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viernes, 30 de mayo de 2025

ESTAMOS RODEADOS DE MOLÉCULAS Y NO SABEMOS QUÉ DEMONIOS SON

Aunque las moléculas no se pueden ver, comprender qué son puede ser útil para desmentir algunas de las sandeces que se dicen sobre ellas.

Una molécula es un conjunto de átomos unidos por enlaces químicos

A pesar de que todo en el mundo físico depende de la actividad molecular, las encuestas revelan que solo cuatro de cada diez personas comprenden que los electrones son más pequeños que los átomos y solamente una de cada diez sabe qué es una molécula.

Las moléculas son los componentes fundamentales de la materia. Están formadas por átomos, que a su vez están compuestos por partículas aún más pequeñas: protones, neutrones y electrones. Las moléculas son partículas inconcebiblemente pequeñas: aproximadamente 100.000 moléculas de agua podrían caber en el grosor de uno de tus cabellos.

Nadie había visto una molécula hasta 2009, cuando, mediante un microscopio de fuerza atómica ultrasofisticado, científicos de IBM lograron fotografiar el pentaceno y el mundo pudo ver claramente una molécula compuesta por cinco anillos de benceno fusionados.

Estructura interna de una molécula de pentaceno, de 1,4 nanómetros de longitud. Abajo, modelo de la misma (los átomos grises son de carbono y los blancos de hidrógeno). Fuente: IBM

Si nadie las había visto, ¿cómo sabían los científicos que el mundo estaba hecho de moléculas invisibles? El concepto tardó muchísimos años en evolucionar. Ya en el siglo V a. e. c., el filósofo griego Leucipo y su alumno Demócrito sugirieron que, si la materia se cortaba en pedazos cada vez más pequeños, alguna vez se llegaría a una partícula que no podría dividirse más. Para designarla, acuñaron el término "átomo", del griego "indivisible". Imaginaron diferentes formas de materia compuestas de átomos diferentes en forma y tamaño.

Esta idea permaneció latente durante dos mil años hasta que, en 1661, en su obra clásica El químico escéptico, Robert Boyle escribió que la materia estaba compuesta de varios "corpúsculos" de diferentes tipos y tamaños que podían reorganizarse para formar nuevas sustancias. 

Al llevar a cabo una serie de nuevos análisis de laboratorio que pondrían orden en el caos de conocimiento generado a lo largo de siglos de filosofía griega y alquimia medieval, Antoine-Laurent Lavoisier cambió para siempre la química, tanto teórica como práctica. El trabajo de Antoine-Laurent Lavoisier por conceptualizar los principios de la química moderna hizo que las generaciones futuras lo consideren el fundador de esta ciencia.

En su libro de 1789 Tratado elemental de química, Lavoisier reconoció los corpúsculos de Boyle como "elementos" de los que está hecha toda la materia, y describió cómo, durante una reacción química, la masa total de los reactivos es igual a la masa total de los productos. John Dalton racionalizó esta observación cuando afirmó que, en una reacción química, los átomos no se pierden ni se ganan, sino que simplemente se reorganizan y se unen para formar nuevas entidades, para la cuales Amadeo Avogadro acuñó el término "molécula", del latín "moles", que significa "una masa pequeña".

Realizando unas meticulosas observaciones de las reacciones químicas, el alemán Augusto Kekule concluyó que los átomos tienen un número característico de "ganchos" que pueden usar para unirse, y que el átomo de carbono tiene cuatro de estos ganchos que pasaron a llamarse "enlaces". Más tarde, en 1874, August von Hofmann construyó el primer modelo de una molécula utilizando bolas para representar átomos y barras para enlaces. Su modelo de metano era una estructura plana con un átomo de carbono unido a cuatro átomos de hidrógeno. Este modelo fue refinado por Jacobus Henricus van't Hoff, quien concluyó que las moléculas son tridimensionales y que el carbono en el metano está en el centro de un tetraedro con los hidrógenos en los cuatro vértices.

Sorprendentemente, todas estas conclusiones se dedujeron por inferencias basadas en lo que debía estar sucediendo a nivel atómico para explicar las reacciones que se podían observar en el laboratorio. Hoy en día existen varios métodos instrumentales como la cristalografía de rayos X y la espectroscopia de resonancia magnética nuclear que pueden identificar estructuras moleculares incluso tan complejas como el ADN.

En el lenguaje cotidiano es frecuente encontrarse con disparates moleculares. En la radio oigo decir a un meteorólogo que la niebla es aire saturado y que, a medida que el aire se enfría, las moléculas de agua se hacen cada vez más grandes hasta hacerse visibles. No hombre, no: las moléculas no cambian de tamaño. Pueden agruparse y formar un líquido o separarse para formar vapor. La niebla a la que se refería el meteorólogo no está formada por enormes moléculas de agua, sino por moléculas que se han agrupado para formar gotitas líquidas.

Además de aconsejarnos no salir jamás de “nuestra zona de confort”, no pocos “influencers” y gurús del bienestar y la salud repiten sin ningún pudor que "la margarina es una molécula que apenas difiere del plástico". Los plásticos están compuestos de polímeros, mientras que la margarina es una mezcla de grasas y agua. No existe ningún parecido químico entre ambos. Decir, cuando dicen que la margarina está a "una molécula de distancia de ser un plástico", simplemente desbarran.

Las sustancias están hechas de moléculas, que a su vez están compuestas de átomos unidos según un patrón específico. Alguno podría decir que el peróxido de hidrógeno, H₂O₂, está a un átomo del agua, H₂O, pero eso carece de sentido. Ese átomo de oxígeno adicional cambia drásticamente las propiedades de la sustancia. Meter un dedo en un frasco de peróxido de hidrógeno puro revela rápidamente el efecto de ese oxígeno adicional.

No menos disparatado es lo que escucho en los anuncios de los "discos o bolas para lavadoras”, unos productos que supuestamente permiten lavar la ropa sin usar detergente. Los fabricantes de esta piedra filosofal afirman sin empacho que contienen «una cerámica activada que reduce el tamaño de las moléculas de agua y mejora su capacidad de penetración en la tela»

Los discos suecos "Magicball" para lavadoras son un ejemplo de producto seudocientífico.

Ni las cosas no son así, ni las pelotas para lavadoras funcionan así. ¿Te has preguntado alguna vez adónde va el azúcar cuando se disuelve en un vaso de agua? Las moléculas de agua no cambian de tamaño, pero permiten que otras moléculas se compriman entre ellas. Por eso el agua es un disolvente extraordinario para un sinfín de moléculas.

Otra interesante demostración molecular implica un fenómeno observado por primera vez por los antiguos griegos. Si combinamos cantidades iguales de agua y alcohol, obtenemos un volumen menor que la suma de ambos. ¿Por qué? La única respuesta posible es que las moléculas de alcohol se han colocado en los espacios entre las moléculas de agua.

¿Y qué se puede hacer con esa mezcla de agua y alcohol? ¡Brindar!