Las acacias verdaderas producen goma arábiga, una sustancia con varias aplicaciones que ha impulsado el arte y el comercio mundial durante siglos.
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Senegalia senegal (flores, izquierda y frutos, derecha) |
Esta primavera, mientras me encontraba viajando por Estados Unidos, en Washington, en la Galería Nacional de Arte se inauguró una exposición en la que se mostraba la obra de Elizabeth Catlett (1915-2012), una escultora y grabadora afroestadounidense nacionalizada mexicana.
Su obra, como se muestra en la
exposición, se basó en gran medida en la litografía, un proceso de grabado en
el que se dibuja un diseño sobre piedra, se trata con goma arábiga y,
posteriormente, se entinta e imprime. Este proceso artístico no sería posible
sin las auténticas acacias, unos árboles de tronco corto y ramas bajas.
Los botánicos incluimos las verdaderas acacias en dos especies, (Vachellia seyal y Senegalia senegal). Hay muchos árboles, generalmente espinosos, a los que se conoce comúnmente como acacias, aunque en puridad biológica las verdaderas acacias son esos dos arbolitos caducifolios y espinosos (africano, el primero y nativo la península Arábiga, Pakistán, la costa oeste de la India y las regiones semidesérticas de África, el segundo) que, además de ser leguminosas, producen goma arábiga, una sustancia multiusosl que ha impulsado el comercio mundial durante siglos.
Las acacias alcanzan una altura
de entre cinco y doce metros, con un tronco corto y ramas bajas que raramente
sobrepasan los cinco metros de altura. Sus características hojas compuestas consisten
en pequeños folíolos dispuestos en filas a cada lado de un nervio central, y
sus pequeñas flores amarillas se acumulan en racimos multifloros alargados o esféricos.
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Vachellia seval (hojas, izquieda, e inflorescencias esféricas |
Los leños de ambas especies secretan
goma arábiga, una savia insípida, inocua, de color blanquecino pálido o anaranjado
que se suele recolectar en África subsahariana y en la India monzónica al final
de la temporada de lluvias. Esta sustancia que cristaliza en forma de lágrima globular
y un tamaño pequeño, ha sido utilizada por artistas durante milenios.
Uno de los primeros usos
registrados de la goma arábiga fue como aglutinante o espesante de pinturas.
Debido a que la goma arábiga es soluble en agua y adhesiva, puede mantener
unidas las partículas de pigmento y unirlas a las superficies. Alrededor del
año 2000 a.C., los antiguos egipcios mezclaban pigmentos hechos de minerales
molidos con goma arábiga para crear unas
tintas que aplicaban en los papiros con pinceles formados por hierbas y
juncos.
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Pedazos de goma arábiga cruda en una placa Petri |
La goma se siguió utilizando como
aglutinante de pintura o tinta a lo largo de la historia. En el siglo I d.C., Plinio
el Viejo escribía usando tinta elaborada con hollín, carbón y
goma. En la Edad Media, la goma arábiga llegó a Europa a través de peregrinos y
comerciantes que viajaban a los puertos del llamado Levante, la región costera
del Mediterráneo oriental. La goma llegó
a los monasterios cristianos, donde los escribas lo disolvían en agua para
crear tinta o pintura, que copistas y amanuenses utilizaban en la copia e
iluminación de códices, beatos y manuscritos.
El colonialismo y el comercio de goma arábiga
Los puertos árabes, que cayeron
bajo control turco después de que el Imperio Otomano se impusiera al califato
árabe y a los pequeños estados sucesores, dominaron el comercio de goma arábiga
hasta la segunda mitad del siglo XV, cuando
los marinos portugueses entraron en contacto con los habitantes de la costa
occidental de África.
Un pegamento de los años 70 del siglo pasado
Gracias a las interacciones con
las comunidades locales, los portugueses se enteraron de la existencia en la
región de una fuente inabarcable de goma arábiga de calidad semejante a la del
Levante. Este descubrimiento desplazó el centro del comercio de goma arábiga
para el mercado europeo, sentando las bases para uno de los períodos más espléndiorosos
de la historia de la acacia: el siglo XVIII.
