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miércoles, 27 de abril de 2016

El arte de pagar sus deudas sin gastar un céntimo (1): Honoré de Balzac

La deuda pública en España en el primer trimestre de 2016 fue de 1.081.327 millones de euros, lo que supone un 100,01% del PIB o, dicho de otra forma, que cada español debe (solamente en deuda pública: hipotecas y préstamos privados aparte) 23.280 euros. Para abundar en lo que digo, la deuda pública ha crecido desde 2005, cuando fue de 393.479 millones de euros, el 42,30% del PIB de aquel año. No somos nadie ni estamos solos.

Los occidentales vivimos de lo que nos prestan. Las deudas públicas de los países occidentales, EEUU incluido, superan el 100% de su PIB y continúan creciendo año a año, sin ton ni son. Resolvemos nuestros problemas de crecimiento y de deflación emitiendo aún más deuda, en una loca carrera sin fin. Nunca estuvimos tan endeudados y, a pesar de ello, seguimos entrampándonos para poder vivir y pagar la anterior. Nos encontramos en una espiral sin aparente salida, que nos preocupa y ocupa. Para unos, esta deuda viene motivada por un exceso de gasto público, para otros por una insuficiente recaudación fiscal. En todo caso, también guarda relación con la descomunal deuda privada de nuestras familias y empresas, que en el último año alcanzó el 180% del PIB. Y parece que no sabemos – o no queremos – librarnos de ese dogal.

Por eso, es más que recomendable que los gobiernos (y sus gobernados) de Occidente lean la edificante e insolente lectura del libro que en 1827 escribió el joven Honorato de Balzac. El libro, tenido por insolente y antisistema, nunca sería reeditado ni incluido en sus obras completas. Se trataba del opúsculo satírico L´art de payer ses dettes et de satisfaire ses créanciers sans débourser un sou, publicada en español como El arte de pagar sus deudas sin gastar un céntimo (Editorial Espuela de Plata). Como se advierte en el prólogo de la obra,

«Para satisfacción de los lectores, Balzac convirtió sus sufrimientos personales en una moral, para demostrarnos, de forma contundente, que las deudas no pagadas son un seguro placer para el que las ha contraído».

Y el propio autor se aplicó las enseñanzas de este libro, pues siempre vivió por encima de sus posibilidades, endeudado y cambiando frecuentemente de vivienda. De hecho, la que hoy es conocida como la «Maison Balzac» dispone de varias salidas a modo de gateras para que el escritor pudiera escapar de sus acreedores. Según Balzac, la primera y más importante lección a aprender es que

«Se puede vivir del crédito siempre que se cumpla con una fidelidad inquebrantable su más sólido principio: no hay que pagar deudas a nadie».

Y sigue Balzac, agudo, con uno de sus menos conocidos aforismos:

«Mientras más deudas se tienen, más crédito se tiene; mientras menos acreedores se tienen, menos ayuda se puede esperar».

O este otro, que tampoco es manco:

«Quien no consigue crédito, inevitablemente entra en quiebra, pues mientras más crédito se tiene, más movimientos de ventas se logra».

Con gran cinismo, Balzac afirmaba que cualquier nación, por grande que sea o por perfecta que sea su Administración, se termina dividiendo en dos grandes grupos o partidos:

«Primer partido: individuos que roban. Este es el más fuerte y poderoso. Segundo partido: individuos que son robados. Este es el más grande y numeroso».

¿En cuál se encuentra usted? El deudor, afirma Balzac, siempre estará mimado por sus acreedores, pues es la única manera que tienen del recuperar los prestado. Por eso, el genial escritor francés advierte que:

«Tiene que actuar de manera que los acreedores estén más interesados que cualquier otra persona en conservar y prolongar su estancia en la tierra».

Y tiene razón. Al final, los prestamistas del norte de Europa no han dejado caer a los del sur, preocupados por el impago de las deudas contraídas. Ahora son los que más nos miman y nos quieren por la cuenta que les trae. Y un último consejo de Balzac: la mejor manera de amortizar (no pagar) las deudas es la del enredo: hay que convertir las deudas existentes en otras nuevas y diferentes. ¿Les suena? Eso es lo que llevamos haciendo hace años con nuestras nuevas emisiones que tapan los agujeros de los antiguos préstamos.


Pues bien, los gobiernos ya tienen en el libro de Balzac todo un modelo contrastado en el que inspirarse para seguir enredando y pidiendo más y más préstamos aún a sabiendas de que ya, probablemente, no seremos capaces –o no querremos- devolverlas. ¡Viva Balzac!