, dos virus muy similares que
ocasionalmente pueden causar daños neurológicos graves como encefalitis
(inflamación del cerebro), meningitis (inflamación de las meninges) o incluso meningoencefalitis
(inflamación de las meninges y el cerebro) en humanos.
Culex pipiens, el mosquito más común en España |
Esos virus aparecen regularmente
no sólo en muestras de sangre humana, sino también en animales como aves (sus
reservorios naturales), perros, caballos y mosquitos.
Los primeros casos del VNO en
humanos se detectaron en España a principios de los 2000, pero hubo que esperar
hasta 2020 para que su nombre empezara a tomar relevancia en nuestro país, ya
que se produjo el mayor brote hasta la fecha, dando como resultado 76
infecciones en humanos y ocho fallecidos.
Este año está siendo el segundo
peor verano en nuestro país desde que hay registros en cuanto a brotes del VNO.
Cinco personas han fallecido en España en estos meses a consecuencia de la
infección, una situación que está alarmando a los vecinos de las zonas más
afectadas, en Andalucía y Extremadura.
Sin embargo, es importante seguir
la dinámica de propagación de este virus, ya que actualmente circulan varios
linajes con distintos grados de virulencia, lo que exige precaución. Sobre todo,
desde que una
gran epidemia azotó Europa en 2018, con más de 2.000 casos identificados y
más de 180 muertes registradas. En 2022, el sur de Europa volvió a verse
afectado: Italia registró en particular 723 casos y 51 muertes asociadas.
En Francia, a finales de agosto
de 2023 se
detectaron ocho casos de infección por el VNO en Nueva Aquitania, lo que
demuestra una tendencia a la propagación de este virus más al norte de Francia.
De hecho, hasta ahora sólo se habían detectado casos de infección por este
virus en la zona del Mediterráneo.
Actividades y emergencias humanas
El paso de una enfermedad de los
animales al hombre no es necesariamente sinónimo de un brote epidémico, ni de
una epidemia a gran escala, una pandemia o un establecimiento en nuevos
territorios. Para que esto suceda, deben confluir varios factores.
El problema es que los
intercambios comerciales o turísticos, que crecen exponencialmente en nuestro
mundo hiperconectado, pueden facilitar la difusión de determinados vectores y,
por tanto, el riesgo de propagación de enfermedades.
Este riesgo se ve incrementado
aún más por el cambio ambiental y climático. Las condiciones climáticas, en
particular la temperatura, la humedad del aire y las precipitaciones, afectan
la distribución geográfica, la actividad, la tasa de reproducción y la
supervivencia de estos vectores, en particular los mosquitos.
Además, los cambios en el clima y
el impacto de los humanos en su entorno influyen en ocasiones en el
comportamiento animal, por ejemplo, modificando el área de distribución de
ciertas especies, lo que puede promover interacciones entre animales y humanos.
Tales cambios ambientales han
sido causa de epidemias de fiebre hemorrágica argentina, provocada por el virus Junín, un arenavirus. En la década de
1950, para intensificar el cultivo del maíz, se llevaron a cabo desmontes
masivos de tierras, en particular mediante el uso de herbicidas. Este cambio de
entorno provocó una proliferación de roedores, algunos de los cuales portaban
el virus, lo que provocó que la enfermedad alcanzara la fase epidémica,
especialmente entre los trabajadores agrícolas. Luego miles de personas
resultaron infectadas. Una situación similar se ha observado también en el este
de Asia durante la reconversión de tierras para el cultivo de arroz, con el virus
Hantaan como responsable de la "fiebre hemorrágica coreana".
Otros factores que favorecen la
aparición de nuevas enfermedades son los factores socioeconómicos, como el
aumento del transporte de mercancías y personas, especialmente a través del
transporte aéreo intercontinental, o el crecimiento cada vez mayor de las zonas
urbanas. Las
altas densidades de población, que favorecen la rápida transmisión de
enfermedades, así como las dificultades de suministro de agua relacionadas con
la rápida urbanización, contribuyen en particular a la proliferación de
mosquitos potencialmente portadores de virus.
