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sábado, 20 de mayo de 2017

La soga comienza a apretar a Trump


La aparición de nuevas noticias sobre las presiones de Trump para evitar las investigaciones del FBI sobre sus relaciones con Rusia, han provocado que cada vez más congresistas se sumen a la apertura de un proceso de destitución (impeachment) sobre el actual inquilino del 1600 de Penn Avenue.
El martes por la noche, el New York Times informó que, durante una reunión celebrada en febrero, el presidente Donald Trump le pidió al ex director del FBI James Comey que pusiera fin a la investigación federal sobre el ex asesor presidencial Michael Flynn. La Casa Blanca negó en un comunicado que Trump le hubiera pedido a Comey o "a cualquier otra persona que terminara cualquier investigación, incluyendo cualquier investigación que involucrara al General Flynn".
Conocida la noticia, congresistas y senadores han comenzado a preguntarse si el presidente ha cometido delito de obstrucción a la justicia-y un senador ha planteado, por primera vez, la posibilidad de la destitución mediante impeachment:
"Si se confirma esta información, estaríamos ante algo realmente grave: es urgente constituir un comité especial y una comisión independiente para investigar la conducta del Presidente en relación con este asunto y la posible coordinación de su campaña con Rusia. Se han planteado serias dudas sobre si el Presidente respeta la independencia del FBI y de las autoridades policiales. Es vital que el Congreso obtenga los memorandos de la entrevista y escuche los testimonios públicos del ex Director Comey. Nadie, ni siquiera el Presidente, está por encima de la ley y el pueblo estadounidense merece respuestas sobre la conducta del presidente Trump", ha dicho el senador Bob Casey (demócrata por Pensilvania).
En estos enlaces pueden verse declaraciones de varios legisladores demócratas y republicanos solicitando la apertura de una investigación oficial, y un documento registrado en el Congreso solicitando la creación de una Comisión de Investigación.
La soga comienza a apretar. ©Manuel Peinado Lorca

sábado, 13 de mayo de 2017

All You Need Is Love cumple 50 años

All You Need Is Love, una de las canciones más célebres de The Beatles, cumplirá cincuenta años el mes que viene. Fue interpretada en vivo por primera vez en Our World, la primera producción de televisión internacional transmitida en vivo vía satélite que fue vista por 400 millones de personas el 25 de junio de 1967.

Como se trataba de una transmisión mundial, John Lennon le dio a la canción un sentido internacional mediante la inclusión de fragmentos de otras piezas musicales como la segunda parte de la Invención 8 en Fa Mayor, de Johann Sebastian Bach, Greensleeves (una canción tradicional del folklore inglés), In the Mood, de Glenn Miller, la Marcha Príncipe de Dinamarca, de Jeremiah Clarke, y un pequeño fragmento de uno de los primeros éxitos de The Beatles, She Loves You. Pero lo que recordamos todos, es el comienzo de la canción, que abre con La Marsellesa, el himno francés que ha resistido el paso del tiempo y sobrevivido a regímenes hostiles que intentaron sustituirlo a causa precisamente de su carácter revolucionario y de su belicosa letra:
«Marchemos, hijos de la Patria, / ha llegado el día de gloria! / Contra nosotros, la tiranía alza su sangriento estandarte. (bis) / ¿Oís en los campos el bramido de aquellos feroces soldados? / ¡Vienen hasta vuestros mismos brazos a degollar a vuestros hijos y esposas!».
Y viene luego el estribillo que se repite después de cada una de sus siete estrofas:
«¡A las armas, ciudadanos! / ¡Formad vuestros batallones! / ¡Marchemos, marchemos! / ¡Que una sangre impura inunde nuestros surcos!».
Hasta aquí todo perfecto, pero de ahí el personal no pasa. La Marsellesa tiene siete estrofas, pero los franceses no pasan de la primera. En su autobiografía la actriz Simone Signoret decía que hay un contenido revolucionario en la primera estrofa de la canción, pero que es un hecho sabido que «nadie conoce la segunda estrofa».

