Dicen que, las azufaifas, los frutos del azofaifo, ofrecen muchos beneficios para la salud. Quizás sea así... si es que eres una rata o una mosca de la fruta.
![]() |
Flores de Ziziphus jujuba |
Para mí, las azufaifas o
azofaifos son recuerdos de mi niñez, de las ferias de barrio en las que los
asnos de pequeños comerciantes bajaban de las Alpujarras con los serones
repletos de unos frutos (almecinas, azofaifas, pan de higo, moras, zarzamoras y
majoletas) que no veíamos el resto del año.
Las azofaifas siempre fueron los
pequeños frutos que carecen de cualquier valor nutricional excepcional. Por lo
tanto, fue toda una sorpresa cuando me preguntaron si es verdad que, comercializadas
ahora como dátiles chinos, pueden combatir el cáncer, mejorar las funciones
cerebrales y alargar la vida. Un poco de golpeteo en el teclado del ordenador me
reveló que ha habido mucha investigación nutricional dedicada a las azufaifas, pero
con resultados poco relevantes.
Lo primero es lo primero. Las
azufaifas son los frutos que produce el ginjo o azofaifo Ziziphus jujuba,
un árbol originario del sur de Asia, también conocido como jujube, jinjolero, ginjo,
jínjol y achufaifo, entre otros nombres comunes. Aunque su tamaño depende
directamente de la humedad que haya recibido, es una planta caducifolia que
puede llegar a medir más de diez metros de altura, aunque habitualmente alcanza
unos dos metros o tres. El tronco es recto, con bultos y corteza muy arrugada. La
ramificación zigzagueante y colgante, es muy densa y espinosa, como resultado
de su adaptación natural para protegerse de los herbívoros.
![]() |
Hojas y frutos inmaduros del azufaifo |
Las hojas alternas, de rabillo
corto, son coriáceas, de entre 2 a 7 cm de longitud, de forma oval-lanceolada
con el margen finamente dentado y el ápice agudo o redondeado. Las hojas, de color
verde claro brillante, tienen tres nervios principales longitudinales y dos
estípulas espinosas en la base.
En el hemisferio norte florece
entre abril y agosto. Las flores son pequeñas, poco llamativas, pentámeras,
verdosas y situadas en grupos de dos o tres a lo largo de las ramas. El fruto
es una drupa comestible con aspecto de aceituna, de unos 2 o 3 cm de longitud, y
una sola semilla. La piel del fruto es inicialmente de color verde claro y toma
un color marrón rojizo cuando está maduro. Cuando está fresco, la pulpa es
verde claro a amarillento pálido, de textura harinosa —parecida a la de la
manzana— y dulzona.
El árbol, que da un fruto de
color rojo, se cultiva desde hace más de 4.000 años, especialmente en China,
donde tiene una larga historia de uso como alimento y como ingrediente en su
medicina tradicional. En España es una planta conocida des de hace siglos, al
menos desde siglo XVI, pues Cervantes la cita en el entremés de El viejo celoso, cuando
Hortigosa, la celestina, lleva un mozo a Lorenza para que disfrute porque su
viejo marido no la satisface:
Hortigosa: «Ahora bien,
señora doña Lorenza, vuesa merced haga lo que le tengo aconsejado, y verá cómo
se halla muy bien con mi consejo. El mozo es como un ginjo verde; quiere bien,
sabe callar y agradecer lo que por él se hace; y, pues los celos y el recato
del viejo no nos dan lugar a demandas ni a respuestas, resolución y buen ánimo:
que, por la orden que hemos dado, yo le pondré al galán en su aposento de vuesa
merced y le sacaré, si bien tuviese el viejo más ojos que Argos y viese más que
un zahorí, que dicen que vee siete estados debajo de la tierra».
Por supuesto, el hecho de que se
haya utilizado como medicina durante milenios no significa que haya dado
resultados. Sin embargo, me parece que vale la pena examinar sus posibles
efectos sobre la salud.
En cuanto a las afirmaciones
sobre sus supuestos
beneficios, abundan. Se dice que calman la mente, alivian la tensión, curan
el insomnio, mejoran la memoria, aumentan la inmunidad, combaten el cáncer,
protegen el hígado, mejoran la digestión y alargan la esperanza de vida.
Afirmaciones tan variadas levantan sospechas de inmediato porque históricamente
no existe una sola sustancia que haya demostrado tener un beneficio clínico en
tantas afecciones distintas.
