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martes, 19 de agosto de 2025

COCA-COLA Y EL MISTERIO DEL BEZOAR: MEDICINA A SORBOS

 

Hay algo reconfortante —e inquietante— en saber que el mismo líquido que burbujea en una botella de plástico mientras rueda por el suelo del cine también puede disolver masas semidigeridas de fibras vegetales atrapadas en tu estómago. Me refiero, por supuesto, a la Coca-Cola. Sí, esa. La de toda la vida. La que limpia óxido, afloja tornillos y, como se ha descubierto, deshace bezoares.

Un bezoar es una concreción compuesta por sustancias que el sistema digestivo no puede descomponer ni absorber. Se forma principalmente en el estómago, aunque también puede aparecer en el intestino delgado o colon. Puede causar obstrucción, dolor abdominal, náuseas o vómitos si crece mucho.

Hay varios tipos de bezoares. Los tricobezoares se forman como consecuencia de ingerir pelos, como hacen los gatos, pero que también puede afectar a los seres humanos que padecen tricotilomanía. Los fitobezoares se forman por la ingestión de fibras vegetales (frutas, verduras). Es relativamente frecuente en animales herbívoros, pero también en adultos humanos con problemas gástricos. El lactobezoar puede aparecer en bebés que digieran mal la leche condensada u otros tipos de alimentos densos preparados. Finalmente, el farmacobezoar es consecuencia de la acumulación de medicamentos aglutinados en personas polimedicadas.

Ahora que ya estás familiarizado con los bezoares, déjame pintar una imagen que probablemente no pediste: imagina que tu estómago decide emprender una carrera como alfarero amateur y empieza a amasar pequeñas esculturas de materia vegetal no digerida, comprimidas como pelotas de fieltro después de un día húmedo. Eso es un bezoar. En el pasado, se pensaba que los bezoares —al menos los auténticos, extraídos del interior de cabras exóticas— podían neutralizar cualquier veneno. Hoy sabemos que, en realidad, son más expertos en causar náuseas, obstrucciones intestinales y perplejidad clínica.

A) La tomografía computarizada abdominal confirma un bezoar grande en el estómago que se extiende hacia el intestino delgado. (B) Muestra quirúrgica tricobezoar. El tricobezoar fue encontrado en una paciente de 16 años con acusada tricofagia. Fuente.

Y aquí es donde entra la Coca-Cola. No una poción mágica preparada por un alquimista noruego, sino un refresco con un pH más bajo que el vinagre y más secretos que un expediente de la CIA. Desde hace décadas, los médicos han observado con una mezcla de asombro y resignación que, cuando todo lo demás falla, unas generosas dosis de Coca-Cola administradas por sonda nasogástrica pueden disolver bezoares con más eficiencia que una cirugía y con menos papeleo que una operación de apéndice.

En un hospital de Japón, por ejemplo, un paciente se salvó del bisturí tras 12 horas de infusión continua de refresco. En Pakistán, una serie de pacientes con bezoares provocados por la fruta del caqui (el enemigo vegetal número uno del intestino humano) fueron tratados con un procedimiento que yo llamaría "gastro-desatasco burbujeante", que tuvo éxito. Incluso se han usado combinaciones más sofisticadas como Coca-Cola + celulasa (una enzima vegetal que degrada la celulosa), y sí, hay quien prefiere Diet Coke —porque, al parecer, hasta los bezoares tienen preocupaciones calóricas.

Y no se detiene ahí. Las bebidas carbonatadas están encontrando su nicho en otras áreas clínicas. Un trago de agua con gas puede ayudar a tragar mejor en personas con disfagia (dificultad para deglutir), y aunque el efecto placebo no está descartado, tampoco lo está el que ese cosquilleo en la lengua puede despertar reflejos deglutorios como una alarma matutina. Algunos estudios incluso sugieren que las burbujas dan una falsa sensación de saciedad y pueden ayudar —marginalmente, digamos honestamente— a perder peso. Claro que también pueden darte gases, acidez, y, con el tiempo, disolver tu esmalte dental. Pero nadie dijo que la alquimia viniera sin riesgos.

Hay informes, aunque menos entusiastas, sobre el uso de cola en medicina nuclear y en ciertos trastornos del gusto causados por medicamentos como el topiramato, donde las bebidas gaseosas de repente saben como si hubieran olvidado cómo burbujear. Para algunas personas, eso es más traumático que la pérdida del gusto por el chocolate.

Pero volvamos al bezoar. Quizás lo más maravilloso de toda esta historia no sea solo que una bebida diseñada para acompañar hamburguesas ahora se use para resolver crisis gastrointestinales, sino que la humanidad haya pasado del miedo supersticioso al bezoar —como antídoto místico contra venenos medievales— a usarlo como diagnóstico clínico solucionable… con Coca-Cola.

No se me ocurre una metáfora más perfecta del progreso médico que esta: donde antes se invocaban cabras sagradas y reyes paranoicos, ahora bastan una sonda, una botella de cola, y una enfermera con buen pulso.

¿Y quién sabe? Quizás, en el futuro, las farmacias venderán pequeñas botellitas etiquetadas no como "bebida azucarada", sino como “agente efervescente fitodisolvente, uso clínico”.

Aunque, claro, en letras pequeñas pondrá: “caveat emptor” —el comprador debe tener cuidado. Pero esa es ya otra historia.