Como en los acontecimientos multitudinarios generalmente sólo se canta la primera estrofa, la ignorancia del pueblo francés sobre la letra de su himno es bastante comprensible. En abril de 1982 un curioso decidió conseguir el dato en la parisina biblioteca del Centro Georges Pompidou, que se supone constituye el depósito general de la cultura francesa. Le remitieron a al segundo piso, donde está la sección 78, dedicada a la música. En la consulta de un índice general de autores, no apareció el compositor del himno Rouget de Lisle, lo que resulta comprensible porque de Lisle no era, en rigor, ni poeta ni compositor. Afortunadamente, un diligente funcionario de esa sección tenía idea de haber visto el himno francés por alguna parte. Rebuscó durante un buen rato entre los anaqueles y finalmente logró localizar la segunda estrofa de La Marsellesa:
«¿Qué pretende esa horda de esclavos / de traidores, de reyes conjurados? / ¿Para quién esas viles cadenas / esos grilletes de hace tiempo preparados? (bis) / Para nosotros, franceses, ¡ah, qué ultraje! / ¡Qué emociones debe suscitar! / ¡A nosotros osan intentar / reducirnos a la antigua servidumbre!».
No fue fácil hacer un himno nacional para Francia. En ese prodigio de síntesis histórica homeopática que es Momentos estelares de la Humanidad. Catorce miniaturas históricas, Stefan Zweig se ocupó del origen del himno nacional francés y de su casi involuntario autor, Rouget de Lisle, un oficial de Ingenieros del ejército francés que prestaba servicio en Estrasburgo en la primavera de 1792, en plena efervescencia de la Revolución Francesa.

El 24 de abril llegó hasta allí la noticia que todos esperaban: Francia había declarado la guerra a los reyes europeos en nombre de la libertad. Durante los días previos toda la ciudad bullía de entusiasmo. En los clubs y en los cafés se pronunciaban discursos enardecidos. Se gritaban fogosas proclamas: «Aux armes, citoyens! L’etendard de la guerre est deployé! Le signal est donné! Aux armes, citoyens! Qu’ils tremblent donc, les des potes couronnées! Marchons, enfants de la liberté!», y una y otra vez la enfebrecida multitud se henchía de espíritu patrio.

Por la tarde de ese mismo día, el burgomaestre ofreció un banquete a los oficiales de la guarnición. Por pura casualidad, se enteró de que el capitán del Cuerpo de Ingenieros Rouget de Lisle se las apañaba muy bien para componer ripios fáciles de repetir. Le propuso que compusiera lo antes posible una marcha militar para el ejército del Rin que al día siguiente debía marchar contra el enemigo.

Abrumado, de Lisle prometió hacerlo lo mejor que pudiera. El banquete duró hasta muy pasada la medianoche y sólo entonces el capitán volvió a su aposento. En su cabeza revoloteaban los gritos que había escuchado por las calles y muchas frases de las arengas y discursos bélicos que se habían pronunciado en la cena, frases aisladas tales como «Le tour de gloire est arrivé» o «¡Allons, marchons!». Apenas hubo llegado a su casa, se puso manos a la obra y esbozó unas cuantas estrofas. Luego sacó su violín del armario y ensayó una melodía para acompañarlas. A las dos horas, todo estaba listo.

De Lisle se acostó a dormir. A la mañana siguiente le llevó al burgomaestre la canción.  Recibió el título de Chant de guerre de l’armée du Rhin, pero poco después la popularizaron quinientos voluntarios que marchaban desde Marsella a París. Miles de parisinos aguardan en las calles para recibirles solemnemente. Y cuando los marselleses se acercaban, quinientos hombres cantando el himno como si lo hicieran con una sola garganta y marcando el paso, la multitud escuchaba con atención. «¿Qué himno espléndido e irresistible es ése que cantan los marselleses?», se pregunta la gente. La Marsellesa –que así rebautizan el himno de Rouget- alcanza su primera gran victoria: acaba de conquistar París.

Se extiende como un torrente desbordado. En uno o dos meses, se había convertido en la canción del pueblo y de todo el ejército. Los generales enemigos, que sólo pueden alentar a sus soldados con la vieja receta de la doble ración de aguardiente, ven con horror que no tienen con qué enfrentarse a la fuerza explosiva de ese himno aterrador. Lo sabía muy bien Napoleón cuando dijo «Esta música nos ahorrará muchos cañones». La Convención Revolucionaria procedió en 1795 a otorgar a la canción el honor de convertirse en el himno nacional.

