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sábado, 3 de mayo de 2025

ACACIAS, ARTE Y GOMA ARÁBIGA

 Las acacias verdaderas producen goma arábiga, una sustancia con varias aplicaciones que ha impulsado el arte y el comercio mundial durante siglos.


Senegalia senegal (flores, izquierda y frutos, derecha)

Esta primavera, mientras me encontraba viajando por Estados Unidos, en Washington, en la Galería Nacional de Arte se inauguró una exposición en la que se mostraba la obra de Elizabeth Catlett (1915-2012), una escultora y grabadora afroestadounidense nacionalizada mexicana. 

Su obra, como se muestra en la exposición, se basó en gran medida en la litografía, un proceso de grabado en el que se dibuja un diseño sobre piedra, se trata con goma arábiga y, posteriormente, se entinta e imprime. Este proceso artístico no sería posible sin las auténticas acacias, unos árboles de tronco corto y ramas bajas.

Los botánicos incluimos las verdaderas acacias en dos especies, (Vachellia seyal Senegalia senegal). Hay muchos árboles, generalmente espinosos, a los que se conoce comúnmente como acacias, aunque en puridad biológica las verdaderas acacias son esos dos arbolitos caducifolios y espinosos (africano, el primero y nativo la península Arábiga, Pakistán, la costa oeste de la India y las regiones semidesérticas de África, el segundo) que, además de ser leguminosas, producen goma arábiga, una sustancia multiusosl que ha impulsado el comercio mundial durante siglos.

Las acacias alcanzan una altura de entre cinco y doce metros, con un tronco corto y ramas bajas que raramente sobrepasan los cinco metros de altura. Sus características hojas compuestas consisten en pequeños folíolos dispuestos en filas a cada lado de un nervio central, y sus pequeñas flores amarillas se acumulan en racimos multifloros alargados o esféricos.

Vachellia seval (hojas, izquieda, e inflorescencias esféricas

Los leños de ambas especies secretan goma arábiga, una savia insípida, inocua, de color blanquecino pálido o anaranjado que se suele recolectar en África subsahariana y en la India monzónica al final de la temporada de lluvias. Esta sustancia que cristaliza en forma de lágrima globular y un tamaño pequeño, ha sido utilizada por artistas durante milenios.

Uno de los primeros usos registrados de la goma arábiga fue como aglutinante o espesante de pinturas. Debido a que la goma arábiga es soluble en agua y adhesiva, puede mantener unidas las partículas de pigmento y unirlas a las superficies. Alrededor del año 2000 a.C., los antiguos egipcios mezclaban pigmentos hechos de minerales molidos con goma arábiga para crear unas tintas que aplicaban en los papiros con pinceles formados por hierbas y juncos.

Pedazos de goma arábiga cruda en una placa Petri

La goma se siguió utilizando como aglutinante de pintura o tinta a lo largo de la historia. En el siglo I d.C., Plinio el Viejo escribía usando tinta elaborada con hollín, carbón y goma. En la Edad Media, la goma arábiga llegó a Europa a través de peregrinos y comerciantes que viajaban a los puertos del llamado Levante, la región costera del Mediterráneo oriental. La goma llegó a los monasterios cristianos, donde los escribas lo disolvían en agua para crear tinta o pintura, que copistas y amanuenses utilizaban en la copia e iluminación de códices, beatos y manuscritos.

El colonialismo y el comercio de goma arábiga

Los puertos árabes, que cayeron bajo control turco después de que el Imperio Otomano se impusiera al califato árabe y a los pequeños estados sucesores, dominaron el comercio de goma arábiga hasta la segunda mitad del siglo XV, cuando los marinos portugueses entraron en contacto con los habitantes de la costa occidental de África.

Un pegamento de los años 70 del siglo pasado

Gracias a las interacciones con las comunidades locales, los portugueses se enteraron de la existencia en la región de una fuente inabarcable de goma arábiga de calidad semejante a la del Levante. Este descubrimiento desplazó el centro del comercio de goma arábiga para el mercado europeo, sentando las bases para uno de los períodos más espléndiorosos de la historia de la acacia: el siglo XVIII.