Prueba de la importancia de estos
factores, es que durante la pandemia de Covid-19 el número de casos de
infecciones “exóticas” importadas (es decir, reportadas a partir de viajes)
disminuyó considerablemente, debido principalmente a la drástica caída del
transporte aéreo internacional. Sin embargo, con la reanudación de dicho
tráfico, comenzó a registrarse un aumento de estos casos en 2023.
La prevención, la primera arma contra los virus
“exóticos”
En ausencia de un antiviral o de
una vacuna eficaz, como en el caso del chikunguñaa o del Zika, o cuando la
vacuna tiene ciertas limitaciones (como en el caso del dengue, contra el cual la única vacuna
actualmente aprobada tiene el inconveniente de aumentar el riesgo de
hospitalización y dengue grave en personas no infectadas previamente con el
virus del dengue, la única solución es anticipar la aparición de estos
patógenos.
La mejor manera de lograrlo es
establecer redes adaptadas y reactivas, lo más cerca posible del campo, para
estudiar eficazmente las interacciones entre los animales, los humanos y sus
diversos entornos, según el enfoque One
Health.
Desde la pandemia de Covid-19,
las redes nacionales e internacionales de vigilancia de enfermedades virales se
han ampliado. Lamentablemente, sus capacidades siguen estando muy por debajo de
lo necesario para monitorear eficazmente la circulación de virus de alto
riesgo, no solo en los países endémicos, sino también en los países donde
emergen.
La aparición, y luego rápida
propagación en 2020, del coronavirus SARS-CoV-2, responsable de la pandemia de
Covid-19, tuvo un impacto importante en nuestra salud, nuestros comportamientos
y nuestra vida cotidiana. Esta situación nos hizo repentinamente conscientes de
la importancia de monitorear y estudiar virus “nuevos”.
Más allá de estos virus hasta
ahora “inéditos”, también es fundamental examinar los virus “desatendidos”
porque son responsables de enfermedades que ocurren lejos de nuestros
territorios. La propagación fuera del continente africano, y en particular en Europa,
del
virus Mpox, antes llamado viruela del mono, nos ha recordado los problemas
relacionados con esa vigilancia.
lunes, 2 de septiembre de 2024
DRÁCULA, PUENTES Y POLISONES
Polisón de finales del XIX. Museo del Traje de Madrid |
Publicado en 1964, El puente es el segundo libro del periodista Gay Talese cuando aún estaba en la nómina de The New York Times, la única cabecera para la que ha trabajado a jornada completa antes de dedicarse a escribir perfiles y reportajes en libros que, como La mujer del prójimo, son historia del periodismo.
Durante cinco años Talese
escribió una docena de artículos para su periódico sobre la construcción del
puente colgante Verrazano-Narrows,
una ambiciosa obra que uniría el distrito neoyorquino de Brooklyn con Staten
Island en 1981.
Ese Talese, por entonces un novelista
en ciernes que elaboró su primera obra importante con este tipo de reportajes,
es un narrador mayúsculo. En El puente Talese hace inmortales a esos
trabajadores cuyos nombres nunca aparecen en las crónicas. Los «boomers»,
los hombres que levantaron el puente, son en la pluma del escritor como
personajes del Far West: recorren Estados Unidos en busca de puentes y
rascacielos que levantar, trabajan como si estuvieran en una carrera de
caballos, jugándose la vida y perdiéndola en algunos casos. Los «boomers»
son una secta forjada entre tragos de güisqui y cerveza.
Pero por más que Talese enaltezca
la épica de esa construcción, la dura vida de esos obreros era un paraíso de la
comodidad si se compara con la de los trabajadores que cien años antes construyeron
los cimientos submarinos del puente de Brooklyn, terminado en 1883. Antes de
hablar de ellos, demos un salto en el vacío y ocupémonos de Drácula y de lo
polisones.
