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lunes, 3 de diciembre de 2018

Gusanos abisales y zoólogos frikis

El poliqueto abisal Hodor hodor. Foto

Sabido es que las reglas que regulan la denominación de animales y plantas (los Códigos Internacionales de Nomenclatura) permiten que quien descubre una nueva especie puede ponerle el nombre que le venga en gana con la única obligación de que este se escriba en latín. En alguna ocasión me he ocupado de los curiosos nombres con los que se han bautizado algunos organismos, lo que ha llegado a irritar a algunos mandatarios un tanto tiquismiquis.
En el último número de la muy sesuda y ortodoxa revista científica Journal of the Linnean Society dos zoólogos franceses un tanto iconoclastas, Paulo Bonifácio y Lénaïck Menot, han publicado los resultados de una más que notable investigación en la que, además de otros interesantes hallazgos taxonómicos, han descrito diecisiete nuevas especies de gusanos marinos algunas de las cuales han recibido nombres relacionados con Juego de Tronos, la serie televisiva que hace furor en todo el mundo. Por si ello fuera poco, los investigadores, que ya peinan alguna que otra cana, han usado también nombres de personajes de la saga de la Guerra de las Galaxias, que comenzó su andadura cinematográfica el siglo pasado.
Los gusanos de aguas profundas son parte de una familia llamada Polynoidae, que incluye alrededor de 900 especies de gusanos erizados con escamas o quetas, de donde deriva su nombre genérico de poliquetos. Los poliquetos mejor estudiados son, por razones obvias, los que viven enterrados en los fangos intermareales, que los investigadores pueden capturar fácilmente arremangándose los calzones. El problema es que muchos de estos animalitos prefieren vivir en las profundidades abisales donde nacen, crecen, se reproducen y mueren tan ricamente. Los gusanos que habitan en esas zonas profundas no son tan estudiados como sus primos que viven en hábitats menos profundos, entre otras cosas porque comprarse un batiscafo o un mini submarino son palabras mayores.
Localización de la zona Clarion-Clipperton. Fuente
Los que quieren que el hombre vuelva a la Luna suelen decir que un objetivo importante es explotar sus recursos minerales, pero la realidad es que no hace falta ir tan lejos. En los océanos, que cubren las dos terceras partes de la superficie terrestre, están, totalmente inalteradas, las mayores reservas minerales de la Tierra, tanto en cantidad como en concentración. En los fondos marinos hay depósitos de minerales que contienen casi el 60% de los 103 elementos químicos conocidos. En los últimos años la demanda de algunos de estos recursos, como los metales más escasos (cobre, oro, plata, platino, cobalto, níquel) que aparecen en los llamados nódulos polimetálicos submarinos, ha aumentado espectacularmente mientras decrece el número de explotaciones mineras terrestres.
Por eso, desde hace una década el mar se perfila, de la mano de la investigación y de la tecnología, como una nueva frontera para la minería, mucho más cercana, aunque no más conocida, que la Luna. Una frontera de gran interés económico en la que la comunidad internacional, a través de la ONU, abrió en 2010 una vía original de cooperación que declara patrimonio común de la humanidad los fondos marinos sin soberanía adjudicada (es decir, fuera de las aguas jurisdiccionales de cada país) y regula las actividades en las profundidades.
La principal preocupación es el impacto ambiental y la principal garantía en aguas internacionales es la regulación y supervisión a través de la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (ISA), establecida por la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (UNCLOS), creada en hace dieciocho años. La “Zona”, como se llama simplemente el área sobre el que tiene autoridad la ISA, son los fondos oceánicos fuera de las zonas de jurisdicción nacional: unos 260 millones de km2, una superficie equivalente a casi el 50% de la terrestre en la que se registran las mayores profundidades medias.
Las nuevas criaturas, que viven a profundidades de entre 4.000 y 5.000 metros, pudieron ser estudiadas gracias a que los investigadores se beneficiaron de las muestras obtenidas con los equipos utilizados por los prospectores de metales que trabajan en la fosa de fractura Clarion-Clipperton (CCFZ), el yacimiento de nódulos polimetálicos más grande del mundo, con aproximadamente 6 millones de km2 de lecho marino situado entre 4.000 y 6.000 m de profundidad.
La CCFZ, que forma parte de la Zona, se compone de colinas abisales y montes submarinos de gran interés comercial debido a la presencia de nódulos polimetálicos. La CCFZ podría contener 34.000 millones de toneladas métricas de manganeso. La ISA se encarga de administrar los recursos minerales de esas aguas y entre sus regulaciones se exige que los contratistas realicen muestreos e inventarios de mega, macro y mesofauna asociados con los campos de nódulos y que evalúen los impactos potenciales de la minería en el ambiente y la biota en su área de contrato. Y de esos muestreos se beneficiaron los dos zóologos franceses.
Yodanoe desbruyeresi. Foto
Con la prolija investigación realizada a partir de las muestras obtenidas, los científicos han ampliado sustancialmente el árbol familiar de los poliquetos, porque descubrieron ni más ni menos que cuatro géneros y diecisiete especies nuevas para la Ciencia. Para el género Abyssarya, los autores del estudio unieron la palabra latina "abyssus" (que significa "sin fondo") y el nombre Arya, uno de los personajes favoritos de Juego de tronos del doctor Bonifácio. Otro poliqueto cuya fotografía encabeza este artículo, Hodor hodor, mide aproximadamente once milímetros de largo, aproximadamente dos de ancho y un cuerpo con 24 segmentos nueve pares de estructuras similares a las extremidades. Abyssarya acus es mucho más pequeña: cinco mm de largo y 0,4 de ancho, y tiene 18 segmentos en su aplanado cuerpo.
Otros gusanos encontrados en el estudio recibieron nombres que hacen referencia a otras lealtades frikis de los científicos. El nombre del nuevo género Yodanoe se deriva de Yoda, el maestro Jedi de La Guerra de las Galaxias, mientras que el nombre de la especie Hodor anduril, además de homenajear al lacónico personaje de Juego de tronos, es un guiño a la espada de Aragorn de El Señor de los Anillos" (andúril" o "llama del oeste" en Elvish) debido a las estructuras en forma de espada del gusano.
Macellicephaloides moustachu. Foto
Sin embargo, no todas las especies recibieron nombres tan populares. Algunos se llaman como los colegas y amigos de los científicos, y una criatura memorable, Macellicephaloides moustachu, recibió su nombre específico por sus apéndices sensoriales cefálicos que se extienden horizontalmente como un hermoso mostacho. ¡Cosas veredes! © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.