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sábado, 16 de septiembre de 2023

Ricino, la planta asesina que prefería el Kremlin

 


La violenta muerte de Prigozhin, el líder del grupo mercenario Wagner, devuelve a Putin su aura de presidente implacable. En un país acostumbrado a purgas que acabaron con la vida de millones de personas y a décadas de asesinatos sin resolver, la muerte de Prigozhin se interpreta como un aviso para los ultranacionalistas. El presidente ruso asegura que puede perdonar todo menos la traición, un pensamiento que compartía Todor Zhivkov, el líder durante 25 años del régimen comunista búlgaro (1949-1990).

El fin era el mismo, la eliminación de “traidores” y el método diferente: mientras que Putin prefiere un violento “accidente aéreo”, los servicios secretos búlgaros, apoyados por la KGB soviética en la que ya trabajaba el agente especial Vladímir Putin, eligieron un método más sofisticado para eliminar al periodista disidente Gueorgui Markov: el ricino.

El extraño caso del paraguas asesino

Georgi o Gueorgui Ivanov Márkov fue un notable disidente búlgaro. Comenzó su carrera trabajando como novelista y dramaturgo en su país de origen, pero en 1969 desertó de la entonces Bulgaria comunista de Todor Zhivkov.

Después de exiliarse, trabajó como periodista para el World Service de la BBC, para la radio Free Europe (financiada por el gobierno estadounidense) y para la cadena Deutsche Welle de la entonces Alemania Occidental. Desde sus programas de radio era un severo crítico del régimen comunista de Zhivkov, por lo que el régimen búlgaro decidió darle cuartelillo con la inestimable asesoría técnica de la KGB soviética, muy experimentada en estos menesteres.

El 7 de septiembre de 1978, en plena Guerra Fría y justo el día del cumpleaños de Todor Zhivkov, Markov esperaba el autobús en el puente de Waterloo (Londres) cuando notó un pinchazo en la parte posterior del gemelo derecho y al girarse un hombre que portaba un paraguas le pidió perdón. Comenzó a sentir una sensación de ardor y dolor, que atribuyó a la punta del paraguas. Cuando llegó a trabajar en las oficinas de la BBC, notó que el dolor persistía y se había formado un pequeño eczema rojizo en el lugar del pinchazo.

Réplica del paraguas con el que asesinaron a Markov. Fuente


Esa tarde, desarrolló una fiebre alta y al día siguiente fue ingresado en el hospital St. James con fiebre, vómitos y dificultad para hablar coherentemente. Murió en el hospital de un paro cardíaco tres días más tarde.

Debido a las extrañas circunstancias del incidente y a las declaraciones realizadas a los médicos, en las que Márkov expresaba la sospecha de que había sido envenenado, Scotland Yard ordenó una minuciosa autopsia. Los patólogos forenses descubrieron una esfera metálica (del tamaño de la cabeza de un alfiler) incrustada en la pantorrilla del cadáver.

El pequeño perdigón, de sólo 1,52 mm de diámetro, estaba compuesto en un 90% por platino y el 10% restante por iridio. Tenía dos agujeros perforados. Un examen posterior reveló la presencia de rastros de ricina, el veneno contenido en las semillas del ricino, Ricinus communis, del que me ocupé hace unos días. Una sustancia azucarada recubría los diminutos orificios, creando una suerte de burbuja, cuyo objetivo era que la ricina contenida en el interior de la cavidad no se escapara de su lugar antes de tiempo.

El recubrimiento había sido especialmente diseñado para fundirse a la temperatura normal del cuerpo humano. Cuando el pequeño perdigón fue disparado en la pantorrilla de Márkov, la capa protectora se fundió, la ricina se liberó y fue absorbida por el torrente sanguíneo de la víctima, matándola al poco tiempo.

Como sabían quiénes urdieron el asesinato, la gran ventaja de la ricina con fines criminales es que, al tratarse de una proteína que se descompone metabólicamente en aminoácidos, no deja rastro en los análisis bioquímicos de las víctimas.

Diez días antes del asesinato, utilizando el mismo modus operandi en una estación de metro de París, se había intentado asesinar a Vladimir Kostov, otro desertor búlgaro. Los médicos parisinos habían encontrado el mismo tipo de perdigón en la piel de Kostov. Sin embargo, parece que la capa azucarada que protegía el exterior de la cápsula de ricina se había dañado antes o durante el disparo, por lo que sólo una pequeña porción del potente veneno logró ingresar en su torrente sanguíneo, provocando únicamente un cuadro febril.

Años después, dos agentes desertores soviéticos, Oleg Kalugin y OlegGordievsky, confirmaron que la KGB estuvo detrás del asesinato de Márkov, aunque hasta el día de hoy nadie ha sido acusado oficialmente por ello, en gran medida porque la mayoría de los documentos relativos a su muerte fueron destruidos antes del colapso del régimen comunista búlgaro en 1989. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.