La demanda europea de goma arábiga en el siglo XVIII aumentó para sostener un mercado textil en crecimiento. Al imprimir textiles, la goma arábiga desempeñaba el papel indispensable de agente espesante que ayudaba a impregnar y fijar los tintes en la tela. Las sustancias utilizadas anteriormente, el almidón y la harina, no lograron alcanzar el nivel de detalle deseado en los diseños impresos. A medida que el gusto comercial impulsó la producción a gran escala de algodones y linos artensalmente estampados, también aumentó la necesidad de los europeos de grandes cantidades de goma arábiga.

A lo largo del siglo XIX, las compañías comerciales estatales, la Real Compañía Africana británica, la Compagnie des Indes francesa y la Compañía holandesa de las Indias Occidentales, compitieron por el control del comercio de la goma arábiga en Saint-Louis (Senegal), una gran feria en la que los proveedores locales, los bereberes, se reunían con los comerciantes europeos. Mientras que los franceses buscaron y lograron un cuasi monopolio del comercio en Saint-Louis a través de acuerdos con los bereberes de Trarza, los ingleses y los holandeses se especializaron el comercio "ilegal" más al norte, en Portendick, que se encuentra en la actual Mauritania.

Comerciantes árabes y moros, montados en camellos, caballos y bueyes, transportando goma arábiga a Senegal. Grabado del libro «Histoire Générale des voyages» de Antoine François Prévost. Ilustración de Jacques-Nicolas Bellin, entre 1746 y 1759.


La lucha entre estas naciones estalló durante la Guerra de los Siete Años, en la que Gran Bretaña capturó Saint-Louis en 1758, trasladando el dominio europeo del comercio de goma hacia los ingleses. Al debilitar la influencia comercial de Francia, Gran Bretaña intentó establecer un monopolio en el comercio mundial de goma arábiga, a pesar de que el tratado de Versalles de de 1783 devolvió Saint Louis y el río Senegal al control francés, y los comerciantes privados franceses recuperaron el poder sobre el comercio de goma en África Occidental.

Por lo tanto, la importancia de la goma arábiga estuvo ligada a la conquista política y al dominio colonial en África Occidental. El historiador James L. A. Webb, Jr. describe la prevalencia del comercio de goma durante este período, cuando escribe que: «Desde finales del siglo XVII hasta la década de 1870, la goma arábiga era el producto más importante comercializado por los europeos que se detenían a lo largo de la "costa de la goma" del sur de Mauritania o comerciaban en la desembocadura del río Senegal». De hecho, la goma arábiga era el único recurso natural exportado en grandes cantidades desde África Occidental a Europa antes de la abolición de la trata de esclavos en el siglo XIX.

Innovaciones artísticas

A medida que la goma arábiga entraba en Europa en cantidades cada vez mayores durante los siglos XVIII y XIX, impulsó la producción artística en múltiples facetas en todo el continente. Una de esas manifestaciones era la pintura de acuarela, que había existido en diversas formas desde la antigüedad, pero que pronto alcanzó un nuevo y gran prestigio en Gran Bretaña.

Caja de acuarelas original de William Reeves. Museo Joseph Allen Skinner, South Hadley, Massachusetts, Estados Unidos.


La técnica de la acuarela al pastel, inventada por William Reeves en 1780, surgió como una innovación material fundamental en la historia de la acuarela. La goma arábiga se utilizaba como aglutinante en estas pequeñas, delicadas y duras costras de pintura. Poco después de la invención de los pasteles de acuarela, los fabricantes de pinturas conocidos como Artists' Colourmen vendían cajas listas para usar, lo que permitía a los artistas pintar al aire libre Desde mediados del siglo XVIII hasta mediados del siglo XIX, Gran Bretaña entró en la llamada "Edad de Oro de la acuarela", una época en la que los artistas elevaron la categoría de esa técnica y la llevaron a nuevos niveles de potencial expresivo en las conocidas pinturas con grandes paisajes de colores brillantes.

A medida que los materiales de acuarela incorporaron la goma arábiga, la industria de la impresión pronto pasó a depender de la savia de las acacias. En 1798, el escritor y atista alemán Alois Senefelder inventó una nueva técnica de impresión que contribuiría a la rápida reproducción y circulación de imágenes en el siglo XIX: la litografía. El artista o impresor dibujaba un diseño en una piedra plana antes de fijar la imagen a la superficie con una solución de goma arábiga. Durante sus experimentos, Senefelder observó que la goma arábiga era un componente principal en la preparación de la piedra litográfica.

