Las redes sociales, además de
darnos vídeos de señoras bailando con aspiradoras y gatos que parecen tocar el
piano, tienen otra gran especialidad: inventar remedios milagrosos con la misma
facilidad con la que uno cambia de calcetines. El último en llegar, y que no lo
vi venir, es la llamada “McMigraine Meal”. ¿En qué consiste? En beber un
refresco de cola cargado de azúcar mientras devoras unas patatas fritas con
sal. Todo ello, dicen, es capaz de mitigar los síntomas de la migraña.
Me enteré de la existencia del
invento en un rebote que me llegó de TikTok, que, como todos sabemos, es la
biblioteca de Alejandría del siglo XXI pero con más coreografías. Al principio
pensé que era una broma: un nombre en inglés, un aire irónico, y la promesa de
curar una dolencia que lleva siglos fastidiando a la humanidad con un menú de
gasolinera. Pero no. Resulta que había gente que lo defendía en serio. Y lo más
curioso: médicos que se lo tomaban lo bastante en serio como para discutirlo.
Antes de que imagines a un
ejército de neurólogos abalanzándose sobre las patatas fritas, conviene
recordar que la migraña no es un dolor de cabeza normal. Es una especie de
complot interno, un sabotaje del sistema nervioso que afecta a uno de cada ocho
españoles y que llega acompañado de náuseas, vómitos, sensibilidad a la luz, al
ruido, visión borrosa y, en algún caso que conozco, una irresistible necesidad
de encerrarse en un cuarto oscuro con la esperanza de que el mundo deje de
existir un rato.
Las migrañas son una afección
difícil de abordar para pacientes y médicos, ya que los desencadenantes pueden
ser muy individuales. Por ejemplo, una persona puede sufrir migrañas inducidas
por olores o humos fuertes, mientras que otra puede tener desencadenantes
alimentarios, y en otra, el desencadenante puede ser ambos o algo completamente
diferente. Y para complicar aún más las cosas, no todos responden a los mismos
tratamientos.
Hay quienes encuentran alivio con
medicamentos recetados como triptanes o antiinflamatorios no esteroideos para
detener un ataque, mientras que otros mejoran con opciones preventivas como
betabloqueantes, antidepresivos tricíclicos o incluso inyecciones de bótox.
Encontrar la combinación adecuada de tratamiento y cambios en el estilo de vida
a menudo acarrea un largo proceso de ensayo y error, y posiblemente una pequeña
libreta llena de anotaciones crípticas como "carne + vino + viento =
migraña de 48 horas".
Quien sufre migrañas crónicas
—más de quince días al mes, que ya es casi un trabajo a jornada completa— vive
a la caza de remedios. Así que no sorprende que algo tan simple como un
refresco con patatas se convierta en la esperanza de haber encontrado la tutía
árabe o el cristiano bálsamo de Fierabrás. Un amigo, en un momento de
debilidad, probó la receta. Se senté con su vaso burbujeante y su bolsa de
patatas grasientas como si estuviera a punto de invocar a los dioses de la
neurología. El resultado fue confuso, me dice: el dolor seguía allí, aunque
ligeramente más repartido, quizá porque el curamigrañas estaba ocupado en darle
acidez de estómago.
Eso sí, tiene cierta lógica. La
cafeína de la cola puede contraer vasos sanguíneos y modificar la actividad
cerebral, lo que en teoría ayuda al comienzo de una crisis. Y el sodio de las
patatas, sospechan algunos, podría también tener algún efecto en el sistema
nervioso. Hay pacientes que juran sentir alivio con algo salado cuando la
migraña amenaza. Pero claro, dicen que jurar cosas cuando uno tiene migraña es
casi un deporte de riesgo: juras que jamás volverás a beber vino, juras que
nunca volverás a mirar una pantalla, y al día siguiente estás con un Rioja y el
móvil a todo volumen.
El problema es que muchos de
estos ultraprocesados incluyen tiramina, un sospechoso clásico de provocar
crisis en personas sensibles. Así que lo que a ti te calma, a tu vecino lo
puede mandar directo a la cama. Es como un juego de ruleta rusa, pero con snacks.
Los médicos, sensatos como suelen
ser, no recomiendan basar tu tratamiento en el menú de TikTok. La “McMigraine
Meal” es, en el mejor de los casos, una curiosidad simpática. En el peor,
un camino directo a más episodios, porque el exceso de cafeína es un conocido
generador de migrañas. No hay estudios que lo avalen, no hay protocolos que lo
incluyan, y la única ventaja clara es que al menos sabe mejor que tragar una
pastilla en ayunas.
En resumen: es comprensible que
los enfermos busquen alivio donde sea, incluso en un vaso de cola con hielo y
unas patatas grasientas. Pero confiar en este remedio como estrategia a largo
plazo es como intentar tapar una gotera con un chicle: tarde o temprano, todo
se derrumba.
Eso sí, reconozco que, al menos durante unos minutos, mi amigo se sintió parte de una gran hermandad digital de migrañosos compartiendo trucos absurdos. Y quizá ese sea el único beneficio real de la “McMigraine Meal”: la ilusión de no estar solo.