La demanda europea de goma
arábiga en el siglo XVIII aumentó para sostener un
mercado textil en crecimiento. Al imprimir textiles, la goma arábiga
desempeñaba el papel indispensable de agente espesante que ayudaba a impregnar
y fijar los tintes en la tela. Las sustancias utilizadas anteriormente, el
almidón y la harina, no lograron alcanzar el nivel de detalle deseado en los
diseños impresos. A medida que el gusto comercial impulsó la producción a gran
escala de algodones y linos artensalmente estampados, también aumentó la
necesidad de los europeos de grandes cantidades de goma arábiga.
A lo largo del siglo XIX, las
compañías comerciales estatales, la Real Compañía Africana británica, la
Compagnie des Indes francesa y la Compañía holandesa de las Indias
Occidentales, compitieron por el control del comercio de la goma arábiga en Saint-Louis
(Senegal), una gran feria en la que los proveedores locales, los bereberes,
se reunían con los comerciantes europeos. Mientras que los franceses buscaron y
lograron un cuasi monopolio del comercio en Saint-Louis a través de acuerdos
con los bereberes de
Trarza, los ingleses y los holandeses se especializaron el comercio
"ilegal" más al norte, en Portendick, que se encuentra en la actual
Mauritania.
La lucha entre estas naciones estalló durante la Guerra de los Siete Años, en la que Gran Bretaña capturó Saint-Louis en 1758, trasladando el dominio europeo del comercio de goma hacia los ingleses. Al debilitar la influencia comercial de Francia, Gran Bretaña intentó establecer un monopolio en el comercio mundial de goma arábiga, a pesar de que el tratado de Versalles de de 1783 devolvió Saint Louis y el río Senegal al control francés, y los comerciantes privados franceses recuperaron el poder sobre el comercio de goma en África Occidental.
Por lo tanto, la importancia de
la goma arábiga estuvo ligada a la conquista política y al dominio colonial en
África Occidental. El historiador James L. A. Webb, Jr. describe la prevalencia
del comercio de goma durante este período, cuando
escribe que: «Desde finales del siglo XVII hasta la década de 1870, la
goma arábiga era el producto más importante comercializado por los europeos que
se detenían a lo largo de la "costa de la goma" del sur de Mauritania
o comerciaban en la desembocadura del río Senegal». De hecho, la goma arábiga era
el único recurso natural exportado en grandes cantidades desde África
Occidental a Europa antes de la abolición de la trata de esclavos en el siglo
XIX.
Innovaciones artísticas
A medida que la goma arábiga entraba
en Europa en cantidades cada vez mayores durante los siglos XVIII y XIX,
impulsó la producción artística en múltiples facetas en todo el continente. Una
de esas manifestaciones era la pintura de acuarela, que había existido en
diversas formas desde la antigüedad, pero que pronto
alcanzó un nuevo y gran prestigio en Gran Bretaña.
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Caja de acuarelas original de William Reeves. Museo Joseph Allen Skinner, South Hadley, Massachusetts, Estados Unidos. |
La técnica de la acuarela al pastel, inventada por William Reeves en 1780, surgió como una innovación material fundamental en la historia de la acuarela. La goma arábiga se utilizaba como aglutinante en estas pequeñas, delicadas y duras costras de pintura. Poco después de la invención de los pasteles de acuarela, los fabricantes de pinturas conocidos como Artists' Colourmen vendían cajas listas para usar, lo que permitía a los artistas pintar al aire libre Desde mediados del siglo XVIII hasta mediados del siglo XIX, Gran Bretaña entró en la llamada "Edad de Oro de la acuarela", una época en la que los artistas elevaron la categoría de esa técnica y la llevaron a nuevos niveles de potencial expresivo en las conocidas pinturas con grandes paisajes de colores brillantes.