Debido a que la piedra litográfica experimentaba un desgaste mínimo durante la impresión, una sola piedra podía producir un número casi ilimitado de impresiones. Además, el proceso de impresión, que sólo exigía que el artista dibujara en piedra, era más conveniente que los procesos anteriores y laboriosos de la xilografía y el aguafuerte en planchas de cobre y permitía una calidad estética más variada de las imágenes impresas.

Por esas razones, los artistas comenzaron a adoptar plenamente este nuevo proceso de grabado en la década de 1820, especialmente en Francia. La litografía mezcló intereses artísticos y comerciales, convirtiéndose en una buena opción para ilustraciones de revistas, imágenes satíricas y cuadros que se podían colgar en casa.

La goma arábiga y la fotografía

Aunque la goma arábiga era un agente de reproducción en el contexto pictórico, también cumplió una función diferente en la fotografía. A mediados del siglo XIX, los fotógrafos experimentaban frecuentemente con materiales y procesos fotográficos. Una innovación en los inicios de la fotografía se conoció como la técnica de la goma bicromatada, que consistía recubrir el papel con una emulsión fotosensible (compuesta por una mezcla de goma arábiga, una sal de dicromato, como el potasio, y un pigmento) y se exponía a la luz a través de una imagen negativa para endurecer la emulsión. Eso daba como resultado fotografías de alto contraste, granuladas y suaves, lo que permitió a los artistas desafiar las fotografías manufacturadas y estandarizadas, populares en Europa.

El legado duradero de la goma arábiga

En el siglo XX, empresas británicas y francesas continuaron controlando el comercio de goma arábiga hasta que las naciones de la región africana del Sahel obtuvieron su independencia alrededor de 1960. Sudán pronto se convirtió, y sigue siendo, el mayor productor mundial de goma arábiga, proporcionando alrededor del 80% del suministro mundial de esta sustancia. A medida que países como Sudán asumieron el control del suministro de goma arábiga de forma independiente, se enfrentan a una creciente demanda mundial de este producto y sus nuevas aplicaciones comerciales.

En la economía global actual, la goma arábiga sigue siendo vital en múltiples industrias. En la industria de alimentos y bebidas, se utiliza para mejorar la textura de diversos alimentos, para prevenir la cristalización de refrescos e impedir la separación de los líquidos empleados en diferentes bebidas. En la industria farmacéutica, se utiliza en la creación de diversas vitaminas y comprimidos, y mejora la consistencia de los medicamentos administrados por vía oral.

Las propiedades de la goma arábica siguen siendo únicas. Ningún otro ingrediente puede hacer lo que hace la savia de las acacias africanas. No puede ser reemplazada por nada más. Se ha intentado, pero no se ha logrado. Eso se refleja en el explosivo crecimiento de la industria: las exportaciones de goma sin procesar y semiprocesada casi se han triplicado en las últimas tres décadas.

Hoy en día, tanto el árbol de acacia en sí como el proceso de cosecha de goma arábiga están en peligro. El árbol se enfrenta a varias amenazas, incluyendo la disminución del hábitat debido al cambio climático, el pastoreo, las sequías, los incendios y la sobreexplotación.

El aumento de las temperaturas ha hecho que la cosecha, que se realiza a mano, sea cada vez más peligrosa, y la viabilidad económica del negocio local está amenazada por la inestabilidad política. Los esfuerzos de conservación como el Proyecto de la Gran Muralla Verde buscan combatir la desertificación y el cambio climático mediante la plantación de árboles en toda la región del Sahel. 

viernes, 2 de mayo de 2025

ROBERT F. KENNEDY JR., MEL GIBSON Y EL AZUL DE METILENO: UNA TONTUNA MÁS DE TIKTOK

 

Hace unos meses, un video de Robert F. Kennedy Jr. vertiendo un líquido azul en un vaso de agua difícilmente habría llamado la atención. Ahora sí, porque el representante de lo que queda del Camelot de Martha`s Vineyard es el flamante secretario (ministro) de Sanidad y Servicios Sociales nombrado por Donald Trump. Pero dado que ahora ocupa la cima de la pirámide de salud estadounidense, sus actividades, por inanes que sean, despiertan cierto interés entre cierto personal.


