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lunes, 27 de enero de 2020

Los extraños árboles hierbas australianos: ni árboles, ni hierbas


El suroeste de Australia alberga una flora maravillosa y única. La combinación de tipos de suelo muy diferentes y pobres en nutrientes, los incendios forestales naturales y una larga historia evolutiva en aislamiento han dado lugar a radiaciones adaptativas sorprendentes cuyo resultado son innumerables especies de plantas que no se encuentran en ningún otro lugar del mundo.
Los más de 2.600.000 km2 del estado de Western Australia ocupan un tercio de todo el país. En el estado hay censadas más de 12.500 plantas con flores, de las cuales un 60 % son endémicas. Entre las más icónicas se cuentan los árboles hierba; aunque son muy muy parecidos en porte, difieren notablemente en sus flores, lo que los sitúa en dos géneros diferentes, Xanthorrhoea y Kingsia.
Los árboles hierbas parecen un imaginativo diseño de Banyan, el constructor de árboles, un personaje de Cristopher Howard, que los fabricaba para los ricos que buscan alivio al desolado paisaje. Un inconfundible penacho de hojas hirsutas crece en el extremo de un tronco ennegrecido y carbonizado. El nombre común no es muy apropiado: ni son herbáceas ni son árboles. En realidad, si se atiende a sus flores, los árboles hierbas están lejanamente emparentados con los lirios. Más acertado es el nombre científico que les otorgó el botánico inglés sir James Edward Smith, quien describió el género en 1798. Empecemos por las más comunes, los árboles hierba del género Xanthorrhoea.
Si el tronco se agrieta, de las fisuras fluye una resina producida en la base de las hojas, un flujo amarillento [xanthos, amarillo, y rhoea, fluido) que no pasó desapercibido al avezado Smith, autor del primer libro sobre la flora de Australia (A Specimen of the Botany of New Holland), pese a que él nunca hubiera pisado el continente-isla. Ocurre, sin embargo, que Smith, quien además de botánico era millonario, compró la colección de plantas herborizadas, animales disecados y minerales del gran naturalista sueco Carl Linneo, puesto en subasta después de la muerte del hijo único de este, Linneo el Joven. De golpe y porrazo, por 1.000 libras, Smith se hizo con una de las colecciones naturales más importantes del mundo.
Paisaje dominado por Xanthorrhoea preissii, en la costa al norte de Perth, Western Australia. Foto Luis Monje.
Las veintiocho especies de Xanthorrea son endémicas de Australia. Comenzaron a diversificarse hace unos treinta millones de años, poco después de las extinciones masivas del Eoceno / Oligoceno, por lo que han tenido tiempo más que suficiente para adaptarse a las condiciones extremas de Australia. Dese una vuelta por las sabanas, por los matorrales semiáridos o por los bosques secos esclerófilos, sobre todo en las regiones suroriental y suroccidental, y con toda seguridad verá más de un árbol hierba.
Xanthorrhoea está perfectamente adaptada al medio ambiente australiano. Las adaptaciones comienzan cuando un ejemplar comienza su vida como una semilla. Después de la germinación, las plántulas de Xanthorrhoea desarrollan raíces que tiran del ápice de crecimiento de la planta (donde se encuentran los delicados tejidos meristemáticos que la harán crecer según madure), hasta unos 10-12 cm por debajo de la superficie del suelo, protegiendo así a la joven planta de cualquier daño. Las raíces se unen rápidamente con hongos micorrizógenos que ayudarán al crecimiento suministrando agua y minerales.
Una vez que el ápice de la planta joven emerge a ras de suelo, ya está protegida contra cualquier daño por una empalizada formada por las apretadas y húmedas bases de los primeros penachos de hojas. A veces, si el brote joven sufre algún daño, el ápice puede ramificarse para formar más tarde unos tallos ahorquillados. Las hojas de Xanthorrhoea son duras, pero carecen de espinas para disuadir a los herbívoros. En cambio, producen químicos tóxicos con efectos anestésicos que los herbívoros nativos rehúyen como Drácula a los ajos.
Todas las xanthorreas son perennes y se sabe que algunas especies viven más de 600 años. La mayoría crece lentamente (unos pocos centímetros al año) si las lluvias escasean, pero su tasa de crecimiento aumenta en cuanto se producen precipitaciones. Hay especies de porte arbóreo que producen tallos a modo de "troncos" de hasta seis metros de altura, mientras que otras especies crecen a nivel de suelo a partir de tallos subterráneos.
X. preissii. A) tallo quemado en cuyo centro se pueden ver los fascículos de raíces. B) detalle ampliado en el que se pueden observar las hojas quemadas y el centro radicular intacto. C) Paisaje de la foto anterior. A y C, fotos de Luis Monje. B, foto de John Patykowski.
Los troncos no son verdaderos troncos originados por crecimiento secundario de leño, sino que están formados por agrupaciones densas de las bases de hojas viejas. Dentro de este pseudotronco hueco crecen innumerables raíces delgadas que absorben rápidamente no solo el agua que golpea el tronco, sino también cualquier nutriente procedente de los excrementos de las aves y los mamíferos que prosperan al abrigo de las hojas.
Los árboles hierbas no pierden sus hojas marchitas. Las bases foliares están firmemente apretadas alrededor del tallo y adheridas a él por una resina resistente al agua. A medida que las hojas viejas se acumulan, forman un “faldón” grueso y espeso alrededor del tronco. Este faldón, que es un excelente hábitat para mamíferos y aves, tiene el inconveniente de ser muy inflamable. A pesar de ello, cuando se produce un incendio, las bases de las hojas apretadas protegen el tallo del calor y permiten que las plantas sobrevivan al paso del fuego. Pasado el incendio, se recupera rápidamente gracias a las reservas de almidón almacenadas en el tallo.
M. Peinado junto a un ejemplar de X. preissii. Foto Luis Monje.
Pueden pasar más de 20 años antes de que un árbol hierba produzca sus primeras flores, pero cuando florecen, el resultado es espectacular. En el extremo de un escapo (una vara desnuda de hojas) crece una inflorescencia en forma de espiga de hasta cuatro metros de largo en las que se agrupan cientos de flores blanco-cremosas ricas en néctar que atraen a todo tipo de insectos y aves. La floración no depende del fuego, pero el etileno que producen los incendios estimula el proceso. La capacidad de los árboles hierba para brotar después del fuego y producir flores rápidamente los convierte en suministro vital para la fauna que vive en lugares recién quemados.
Las xanthorreas suministran alimento en forma de néctar, polen y semillas para aves, insectos y mamíferos. Las larvas de escarabajos que viven dentro de las inflorescencias son un manjar para las cacatúas nativas. Muchos invertebrados, entre otros las amenazadas abejas carpinteras verdes (Xylocopa aeratus) construyen nidos dentro de los huecos dejados por las flores marchitadas. Los pequeños marsupiales nativos son más abundantes allí donde crecen los árboles hierba, porque el denso faldón de hojas densas les proporciona refugio y sitios protegidos en los que construir sus madrigueras.
Para los aborígenes que vivían en las enormes sabanas australianas, los árboles hierba fueron (y siguen siendo) un recurso de gran importancia. La resina secretada por las bases de las hojas se usó como adhesivo para unir los cabezales de las herramientas a los mangos y como sellador para recipientes de agua.
Los escapos de las inflorescencias más recias, una vez secos, se usaban para fabricar flechas y lanzas, y para prender fuego por fricción manual sobre yesca seca. Las flores eran remojadas en agua para disolver el néctar, elaborando así una una bebida dulce que podría ser fermentada para crear un licor ligeramente alcohólico.
Cuando son jóvenes, las hojas de Xanthorrhoea australis emergen de un tallo subterráneo que rodeado de raíces dulces y suculentas comestibles. Los aborígenes también comían las bases blandas de las hojas y las semillas se molían para obtener harina. Si necesitaban proteínas, los nativos recolectaban las larvas de insectos que habitan en la base de los tallos. Recogían también la miel de las colmenas construidas por las abejas carpinteras en las inflorescencias.
Los colonos europeos se dieron cuenta rápidamente de la utilidad de la resina, usándola en la producción de medicamentos, pegamento y barniz, y quemándola como incienso en las iglesias. Incluso se usó como recubrimiento impermeabilizante en superficies metálicas y postes telefónicos, y se usó en la producción de vino, jabón, perfume y discos para gramófonos. La resina se puede recoger fácilmente alrededor del tronco de las plantas, pero los primeros colonos utilizaron métodos más destructivos, eliminando plantas enteras a escala industrial. La resina se exportaba a todo el mundo; durante 1928-29, la resina exportada se valoró en más de 25.000 libras esterlinas, unos dos millones al cambio actual.