Pero antes de que el himno fuera definitivamente adoptado por Francia, debió atravesar por situaciones difíciles. Su letra, uno de los primeros himnos que no nombra a Dios, está repleta de amenazas explícitas contra los enemigos del país, así como de referencias antimonárquicas («Temblad, tiranos, y vosotros, pérfidos, oprobio de todos los partidos, ¡temblad! ¡Vuestros planes parricidas recibirán por fin su merecido!»). El contenido revolucionario de la letra motivó que Napoleón se olvidara de aquello del “ahorro de cañones” y una vez ungido Emperador la prohibiera hacia 1804 y que la prohibición fuera después ratificada por el nuevo rey Luis XVIII (1815). Luego, volvió a ser rehabilitada por la revolución siguiente durante la III República (hacia 1830); otro emperador, Luis Napoleón III, volvió a prohibirla en 1852. La situación se mantuvo hasta 1879, cuando el Gobierno francés de la III República volvió a rehabilitarla como himno nacional. Durante 1940-1945 fue nuevamente prohibida, y su canto era considerado como un elemento de resistencia a la ocupación alemana y al gobierno colaboracionista de Vichy.

La prohibición durante la Francia ocupada es el telón de fondo de una de las mejores escenas de Casablanca (1942), la película de Michael Curtiz, que narra un drama romántico en la ciudad marroquí bajo el control del gobierno de Vichy. En el local nocturno de Rick Blaine (Humphrey Bogart) se vive un duelo de himnos entre un pequeño grupo de alemanes que canta Die Wacht am Rhein (El guardia sobre el río Rin), acompañados de un piano, y un numeroso grupo de franceses que termina imponiendo su melodía nacional, por entonces prohibida en Francia. «Toquen la Marsellesa», reclama uno de los personajes a la orquesta, antes de que las voces francesas sepulten por completo a las alemanas. 

El próximo domingo, la primera estrofa de la marcha compuesta por Rouget de Lisle volverá a resurgir en los jardines del Elíseo cuando François Hollande ceda la Presidencia de la Quinta República al hombre sin partido, su sucesor Emmanuel Macron. Y es que resulta difícil vencer al peso histórico de una música que, surgida por casualidad en tiempos bélicos, ha servido para unir a un país en tiempos de paz y como obertura a una preciosa canción que nos recuerda que todo lo que necesitamos es amor.©Manuel Peinado Lorca

lunes, 17 de abril de 2017

Viejas, hermosas y astutas magnolias

Liriodendron tulipifera

Vean esa magnífica flor. Tiene un diámetro de casi 20 centímetros y unos colores muy atractivos. Es una flor de una magnoliácea, la familia de las conocidas magnolias (género Magnolia). Las magnolias son uno de esos árboles que prácticamente todo el mundo reconoce. Son uno de los grupos de plantas ornamentales más populares y su simbolismo a lo largo de la historia de la humanidad es muy interesante. Pero, dejando aparte todo eso, me gustaría contarles algo acerca de lo especiales que son las magnolias.

Veamos con algo más de detalle una flor de Magnolia y nos daremos cuenta de que son diferentes a la mayoría de las flores. Para empezar, el capullo florido está encerrado en brácteas (hojas modificadas) en lugar de en un cáliz constituido por sépalos bien diferenciados. Los "pétalos" no son en realidad pétalos sino tépalos, que también son indiferenciados y que, al contrario de lo que ocurre en la mayoría de las flores, no están dispuestos naciendo todos en el mismo punto (en un verticilo), sino que se disponen helicoidalmente a lo largo de un eje. El aspecto más llamativo de la morfología de la flor de las magnolias está en las estructuras reproductivas propiamente dichas. Fíjese en la foto adjunta y verá como los estambres y los carpelos, como el resto de las piezas florales, están ordenados helicoidalmente, tal y como lo están las brácteas de una piña de pino.

Detalle de una flor agostada de Magnolia grandiflora.
Una flor tan vistosa sirve para llamar la atención de los polinizadores. Las magnolias se polinizan por insectos, es decir, son entomófilas. Todo polinizador exige una recompensa por hacer su trabajo, y esa recompensa es normalmente néctar. Pero, por grandes que sean, las flores de las magnolias carecen de nectarios, así que nunca verá a las abejas de la miel revoloteando cerca de esas enormes flores. Sencillamente no les interesan. Lo que si verá son coleópteros, es decir, escarabajos, porque estos insectos acorazados no liban néctar, y no podrían hacerlo porque carecen de trompa chupadora y en su lugar poseen unas mandíbulas poderosas. Los escarabajos son palinófagos, es decir, comen polen, y para ellos una flor de magnolia es un verdadero festín.