Aunque Kennedy no ha comentado nada sobre el video, a juzgar por la forma de la botella y el impresionante color azul del líquido, no hay duda de que se trata de azul de metileno, un tinte que, desde que apareció, ha arrasado en las redes sociales. Al parecer, todo arrancó por un video que publicó Mel Gibson el pasado mes de enero en el que afirmaba que tres amigos se curaron de cáncer (en fase cuatro) después de hacer un régimen de suplementos que incluía azul de metileno.

Desde entonces, a pesar de que esa afirmación ha sido ampliamente  criticada por muchos médicos, legiones de entontecidos usuarios de TikTok muestran con orgullo sus lenguas azules y hablan sin parar sobre un mejor rendimiento cerebral y sexual, el fortalecimiento del sistema inmunitario, la prevención del cáncer y la protección contra el Alzheimer. Si nos atenemos a las evidencias clínicas, con lo único con lo que pueden contar es con mear azul.

Sin duda, el azul de metileno es una sustancia química muy intresante. Su origen se remonta a la segunda mitad del siglo XIX, el auge de la incipiente industria de los tintes, impulsado por el descubrimiento accidental del primer tinte sintético, el malva, por parte de William Henry Perkin. No pasó mucho tiempo antes de que otros tintes surgieran de los matraces de los químicos, incluyendo el azul de metileno, sintetizado en 1876 por Heinrich Caro en la empresa alemana BASF.

Era un tinte textil útil que llamó la atención de Paul Ehrlich, premio Nobel de Medicina de 1908, quien se había interesado en la capacidad de ciertos tintes para teñir microbios, para poder verlos al microscopio. Ehrlich descubrió que el azul de metileno no solo teñía selectivamente al parásito causante de la malaria, sino que también lo mataba. Ese fue un descubrimiento interesante, pero se dejó de lado porque ya se había demostrado que la quinina era un tratamiento muy eficaz contra la malaria. Sin embargo, dado que el parásito está desarrollando resistencia a los fármacos actuales, el azul de metileno está experimentando un resurgimiento (que nada tiene que ver ni con el cáncer ni con la senilidad).

Durante la década de 1930, surgió otro uso del azul de metileno: permitía detectar la pureza de la leche, una preocupación creciente en aquel entonces. El azul de metileno puede existir en forma azul "oxidada" siempre que haya oxígeno disponible, o en una versión incolora "reducida" en ausencia de oxígeno, conocida como azul de leucoetileno. La leche siempre contiene algo de oxígeno disuelto, y dado que las bacterias de la leche necesitan oxígeno para sobrevivir, una reducción del oxígeno disuelto significa que las bacterias se están multiplicando sin problemas. 

Unas gotas de azul de metileno tiñen de azul una muestra de leche, y el color persiste mientras haya suficiente oxígeno. Por tanto, el tiempo que tarda en desaparecer el color es proporcional a la cantidad de bacterias presentes. La leche correctamente pasteurizada no virará de color, mientras que el azul desaparecerá lentamente de la leche cruda contaminada. En los laboratorios de las embotelladoras de leche se sigue utilizando esta prueba.

El azul de metileno tiene otro uso importante: el tratamiento de la metahemoglobinemia, una enfermedad en la que se ve afectada la capacidad de la hemoglobina para transportar oxígeno. La hemoglobina, una molécula compleja presente en los glóbulos rojos, contiene en su núcleo un ion de hierro con una carga +2 (hierro ferroso: Fe++). El oxígeno se une a este ion durante el paso de la sangre por los pulmones, y desde allí se transfiere a las células según lo requieren. El ion ferroso puede perder un electrón, lo que le otorga una carga +3, y este ion férrico (Fe+++) no muestra afinidad por el oxígeno. La hemoglobina con un ion férrico se denomina "metahemoglobina" y no puede transportar oxígeno a los tejidos, lo que provoca anemia y, en casos agudos, la muerte.