Drácula y los polisones
El Óscar de 1993 al mejor
vestuario fue para Eiko Ishioka por crear los magníficos trajes y vestidos de
la película Drácula
de Bram Stoker. Particularmente impresionantes eran los vestidos que
usó Wynona Rider en su papel de Mina Harker, la novia más deseada por el conde
vampiro.
La película está ambientada a
finales de 1800, cuando la moda femenina presentaba una prenda interior
acolchada conocida como "polisón", destinada a
acentuar la rotundidad de los glúteos. El polisón (del francés «polisson»)
era un armazón interior que reemplazó al miriñaque en 1870.
Atado a la cintura bajo un par de enaguas, lo usaban las mujeres de finales del
siglo XIX para que abultasen los vestidos por detrás, pero cayendo rectos por
delante.
El polisón fue un elemento
fundamental en el vestuario de las mujeres acomodadas occidentales durante
veinte años. Resultaba mucho más funcional que su predecesor, el aparatoso miriñaque.
Para destacar todavía más sus traseros sobresalientes, muchas damas se
inclinaban hacia adelante mientras caminaban, asumiendo una postura que llegó a
conocerse como la "curva griega". En un giro curioso, este término
también se aplicaba a los trabajadores que por aquellos tiempos construyeron
los cimientos submarinos del puente de Brooklyn.
Eran los tiempos de la Edad
Dorada, el período entre la década de 1870 y la de 1890, después de la guerra
de Secesión y de la Reconstrucción, durante el cual el país conoció una
expansión económica, industrial y demográfica sin precedentes, sobre todo en el
norte y oeste, pero también un gran conflicto social y grandes desigualdades
económicas y sociales.
Las curvas griegas y el puente de Brooklyn
La construcción del puente de
Brooklyn comenzó el 3 de enero de 1870 y concluyó trece años más tarde, el 24
de mayo de 1883. En el momento de su inauguración era el puente colgante más
largo del mundo (un 50% más largo que ninguno construido anteriormente).
Además, durante muchos años las torres que lo sostienen a ambos lados fueron
las estructuras más altas del hemisferio occidental.
Los gigantescos pilones que
sostienen el puente tuvieron que construirse en lo profundo del lecho del río.
Los trabajadores trabajaban en grandes cámaras de madera de fondo abierto, con
forma de cajones, apoyados en el fondo del Hudson. Dentro de estos cajones, se
afanaban excavando tierra y roca. El agua que los rodeaba ejercía una tremenda
presión sobre las paredes de los cajones, por lo que el aire del interior tenía
que ser presurizado para evitar que los cajones colapsaran.
Los túneles y los cimientos de puentes bajo el nivel del agua son algunas de las estructuras de ingeniería civil más asombrosas de la humanidad. Los espacios de trabajo, o cajones, se presurizaban con aire comprimido durante la construcción para mantener fuera el agua y los trabajadores conocidos como sandhogs pasan a través de esclusas de presión dentro y fuera de los cajones. Los cajones del puente de Brooklyn tenían 44 pies de profundidad. Cada semana, los cajones se hundían más cerca del lecho rocoso. Cuando alcanzaban los 44 pies en el lado de Brooklyn y los 78 pies en el de Manhattan, comenzaban a colocar los cimientos de granito. Los trabajadores seguían construyendo hasta que regresaban a la superficie. |
Cuando terminaban la jornada de
doce horas, muchos sufrían un dolor insoportable cuando regresaban a la
superficie del río Hudson. El mal que les aquejaba por la descompresión hacía
que se doblaran, un poco como las mujeres con polisón con sus "curvas
griegas".
Burbujas, buceadores y la Ley
de Henry
Las burbujas pueden formarse
incluso en el interior de nuestro cuerpo. El crujido de los nudillos, por
ejemplo, es causado por la explosión de burbujas. El líquido que rodea nuestras
articulaciones contiene gases disueltos. Cuando se estira una articulación, la
presión sobre el líquido se reduce y los gases pueden "salir" de la
solución articular. Estos gases tardan unos quince minutos en volver a
disolverse, lo que explica por qué existe un período antes de que se pueda
volver a hacer crujir el mismo nudillo. Hacer crujir los nudillos no es
peligroso, pero la formación de burbujas en la sangre puede ser un problema
grave.
