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domingo, 10 de junio de 2012

El coche de la señora Merkel



Exaltado, entre gritos, exabruptos y aspavientos, un conocido mío, españolista de pro, se desgañita espetándome su anti-europeísmo por vía del reproche monetario. A voces, se pregunta retóricamente cómo es posible que, siendo todos europeos, a Alemania los préstamos en forma de bonos le salgan casi gratis mientras que a nosotros nos cuestan un pico. “¡Inexplicable!”, exclama “¡Europa es una filfa!, brama. Le parece una injusticia que nuestra prima de riesgo ronde los 500 puntos básicos. “¿De dónde sale eso? –pregunta. “Si todo somos europeos, ¿a qué se debe la diferencia?”
Tras recomendarle una taza de tila, intento en vano hacerle reflexionar hasta que encuentro la clave. Le pregunto qué coche tiene y me contesta “un Audi”. “¿Por qué un Audi?”, pregunto. Se queda estupefacto ante una pregunta cuya respuesta es obvia: “Porque los coches alemanes son muy fiables”. Fiabilidad: el coche de la señora Merkel es al menos tan fiable como el mejor del mundo. Me parece una buena metáfora para explicar en qué se fundamenta la maldita prima de riesgo que, en el momento en que escribo estas líneas, superaba los 450 puntos.
Vayamos a comprar un automóvil. Limitemos la realidad a España y Alemania, que es con quien nos comparan para calcular la prima, y supongamos que los bonos son coches. Mariano, el concesionario de los coches españoles, me ofrece el modelo Hispania que, además de su motor genuinamente español, lleva todo de serie: asientos de cuero, climatizador, equipo audio con MP3, navegador, faros, manos libres, llantas de aleación, alarma y no sé cuántas cosas más. En el concesionario alemán me ofrecen el modelo Germania, peor equipado pero dotado de un robusto, potente y fiable motor alemán, como astutamente repite Ángela, la vendedora “Sale un poco más caro que otros modelos de su categoría, pero le durará toda la vida”, remacha.
Unos conductores elegirán el Hispania y otros el Germania, da igual. El hecho es que la mayoría de los conductores se inclinan por comprar un infalible vehículo alemán. No se fían tanto del motor español. No está tan probado como el germano. No está claro que acelere igual en los adelantamientos, que sea igual de seguro, que consuma lo mismo… Así que el Germania se impone, aunque tenga menos accesorios y sea un poco más caro.
Traslademos la compra del coche al mercado de bonos. Aunque el tema de los bonos merece mayor atención, basta con recordar ahora que un bono no es más que un pagaré, un pedazo de papel mediante el cual un Gobierno se compromete a pagar una deuda. Supongamos ahora que yo soy el Gobierno y usted es el inversor.
Necesito 1.000 euros. Creo un bono por ese valor para que alguien me preste el dinero. Usted tiene dinero fresco y parece dispuesto a prestarlo. Le ofrezco mi bono. “Dentro de un año le devolveré sus 1.000 euros”. “Sí, pero ¿a cambio de qué?”, me preguntará usted. “No se preocupe, le pagaré intereses”.
Primera cuestión ¿cuántos intereses? Si quien solicita el préstamo es de fiar y el prestamista tiene la certeza de que va a recupera su dinero, el interés será bajo. Si su reputación no es la mejor o si corre el rumor de que su solvencia es dudosa, el inversor corre el riesgo de no recuperar su dinero y, en consecuencia, solicitará mayores intereses. Primera lección ligada a la fiabilidad: a mayor riesgo, mayores intereses; dicho de otra forma, cuánto más riesgo se asume, más rentabilidad se exige.
Supongamos que me presta los 1.000 euros con la condición de que se los devuelva dentro de un año al 5% de interés. Yo le entrego un bono en el que se establecen esas condiciones. Dentro de un año, si todo va bien, usted cobrará 1.050 euros gracias a que ha recibido un bono con una rentabilidad del 0,05 (la rentabilidad resulta de dividir el interés por cien; por tanto: 0,05).