Cualquier sustancia química capaz de extraer un electrón del hierro ferroso puede causar metahemoglobinemia. Por el contrario, una sustancia capaz de donar un electrón al hierro férrico puede utilizarse para tratar esta afección. El azul de metileno es una de esas sustancias. Administrado por vía intravenosa en dosis de 1-2 mg por kilo de peso corporal, una enzima del organismo lo convierte en leucometileno incoloro. Este es un donante de electrones eficaz y reduce el hierro férrico a ferroso, que devuelve a los glóbulos rojos la capacidad para transportar oxígeno.

¿Qué tipo de sustancias químicas puedes desencadenar la metahemoglobinemia? Los nitritos son el ejemplo clásico. Se utilizan como aditivos en las carnes procesadas, donde reducen el riesgo de contaminación por Clostridium botulinum, la bacteria que puede provocar botulismo, una afección potencialmente mortal.

La cantidad de nitrito añadido a la carne procesada no se acerca en absoluto a una dosis que pueda causar metahemoglobinemia, pero una dosis alta de nitrato en el agua potable puede ser un problema. Los nitratos se utilizan comúnmente como fertilizantes, y las aguas residuales de los campos pueden llegar al agua potable. Al ingerirse, los nitratos pueden reducirse a nitritos en el estómago, especialmente en bebés, lo que los pone en riesgo de sufrir metahemoglobinemia.

Sin embargo, el mayor riesgo de los nitritos no proviene de la ingestión accidental, sino de la ingestión intencional por parte de personas que intentan suicidarse. Existen numerosos informes en la literatura médica que describen suicidios por ingestión de nitritos, así como casos en los que, afortunadamente, la persona fue encontrada a tiempo para salvarse gracias a la administración de azul de metileno.

Además de tratar la metahemoglobinemia, el azul de metileno se utiliza a veces durante la cirugía para visualizar tejidos y fluidos donde el tinte se absorbe preferentemente. Sin embargo, el porqué del azul de metileno ha surgido como suplemento dietético, con afirmaciones de efectos maravillosos, es un misterio, dada la falta de evidencia que lo respalde.

Algunos estudios de laboratorio con cultivos celulares han demostrado que esta sustancia química puede desenredar el conjunto de proteínas que caracteriza la enfermedad de Alzheimer, pero las expectativas iniciales de que, por lo tanto, pudiera servir como tratamiento para la enfermedad no se han cumplido. Tampoco existen estudios clínicos que demuestren que el azul de metileno tenga efectos sobre la memoria, la cognición, la longevidad, el sueño, el envejecimiento de la piel o el aumento de la energía, como afirman sus defensores. Sin embargo, existen riesgos —en su mayoría leves, como náuseas o diarrea—, pero existe un problema potencialmente grave, porque es un inhibidor de la monoaminooxidasa, una enzima que degrada algunas sustancias bioquímicas naturales como la serotonina que controla el estado de ánimo.

Los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) son fármacos ampliamente utilizados para tratar la depresión al aumentar los niveles de serotonina en el cerebro. Sin embargo, en presencia de azul de metileno, el nivel terapéutico puede superarse y puede presentarse una afección conocida como "síndrome serotoninérgico", que puede causar agitación, taquicardia, alucinaciones y falta de coordinación muscular. Cualquiera que tome ISRS debe evitar el azul de metileno. Lo mismo debe hacer cualquier otra persona hasta que exista evidencia clínica de su beneficio.

No sabemos por qué Kennedy tomaba azul de metileno, si es que lo hacía. Si era para mejorar su capacidad cognitiva, no le sirvió para nada.

jueves, 1 de mayo de 2025

"CRÍMENES" ANIMALES

 El un libro cautivador, Crímenes animales, Mary Roch cuenta los cientos de casos de fauna “fuera de la ley”, que sustentan un largo debate sobre qué hacer cuando la naturaleza "comete delitos" que son punibles entre los humanos.

El 26 de junio de 1659, un representante de cinco ciudades de una provincia del norte de Italia inició un procedimiento judicial contra las orugas. Según la denuncia, los especímenes locales invadían y robaban en jardines y huertos. Se emitieron cinco citas judiciales que se clavaron en los árboles de los bosques adyacentes a cada ciudad.

