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viernes, 22 de agosto de 2025

LA “MCMIGRAINE MEAL”: ENTRE LA OCURRENCIA VIRAL Y LA CIENCIA DESCONFIADA

 

Las redes sociales, además de darnos vídeos de señoras bailando con aspiradoras y gatos que parecen tocar el piano, tienen otra gran especialidad: inventar remedios milagrosos con la misma facilidad con la que uno cambia de calcetines. El último en llegar, y que no lo vi venir, es la llamada “McMigraine Meal”. ¿En qué consiste? En beber un refresco de cola cargado de azúcar mientras devoras unas patatas fritas con sal. Todo ello, dicen, es capaz de mitigar los síntomas de la migraña.

Me enteré de la existencia del invento en un rebote que me llegó de TikTok, que, como todos sabemos, es la biblioteca de Alejandría del siglo XXI pero con más coreografías. Al principio pensé que era una broma: un nombre en inglés, un aire irónico, y la promesa de curar una dolencia que lleva siglos fastidiando a la humanidad con un menú de gasolinera. Pero no. Resulta que había gente que lo defendía en serio. Y lo más curioso: médicos que se lo tomaban lo bastante en serio como para discutirlo.

Antes de que imagines a un ejército de neurólogos abalanzándose sobre las patatas fritas, conviene recordar que la migraña no es un dolor de cabeza normal. Es una especie de complot interno, un sabotaje del sistema nervioso que afecta a uno de cada ocho españoles y que llega acompañado de náuseas, vómitos, sensibilidad a la luz, al ruido, visión borrosa y, en algún caso que conozco, una irresistible necesidad de encerrarse en un cuarto oscuro con la esperanza de que el mundo deje de existir un rato.

Las migrañas son una afección difícil de abordar para pacientes y médicos, ya que los desencadenantes pueden ser muy individuales. Por ejemplo, una persona puede sufrir migrañas inducidas por olores o humos fuertes, mientras que otra puede tener desencadenantes alimentarios, y en otra, el desencadenante puede ser ambos o algo completamente diferente. Y para complicar aún más las cosas, no todos responden a los mismos tratamientos.

Hay quienes encuentran alivio con medicamentos recetados como triptanes o antiinflamatorios no esteroideos para detener un ataque, mientras que otros mejoran con opciones preventivas como betabloqueantes, antidepresivos tricíclicos o incluso inyecciones de bótox. Encontrar la combinación adecuada de tratamiento y cambios en el estilo de vida a menudo acarrea un largo proceso de ensayo y error, y posiblemente una pequeña libreta llena de anotaciones crípticas como "carne + vino + viento = migraña de 48 horas".

Quien sufre migrañas crónicas —más de quince días al mes, que ya es casi un trabajo a jornada completa— vive a la caza de remedios. Así que no sorprende que algo tan simple como un refresco con patatas se convierta en la esperanza de haber encontrado la tutía árabe o el cristiano bálsamo de Fierabrás. Un amigo, en un momento de debilidad, probó la receta. Se senté con su vaso burbujeante y su bolsa de patatas grasientas como si estuviera a punto de invocar a los dioses de la neurología. El resultado fue confuso, me dice: el dolor seguía allí, aunque ligeramente más repartido, quizá porque el curamigrañas estaba ocupado en darle acidez de estómago.

Eso sí, tiene cierta lógica. La cafeína de la cola puede contraer vasos sanguíneos y modificar la actividad cerebral, lo que en teoría ayuda al comienzo de una crisis. Y el sodio de las patatas, sospechan algunos, podría también tener algún efecto en el sistema nervioso. Hay pacientes que juran sentir alivio con algo salado cuando la migraña amenaza. Pero claro, dicen que jurar cosas cuando uno tiene migraña es casi un deporte de riesgo: juras que jamás volverás a beber vino, juras que nunca volverás a mirar una pantalla, y al día siguiente estás con un Rioja y el móvil a todo volumen.

El problema es que muchos de estos ultraprocesados incluyen tiramina, un sospechoso clásico de provocar crisis en personas sensibles. Así que lo que a ti te calma, a tu vecino lo puede mandar directo a la cama. Es como un juego de ruleta rusa, pero con snacks.

Los médicos, sensatos como suelen ser, no recomiendan basar tu tratamiento en el menú de TikTok. La “McMigraine Meal” es, en el mejor de los casos, una curiosidad simpática. En el peor, un camino directo a más episodios, porque el exceso de cafeína es un conocido generador de migrañas. No hay estudios que lo avalen, no hay protocolos que lo incluyan, y la única ventaja clara es que al menos sabe mejor que tragar una pastilla en ayunas.

En resumen: es comprensible que los enfermos busquen alivio donde sea, incluso en un vaso de cola con hielo y unas patatas grasientas. Pero confiar en este remedio como estrategia a largo plazo es como intentar tapar una gotera con un chicle: tarde o temprano, todo se derrumba.

Eso sí, reconozco que, al menos durante unos minutos, mi amigo se sintió parte de una gran hermandad digital de migrañosos compartiendo trucos absurdos. Y quizá ese sea el único beneficio real de la “McMigraine Meal”: la ilusión de no estar solo.