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martes, 1 de marzo de 2011

Diez pequeños indios


En Diez pequeños indios, el último libro de cuentos de Sherman Alexie (Xordica, 2010), aparece un catedrático de Economía transformado en mendigo. Excelente imagen. Dice algo interesante: «Saber de economía significa que sabes de números, no que sabes de gente». Como nos enseñó George Bailey (James Stewart), el protagonista de la vieja cinta clásica de Capra, Qué bello es vivir, aquel inolvidable honrado y modesto ciudadano que dirigía un pequeño banco familiar, si se trata del dinero de la gente, lo que más importa es la confianza. De confianza es de lo que se habló durante el pasado Consejo de Ministros de 18 de febrero, en el que aprobó el decreto de recapitalización de las entidades financieras, dirigido especialmente a las cajas de ahorros, pero que busca que los mercados se fien del conjunto del sistema bancario español.

En otra entrada de este blog (Sobre panes y peces o cómo la banca crea el dinero; julio 2009), que ahora me viene de perillas, me ocupé de cómo los bancos producen dinero virtual. El sistema bancario moderno, que permite a los bancos tener en sus cámaras acorazadas menos efectivo de lo que oficialmente deben a sus clientes, funciona de forma excelente cuando la economía marcha bien y los ahorradores confían en que su dinero está seguro. Sin embargo, en épocas de crisis, ese mismo sistema puede fallar estrepitosamente. Eso es lo que ocurre si, por alguna razón (rumores sobre la inminente quiebra de la institución o el hecho de que se haya visto gravemente afectada por un robo, como sucede en Qué bello es vivir, o por un desastre imprevisible como le ocurrió a Lloyd con el hundimiento del Titanic), una gran cantidad de clientes intentan retirar su dinero al mismo tiempo, algo que se conoce como pánico bancario.

Aunque llegado el momento podemos necesitar nuestros ahorros, es improbable que necesitemos toda esa cantidad a la vez; en realidad, lo que hacemos es retirar de cuando en cuando una parte de ella en una sucursal o un cajero electrónico o mediante el uso de una tarjeta de débito. En consecuencia, en lugar de dejar este dinero ocioso en sus cámaras acorazadas, los bancos mantienen sólo una fracción de papel en sus reservas. Aunque llegado el momento podemos necesitar nuestros ahorros, es improbable que necesitemos toda esa cantidad a la vez; en realidad, lo que hacemos es retirar de cuando en cuando una parte de ella en una sucursal o un cajero electrónico o mediante el uso de una tarjeta de débito. En consecuencia, en lugar de dejar este dinero ocioso en sus cámaras acorazadas, los bancos mantienen sólo una fracción de papel en sus reservas.

Con este sistema, el banco está obligado legamente a mantener únicamente un porcentaje de su dinero en efectivo, el llamado coeficiente de caja o, lo que es lo mismo, el dinero en efectivo que debe depositar en la autoridad monetaria correspondiente para hacer frente a las peticiones de reintegro del dinero que sus clientes hayan depositado. La clave del sistema es que el dinero de papel ha dejado de tener un respaldo metálico valioso y tangible, en oro, por ejemplo, el patrón clásico de fiabilidad de una moneda. Con el sistema de reserva fraccionaria, que en sus orígenes era una práctica ilegítima llevada a cabo por los orfebres, pero que acabó siendo legalizada, el dinero se crea cada vez que se da un préstamo. El dinero no representa otra cosa que la deuda de otros; el único aspecto "tangible" del sistema es la promesa del prestatario de devolver el dinero junto a sus intereses. La deuda y la capacidad de los prestamistas para generar dichas deudas es lo que se convierte en la divisa encubierta. Y para mantener este sistema la confianza es fundamental.

Al tener que depositar solo una fracción de los depósitos, se produce la denominada creación de dinero bancario conforme el mismo dinero se va prestando más veces. Veamos lo que pasa cuando depositamos mil euros en un banco. Si el banco es europeo está obligado a un coeficiente de caja del 2%, por lo que debe depositar en el banco central veinte euros y puede prestar 980 a otra persona. Situación final: Yo dispongo de mil euros en mi cuenta y otra persona de 980 del préstamo realizado con mi dinero. Total: 1.980 euros creados a partir de tan solo mil. Este efecto puede multiplicarse realizando la misma operación repetidas veces hasta el punto de crear una gran cantidad de dinero ficticio.

Nos guste o no, y a muchos a quienes no les gusta, el sistema fraccionario tiene sentido desde un punto de vista económico. Es muchísimo más eficiente que los bancos utilicen el dinero que se les deposita, y maximicen su coste de oportunidad, en lugar de limitarse a guardarlo. Sin embargo, esto conlleva implicaciones importantes para la economía en general. Al prestar ese dinero extra, los bancos hacen que aumente la oferta monetaria, lo que hace crecer la inflación, genera inestabilidad económica y alimenta burbujas especulativas basadas en el apalancamiento excesivo.

Como hemos estado a punto de comprobar en sus más funestos extremos, un colapso del sistema supone la paralización de la actividad económica. Una contracción fuerte del crédito tiene consecuencias devastadoras para todos que necesitan créditos, que son la mayoría. Unos mercados que se secan y dejan de funcionar o que se mantienen poco activos dificultan la única financiación alternativa que tienen las empresas y las mismas entidades financieras fuera del crédito. La experiencia de la crisis financiera que empezó en 2007 ha demostrado que los gobiernos prácticamente harán cuanto sea necesario para garantizar que los bancos no quiebren. Cuando eso ocurre, las consecuencias para la economía en general pueden ser terribles, pues no sólo se mina la confianza y la riqueza de los ciudadanos, sino que la oferta de dinero sufre una caída pronunciada a medida que los bancos dejan de prestar y empiezan a acumular efectivo, lo que en última instancia puede conducir a la deflación.


El coeficiente de caja varía de unos países a otros. Por ejemplo, en Estados Unidos es del 10%, mientras que en los países árabes es del 100%. En este tipo de economías las cuentas corrientes no están remuneradas y toman protagonismo la gestión de los depósitos a plazo para disponer de dinero que prestar. Para evitar un crecimiento desmedido de la masa monetaria por culpa del efecto multiplicador del sistema fraccionario de reserva, la Eurozona se había fijado como objetivo incrementar el coeficiente de caja del actual 2% al 10% en una primera fase (progresivamente a 4 años vista), poniendo el objetivo a muy largo plazo en alcanzar un coeficiente de caja cercano al 100%. A la vista de la desconfianza de los mercados hacia el sistema bancario español en general, y de las cajas en particular, lo que ha hecho el gobierno ha sido acelerar esos plazos. El decreto de recapitalización de las entidades financieras aprobado el pasado 18 de febrero, fija una exigencia de capital básico del 8% para las entidades cotizadas en Bolsa y del 10% para aquellas que no lo están y que cuentan con una dependencia de financiación mayorista de al menos el 20%. Esas serán las exigencias en toda la Eurozona dentro de un cuatrienio.