Las magnolias, como el resto de los representantes de la familia magnoliáceas, son uno de los linajes más antiguos de las plantas con flores, esto es, de las angiospermas. Dado su tamaño y el hecho de que todas las especies son leñosas, las magnolias fosilizan bien, así que tenemos evidencias más que suficientes de su existencia hace 95 millones de años. Aunque no sepamos con absoluta certeza si se parecían mucho a las primeras plantas con flores (nadie sabe cómo eran realmente), las magnolias ofrecen algunas ideas interesantes sobre la evolución de las angiospermas.

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Observe la imagen adjunta. Es el árbol genealógico del linaje (clado) Anthophila, el grupo de himenópteros al que pertenecen las abejas melíferas. Observe que las dos principales familias de abejas libadoras, Melittidae y Apidae, aparecieron sobre la faz de la Tierra hace 50 y 87 millones de años respectivamente, es decir millones de años después de que lo hicieran las magnolias y los escarabajos.

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Los coleópteros tienen una larga historia como polinizadores palinófagos. En el esquema adjunto puede verse como coleópteros, tisanópteros (tijeretas) y dípteros (moscas y mosquitos) polinizaban gimnospermas desde muy antiguo; aunque los vínculos entre dípteros y gimnospermas desaparecieron durante el Cretácico con la radiación de las angiospermas, tanto los coleópteros como los tisanópteros se adaptaron como palinófagos de las plantas con flores que dominarían la vegetación de la Tierra a partir del Cretácico.

Mire ahora los dos últimos esquemas que representan la expansión de los principales grupos de insectos polinizadores de angiospermas. La aparición de las angiospermas se establece durante el Cretácico, en el Albiense (Albian en inglés), un período durante el cual los himenópteros estaban poco expandidos y sus representantes eran los antecesores del linaje Anthophila, de manera que las abejas melíferas no revoloteaban por allí. En cambio, observe que los coleópteros, entre ellos los comedores de polen de gimnospermas, ya estaban representados por un nutrido grupo de familias altamente especializadas en el aprovechamiento de distintos biotopos.

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En conclusión, las magnolias evolucionaron antes de que hubiera abejas. Por eso, su estructura floral tan característica obedece a que estas plantas ancestrales no han coevolucionado con otros grupos de insectos como lepidópteros o himenópteros. Las magnolias tenían ya quienes les transportaran eficazmente el polen y no necesitaron a las abejas para reproducirse.

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Que los escarabajos palinófagos sean los carteros de las magnolias explica algunas cosas más. En primer lugar, la abundancia de estambres y la gran producción de polen es una estrategia cara (a las plantas des cuesta mucho fabricar granos de polen base de proteínas y grasas) pero que les compensa porque, por voraces que sean los escarabajos, siempre se llevarán polen sobrante sobre sus armaduras. En segundo lugar, los carpelos están endurecidos para evitar los daños provocados por las mandíbulas de los coleópteros que, poco discriminatorios a la hora de zampar, no dudarían en devorar los nutritivos óvulos.

Como los escarabajos se sienten atraídos por el polen y solamente por el polen, las flores maduran de una manera que asegure la polinización cruzada. Las magnolias son proterándricas, es decir, las partes masculinas –los estambres- maduran primero y ofrecen generosamente el polen. Las partes femeninas de la flor –los carpelos- maduran después. No producen ninguna recompensa para los escarabajos, pero se aprovechan del insaciable apetito de los insectos haciendo que sus carpelos imiten a las partes masculinas, asegurándose de que los escarabajos se despisten algún tiempo explorando las flores y dejando sobre los estigmas carpelares los granos adheridos en sus exoesqueletos.

Ya saben, las magnolias son viejas, hermosas y astutas, tan astutas como para haber sobrevivido a la extinción masiva del Cretácico que acabó con el 95% de las estirpes vivientes. Con ellas lo hicieron los coleópteros. La llegada de las abejas no cambió los hábitos de unas parejas mutualistas a las que les había ido muy bien.