Se ordenaba a las orugas que comparecieran ante el tribunal el 28 de junio a una hora determinada, y allí se les asignaría un representante legal. No se presentó ninguna oruga a la hora prevista, claro está, pero el caso siguió adelante. En un documento que se conserva, el tribunal reconoce el derecho de las orugas a vivir libres y felices, siempre que con ello no «menoscaben la felicidad del hombre…».

El juez decretó que se asignara a las orugas una parcela de tierra acotada para su sustento y disfrute. Cuando se resolvieron los detalles, las acusadas, que ya se habían transformado en pupas inmóviles, habían acabado de devastar todo lo que se les ponía por delante, por lo que ambas partes salieron satisfechas del proceso.

Este caso se narra en The Criminal Prosecution and Capital Punishment of Animals (El enjuiciamiento penal y la pena capital de los animales) un libro de extrema originalidad publicado en 1906. En el libro, que los interesados pueden leer íntegro (en inglés) en este enlace, su autor, E. P. Evans un respetado historiador, documenta con precisión y cuenta casos tan reales como asombrosos: enjuiciamiento criminal de las ratas: obispos que condenan a las anguilas y lampreas por “chupasangres”;  animales considerados por la ley como laicos, y no con derecho a los beneficios del clero; mosquitos condenados por demonios especialmente peligrosos; osos formalmente excomulgados por la Iglesia; babosas a las que se daba tres advertencias para que dejaran de molestar a los agricultores, bajo pena de «aniquilación».

Aparece el minucioso informe de gastos de un alguacil francés presentado en 1403 durante el juicio a una cerda acusada de asesinato («coste de mantenerla en la cárcel, seis soles parisinos»). Se documenta también una denuncia de 1545 presentada por los vinateros contra una especie de gorgojo verde, en la que constan no solo los nombres de los letrados, sino también ejemplos de la táctica legal consagrada por el tiempo: el aplazamiento. Eso hizo que el proceso se prolongara durante ocho o nueve meses, mucho más que la vida de un gorgojo.

No hay que irse tan lejos para encontrar la ejecución de un animal como si fuera un ser humano: en 1903 se electrocutó públicamente en Coney Island a la elefanta de circo Topsy por haber matado a tres personas, incluido su domador, que trató de obligarla a beber whisky; y en 1916 otra paquiderma que mató a su cuidador, conocida como Murderous Mary (María la asesina), fue ahorcada con ayuda de una grúa en Tennessee.

Esos casos no los utiliza la autora estadounidense Mary Roach como evidencia de la estupidez de los antiguos sistemas jurídicos, sino como prueba de la naturaleza intratable del conflicto entre fauna y humanos, que es como se conoce en la actualidad el asunto entre quienes se dedican a ello y que ha saltado a la palestra en nuestro país con la controvertida desprotección del lobo ibérico.

A investigar las situaciones en la que entran en conflicto fauna y seres humanos y a profundizar en el debate sobre qué hacer cuando la naturaleza infringe leyes destinadas a las personas, dedica Mary Roach un libro interesantísimo, Crímenes animales (Capitán Swing, 2025), en el que su autora calcula que unas 2.000 especies en 200 países cometen de forma regular actos que las enfrentan con los humanos, lo que incluye acusaciones de delitos graves como asesinato y homicidio, asesinato en serie y agresión con agravantes, y otros menores como robo y allanamiento de morada, sustracción de cadáveres, hurto de alimentos almacenados y cruzar carreteras por donde se les antoja.

La cuestión lleva siglos sin resolverse de forma satisfactoria: ¿qué hacer cuando la naturaleza infringe leyes destinadas a las personas? Obviamente, las decisiones de los magistrados y prelados no tenían la menor lógica, ya que ni las ratas ni los gorgojos entienden el concepto de propiedad privada ni se espera que se rijan por los principios morales de los humanos civilizados.

El objetivo de aquellas decisiones era acobardar e impresionar a la población: «¡Fijaos, hasta la naturaleza debe someterse a nuestras reglas!». Lo que era, a su manera, impresionante. El juez del siglo XVI que mostró clemencia con los topos que tenían crías no solo daba prueba de su autoridad, sino también de su templanza y compasión.