A medida que los materiales de
acuarela incorporaron la goma arábiga, la industria de la impresión pronto pasó
a depender de la savia de las acacias. En 1798, el escritor y atista alemán Alois Senefelder
inventó una nueva técnica de impresión que contribuiría a la rápida
reproducción y circulación de imágenes en el siglo XIX: la litografía. El
artista o impresor dibujaba un diseño en una piedra plana antes de fijar la
imagen a la superficie con una solución de goma arábiga. Durante sus
experimentos, Senefelder observó que la goma arábiga era un componente
principal en la preparación de la piedra litográfica.
Debido a que la piedra
litográfica experimentaba un desgaste mínimo durante la impresión, una sola
piedra podía producir un número casi ilimitado de impresiones. Además, el
proceso de impresión, que sólo exigía que el artista dibujara en piedra, era
más conveniente que los procesos anteriores y laboriosos de la xilografía y el
aguafuerte en planchas de cobre y permitía una calidad estética más variada de
las imágenes impresas.
Por esas razones, los artistas
comenzaron a adoptar plenamente este nuevo proceso de grabado en la década de
1820, especialmente en Francia. La litografía mezcló intereses artísticos y
comerciales, convirtiéndose en una buena opción para ilustraciones de revistas,
imágenes satíricas y cuadros que se podían colgar en casa.
La goma arábiga y la fotografía
Aunque la goma arábiga era un
agente de reproducción en el contexto pictórico, también cumplió una función
diferente en la fotografía. A mediados del siglo XIX, los fotógrafos
experimentaban frecuentemente con materiales y procesos fotográficos. Una
innovación en los inicios de la fotografía se conoció como la técnica
de la goma bicromatada, que consistía recubrir el papel con una emulsión
fotosensible (compuesta por una mezcla de goma arábiga, una sal de dicromato,
como el potasio, y un pigmento) y se exponía a la luz a través de una imagen
negativa para endurecer la emulsión. Eso daba como resultado fotografías de
alto contraste, granuladas y suaves, lo que permitió a los artistas desafiar
las fotografías manufacturadas y estandarizadas, populares en Europa.
El legado duradero de la goma arábiga
En el siglo XX, empresas
británicas y francesas continuaron controlando el comercio de goma arábiga
hasta que las naciones de la región africana del Sahel obtuvieron su
independencia alrededor de 1960. Sudán pronto se convirtió, y sigue siendo, el
mayor productor mundial de goma arábiga, proporcionando
alrededor del 80% del suministro mundial de esta sustancia. A medida que
países como Sudán asumieron el control del suministro de goma arábiga de forma
independiente, se enfrentan a una creciente demanda mundial de este producto y
sus nuevas aplicaciones comerciales.
En la economía global actual, la
goma arábiga sigue siendo vital en múltiples industrias. En la industria de
alimentos y bebidas, se utiliza para mejorar la textura de diversos alimentos, para
prevenir la cristalización de refrescos e impedir la separación de los líquidos
empleados en diferentes bebidas. En la industria farmacéutica, se utiliza en la
creación de diversas vitaminas y comprimidos, y mejora la consistencia de los
medicamentos administrados por vía oral.
Las propiedades de la goma
arábica siguen siendo únicas. Ningún otro ingrediente puede hacer lo que hace
la savia de las acacias africanas. No puede ser reemplazada por nada más. Se ha intentado, pero
no se ha logrado. Eso se refleja en el explosivo crecimiento de la industria:
las exportaciones de goma sin procesar y semiprocesada casi se
han triplicado en las últimas tres décadas.
Hoy en día, tanto el árbol de acacia en sí como el proceso
de cosecha de goma arábiga están en peligro. El árbol se enfrenta a varias
amenazas, incluyendo la disminución del hábitat debido al cambio climático, el
pastoreo, las sequías, los incendios y la sobreexplotación.
El aumento de las temperaturas ha
hecho que la cosecha, que se realiza a mano, sea cada vez más peligrosa, y la
viabilidad económica del negocio local está amenazada por la inestabilidad
política. Los esfuerzos de conservación como el Proyecto
de la Gran Muralla Verde buscan combatir la desertificación y el cambio
climático mediante la plantación de árboles en toda la región del Sahel.