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miércoles, 29 de abril de 2020

Calypso bulbosa, una orquídea muy tramposa

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Hay descritas más de 25.000 especies de orquídeas. Una diversidad floral tan grande obedece a un solo fin: la polinización.

La polinización de las orquídeas es un capítulo maravilloso en la biología de esta familia de plantas que sobresalen entre las demás angiospermas por la complejidad de sus flores y por las complicadas interacciones ecológicas con sus agentes polinizadores. Es un tema que ha captado la atención de numerosos científicos a través del tiempo, incluyendo a Charles Darwin, que realizó las primeras observaciones acerca del papel fundamental de los insectos en la polinización de las orquídeas, publicadas en 1862 en su libro La fecundación de las orquídeas. Cuando Darwin afirmó que las variadas estratagemas que usan para atraer a sus polinizadores superan la imaginación de cualquier ser humano, no estaba exagerando.

Las orquídeas son realmente hábiles para engañar a los polinizadores. No es para menos: el 97% de las especies necesitan un polinizador para que se lleve a cabo la transferencia de los granos de polen de una planta a los pistilos de otra y, por tanto, para que se produzca la fecundación y la formación de las semillas.

Hay que tener en cuenta que, mientras que en la inmensa mayoría de las plantas, el polen está formado por granos individuales, el de las orquídeas está agrupado en masas compactas llamadas polinias, de tal modo que por sí solo o por acción del viento el polen no se puede dispersar de una flor a otra, y de ahí que los polinizadores sean unos transportistas imprescindibles para asegurar la reproducción sexual.

La polinización por animales (zoófila) que caracteriza a las orquídeas presupone que los polinizadores visiten las flores de manera regular y se detengan en ellas el tiempo suficiente para que rocen las anteras (y se lleven las polinias) y el estigma (la porción terminal del ovario donde deberán depositar las polinias), y que el polen quede adherido a los visitantes de modo tan perfecto que pueda llegar con seguridad a los estigmas de otras flores.

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El resultado de la zoofilia depende esencialmente de que los animales puedan reconocer las flores desde una cierta distancia y de que se sientan atraídos por las flores de la misma especie. Por eso, las flores zoófilas deben poseer productos atractivos (cebos, como el polen y el néctar), medios de reclamo (olores y colores) y, además, polen viscoso o adherente.

Los polinizadores son muy variados y, según sea la especie de que se trate, pueden ser abejas, avispas, mariposas, coleópteros, otros muchos insectos y aves (especialmente colibríes). Los polinizadores no hacen su trabajo gratis, sino que buscan una recompensa, que en general es en forma de néctar pero que también incluye otros pagos en especie. No obstante, algunas orquídeas se las han apañado para engañar a sus polinizadores, dejándolos con tres pares de narices. De un par de ellas me he ocupado en este mismo blog (1, 2). Otra de ellas es Calypso bulbosa.

Calypso bulbosa es una orquídea circumboreal, lo que significa que su área de distribución se extiende por todo el hemisferio norte en Norteamérica y Eurasia. Pasa prácticamente desapercibida la mayor parte del año hasta que llega el momento de florecer. Sobrevive con su peudobulbo semienterrado debajo de la hojarasca de los bosques de coníferas.

Las plantas han resuelto de maneras muy diversas el problema de la supervivencia durante épocas adversas. Las bulbosas como las orquídeas sobreviven gracias a sus bulbos subterráneos, que constituyen una reserva para pasar el invierno en estado de latencia, protegidos de las temperaturas extremas de la superficie gracias al poder atemperador de los suelos. Son increíblemente resistentes en esta etapa.

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Durante la primavera, cuando aparecen las hojas (Calypso bulbosa, curiosamente, produce una sola hoja), las plantas bulbosas activan su metabolismo, fotosintetizan aprovechando las largas horas de insolación y movilizan los compuestos elaborados gracias a la luz hacia los bulbos subterráneos. Mientras lo hacen, producen flores, por lo general muy numerosas y vistosas porque la mayoría de las bulbosas son polinizadas por insectos libadores.

Cuando aprieta el calor al inicio del verano, las flores ya han producido frutos, y las hojas comienzan a secarse. Durante el verano no queda más rastro de las bulbosas que un manojo de hojas secas y un puñado de frutos que, agitados por el viento, liberan decenas de semillas menudas.

A principios de la primavera, las espectaculares y un tanto extravagantes flores de Calypso bulbosa se abren y esperan la llegada de los abejorros. Las orquídeas calipso hacen todo lo posible para atraer abejorros comunes del género Bombus. La flor emite un aroma dulce. Además, el labio inferior en forma de bolsa de la flor luce unas protuberancias pequeñas, amarillas y con forma de cabello que imitan anteras cubiertas de polen. Finalmente, dentro de la bolsa formada por el labio hay dos apéndices que parecen producir néctar, pero que únicamente brillan como si estuvieran barnizados. Toda la flor es una estafa. La orquídea no ofrece recompensas reales en forma de polen o de néctar a los abejorros que las visitan.

Pero no todos los abejorros acuden al engaño. Los abejorros no son animales insensatos. Aprenden rápidamente qué flores vale la pena visitar porque les ofrecen un premio y cuáles no. Para que la artimaña funcione, se requieren abejorros recién surgidos de la larva no hayan adquirido una experiencia previa y acudan al engaño. Por eso, para practicar su estafa, Calypso dispone de un corto período de tiempo para que los abejorros de las cercanías acudan a su engaño. El timo es suficiente para que sobrevivan algunas de ellas, pero las tasas de polinización son muy bajas en esta orquídea.

El aspecto más interesante de todo esto es que la que podríamos llamar "función masculina" de la flor, la liberación de las polinias, es más probable que ocurra que la "función femenina", la deposición de polen. La razón es fácil de entender; la función masculina requiere que un abejorro sea engañado solamente una vez, mientras que la función femenina requiere que un abejorro sea lo suficientemente incauto como para ser engañado al menos dos veces.

Calypso asegura la continuidad de sus poblaciones porque, como todas las demás orquídeas, puede producir decenas de miles de semillas con una sola fecundación. Por lo tanto, cada orquídea tiene decenas de miles de propágulos potenciales para garantizar la próxima generación al tiempo que asegura su supervivencia mediante la estrategia de las bulbosas. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.