Si quiere aprender más sobre la biología floral de las magnolias, lea este artículo. Sobre las relaciones con los escarabajos, este otro. Y si está interesado por la evolución y la paleobiogeografía de las magnolias, este es excelente.

Malabarismos nomenclaturales: el misterioso caso de Linaria tursica y L. donyanae

Linaria tursica o Linaria donyanae. Tanto monta, monta tanto. 
En una entrada anterior prometí ocuparme del caso de una pequeña planta de Doñana que, hace justamente 40 años, había recibido dos nombres: Linaria tursica y Linaria donyanae. Que un organismo, sea una planta, un animal, un hongo o una bacteria, reciba dos nombres no es nada nuevo. Los hay que han recibido media docena o más, pero eso ocurría antes de que Internet permitiera un flujo incesante y prácticamente instantáneo de información que limita mucho las posibilidades de que dos naturalistas bauticen con el mismo nombre a la misma criatura.

El año en el que se publicó la planta de marras, 1977, la comunicación entre la comunidad científica se realizaba, como se sigue haciendo ahora, a través de revistas científicas, pero con una salvedad en lo que se refiere a su distribución: mientras que ahora las novedades se dan a conocer online, por entonces la distribución era por correo, con las dificultades de reparto y los retrasos que su uso implica.

Ahora déjenme explicarles muy sucintamente el protocolo establecido para dar a conocer un nuevo organismo. La primera tarea es presentarlo en público, para lo cual es necesario describirlo en una revista bien difundida entre la comunidad científica interesada (obviamente, si describo una orquídea en una revista dedicada a los pulpos, pongamos por caso, la comunidad botánica quedará in albis). La descripción debe incluir un nombre, que estará ligado por siempre y para siempre a la especie en cuestión. El nombre de todas las especies es doble. Uno de ellos el primero, es el nombre del género en el que se incluye la especie; el segundo, el llamado epíteto específico, es elegido por quien describe la especie y que puede hacer de su capa un sayo.

Por ejemplo, para el caso de la Linaria endémica de las costas onubenses, quienes la describieron por partida doble eligieron dos epítetos alusivos a la restringida distribución de la especie. El epíteto tursica alude a Tursa o «Ciudad de los Tirsenos», nombre primitivo de la legendaria Tartessos, que según quienes se dedican a esas cosas, estuvo emplazada en la zona litoral atlántica en que vive esta especie. Sobre el epíteto donyanae ni que decir tiene que alude al Coto de Doñana, donde abunda la planta.

Aunque normalmente estamos acostumbrados a ver los nombres de las especies como un binomen (por ejemplo, Homo sapiens) en la literatura especializada el binomen va acompañado del nombre (o los nombres) de quien (o quienes) las describieron y del año en que la publicaron. Para pasmo de diletantes, pero sobre todo para ayudar a la búsqueda bibliográfica de otros especialistas, suele incluirse también una referencia a la revista (o libro) y las páginas en que se publicó. En el caso que nos ocupa, la denominación correcta que recibió la meritada especie de Linaria, fue doble:

Linaria tursica Valdés & Cabezudo 1977. Lagascalia 7: 9-12. 
Linaria donyanae Valdés-Bermejo, Castroviejo, Costa & Rivas-Martínez 1977. Anales del Instituto Botánico Cavanilles 34: 351-353.
Resumiendo. Linaria tursica fue descrita por dos botánicos, Benito Valdés y Baltasar Cabezudo, en las páginas 9 a 12 del número 7 de la revista Lagascalia, publicada por la Universidad de Sevilla, que vio la luz en 1977. El mismo año, en el volumen 34 de la revista del CSIC Anales del Instituto Botánico Cavanilles, los botánicos Enrique Valdés-Bermejo, Santiago Castroviejo, Manuel Costa y Salvador Rivas-Martínez publicaron su Linaria donyanae. La nueva criatura tenía dos nombres. Como en el caso de Ransom Stoddard y Liberty Balance, uno de ellos sobraba.