Como cualquier fruta o verdura,
las azufaifas contienen cientos de fitoquímicos con algún interés. Contienen
polifenoles, vitaminas, terpenos, nucleósidos y muchos otros. Un extracto
contendrá muchos de estos, y si lo colocas en una placa de Petri con algunas
células cultivadas y juegas con la dosis, algo acabará por pasar. Tal vez las
células se multipliquen menos rápidamente, tal vez liberen algunas moléculas
señalizadoras, tal vez liberen antioxidantes.
Lo mismo ocurre con ratones o
ratas. Aliméntalos con algún material vegetal o extracto en diferentes dosis y
algo se observará. Puede que no sea nada útil, pero sí lo suficiente como para
conseguir una publicación en alguna revista menor.
Hay una revisión
de la literatura terapéutica del azofaifo. En un estudio, por ejemplo, el
extracto de azufaifo alimentado con ratas aumentó la actividad de las células
asesinas naturales (los linfocitos) que combaten a los microbios invasores. En
otro, el extracto de azufaifo mató las células cancerosas en un tubo de ensayo.
En ratas, un polisacárido extraído de las azufaifas fortaleció su revestimiento
intestinal. En otro estudio, las ratas que tenían una parte del cerebro que
controla la atención y la memoria con deterioro quirúrgico experimentaron
cierta recuperación con un extracto de azufaifo.
En el laboratorio, un polipéptido
aislado del azufaifo mostró actividad inhibidora de la colinesterasa. La
colinesterasa es una enzima que degrada el neurotransmisor acetilcolina, que ya
escasea en los pacientes con Alzheimer. Eso fue suficiente para proponer que
las azufaifas pueden tener potencial para ayudar a las víctimas de esta
enfermedad. Pero existen numerosos inhibidores de la colinesterasa que se
encuentran en hongos, organismos marinos y flores, algunos de los cuales, como
la galantamina de las campanillas de invierno (Galanthus nivalis), la
industria ha convertido en fármaco, y no hay razón alguna para creer que el
extracto de azufaifo sea de alguna manera superior a estos, y cualquier
sugerencia de que las azufaifas pueden ser un tratamiento para el Alzheimer
puede calificarse bondadosamente como prematura.
En lo que respecta a la
longevidad, ha habido un estudio que demostró la extensión no solo de la
esperanza de vida, sino también de la salud…: ¡en las moscas hembra de la fruta!
Las moscas fueron alimentadas con una dieta suplementada o no con polvo de
fruta de azufaifo. Las moscas alimentadas con las comidas suplementarias
vivieron más tiempo y estaban más sanas.
Ahora bien, ¿cómo se determina el
estado de salud de una mosca de la fruta? No hace falta decir que las personas
no somos moscas gigantes de la fruta.
Mi búsqueda en la base de datos
clínica más utilizada, PubMed, arrojó 677 publicaciones sobre Z. jujuba. Muchas se referían al cultivo de la fruta, pero
un gran número describía los efectos de los extractos en las células de
roedores y, por lo general, atribuían cualquier beneficio que se observara a
los antioxidantes. ¡Pero no apareció ni un solo estudio que investigara los
efectos de las azufaifas en seres humanos! El más cercano era un estudio que
demostró que el sabor del bizcocho se puede mejorar con la adición de extracto
de azufaifo.
Prácticamente todos los estudios
provienen de China, en su mayoría de instituciones dedicadas al estudio de las
medicinas tradicionales orientales. El hallazgo de algún beneficio en cultivos
celulares o en roedores no es una sorpresa porque las azufaifas son una fruta y
los extractos de frutas siempre ofrecen beneficios potenciales para la salud,
ya sean arándanos, bayas de goji, uvas, manzanas, cerezas o casi cualquier otra
fruta o verdura que se les ocurra. El único mensaje que se deduce de todo esto es
que deberíamos comer muchas frutas y verduras.
Sin embargo, aprendí algo que distingue a las azufaifas de otras frutas. Hay un árbol antiguo en Al-Qurnah, Irak, muerto hace mucho tiempo, pero que aún se mantiene en pie, y que aparentemente es un azufaifo. Más que eso, se dice de él que es el "árbol del conocimiento del bien y del mal" original que Dios plantó en el Jardín del Edén.
Si eso es así, entonces resulta que Eva tentó a Adán con un azufaifo y la cosa no resultó demasiado bien. Aunque sea así, como son recuerdos de mi niñez, me encanta comer azufaifas a pesar de que no espero que comerlas me ayude a dormir mejor, calmar mi mente o ayudarme a recordar todo lo que acabo de aprender sobre estos "dátiles chinos" rojos.