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domingo, 29 de junio de 2025

FASCINANTE: LAS POLILLAS UTILIZAN LAS ESTRELLAS PARA MIGRAR

 

Polilla bogong (Agrotis infusa)

Olvídate de tu navegador o de tus mapas y piensa qué necesitarías para llegar a un lugar determinado. Dos cosas: una dirección fijada por los puntos cardinales (si desde Madrid quieres ir a Almería deberás tomar dirección sureste; si es a Pontevedra, justamente la contraria) y unos o hitos o referencias que, durante el trayecto, te permitan comprobar que vas en la dirección contraria.

Antes de la invención de la brújula (hay referencias a dispositivos magnéticos para señalar direcciones en textos chinos que datan del siglo IV, aunque llegó a Europa en el siglo XII), millones de seres humanos migraron siguiendo la dirección marcada por el Sol o las estrellas y buscando en el horizonte determinados accidentes geográficos que certificaban que seguían la dirección correcta. Con ese método, a pie o en embarcaciones hace miles de años se colonizaron continentes enteros como América o Australia.

Dirección y referencias es justo lo que necesitan unas polillas australianas que realizan sendas migraciones anuales en las que recorren sin equivocarse centenares de kilómetros.

La polilla Bogong (Agrotis infusa) es un insecto migratorio endémico de Australia. Durante la primavera austral, las polillas recién eclosionadas en las cálidas llanuras del sureste de Australia realizan una migración dirigida de hasta 1.000 km a unas cuevas frescas situadas en los Alpes del extremo sureste del país, unos lugares que jamás habían visitado. Llegado el otoño, después de 3-4 meses de latencia veraniega (estivación), los mismos individuos emprenden el viaje de vuelta a sus zonas de cría para reproducirse y, finalmente, morir.

Hace algunos años se había demostrado que estas polillas dirigen el vuelo durante su migración detectando el campo magnético de la Tierra y correlacionando esa información direccional con uno o más puntos de referencia visuales que utilizan como balizas de orientación temporales a lo largo de la ruta.

Sin embargo, aún no estaba claro qué características visuales naturales utilizaban para navegar. Las posibles pistas eran alguna característica desconocida en el horizonte nocturno, una o más estrellas o la Luna. En el cielo nocturno austral, las constelaciones y la brillante Vía Láctea son particularmente vistosas y tienen un excelente potencial como pistas de navegación confiables. Sus posiciones celestes predecibles a lo largo de cada noche hacen que las pistas estelares sean útiles para determinar una dirección en una orientación de corto alcance (utilizada, por ejemplo, por los escarabajos peloteros a la búsqueda de montones de estiércol) y las ranas grillo) y como brújula para la navegación de largo alcance para las aves, los humanos y posiblemente las focas.

Hasta ahora no se sabía de ningún invertebrado que utilizara las estrellas para discernir direcciones geográficas específicas (es decir, una dirección relativa al norte) durante una navegación de largo alcance dirigida hacia un objetivo distante.

En un artículo que acababa de publicarse, se ha demostrado que las polillas Bogong poseen esa capacidad: utilizan las estrellas como brújula durante su migración de larga distancia para determinar y seguir un rumbo migratorio heredado, invirtiéndolo al cambiar de estación. Además, los investigadores han demostrado que las interneuronas visuales del cerebro de la polilla están sintonizadas con orientaciones específicas del cielo nocturno, lo que sugiere su participación en una red de brújulas estelares.

Ciclo de vida y migración de la polilla Bogong. a, Una polilla Bogong macho. b, Las polillas adultas migran desde sus áreas de reproducción en varias regiones del sudeste de Australia hasta los Alpes australianos durante la primavera (flechas verdes), donde estivan en cuevas alpinas frescas durante el verano, y regresan a las áreas de reproducción en otoño (flechas moradas). En las áreas de reproducción, se aparean, ponen huevos y mueren. Los estadios inmaduros se desarrollan bajo tierra durante el invierno. El punto rojo indica el sitio experimental situado en Adaminaby. c , alrededor de 16.000 polillas por metro cudarado estivan en las paredes de cuevas en los Alpes australianos durante hasta 4 meses antes de realizar la migración de regreso. Recuadro: imagen de primer plano de las polillas.

Un planetario para polillas

Para confirmar su hipótesis, los investigadores diseñaron un experimento ingenioso. Capturaron polillas durante su migración y las introdujeron en un simulador de vuelo, un dispositivo, parecido a un pequeño planetario, que sujetaba la polilla permitiéndole batir las alas y girar libremente, mientras un sensor registraba su dirección de vuelo. Luego hicieron varias pruebas:

Anularon el campo magnético: Utilizando un sistema de bobinas, crearon un entorno sin pistas magnéticas. Así se aseguraban de que cualquier orientación correcta se debiera a las señales visuales.

Proyectaron un cielo estrellado natural: Bajo un cielo nocturno artificial, idéntico al que verían en la época de la migración, las polillas se orientaron siempre en la dirección migratoria correcta: hacia el sur en primavera y hacia el norte en otoño.

Giraron el cielo 180 grados: En la prueba definitiva, los investigadores rotaron la proyección del cielo estrellado 180 grados. La respuesta de las polillas fue inmediata y asombrosa: invirtieron su dirección de vuelo casi exactamente 180 grados.

Proyectaron estrellas al azar: Para asegurarse de que no respondían simplemente a la luz, proyectaron una imagen con la misma cantidad de estrellas y brillo, pero distribuidas aleatoriamente, sin patrones reconocibles. Bajo es bóveda celestial, las polillas volaron desorientadas, sin una dirección clara.

Inesperado. Estos resultados demostraron sin lugar a duda que las polillas ven las estrellas y las utilizan como brújula para mantener un rumbo geográfico específico navegar hacia un objetivo distante durante miles de kilómetros.

Un cerebro conectado a las estrellas

Los investigadores analizaron el cerebro de las polillas y descubrieron neuronas visuales que respondían específicamente a la rotación del cielo estrellado. Curiosamente, estas neuronas mostraban su máxima actividad cuando la polilla se dirigía hacia el sur, independientemente de si era primavera u otoño, lo que sugiere que tienen un sistema neuronal cableado para detectar una orientación celeste fundamental.

Esto no invalida su brújula magnética. En otro experimento, los científicos observaron que en noches completamente nubladas, cuando las estrellas eran invisibles, las polillas seguían orientándose correctamente. La conclusión es que la polilla Bogong posee un sistema de navegación increíblemente robusto y redundante. Utiliza tanto el campo magnético de la Tierra como una brújula estelar, probablemente usando un sistema para calibrar al otro o para tomar el relevo cuando uno de ambos falla.

Aún quedan misterios por resolver, como qué estrellas o constelaciones exactas utilizan o cómo compensan la rotación de la Tierra a lo largo de la noche. Pero lo que está claro es que no solo los antiguos marinos seguían su ruta guiándose por las estrellas.

Un diminuto insecto, en su único viaje, lo hacía mucho antes.