Las inflorescencias esféricas de Kingia australis brotan después del fuego, probablemente como consecuencia de la liberación de gas etileno. Endémica del suroeste de Australia Occidental, esta planta de crecimiento lento y hojas plateadas tiene un tronco grueso, a menudo ennegrecido, que alcanza los 4-8 m de altura. 

Todo lo dicho hasta ahora puede aplicarse a otro árbol hierba, Kingsia australis, que durante mucho tiempo fue considerada una especie más del género Xanthorrhoea. Externamente se parecen mucho, pero difieren completamente una vez que florecen. Como la floración de las primeras es rara (se conocen algunos ejemplares de más de doscientos años que no han producido flores), las diferencias entre ambos géneros de árboles hierbas pasaron desapercibidos a los primeros naturalistas europeos.
Una vez que florecen, desaparecen las dudas y no solo por las flores. Los racimos mazudos de flores de K. australis, muy diferentes de las esbeltas espigas de las xanthorreas, se producen sobre tallos largos y curvos. Desde que se observaron las primeras flores, las kingsias se situaron en la familia Dasypogonaceae, cuyos cuatro géneros son endémicos de Australia. Por su parte, las xanthorreas permanecen taxonómicamente donde siempre han estado, en la familia xantoroeáceas, a la que, para pasmo de muchos, también pertenecen gamones (Asphodelus), espárragos (Asparagus) y aloes (Aloe).
¡Cosas de la taxonomía! © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.
Panorama de King George Sound, un grabado de Robert Dale publicado como A Descriptive Account of the Panoramic View of King George’s Sound, and the Adjacent Country (1834).  Foto.