Como decía mi conocido, los bonos españoles y los alemanes se parecen mucho. Son pedazos de papel, cuya única diferencia material es que unos se imprimen en Madrid y otros en Berlín, pero ambos se emiten en euros y fijan los mismos plazos de vencimiento. Pero hay una diferencia esencial: su rentabilidad. Pongamos un ejemplo. En la subasta de bonos celebrada la primera semana de junio, España logró colocar deuda con un interés medio del 4,46%, mientras que Alemania concedió a los prestamistas una ridícula rentabilidad media del 0,0007 (interés 0,07%). Por simplificar, supongamos que en ambos casos los bonos fueran por valor de 2.000 millones y que vencieran a un año. Eso quiere decir que en junio de 2013 España tendrá que devolver 2.092 millones (2000 x 0,046), mientras que Alemania devolverá 2.001,4 millones (2000 x 0,0007). El coche (bono) alemán le sale a un hipotético inversor 90,6 millones de euros más caro (2.092-2011,4), pero no importa: el Germania es un automóvil más fiable.
Conozcamos ahora a nuestra prima de riesgo. Entre los bonos del ejemplo anterior había una diferencia en el interés del 4,39% (4,46-0,07), que traducidos a los puntos básicos de la jerga financiera son 439 puntos: esa es la prima de riesgo media en el momento de la subasta. La prima de riesgo es aparentemente muy caprichosa porque responde a expectativas que los prestamistas leen en las señales que se emiten aquí y allá. Pondré un par de ejemplos.
28 de mayo. Las palabras del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, minimizando la crisis financiera -«Bankia no tiene absolutamente nada que ver con el riesgo país» o «no va a haber ningún rescate para la banca española»- provocaron tal desconfianza que los inversores optaron por vender a espuertas bonos españoles, lo que disparó la prima de riesgo por encima de los 500 puntos básicos.
6 de junio. Tras ocho jornadas consecutivas con el lastre de los 500 puntos, la prima de riesgo consiguió despedirse de ese nivel tras cerrar la sesión en los 495 puntos básicos. ¿Qué había pasado en esos ocho días para explicar la caída? La palabra clave es expectativa. Durante esos días, la Comisión Europea que, tras defender siempre que el Fondo de Rescate no estaba para rescatar bancos, empezó a hablar de la posibilidad de dar dinero directamente a la banca española, lo que aumentaba nuestra fiabilidad como deudores.
Aunque las oscilaciones de nuestra traviesa prima brincan sin cesar en función de las expectativas, su valor real se fija en un momento determinado. La forma más sencilla de explicar cuándo se produce tal momento es pensar en la prima de riesgo como si fuera el Euribor, el tipo de interés que se utiliza para las hipotecas. La mayoría entiende perfectamente qué pasa cuando cambia el Euribor: se paga menos al mes o viceversa. Pues con la prima de riesgo pasa lo mismo: si baja, al Estado se le rebaja la hipoteca. Si sube, lo contrario.
Pero, ¿cuándo se hace efectiva esa subida? Si usted, como es bastante probable, ha pedido un préstamo sabrá que aunque se hable de máximos o mínimos del Euribor desde una fecha determinada eso no significa que, automáticamente, a usted le toque pagar más o menos. Dependerá del mes en el que te toque la revisión, lo que está fijado en su hipoteca.
¿Cuándo le toca al Estado revisar su “hipoteca”? Cuando vuelve a emitir bonos, es decir, cuando vuelve a pedir que alguien le compre deuda. Y como el precio de esta depende de nuestra fiabilidad, no debe sorprendernos que en un entorno como el actual, con una tasa de paro del 24%, con un gobierno que ha estrangulado la inversión pública, con una banca zombi incapaz de cumplir sus obligaciones crediticias y una economía doméstica que se ha contraído más de un 16% desde el inicio de la crisis, los potenciales prestamistas duden seriamente de nuestra solvencia, lo que aumenta el riesgo de impago y, en consecuencia, que exijan mayor rentabilidad en forma de mayores intereses.
La prima de riesgo es una magnitud comparativa con respecto a alemana, lo que quiere decir que cuando la germana baja la nuestra sube, algo que resulta fundamental si se tiene en cuenta que los alemanes han llegado a cobrar por pedir dinero. En la primera subasta de deuda de este año, Alemania colocó 3.900 millones en bonos a seis meses con rentabilidad negativa (-0,0122%). ¿Qué había ocurrido? Pues que alarmados por la crisis de la deuda soberana europea, los inversores acudieron a refugiarse en la seguridad que proyectan los bonos alemanes, sin que les importara que, llegada la fecha de vencimiento, no sólo no recibirán un extra de rentabilidad, sino un descuento, un bocado sobre el principal.
Son las ventajas de conducir un automóvil fiable como el de la señora Merkel.