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domingo, 5 de mayo de 2024

Si piensas comprar un coche eléctrico, olvídate de estos bulos (2ª parte)


No hay litio suficiente para que todos los coches sean eléctricos

Otro de los argumentos más extendidos y populares contra los vehículos eléctricos es la imposibilidad de sustituir toda la flota actual de coches por vehículos eléctricos, no ya por la red o por la energía necesaria (lo que rebatí en la primera entrada), sino porque no hay suficiente litio para tantas baterías.

Este argumento comenzó probablemente hace bastantes años cuando las reservas conocidas de litio eran muy escasas debido a que este elemento no tenía una gran demanda. En 2010 el blog de un conocido divulgador español afirmaba que, al ritmo de extracción de ese momento, el litio se iba a acabar en una década. Por supuesto, el litio no se acabó en 2020, un año en el que se habían encontrado más reservas que en 2010 gracias a que durante esos diez años se descubrieron muchas más reservas que el litio extraído.

La mejor fuente para conocer las reservas de litio son los informes de la U. S. Geological Survey, una agencia científica gubernamental estadounidense, que elabora informes anuales sobre las reservas y recursos conocidos de gran cantidad de materias primas a nivel mundial, entre ellas el litio, que se contabiliza desde 1996, cuando había 2,2 millones de toneladas de reservas identificadas en el mundo.

En el año 2010, catorce años después, ya había 9,9 millones de toneladas de reservas por una razón muy sencilla: en 1996 el litio tenía muy pocos usos industriales y las baterías de litio acababan de aparecer; la demanda era, entonces, casi irrelevante, por lo que la demanda era escasa y las inversiones en nuevas prospecciones poco atractiva.

En 2010, en cambio, las baterías de litio ya eran una realidad consolidada. Aunque las baterías de gran tamaño para vehículos eléctricos eran escasas, había cientos de millones de pequeños aparatos electrónicos que las necesitaban para funcionar. La demanda de litio incentivó la prospección y por eso las reservas y los recursos crecieron mucho a pesar de la extracción de todos esos años.



Cuando redacto este artículo el informe de la U. S. Geological Survey era contundente: las reservas habían aumentado hasta los 28 millones de toneladas, es decir, se habían triplicado en catorce años, con un salto muy importante entre 2022 y 2023, un periodo en el que se añadieron cuatro millones de toneladas a las reservas, un incremento similar al que hubo entre 2020 y 2021. Aquí influyeron los nuevos descubrimientos, pero también la conversión de los recursos identificados en reservas.

El concepto reserva implica que la extracción de cualquier materia prima es económica y técnicamente viable, aunque haya mucha más materia prima identificada. Esta última es la que se cataloga como recursos, que están ahí pero no parece viable extraerlos en función del precio de la materia prima y de la tecnología disponible.

Si el precio de la materia prima sube en el mercado o se han encontrado algunas técnicas nuevas que mejoren el rendimiento de la transformación de la materia prima en material utilizable industrialmente, la extracción de algunos de estos recursos resulta viable y, por tanto, se contabilizan como reservas.

En todo caso, lo que pasó entre 2010 y 2024 no fue simplemente un “apunte contable” de la transformación de recursos en reservas, porque, de hecho, entre el 2020 y el 2023 los recursos aumentaron de 80 millones a 98 millones de toneladas. Lo que había sucedido es que se descubrieron muchos más yacimientos de lo que extraer litio.

La pregunta clave es: ¿cuántos coches nos permitirán sostener los recursos y reservas disponibles? La respuesta técnica es que depende del tamaño de la batería del coche, pero una batería media de 50 kWh de capacidad, que ofrece algo más de 300 km de autonomía, necesita alrededor de 8 kg de litio. Con las actuales reservas, se podrían fabricar unos 3250 millones de vehículos eléctricos con esas baterías, siempre en el caso improbable de que no se descubriera ningún recurso más ni se convierta ningún recurso en reserva, lo que resulta técnicamente imposible (de hecho, ya ha habido descubrimientos nuevos posteriores a la publicación del informe de 2023). Si para hacer el cálculo contásemos todos los recursos como potencialmente extraíbles, estaríamos hablando de más de 12000 millones de vehículos, casi diez veces más el número de vehículos eléctricos registrados actualmente en el mundo (1400 millones).

Mina de litio a cielo abierto


Las cifras muestran que hay litio suficiente para convertir todos los vehículos del mundo en eléctricos, pero la propia evolución histórica de las reservas permite ver que el cálculo sirva para poco más que para rebatir con números algo que es conceptualmente erróneo. Las reservas de litio seguirán aumentando, fundamentalmente porque es un elemento relativamente abundante en la corteza terrestre y su búsqueda intensiva es bastante reciente.

A diferencia de otros metales, el litio no se está reciclando. Hay técnicas para hacerlo, pero en contraste con otros metales con más valor por kilo o con más facilidad de tratamiento, no se recupera en el proceso de reciclado de una batería porque no es rentable. Hay muchos equipos de investigación en el mundo investigando nuevos métodos para poder recuperarlo de forma rentable en los procesos de reciclado, ya que se espera que millones de baterías de gran tamaño sean desechadas anualmente. Por ahora, la forma más habitual de tratar una batería de un vehículo eléctrico es dándole una segunda vida en aplicaciones estacionarias, mucho menos sensibles a la densidad energética que las de un vehículo.

El reciclaje del litio será importante para establecer una verdadera economía circular y más resistente a los cambios de precio de las materias primas, pero, considerando la evolución de las reservas y recursos, no va a condicionar el desarrollo del vehículo eléctrico durante las próximas décadas.

A medio plazo, y a pesar de que la tecnología de ion-litio no parece tener hoy sustituto para aplicaciones de movilidad, los múltiples proyectos de I+D en el campo de las baterías probablemente ofrecerán nuevas alternativas con ventajas técnicas o de coste.

Ahí están, por ejemplo, las baterías de iones sodio, algo más limitadas que las de litio pero que parece que van a tener un brillante desarrollo en los próximos años. De hecho, algunas empresas ya han comenzado a comercializarlas y, en cuanto se alcancen los volúmenes de fabricación necesarios, serán más baratas que las de litio y las desplazarán en muchos ámbitos.

Eso, en todo caso, es otra historia, pero sirve para entender hasta qué punto son erróneas las afirmaciones sobre la carestía de litio.