Después de indagar por la Edad Media y los siglos posteriores analizando con cierta estupefacción las soluciones esotéricas que la ley y la religión habían aportado a lo largo de los siglos, Roach empezó a preguntarse qué había aportado la época moderna a estas cuestiones. Ante la inabarcable colección de conflictos entre humanos y animales, Roach concluye que cada conflicto necesita una resolución específica del entorno, la especie, lo que está en juego y las partes interesadas.

Lo que Roach muestra es lo más destacado de una investigación de dos años, un viaje por un mundo cuya existencia intuimos, pero desconocemos. La primera mitad del libro examina los delitos graves. Asesinato y homicidio, asesinato en serie, agresión con agravantes. Robo y allanamiento de morada. Robo de cadáveres. Hurto mayor de pipas de girasol. Entre los autores se encuentran sospechosos habituales, como los osos y los grandes felinos, y otros menos habituales como los monos, los mirlos o los abetos Douglas (sí, también hay árboles homicidas, que entre 1995 y 2007, al caer, causaron la muerte de casi 400 personas en Estados Unidos).

Por supuesto, no se trata de crímenes literales. Los animales no se rigen por leyes, sino por su instinto. Casi sin excepción, la fauna de estas páginas la componen animales que simplemente hacen lo que suelen hacer: comer, cagar, formar un hogar, defenderse o defender a sus crías. Lo que ocurre es que le hacen esas cosas a un humano, a la casa de un humano o a los cultivos de un humano. Los conflictos existen y crean dilemas para las personas y los municipios, dificultades para la fauna y material para un libro tan insólito y entretenido como este.

EL ACAPARAMIENTO DE PAPEL HIGIÉNICO O DE CÓMO LOS ESFUERZOS INÚTILES CONDUCEN A LA MELANCOLÍA

 

Antes de inundar al mundo con refrescos de soda o con pantalones vaqueros, Estados Unidos convenció al mundo de limpiarse lo que se imaginan con un nuevo producto: el primer papel higiénico disponible comercialmente llegó a los comercios estadounidenses en 1857.

En el complejo mundo de las actividades humanas, la psicología prima muchas veces sobre la aritmética. Es lo que Keynes en su Teoría general denominó "animal spirits": el factor humano, lo irracional, la variable anímica en la toma de decisiones que afectan a nuestros bolsillos. El miedo al desempleo, a la pérdida del poder adquisitivo, a la reducción del valor de las propiedades, sean viviendas, acciones o simples cuentas de ahorro, retroalimenta la ciclotimia propia del mercado que se refleja en comportamientos tan irracionales como la demanda excesiva de cualquier cosa.

El 28 de abril de 2025, un apagón masivo dejó sin suministro eléctrico a más de cincuenta millones de personas en España y Portugal durante varias horas. Las redes sociales se llenaron rápidamente de fotos de calles colapsadas por el tráfico, comercios cerrados y ciudadanos desconcertados. Pero una imagen en particular volvió a captar la atención del público: las estanterías vacías de papel higiénico en los supermercados.


No es nada nuevo. En marzo de 2020, apenas anunciada la pandemia de COVID-19, varios países informaron sobre una compra tan masiva de papel higiénico que provocó la escasez y su desaparición casi instantánea de los estantes de los supermercados. Durante los primeros meses de la pandemia, la venta de papel higiénico se multiplicó hasta por cinco en algunos países. Las imágenes de personas empujando carros llenos de rollos se volvieron virales, generando al mismo tiempo alarma y burla.

Sin embargo, esta no fue la primera crisis de escasez de papel higiénico. La primera crisis del papel higiénico sucedió en 1973, pero, como es bien sabido, la historia siempre parece repetirse.

El 19 de diciembre de ese año, Johnny Carson, un popular presentador y comediante estadounidense cuyo programa The Tonight Show veían cada noche millones de telespectadores bromeó lanzando un rumor sin fundamento: «Se pueden reír si quieren, dijo, pero hay una gran escasez de papel higiénico». No la había, pero no importaba.