Los buceadores deben respirar
aire comprimido para superar la presión que ejerce el agua sobre sus pulmones.
Bajo tales presiones, el nitrógeno, que constituye el 80% del aire que
respiran, se vuelve más soluble en la sangre que en condiciones normales. Si el
buceador sale a la superficie demasiado rápido, el nitrógeno gaseoso se
desprenderá de la solución burbujeando a medida que se reduzca la presión.
Estas burbujas pueden interferir con el flujo sanguíneo y causar un efecto
doloroso y potencialmente letal.
Salir a la superficie lentamente
permite una liberación controlada del nitrógeno y reduce el riesgo. Aun así,
algo de nitrógeno permanece disuelto en la sangre. Por eso no es una buena idea
bucear y luego volar en avión el mismo día. La presión reducida en el avión
puede provocar la liberación de burbujas de nitrógeno residuales. El problema,
especialmente en inmersiones profundas, se puede evitar reemplazando el
nitrógeno en el tanque con helio, que es mucho menos soluble en la sangre.
Dado que el grado en que un gas
se disuelve en un líquido está determinado por la presión ejercida por el gas
en la superficie del líquido (Ley
de Henry), a altas presiones, se disuelve más nitrógeno (que constituye el
80% del aire que respiramos). Si la presión se libera demasiado rápido, como
ocurría cuando los trabajadores del puente subían a la superficie del río, el
nitrógeno burbujea y los hombres se encorvaban abrumados por el síndrome
de descompresión o "enfermedad de los buzos"
Los riesgos de trabajar en una
cámara de aire comprimido en el fondo de un río eran poco conocidos a finales
del siglo XIX. Incluso el ingeniero jefe del puente, Washington A. Roebling, no
apreció la gravedad del problema. En 1872, después de pasar doce horas
respirando aire presurizado en un cajón sumergido, perdió el conocimiento y
quedó paralizado permanentemente de la cintura para abajo. Más de un centenar
de trabajadores del puente se vieron afectados por el encorvamiento, y tres
murieron.
El mismo problema atormentó a los
constructores del túnel Holland, el primer
túnel excavado bajo el río Hudson, hasta que E. W. Moir instaló
cámaras de descompresión en el lugar de trabajo. Moir se dio cuenta de que cualquier
víctima del encorvamiento podía ser tratado colocándola dentro de una cámara de
alta presión. Permanecía allí hasta que el nitrógeno de su cuerpo era forzado a
volver a la solución y el gas se liberara a un ritmo controlado mediante una
descompresión lenta.
Cuando se completó el túnel en la
década de 1920, la situación estaba bien controlada y ni un solo trabajador
murió a causa del encorvamiento. El túnel fue diseñado para que los
trabajadores tuvieran que pasar a través de cámaras de descompresión, y a los
que trabajaban bajo alta presión solo se les permitía trabajar por períodos
cortos. Hoy en día, los buceadores son muy conscientes de la Ley de Henry y
saben todo sobre la importancia de subir a la superficie de forma controlada.
La culebra de Robert Boyle
Robert
Boyle, quizás el más grande científico del siglo XVII, fue el primero en
notar que la descompresión rápida puede hacer que los gases previamente
disueltos salgan de la solución. ¿Cómo lo demostró? Colocó una serpiente dentro
de una cámara, redujo la presión y observó que se formaba una burbuja de gas en
el ojo del reptil.
Esos experimentos y otros
parecidos lo llevaron a formular la Ley de Boyle,
que dice que el volumen de un gas es inversamente proporcional a la presión.
Se llame como se llame, todo buzo o trabajador que tenga que inhalar aire presurizado debe tenerla muy en cuenta.