Las normas que regulan los nombres de las plantas, contenidas en el Código Internacional de Nomenclatura Botánica, son claras: una planta debe tener un solo nombre válido. En caso contrario, rige el principio de prioridad: el nombre válido es el más antiguo de los publicados y el resto son sinónimos que pasan al baúl de los recuerdos. La fecha de publicación es, pues, determinante. Para el caso de nuestra Linaria, el año no sirve, puesto que es el mismo para ambos epítetos. Ahora viene lo interesante del caso.

Empecemos por decir que es más que probable que los investigadores implicados (los de la Universidad de Sevilla, por un lado, y los del CSIC, por el otro) supieran lo que estaban haciendo unos y otros. El Coto de Doñana tampoco es tan grande y quien trabaja allí debe contar con el permiso de los responsables de la Estación Biológica, cuyos nombres quedan anotados en los registros de la misma. Claro que trabajar no es lo mismo que encontrar nuevas especies, así que debemos indagar algo más para saber lo qué podía estar pasando con la nueva especie.

Según consta en el inicio del trabajo en el que se describió L. tursica, se hacen constar dos hechos determinantes. Primero, que el artículo fue entregado en la redacción de la revista el 14 de enero de 1977; esta es una interesante precaución, habida cuenta que la revista –como fue el caso- no se publicó hasta varios meses después, al menos hasta después del mes de junio. Y ello es así, porque, en una nota al pie de la primera página del artículo, uno de los autores, Baltasar Cabezudo, dice que en junio de “ese año” [es decir, de 1977] el artículo fue presentado como inédito en un concurso-oposición. Podemos, pues, concluir que en junio de 1977 el artículo no había visto la luz; pero, si se entregó el 14 de enero de 1977, es obvio que la citada nota NO pudo ser incluida en enero de 1977, sino necesariamente después de junio de ese mismo año. Cabe decir que tanto Benito Valdés como Baltasar Cabezudo eran miembros del Consejo de Redacción de Lagascalia, con las oportunidades que ello implica en la confección de la revista.

Linaria tursica o Linaria donyanae. Tanto monta, monta tanto.
Parece lógico concluir que los botánicos sevillanos eran conscientes de lo que se preparaba al norte de Despeñaperros, en la redacción de los Anales del Instituto Botánico Cavanilles, publicado por el CSIC en su centro del Real Jardín Botánico de Madrid, al que pertenecían como investigadores Enrique Valdés-Bermejo y Santiago Castroviejo, y que por entonces dirigía otro de los autores, Salvador Rivas-Martínez, quien ocupó el cargo entre 1976 y 1978. Que el equipo madrileño tenía prisa por publicar aquella novedad resulta claro cuando uno tiene en sus manos un ejemplar del volumen 34 de los Anales. Si se va directamente a la página 351 encontrará el título del artículo: «Linaria donyanae (Scrophulariaceae), una nueva especie para la flora española». Pero si el lector avisado consulta el índice completo del volumen, se encontrará con que la especie se adscribe erróneamente a la familia Labiatae. Un error de principiantes que demuestra que las prisas son malas consejeras. Parece lógico pensar que, al corregir las pruebas de imprenta, alguno de los autores detectó el error y lo corrigió en pruebas, pero sin avisar al impresor que había confeccionado el índice general con los originales recibidos.

En todo caso, el principio de prioridad resulta difícil de aplicar en este caso, pues tanto el volumen 7 de Lagascalia como el 35 de los Anales fueron válidamente publicados en octubre de 1977, y aunque según sostiene el profesor Cabezudo, Lagascalia fue distribuida en la misma fecha de su publicación, desconocemos la fecha real de distribución de L. donyanae, por lo que es difícil decir cuál de las denominaciones es más antigua.

Si aceptamos de una manera amplia las recomendaciones al artículo 31 del Código Internacional de Nomenclatura Botánica sobre la validez de la fecha de entrega del trabajo para su publicación y distribución, podíamos considerar como fecha más antigua la de Linaria tursica, recibido el 14 de Enero de 1977 (aunque ya hemos visto que fue, cuando menos, manipulado a posteriori), porque aunque desconocemos la fecha de reparto del número 35 de los Anales, necesariamente tuvo que ser posterior, pues el tipo de esta especie fue recolectado el 20 de Marzo de 1977, según hacen constar los autores en la descripción de la especie.

Resuelvan ustedes mismos el enigma. Por mi parte, lo tengo claro.