La broma provocó en Estados Unidos a un pánico masivo. Millones de compradores invadieron los comercios y comenzaron a acumular papel higiénico. Como no podía ser menos, el exceso de demanda trajo consigo la escasez. El gigante del sector, Scott Paper Company, pidió que la gente asustada dejara de comprar su propio producto. No fue suficiente: durante cuatro meses, el papel higiénico —desaparecido de los anaqueles comerciales— fue un codiciadísimo objeto de deseo que se intercambiaba por otros bienes e incluso se vendía en el mercado negro.

En 2020 el cineasta Brian Gersten puso en las pantallas el corto The Great Toilet Paper Scare (El gran susto del papel higiénico) en el que detalla el frenesí que siguió a los comentarios de Carson. Gersten encontró noticias y reportajes de periódicos de todos los rincones de Estados Unidos que tenían relatos de primera mano del empapelado caos; con ellos creó un corto de animación que ahora puede parecer absurdo y un tanto hiperbólico, pero que refleja textos literales procedentes de entrevistas hechas a la gente que acudía en masa a acaparar sin ton ni son papel higiénico.

Desabastecimiento en tiempos de incertidumbre

Pero ¿qué sucedió entonces y que ha sucedido ahora para que la población acapare papel higiénico ante cualquier tipo de amenaza? Algunos estudios han tratado de enfocar este fenómeno desde distintas perspectivas. Cito un par de ellos.

Una revisión realizada por un grupo de investigadores españoles especializados en salud mental identificó varios mecanismos que podrían explicar este comportamiento. Entre ellos, destacan sesgos cognitivos sociales que aparecen cuando las personas imitan comportamientos observados en otros (“efecto bandwagon”) y el estrés provocado por una situación extraordinaria. La percepción de escasez, magnificada por las redes sociales y los medios de comunicación, incrementó la ansiedad y llevó a muchas personas a actuar de forma impulsiva.

El mismo estudio identificó un papel significativo de ciertos rasgos de personalidad, como la tendencia a ser organizado, prudente y previsor que se asocia con un mayor acopio de productos y la ansiedad o dependencia emocional, que se relaciona con una mayor percepción de amenaza.

Por otro lado, un artículo de investigadores clínicos australianos ha hecho una separación entre el acaparamiento reactivo por crisis frente al trastorno de acumulación patológico (“hoarding disorder”), que requiere criterios clínicos para su diagnóstico. Según sostienen los investigadores, el acopio puntual de papel higiénico ante situaciones de emergencia no debe considerarse una patología, aunque pueda generar consecuencias sociales como desabastecimiento y tensiones entre los consumidores.

Símbolo cultural de seguridad

Aunque pueda parecer anecdótico, el papel higiénico tiene un fuerte valor simbólico en muchas culturas occidentales, porque representa una parte esencial de la vida moderna, vinculada al control, la higiene personal y la dignidad. Su posible escasez se percibe como una amenaza directa a nuestra rutina civilizada. En este sentido, comprar papel higiénico no responde necesariamente a una necesidad inmediata, sino a un deseo de conservar una sensación de orden en medio del caos.

En el caso de la pandemia del coronavirus, el factor más determinante parece haber sido la incertidumbre y la forma en que las personas buscaron aferrarse a algo tangible para recuperar el control. El reciente apagón reactivó patrones de comportamiento similares a los observados entonces. Aunque no hubo riesgo sanitario inmediato ni cierre de fronteras, la interrupción de servicios básicos generó una percepción de vulnerabilidad que activó respuestas instintivas de autoprotección.

Este fenómeno puede entenderse como una percepción del riesgo. En los casos de que la causa sea incierta o invisible (como un virus, un fallo eléctrico o un ciberataque), las personas tienden a sobreactuar acaparando bienes que asocian con seguridad. El papel higiénico, un producto sin fecha de caducidad, que tiene un uso cotidiano y ocupa un espacio visible en casa, cumple ese rol totémico de “reserva de tranquilidad” que recuerda al de aquellos “detentes” que lucían las puertas de las viviendas españolas durante el franquismo.

En este sentido, tanto el acaparamiento durante la pandemia como el observado tras el corte del servicio eléctrico deben verse como expresiones de una misma lógica emocional: el deseo de controlar lo incontrolable, por más que sepamos que los esfuerzos inútiles conducen a la melancolía.